Mostrando las entradas con la etiqueta Congreso de La Nación. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Congreso de La Nación. Mostrar todas las entradas

sábado, 19 de noviembre de 2016

Argentina, festín financiero en plena recesión… @dealgunamanera...

Argentina, festín financiero en plena recesión…

El presidente Mauricio Macri saluda a la gente durante la inauguración de una carretera en Luján, el 10 de noviembre.  EFE

Tipos de interés del 26%, una moneda que se revalúa y un gran endeudamiento convierten el dinero argentino en el mejor negocio en plena crisis latinoamericana.

© Escrito por Carlos E. Cué el lunes 14/11/2016 y publicado por el Diario El País de la Ciudad de Madrid, España.

Argentina siempre va a contracorriente. Mientras toda Latinoamérica temblaba ante la llegada de Donald Trump, y el peso mexicano se devaluaba un 20%, el peso argentino se revaluaba por la entrada de dólares, aunque esta semana empieza con una caída.

Mientras todo el planeta bajaba sus tipos de interés, Argentina los subió este año al 38% y después de un ajuste los mantiene en el 26%. Mientras sus vecinos Chile, México, Colombia tienen inflaciones de 3%, 4%, 5%, Argentina se sitúa en el 40% en plena recesión, algo difícil de explicar en cualquier otra economía. Mientras muchos países latinoamericanos han decidido no endeudarse más y reducir su déficit, el Gobierno de Mauricio Macri ha iniciado el mayor proceso de endeudamiento de toda Latinoamérica, más de 45.000 millones de dólares emitidos este año y otros 40.000 proyectados el año que viene, aunque no toda es deuda nueva.

El Ejecutivo explica que la deuda es la única manera de evitar un ajuste mayor. Políticamente sería inviable, ya que está en minoría en el Congreso.

Macri tenía la ventaja de que Argentina, después de años de kirchnerismo, ruptura con el FMI, guerra con los fondos buitre y salida de los mercados financieros, estaba muy desendeudada. Argentina tiene margen, dice el Gobierno, no hay de qué preocuparse.







sábado, 14 de mayo de 2016

"La bella lección que nos viene del Sur".… @dealgunamanera...

La lección del Sur…


En la Argentina reducida a las cifras de la economía y las finanzas se nos invita a mirar los cien días del presidente Mauricio Macri, lo que equivale al 2% de los 4.579 días que gobernó el kirchnerismo, de los cuales, yo misma durante 3.650 días ocupé una banca en el Congreso de la Nación. De modo que, por más esfuerzo que haga para elaborar un análisis desapasionado, objetivo, sobre todo honesto, no puedo eludir el peso de esas cifras. 

© Escrito por Norma Morandini el sábado 19/03/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Aclaro: es una ironía, esa prima hermana del cinismo, ya que los números sirven para todo menos para contar las lágrimas si quisiéramos medir el pesar de todo ese tiempo en el que fui testigo de lo que no se cuantifica, la degradación democrática, corroída y corrompida por un poder personalista y una concepción totalitaria que buscó domesticar a la Justicia y canceló la deliberación legislativa.

Porque estoy entre los argentinos que temimos por la continuidad democrática, amenazada por lo que la niega, la obediencia del cuartel, el culto a la personalidad, el ocultamiento y la mentira, prefiero la coincidencia de los cien días con la rotura en Santa Cruz del glaciar Perito Moreno: en lugar de la oscuridad y la soledad de la última vez, ahora rompió a plena luz del día, entre aplausos de testigos. Un sinceramiento que como bella metáfora se puede aplicar a todo lo que vivimos en estos últimos cien días.

El rugido de una caída inevitable de lo que se veía como sólido, fuerte, y la conmoción ante un espectáculo compartido. El glaciar volverá a reconstituirse, lo que llevará un tiempo equivalente al mandato presidencial, cuatro años. Todavía estamos bajo el impacto de su rotura, la palabra correcta para nombrar la caída ya que se trata de un cuerpo sólido.

