miércoles, 27 de junio de 2018

Reportaje a Gabriel Brazenas… @dealgunamanera...

“Hasta el último día de mi vida voy a decir que no fue foul”…


Enganche encontró a Brazenas en el medio de Moscú y, gaseosa de por medio, charló durante una hora con el ex árbitro sobre aquella mítica acción que lo marcó en el Vélez-Huracán y que quedó en la historia.

© Escrito por Sebastián Varela del Río el sábado 23/06/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuenta que habló apenas tres veces en su vida con Julio Grondona. Una mañana de 2010, el árbitro tocó a la puerta del mandamás y le dijo que quería dejar todo. El Don le respondió dos palabras: “¿Estás seguro?”. Brazenas le insistió. El entonces presidente de la AFA, como un apóstol, dudó hasta tres veces. Finalmente, ante la certeza del referí, levantó el teléfono, llamó a recursos humanos y dictaminó: “Va Brazenas. Arreglale todo al pibe”. Se saludaron. La reunión duró, como mucho, cinco minutos. Gabriel Vito Brazenas asegura que ni ese día ni en los anteriores, Grondona le preguntó jamás por Vélez-Huracán.

En los suburbios de Moscú, donde el ex árbitro vive el Mundial de Rusia junto a su hija, Brazenas habla con Enganche y, lejos de ser un hombre rodeado de los misterios que dejó aquel mítico partido, se sienta durante una hora a comentar su historia sin tapujos. “Decime, ¿cuánto me pagaron?”, suelta, un poco en broma, un poco en serio, como para sacar solemnidad a su caso. Gran parte del fútbol argentino, ese permanente constructor de mitologías aparentes, cree, con firmeza, que este hombre sancionó con malicia el aquel encuentro que definía al campeón del torneo Clausura 2009. Él, que dice que se sentaría a hablar del partido con Ángel Cappa, se aguanta todas las preguntas y no se mueve un milímetro de su relato.

“Hoy mi vida está perfilada fuera del fútbol. Me dedico al manejo administrativo de una inmobiliaria grande del barrio de Palermo. Nosotros, los árbitros, vivíamos en vivo. Uno en una oficina está encerrado, no es lo mismo. Eso no lo voy a recuperar nunca”, suelta, mientras un camarero ruso vuelve a hacer de las suyas y trae, en vez de tres gaseosas sin azúcar, la misma cantidad de cafés con hielo. “¿Qué habrá entendido?”, pregunta Brazenas. Y pone play: “Arranquemos”.

-¿Cómo se lleva un árbitro con el engaño?

-Es difícil, porque el origen de los jugadores es el potrero, no este fútbol de teatro al que quieren llevarnos. Es complejo. ¿El fútbol perdió el potrero o lo vamos a seguir dejando ser eso? El origen de los grandes jugadores es el potrero. Si hay menos tolerancia, también hay más engaño. ¿El jugador saca ventaja para lograr su objetivo? Es difícil. Hay jugadores que entrenaban mirando la posición del árbitro para tirarse en el otro costado. Y lo entrenaban. Eso es profesionalismo. Había técnicos que lo practicaban, porque, claro, desde el ángulo más difícil el árbitro puede tener jugadores delante y confundirse. El fútbol es un juego de engaños. ¿Y cuál es el juego de cartas más preponderante de Argentina?

-El truco.

-Claro. ¿Y el truco qué es? El engaño constante. El jugador trata de engañarme a mí y yo trato de que no me engañe.

-¿Te molestaba el engaño?

-Hay que saber que el jugador te quiere sacar ventaja en todo. ¿Vos viste a algún jugador que diga algo cuando le dan un gol que no es? Es así. El fútbol es así. En Argentina te dicen que hay que ser honesto y festejamos todos el gol con la mano de Diego. Hay un mensaje ambiguo. Entonces, o somos pícaros o somos honestos. ¿La trampa es picardía o es engaño? Es bravo, eh.

-¿Por qué a los árbitros se les cuestiona la honorabilidad?

-El árbitro tiene un problema: cuando se equivoca es un corrupto. En cambio, cuando un jugador se equivoca, no pasa nada. Por ejemplo, cuando un jugador (Palermo) erró tres penales, siguió jugando. ¿Te imaginás un árbitro que cobre mal tres penales en un partido? Lo matan. El problema es la falta de credibilidad.

-¿La falta de credibilidad en los árbitro está bien fundada?

