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miércoles, 25 de diciembre de 2013

La costumbre de acostumbrarse a todo… De Alguna Manera...


La costumbre de acostumbrarse a todo…

El austral

Un viernes cualquiera del verano de 1988. Un hombre se levanta a las 5 de la mañana para hacer la cola en el banco. La inflación se dispara -y lo que falta para que frene- por lo que en el laburo le pagan por planilla complementaria cada vez que termina la semana. Podría ir en cualquier momento del día, pero quiere salir corriendo a darle la guita a la jermu, para que ella reviente el salario de varios ceros en dos changuitos llenos.

En el camino al super, la señora repasa la estrategia para hacer lo más rápido posible. Al llegar, ya tiene medio changuito menos. Corre por las góndolas, mide a los remarcadores, ya le alcanza para un changuito, llega a la caja, hay cinco tipos adelante, va sacando cosas a medida que aumentan, dos personas y llega, tres cuartos de changuito, falta uno, medio changuito, llegó su turno. Le alcanzó para un paquete de yerba, dos de harina, cinco sachets de leche y varios envases de polenta. Ya sabe cuál será el menú del resto del mes.

Luego del almuerzo -polenta con 38° a la sombra- los chicos disfrutan los últimos minutos de Canal 11. A las 13 cortan la transmisión. Atrás, se corta la luz. Hasta bien caída la tarde no habrá otra cosa para hacer que resistir el calor jugando al hongo. ¿Agua? Sí, en baldes. El gobierno le echa la culpa al clima pero, al menos, avisa cuándo cortarán el suministro eléctrico. No hay un mango ni para los sueldos de las empresas estatales, que encima funcionan como el totó, pero no se cuestiona.

Luego de un fin de semana hermoso en el que el plan del gobierno incluyó convertir al país en un sauna cada tarde, el lunes vuelven los carapintadas y otra vez todos con el upite en las manos. No pasó nada, la casa sigue en orden y sin energía, y felices vacaciones a la luz de las velas para todos.

Un día cualquiera de 1997. Durante el 96 vio como crecían las protestas piqueteras en Neuquén por los despidos en YPF. Por un lado sentía lástima por esos laburantes desesperados y por el otro una bronca tremenda por la fiesta que se dieron los gobernadores patagónicos. Pero ahora, en La Matanza, se replican los piquetes del sur y la cosa se pone interesante. Una radical excedida de peso dice que en Estados Unidos tienen cajas de información para demostrar que IBM pagó una coima de millones de pesos. Por la radio informan que la desocupación bajó del 18 al 11%, pero igual le parece una bestialidad. El oficialismo perdió las elecciones por paliza y le garantizan que no habrá re-re, lo cual es lo único que lo tranquiliza. Eso y que el opositor numero uno promete no cambiar el modelo en caso de asumir. Evidentemente, lo que molesta es Menem, no sus políticas.

Cavallo - De la Rúa

Un lunes de diciembre de 2001. El hombre todavía está a las puteadas porque la oposición ganó las elecciones de octubre y no se vislumbra ningún cambio, a excepción de alguna Senadora histérica que pide la renuncia del Presidente porque no puede contener los saqueos. Al hombre aún le dura la indignación del pago de 5 millones de pesos en coimas, más si una y otra vez, a lo largo del año, escuchó “lo que pasa es que no hay guita en la calle”.

Va en el auto por la autopista volviendo a su casa cuando escucha el anuncio de una cadena nacional. Es inconfundible esa voz de Superagente 86 con dolor de testículos. Domingo Cavallo anuncia que a partir de ese día, sólo se podrá retirar 300 pesos de los cajeros automáticos y que, el resto, deberá pagarse con la tarjeta.

Quiere prender fuego todo. No es el único. Un par de semanas después, una movilización masiva se dirigía hacia la Plaza de Mayo. El resto del país se repartía entre saqueos generalizados. Las manifestaciones eran consideradas actos patrióticos y un deber de ciudadano cogido por el Estado. Las fuerzas federales reprimen brutalmente. Muertos.