En cambio, las rupturas se dan cuando se destruyen los vínculos humanos, más difíciles de reconstruir cuando la ofensa, el insulto y la descalificación personal sustituyen la convivencia democrática. De modo que estos primeros cien días inevitablemente caen bajo la espuma y el rugido de la caída del kirchnerismo. No así sus prácticas. La impostación del relato que sirvió para sostener al gobierno de Cristina Kirchner se usa ahora para demonizar el de Mauricio Macri.

Años de confrontación cancelaron la deliberación democrática y los residuos del “relato” siguen tiñendo los análisis políticos. ¿Debe o no debe hablar de la herencia? Un debate equivocado. Si se trata de restituir la institucionalidad democrática y se respeta la capacidad de discernimiento de la ciudadanía, siempre es obligación de los gobernantes transparentar la información, lo que a la larga redundará en una sociedad madura que no se dejará engañar.

Los derechos humanos politizados para propagandizar el gobierno kirchnerista en estos tres meses se están utilizando para calificar al gobierno de Mauricio Macri de dictador. Medir el compromiso con los derechos humanos con la visita a la ESMA equivale a creer que alcanza con descolgar un cuadro de Videla. Otra banalización: la gestión de los gestos. Allí no están los muertos desaparecidos sino los fantasmas de lo que les hicieron.


Nadie conoce mejor los organismos internacionales de derechos humanos que aquellos que debimos acudir en busca de ayuda cuando imperaba el terror. Pero no se debe utilizar a los amigos extranjeros para mentir sobre un gobierno legitimado en las urnas. Es muy saludable que existan organizaciones humanitarias que velen por la dignidad y la libertad de los activistas sociales y humanitarios. Todos, no algunos.

Años de confrontación cancelaron la deliberación democrática y ofuscaron la misma idea de la democracia. Todavía entre nosotros confundimos negociación con trueque, el estadio más primitivo de la política y el consenso con la unanimidad: la gritería con debate, todos opinan sobre la opinión ajena, lo que desnuda la escasa conciencia cívica del respeto al otro y la pereza ideológica de reducir la realidad al slogan. Sin correr el riesgo de innovar en las soluciones.


Vivo estos cien días con el mismo espíritu de colaboración con el que estrené mi banca en el inicio del gobierno de Néstor Kirchner. A poco andar, descubrí la concepción de poder autoritaria. Fui una honesta opositora. No me alegra no haberme equivocado, De modo que no necesito sobreactuar mis críticas al nuevo gobierno, al que reconozco honestidad de intenciones y enormes dificultades.

Sigo creyendo que vivimos un tiempo crucial para definitivamente consolidar una cultura de convivencia y legalidad democrática, sin las urgencias de las emergencias y con la alternancia de ese bello glaciar que cada cuatro años disuelve sus témpanos en el lago Argentino para volver a empezar.


"La bella lección que nos viene del Sur".





martes, 29 de diciembre de 2015

Senadora Norma Morandini, Resumen de gestión… @dealgunamaenra...

Senadora Norma Morandini, Resumen de gestión…


Con la devolución de mi banca viví la contradicción entre la frustración por haber integrado unos de los Congresos más degradados de la democratización y el agradecimiento a todos aquellos que confiaron en mí, me brindaron apoyo y respeto.

© Publicado el lunes 28/12/2015 en www.normamorandini.com.ar

El año 2015, el del recambio presidencial, fue también mi último año como senadora y el fin de la década como legisladora, ya que antes fui cuatro años diputada. Tiempo de balance que impregna inevitablemente las que fueron mis rendiciones de gestión cada año.

