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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Carta a Papá Noel desde Córdoba... De Alguna Manera...


Insólita carta de un funcionario cordobés a Papá Noel...

Quinteros, autor de la carta a Papa Noel, junto a Luis Juez. Foto: Cedoc.

El juecista Juan Pablo Quinterios critica a De la Sota con un mensaje a tono con la Navidad. En Córdoba un funcionario público realizó una particular carta para Papá Noel. Se trata del vocal juecista en el Ersep, Juan Pablo Quinteros quien aprovechó para criticar con dureza al gobernador José Manuel de la Sota.

Los incendios forestales, los aumentos de tarifas de luz y agua, los cortes de energía, el peso de la tasa vial en el costo del combustible, la inseguridad y los saqueos son algunos de los puntos en los que Quinteros centra su crítica.

Aquí la carta...

Querido Papá Noel:

Te escribo para alertarte que cuando vengas a Córdoba no la vas a encontrar como antes. Si ves las sierras arrasadas por el fuego, te cuento que pese a que se recaudan millones de todos los cordobeses por el “impuesto al fuego”, nadie sabe qué pasa con esa plata y pareciera que la palabra “prevención” no significa nada por estos pagos.

Si ves menos arbolitos apagados, no te asustes, la luz volvió a aumentar este año y encima ahora le metieron un cargo tarifario. ¡Ojo! Puede que sea ahorro o puede que directamente se haya cortado, porque en Córdoba, cuando hace calor, la energía se corta.

Si tus renos tienen sed te prevengo que el agua potable aumentó el 450% en 8 años. Si los renos son historia y te estás manejando en algún vehículo con motor, cargá nafta antes de entrar a Córdoba, acá la “tasa vial” convirtió al combustible en el más caro del país. Si usás la RAC tratá de pasar las cabinas por arriba, se vienen aumentos de entre un 25% y hasta un 257%. ¡Ah! las rutas siguen siendo las mismas.

Cuidado por donde andás, Córdoba está cada vez más insegura y caótica y no respetan a nadie, ni tu condición te va a salvar. Igual traé credencial de identificación, la gente tiene miedo, el Estado la abandonó a su suerte.

Podría seguir pero no quisiera desanimarte.

Te voy a estar esperando y lo único que te pido que traigas es VERDAD, porque en Córdoba, nos quieren hacer creer que

El narcotráfico ¡NO EXISTE!
La corrupción ¡NO EXISTE!
La pobreza ¡NO EXISTE!
La inseguridad ¡NO EXISTE!
La crisis de la salud ¡NO EXISTE!
La injusticia ¡NO EXISTE!
La educación en aulas contenedores ¡NO EXISTE!
El salario indigno ¡NO EXISTE!
Pero en Córdoba sabemos que Papá Noel ¡¡¡EXISTE!!!

FELICES FIESTAS...

Juan Pablo Quinteros
Vocal del Directorio del ERSeP
Frente Cívico de Córdoba

© Escrito por Ariel Bogdanov el martes 24/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 7 de julio de 2013

El Banco de Dios... De Alguna Manera...


Francisco contra el dinero oscuro…

El papa Francisco saluda a Benedicto XVI, este viernes en el Vaticano. Foto: EFE

En la historia del banco de Dios, de su tormentoso pasado de banqueros ahorcados bajo puentes de Londres, hijas de funcionarios del Vaticano raptadas misteriosamente y capos de la Mafia enterrados en una cripta de Roma reservada a cardenales, hay una fecha reciente que, vista ahora, a la luz de las últimas detenciones relacionadas con el Instituto para las Obras de Religión (IOR), se revela crucial.

Aquel día, 24 de mayo de 2012, el banquero Ettore Gotti Tedeschi, presidente del IOR desde septiembre de 2009, fue despedido. Pero no de cualquier manera, sino a través de un comunicado con olor a ira y azufre que buscaba destruirlo personal y profesionalmente. Daba a entender el comunicado que Gotti Tedeschi, de 67 años, padre de cinco hijos, representante del Banco Santander en Italia, supernumerario del Opus Dei y antiguo colaborador de Benedicto XVI, había perdido la cordura y podría estar involucrado en la fuga de los documentos secretos de Joseph Ratzinger. De hecho, su expulsión del paraíso se produjo un día después de la detención de Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa.