Pide que se vayan todos, se van algunos y por un tiempito, mientras lo empoman con una devaluación brutal y sin siquiera poder disponer de sus dólares. Entre tanto, el país se convierte en un desfile de zombies que juntan cartones, comen lo que encuentran en los tachos y duermen en la calle.

Un día cualquiera de diciembre de 2013. Un hombre cuelga el teléfono en su oficina. Era su mujer, que puteaba porque lo que ayer salía 15 hoy sale 20. La ansiedad por cobrar el aguinaldo le desapareció cuando el Gobierno avisó que descontarán ganancias del mismo, por lo que probablemente el aguinaldo lo cobre el propio Estado. En la cola del cajero automático, una piba, feliz de la vida, le comenta a otra que la mamá le había contado que en 2001 no te dejaban sacar más de 300 pesos y ahora te permiten retirar 3 mil. El hombre realiza una cuenta matemática en el aire entre los 300 pesos/dolares y los 3 mil pesos con el dolar a 10. Se deprime.

Camino a casa esquiva a tres familias que duermen a cielo abierto, cinco pibes que le piden una moneda para comprar leche, una batalla campal en la 9 de Julio, un piquete de los troskos en Callao, la vieja que vende maquinitas de afeitar en Sarandí e Yrigoyen desde 1995 y tres cortes más de calles, provocados por vecinos que no tienen luz hace días. Se siente afortunado porque vive cerca de un funcionario del Gobierno. Es fácil de reconocerlo, dado que es la única manzana con luz en el barrio. El gobierno le echa la culpa al clima y ni avisan cuándo cortarán el suministro eléctrico. No hay un mango ni para los sueldos de las empresas estatales, que encima funcionan como el totó, pero no se cuestiona.

CFK - Milani

Ya en su casa, el buen hombre se pone al tanto de las noticias. La ola de saqueos en el país tiene un nuevo culpable. De 2003 a 2011 fue Duhalde. En 2012 fueron Magnetto y Moyano. En noviembre de 2013 fueron las bandas narcos y dos semanas después los uniformados que quieren provocar un golpe de Estado. Escucha que la Presidente recuerda que lo mismo le pasó a Alfonsín, comparando a polis hambreados con militares que exigen el fin de los juicios a la Dictadura, mientras asciende a Teniente General a un militar de la Dictadura.

El hombre ni se asombra con las noticias. Si las manifestaciones multitudinarias dejaron de ser una muestra del hartazgo del pueblo para convertirse en intentonas desestabilizadoras financiadas por la oligarquía, todo es posible.

El gobierno que prometió durante 10 años que no habría cortes durante el verano, este año cambió el discurso y prometió más cortes para la temporada estival. La ciudad pasó de estar a oscuras a estar casi a oscuras, gracias a camiones generadores eléctricos gigantes a gasoil. Un ministro festeja un nuevo récord de consumo eléctrico y se lo agradece a El Modelo. El hombre mira la tele y se pregunta si lo que vio en la calle eran cortes de luz o personas jugando a las escondidas a gran escala.

Mucho no le llama la atención, dado que hace quince días leyó que ya había plena ocupación, que la Argentina erradicó el hambre y que la pobreza en provincias como el Chaco, ya no existe. La oposición ganó en octubre y hasta ahora hace lo mismo que venía haciendo, o sea, volteretas entre la nada y la poca cosa, corriendo atrás de la agenda de las cagadas provocadas por el Gobierno.

Un especial le cuenta que esa causa de corrupción que le indignó en 2001, fue al pedo, que todos fueron absueltos y que el único que la pagará es el que denunció falsamente a un puñado de monjes benedictinos. Cae en la cuenta de que es otra causa en la que alguien reconoce un pago de coimas, al igual que en el caso Skanska, y la justicia dice que no, que es mentira, que el denunciante soñó que pagaba coimas. Ahí se aviva de que esperar que la causa Cristina-Lázaro llegue a algún lado, amerita para competir por el Premio Boludo del Año.

