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sábado, 2 de febrero de 2013

El dilema que la acosa… De Alguna Manera...


El dilema que la acosa…

Mary Poppins Fernández. Dibujo: Pablo Temes.


Más que la re-re, Cristina evalúa cómo concluirá su mandato. Scioli, Massa y la sucesión. Problemas urgentes con Irán y Gran Bretaña.

Cuando Cristina, en jornadas como este fin de semana, decide descansar, ver las florcitas, algún film, comentar el embarazo de su nuera, olvidarse de los tacos y copiar a su marido difunto (que utilizaba los mocasines como chancletas), quizás se interrogue sobre el sentido de una profesión que la enciende pero la extingue y, al revés de lo que desean unos y detestan otros, el dilema que la acosa –más que continuar en un nuevo ciclo presidencial sobre el que tanto se conjetura– se reduce a la forma en que concluirá su mandato. Drama que acecha a otros mandatarios, a perder o prestar la batuta, a desintegrarse antes de tiempo, pasar de la tapa a la página 27 de los diarios, empalidecer en suma como diva mientras asoman otras que se prueban su casi nunca repetido vestuario. Y ni siquiera, en su caso, dispone hasta ahora de la garantía de un sucesor verosímil que defienda o proteja su modelo, según sus palabras, mientras sus opositores sostienen que la búsqueda de perpetuidad personal o de la herencia a dedo obedece a otras razones menos ideológicas.

En materia sucesoria, Daniel Scioli –quien ayer reapareció luego de su periplo italiano para agradecer a su equipo por la pertinacia en defender su gestión–, además de indeseado, se ha vuelto una astilla lacerante. Hasta pronunció declaraciones que la irritaron en lo personal, inolvidables (“Yo no hice la plata con la política”, sostuvo antes de viajar teledirigiendo el mensaje). Nunca antes se había expresado tan críticamente. Como si hubiera llegado a un límite, luego de que Ella y El lo fastidiaran, lo disminuyeran y jibarizaran durante años. En parte de ese ciclo de destrato, Scioli se tapaba los oídos ante quienes le insinuaban la posibilidad de apartarse del kirchnerismo, de tomar otra vía, de que podía ensayar aspiraciones por su cuenta sin necesidad de Cristina, incluso enfrentándola. Se negó, pero escuchaba. Y ahora, esa duda cambió de bando, se revirtió: es Cristina la atribulada, quien discurre sobre la conveniencia de mantener a disgusto en su grey al gobernador o apartarlo como la Iglesia hace con sus disidentes. Cuidadosa, mientras piensa ante las plantitas, reclama que no lo insulten o agredan; pero todos aquellos que le rinden culto a Cristina, que la acompañan en las convocatorias con banderas y cánticos, a quienes Ella les habla en particular al finalizar los actos, sólo aguardan un guiño para lanzarse contra Scioli. En verdad, parece una cuestión de tiempo esta definición cristinista. ¿O acaso alguien imagina que esa muchachada creyente del “proyecto” acompañará a Scioli, hará como los Montoneros que seguían con fe en Perón cuando sabían que éste los había mandado liquidar?

Para colmo, además, nadie ignora que el gobernador y el intendente de Tigre, Sergio Massa, los más odiados dentro de la pureza étnica del oficialismo, mantienen entre ellos línea directa y cordial, frecuente y defensiva. No usan celulares, tampoco teléfonos fijos, menos internet –a nadie habría que explicarle la razón–, se reúnen presuntamente en secreto de vez en vez y disponen de un correveidile hasta ahora insospechado por la Casa Rosada. Se supone. Una astilla doble, entonces, casi conspirativa si la interpreta un Mefisto del círculo, un edificio en construcción con entrega una parte en octubre de este año y final de obra en 2015. Siempre y cuando no haya una cautelar, por decirlo de algún modo, que paralice el emprendimiento.

