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jueves, 24 de enero de 2013

No se olviden de Cabezas... De Alguna Manera...


Un nuevo Aniversario de un Crimen Mafioso…


Eran las 4:30 del sábado 25 de enero. Oscar Andreani gozaba del éxito de su cumpleaños. Las cámaras fotográficas lo eternizaban posando sobre la escenografía que armó en el quincho de su casa y que pretendía imitar a un buque. Los invitados eran más de 200 y Pinamar se encontraba con su capacidad hotelera al máximo. Sus ciudadanos se preparan para la gran noche de los fuegos de artificio del desfile de Roberto Giordano. La avenida Bunge estaba más que resplandeciente. Andreani disfrutaba al máximo mientras esperaba la llegada del basquetbolista "Magic" Johnson. Y José Luis Cabezas, el reportero gráfico de la revista Noticias, levantaba su cámara Nikon F-4 para hacer la última foto de su vida.

El fotógrafo había llegado al cumpleaños de Andreani a las 23:40 junto con el periodista Gabriel Michi. Dejaron el Ford Fiesta blanco, patente AUD396, a 100 metros de la puerta lateral de la casa. Michi estuvo en lo de Andreani hasta las 4 de la mañana. Luego se había ido con Carlos Alfano, fotógrafo de la revista Para Ti, que lo llevó hasta el departamento que Noticias alquilaba en la avenida Bunge.

A las 5 de la mañana José Luis Cabezas decidió que era hora de volver a su casa. Aparte de Candela, su hija de cinco meses, lo esperaban Juan Ignacio y María Agustina, los hijos de su primer matrimonio. Ese día, habían llegado a la casa de Gabriel Michi tres amigos para festejar el cumpleaños del periodista, el cual iba a ser al día siguiente. A las 5:10, Cabezas se despidió del fotógrafo Eduardo Lerke, de la revista Caras. Salió a la calle por la puerta principal y hasta allí lo acompañó Marcelo, productor del programa radial de Juan Alberto Badía. Diana, quien vive a cuarenta metros de la puerta lateral de la mansión de Oscar Andreani, esa noche se convirtió en una testigo clave en el caso. A un costado de su propiedad estaba estacionado un Fiat Uno blanco, de cinco puertas. En el interior del Fiat -que estaba chocado en su frente- había dos hombres. Diana ingresó a su casa y su madre le dijo que esos hombres estaban ahí dese las 0:30. En realidad, los hombres eran tres, uno de ellos –que tenía una campera de cuero negra- recorría la calle en donde estaba estacionado el auto alquilado por Noticias. Los hombres se reemplazaban entre sí y se intercambiaban la campera. Diana, de pronto, decidió salir, golpeó la ventanilla del conductor y un hombre gordo de 1,80 de estatura salió del auto.

-“¿Qué hacen acá?, ¿Ustedes quiénes son?”

-“Somos custodios.”

-“¿Custodios de quién?”

-“Ya te vas a enterar.”

El gordo solo atinó a reirse y llamó a su compañero que estaba haciendo guardia. Diana cruzó y le contó todo lo ocurrido al custodio de la fiesta de Andreani. El guardia salió a su encuentro y habló con los hombres del auto. Luego, volvió para prevenir a Diana: "-Métase adentro que lo que pasa acá es muy raro".

-“Si ustedes no llaman a la policía, la llamo yo”.

-“Deje, nosotros nos encargamos”.

Según Diana, a 30 metros, sobre la otra calle, aguardaba un Duna blanco con más sujetos.

El martes por la noche, después de los tres nuevos identikits que aportó Diana a la causa, reconoció, entre mil fotos de prontuario, a uno de los hombres que vio y que estaba como acompañante en el Fiat en cuatro de las imágenes.

Crimen por encargo

El reloj "Tag Heuer" de José Luis Cabezas se había parado a las 5:43. El auto estaba íntegramente quemado. No explotó. Los vidrios del sector derecho se hallaban casi derretidos. Las ópticas delanteras quedaron en el suelo, rozando el Ford Fiesta, que había sido bajado hasta una cava de 2 metros de profundidad, 14 de largo y 7 de ancho. "Se utilizó alcohol metílico", dijo un informe preliminar de los Bomberos. Sus manos estaban esposadas.

Una bala calibre 32 -después se determinó que eran dos- quedó dentro de su cráneo. Los peritajes no pudieron precisar si murió en el acto. Había mucho hollín en sus pulmones. La opinión de los especialistas es que dada la forma en que se halló el cuerpo, quemado en un 80 por ciento, el humo pudo haber entrado después del fallecimiento.