Al hombre ya no le indigna nada. No sabe qué le pasó, ni cuándo, pero tampoco se calienta ni se pregunta por ello. Cada vez que sucedió algo que le pareció indignante, vino otra cosa que lo superó con creces. Durante años vio como todo lo que perdía lo recuperaba al poco tiempo, y también vio cómo un puñado de personas decían que esa recuperación no era producto de su esfuerzo, sino obra y gracia de un sólo hombre al que había que mantener en el poder hasta la eternidad.

En sólo una semana vio actos de corrupción que dejan a los escándalos anteriores al nivel de un hurto de caramelos Media Hora, se cruzó con cientos de pobres, cartoneros y linyeras, vivió en una ciudad sin luz, fue testigo de la impunidad judicial, sintió la vergüenza de un país agitado por los saqueos, vio recibos de sueldo de 700 pesos para policías, presenció la represión de Gendarmería y se anotició de que hubo doce muertos en el inicio de diciembre.

Al día siguiente, con el único motivo de sacar un tema de conversación, le pregunta al compañero de laburo cómo la pasó sin luz la noche anterior. El tipo le contesta que no ve la hora de que el Gobierno estatice las empresas que cobran por un servicio que no prestan. Casi le pregunta cómo pretendía tener un servicio como la gente, si paga de luz en pesos lo mismo que pagaba hace 12 años en dólares, pero se frenó.

Era al pedo

Tan al pedo como intentar dialogar con alguien que no se da cuenta que el Papa al que admira por peronista es el mismo Bergoglio al que puteaba por gorila. O como buscar una luz de sentido común en un sujeto que le muestra como logro la cantidad de autos patentados durante el año, a pesar de contar las monedas para cargar la SUBE. Tan al pedo como cuando le hizo un comentario irónico sobre los pobres que dormían en frente, y el compañero le reprochó que “la pobreza no es un chiste”, y que todo se soluciona con más militancia. Tan al pedo como pedirle que se llame a silencio antes de hablar de lavado de dinero, corrupción, pobreza, industria y derechos humanos, mientras todos los días aparece una propiedad nueva de Lázaro Báez, otra prueba en contra de Boudou, los pobres brotan de las baldosas, la industria no genera empleo hace un año y medio, y Bonafini y Carlotto elogian al General Milani, a pesar de que hasta el Cels de Verbitsky lo putea.

Tan al pedo como preguntarse por qué le resbalaban cada uno de los 12 muertos de la semana pasada, los 700 pesos de los policías, la represión de Gendarmería, los escándalos de corrupción y la impunidad judicial.

Así, mientras mira a su compañero casi con ternura, se da cuenta de que encontró la respuesta a por qué ya no se indigna por nada. Y es que hace rato cayó en que la historia está llena de líderes imprescindibles, como así también está llena de países que les sobrevivieron, que si se pudo sobreponer a cada momento “terminal”, este también podrá superarlo, y que la vida pasa por ser feliz a pesar de, y no gracias a nuestros gobernantes.

Finalmente, aprovecha el renovado catolicismo de su compañero, le da un fraternal abrazo y, luego de ofrecerle la heladera para guardar la ensalada rusa, le desea una muy feliz Navidad. En definitiva, su compañero hace lo mismo que todos: intenta ser feliz. Y para algunos, la felicidad pasa por decir que están en el mejor barco de todos los tiempos, aunque se encuentran abrazados a un tablón en el medio del Pacífico.

Papá Noel y el "Eternauta"

Martes 24 de diciembre. Espero que todos tengan una muy reconfortante Navidad. Va de corazón y sin chicanas. Y no se depriman, que a todos nos falta alguien, pero todos tenemos a alguien.
© Publicado por relatodelpresente y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.        

Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Modelo cambiado… De Alguna Manera...


Modelo cambiado…

¡Aguante la ficción! Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Ni Australia ni Canadá: el país estaba mejor cuando Duhalde le pasó la posta a Kirchner. La responsable.