Mientras deambula por esta prioridad, la Presidenta este lunes lidiará con dos cuestiones de política exterior: Irán por un lado, Gran Bretaña por el otro. Habrá quien acepte que, si hasta ahora nada se pudo hacer por las acusaciones a funcionarios iraníes por los atentados a la embajada israelí y a la AMIA, que países involucrados en la guerra como Israel, EE.UU. y parte de Europa se desentendieron ya de esos asesinatos, una alternativa de real politik podría ser este juicio sin valor de sentencia a realizarse en la propia tierra de los imputados. Al margen de las objeciones de ciertos expertos, habrá que recordar la habitual contumacia iraní para dilatar cualquier problema. En Naciones Unidas, cuando George Bush condenaba a Irán como “eje del mal” con pretensiones de invasión, las autoridades de ese país le pidieron al canciller Carlos Ruckauf que les enviara una carta para que el gobierno de Teherán atendiera los reclamos judiciales argentinos. Irán luego sostuvo que Ruckauf había pedido perdón por las imputaciones de la Justicia argentina, episodio que hubo de aclararse en dos ocasiones: una, cuando se mostró la carta y, dos, cuando a través de distintos testimonios se desmintió que había una segunda carta secreta. En el medio, alboroto, pérdida de tiempo y cambio de líderes.

Quizás Cristina, con su real politik, logre algún resultado, aun a riesgo de que en las declaraciones futuras Irán demuestre –siempre aludió a los autoatentados– que la investigación argentina fue incorrecta, falsa, desviada adrede. Sería un golpe tremendo para el Gobierno: el país ha consagrado y consagra ingentes gastos en las dos pesquisas en todos estos años transcurridos.

Menos real politik se observa, en cambio, en la cuestión de los kelpers con Malvinas. Por el razonable temor de perder un gramo de soberanía, el país no acepta a los habitantes de las islas en ningún tipo de negociación. Así lo desea Gran Bretaña, tan experta como los iraníes en dilatar y embarrar conflictos, particularmente interesada en continuar la porfía por los intereses pesqueros en el archipiélago y por las desavenencias futuras sobre la Antártida.

La Cancillería, como en el caso actual del debate con Irán, debería mostrar un rasgo de imaginación al respecto, ya que la posición actual es idéntica a la de un canciller del Proceso militar, quien orondo un día declaró: “Los kelpers no interesan porque entran todos en el cine Opera”. No sólo el pensamiento es el mismo a pesar del transcurso de las décadas, lo que inquieta es la falta de iniciativa para modificar esa sepultura diplomática.

© Escrito por Roberto García el sábado 02/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 17 de junio de 2012

Gibraltar y Malvinas: similitudes y diferencias... De Alguna Manera...

Gibraltar y Malvinas: similitudes y diferencias...


A inicios del siglo XX, Gran Bretaña poseía el mayor imperio que la historia moderna recuerde. Por entonces treinta millones de kilómetros cuadrados eran controlados desde Londres, extensión equivalente a un cuarto de la superficie mundial. Era posible atravesar el continente africano desde el Mar Mediterráneo hasta el Cabo de Buena Esperanza sin abandonar los dominios de la corona. Con el correr del siglo, Gran Bretaña fue perdiendo progresivamente sus dominios. La Segunda Guerra Mundial y el posterior proceso de descolonización fueron determinantes para la desintegración imperial. Hoy en día, ya entrados en la segunda década del siglo XXI, los británicos conservan algunas joyas de su antiguo imperio. Estos enclaves, diseminados a lo largo y ancho del globo, permiten al observador comprender la dimensión del poder que alguna vez fue administrado en Londres.

Si bien los territorios ultramarinos que Gran Bretaña aún posee son catorce, en esta oportunidad me detendré en dos de ellos con el objetivo de hacer un análisis comparativo: Malvinas y Gibraltar.

El primer aspecto a comparar es el factor estratégico, el cual probablemente encarna la mayor similitud entre estos dos espacios. Las Islas Malvinas o Falklands se encuentran en el Atlántico Sur. Su ubicación geográfica, cercana al Cabo de Hornos, permite una inmejorable plataforma para el control, o al menos monitoreo, de las rutas marítimas que vinculan el Atlántico y el Pacífico. Si bien el comercio interoceánico transita mayoritariamente por el canal de Panamá, si esta vía se viese interrumpida, la ruta del Atlántico Sur cobraría una importancia superlativa. La posible existencia de recursos naturales en el espacio marítimo que circunda a las islas y la eventual proyección de la soberanía británica sobre la Antártida terminan de dar forma al incalculable valor estratégico de este archipiélago. La situación en Gibraltar es de características similares. El peñón es un enclave fundamental para controlar el ingreso y egreso en el Mar Mediterráneo.  Este estrecho es uno de los más transitados del planeta, no solo por los buques europeos que salen al Atlántico, sino también por el comercio marítimo que viaja desde Asia central (vía Suez) hacia América. Al igual que en Malvinas, Gran Bretaña opera una base militar permanente en Gibraltar.