Un año electoral que canceló la actividad parlamentaria. Una paradoja que señalé y hoy confío podremos corregir en la medida en que la política recupere su función de servicio y las elecciones jerarquicen la voluntad popular. Este año tuvimos que vencer el hastío y el cansancio para modificar el campo de batalla en el que se convirtió la disputa política e hirió gravemente a las instituciones, especialmente el Parlamento, que funcionó tan sólo para aprobar las leyes de interés del gobierno, sin cumplir los tiempos reglamentarios, a las apuradas, bajo el simulacro de las audiencias públicas, en realidad actos partidarios, con las que se “popularizaron” las leyes en flagrante violación al sistema representativo. Es en el Congreso donde la ciudadanía dialoga con sus representantes. El corazón de la democracia, donde finalmente se tramitan las leyes. 

Vale recordar que nuestra democracia no es directa, la ciudadanía delega su poder en sus representantes. Las elecciones determinan la representación democrática, pero no pueden vaciar la actividad legislativa. Además de la división de la autoridad en varias esferas, cada elección restituye la alternancia que define la democracia, pero se impone una profunda y debatida reforma política para no agobiar a la ciudadanía obligándola a ir a las urnas todo el tiempo y, a la par, evitar que se vacíe la actividad parlamentaria, sobre todo en su función de control. Estos han sido mis temas obsesión desde que ingrese al Congreso.

No me alegra no haberme equivocado en relación al carácter autoritario de un gobierno que impuso un solo color político en lugar de respetar la diversidad, buscó refrendar sus políticas sin aceptar ningún cuestionamiento o aporte, eludió los controles y estuvo marcado por las denuncias de corrupción. Sí me apena no haber podido influir más. Creo haber cumplido con lo que me propuse desde el inicio, abrir un espacio para que la ciudadanía se conecte con la política. Y tanto mis rendiciones de cuenta como la comunicación de todo lo que hicimos, desde los proyectos de ley, los pedidos de informes, las manifestaciones en el recinto y los artículos publicados en la prensa contribuyeron para ampliar ese espacio. Si bien el Parlamento no recuperó su prestigio, hoy existe una mayor conciencia ciudadana sobre su importancia y la necesidad de encontrar perfiles de idoneidad acordes a esa función.

El año 2015 comenzó de la peor manera: la muerte del fiscal Alberto Nisman el 18 de febrero, en las vísperas del día que debía comparecer ante la Cámara de Diputados para informar sobre su denuncia contra la Presidente de la Nación, Cristina Kirchner, a la que acusó de complicidad con Irán para conseguir la impunidad de los funcionarios de la embajada de ese país, señalados por su responsabilidad en el atentado de la AMIA. La bala que mató al fiscal dio de lleno en el Parlamento, que a días de terminar el receso del verano mantuvo sus puertas cerradas sin registrar ni contener la conmoción social y política que significó el regreso del fantasma más temido, la violencia política.

El carácter de la denuncia y la función de fiscal de la Nación caracterizaron su muerte como un magnicidio. Este prólogo de rendición de cuentas excede el análisis político de las implicancias judiciales y las reacciones del Poder Ejecutivo. En cambio, la presencia de la jueza Arroyo Salgado, madre de las hijas del fiscal, en el Salón Azul del Senado, a instancias del senador de la UCR Gerardo Morales, quien aglutinó a la oposición, conmocionaron la actividad legislativa. Con un gran dominio de sí misma, bajo las cámaras y los “flashes” de la prensa, la jueza pidió no se politizara la causa: “Todo juicio de valor, aprobación o desaprobación, provenga del ámbito del que provenga interfieren y condicionan la labor del poder judicial”. Es lo que sucedió: el año 2015 terminó consagró la impunidad de la muerte del fiscal, sin que siquiera la Justicia haya determinado como murió. En su lugar, el gobierno kirchnerista aprovechó para transformar la temida Secretaría de Inteligencia sin que los espías del Estado modificaran todavía la cultura de control y espionaje sobre los ciudadanos, prohibida por la ley. Tal como demostraron las denuncias periodísticas en relación al espionaje interno.