-Es el país. Es Argentina. En nuestro país nadie le cree al presidente, ni al ministro de economía, ni a nadie. ¿Cómo le voy a creer a un árbitro? Mirá la justicia ordinaria. La justicia es cuando te favorecen. Cuando no, decís que te perjudicaron.

-¿Cuánto tiempo fuiste árbitro?

-Muchos años.

-¿Cuántas veces te ofrecieron plata?

-Ninguna. ¿Cómo arreglás a 22 tipos? ¿Cómo le decís a todos que tiren la pelota afuera? Yo tuve una conversación con un jugador de primer nivel en la que me dijo: “Si vos me querés cagar, yo te hago tres goles”. Es imposible. No se puede arreglar de esa manera.

-En la mitología del fútbol se dice que hay árbitros que te van empujando. Dos tiros libres por acá, un par de amarillas por allá y te ponen contra tu arco. ¿Es así?

-Eso es una payasada. Primero, si el árbitro logra hacer eso, pierde plata, porque tiene una inteligencia con la que podría ganar mucho más en otra cosa.

-¿Nunca escuchaste algo raro? ¿De verdad?

-Yo he escuchado que tal partido está arreglado y después termina para el otro lado. Lo que sí puede pasar es que haya tipos que se sienten a tomar un café con un árbitro y le digan al dirigente que arreglaron el partido. Yo te voy a contar cómo es esto, porque es interesante. El tipo va, es amigo o conocido de un árbitro, le dice al dirigente: “Che, tal los dirige el fin de semana y voy a ver si puedo hacer algo”. El tipo viene, se sienta a tomar un café con el árbitro, el dirigente lo ve y después le dice que está todo listo. Si el equipo de ese dirigente gana, pasa por caja a cobrar.

-¿Te pasó?

-Si me pasa, lo mato. Pero sé que pasó. Ahora, ¿cómo es la historia? ¿El corrupto es el árbitro o es el dirigente? A mí no me pasó, pero a otros árbitros sí.

-¿En la Libertadores tampoco escuchaste nada raro?

-Fui a todos lados y no me pasó jamás. Por mis hijos te lo juro. Una sola vez, en Colombia, fuimos a dirigir con el Sargento (Daniel) Jiménez y nos regalaron ropa antes del partido. Jugaba el DIM. Y es normal que te regalen remeras los jugadores o ropa. Fuimos al partido, el DIM perdió y cuando volvimos al hotel, nos habían sacado toda la ropa. Parece que no merecíamos tener la camiseta del DIM porque el equipo no ganó.

-¿Por qué te fuiste del fútbol?

-Por un problema físico. No por otra cosa. Fue eso.

-¿No te cansaste de ser Gabriel Brazenas, el tipo más puteado?

-No me podría cansar de ser yo, porque tendría que terminar con mi vida. Yo conozco el mundo gracias al fútbol. Fui un privilegiado. Por eso, hay que entender a la gente. Las puteadas me las como, porque, primero, no voy a hacer famoso a nadie. Por suerte, el fútbol me dio un nivel de tolerancia tremenda. Si un tipo me insulta, le pego una piña mal dada y pasa algo, después tengo una vida para pagarlo. Y no cambia nada. En vez de diez, elijo contar hasta cincuenta. En el fútbol y en la vida, todo lo que construiste podés perderlo en un segundo. También lo malo vende más que lo bueno. Yo hoy abro los diarios y veo cosas triviales, que no son importantes. Lo bueno nunca vende. Vende el lío.

-Te putearon en el Mundial hace poco. ¿Cómo lo viviste?

-Un hecho menor. Yo prefería dirigir los partidos importantes, no quedarme abajo de un escritorio dirigiendo partidos seis puntos y pasando desapercibido. Si querés estar arriba, tenés que estar preparado para eso y para los precios que hay que pagar.

-¿Volviste a jugar Vélez-Huracán en tu cabeza?

-Jamás. Nunca. Partido jugado, partido terminado. Para mí pasó y si decidí las cosas que decidí fue porque en ese momento tenía los elementos para decidir así.

-¿No cambiarías ninguna decisión en tu carrera?

-Ni una. Las decisiones tomadas en ese momento son así. Es el vivo. Uno no tiene la posibilidad de editar y volver para atrás. Los que trabajan en vivo son los mejores, hablo de locutores, famosos y figuras. El vivo te obliga porque no tenés marcha atrás. Por eso Mirtha Legrand es la uno, Marcelo Tinelli es el uno y Susana Giménez también. Ahí hay adrenalina pura.

