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domingo, 26 de enero de 2014

Donde digo digo... De Alguna Manera...


Donde digo digo...


Fue un triunfo estrepitoso del sofisma. El viernes 24, cuando el jefe de Gabinete señor Capitanich, flanqueado calladito por el ministro de Economía señor Kicillof, anunció las nuevas medidas económicas –que, según la verba inflamada de la prensa, “aflojaban el cepo”– todos entendimos que los gastos de las tarjetas argentinas fuera de la Argentina dejarían de tributar el 35 por ciento y volverían al 20 por ciento que entregaban hasta el 3 de diciembre pasado.

Así lo explicaron, al unísono, todos los medios. Así lo consignaron en sus ediciones del sábado 26 Clarín, La Nación, Página/12, Perfil y compañía. Así, incluso, fue que yo pensé más de dos veces que me daría mucha vergüenza publicar un libro en diciembre y retirarlo de la circulación en enero; que era raro que un gobierno deshiciera una medida tan reciente, y que era otro signo de la imparable decadencia kirchnerista.

Por eso me sorprendí tanto esta mañana cuando vi el tuit de @IsmaelBermudez1 que decía que el señor Kicilof decía que las tarjetas seguirían tributando el 35. Busqué la fuente: era una larga entrevista, tapa de Página/12.

La empecé divertido. Me gustó cuando los periodistas contaban que, en medio de la peor crisis de la última década, el ministro de Economía estaba cuidando a sus hijos: nada mejor que la familia para dar la sensación de calma que la ciudadanía espera de sus líderes. Y me gustó cuando el ministro empezó a explicar que “ahora las personas podrán ir nuevamente a un banco y adquirir dólares” y que “su capacidad de compra va a estar asociada al nivel de ingreso normal que tengan”, y que “quien quiera acceder a la tenencia de dólares debe estar registrado en la AFIP y tener una capacidad proporcional a lo que quiere comprar”. Y que entonces los periodistas despiadados le preguntaran qué criterio se iba a utilizar con cada grupo de asalariados, y que el ministro, seguro, les contestase:

–El mecanismo tendrá un sesgo hacia los que menos tienen.

Haciendo del sonsonete acostumbrado un imposible lógico: aunque forma parte de un gobierno que trabaja para bancos, mineras, petroleras y cuentas propias proclamando siempre que favorece a “los que menos tienen”, no puede decir que un mecanismo de entrega de dólares a los que prueben que tienen la plata suficiente va a favorecer a los que no la tienen. Hasta ahí podíamos llegar en el avance de la idiocia, me reí. Me reía, pero topé con la parte del león:

“– ¿Cómo se implementará la reducción de 35 a 20 por ciento en la percepción a cuenta del pago del Impuesto a las Ganancias?

–La compra de dólares para tenencia pagará un anticipo del Impuesto a las Ganancias equivalente al 20 por ciento de la operación. En el caso de venta de divisas por turismo y para gastos con tarjeta en el exterior, el paso de 35 a 20 por ciento no será implementado este lunes.”

Putée, me dije que era increíble inverosímil delirante, que ahora sí tenía miedo, que un gobierno no puede proclamar una medida el viernes y negarla el sábado, que estábamos realmente en la trituradora. Y entonces decidí escribir este exabrupto y fui a buscar el anuncio del viernes para mostrar la flagrantísima contradicción. En el video, el señor Capitanich era lacónico:

–Hemos decidido autorizar la compra de dólares para tenencia de personas físicas de acuerdo al flujo de ingresos declarados. Y paralelamente se ha decidido disminuir el anticipo de impuesto a las ganancias del 35 por ciento al 20 por ciento para el comprador.

Dijo desde su púlpito, leyendo un papelito, y no dijo más sobre el asunto. Y todos leyeron –leímos– que se había bajado el impuesto para las tarjetas en el exterior. Pero, releyéndolo ahora con el cuidado del entomólogo tuberculoso, se ve que el señor Capitanich no precisó: que dijo que la baja era “para el comprador”, y que podría argüir que se refería al comprador de esos dólares que ahora se venderán, no al comprador de objetos o servicios en dólares vía tarjeta.

