martes, 29 de octubre de 2013

Sexo y evolución... De Alguna Manera...


Exposición "Sex and Evolution"...


Sexo y evolución, en el Museo de Historia Natural de la ciudad de Münster, Alemania.

Museo en Alemania exhibe animales disecados "apareándose"

"El sexo y la Evolución", una muestra que se exhibe en el Museo de Historia Natural de Alemania, con diversos animales en posición de cópula.

El Museo de Historia Natural de la ciudad de Münster, Alemania, en la exposición “Sex and Evolution”, exhibe animales disecados “apareándose”, con el objetivo de entender cómo el sexo, juega un papel importante en la evolución de los reinos animal y vegetal.

En la exhibición “Sexo y Evolución” se observa una gran diversidad de animales disecados, incluyendo aves, ciervos, erizos, conejos y zorros entre otros, que fueron colocados en posición de cópula. La exposición, cuenta con animales apareándose y examina cómo el sexo en los reinos vegetal y animal juega un papel principal en la evolución.
 
La curiosa muestra se montó en el Museo para exhibirse casi un año, desde el pasado 11 de octubre, hasta el 19 de octubre de 2014.












© Publicado por Reuters en español en viernes 11 de  Octubre 2013. Fotos: Ina Fassbender


domingo, 27 de octubre de 2013

Hoy... De Alguna Manera...

Hoy...


Hoy será una batalla más. La guerra ya había dado inicio hace más de un año, cuando las encuestas comenzaron a mostrar que Massa era el político con mejor imagen, lugar que desde hacía bastante tiempo venía ocupando en soledad Scioli. La de hoy va a ser una batalla rara donde, según cómo evolucionen la economía y la salud de Cristina Kirchner, hasta quizá pueda ser que ganen los dos: Massa la elección y Scioli la candidatura presidencial oficialista.

La letra de la canción de campaña interna del massismo no deja dudas sobre entre quiénes es la guerra:

“A vos que te pintás de naranja, que siempre fuiste cagón. A vos que te hacés el boludo con la cana y la corrupción. A vos que arrancaste con Menem y ahora sos un negador. (...) Nosotros tuvimos coraje, nosotros fuimos a la elección. Nosotros tenemos los huevos que no tenés vos”.

La imagen que ilustra esta columna, de la clásica fábula de Esopo entre la lenta tortuga y la rápida liebre, personificadas aquí por Scioli y Massa, puede tener tantas lecturas como qué significa “tener huevos”, lo que seguramente es distinto para massistas (asumir riesgos) y sciolistas (aguantar presiones).

La discusión de fondo, la estratégica, depende, como siempre, de la correcta lectura sobre qué es exactamente lo que está pasando: ¿estamos frente a una carrera de cien metros o ante una maratón? Las fuerzas que determinarán eso –nuevamente, la evolución de la economía y la salud física y emocional de Cristina Kirchner– se combinan en suficientes alternativas como para hacer insegura cualquier predicción. Por eso, en estos casos, la voluntad será siempre más determinante que la inteligencia porque sólo con razón nadie podría tomar nunca una decisión.

A Massa y a Scioli no sólo los une la misma voluntad sino, también, la misma ideología. Entendiendo por ideología algo muy superior a la ideología partidaria o a la combinación de cuánto mercado y cuánto Estado proponen sus soluciones. Entendiendo la ideología como cultura o política con mayúsculas, es decir, como una gramática de producción de sentido que puede investir cualquier materia significante.

Al ser una gramática, esa ideología no se haría evidente en el contenido –donde esencialmente no habría muchas diferencias–, sino en las formas. Por ejemplo, en el caso de Scioli y Massa, a pesar de que uno apoya a la Presidenta y el otro se le opone, ambos comparten el ser bien diferentes en los modos a Cristina Kirchner y el ser parecidos entre sí. 

Otro ejemplo son las muchas leyes que UNEN votó como el kirchnerismo, cuando son innegables las diferencias entre el Gobierno y el panradicalismo; nuevamente allí las diferencias de las formas son más determinantes que las de los fondos.