-¿Manejaste mal el post Vélez-Huracán?

-En este país, todo lo que diga puede ser usado en mi contra. Las cosas tienen que ver con un contexto. Me fui porque la parte física predominaba sobre lo técnico, porque así lo empezó a dictaminar la FIFA. Yo nunca fui un dotado físicamente. Me han criticado que no corría, pero siempre trataba de estar al lado de la jugada. Después, sobre ese partido, si la gente quiere pensar que atrás de todo eso hubo otra cosa, es un problema de cada uno. Sabés la cantidad de cosas que yo pienso de todos y no las digo. Cada uno hace lo que quiere con sus actos y sus ideas.

-¿Cómo lo tomó tu familia en ese momento?

-Nunca me dijeron nada de ese partido. Mi señora falleció hace dos años. Mi viejo, también. En el mismo mes que mi mujer. Mi hijo tiene el mismo nombre que yo y, cuando le han dicho algo, le respondió que vengan a hablar conmigo. Mi hija, igual. Yo a mis hijos los preparé. Sabíamos que teníamos que cambiar el número a cada rato. Pero todo existió desde siempre, aunque hoy las redes sociales lo agranden. Hoy viene un muchacho, me saca una foto, pone algo y se hace el piola. Me parece bien. Pero internet no se creó para eso. La gente puede creer alguna decisión desacertada y me parece bien. Cada uno es libre.

-¿Te sentarías a tomar un café con Ángel Cappa?

-Yo tomo un café con cualquiera. No tengo nada que decirle, porque él defiende su postura y yo la mía. Es el contexto. Cada uno sabe lo que hizo y lo que pasó. Hace unos meses me llamó la producción de Coco Silly, que es hincha de Huracán, para que hable con él. Y hablé. Yo tomo un café con cualquiera. Son ellos los que tienen problemas conmigo, yo no tengo nada con ellos. Tengo la tranquilidad por cómo obré.

-¿Pensás que te van a preguntar muchos años por esto?

-Seguramente. A Guillermo Nimo le preguntaron por el penal de Gallo hasta que se murió.

-¿Volviste a ver esa jugada, la de la supuesta falta de Larrivey a Monzón?

-Una o dos veces. Pero nada más. La verdad, la decisión que tomé, la tomé tranquilo de lo que hacía. Y lo sigo pensando.

-¿Qué significa la palabra “corrupto” para vos?

-Es alguien que no aplica la ley. Y no es sólo conseguir dinero. Puede ser tener favores, o algún puesto mejor, o alguna ventaja, o un beneficio...

-Para cerrar, ¿fue falta de Larrivey?

-Para mí no. Sigo insistiendo en lo mismo. Para mí no y por eso no lo cobré.

-¿Hasta el último día vas a pensar igual?

-Sí, hasta el último día de mi vida voy a decir que no fue foul. A veces las cosas son así.






lunes, 25 de junio de 2018

Sh... Cuento de Alberto Szpunberg... @dealgunamanera...

Sh... Por Alberto Szpunberg...


Lo conocí una tarde que entré al Bar León a repartir volantes. Yo habré tenido entonces quince años y una fe inquebrantable. Hoy el Bar León no existe, y muchas cosas más tampoco.

Me llamó con un vení, pibe, y un gesto de la mano, como si me agarrase desde el aire y me acercase, aunque su mirada seguía clavada en el tablero. Yo apuré el paso, imbatible.

No ocurría todos los días que alguien me pidiese un volante sin que yo se lo tuviese que ofrecer.

–Dame unos cuantos –me pidió sin mirarme y, sin decir gracias ni nada, levantó con dificultad sus más de 100 kilos y los paseó por entre las mesas hasta alcanzar el baño.

Para mí fue toda una decepción política, acaso la primera, pero, sin duda, como un tatuaje, me marcó para siempre. Tal es así que, en momentos de desaliento, siempre que pienso que todo se vino abajo, y cuando digo todo el Muro es lo de menos, me acuerdo de esa tarde. Días después me enteré de que su nombre era Shloime Shapiro. Me lo dijo él mismo, otra tarde que volví a entrar al Bar León y dejé volantes en todas las mesas menos, por supuesto, en la suya. Fue entonces que me llamó, con el mismo gesto:

–¿Vos no jugás, pibe? –y me señaló la silla. Me senté y, mientras ponía sus manos atrás, se presentó:

–Soy Shloime Shapiro. Como verás soy silencioso por naturaleza... Mi nombre y apellido empiezan con sh...