Aunque todos –incluidos sus medios propios– entendimos lo contrario y lo anunciamos y lo comentamos y ellos lo permitieron. Seguramente se la pasaron bomba. La única explicación es que hayan preparado con cuidado una frase que podía entenderse de las dos formas para especular con las reacciones antes de decidir qué medida aplicaban. O quizás hay otras, vaya a saber.

En todo caso: tienen razón, no dijeron lo que todos creímos que dijeron. Jugaron con las apariencias y las percepciones y ganaron –no se sabe qué. Pero mostraron, tan claro como nunca, el juego que juegan. Hablar de forma que puedan decir no dije esto, no, donde digo digo digo diego, ay qué pena vos te confundiste. No es lo que se espera de la comunicación de un gobernante. Es, sí, lo que estos hicieron.

Si querían enseñarnos algo, lo lograron: que hay que desconfiar de lo que parece que dicen y darlo vuelta para ver qué dicen y dónde está el gato encerrado o, peor: que no hay que dar por cierto nada que no sea una medida firma y refrendada y publicada -y aún así.

O, más en general: que lo lógico es no creerles un carajo.

Actualización, 10.10 hs.: me equivoqué. Mea culpa mea grandissima culpa. Una lectora atenta, @sofimills, me manda la grabación de una entrevista que el señor Kicilof concedió al señor Morales, viernes a media mañana, poco después del anuncio oficial. Allí, entre el minuto 07:55 y el 10:35, el ministro explica muy claramente que el anticipo de impuesto a las ganancias que se cargará a las tarjetas argentinas fuera de la Argentina será del 20 por ciento.

 
Creo que caí víctima del gusto argentino por las teorías conspirativas que, en general, intentan convertir en astucia malévola lo que no es más que incapacidad: la famosa inepcia. En este caso está claro que el viernes el gobierno -o por lo menos su ministro de Economía- pensaba reducir el impuesto del 35 al 20 por ciento. El sábado ese mismo ministro pensaba o dijo lo contrario. Lo que interpreté como ambigüedad era solo contradicción, decir y desdecirse, indecisión extrema: no sé ni lo que hago.

Por otras vías, la conclusión sigue siendo la misma: lo lógico es no creerles un carajo. 

© Escrito por Martín Caparrós el Domingo 26/01/2014 y publicado por el Diario El País de Madrid, España.


domingo, 20 de octubre de 2013

Amores y odios... De Alguna Manera...

Amores y odios...

Scioli, Tinelli e Insaurralde en la tapa de ayer de Perfil. 


Resultaba paradójico ver el viernes C5N transmitiendo en directo la inauguración del cine que Tinelli le donó a su ciudad natal y el ninguneo de ese acto en TN o El Trece, siendo Tinelli la principal figura del Grupo. Es que la inauguración del cine de Bolívar fue una especie de pre acto de cierre de la campaña electoral kirchnerista, porque asistieron Scioli e Insaurralde más parte del gabinete del gobierno nacional.

Para ir, Insaurralde faltó al debate de los candidatos a diputados en el Coloquio de IDEA –donde sí participaron Massa, Stolbizer y De Narváez–, y así pudo tener su foto con Tinelli. También resultaba paradójico que uno de los principales patrocinadores del Coloquio de IDEA fuera, justamente, Cristóbal López.

Pero el lunes 28 cambiará todo. Scioli volverá a ser valorado por Clarín y La Nación, Massa comenzará a no ser infalible y la economía no estará por explotar porque sea inminente que la inflación se dispare como en Venezuela o el dólar blue se vaya a 15 pesos antes de fin de año.

¿Qué habrá pasado para entonces? Nada más que las elecciones ya habrán concluido y todo el daño que electoralmente se le pudiera hacer al kirchnerismo ya habrá sido producido. Existirán otros daños, claro, pero habrá cambios respecto de Scioli, quien muy probablemente deje de ser “forro” o “felpudo” para los anti K.

