lunes, 4 de febrero de 2013

Cultura Dólar… O "Sorete Verde"... De Alguna Manera....


Cultura Dólar…


Hace dos semanas, los pronósticos de dólar blue futuro se dividían entre los kirchneristas que apostaban a que después de las vacaciones bajaría a 6 pesos y quienes vaticinaban que hasta podía llegar a los 10 pesos. Sólo quince días después, y cuando recién pasó la mitad del verano, quienes previeron un dólar sin techo parecen estar más acertados: ya alcanzó los 8 pesos y en determinadas operaciones se lo termina pagando hasta 8,25 pesos. Y no resulta fruto de un deseo destituyente pronosticar que el dólar termine el año a 10 pesos porque con sólo agregar el 25% de inflación anual, los 8 pesos de enero se transforman en 10.

Desde el Gobierno hay perplejidad y cada vez son menos quienes defienden la idea de que la cantidad de operaciones en dólar blue hace a ese mercado marginal y no afecta la economía real, que sigue su curso por el dólar oficial de 5 pesos. El propio columnista de Página/12 Mario Wainfeld, que ha venido defendiendo las políticas kirchneristas desde su inicio, salió a criticar el método de autorización de compra de moneda extranjera para viajes que implementa la AFIP. Es que, desde que se instrumentó el cepo cambiario, el dólar blue aumentó más de 70%, haciendo la brecha cambiaria cada vez más amplia, aunque se haya aumentado el ritmo de devaluación del peso frente al dólar oficial. Y todo parece indicar que ya no resulta inimaginable una brecha cambiaria del ciento por ciento donde el dólar blue cueste el doble que el dólar oficial, como sucede en Venezuela.

Quizás el problema sea intrínseco al modelo populista; el sábado pasado se dedicó esta contratapa al efecto que la confianza producía en la economía, y precisamente el que ejerce sobre el precio del dólar (ver: http://e.perfil.com/dolark).

El Gobierno, en este caso siguiendo la tradición clásica del peronismo, tiene una dificultad para entender que la clase media piensa en dólares y la relación que esto tiene con el ahorro. El mejor ejemplo es que el kirchnerismo quiere cambiar la cultura inmobiliaria dolarizada, pesificándola, y logra solamente parar la construcción y el mercado inmobiliario. Es que los argentinos piensan en propiedades como una forma de mantener sus ahorros. Comprar propiedades es como comprar dólares, una forma de asegurar que sus ahorros no serán comidos por la inflación.

Enrique Pinti, al decir que “el dólar es el sorete verde que todos tenemos en el cerebro porque hace treinta años nos enseñaron que el dólar es lo único seguro, y ahora esta loca quiere que pesifique”, desnuda con la frontalidad inimputable que permite el humor la cuestión de fondo. Los ahorros son un seguro y, desde antes de existir los billetes, todas las culturas buscaron atesorar sus excedentes de la forma más segura posible.

Es cierto que en Brasil, a pesar de haber tenido también alta inflación como la Argentina durante los treinta años de economía convulsionada a los que se refería Pinti, la sociedad no piensa en dólares como sí se hace en nuestro país, y se maneja en la moneda local, el real, como le gustaría al kirchnerismo que hicieran los argentinos. Es que en la comparación con Brasil se devela el secreto de por qué al peronismo clásico y ahora al kirchnerismo les cuesta seducir a la clase media y sólo lo logran en momentos de mucha bonanza económica o excepcionalmente. 

La clase media es media porque tiene capacidad de ahorro, sus ingresos le permiten un excedente del que la clase baja no dispone porque gasta todo lo que recibe en su vida cotidiana. Ser clase media se podría sintetizar en poder ahorrar. En Brasil no hubo clase media hasta recién avanzada la era Lula, los pobres no podían ahorrar ni en reales, en esa época cruceiros, ni mucho menos pensar en dólares. Aquella pregunta de Perón en la Plaza de Mayo en los años 50 ironizando sobre “¿quién del pueblo ha visto un dólar en su vida?” en Brasil siguió valiendo hasta la actualidad. Y los ricos de Brasil, como los de la Argentina, siempre tuvieron formas de ahorro más sofisticadas que la clase media.