Con la devolución de mi banca viví la contradicción entre la frustración por haber integrado unos de los Congresos más degradados de la democratización y el agradecimiento a todos aquellos que confiaron en mí, me brindaron apoyo y respeto. Me siento una política del 2001, cuando el grito de furia del “que se vayan todos” desnudó que caminábamos sobre escombros institucionales. Acepté participar en momentos de gran desprestigio de la política. Sin embargo, confío en la evolución ciudadana, que es finalmente la que determina la calidad del debate democrático.


Al ingresar, diez años atrás, jamás imaginé que toda mi actividad política legislativa iba a estar determinada por los Derechos Humanos, ya que nunca creí que la tragedia de tener hermanos desaparecidos me concediera privilegios por encima del único privilegio, que es haber representado a mis compatriotas. Reiteré cuantas veces pude mi idea de que la democracia es el verdadero antídoto para que el pasado sea aprendizaje. No venganza. La continuidad de los juicios contra los represores de la dictadura fue una tarea de los tres poderes. Es en los tribunales donde se juzga el Terrorismo de Estado, la violación de los derechos humanos. Nos resta construir una auténtica cultura de derechos que conjuguen con la vida, la pacificación y, sobre todo, porque estamos obligados a cumplirlos en tanto el corazón jurídico y filosófico de nuestra Constitución reformada de 1994 son los tratados de Derechos Humanos. 

Toda mi actividad legislativa estuvo dedicada a cumplir con esos derechos, especialmente los considerados de tercera generación, como son los ambientales. Fue un gran avance la aprobación que dio el Senado al proyecto de “Ley de Presupuestos Mínimos para la Calidad Acústica” para garantizar el derecho a vivir en un ambiente sano, ya que no hay dudas que el ruido, especialmente en las grandes ciudades, es un factor contaminante que afecta la salud. Un proyecto de vieja data que nunca había conseguido el tratamiento legislativo. Con la confianza de que se conviertan en ley, dejé como proyectos legislativos un marco jurídico para proteger a los ciudadanos usuarios telefónicos en la asimétrica relación con las empresas de telefonía móvil. Un instrumento para promover el salto cultural del consumidor al ciudadano con derechos, tal como consagra nuestra Constitución.

Muchos fueron los pedidos de informes al Poder Ejecutivo en torno a los temas que fueron constante de mi trabajo legislativo. A la par, consecuencia de nuestra historia de ocultamiento y mentiras, resulta anacrónico que a treinta años de la democratización no tengamos todavía una ley de Acceso a la Información para asegurar la luz pública sobre los actos de gobierno, la transparencia en el manejo de la administración del Estado. Aspiro a que los proyectos que presenté puedan aportar a ese debate y a que finalmente tengamos una norma al respecto.

En relación a la universalidad del derecho a la educación propusimos un marco regulatorio que garantice la educación domiciliaria y hospitalaria para los alumnos que por enfermedad no pueden asistir con regularidad a la escuela. En el mismo sentido, de garantizar derechos a la infancia, elaboramos un proyecto para establecer las Pautas Rectoras para la designación y actuación del Abogado del Niño, una figura que aún no se ha implementado tal como lo determina la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.

A pesar de la escasa actividad parlamentaria mantuvimos la actividad para acercar el Senado a los temas y problemas que le competen a la Comisión de Población y Desarrollo que presidí, entre ellos los vinculados con discapacidad, género y pueblos originarios. Ante la falta de quorum, ya que el oficialismo se negó sistemáticamente a participar en una Comisión presidida por una opositora, constituimos la Comisión en el acampe de los pueblos originarios QOPIWINI en la Avenida de Mayo.

GRACIAS. No se me ocurre otra palabra en este final de gestión. La que le debo a mis asesores, tan comprometidos como capaces, quienes me sustentaron en el trabajo legislativo. Y gracias a todos los que en la calle me dicen sencillamente “gracias”. Hubiera querido ir más lejos, pero esta es una caminata colectiva en la que siempre estaré cuando se trate de seguir trabajando por la normalidad democrática, uno de mis mayores anhelos.




viernes, 23 de enero de 2015

Miedos... De Alguna Manera...