La semana pasada, al terminar el reportaje a Scioli para la edición de Perfil en la que se publicó la encuesta que indicaba que la imagen positiva de la Presidenta había mejorado ocho puntos y la diferencia entre Massa e Insaurralde se había achicado a siete, Scioli me preguntó: “¿Cómo puede ser que ustedes (por Perfil) hayan sido los únicos que desde el mismo momento en que se lanzó Massa vieran que mi decisión de no formar una alianza opositora con Massa y Macri no era un error político?”. Y sin dejarme responder, agregó: “Quiero agradecerte mucho esa actitud”. Le dije: “Primero no agradezcas, que ya nos vas a odiar más que a nadie si llegás a ser presidente porque te vamos a criticar igual que a todos los presidentes. Segundo, que hayamos escrito que tenías más posibilidades de ser presidente no habiendo hecho esa alianza con Massa que habiéndola hecho no es fruto de ninguna capacidad de análisis especial, sino simplemente de que nuestros pensamientos no están guiados por odios”.

Odios que, desgraciadamente, sí tiene parte de nuestra audiencia que se expresa por Twitter. Por ejemplo, @savjiv escribió: “me había preocupado al leer perfil y q insaurralde sube pero segui leyendo termine en fontevecchia, ahí me calmé, entendí todo”. Más elegante, @namiojorengueki agregó: “el putito @Fontevecchia creo que elogia a la yegua porq l gustaria ser una puta reventada como ella..ja ja”. Y @CesarChv1959 remató: “@Fontevecchia no se si es K pero se alquila barato, si?”. ¿Qué habrán pensado los autores de estos comentarios al ver los mismos resultados de la encuesta publicada por PERFIL una semana después en Clarín y La Nación?

Dictadura de la audiencia. Otro tuit permite ingresar en algo más permanente y de fondo, que son las redes sociales como nuevo sujeto político: @let0401 escribió: “lo de @Fontevecchia es una pelotudez, lo de Mempo es terrible llamado a la censura”.

Mempo Giardinelli, reconocido escritor traducido a más de veinte idiomas, quien vivió en México durante la dictadura (su primer trabajo al regresar del exilio en 1983 fue en Editorial Perfil), tuvo la ocurrencia de escribir una carta al diario La Nación solicitando que no se publicaran los comentarios ofensivos de la audiencia. Decía en uno de sus párrafos: “Esta carta quiere exhortarlos a ustedes a que discontinúen esos foros supuestamente democráticos en los que se fomentan la vulgaridad, el resentimiento y el odio militante. Y donde se mezclan amenazas de muerte, cobardes deseos criminales e infundios y groserías de todo tipo, y para colmo mal escritos. Los textos malsanos que con fuertes extravíos gramaticales es capaz de redactar esa caterva de forajidos verbales que La Nación prohíja, son, en realidad, verdaderas heces gramaticales que ustedes publican a diario bajo ese título eufemístico: ‘Comentarios’”.

La carta tenía otras consideraciones sobre la línea editorial de La Nación, que al no ser difundida por ese diario la publicó completa Página/12 el domingo pasado. Pero, en defensa del diario La Nación, hay que decir que Perfil.com también padece lo que en palabras de Mempo son “deposiciones lingüísticas entre los comentarios”.

¿Pero qué les pasa a los lectores que no pueden recibir sin enojarse siquiera la información de que mejoró la imagen de la Presidenta por su enfermedad o de que Insaurralde redujo su diferencia con Massa?
 
Las redes sociales, con su beneficiosa exponenciación de las herramientas comunicativas, generan como efecto secundario no deseado una especie de dictadura de la audiencia que influye sobre los periodistas que son naturalmente sensibles a las críticas que reciben de su público.

Hace pocos años se corporizaban en algunas decenas de llamados telefónicos a las radios quejándose; hoy, los periodistas que están al aire reciben en instantes toneladas de comentarios por redes sociales y en los muros de los medios, que resultan una forma de abucheo virtual que genera autocensura.

No estoy pidiendo que se censuren esos comentarios, sino promoviendo que los periodistas no nos sintamos influidos por esas críticas. Es cierto que vivimos una época de revalorización de los comentarios: los sitios web de turismo o restaurantes destacan el mérito de que son los propios usuarios los que conforman el ranking con “opiniones objetivas”, experiencias que resultan una gran guía a la hora de viajar o de salir, pero cuyo valor no es trasladable a la tarea periodística.