Dólar, propiedades y ahorro son sinónimos de clase media, el gran problema del peronismo. Hay un abismo cultural más que económico, que la economía simplemente desnuda cada vez que hay escasez.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 02/02/2013 y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Lo apodan “la Justicia”... De Alguna Manera...


 Lo apodan “la Justicia”...


Democratización, una consigna que pateó el avispero. El poder más elitista del Estado. Los que piensan que eso es un mérito y algunas ideas para mejorarlo. La familia judicial, habría que agrandar la mesa. Cuestiones de competencia. Horarios y vacaciones, jueces trabajando. Se abrió el debate en un poder poco afecto a la visibilidad.

Al Poder Judicial lo apodan “la Justicia”. Es un uso extendido, casi unánime. El cronista libra una cruzada poco exitosa contra esa sinonimia, propone llamarlo por su nombre, no más. La justicia es un anhelo, una plenitud que las instituciones no logran. La actuación del Poder Judicial, si se la mira bien, no la consigue casi nunca. Y casi no hay que reprocharlo. Su finalidad esencial es restaurar equilibrios supuestamente quebrados. Se orienta prioritariamente a dar certezas, fijar las relaciones, que a aspiraciones más profundas y, ay, más difíciles. Por eso la prescripción que cristaliza un derecho o la impunidad por el mero transcurso del tiempo. Por eso la innumerable cantidad de casos que se resuelven por formalidades. Una apelación presentada un rato después de la hora prevista (o en otro juzgado, por error material) es un mejor camino a la derrota absoluta que la falta de derechos.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner llamó a “democratizar” el Poder Judicial (PJ en lo sucesivo, con perdón de la sigla): pateó un avispero. El oficialismo suele obrar así, acomete respecto de poderes cristalizados, intocables o poco tocados. Genera un revuelo descomunal, desata polémicas, batallas culturales. El fallecido ex presidente Néstor Kirchner preguntó “¿qué te pasa Clarín? ¿estás nerviosho?”. Y miren todo lo que sobrevino.

Las revueltas que provoca el kirchnerismo no siempre encuentran implementaciones perfectas, pueden derrapar a desmesuras, casi siempre son respuesta a necesidades políticas tácticas. Como sucedió con la ley de medios, siembran en terrenos ya arados o en polémicas ya construidas. La diferencia, nada menor, es que quien se pone al frente es un gobierno dispuesto a desafiar lo establecido.

La convocatoria es válida, aviva pasiones y motiva alineamientos, desafía a los sectores implicados. El hermetismo del PJ se sacudió en estos días. Organizaciones de magistrados se arrogaron la representación de todos sus pares y se rasgaron las vestiduras. Muchos de sus colegas reaccionaron contra la movida unanimista, instada por varios integrantes de la Corte Suprema que tiraron la piedra y escondieron la mano. Jueces, secretarios y fiscales les respondieron que no se reconocían en sus pretendidos representantes. El 27 y 28 de este mes se reunirán en la Biblioteca nacional, a plena luz del día. Una saludable rebelión contra una cultura del silencio.

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Tropa de elite: Hablamos del único poder del Estado cuyos integrantes son, en principio, vitalicios y no surgen del voto popular. A los jueces se los moteja de “Su Señoría”, un vocablo nobiliario (dos siglos después de la Asamblea del Año XIII) chocante a cualquier criterio republicano. Son, lejos, el poder del Estado más aristocrático. Para colmo, se agrega la autoexención del pago de Impuesto a las Ganancias, surgida de una capciosa interpretación del principio constitucional de intangibilidad de sus salarios.