Investigación exclusiva: el plan del Gobierno para perder las elecciones. Autoatentados en Twitter, nombramiento de un jefe militar sospechado de delitos de lesa humanidad, regreso de un director del servicio penitenciario experto en mano dura, festejos por triunfos electorales en la Antártida y la comunidad qom, conferencias de prensa falsas, llantos en cámara y candidatos opas. Cómo es la estrategia del oficialismo para dilapidar en dos meses lo ‘ganado’ en una década”.

La tapa de la revista Barcelona editorializó así, por el absurdo, como una manera de reír para no llorar. Tal vez sea la única forma de comprender lo incomprensible de un gobierno que no deja de atentar contra sí mismo. Se podría sumar al plan de Cristina como jefa de campaña del Frente para la Derrota la comparación que hizo con Australia, Canadá y el aporte obsecuente de Débora Giorgi, que sumó a Estados Unidos a ese insólito torneo donde ganamos en algunos rubros y nos golean en los más importantes.

Si Cristina necesita medir su gestión, no es necesario que vaya a otras latitudes. Puede poner sobre la mesa de análisis los números actuales y colocar al lado los que recibieron de Eduardo Duhalde/ Roberto Lavagna, aunque no soporte a “el Padrino”, como ella bautizó al ex presidente para vincularlo a la mafia de Don Corleone pero que dio en la tecla porque fue Duhalde el que “apadrinó” la candidatura de Néstor Kirchner.

En esas planillas podría ver que recibieron un país que ya no estaba en llamas.

Cuando asumió Néstor encontró 16.500 millones de superávit comercial y crecíamos al 7%, con apenas el 4% de inflación.

Este año, y gracias a la incapacidad de Cristina, con suerte vamos a llegar a los 8.500 millones de superávit comercial, al 2% del PBI y con una inflación que los más prudentes ubican en el 25%. Duhalde se hizo cargo con los bancos cerrados y tapiados y con 18 cuasimonedas, después del default más importante de la historia de la humanidad (triplicó al de Rusia) y en medio de una anarquía social que sembró de muertos la Plaza de Mayo y que reclamaba “que se vayan todos”, con cinco presidentes y después de 42 meses consecutivos de caída del producto bruto y antes de que explotara la convertibilidad y huyera Fernando de la Rúa.

Ese gobierno de transición de 15 meses se retiró sin una sola denuncia de corrupción y le transfirió a Kirchner cuatro ministros (Lavagna, Pampuro, Aníbal Fernández y Ginés) y alrededor de treinta secretarios de Estado.

La mayor parte de lo que la década ganó se dio hasta 2007. Desde que se hizo cargo Cristina “cambió el modelo sin avisar”, como definió Jorge Remes Lenicov, otro de los padres del esquema productivo y virtuoso. Ese equipo que apagó el incendio, en su mayoría, hoy está con Sergio Massa, que en aquellos tiempos manejó la Anses: Lavagna, José Ignacio de Mendiguren, Jorge Sarghini, Miguel Peirano, Martín Redrado, entre otros, y hasta Alberto Fernández, que era jefe de Gabinete y un lado del triángulo del poder político.
Por eso es contraproducente para los K que, en la desesperación por satanizar a quien puede firmar el certificado de defunción del ciclo, lo acusen de neoliberal y de querer volver a los 90. Los colaboradores que eligió parecen querer volver al modelo de Néstor que a Cristina se le fue entre los dedos.

Tal como dice Roberto Gargarella, la segunda mitad del proceso kirchnerista se parece más a la máxima derecha posible que a la izquierda. ¿Cómo se pueden caracterizar la ley antiterrorista, el Proyecto X, la designación de Milani, el pacto con Irán, el abandono del Estado antes, durante y después de las víctimas de la masacre de Once –cuya responsabilidad fue de funcionarios, empresarios y sindicalistas kirchneristas–, el acuerdo secreto con Chevron, la alianza con empresarios de medios menemistas de tiempo completo y dudosa moral, la sociedad con gremialistas burócratas o espías de la dictadura, su obsesión discriminatoria con los pueblos originarios como los qom sólo para mantener su transa con señores feudales como Gildo Insfrán, los intentos de voltear las medidas cautelares –que son un verdadero escudo para los más desprotegidos–, las trabas a los juicios jubilatorios o cobrarle impuesto al salario de los trabajadores? Y es sólo una lista provisoria.