Si para “satisfacer al consumidor” los medios alimentamos el odio que cada bando tiene dándoles sólo noticias deseadas por ellos, estaremos prestando un pésimo servicio a la audiencia y a nuestra profesión porque el periodismo debe ser independiente no sólo de los poderosos, sino también de la histeria de su audiencia, que también es muy poderosa.


© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 20/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Clarín 2... De Alguna Manera...

Clarín 2...

Esta contratapa continúa la de ayer, ambas dedicadas al tema central de la audiencia pública de la Corte Suprema de Justicia por la Ley de Medios, que fue el de la escala: cuanto más grande es mejor, y cuanto más grande es peor. Por cuestiones de espacio focalicé ayer sobre si (y si sólo) se puede hacer periodismo de investigación político crítico de los gobiernos desde una empresa de medios muy grande. Y en la de hoy, sobre si el tamaño de Clarín afecta la pluralidad, dificultando el desarrollo democrático y/o la libre competencia, trabando el desarrollo económico.

Habría que comenzar diciendo que si una empresa es la primera en diarios, la primera en televisión, la primera en radio, la primera en cable y la primera en internet, o todos los demás son tontos o existe alguna ventaja que ese conglomerado tiene y dificulta a cualquiera competirle.

En un reportaje publicado en Perfil el sábado de la semana pasada, el CEO de Cablevisión, Carlos Moltini, dijo que sin la fusión de Multicanal con Cablevisión “la empresa no era sustentable en el largo plazo”. O el problema está mal planteado, o nos encontramos frente a un raro caso donde una empresa o muere o es líder en todo.

Yo no creo que Moltini mienta ni tampoco que Sabbatella esté totalmente equivocado, cada uno tiene su parte de razón. El problema es que, aunque la Corte Suprema pudiera descifrar lo verdadero de cada lado, no podría resolver el problema de fondo porque no tiene el poder absoluto del rey Salomón, quien ejercía simultáneamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La tarea quedará para un nuevo gobierno y un nuevo congreso a partir de 2015. Lo que la Corte ahora podrá hacer es impedir que se rompa lo irreparable.

De cualquier forma, el debate es enriquecedor y preparativo para 2015, además de orientar a la Corte sobre qué cuidar.

Moltini dijo que Clarín no es sustentable en el largo plazo porque “la pérdida de lectores del diario es permanente. En TV abierta no hay un programa que supere los veinte puntos de rating. Los consumidores evolucionaron en la manera de acceder a los contenidos. Todo medio independiente hoy en la Argentina tiene algo atrás que le da sustentabilidad”.

Primero habría que aclarar qué es ese “algo” que tendrían atrás y que da sustentabilidad a los medios independientes, porque el diario La Nación o Editorial Perfil no tienen ninguna otra actividad que no sea medios gráficos y son a la vez independientes y hoy sustentables. Habría que precisar entonces a qué se refiere Moltini con “largo plazo”: ¿cinco años o cincuenta años? Ya Bill Gates pronosticó el fin del papel para el año 2000 y se equivocó por mucho. 

Hoy en día no se habla de una desaparición total del papel pero sí de una reducción sólo a la elite –como, por ejemplo, el teatro– para 2030 en Estados Unidos y progresiva a 2050 en el resto de los países. Paralelamente los diarios Clarín, La Nación o Perfil no serían sustentables en un largo plazo dentro de algunas décadas sólo si no hacen nada, mientras que, por el contrario, podrían encontrar en lo digital una oportunidad más grande que en el papel para entonces.

En televisión, cine o música continuamente aparecen ideas similares de catástrofe y de que la industria se acaba. Generalmente es hecha por gente que siente tener una edad profesional en la que ya superó su cenit y se deprime.