El elitismo deriva de la propia conformación de la magistratura: sólo la componen abogados. Es una obviedad, dirá usted, por las tareas que desempeñan. Así es, pero el sesgo del elenco judicial no debe pensarse como una virtud o como un rasgo neutral sino como un lastre. Fuerza a tratar de compensar su elitismo y sectarismo, digamos congénitos. Asombra la asimetría de los jueces con los legisladores del Congreso nacional (la Cámara de Diputados en especial) en lo tocante a diversidad ideológica, cultural y social de sus integrantes.

El cronista se adelanta a suspicacias. No está proponiendo un cambio copernicano, “a la boliviana”. Apenas señala un escollo para que un poder público propenda a la diversidad y atenúe su elitismo.

En un trabajo profundo y recomendable (“¿Cómo y sobre qué debe rendir cuentas el sistema judicial?” http://www.sistemas judiciales.org), el jurista Alberto Binder clava una pica en Flandes. “El Poder Judicial tiene una legitimidad frágil que debe ser custodiada por los propios jueces.” La legitimidad de presidentes, gobernadores, intendentes, parlamentarios o concejales se supedita al veredicto popular. En un interesante reportaje con Página/12 la defensora oficial Stella Maris Martínez afirma que la legitimidad del PJ debe surgir de prestar “un servicio público digno a la gente”. La mayoría de magistrados y funcionarios no presta atención a los litigantes. Muchos no los ven jamás o casi nunca. La cultura judicial es “leerse” en las valoraciones de sus pares, de los académicos, de los abogados como mucho.

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Lo importante es la familia: La expresión “familia judicial” es sugestiva. Pinta a un grupo con lealtades firmes más allá de lo funcional y a un poder donde las presencias familiares se reproducen merced a ingresos nepotistas por los tramos más bajos. Stella Maris Martínez y el juez de la Corte Eugenio Raúl Zaffaroni (en otra entrevista concedida a este diario) abogaron por abrir las puertas de los tribunales a más aspirantes. Desde adentro, la tendencia prevaleciente es tapiarlas. Las universidades del conurbano bonaerense, en las que se forman jóvenes que son la primera generación de su familia en acceder a un título de grado, serían un buen “semillero” de oxigenación. Más concursos en rangos bajos, una herramienta posible, aunque la entorpece la significativa cantidad de personal contratado que revista en los tribunales federales o nacionales. Los concursos para secretarios en materia federal o nacional fueron abolidos por la aciaga Corte Suprema menemista, sería interesante revisar su medida. Abrir, ventilar, pluralizar desde abajo, son buenos objetivos.

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Hablo para que no me entiendas: La jerga forense es otro factor elitista. Está plagada de expresiones ajenas al lenguaje común, poco atentas a la perspectiva del receptor. Otra característica antidemocrática y aun antipopular.

Binder da en la tecla de nuevo cuando describe “el modelo usual de sentencias”: “información irrelevante, formas expresivas arcaicas, nula, preocupación por la comunicación, defectos formales y carencia de razonamientos son una constante demasiado extendida”. Frente al problema detecta “poco entrenamiento y preocupación”.

A diferencia de legisladores, gobernadores, ministros o presidentes los jueces no dependen para progresar en su carrera, o para mantenerse, de que el judiciable los entienda y les crea.

La notificación judicial de casi cualquier acto es incomprensible aun para una persona con buena formación intelectual que no sea abogado. Una citación no se entiende, un mandato necesita ser traducido al castellano. A nadie se le ocurre predicar que, cuanto menos, en las comunicaciones a las partes se combinen el vocabulario formal con otro inteligible para el vulgo. Toda una señal.

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Cuestiones de (in)competencia: Lo críptico, lo cifrado es un atributo del poder autoritario. Vale también para las reglas de la competencia de los Tribunales. Materia abstrusa que proporciona un rebusque formidable a quienes aspiran a chicanear los trámites. Los peloteos de juzgado a juzgado muchas veces demoran más que el fondo del pleito. La cultura judicial es muy celosa con esas minucias, agrava las dificultades. El argumento-pretexto es la gran especialización de los magistrados. En rigor, el formalismo prima sobre el afán de prestar decorosamente un servicio público. La competencia es muy restrictiva, detallista, restrictiva.