El sábado 25 A las 13hs., Gabriel Michi esperaba junto a su mujer Luz a José Luis Cabezas. Tenían planeado hacer una recorrida por la playa en busca de las modelos de Roberto Giordano. Luego de esperar un poco llamó a la casa de José Luis, desde donde atiende su suegra y le dice que el fotógrafo no había llegado aún. De inmediato, Michi mandó un radiomensaje al número 5425056 de la empresa Skytel, perteneciente a Cabezas. Al no obtener respuesta emprendió una larga cadena de llamados telefónicos: los balnearios, la casa de Andreani, el comisario Alberto Gómez de Pinamar y nuevamente a la casa de Cabezas. Sin ninguna respuesta positiva, Michi decidió ir a la comisaría.

El comisario Gómez lo atendió en su casa que da a los fondos de la dependencia policial y le preguntó sobre la marca del auto en que circulaba Cabezas. -“Es un Ford Fiesta blanco, patente AUD396”, responde Michi. A lo que Gómez alerta: -"Creo que tengo una mala noticia para darte". De ahí fueron hasta la ruta 11 y recorrieron unos 8 kilómetros, doblaron a la izquierda y anduvieron 5 kilómetros más por el camino de tierra que conduce a la laguna Salada Grande. Llegaron a una cava que había sido hecha 15 días antes por la Municipalidad de Madariaga para nivelar el camino de tierra y le preguntaron si reconocía el auto. Gabriel Michi recordó en ese momento que el Ford tenía un golpe en el guardabarro derecho y pidió que lo dejen descender a la cava para comprobarlo. Lo que quedaba del auto tenía un golpe en ese lugar. El periodista, entonces, levantó la vista y vió el cadáver de su compañero que aún permanecía en el Ford. El mismo cadaver que conocimos todos por las terribles fotos que circularon luego de ese fatídico 25 de enero.

La policía le muestra unas llaves, un trozo de una bota texana, un masacote de plástico y dos cartuchos de película. Michi no lo podía creer. Quedó paralizado. En febrero de 1996, José Luis Cabezas había hecho fotos del narcoempresario postal Alfredo Yabrán y de su mujer caminando por la playa. Era la primera vez que un fotógrafo podía capturar la imagen del empresario en esas circunstancias. La foto de Yabrán fue la tapa de la edición del 3 de marzo de 1996 de Noticias. Cuando se enteró de la existencia de esa foto, el empresario telepostal ardió de furia. En otra oportunidad había dicho: "Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente". A partir de la publicación de esa nota, José Luis Cabezas y su mujer, María Cristina Robledo, empezaron a recibir advertencias y amenazas telefónicas que se sucedieron durante todo 1996.

No era casual que esto les pasara. El 20 de diciembre de 1996, Noticias había comenzado la cobertura del verano en Pinamar. A los dos días de iniciada, Cabezas dijo que uno de los hombres más cercanos al intendente Altieri le había hecho una confesión bajo estricto secreto: -"Gente vinculada a Yabrán estuvo tratando de averiguar tu dirección".

Alfredo Yabrán odiaba dar reportajes. Odiaba también que lo retrataran. Prueba de eso es la cantidad frustrada de veces en las que se lo intentó entrevistar o simplemente hablar.

Gabriel Michi y José Luis Cabezas trataron, durante todo enero, de acercarse al empresario para proponerle un reportaje. Yabrán  utilizaba para sus desplazamientos en Pinamar una camioneta Land Cruiser bordó, patente AKR282. Con ella llegó al balneario Bacota a mediados de enero. Cuando los periodistas quisieron estacionar su Ford Fiesta, un empleado del balneario se los impidió. Los periodistas tuvieron que irse inmediatamente. Yabrán había abandonado su camioneta y ya estaba lejos.

En otra oportunidad, El sábado 18 de enero, el empresario, siempre rodeado por una temible custodia personal, estaba cenando en la parrilla "Martín Fierro" de Valeria del Mar. Michi iba solo en su auto y al descubrir la presencia de Yabrán trató de ingresar al restaurant. Dos hombres de seguridad se lo impidieron. Ante la mirada atenta de los guardaespaldas, el periodista debió abordar su Ford y retirarse del lugar.

En enero de 1995 los periodistas de Noticias cubrían el verano en Pinamar y encontraron los dos autos de alquiler que utilizaban para movilizarse despedazados con una precisión admirable. Los dos Volkswagen Gol tenían los vidrios rotos y los neumáticos destrozados. El día anterior, la revista había publicado por primera vez la foto de Alfredo Yabrán. Hasta ese momento, su rostro era un enigma.