Juan José Campanella, conmovido en el acto por la tragedia del tren Sarmiento, en la que la corrupción de Estado asesinó a 52 personas, fue en el mismo sentido. En su discurso dijo: “Si está mal indignarse cuando alguien dice que la corrupción es abstracta, entonces soy culpable. Si eso es ilegal, soy más que culpable, soy reo confeso. Es más, me ofendería si me absolvieran”.

Esta Argentina bajo emoción violenta emite señales cruzadas. Daniel Scioli, que hasta hace un par de meses era “la gran esperanza blanca de la derecha y las corporaciones”, hoy es la última tabla de salvación a la que se aferran hasta los que se cansaron de fustigarlo, como Martín Sabbatella. Alberto Pérez, siempre tan prudente, acusó a Sergio Massa de “tener un pacto con Magnetto para socavar la gobernabilidad”. ¿No será mucho acuerdo para dos personas que no se conocen? Hasta hace 15 minutos, el niño mimado del Grupo Clarín era Scioli, quien no faltaba a ninguno de sus eventos institucionales.

El gobierno nacional no sale de su confusión porque no entiende o no quiere entender lo que pasó. Cristina dice que no van a cambiar nada y Daniel Scioli que se van a hacer todas las correcciones necesarias. ¿A quién hay que creerle? ¿En nombre de qué proyecto habla Scioli cuando dice que hay que cuidar que este gobierno termine lo mejor posible? ¿Está hablando de Cristina o de su propia provincia? La tozudez y el aislamiento de la Presidenta llevaron a su gobierno a esta situación de debilidad, que puede potenciarse en octubre. Ni la oposición ni los medios la obligaron a cometer torpezas seriales. El kirchnerismo llegó al poder sin el apoyo del periodismo, y ahora sufre fuertes turbulencias pese al respaldo de un amigopolio tan ineficiente como subsidiado por todos. Como dice Julio Bárbaro, “nunca tantos fondos públicos se transformaron en ganancias privadas”. Es la confirmación de que la historia la construyen los pueblos y no las operaciones de prensa.

Ella fue y sigue siendo la responsable principal de cuidar las instituciones, la paz social y la República. Todos debemos ayudar. Ojalá se deje ayudar.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 25/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

miércoles, 29 de mayo de 2013

La Asamblea interminable que nos parió... De Alguna Manera...


La Asamblea interminable que nos parió...


Si. Nacimos de una asamblea interminable que empezó por la mañana y finalizo pasada la medianoche. Nacimos de una asamblea inusitada en los confines del mundo en un día frio de mayo hace 203 años. El 22. Era viernes.
 
Esa reunión fundacional fue el equivalente de una maratónica sesión de la actual Cámara de Diputados. Aclaro que solo por el numero; las comodidades eran otras (los objetivos y los personajes también). 257 son los actuales diputados, 251 vecinos los que iniciaron el famoso Cabildo Abierto de entonces.
 
Que estuvieron apretados no cabe duda y que el Cabildo actual fue reconstruido a una escala menor tampoco. Basta hacer la prueba y subir a la galería del Balcón del primer piso y aun calculando las alas que se amputaron del viejo edificio, le cuesta a uno imaginar otra reunión que no sea bastante incómoda, apretada y con mucho frio.
 
La asamblea fue tensa, con gente entrando y saliendo. El debate interminable. Según cuentan las crónicas se mando a traer comida para que los invitados no se fueran al mediodía. Serian empanadas y pasteles seguramente. Ya desde esa época, a los que íbamos a ser argentinos, nos sacaban de apuros las empanadas y el delivery.
 