Pero en chocante contrapartida, existe otra institución aun más incomprensible para cualquier lego. Es el “control difuso” que consiste en que cualquier juez puede declarar la inconstitucionalidad de cualquier ley.

Usted, imagino, supondrá que un juez debe seguir la jurisprudencia constitucional de su Cámara Superior o de la misma Corte si han fijado un criterio. Usted piensa con lógica, vade retro: se equivoca. Aunque haya jurisprudencia en contrario, aun en la cúspide del PJ, cualquier juez puede decretar una inconstitucionalidad.

El mecanismo es ensalzado como prueba de autonomía cuando es anárquico, tiende a debilitar a otro estamento del Estado. Edifica una jerarquía “de facto” que nada tiene que ver con la afamada división de poderes. Y genera incerteza, por no decir inseguridad jurídica...

Una solución que (horror) simplificaría sería crear un método por el cual un tribunal constitucional –la Corte Suprema– fuera el único que pueda declarar inconstitucional una ley del Congreso. E impedir, para lo sucesivo, que esa ley se ejecutara. Sería una solución imperativa para el resto de los tribunales y para los otros poderes. Julio Maier es un destacado jurista, eminencia en Derecho Procesal Penal, docente universitario, ex juez. Afirma que esa solución es viable y no requiere reforma de la Carta Magna. La mayoría de la Academia cree que ese cambio solo podría provenir de una reforma constitucional.

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Cautelar fácil: Caso Clarín mediante, los abusos de medidas cautelares están de moda, también el debate respectivo. La explicación será entonces breve. Un mecanismo de protección se transforma en un sustituto perverso de la sentencia.

Las prisiones preventivas son uno de los abusos más repetidos y más preocupantes de las cautelares. Acá hay que distribuir responsabilidades: “la tribuna”, muchos periodistas, funcionarios y dirigentes políticos claman por detenciones durante el proceso, que deben ser excepcionales (ver asimismo recuadro aparte). El saldo de una prisión preventiva apresurada o injusta suele ser arrasador. Un juez no debe castigar a quien no ha sido condenado y se presume inocente.

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La cultura del trabajo: Un servicio público que, en lo primordial, cierra durante un mes y medio al año es algo chocante... fuera de Tribunales. La pésima costumbre de un mes y medio de “feria” combina privilegio sectorial con perjuicio a los ciudadanos. Acentúa la prolongación de los juicios, que hibernan en verano y en invierno.

Según las normas vigentes, el horario de los jueces y secretarios federales y nacionales se extiende de 7.30 a 13.30. Treinta horas semanales durante diez meses y medio es una carga modesta, para gente que hoy día cobra muy buenos sueldos y jubilaciones muy superiores aun respecto de quienes tengan similares ingresos.

Desde luego, es un milagro encontrar a un juez a la hora de iniciación. Más de una vez, organizaciones de abogados hicieron recorridas tempranas que resultaron desoladoras: ausentismo casi perfecto.

Los magistrados afirman que es ocioso llegar tan temprano, que laboran mucho y mejor fuera de hora, amén de llevar trabajo a sus casas. Hay numerosos casos en que es así, hay otros que no. El control sistémico es cero.

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Sean eternos (solamente) los laureles: La duración de juicios de todas las competencias frisa con la denegación del derecho, con estimables excepciones.

La cantidad de jueces puede ser parte de los motivos. La demora en la cobertura de juzgados vacantes (que pesa básicamente sobre el Ejecutivo) también.

Otro núcleo son los códigos procesales. La abrumadora predominancia de lo escrito y del papeleo vicioso. La proliferación de instancias. La existencia de códigos procesales diferentes en surtidas provincias no es el nudo del problema, aunque también lo acentúa.

Y los desempeños de los magistrados quizá sea la principal. Que dos juzgados del mismo lugar y de similar competencia produzcan resultados muy diferentes en calidad de la atención al público, duración de los expedientes y calidad de las sentencia comprueba que los factores personales pesan mucho.