Luego puso sus dos puños delante de mi nariz.

–La izquierda –elegí.

–Lo sabía, pibe... –se sonrió–, a mí me da lo mismo, yo ya no creo en esas cábalas... El tablero estaba descolorido, las piezas gastadas, todo el Bar León olía a rancio, pero me lancé al ataque.

El me comió un peón y yo le comí un caballo. Así empezó mi venganza. No me imaginaba que Shloime Shapiro fuera tan fácil. A un costado del tablero se empezaron a amontonar su alfil, su otro caballo, una torre y tres peones.

–Tampoco creo en las damas... –afirmó.

Su reina pasó a engrosar mis trofeos y no sé por qué me conmoví:

–¿Tablas?

–¿Tablas? –se rió–, Moisés las escribió y él mismo, bajoneado por la poca fe, fue el primero en destrozarlas...

Y su alfil, el único que le quedaba, me desconcertó:

–¡Jaque! Moví el rey, porque no tenía otra y, cuando me di cuenta, ya era tarde.

–¡Mate! –exclamó Shloime Shapiro, y me tendió la mano. Yo iba a estrechársela, como hacen los caballeros, pero ni llegué a rozar sus uñas sucias de mugre y tabaco.

–No, pibe, unos volantes... No tuve agallas ni tiempo para ofenderme. 

Agarró unos cuantos volantes y, con dificultad, jadeante –era su manera de respirar– sacó de la silla sus más de 100 kilos y volvió pasearlos entre las mesas hasta alcanzar el baño. Se tomó su tiempo, como es lógico.

Cuando volvió, encajó como pudo sus más de 100 kilos en la silla y me miró con sus ojos claros y eternamente húmedos.

–Ahora sí –me tendió la mano–, con el estómago en paz la gente ya puede saludarse...

Se la estreché. Era una mano sudorosa, de esas que dejan su huella donde tocan.

–No es cuestión de atacar, pibe –me guiñó–; para ganar, lo importante es no aflojar...

Cuando desprendí mi mano de la suya vi que por debajo del puño sucio de su camisa asomaba un número tatuado.

–¿Y eso? –le pregunté.

Shloime Shapiro se cruzó un dedo sobre los labios y sólo me contestó:
–Sh...

Que este silencio sea mi homenaje a aquel maestro.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/1998/98-12/98-12-/contrata.htm

Alberto Szpunberg

Buenos Aires, 1940. Licenciado en Letras. En 1973 se desempeñó en la Universidad de Buenos Aires como director de la carrera de Lenguas y Literaturas Clásicas y como profesor de las materias Literatura Argentina, y Medios de Comunicación y Literatura. Como periodista fue redactor del diario La Opinión de Buenos Aires, donde dirigió el suplemento cultural de 1975 a 1976, año del golpe de estado. En 1977 se exilió a Barcelona.

Desde 2001 es profesor de Literatura y Política en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo.

Participó en varias antologías, como Los Nuevos (1968) y Poesía social del siglo XX (Centro Editor de América Latina, 1971).

Obra

—Poemas de la mano mayor.
—Juego limpio.
—El che amor.
—El paso atrás.
—Su fuego en la tibieza.
—Apuntes.
—Luces que a lo lejos.
—La encendida calma.
—Notas al pie de nada ni de nadie.

Premios

—Mención en Premio Casa de las Américas, por El che amor.
—Alcalá de Henares de Poesía, 1983, por Su fuego en la tibieza.

—Internacional de Poesía Antonio Machado 1993/94, por Luces a lo lejos.






Gol vs. Polo vs. Golf... @dealgunamanera...

Gol vs. Polo vs. Golf: dimensiones y diseño exterior e interior… 


En este informe compararemos a los tres hatchs de Volkswagen. El Gol, el nuevo Polo -que llegará a la Argentina en 2018-, y el Golf 7, que recientemente acaba de renovarse en nuestro país.

© Publicado el jueves 19/10/2017 por Info Auto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Volkswagen  completará a principios de 2018 su gama de autos compactos en el mercado argentino con el nuevo Polo.. Un modelo que se ubicará por encima del Gol y, por debajo del renovado Golf 7 -hatch mediano-, que ya está a la venta en nuestro país. 



A continuación compararemos mediante imágenes los tres modelos alemanes.


-DIMENSIONES:  

Los tres modelos tienen medidas diferentes. El Golf es el más grande, ya que pertenece a un segmento superior.