Siempre habrá información, entretenimiento y producción de contenidos. Quizás la nostalgia anticipatoria de Moltini podría relacionarse con lo que plantea el libro lanzado en abril pasado y que ya se transformó en un best seller de los medios, titulado The End of Big: How the Internet Makes David the New Goliath (para reforzar su idea, Moltini lo puede comprar por 18 dólares en papel en Amazon o sólo por 14 para leerlo en Kindle). Volviendo al teatro como ejemplo anticipado de los medios offline, después de varias décadas de reducción de la cantidad de espectadores, el teatro llegó a fines de los 90 en Argentina a un piso de 3 millones de espectadores anuales, para alcanzar más de 5 millones de espectadores anuales en la actualidad. Eso sí, las salas son más chicas que antes.

Pero seguramente Moltini no mira los medios como productor de contenidos sino como un técnico en telecomunicaciones y, desde la perspectiva de la conectividad, que es bien distinta a la de la producción de contenidos, Moltini tiene razón. La finlandesa Nokia era la mayor fabricante de celulares del mundo hace cuatro años y perdió todo su mercado porque no pudo competir contra Apple y Samsung. Fue vendida ahora a la norteamericana Microsoft, que tendría tamaño suficiente para competir con otra norteamericana y una asiática (el producto bruto de Finlandia es la mitad del de Argentina).

Previamente al 7D, Moltini dio una entrevista a Mariano Grondona y dijo: “Telefónica es 16 veces más grande que Cablevisión, la fusión de Cablevisión y Multicanal fue la convergencia de infraestructura para el desarrollo de los servicios triple-play y cuádruple-play. Cablevisión y Multicanal se fusionaron porque era la única posibilidad que tenían de subsistir en un mercado competitivo de las comunicaciones en el cual la masa crítica es absolutamente necesaria para seguir prestando los servicios. La fusión trajo la digitalización, el HD y el Fibertel 30 megas.

Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.

Exacto; en el mercado peruano, más chico, no existieron un Clarín ni, como en México, un Slim, que le hicieran frente a Telefónica. Dependiendo de la perspectiva, hasta podría ser un motivo de orgullo que Argentina cuente con una empresa de telecomunicaciones con mayoría nacional (40% es de un inversor mexiconorteamericano). En México, Slim lo logró recibiendo el monopolio de la telefonía, que era del Estado cuando, en 1990, se privatizó Telmex.

Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.

Clarín logró lo que ninguna empresa de medios de Brasil pudo lograr –a pesar de ser todas ellas más grandes– gracias a que, al ser productor de contenidos periodísticos, utilizó su influencia como constructor de subjetividad política para presionar por regulaciones que le permitieran crear un “pequeño monopolio” en comparación con el de Slim, en su caso desde el cable.

Con la perspectiva de Moltini, un negocio decadente como el de la producción de contenidos se debía usar para intervenir en la creación de un negocio con futuro, como el de las telecomunicaciones. El problema aparece cuando, al tener que reinvertir parte de las ganancias de las telecomunicaciones para aumentar la influencia como generadores de contenidos y así mantener y potenciar su poder de constructores de subjetividad para seguir influyendo, terminan afectando a todo el sistema de medios y a la pluralidad.

Para la Harvard Business School, lo que hizo Magnetto es genial. Para los profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, sería criticable.

El negocio de las telecomunicaciones es en la Argentina decenas de veces mayor que el de la producción de contenidos: ninguna empresa de producción de contenidos puede competir de igual a igual con otra que además tenga una empresa de telecomunicaciones. Y Clarín es la única empresa que actúa en todos los campos de la producción de contenidos y a la vez es dueña de una empresa de telecomunicaciones, explicándose así por qué es la número uno en diarios, radio, televisión, etc.

Dos frases del mundo de los negocios que resumen esa lógica: 1) “Los productos nunca fallan por sus propios errores, siempre fallan porque falta dinero; si existe la suficiente inversión para corregir y volver a probar, corregir y volver a probar, siempre se tendrá éxito”. 2) “La creatividad se compra; lo único que no se puede comprar (porque nadie que lo tenga lo vende) es la distribución (el acceso)”.