Los plazos para el dictado de sentencias de primera instancia y de Cámara están fijados por ley. Para la Corte Suprema, no. Hay una lógica jerárquica: no hay tribunal superior que pueda sancionarla. Pero sería un gesto de autoridad y ejemplaridad que la Corte se autorregulara y se los impusiera.

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Y mucho más: Esta nota, que queda corta en temas a abordar, deja entre paréntesis aspectos que sólo podrían corregirse mediante reforma constitucional. No es un punto de vista valorativo sino un recorte tendiente a insinuar aspectos que ya podrían comenzarse a trabajar.

No habla, tampoco, del Consejo de la Magistratura, que es una calamidad y no funciona a satisfacción de nadie.

No se centra en responsabilidades o carencias de otros poderes. No porque no existan sino porque han sido y serán objeto de otros artículos. También hay que señalar otra diferencia. Los integrantes de los poderes políticos son cuestionados y puestos bajo la lupa por sus propios pares. Los dirigentes de distintos partidos señalan sin piedad las carencias o defectos del otro. Ese debate iluminador se da todos los días. Es una consecuencia de la competencia democrática, inaplicada en un poder donde no la hay. La cultura judicial, refractaria a las discusiones abiertas a la sociedad, empeora el problema.

Ya que de cultura hablamos. Es forzoso imaginar cambios en las leyes, en los códigos de procedimientos, en los mecanismos de control, en perforar el secretismo judicial. Pero nada cambiará si los magistrados no hacen introspección, se bajan del pedestal, elaboran un mínimo inventario de los beneficios y exenciones especiales de que gozan. Si no ponen en cuestión su cultura interna, su cerrazón, la escasa representatividad que tienen. No en términos de popularidad sino como expresión de un sector muy acotado de la sociedad.

Democratizar la democracia siempre es imperioso, en todos los ámbitos. A más oscuridad, a más sectarismo, a menos intervención popular es mayor la necesidad. Con amplio debate público, dentro de la ley, con afán de cambio y oxigenación.

© Escrito por Mario Wainfeld (mwainfeld@pagina12.com.ar) el domingo 03/02/2013 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 3 de febrero de 2013

Hipocresía de Estado… De Alguna Manera...


Hipocresía de Estado…

DANGER, CFK. Presidenta Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

La traición del pacto con Irán. Otra vez el kirchnerismo dice una cosa y hace otra. La conveniencia, por encima de la búsqueda de justicia.

Cristina quiere una Argentina cada vez más parecida a Venezuela y menos a Alemania, como había sugerido en su momento. El giro hacia el fundamentalismo chavista se expresa con obscenidad en la claudicación ante Irán y en su intento de asfixiar toda voz disidente, como las de los gobernadores (Scioli, De la Sota, Macri, Bonfatti, Peralta y Colombi) y los dirigentes sindicales (de casi todas las centrales), incluso, los que hasta hace poco tiempo eran leales a su conducción o suavemente críticos.

En todos los casos, la Presidenta aplicó su manual para dividir y reinar. A las organizaciones judías logró fracturarlas, tal como hizo con los organismos de derechos humanos. Comenzó por los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y logró cooptar a un sector de dirigentes comunitarios, sobre todo de la DAIA. Aprovechó las fisuras internas entre religiosos y laicos, la inexperiencia política de algunos y la complicidad de otros y logró que un fragmento de la colectividad le diera su bendición al acuerdo que Héctor Timerman firmó en Etiopía. Un canciller no judío tal vez no se hubiera atrevido a tanto. Suele pasar. Carlos Menem no hubiera podido desguazar al Estado y dejar a miles de trabajadores en la calle sin la complicidad e incluso el empuje de jerarcas sindicales traidores que se pusieron el neoliberalismo al hombro y que hoy todavía merodean a CFK y aplauden en sus actos.