El profesor del MIT de Boston Peter Senge explicó en su libro La quinta disciplina, el que se transformó en una Biblia de los sistemas organizacionales, que el método puede ser más determinante que las ideas, las cuales no pocas veces son compartidas por diferentes actores pero sólo algunos tienen la capacidad de hacerlas funcionar.

El kirchnerismo tiene una manera de hacer que las cosas funcionen: con violencia, dureza, agresividad, prefiriendo que los otros agentes políticos le teman a que lo aprecien. Mientras que Scioli y Massa hacen un culto del consenso y la integración de diferencias. El kirchnerismo es dogmático, el sciolismo y el massismo son pragmáticos.

En un reportaje reciente, al preguntarle en qué se parecía a Scioli, Massa dijo: “En los modales”. Quizá no fuera consciente sobre que esos modales tienen una dimensión ideológica muy fuerte, y mucho más después de una década kirchnerista, en que hubo una marcada preferencia por los malos modales.

Si el sistema es lo verdaderamente transformador y las ideas son secundarias, porque aun siendo buenas son sólo partes del sistema, la carrera entre Massa y Scioli por alcanzar el poder no pondrá a prueba las propuestas mejores o peores de cada uno de los candidatos, sino las estrategias globales y las formas con que cada uno tratará de resolver los problemas que se le vayan presentado, que serán siempre cambiantes y no pocas veces impredecibles.

Así como a nivel personal el estilo es el ser, a nivel político el estilo es la ideología, como lo han venido demostrando los peronistas, para quienes el hecho de que haya más Estado o más mercado nunca fue un impedimento para mantenerse aglutinados, y sí lo fue la disyuntiva entre más decisionismo o más institucionalismo.

Asumiendo que Scioli y Massa tienen esta misma ideología, ¿en qué se diferencian? En la velocidad, lo que no es algo menor porque el tiempo es un componente esencial de todo lo que existe. Por eso la tortuga en Scioli (paradójica en quien corría carreras) y la liebre en Massa es una metáfora posible.

Otra diferencia, también relacionada con el reloj, es la edad: Scioli tiene 56 años y Massa 41, son justo dos generaciones distintas. Nunca antes se cortó camino desde una intendencia a la presidencia, esa rapidez también genera aprensión en muchos gobernadores peronistas porque, si Massa llegara al poder, correrían el peligro de pasar a retiro aun siendo relativamente jóvenes. Hay una solidaridad etaria de los gobernadores con Scioli y de los intendentes con Massa.

Un desafío para Massa será poder mantener su visibilidad como diputado mientras que Scioli tiene garantizado su protagonismo como gobernador de la principal provincia y presidente del Partido Justicialista. Allí reside otra diferencia relevante: ¿seguirá Massa construyendo por fuera del PJ o estará dispuesto a volver a él y participar de una interna dentro del partido?

Mañana Massa tratará de adelantar los tiempos y dar por comenzado 2015 mientras que Scioli tratará de alargar los plazos sosteniendo que dos años es mucho tiempo.

Serán coherentes.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 27/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 26 de octubre de 2013

Palabras de libertad... De Alguna Manera...


Palabras de libertad...


Las denuncias por casos contra la expresión libre en el país llegan a la CIDH. Periodistas van a la OEA.

El viernes próximo a las 15.15, en la sede de la Organización de Estados Americanos, 1989 F Street NW, Washington DC, ocurrirá un hecho inédito en los treinta años de la democracia argentina. Siete periodistas expondrán ante la audiencia otorgada a tal efecto por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre “las distintas acciones adoptadas por el Estado argentino que, a nuestro juicio, implican serios retrocesos en la vigencia del derecho de libertad de expresión en la Argentina. Estimamos que sólo el diligente actuar de ese organismo podrá poner límite a las condiciones de creciente hostilidad impulsadas por las autoridades gubernamentales nacionales, que afectan seriamente el ejercicio del periodismo independiente”, según expresa textualmente el documento.