Falta agregar que Telefónica, que internacionalmente dejó de estar interesada en la producción de contenidos, mantiene Telefe para tener una puerta de entrada al Gobierno, lo que es otra forma muy criticable de utilización de un medio.

Después de todo lo expuesto, ¿qué habría que decirles a los legisladores de 2015? Lo primero es que Cablevisión/Multicanal/Fibertel es una empresa eficiente, además con mayoría de capital nacional, que no habría que estropear. Lo segundo es que hay que evitar que las empresas de telecomunicaciones utilicen su poder económico o logístico (el acceso) para controlar la producción de contenidos. Esto vale tanto para el Grupo Clarín como para Telefónica.

En las condiciones de la tecnología actual (en diez años puede ser todo diferente), y dado que todavía hoy quien tiene la posibilidad de impedir el acceso a señales de TV por cable para favorecer a las señales propias tiene un poder abusivo, lo ideal sería que las empresas de telecomunicación tuvieran prohibido producir contenidos y que, al mismo tiempo, no se redujera ni dividiera Cablevisión/Fibertel.

Si el 80% de las ganancias del Grupo Clarín proviene de Cablevisión/Fibertel, en términos económicos sería mejor para el dueño de Cablevisión/Fibertel no contar con el diario Clarín, Canal 13, radio Mitre, TN, etc., a cambio de asegurarse de que no lo obliguen a reducir Cablevisión/Fibertel el 20%.

Cuando internet cambie todo y la conectividad pierda su poder, allí el contenido será el rey, como desde hace años se viene pronosticando sin acierto. Pero falta por lo menos una década, y en Argentina, más. En síntesis: los medios pueden ser (y serán) más chicos. Las que no pueden ser más chicas son las empresas de telecomunicación.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 15/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Hablemos sin saber... De alguna Manera...

Hablemos sin saber...

Hablemos sin saber...

Así se llamaba una sección del programa Sin Codificar. Un grupo de “especialistas”, periodistas quizá, decían cualquier cosa de un tema previamente estipulado. Así se debatía, por ejemplo, sobre "por qué los perros corren y le ladran a los autos" o se analizaba con mucho rigor la posibilidad de que Leo Messi funcionara mejor como arquero de la Selección de Fútbol. Algunas de esas situaciones ya tienen un lugar entre los grandes momentos humorísticos de la televisión. En ocasiones, ciertos protagonistas de la actualidad política nacional no tienen nada que envidiarle a aquellos panelistas del programa de Diego Korol.

El supuesto debate sobre la baja en la edad de imputabilidad de los menores entró en esa avenida del disparate, dónde nadie escucha al otro y muchos comentan por los títulos de los diarios. En sus ediciones del martes pasado Clarín y La Nación se encargaron de expresar las “divisiones en el kirchnerismo” por este tema.

Destacaron que el candidato del Frente para la Victoria, Martín Insaurralde, había propuesto bajar la edad a partir de la cual se puede aplicar una pena a un menor que delinque y que dos dirigentes importantes del oficialismo le habían salido al cruce. El senador Aníbal Fernández, al señalar que “yo tengo una posición muy clara al respecto. No votaría bajar la edad de imputabilidad”; y el diputado Carlos Kunkel, que tomó distancia de la idea, al afirmar que “nunca lo vamos a votar”. También la diputada Victoria Donda habló sin saber: “quieren cárcel para los chicos de la década ganada”, dijo, para no perder espacio mediático, y Marcelo Longobardi, siempre propenso a castigar verbalmente a “los marginales”, elogió la medida represiva resaltando las divisiones en el elenco oficial. 

Ni los periodistas ni los dirigentes políticos se detuvieron a analizar cuál era la propuesta en cuestión. Una cosa es bajar la edad de imputabilidad sin ningún cambio en el sistema. Es decir, que los mayores de 14 años puedan ser castigados penalmente por los delitos que cometan, como vienen reclamando los sectores de la derecha política y los partidarios de la “mano dura”. Otra muy distinta es propiciar la creación de un Régimen Penal para Menores que les otorgue a los niños las garantías necesarias para no quedar, como en la actualidad, al arbitrio de un juez.