Miedos...


Cuanto más nos alejamos de los tiempos del terrorismo de Estado, menos audible se hace aquel grito del “nunca más” que, como consigna de esperanza, inauguró la democracia.

Tanto invocamos la muerte en el discurso público con agresiones verbales – insultos y descalificaciones personales- que naturalizamos en tiempos de paz democrática las palabras de odio propias de los tiempos de guerra. Convivimos con espías al servicio de la muerte simbólica de la reputación de aquellos que osan ejercer sus derechos a decir, opinar, criticar y oponerse a un gobierno que se apropió del Estado como un botín de guerra, y nos alineó de manera irresponsable en la dialéctica amigo-enemigo del nuevo orden mundial.

Frente a una muerte real, dramática, misteriosa como la del fiscal Alberto Nisman, nos quedamos sin palabras. Enmudecidos por la inevitabilidad de aquello con lo que nos amenazamos: el futuro. Paralizados por el temor y la desconfianza.

Temor porque caminamos peligrosamente hacia nuestro verdadero enemigo: nosotros mismos.

Temor porque no erradicamos la violencia política, ese infernal círculo político parecido a si mismo en su matriz de impunidad y mentira.

Miedo porque los jueces no puedan hacer justicia por todos nosotros y garantizar procesos jurídicos, libres de extorsiones, para que la verdad y la justicia no desaparezcan en farsas jurídicas de impunidad.

Y, sobre todo, miedo a que un gobierno acorralado en su propio relato que ve conspiraciones por todos lados y pone las culpas afuera sin asumir nunca sus responsabilidades, nos termine arrastrando en su propia insensatez.

Tal como advirtió Hermann Broch en las vísperas del nazismo, de todos los sufrimientos que los seres humanos somos capaces de provocarnos, la guerra es solo el más absurdo, ya que el primer legado de la insensatez es la violencia. Y cuánta insensatez hay en la muerte del fiscal Nisman.  Una bala en la sien le impidió informar a los diputados en el Congreso Nacional sobre las investigaciones que sustentaron su gravísima denuncia “por encubrimiento” del atentado contra la Presidente, el canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés Larroque, el piquetero Luis D´Elía y el líder de Quebracho, Fernando Esteche.

Una muerte que se proyectó igualmente y de manera simbólica sobre el Parlamento ya que silenciado terminó siendo una parodia de sí mismo.


Debimos ser convocados de urgencia a sesiones extraordinarias -las que dominaron la vida legislativa de 2014- para que el Parlamento sea el lugar donde dialogan las fuerzas políticas de un país como caja de resonancia de lo que hoy vive nuestra sociedad: el desamparo y el desasosiego. En cambio, el Congreso se convirtió en sede de una mera lectura de comunicados como expresión de la impotencia política por ese tiro en la sien de la democracia.

Cuanto más nos alejamos de los tiempos del terrorismo de Estado menos audible se hace aquel grito del “nunca más” que como consigna de esperanza inauguró la democracia. Fuimos más lejos que nadie en la condena de la dictadura, lo que no significa, hoy lo sabemos, que el Estado terrorista se haya reconvertido en un auténtico Estado de derecho democrático.

Vivimos como normal que nuestros teléfonos estén “pinchados” o que se hagan “operaciones” de prensa. La nefasta herencia de los tiempos de oscuridad que tiene en la voladura de la mutual de la comunidad judía, AMIA, la brutal metáfora de lo que supimos conseguir: la impunidad, el autoritarismo y el asesinato político. Menos aún democratizamos la cultura política que no termina de salir de su estadio más primitivo, el de la confrontación y el trueque.