Me gusta decir que el principal insumo del periodismo no es la noticia. Es la libertad. Con libertad se puede hacer un periodismo bueno, malo o regular. Pero sin libertad sólo es posible hacer propaganda. Y eso es lo que buscan los gobiernos autoritarios: controlar todo y que nadie los controle a ellos. Domesticar a los periodistas para convertirlos en propagandistas. Eso es intolerable para una democracia plena y republicana. La libertad debe ser defendida con uñas y dientes frente a cualquier gobierno o cualquier poder. Hay que levantar la bandera de la libertad, y no importa si el gobierno que la quiera pisotear es de derecha o de izquierda, o si los censuradores son los dueños de los medios o los grandes empresarios. No hay periodismo sin libertad.

La década ganada por los Kirchner fue el momento de menor libertad de prensa en la Argentina desde 1983. Néstor y Cristina pusieron en marcha un plan sistemático para eliminar las críticas y utilizaron el aparato estatal para atacar a periodistas independientes. Y apelaron a todos los mecanismos posibles.

Una lista incompleta debe incluir la acción directa con agresiones físicas e insultos, la difamación y la estigmatización constante desde los medios estatales y paraestatales, las acusaciones falsas de los peores delitos, como “golpistas”, “sicarios” y “criminales”, la privación arbitraria de la pauta oficial, el cepo publicitario y las presiones hacia los anunciantes privados, el apriete a los dueños de los medios para que despidan o no renueven contratos, la mussoliniana pegatina de afiches con el rostro de periodistas que luego fueron sometidos a una parodia de juicio popular en la plaza pública, la incitación a niños y militantes a que escupieran esas fotos, la saturación de comentarios insultantes mediante una brigada de mercenarios por internet, la utilización de la ex SIDE y la AFIP, con escuchas ilegales y carpetazos como instrumentos para intimidar y castigar, la prohibición de publicar las cifras del verdadero costo de vida y la querella a las consultoras que se atrevieron a hacerlo, y la conformación de un oligopolio amigo del gobierno con subsidios millonarios que pagamos todos; éstos son sólo algunos de esos atropellos autoritarios.

Son acciones que podríamos agrupar bajo el rótulo de “patoterismo de Estado”.

Los siete periodistas de los más diversos medios, hartos de tanta persecución, que hicimos este reclamo en defensa propia, de muchos otros colegas y del derecho de los ciudadanos a ser informados con transparencia somos Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro, Joaquín Morales Solá, Pepe Eliaschev, Luis Majul, Mariano Obarrio y quien esto escribe.

El próximo 1º de noviembre, en el Salón Rubén Darío, ubicado en el octavo piso de la sede de la OEA, durante veinte minutos se argumentará sobre todo lo denunciado. Habrá otros veinte minutos dedicados al descargo de un funcionario nacional designado por el gobierno de Cristina.

Hasta ahora no se sabe quién será ese representante. El único país que se negó a responder a una audiencia de estas características fue Cuba.

También participará Catalina Botero, la destacada relatora de libertad de expresión.

La CIDH tiene mucho prestigio y fue varias veces citada elogiosamente por la propia Cristina. En este 149º período de sesiones se tratarán denuncias sobre gobiernos de matriz ideológica antagónica, como las violaciones a los derechos humanos con los presos y las Damas de Blanco en Cuba, o la utilización de los drones, los aviones no tripulados, como armas de guerra por parte de Estados Unidos, o la situación de los detenidos en la base naval de Guantánamo. Esto demuestra que el trabajo de los comisionados no tiene un sesgo político particular y que su interés principal es preservar las libertades públicas.

Quienes padecimos la dictadura celebramos el histórico informe de la CIDH que vino a nuestro país entre el 6 y el 20 de septiembre de 1979. Para confeccionarlo entrevistaron a Jorge Rafael Videla, quien era el jefe del terrorismo de Estado, y a decenas de autoridades nacionales y provinciales, pero también a los organismos que con tanto coraje defendían los derechos humanos en las peores circunstancias y asimismo a políticos radicales como Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín, peronistas como Deolindo Bittel y el comunista Fernando Nadra, entre otros.