Los magistrados en general, si se trata de chicos pobres, los terminan derivando a lugares de internación hasta que cumplan la mayoría de edad. La creación de un Sistema Penal para Menores, en cambio, es una medida progresista. Figura entre las sugerencias que Unicef hace a todos los países y cuenta con el aval de importantes especialistas como Laura Mussa y Emilio García Méndez.

En los últimos años la mayoría de las bancadas legislativas presentaron proyectos en este sentido. Incluso la del Frente para la Victoria. Claro que poner en marcha un sistema de esta naturaleza implica movilizar gran cantidad de recursos. Abrir juzgados especializados y crear institutos para recibir a los menores y prepararlos para volver a la sociedad. Esa es la razón por la que no se termina de poner en marcha. Hace falta mucha plata para garantizar que un cambio tan profundo sea eficaz.

Un régimen penal que abarque a los menores de entre 14 y 18 años, les otorgaría la posibilidad de contar con las garantías del debido proceso. Algo que en la actualidad les está negado. Como cualquier ciudadano, podrían contar con un abogado que los defienda, un fiscal que los acuse y un juez que dicte sentencia. Las sanciones deben estar acordes con la edad y sólo deberían implicar la pérdida de libertad en casos graves. La diferencia con bajar la edad de imputabilidad de manera lisa y llana, es abismal. Sin embargo, periodistas y políticos, a sabiendas o no, las homologan.

Es fundamental discutir en profundidad sobre qué hacer con los menores que delinquen. La problemática requiere un abordaje múltiple que no puede obviar la cuestión educativa y social. Pero nunca este debate puede estar sometido a las necesidades de la coyuntura electoral. En un tema tan importante decir cualquier cosa por malicia o ignorancia no quita responsabilidad.  Periodistas, funcionarios y legisladores no deberían hablar sin saber. Cuando lo hacen no provocan risa sino pena.   

© Escrito por Reynaldo Sietecase el martes 10/09/2013 y publicado por 7KC Periodismo Justo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



lunes, 24 de junio de 2013

Testimonio de una realidad marginada… De Alguna Manera...


Testimonio de una realidad marginada…

Fotografía tomada en el año 2010 en Lomas de Zamora. Foto: Valerio Bispuri

El reconocido fotógrafo romano recorrió cárceles y zonas devastadas por la miseria en América Latina a lo largo de diez años. En su reciente visita a la Argentina, reflexionó sobre cómo aquella experiencia, más antropológica que estética, marcó su trabajo.

El romano Valerio Bispuri se define como un fotógrafo "di pancia", es decir, visceral. Ganador del premio Sony World Photography Awards 2013 en la categoría Contemporary Issues, desde su primer contacto con la Argentina en 2001, vuelve incesantemente a nuestro país. Esta vez, su visita estuvo relacionada con un programa dedicado a su trabajo en la Argentina para el canal italiano Sky Art. Además, brindó una conferencia en la Universidad Nacional de Avellaneda.

Las fotografías de Bispuri son testimonios y crónicas que no sólo describen la objetividad de un mundo inaccesible. Bispuri registra con su oficio un mundo mil veces fabulado por poco conocido, mientras exhibe sus miserias a la vista. A veces el extranjero es el más perseverante, el que mira con la distancia necesaria y, al mismo tiempo, se acerca como ningún protagonista al hecho. "Sentí la necesidad de contar América Latina desde un aspecto revelador de su realidad, como en una especie de homenaje más que por una vocación de denuncia, aunque ésta se volviera inevitable por la fuerza del registro al inmiscuirse en la precariedad de la vida", afirma en diálogo con adncultura . No lo seduce lo mórbido sino que lo desafía la "terribilitá" pasmosa de los cuerpos y gestos vitales tanto como sus intensidades.