La venta del trigo a la otrora Unión Soviética a cambio de los votos que en los foros internacionales condenaron a nuestro país por la violación de los derechos humanos durante la dictadura, parece ser un cruel antecedente del canje de la impunidad  del atentado de la AMIA por el petróleo de Irán ya en democracia. Es el pragmatismo exaltado como virtud política, que cancela el debate público. Así sucedió con la desafortunada imposición del “Memorándum de entendimiento con Irán”, legalizado en el Congreso por la mayoría oficialista, deslegitimado por el rechazo de las víctimas, por las organizaciones judías y por la oposición política. Eso es fruto de una práctica autoritaria, personalista de las decisiones,  tomadas entre cuatro paredes, que favorecieron el crecimiento de los aventureros que se arrogan ser portavoces de lo que nadie ve ni escucha, ya que la comunicación presidencial depende más de la isla de edición de los propagandistas de su gobierno y su persona que de aquellos que debieran ser su mayor preocupación: los argentinos.

Sin embargo, el miedo liberado por la muerte del fiscal Nisman puede ser otra oportunidad para que la desconfianza, la resignación y el cinismo no nos aíslen y nos lleven a desentendernos de las cuestiones públicas. Allí donde el poder es arrogante y los ciudadanos se aíslan,  la política queda en manos de los aventureros.

Sobre todo, debemos evitar que el odio nos destruya como sociedad. Al final, no hay nada más laborioso que la paz y la democracia porque se construyen cada día. Si es que definitivamente queremos disfrutar el derecho humano no escrito a vivir sin miedos.

© Escrito por Norma Morandini el miércoles 21/01/2015 y publicado por Senadora Norma Morandini.


domingo, 21 de diciembre de 2014

Radioaficionados de Argentina... De Alguna Manera...

En el lugar indicado, en el momento preciso, con el conocimiento adecuado…



El Congreso de la Nación sancionó la ley Argentina Digital, nuevo marco regulatorio para las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).


Como resultado de la intervención del Radio Club Argentino, la versión final del proyecto incorporó el Artículo 89º, que preserva el encuadre normativo del Servicio de Radioaficionados de la Ley 19.798.

La redacción original dejaba a la Radioafición Argentina en una suerte de limbo legal de consecuencias imprevisibles.

Este fue el escenario en el cual, una vez más, honramos la historia del RCA: Dimos muestras claras de estar a la altura de los acontecimientos y cumplimos con nuestra responsabilidad de defender los intereses de todos los radioaficionados de la Argentina, frente a cualquier circunstancia, fieles al compromiso asumido por las Sociedades Nacionales de todo el mundo que integran la IARU.

El reconocimiento de legisladores y funcionarios al profesionalismo del trabajo que realizamos desde hace décadas, nos abrió las puertas y nos permitió ser escuchados en medio de la trama de un contexto tan complejo.

Así, fuimos capaces de incidir positivamente en todos los espacios políticos donde se debatió el proyecto de ley –Cámaras de Senadores y de Diputados, SeCom y CNC–, exponiendo y argumentando en defensa de la actividad.

Esta es una de las la misiones del RCA.

En ella se fundamenta la importancia de sostenerlo y hacerlo crecer.
Siempre estamos ahí, al servicio efectivo de la Radioafición.
Somos una institución sólida y de puertas abiertas a la participación de los radioaficionados de todo el país que quieran sumarse, individual o colectivamente.

Vaya nuestro sincero agradecimiento a todas las instituciones hermanas, socios y colegas que, una vez más, nos acompañaron y apoyaron en las acciones realizadas en defensa de nuestros intereses.


Otro hito en el camino.

Hechos, más que palabras.

© Publicado el miércoles 17/12/2014  por LU4AA Radio Club Argentino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 11 de mayo de 2014

Recuperar el Estado... De Alguna Manera...


Recuperar el Estado...


El escenario preelectoral muestra una creciente disposición al diálogo por parte de partidos políticos, organizaciones sociales y cámaras empresarias, dando lugar a voces que hablan de posibles acuerdos sobre medidas destinadas a resolver los muchos y graves problemas del país. Sin embargo, esos diálogos no hacen suficiente hincapié en la necesidad de revisar el funcionamiento del organismo encargado de que aquellas medidas se hagan realidad: sin un Estado ágil, austero, transparente, eficiente y eficaz, no hay posibilidad de llevar a buen término políticas de Estado.