Las conclusiones de la Comisión hicieron eje en el problema “de los desaparecidos”, por considerarlo entre los más graves, y exigieron que se informara el paradero de éstos, que cesara la acción represiva del Estado y que se restituyeran los niños apropiados de los detenidos políticos o los nacidos en cautiverio, entre otras denuncias que muchos argentinos no podían o no se atrevían a hacer.

Por supuesto que hay que salvar las distancias. Ni siquiera hay punto de comparación entre aquel 1979 horroroso en sus crímenes de lesa humanidad y este 2013 lamentable en su intento de instalar un discurso único y chupamedias.

Pero el valor de la libertad es indiscutible en todos los tiempos y bajo cualquier régimen.

Serrat nunca dudó al decir que “para la libertad, sangro, lucho y pervivo”, en la convicción de que si el autoritarismo resiste, hay que resistir, porque “retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida”.

Todo sea para la libertad

© Escrito por Alfredo Leuco el viernes 25/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Central-Newell’s y una fiesta que no puede ser compartida... De Alguna Manera...


Un pueblo con derecho de admisión…


Central-Newell’s y una fiesta que no puede ser compartida. De las innumerables deformaciones que han ido soportando los medios de comunicación en las últimas décadas –disculpen el viejazo de colocar a las redes sociales como recurso periodístico al tope de ellas–, la autorreferencialidad es una de las que me considero incapaz de evitar.

A veces se me escapa y la reprimo a tiempo. En ciertas ocasiones me engaño creyendo que es interesante para el prójimo que quien le habla o escribe pueda dar fe de haber estado aquí o allá. Como si la condición de testigo, por sí sola, fuese a convertirte en alguien idóneo en el tema que se esté tratando.

En la mayoría de las circunstancias, cuando de fútbol trata el asunto, disfrazo esa autorreferencialidad para defenderme de ciertos desprecios. Periodistas, protagonistas y, especialmente, hinchas del fútbol suelen apelar a la descalificación cuando ciertas opiniones les molestan. Entonces empiezan a acusarte de “generalista” –entiéndase como tal a la persona capaz de hablar de algo más que del menú del almuerzo de los jueves de un equipo del Argentino B– y terminan mandándote lejos: “¿Ahora también sabés de fútbol? Andá, seguí hablando de lanzamiento de la garrocha, vos”, me han dicho alguna vez. Y ni siquiera me dejaron explicar que con la garrocha se salta y que lanzarla sería un auténtico fracaso.

Deformes ellos, que creen que minimizan tu opinión alegando que, como te interesan el básquet y el curling, no podés hablar de fútbol; en realidad, sólo están asumiendo su ignorancia, claro. Y deforme yo, que me la paso hablando en primera persona y contando haber estado aquí o allá con la sola intención de gritar al mundo que, al fin y al cabo, soy futbolero como el que más. Y que, además, ejerzo esa condición mejor que muchos, que son incapaces de disfrutar de un segundo del juego más amado si no es su equipo favorito el que está jugando. Por cierto, con 31 años de profesión y otros 15 como acompañante activo de padre periodista, lo menos que podría haberme pasado es haber estado en algún que otro lugar interesante.

Sirva esta perorata para justificar este nuevo ataque al buen gusto periodístico que es contarles que yo estuve en la cancha de River el 19 de diciembre de 1971. También estuve en el Monumental la noche del 18, cuando San Lorenzo le ganó a Independiente 9 a 8 por penales una semifinal de Torneo Nacional que terminó 2 a 2 en los noventa minutos gracias a un gol de cabeza del Lobo Fischer sobre la hora. Pero el mediodía siguiente fue otra historia. Fue, muy a mi pesar, el único clásico rosarino que vi en la tribuna. En realidad, lo vi sentadito en una butaca de cemento justito delante de la vieja cabina del antiguo Canal 7, desde donde Gañete Blasco relataba y Macaya comentaba el partido de cuya transmisión mi viejo participaba desde el campo de juego junto con César Abraham. Tenía apenas 8 años y recuerdo mucho más del partido del sábado por la noche que del domingo, registro yo, poco después del mediodía o muy temprano por la tarde. Es que la semifinal que ganó el Ciclón dejó la huella de un partido mucho más entretenido que el de Central y Newell’s. Pero puedo asegurar, y tengo testigos, que estuve en uno de los dos clásicos más trascendentes de la rivalidad que, para mi gusto, mejor representa la pasión argentina por este juego (¿cómo ignorar, en nombre de los de Newell’s, el 2 a 2 del Metro ‘74 que les dio el primer título?).