No es mi intención comparar la magnitud de los acontecimientos, pero el ADN conceptual de Ahmadinejad y el de Hitler es idéntico en cuanto a su objetivo de exterminar al pueblo judío. De hecho el líder iraní es repudiado mundialmente por negar la Shoa. La ignora porque no puede celebrarla como le gustaría. Vale recordar que en los campos de concentración se apeló a colaboracionistas, luego llamados “judenrat” (en la fonética alemana), para que facilitaran aún más la ejecución del genocidio.

La verdad dicha con toda crudeza es que el gobierno argentino abandonó el objetivo de buscar la verdad, el juicio y el castigo a los culpables del mayor atentado terrorista de la historia argentina que borró de la faz de la tierra a 85 personas. Tiene la necesidad política de realinear ideológica y comercialmente a su modelo. Hacer borrón y cuenta nueva. Para no gastar este año la friolera de 12 mil millones de dólares, necesita la energía que ofrecen Venezuela e Irán, de su rol en la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo) y de sus inversiones, incluso para que Pdvsa participe del proyecto de YPF en Vaca Muerta. Eso se llama fomentar negocios y no luchar contra la impunidad. En el volantazo argentino hay más conveniencia que convicciones.

Irán, aislado del planeta democrático por sus violaciones a los derechos humanos, su humillación a las mujeres y por su plan nuclear con fines militares, hace mucho que eligió América latina como cabecera de playa. Por eso, Cristina le ordenó a Timerman que les tirara este salvavidas llamado “Comisión de la Verdad”, una forma de disfrazar lo insultante del hecho para los muertos en la calle Pasteur que, como todo el mundo sabe, queda en nuestra patria, en el barrio del Once y no en Teherán.

Vertical y funcional con la conducción estratégica del bloque bolivariano a cargo de Hugo Chávez, Rafael Correa y los hermanos Fidel y Raúl Castro, el gobierno argentino tuvo que olvidar lo antes posible los reclamos que con valentía tanto Néstor como Cristina habían hecho en la ONU. Y recurrieron a la misma medicina de la hipocresía de estado que tan buen resultado les dio hasta ahora. Proclamar un objetivo retórico al que nadie puede oponerse (descongelar la causa AMIA, democratizar la comunicación, combatir la burocracia sindical, hacer un país más equitativo y tantos otros) para, en la práctica, hacer todo lo contrario. En cada caso y también en el del acuerdo con Irán, muchos sectores ingenuos apoyaron lo que el Gobierno “dijo” y luego se sintieron burlados en su buena fe por lo que el Gobierno “hizo”. Algunos colocan la trampa y otros la denuncian. Es verdad que con el actual estado de cosas, Irán jamás iba a entregar a los sospechosos y mucho menos a quien hoy es el jefe de la defensa y la seguridad del estado teocrático. Pero en poco tiempo vamos a comprender que por el camino del Pacto de Etiopía, la verdad y la Justicia estarán mucho más lejos todavía. ¿Creen algunos argentinos judíos o no, ingenuos o cómplices, que “el mejor regalo que recibí en mi vida”, como lo calificó Luis D’Elía el día de su cumpleaños, es bueno para combatir el terrorismo y el antisemitismo más repugnante resucitado por ciertos populismos que se dicen de izquierda con la excusa de combatir al imperialismo yanqui y al gendarme sionista de Israel?

¿Desde cuándo D’Elía, vocero fáctico iraní, celebra con euforia lo mismo que la DAIA? ¿Cristina y Timerman son estrategas tan brillantes que lograron semejante milagro? Es verdad que en el crimen masivo de la AMIA no murió ningún ciudadano israelí, pero sólo un ignorante o un malintencionado puede simular que no tienen nada que ver la institución judía víctima de la bomba (o la propia embajada) con Israel, el estado que dio cobijo en su exilio a Jacobo Timerman.