Hace tiempo que este organismo ha dejado de ser una herramienta al servicio de la comunidad para convertirse en un instrumento de conservación y acumulación de poder al servicio de intereses particulares. Esa apropiación del Estado ha dado lugar a diferentes formas de corrupción: apropiación directa de fondos públicos; negociados con grupos empresarios amigos; acuerdos espurios con sindicatos que comprometen la prestación de servicios básicos, así como el nombramiento de funcionarios públicos atendiendo sólo a objetivos personales o partidarios. Todo lo cual repercute sobre la eficiencia y eficacia de ese Estado.

Estos problemas tienen mucho que ver con la deformación institucional por la cual una sola persona, el presidente de la Nación, al mejor estilo monárquico y acorde con nuestra tradición caudillista, decide por sí y ante sí cómo se utilizan los recursos que se recaudan; aunque esa discrecionalidad también puede observarse en el Legislativo con menor significación relativa.

Urge poner límites a esos abusos a través de una suerte de “Pacto por Argentina” cuyo primer capítulo debe ocuparse de la recuperación del Estado para que funcione como herramienta para la concreción de las políticas sustantivas que se acuerden. Existen ya propuestas que apuntan a terminar con muchos de esos abusos, pero hacen faltan medidas específicas para evitar el daño que produce sobre la eficiencia del Estado la forma en que se reclutan los funcionarios encargados de ponerlo en acción: me refiero a la discrecionalidad en cuanto al número y calidad de los empleados públicos que se nombran sin tener en cuenta las verdaderas necesidades del Estado; distorsión que ha alcanzado niveles alarmantes en años recientes.

Para una recuperación completa del Estado es imprescindible una revisión exhaustiva de la planta de la administración pública a los efectos de determinar el número y las categorías de servidores que efectivamente son necesarios para que cumpla con sus varias funciones. Revisión que deberá ser hecha por una comisión especial, y de la cual surgirá una nómina que será cubierta por concurso público, del que participarán tanto los actuales servidores de la administración como nuevos postulantes; teniendo los antiguos prioridad a igualdad de méritos. Los servidores así elegidos gozarán de estabilidad en el empleo cualesquiera sean sus ideas, pero podrán cesar en sus funciones en razón de que las mismas dejaron de ser parte de los programas de gobierno, o por deficiencias en su desempeño.

Para alcanzar ese objetivo una ley deberá declarar la prescindibilidad de los empleados públicos (como ya ocurrió durante el gobierno de Frondizi y más recientemente en Río Negro), así como modificar el Estatuto del Empleado Público para hacer de ellos verdaderos servidores del Estado y no meros beneficiarios. La misma ley arbitrará los medios para resarcir económicamente a los servidores que deban dejar sus cargos.

Con el mismo espíritu de racionalizar el funcionamiento del Estado otras leyes deberán: 

a) Establecer que las empresas públicas sean manejadas por técnicos nombrados con acuerdo del Congreso por un período de tiempo razonable, pudiendo ser apartados de sus cargos sólo con acuerdo del mismo Congreso; 

b) Evitar los abusos que se cometen con los nombramientos temporarios de funcionarios; 

c) Suprimir las facultades auto-otorgadas por los legisladores para conceder becas y otros beneficios en pago de favores o para hacer proselitismo, así como establecer mecanismos de control en la fijación de sus dietas y gastos abusivos.

© Escrito por Omar Argüello, Domingo 11/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 27 de abril de 2014

Retazos... De Alguna Manera...



Retazos... 


Cómo hacer, con los retazos políticos, una manta democrática? Es lo que me pregunto desde hace ya casi diez años, cuando me subí por primera vez a una tribuna electoral, favorecida por la ley que obliga elegir a una mujer cada tres candidatos hombres.