Creo que una gran asignatura pendiente en mi vida de periodista y de hincha de fútbol es no haber visto uno de estos clásicos o en Arroyito o en el Parque Independencia. Me la debo. Y sospecho que me la seguiré debiendo hasta tanto no podamos torcer el rumbo de la impudicia y la imbecilidad.

Esta tarde nos maravillaremos seguramente con el colorido de un estadio repleto de hinchas, de camisetas y de banderas… de un solo equipo. Tan deforme como el resto del fútbol argentino, Rosario recupera su clásico –insisto, para mí, el clásico más clásico del país– pero decidimos que la fiesta no puede ser compartida. Como cada partido de estos tiempos, la circunstancial condición de hincha visitante convierte a su pueblo en una gigantesca lista con derecho de admisión, sólo porque nadie se anima a armar esa lista que excluya de verdad a los que nos roban la fiesta.

Me cuesta salirme de esa indignación cotidiana que me acelera el pulso cuando amanezco con la certeza de que ya asumimos como normal que se pueda ir a la cancha a matar un tipo pero te multen con todo el peso de la ley si te disfrazás de fantasma o de Oso Arturo. Entonces caigo en la ingratitud futbolera: no puedo pensar en Russo o en Berti, en Bernardi o en el Chino Luna cuando esa misma provincia donde balean impunemente la casa del gobernador destina 1.200 policías a cuidar un estadio al que sólo accederá público local y otros 800 efectivos a controlar lugares estratégicos de Rosario, como si se tratara de evitar una guerra civil entre partidarios de Juan Carlos Baglietto y Eduardo van der Kooy.

Intento explicar que Central y Newell’s no atraviesan momentos similares. Más allá de que uno ganó el torneo de ascenso al mismo tiempo que el otro se consagraba como el, por lejos, mejor equipo de nuestro fútbol, la institucionalidad tampoco los encuentra de la mano. Mientras por Arroyito hay quienes ya empiezan a discutir si los que están son sustancialmente mejores que los que se fueron, en el Parque nadie en su sano juicio podría discutir a Lorente respecto de Eduardo López. Sin embargo, ambas instituciones van de la mano en su gesta de sostén irrestricto de los barrabravas. Como todos los demás clubes de nuestro fútbol, dirá usted con mucha razón. Pero con una influencia de los violentos tan grande que coloca a los rosarinos entre los equipos líderes en una imaginaria lista negra del robo, la agresión, la extorsión y la muerte, diré yo también con mucha razón.

Habrá noventa minutos que tendrán su verdad rabiosa. Y los de Russo intentarán trascender neutralizando al que, aun sin Martino –y sin Scocco ni Vangioni–, sigue siendo el mejor conjunto argentino. Los de Berti llegarán al Gigante con la entrañable ilusión de sublimar la armonía de señores que se pasan la pelota entre sí justamente en la casa de ese enemigo enorme.

Un enemigo enorme al cual ojalá algún día le adjudiquemos el lugar que le corresponde: el del adversario que mejor nos califica. Newell’s no sería Newell’s sin un Central en el camino (y viceversa, claro). Y aunque nos desesperemos por ganarle y verlo rendirse ante nuestra superioridad, nada sería mejor que asumir que un adversario en un clásico es un adversario imprescindible para certificar nuestra grandeza.

Pero, qué va. En un fútbol que ni siquiera es capaz de defender a sus hinchas nobles, hablar del juego puede ser un ejercicio vacío, torpe, ajeno a una realidad que nos aleja cada vez más de los estadios.

© Escrito por Diego Bonadeo el domingo 20/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.