Por aquellas fechas, la atención mediática estaba centrada sobre la novela en tiempo real que se desarrollaba junto a la cúpula de San Pedro. El guion y el reparto lo merecían —un papa solo y enfermo traicionado por su ayuda de cámara, el fiel Paoletto, acusado y después condenado por robar y difundir unas cartas que reflejaban las guerras de los hombres de Dios por el poder y el dinero—, así que el banquero defenestrado se fue en silencio a su casa y sus asuntos. “No cuento la verdad por no herir al Papa”, fue su único comentario. Pero, triste y asustado, decidió elaborar un informe repleto de datos —correos electrónicos, fotocopias de su agenda, apuntes a mano— en el que explicaba por qué había fracasado en su intento de adecentar el banco del Vaticano. El banquero sospechaba que detrás de algunas de las cuentas cifradas del banco se ocultaba el dinero sucio de empresarios, políticos y hasta de jefes de la Mafia. Gotti Tedeschi tenía pensado entregar el documento a su secretaria para que, en el caso de que fuese asesinado, se lo hiciera llegar a tres amigos: su abogado, un periodista y el mismísimo papa Ratzinger. Pero por esas casualidades que tan bien se trenzan en Italia, agentes de los Carabinieri aparecieron por el despacho y la casa de Gotti Tedeschi para hacer un registro sobre otro asunto y, ya que estaban allí, se llevaron 47 archivadores con documentación del Vaticano. El banquero, aliviado porque quien llamara a su puerta fuese la policía y no un sicario —“pensé que veníais a matarme”, llegó a decir a los agentes—, decidió colaborar con la fiscalía de Roma: “Todo comenzó cuando pedí información sobre las cuentas que no pertenecían a religiosos…”.

Las primeras confidencias de Gotti Tedeschi a los fiscales —que según es costumbre los periódicos italianos empezaron a difundir casi en tiempo real— provocaron una reacción furibunda del Vaticano, que por segunda vez en pocos días perdía el oremus y amenazaba con querellas a todo aquel —y metía en el saco a banqueros, fiscales y periodistas— que no respetase “las prerrogativas soberanas reconocidas a la Santa Sede por la normativa internacional”. Y aquí, por fin, está el quid de la cuestión. Aquella curia vaticana que había conseguido inmovilizar el tímido afán reformista del propio Ratzinger —“un pastor rodeado por lobos”, lo definió L’Osservatore romano— pretendía seguir gestionando sus asuntos con total opacidad. Los intentos de los policías y los magistrados italianos por intentar arrojar un poco de luz sobre las cuentas secretas del IOR se habían estrellado tradicionalmente con el no rotundo del Vaticano y su red de intereses, defendida a capa y espada por destacados representantes de organizaciones religiosas ultraconservadoras —Comunión y Liberación se lleva la palma— muy bien incrustadas en el Gobierno, sea del color que sea, y en los llamados “poderes fuertes”. De hecho, la desgracia de Gotti Tedeschi llegó cuando intentó que las finanzas vaticanas se adecuaran a los requisitos internacionales contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, sobre todo después de que, en 2010, la fiscalía de Roma bloqueara 23 millones de euros por sospechas de blanqueo. Sus choques con el director general del IOR, Paolo Cipriani, se hicieron cada vez más frecuentes hasta que, por fin, el Vaticano tuvo que decidir si encender la luz o dejarla apagada. El comité de vigilancia del banco, manejado por Carl Anderson, líder de la poderosa sociedad de los Caballeros de Colón y exmiembro del Gobierno de Reagan, dejó fuera de la circulación a Gotti Tedeschi y apostó por Cipriani. El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, estuvo de acuerdo y Joseph Ratzinger no movió un dedo a favor de su amigo.

El expresidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi. / TIZIANA FABI (AFP)

La detención del mayordomo y el despido del banquero devolvieron la paz al Vaticano. Al otro lado del Tíber, aunque a trompicones, gobernaba el católico Mario Monti, así que todo volvía a la normalidad en las relaciones entre los dos Estados. Una normalidad que incluía escenas como la vivida en el aeropuerto romano de Ciampino el pasado mes de febrero. Un abogado llamado Michele Briamonte, investigado por asuntos relacionados con el IOR, y un sacerdote, Roberto Lucchini, asistente del secretario de Estado Tarcisio Bertone, aterrizaron a bordo de un jet privado y ya se dirigían a la salida cuando agentes de la Guardia de Finanzas —la policía fiscal italiana— les pidieron que abrieran sus maletines. Se negaron, hubo un tira y afloja, blandieron sus pasaportes diplomáticos —a los que luego se supo que no tenían derecho— y salieron del trance sin problemas. La normalidad también consistía en que un alto prelado de la Santa Sede, Nunzio Scarano, fuese conocido como monseñor 500 euros por su disponibilidad de billetes púrpuras. Nadie, al menos en público, se atrevía a poner el grito en el cielo porque, además de la cartera llena, dispusiera de pisos de 400 metros y varias cuentas corrientes sin que sus compañeros en el APSA (el organismo que gestiona buena parte de las propiedades inmobiliarias y de depósitos de capitales de la Santa Sede) se extrañaran. Simplemente porque la normalidad no extraña.

El expresidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi. Foto: TIZIANA FABI (AFP)

Sospechas fundadas

Hasta que, hace una semana, monseñor Scarano fuese detenido junto a un exagente de los servicios secretos y un intermediario financiero acusados de intentar transportar desde Suiza a Italia alrededor de 20 millones de euros. Y aquello sí sorprendió, pero no tanto por los delirios de riqueza de un sacerdote corrupto, sino por la actitud del papa Francisco. Al contrario que sus predecesores, Jorge Mario Bergoglio no miró para otro lado. La detención se produjo 48 horas después de la creación de una comisión de investigación sobre el IOR, y apenas un par de días antes de la destitución del ya mencionado Paolo Cipriani, el director general del banco, y de su segundo, Massimo Tulli. Pero si estos gestos inéditos en sí no bastaran —las operaciones de autolavado suelen olvidarse de llegar al fondo de la suciedad—, Francisco tampoco se movió para aliviar la situación de prisión de monseñor Nunzio, que a estas horas sigue encerrado en la prisión de Regina Coeli. Desde allí habrá sabido que la fiscalía de Roma acaba de terminar un informe de 25 páginas en las que confirma las sospechas de Gotti Tedeschi: “Existe la fuerte posibilidad de que el modo de operar del banco del Vaticano —que no realizó controles suficientes— permitiese que algunos utilizasen sus cuentas para operaciones ilegales”. La investigación exculpa a Gotti Tedeschi, pero sí acusa de la poca transparencia a Paolo Cipriani y a Massimo Tulli.

¿Qué ha cambiado para que el Vaticano y los fiscales italianos actúen casi al compás? Apenas nada. Que el nuevo Papa va diciendo en público que “San Pedro no tenía cuenta en el banco”, que “jamás vio un camión de mudanza detrás de un entierro” y que quiere “una Iglesia pobre y para los pobres”. La limpieza de las sentinas siempre es dura y peligrosa. Gotti Tedeschi vivió convencido de que lo iban a matar y cada vez son más las voces que, en privado, se muestran preocupadas por la seguridad del Papa. Jorge Mario Bergoglio dijo ayer que las estructuras de la Iglesia son viejas y hay que renovarlas: “No tengáis miedo”.

© Escrito por Pablo Ordaz el domingo 07/07/2013 y publicado por el Diario El País de Madrid, España.



sábado, 27 de abril de 2013

Corrupción, mal menor... De Alguna Manera...

Corrupción, mal menor... 
 