Poco más de 200 terminaron votando. A los otros los venció el cansancio, las especulaciones, quizá una cena familiar o la inconsciencia de lo que se avecinaba.
 
La lista original de invitados era de 600 pero fue "pulida" a 450. Esa fue la cantidad de invitaciones que se imprimieron, con tan mala fortuna para el Virrey, en la imprenta de Donado, un conspicuo revolucionario. La invitación tuvo así un alto grado de discrecionalidad en favor de la causa Patriota. De los 450 ingresaron 251. El resto tuvo miedo, o nunca le llego la invitación o le bloquearon el acceso a la Plaza los Chisperos de French y Berutti.
 
Efectivamente desde el día 21, como contrapeso de las milicias de Saavedra, un número importante de jóvenes se agruparon alrededor de los patriotas y convirtieron a French y Berutti en sus líderes naturales. Muchos de ellos ya tenían experiencia militar de la época de las invasiones inglesas, pero lo que más los caracterizaba era su entusiasmo y la apropiación de las ideas de libertad e igualdad, que lo inundaban todo en el Rio de la Plata.
 
Por lo que se cuenta eran muchos y no andaban con vueltas. El frio, la lluvia y la humedad del otoño de la época, obligaba a andar con capotes. Capotes que ocultaban pistolas y puñales.
 
Es dable pensar que soñaban con imitar a los Jacobinos que hacía 20 años en otras calles y plazas de la lejana Paris, habían terminado con la Monarquía más rancia de Europa.
 
Los entusiastas muchachos crearon la escarapela, que nunca sabremos de qué color fue realmente, lo que si queda claro es que no surgió de un rapto de inspiración. Fue una contraseña para poder mostrar la adhesión a la causa revolucionaria. Ese día quien no la tenía, no entraba al Cabildo o le costó bastante entrar.
 
Solo por un minuto imaginen la Plaza de Mayo sin colectivos, ni transito, sin bocinas, sin luces, sin semáforos y sin miles de personas caminando. Solo un gran espacio abierto de tierra, alguna que otra carreta o caballo. Imaginen ese silencio.
 
Si sesionaron como no cabe dudas, en la galería del balcón, los gritos y discursos encendidos se deben haber escuchado casi hasta donde hoy está la pirámide o en la mismísima Recova. La tensión retumbaría en la tranquilidad de la hoy inimaginable plaza.
¿Cual fue la esencia de lo que se discutió ese día?
 
Para los realistas, ganar tiempo para quedarse en el Poder a como de lugar, esperando nuevas noticias de España y buscar cómo sobrevivir coordinando con los sectores pro monárquicos del interior de la actual Argentina, con el Alto Perú y el Virreinato del Perú.
 
La postura revolucionaria era inequívoca: Cesado el poder del Rey, el poder vuelve al pueblo y es el pueblo el que decide que hacer. Así nació lo que sería nuestro país. Alrededor de una coincidencia fundamental: lo que no se quería ser más.
 
Los Patriotas venían de caminos, estrategias e ideas distintas. Llegaron juntos a ese día porque la oportunidad fue tan única que unió a todos y porque unos pocos se dieron cuenta que valía la pena unirse. Lo que sucedería después estaría en la cabeza de todos en ese Cabildo del 22. Y todos (por lo menos los más importantes) tendrían su propia versión de la continuidad de las cosas y habrán reservado con más o menos ambición y vanidad, su lugar en la historia que nacía.
 
Fue una época de división de familias, de amigos. De ruptura de viejas lealtades y culturas centenarias. La ciudad estaba militarizada y con un intenso debate político sobre el futuro de estas tierras. El aroma más fuerte para el ser humano, mucho más fuerte que el más exquisito de los perfumes o que la pestilencia más repugnante, es el olor a vacío de poder. Eso es lo que percibió el puñado de revolucionarios criollos en los días de Mayo.
 
Ese puñado de hombres se zambulló en ese vacío para intentar llenarlo, sabiendo que seria a matar o morir.
 