Los tres modelos tienen medidas diferentes. El Golf es el más grande, ya que pertenece a un segmento superior.

-LAS ÓPTICAS DELANTERAS: 


Las tres luces delanteras tienen un estilo muy similar, debido al lenguaje de diseño global de la marca.  

-EL FRENTE:


Por delante los tres modelos mantienen una misma línea, aunque con diferencias puntuales en cada uno. El renovado Gol y el nuevo Polo, fueron diseñados tomando la estética del nuevo Golf.  

-EL LATERAL:


En esta vista podemos apreciar un cierto parecido entre el Gol y el Polo. En cuanto al Golf, su diseño se diferencia mucho más. 

-LA PARTE TRASERA:  


Por detrás vemos un diseño muy similar entre el Gol y el Polo. El Golf se diferencia notablemente porque sus luces son rectangulares. 

-LAS ÓPTICAS TRASERAS: 


Las luces traseras se diferencian mucho entre sí, siendo las del Golf las más grandes. La del Gol y la del Polo tienen cierta similitud, aunque con un estilo distinto.  

-EL INTERIOR:  


Por dentro los tres modelos son muy diferentes. El Polo incorpora un interior completamente nuevo con un tablero totalmente digital y un gran centro multimedia. El Gol obtuvo una importante evolución, tomando varias características del Golf. Y el Golf quedo un poco relegado, debido a que es un diseño del año 2013 -con pequeñas novedades incorporadas en 2017-.



domingo, 24 de junio de 2018

Macri, Cristina y el juego de la cárcel… @dealgunamanera...

Macri, Cristina y el juego de la cárcel…

Candidatos. Un duelo con diálogo entre peronistas no K y Macri indicaría adultez. El Gobierno prefiere competir con Ella. Fotocomposición: Pablo Temes.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos.

© Escrito por Gustavo González el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hasta el jueves pasado a las 15 las cosas parecían ir mejor: país emergente, ingreso del dinero del FMI, un dólar más tranquilo, boom en la Bolsa. Solo faltaba que la Selección le ganara a Croacia y garantizara su pase a la próxima ronda del Mundial. Pero no pudo ser.

No va a quedar otra que esperar que el clima económico cambie por vía de la razón y no por apostar a influjos mágicos o deportivos. En distintos sentidos, no sería la primera vez que las soluciones lleguen tras aprender de dolorosas derrotas.  

¿A quién le serviría el caos? En lo político y económico, el 2001 es el extremo indeseado de lo que significó tocar fondo para volver a recuperarse y coincidir luego en que ése es un lugar al que nadie quiere volver. O casi nadie.

No le conviene al Gobierno, claro, pero tampoco al peronismo no kirchnerista que por primera vez en mucho tiempo siente que puede triunfar en las próximas presidenciales. Tampoco al sindicalismo, que sabe que un descalabro social puede llevar puesto a sus viejos líderes. Incluso el paro de mañana guarda esa lógica. Puede ser discutible si es justo o injusto con el Gobierno o si logrará alguna mejora concreta para los trabajadores, pero no deja de ser una vía de expresión de un malestar social que es preferible encausado que anárquico.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos. Por ejemplo, para aquellos dirigentes que se imaginan presos, una crisis generalizada hasta podría representar un salvoconducto. Hay muchos kirchneristas entre éstos.

También algunos empresarios con poder de fuego financiero. Son los que están hablando de un fin de año endemoniado.

Es que cuando la cárcel puede ser un destino para una parte de la dirigencia, cualquier escenario es posible. Brasil está cerca para recordarlo.

Pero más allá de la potencial colonia carcelaria y de otros grupos políticos menos significativos, queda cerca de un 70% de la población representada en dirigentes que son la expresión del post 2001, el año que simbolizó el crack de los partidos tradicionales. Rondan los 50 años. Tenían 30 cuando estalló la Convertibilidad y cayó De la Rúa, y expresan a aquellos jóvenes que vivieron de cerca el abismo. Están inoculados con el escepticismo de su época, pero también con el miedo de que la historia se repita.

Unos son CEOs, radicales y peronistas que encontraron en Macri a un ingeniero heterodoxo que espeja a una nueva alianza policlasista.

Otros son neoperonistas, que de más jóvenes fueron menemistas o kirchneristas, pero a los que nunca se les ocurrió dar la vida por Menem ni por los Kirchner.

Los macristas buscan ser reelectos. Los peronistas no K, un candidato ganador.