 
En la segunda semana del caso Lázaro Báez, quienes defienden al Gobierno pasaron a su clásico contraataque ad hominem. Ahora Lanata sería culpable de consumir cocaína y yo de infidelidades mientras estuve casado. 
Comenzó el mismo domingo a la noche, cuando Luis Ventura anticipó en su canal lo que luego sería durante varios días tema de su programa Intrusos, donde junto a Jorge Rial me “atendieron” a mí, para concluir el jueves con la tapa de su revista Paparazzi, en la que atendieron a Lanata. 
Seguramente sólo por casualidad, el lunes frente al edificio de PERFIL, y justo en las paredes de la Secretaría de Comercio, se pegaron afiches –que también poblaron el microcentro– en los que, bajo el título “Este es el equipo que armó la cámara oculta”, aparecían en el medio Magnetto como manager y seis vedettes: Binner, Carrió y Buzzi de un lado, y Lanata, yo y Macri del otro (foto), en ese orden. 
Pero nada de eso es sustancial; el argumento ad hominem se utiliza siempre que se carece de una antítesis conceptual. Lo peligroso está en el argumento más pesado, y no introducido por esos agentes, sobre que la corrupción no es tan grave porque resulta ser el precio necesario para conseguir gente y sostener estructuras sin las cuales no se puede hacer política revisionista. Por eso, no habría que hacerle el juego a la derecha ni escandalizarse con la corrupción, que es un mal menor. Para ellos, lo importante es conseguir cambiar la matriz de poder para distribuir mejor la renta; la política requiere estar dispuesto a meterse en el barro y ensuciarse, y el republicanismo es hipócrita: defiende una ética de los medios que es una trampa, ya que es inferior frente a la ética superior de los fines. Esos kirchneristas dicen que prefieren el derecho natural (de los pobres) mientras los burgueses se quedan con el derecho procedimental para defender y mantener sus privilegios. 
Desgraciadamente, este discutible y primitivo utilitarismo no es sólo de los simpatizantes del Gobierno. Tiene su espejo en muchos de quienes hoy se oponen al Gobierno, pero mientras la economía generaba crecimiento y bienestar durante los primeros años del kirchnerismo, la corrupción tampoco era un problema importante para ellos y también la consideraban un mal menor. 
Los récords de treinta puntos de rating de Lanata el domingo pasado, diez veces más que los que obtenía en 2011 en un canal de noticias, no hablan sólo de la mejora de recursos con los que cuenta Lanata al trabajar dentro del Grupo Clarín, su mayor visibilidad y la mayor llegada de un canal abierto. Hablan también de un cambio de actitud de una parte significativa de los argentinos que hoy quiere creer lo que hasta hace dos años prefería ignorar. 
De la misma forma que los siempre oficialistas C5N y Radio 10 no pagaban un precio en audiencia por defender al Gobierno en 2011, a partir de este año el mismo González Oro, que durante más de una década lideró ampliamente su segmento, pierde frente a los dos programas de Radio Mitre con los que se superpone en horario. Y la misma insignificantización padece C5N, aunque –al ser menos dependiente de sus figuras– su caída es más progresiva.
El domingo pasado, PERFIL publicó una encuesta en la que el 70% de los consultados le cree a Lanata. Entre el 30% restante, porcentaje bastante similar al de los votantes más persistentes del kirchnerismo, se encuentran personas que saben que existe la corrupción pero prefieren creer –y alegrarse por ello– que Fariña verdaderamente le tendió una cama a Lanata con el fin de hacerle perder su credibilidad. Que el Gobierno urdió ese plan y que Fariña lo ejecutó también por dinero. 
Más allá de lo difícil de creer y la no valoración de otras pruebas que presentó Lanata, detrás de esa versión nuevamente emerge el desprecio por una ética de la acción. Por ejemplo: para hacerle pisar el palito a alguien que hoy tiene mucho poder de daño al Gobierno, en este caso Lanata, como en la guerra real es válido contratar a cualquier tipo de persona y llevar adelante cualquier engaño. Esta perspectiva significa concluir que la política es la continuación de la guerra por otros medios; invirtiendo el orden de la famosa frase de Clausewitz, convirtiendo lo extraordinario en ordinario: la guerra perpetua. 
Como una especie de sindicato antikantiano, ciertos kirchneristas se ríen (y así se justifican) de quienes pregonan que la bondad de los fines debería también probarse en la bondad de las prácticas cotidianas, porque –ampliado– es el mismo argumento de la “crisis moral” con la que tantas dictaduras justificaron sus golpes militares. 
Uno de los muchos daños que la dictadura y el menemismo nos dejaron fue dar argumentos a interpretaciones berretas sobre el conflicto entre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad de Max Weber. Quienes así actúan no tienen convicciones ni tampoco son responsables.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el viernes 26/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

viernes, 19 de abril de 2013

La corrupción es enorme, y mata... De Alguna Manera...

Los que callan...


Históricamente, los regímenes totalitarios han manipulado a los sectores más vulnerables de la sociedad: los jóvenes, y los pobres.

Los primeros son estafados en la pureza de sus idealismos con promesas y discursos simplificadores de la realidad que señalan como enemigos del pueblo a todos los que cuestionan de alguna manera la hegemonía absoluta del régimen, y son convencidos de ser actores de los verdaderos cambios que beneficiarán a la sociedad, canalizando la natural aspiración a la acción, y sumando algunos incentivos materiales y/o sociales inmediatos. Los segundos son comprados literalmente con dádivas que les alcanzan para subsistir y los desalienta para buscar un trabajo genuino (el famoso "si me blanquea pierdo el plan"), se les lava el cerebro con los medios manejados desde el poder, y se les deja en manos del narcotráfico ineficazmente combatido para que las drogas y el alcohol lleguen a convertir a muchos de sus hijos en seres subhumanos.

La cantidad de multimillonarios encaramados en la función pública, que jamás podrán explicar razonablemente sus fortunas, explica las gravísimas falencias del estado en seguridad social (jubilados siempre estafados), obras públicas (inundaciones con numerosas muertes y pérdidas de todo tipo por omisión de obras necesarias), transporte (catástrofe ferroviaria del Once), y un larguísimo etcétera.

Creo que a esta altura de los acontecimientos, todo ciudadano dotado de raciocinio y despojado de fanatismo, ha aprendido que la corrupción es enorme, y que la corrupción mata. Se convierte automáticamente en corrupto el que la acompaña o calla por un beneficio personal.

Se comprende que el pobre pueda tomar la dádiva que necesita, siempre y cuando no entregue su dignidad, y sepa hacerla valer como corresponde a la hora de votar. Los jóvenes por su lado, deben comprender antes que sea más tarde aún, que han sido engañados y manipulados por intereses que no los representan.

© Escrito por Santiago Floresa el viernes 19/04/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.