Los impunes que perpetraron la matanza caracterizan a la AMIA y a otras entidades judías de la diáspora como grupos de apoyo cultural y económico de Israel. ¿Qué quiso decir Cristina con su tuit: “Histórico, porque jamás permitiremos que la tragedia de la AMIA sea utilizada como pieza de ajedrez en el tablero de intereses geopolíticos ajenos”? ¿Ella también piensa –como Chávez, Fidel o D’Elía– que Israel y los EE.UU. ejercen el terrorismo de Estado contra los países árabes? Sería bueno que se expresaran al respecto. Porque no solamente compartimos el podio de la mayor inflación mundial con Venezuela. La Presidenta varias veces manifestó su hermandad con Chávez y fue una de las primeras en festejar su recontra-reelección: “Tu victoria también es la nuestra.” Ayer se reveló que el 14% de los seguidores de Cristina en Twitter son venezolanos y que comparte más de 523 mil followers con el comandante del que nada se sabe respecto de su salud. Ni la propia CFK que fue a Cuba pudo verlo.

Hasta en eso, cada día se parecen más los modelos de ambos países. Son construcciones unipersonales y caudillescas, con poco respeto por las instituciones republicanas y que necesitan reformar las Constituciones porque su talón de Aquiles es la ausencia de herederos políticos. “Danger” podría tuitear. Porque nadie es eterno. Ni siquiera Cristina. Always.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 03/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Humor político… Los Malos y el Mar... De Alguna Manera...


Humor político… Los Malos y el Mar...

Anoymus. Fotografía de © raremivieimages.com / Warner Bros.

El regreso de los comandos especiales del Club de los Malos destacados en Ghana no podía haber sido más reivindicatorio. Si bien el operativo que mantuvo confiscada la fragata Libertad fue un éxito, dejó un sabor amargo por no haber logrado el plan original de hundirla frente a las costas africanas en un intento de escape que el CDLM trató de inducir pero finalmente no consiguió. Por eso, lo primero que hicieron nuestros agentes cuando llegaron fue organizar un asado de camaradería en Bahía Blanca y a los postres trasladarse a Puerto Belgrano para hundir lo que tenían más a mano. La Santísima Trinidad sació la sed y el deseo de revancha.

Mientras las bodegas del destructor se llenaban de agua y la línea de flotación desaparecía bajo el mar iluminado por la luz de las antorchas que enarbolaban los edecanes del CDLM, aprovechamos para realizar una sencilla ceremonia marítima para jerarcas, familiares y allegados.

Allí se premió, no solo a los agentes que infiltramos en los tribunales africanos, sino también a los encarajinadores del CDLM que desembarcaron en el Ministerio de Defensa para coordinar este papelón internacional. Sin embargo, estos agentes que operan alrededor del ministro Puricelli no pueden ni compararse con los encarajinadores que maniobran alrededor del Canciller Timerman. Hay quienes sostienen que ya podríamos retirar a nuestros encarajinadores de la Cancillería.

Si es por arruinar al kirchnerismo y al país entero, el Canciller no necesita ayuda. Después de lo de Irán, demostró que ya puede hacerlo solito. Hay otros miembros del Club de los Malos que proponen adelantar la ceremonia de entrega de los Premios Turro y otorgarle a cuenta el Turro de Oro 2013. Otros sostienen que hay que esperar. Queda un largo año por delante para hacer cosas mucho peores.

De hecho, el acercamiento a Teherán es sólo una parte del plan quinquenal elaborado por el CDLM que combina la errática política exterior con los manoseos jurídico-institucionales internos y termina en la inevitable huida de capitales e inversiones. Una fórmula matemática perfecta: tocarle el culo al mundo occidental + abrazarse con los iraníes + gargajear a la justicia = dólar a 8 pesos. Tan simple como eso. Todavía el gobierno no se dio cuenta de esta parábola trigonométrica. Para cuando se aviven, ya se la habremos mandado a guardar.

Para mejorar aún más nuestra performance, el CDLM ha desempolvado el viejo plan de las candidaturas testimoniales que tantas satisfacciones nos diera en 2009. Algunos miembros del Club se preguntan si el gobierno va a cometer dos veces el mismo error, a lo que la respuesta es unánime: “Obviamente sí”. Ya conseguimos que el Gobernador del Chaco Capitanich declare que irá como candidato testimonial a senador por su provincia.