Muchos fueron los protagonistas. En realidad, la gran cantidad de actores reflejaba la diversidad de visiones de lo que había que hacer. Por lo tanto esa semana fue la obra de muchos sin que alguien se destaque demasiado o se convierta en líder del movimiento naciente. Saavedra mantuvo el aplomo necesario al saberse vital por su condición de Jefe de los Patricios. No hizo de más, pero tampoco de menos y fue clave en la mirada de los que votaron en el Cabildo del 22. Al menos esa noche no se equivoco.
 
Es probable que Moreno haya repasado toda su vida ese día. Quizá intuía que nacería como nació, horas más tarde, en el lluvioso 25. El cabildo del 22 lo encontró como dicen las crónicas, callado y meditabundo. Es probable que tuviera noticias o haya sacado conclusiones de lo peligroso que era lo que se estaba haciendo o que para su temperamento previsor y realista se estaban tomando pocas precauciones o peor aún, veía ya las divisiones y peligros internos futuros. Escucho a todos y no abrió la boca. Moreno el de las contradicciones tan típicas del país que nacía: Católico y Rousseauniano. Defensor de los hacendados e indigenista. Pluma brillante y hombre de acción. Admirado y seguido de cerca por los ingleses y buscado por el ultra españolista Álzaga, para que integre la Junta de la malograda asonada un año antes. Quizá pensó en su tierna chuquisaqueña Guadalupe a la que dejaría lentamente.
 
¿Quién era el verdadero Moreno? Nacería en pocas horas.
 
Si tengo que elegir dos protagonistas del día fundacional, no dudo: Belgrano y Castelli. Abogados los dos. Primos. Uno casado, el otro soltero. Conocidos amantes empedernidos de mujeres de la entonces pequeña ciudad. Los dos Carlotistas. Lo intentaron todo y de mil maneras. Belgrano con una formación académica más solida. Castelli, sin una historia oficial en nuestra historia, al menos como para saber cual podría ser la no oficial. Personalidad impetuosa; dio en todo momento la sensación que con sus 43 años (de esa época) estaba dispuesto a jugársela a todo o nada. Gano y perdió. Cuando gano, ayudo como pocos a que naciéramos. Cuando perdió, murió. Y se lo olvido.
 
Belgrano fue puro nervio esa semana. Empujo a todos previo al Cabildo del 22 y aguijoneo también a todos, irritado y enojado, a que el 25 seria por la buenas o por las malas. Era el encargado de dar la señal, si hacía falta, para que entren los muchachos de French y Berutti en nuestra asamblea fundante y se arregle todo a los sablazos.
 
Sin Belgrano y sin Castelli que dio el discurso más importante de nuestra historia, se hubiera dificultado nuestra naciente revolución.
 
El 22 es una metáfora bien argentina. Ese día fue una mezcla exacta y perturbadora de planes, improvisaciones, silencios, titubeos y audacias. De la suma de todo, conseguimos el cese de las autoridades vigentes hasta ese momento, logramos el autogobierno y empezamos a recorrer el camino inexorable hacia la independencia.
 
Como fuere, los que ganaron la votación ese día, pusieron en movimiento una rueda que ya no se detendría.
 
Las ideas que nacieron en la Quinta de los Rodríguez Peña, donde hoy está la plaza en la esquina de Callao y M.T de Alvear y que tomaron forma en una maloliente y todavía inubicable jabonería de San Telmo, habían encontrado su oportunidad en esta ciudad perdida del sur del mundo.
 
Aquí, donde las sudestadas cada tanto recordaban la precariedad de lo que habían fundado Mendoza y Garay.
 
Aquí, lejos de los lujos y riquezas del Perú y más lejos aún de España, germino una rebelión con éxito.
 
La ciudad de los contrabandistas tuvo su momento y no lo desaprovecho.
 
La asamblea interminable de ese 22 de mayo, con sus pasiones, errores y temores, aun nos acosa como un fantasma eterno.

© Escrito por el Diputado Nacional Roy Cortina el lunes 27/05/2013 y publicado en: http://www.facebook.com/RoyCortina