Antes, debí vencer los prejuicios con los que carga la política y los juicios de los amigos que me criticaron duramente por aceptar una candidatura, sin entender que en democracia la participación ciudadana es fundamental para domesticar el autoritarismo, que nos atraviesa como cultura política. Entonces, todavía vivíamos los estertores del estallido de 2001, que desnudó los pies de barro de los partidos tradicionales, nos zarandeó con ese grito de furia del “que se vayan todos” y nos obligó a participar, ya sea como asambleístas o desde una banca en el Congreso. Pero rápido entendí que no se trata de que lleguen caras nuevas a los partidos si no se cambian las reglas de juego de la política, reducida entre nosotros a su estadio más primitivo, el del trueque.

Ese cambio de votos por favores que está en el corazón de una concepción del poder antidemocrática, ya que reduce la democracia a las elecciones y fortalece los individualismos, al extremo de que entre nosotros sobreviven los “ismos” como expresión de la personalización del poder.

A treinta años de la democratización, el Nunca más fue el mayor consenso que supimos construir. Sin embargo, a la luz de la incultura cívica, la cancelación del diálogo institucional, la imposición de la mayoría, el oscurantismo en el manejo de las cuestiones públicas y la exaltación del poder como un fin en sí mismo demuestran que el diálogo está entrecortado, no tanto por las características de los gobernantes sino por el malentendido en torno al sistema democrático. No se trata, como en el mundo desarrollado, del debate en torno a los nuevos problemas de la democracia, sino de la cancelación misma de la idea democrática.

Se confunden elecciones con plebiscitos, consenso con unanimidad, deliberación con obediencia, información con propaganda, derechos con dádivas y presidentes con monarcas. Tal vez porque no reparamos en que el gran cadáver que nos dejó la dictadura fue el de la política, ya que sin libertad no hay política, pero sin política no hay democracia. Sin embargo, es la primera vez en tres décadas que comenzamos a entender que lo que debería ser la solución a los conflictos que dinamizan la libertad y la puja de intereses se ha convertido en un problema: nuestra cultura política.

El kirchnerismo actuó como un catalizador, puso en evidencia lo que anidamos como vicio y práctica en el manejo de las cuestiones de todos. Hizo de las elecciones una legitimación del poder, pero no democratizó la práctica administrativa del Estado. Canceló los mecanismos de control, la información como derecho, domesticó al Parlamento y subordinó a la Justicia. La dominación del gobierno y la economía vació el sentido democrático de la soberanía popular.

Por eso, no sólo estamos en las vísperas de un cambio de gobierno sino ante una bisagra cultural: o perpetuamos esa concepción de poder, basada en los personalismos y la confusión de hacer del Estado un botín partidario que está en la base de nuestras crisis recurrentes, o definitivamente encaramos la construcción de lo único que nos resta probar: el respeto a la ley y el gobierno de las instituciones. Y aun cuando la igualdad ante la ley se invalide con la desigualdad social, la democracia sigue siendo un emblema de la sociedad moderna. El único sistema que cambia con el tiempo, en el que el ejercicio de un derecho abre las puertas a otras conquistas.

Nuestros retazos históricos, para seguir con la metáfora inicial, como todos los retazos, alguna vez fueron nuevos. Como lo fueron lo mejor del ideario radical, la República, lo mejor del peronismo, la justicia social, o lo mejor del socialismo, los derechos. Si los vivimos como continuidad y los unimos, bien podríamos hacer una manta. Siempre y cuando no utilicemos el hilván que, como hilo vano, puede rasgarse al primer tironeo.

En cambio, si intentamos coser los pedazos de la fragmentada historia de nuestro tiempo con los hilos firmes de los valores constitucionales, tal vez finalmente consigamos la gran frazada democrática que cobije a esa pluralidad de voces e intereses que es la compleja y contradictoria sociedad de nuestros días.

© Escrito por Norma Morandini, Senadora de la Nación, el Domingo 27/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.