Solo falta confirmar si piensa dejar colgados a los que lo voten como senador o a los que ya lo votaron como gobernador. A esto se le agrega la declaración de Mariotto, avisando que él también se anota para una testimonial. Bocatto di Cardinale para el CDLM.

Por otra parte, si bien la mayoría de los barcos opositores siguen desguazados en los astilleros del CDLM, mantenemos una flota de agentes activos en todo el frente opositor. De hecho, esta semana se anotaron un poroto en el proyecto de demoler a Macri. Hace rato que buscábamos abrirle un boquete a la armada macrista y finalmente lo encontramos de la manera menos pensada: una cámara, un micrófono y un Del Sel sobre un escenario lograron un efecto devastador.

Miguel Del Sel resultó ser el Amado Boudou del PRO. Quien lo hubiera dicho. Y pensar que nosotros le habíamos puesto todas las fichas al Fino Palacios. Así es la vida, las cosas llegan por donde uno menos se las imagina.

Lo mismo nos pasó con los socialistas. Años buscando por donde entrarles y finalmente con un par de policías, un poquitito de droga y alguna que otra bala ya le vamos encontrando la vuelta.

Todo es cuestión de darse maña, y en eso el CDLM es puro corazón.

Más allá de estos intereses sectoriales, el proceso de desmoronamiento socioeconómico sigue viento en popa. El aumento del 20% en el mínimo no imponible frente a aumentos salariales del 25% es una genialidad. También anda muy bien el plan que hace que los Corderitos de Dios paguen los productos 20% o 30% más caro si concurren al súper o al shopping el día que su tarjeta o su banco no tiene promoción. Es un gran proyecto porque destruye especialmente a los sectores más pobres que no tienen ni tarjeta ni banco ni nada. Ya lo dijo el CEO del Club de los Malos: “Desmoronad pobres y desmoronaréis mayorías”.

Frase guacha si las hay, por significado y por pronunciación.

No podía faltar el reconocimiento a nuestros perturbadores urbanos que tantas alegrías suelen darnos. En este caso, subió al escenario un muchacho de estatura mediana, aspecto simple, austero, nada que permitiera sospechar que estábamos frente a un turro descomunal. Formado en el campo del supermercadismo, es el responsable máximo de que siempre estén habilitadas la menor cantidad de cajas posibles. Ahora administra el flamante sistema de bolsitas de supermercado que se cobran, y que luego se usan en las casas para tirar la basura. El nuevo aporte de este coloso del mal consiste en hacer mínimas perforaciones en el fondo de la bolsa de modo que la falla sólo puede ser detectada cuando el reguero de grasa de pollo, o de filetto, o de líquido de pañal usado, delata el recorrido del usuario. O sea, demasiado tarde. Con su aspecto simplón, allí estaba de pie frente a todos nosotros, uno de los hijos de puta más grande de estos tiempos. Alabado sea.

La ceremonia cerró con las emotivas palabras del Jefe del Escuadrón de Saboteadores Anónimos que bajan las palancas de luz cada vez que el Ministro De Vido sale a decir que la política energética del gobierno es un éxito.

Para muchos Corderitos de Dios, el mar significa playa, arena, sol, vacaciones. Para nosotros representa la profundidad, la oscuridad, la turbulencia, la inmensidad y la estéril resistencia. El poder y la fuerza del mar son nuestra mejor metáfora y sobre sus ondas infinitas navegamos sin piedad, velas al viento, en la búsqueda de la más bella de las aventuras: arruinarle la vida al soberano. No hay tempestad que nos detenga ni olas que nos amedrenten. Ya lo dijo el gran Federico Fellini, miembro honorable de la Società dei Cattivi di Roma: “E la nave va”.

© Escrito por Alejandro Borensztein el sábado 02/02/13 y publicado por el Diario Clarín (*) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

(*) Mal de todos los males, claro después de la “traición” de Cobos, porque antes socios o culo y calzón... ¿No chicas y chicos?