El problema es que los socios fundadores del PRO (los del ala no política) creen que para triunfar deben mantener vivo el fantasma del kirchnerismo. Hasta ahora les fue bien cavando esa grieta. Su lógica es que si Cristina es candidata obtendría entre un 25 y un 35 % de votos, suficientes para perder en primera vuelta o para ir a un ballottage en el que su imagen negativa le impediría triunfar.

El riesgo es grande y es doble. Apuestan a posicionar a una competidora para la que el caos no es el peor de los escenarios y que, además, puede terminar triunfando si la economía convence a una mayoría de que con ella estábamos mejor.

Jugar a Cristina candidata demuestra el temor a que si quien sale segundo en las próximas elecciones es un Massa o un Urtubey, este peronismo se imponga en una segunda vuelta al sumar los votos del kirchnerismo, de la llamada izquierda y de algún conservadurismo desilusionado.

Para el oficialismo perder no es la peor hipótesis. La peor es perder con Cristina. Con el kirchnerismo en el poder, las chances de que quienes vayan a prisión sean los actuales funcionarios no son bajas. Salvo que estén seguros de que no tienen nada que ocultar de antes o después de asumir sus cargos y que los jueces argentinos son lo suficientemente independientes como para juzgar sus inocencias.

Cristina candidata es un riesgo también para el autodenominado “peronismo sin prontuario”. Encuestas de esta semana muestran que sigue siendo la opositora que conseguiría más votos y la que más creció con esta crisis (los sondeos también ratifican que perdería en un ballottage contra Macri).

Pero sin ella compitiendo, todo sería distinto. La pregunta es: ¿qué podría convencerla para no presentarse? Una primera respuesta es el riesgo a perder y quedarse sin tiempo y sin la última herramienta para eludir la eventual prisión.

El peligroso juego de la cárcel es el que quizás la acerque al peronismo no K. Interlocutores de ambos sectores opinan que ella podría postular a otro candidato en su lugar. Alguien como Agustín Rossi que saldría tercero, pero cuyos votos en un ballottage irían a un candidato peronista.

¿Por qué lo haría CFK? Porque tal vez piense que nada sería peor para ella y sus hijos que el triunfo de Macri, o porque suponga que los peronistas no envían a prisión a otros peronistas.

Complementarios, no enemigos. Un 2019 con dos opciones electorales con posibilidades de ganar y que reflejen cierto consenso en no regresar al pasado, significaría para una mayoría el aprendizaje de que los dolores sirven para fijar conceptos. Y transmitiría hacia dentro y fuera del país el mensaje de continuidad institucional entre alternativas razonables.

Se vienen tiempos en los que el macrismo podría requerir del peronismo no K más de lo que piensa.

En el Gobierno los recelan por ventajeros, egoístas o traidores. Pero solo tratan de ocupar el lugar de Macri.

Entender el interés del otro, le permitiría al oficialismo aprovechar sus debilidades y necesidades.

Esos peronistas son gobernadores y legisladores que ansían ayuda nacional para sus provincias, o dirigentes que están ávidos de ser tenidos en cuenta como contrafiguras del oficialismo.

Son sus complementariedades las que los deberían unir. Porque la economía definitivamente los separa.

Cambiemos apostó desde un principio a que el crecimiento vendría por la reducción del déficit fiscal, la baja de la inflación, la llegada de inversiones y un mayor endeudamiento externo. El déficit se redujo y la deuda se multiplicó, pero ni la inflación ni las inversiones reaccionaron como se preveía. Con todo, hasta abril pasado la serie de trimestres seguidos de crecimiento parecían indicar que el camino podía ser el correcto.

El peronismo cree que en un país en el que el consumo total representa casi el 80% del PBI, cualquier política que no lo aliente generará recesión. Apuntalar el consumo y mantener un dólar competitivo son –según sus economistas más reconocidos– las premisas para tentar inversores.

Estiman que recién ahí la inflación bajaría y dicen que el mismo Gobierno hizo eso en el segundo semestre del año pasado, motivado por las elecciones. Pero que luego volvió a primar la política monetarista.

La otra prisión. Hoy, los canales de comunicación entre estos representantes del 70% de la Argentina, parecen entrecerrados.

Y hasta la utopía futbolística en común está en veremos.

La cárcel no es solo ese lugar oscuro al que tantos políticos temen ir.

Cuando las inseguridades generan obstinaciones, las ideas del otro son tratadas como virus y el diálogo es de sordos, también las certezas infranqueables pueden ser una cárcel.



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