Otra similitud importante entre estos dos territorios es el extraordinario nivel de vida del que gozan sus habitantes. En ambos casos se trata de poblaciones con índices de criminalidad cercanos a cero y un ingreso por habitante que se encuentra entre los más altos del mundo.

¿Cuál es la característica de una y otra disputa? La Argentina reclama soberanía plena sobre Malvinas: el argumento de Buenos Aires es que Gran Bretaña ocupa ilegalmente las islas desde 1833 y demanda que Londres se siente a negociar tal cual lo establece la resolución 2065 de Naciones Unidas. La guerra de 1982 fue un acontecimiento determinante para el curso del conflicto y dio por terminada cualquier posibilidad de que las partes traten en forma diplomática la cuestión de la soberanía. El caso de Gibraltar es similar: el enclave fue ocupado por los británicos dentro del marco de la guerra de sucesión española de inicios del siglo XVIII. En la década de 1960 la disputa fue llevada por Franco a Naciones Unidas y, al igual que Malvinas, Gibraltar fue categorizado por la ONU como un territorio no autónomo que debe ser supervisado por el Comité de Descolonización.

Durante los últimos meses, ambos asuntos han retornado a los titulares de la prensa mundial por motivos diferentes. El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner resucitó la disputa con Gran Bretaña con motivo del trigésimo aniversario de la guerra de 1982. Utilizó la cuestión como una herramienta de política interna, apelando a la sensibilidad y al legítimo nacionalismo de la sociedad argentina. En lo que respecta a Gibraltar, las noticias recientes giran en torno a barcos españoles que desarrollan actividad pesquera en aguas en disputa y muy cercanas al peñón. La situación derivó en encuentros con algo de tensión entre la Marina Real Británica y la Guardia Civil Española.

¿Qué podemos esperar para el futuro? Existen diferencias entre una y otra situación. En el caso de Malvinas, las posibilidades de un cambio de manos en la administración son de muy bajas a inexistentes. El único dialogo entre Buenos Aires y Londres es de carácter confortativo, la Argentina es un país de escasa importancia política en el escenario internacional, nula capacidad militar y su diplomacia ha cambiado el rumbo incontables veces en las últimas décadas, haciendo imposible cualquier avance concreto. Por otro lado, en el caso de Gibraltar, si bien también es muy poco probable o quizás imposible que los británicos se retiren del peñón, sí existen mayores niveles de cooperación. España y Gran Bretaña son socios en la Unión Europea y han logrado construir un ente tripartito compuesto por sus gobiernos y las autoridades gibraltareñas. El mismo persigue el objetivo de avanzar en las negociaciones y ha alcanzado algunos resultados, entre los que se destacan el uso compartido del Aeropuerto y la cooperación en aspectos relativos a los pasos fronterizos y las telecomunicaciones. El acercamiento entre estas dos naciones permitió inclusive que a inicios de 2001 España y Gran Bretaña estuvieran cerca de discutir la posibilidad de una eventual administración territorial compartida, acontecimiento inédito en los últimos 300 años. Finalmente, el proyecto no prosperó y fue desechado por el absoluto rechazo de la población local.

De todas formas, y a pesar de los matices y diferencias entre uno y otro caso, no debemos olvidar que Gran Bretaña y, por sobre todo, sus incondicionales aliados norteamericanos, se encuentran muy cómodos con la posesión de estos estratégicos enclaves militares. A pesar de la crisis económica internacional y los cambios que afronta el sistema internacional con el ascenso de China y otras potencias, Estados Unidos continúa siendo el país más poderoso de la Tierra. Su histórica e indestructible alianza con los británicos, sumado al deseo de las poblaciones locales de seguir perteneciendo a Gran Bretaña, hacen que cualquier cambio en el statu quo de Malvinas o Gibraltar se torne realmente muy poco probable.


© Escrito por Santiago Pérez y publicado por plazademayo.com el jueves 14 de Junio de 2012.