El fotógrafo que recorrió durante diez años setenta y cuatro penales de todo el continente posa su mirada en los escondites donde la ley mayor deja sus huecos: en las prisiones y en los efectos del paco, en los paraísos artificiales de la precariedad. Dice que ama a Nietzsche como pensador, aunque señala que no comprende la sentencia "No hay hechos, sólo interpretaciones". Sus fotografías no cuestionan lo real ni desestiman los hechos: la cámara es el ojo de sus vísceras donde se revuelca la historia. El efecto de algunas de sus fotos es brutal como colección de gestos que nos conecta con las pasiones humanas y sus bordes más filosos. La suya es una cámara que no soslaya la ficción de cualquier punto de vista aunque se inmiscuye en los infiernos vitales sin la pretensión del arte.

Su ojo es socio del azar y de lo imperfecto. No se fascina con el exotismo del horror sino con la imagen como crónica, proverbio o máxima. "Entendí que en la cárcel había algo escondido, aparte de encerrado. Había que mostrarlo porque nada iguala la evidencia y la fuerza de una imagen, aunque un comentario reciente me hizo percibir que la fotografía que me convoca se parece al trabajo de un antropólogo o de un etnólogo."

Bispuri hace registros como sentencias que interpelan de manera directa; sus imágenes parecen querer aproximarse a una batalla perdida de antemano, pero muestran aquello respecto de lo que las palabras dicen poco y mal en relación con la fuerza sintética de lo visible. Reconoce que la fotografía descarnada no produce necesariamente misericordia, sino el goce fatuo del hombre visible. No se trata de recomponer de forma moral lo que la vida contemporánea descompone en sus márgenes apartados de la vista.

El fotógrafo logró entrar en las redes del paco al entablar vínculos con familias y organizaciones que dedican su vida a una lucha cotidiana y desigual. "Me enteré de la existencia del paco en 2003 y soy pesimista sobre lo que se pueda hacer con él, porque creció de forma exponencial, incluso más allá de las fronteras argentinas. Se expandió hacia sectores medios calando en el nervio social. Es una red de complicidades muy poderosa que involucra a familias, bandas de narcos, policías y políticos."

Las rutinas, la intemperie, los rostros transfigurados, los espacios semi abandonados, la impudicia de los cuerpos reposan no sin incomodidad en el reverso oscuro de los Estados como su parte maldita. Tal vez, los restos mismos del capitalismo son los que quedan congelados en la imagen fotográfica como su tierra baldía. Bispuri denuncia menos de lo que describe, aunque su trabajo sobre el paco dio a conocer sus redes a las organizaciones internacionales con la expectativa de involucrarlas en la lucha local.

Alguien que busca lo real resulta a veces indiferente ante los problemas de la estetización de la miseria o de la distancia justa respecto de los hechos. Tampoco cree en la autenticidad ingenua de la fotografía preproducida, ni en el golpe bajo como estrategia de mercado.

Bispuri cuenta la siguiente anécdota ocurrida en un penal de Mendoza: "Para lograr entrar tuve que convencer al director y a los guardias. El director me dijo que era muy peligroso y me hizo firmar un papel donde se aclaraba que entraba sin custodia y bajo mi responsabilidad. Apenas me encontré con los detenidos les hice un planteo muy diferente del que ofrecí a las autoridades. Les dije: 'Ellos me aseguraron que ustedes me harían daño, así que yo les propongo una cosa, mientras me cuentan sus experiencias en este lugar yo registro aquello que ustedes quieran denunciar'. Me acompañaron durante todo el trabajo en el lugar, que estaba en condiciones inhumanas. Los detenidos lo tomaron como una victoria ante los guardias y el director y me alentaron a que hiciera visible el problema".

Su cercanía y vinculación con la mayoría de las cárceles del continente le devolvió una perplejidad: "Lo que más me impresionó de la experiencia en las cárceles es el amor por la vida que se respira. A pesar de la situación de cada uno, de las condiciones deplorables de muchos de los establecimientos y la crueldad innegable, la mayoría de los detenidos se aferran a la vida, reproducen afectos cotidianos: el mate, el fútbol, las charlas políticas, el estudio, las fiestas..." Un amor que no excluye violencia, pero que destina, para la mirada del extranjero, la diferencia de nuestra precariedad con la racionalidad del Primer Mundo.

© Escrito por Ariel Pennisi y Adrián Cangi el viernes 14/06/2013 y publicado en el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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Cárceles de Sudamérica…