Testigo indiscreto

José Luis Cabezas era una persona extrovertida. A lo largo de cinco temporadas en Pinamar había logrado concentrar una importante cantidad de fuentes informativas. Una de ellas era Rafael El Rafa De Vito, dueño, entre otros negocios, del más importante corralón de materiales de la zona y del balneario Cocodrilo. El Rafa mantiene una excelente relación con Eduardo Duhalde y fue el principal artífice para que el gobernador comprara una casa en Pinamar por 60.000 dólares que ahora está tasada en 150.000: De Vito le hizo un precio especial por los materiales que utilizó el gobernador para refaccionar su casa. A menos de 100 metros del chalet, rodeado de guardaespaldas, fue visto por última vez José Luis Cabezas con vida. Hoy, Rafael De Vito suena como el sucesor de Blas Altieri en la conducción de la Municipalidad de Pinamar.

Cristina y Candela, la mujer y la hija menor del fotógrafo, ocuparon durante enero una carpa en Cocodrilo. Cuando Cabezas quiso pagar el alquiler,El Rafa le contestó: "Yo no te puedo cobrar. ¿O vos no sabés lo que te quiero?". Después del homicidio, Rafael De Vito dice otra cosa.

Desde el mismo momento en el que mataron a José Luis Cabezas, muchos de los policías que investigaban el caso hicieron notables esfuerzos para intentar demostrar que el homicidio tenía que ver con la vida personal del fotógrafo y no con su actividad profesional. De ese tenor fueron las primeras preguntas que recibieron los compañeros del fotógrafo en la noche del sábado, cuatro horas antes de que se presentara el juez José Luis Macchi en la comisaría de Madariaga. Esa línea también recibió refuerzos inesperados. Un ex comisario de la Policía Bonaerense vinculado a la SIDE informalmente, hizo cuatro llamadas en dos días a la redacción de Noticias insistiendo en la cuestión de que "hay que investigar a la víctima".

Blas Altieri es el intendente de Pinamar y tenía una relación muy particular con Alfredo Yabrán. Sospechado de pertenecer al círculo íntimo del empresario, el martes 28 de enero hizo verdaderos esfuerzos por demostrar su amistad y su consternación por el destino de Cabezas y se apuró a lanzar una definición muy elocuente: "Yabrán no tiene nada que ver con el caso".

El miércoles 29, una persona le acercó a un periodista de Canal 13 una caja vacía de esposas. "Yo trabajo en el edificio 'Marinas II' y encontré esto en las cocheras", dijo el hombre -morocho, de 1,85 y pelo crespo- antes de salir corriendo. Ese era el edificio donde se había alojado Gabriel Michi durante su estada en Pinamar. La caja resultó ser el envoltorio de unas esposas de juguete.

El domingo 26, un productor del programa de Juan Alberto Badía encontro un teléfono celular Miniphone. Luego de hacerlo llegar a la redacción de revista Noticias, fue entregado al comisario inspector Carlos Rossi, jefe del grupo operativo de la investigación. Los policías alentaron en ese momento esperanzas alrededor del teléfono y algunos llegaron a sostener ante los medios que pertenecía a Cabezas, a pesar de que el fotógrafo nunca tuvo celular. El aparato fue descubierto semienterrado en las cercanías de la casa de Oscar Andreani, en el mismo lugar donde estaba el Ford Fiesta.

Más allá de todo lo que se pueda decir acerca de José Luis Cabezas, no hay que olvidar ni siquiera por un momento, la manera en la que fue asesinado.  Su muerte es y será el eterno fantasma de un pasado que nunca más debe ser parte de nuestras vidas...

© Escrito por Christian Sanz (Parte del libro "La larga sombra de Yabrán", de Christian Sanz (Sudamericana, 1998)) y publicado el jueves 24/01/ 2013 por Tribuna de Periodistas.



lunes, 15 de octubre de 2012

José Luis Cabezas... De Alguna Manera...


La Universidad de La Plata pondrá el nombre de Cabezas a un aula...

José Luis Cabezas.

Será en la sede Néstor Kirchner de la facultad de Periodismo. En el homenaje se expondrá parte del trabajo del fotógrafo de NOTICIAS.

La Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP le pondrá “José Luis Cabezas” al aula 4 del edificio Néstor Kirchner, la nueva sede ubicada en el Bosque platense.

La medida fue iniciada por la agrupación estudiantil Rodolfo Walsh que conduce el Centro de Estudiantes y el acto,  que contará con una exposición fotográfica con algunas de los mejores trabajos del reportero, se realizará el próximo martes 16 de octubre a las 18 en el edificio Néstor Kirchner, ubicado en calle 63 y diagonal 113 de La Plata.

Entre los asistentes al homenaje estarán la decana la facultad, Florencia Saintout, la hermana del fotógrafo Gladys Cabezas, el ex jefe editor de Fotografía de la revista Noticias, Hugo Ropero, y el presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina – ARGRA, Raúl Ferrari.

En enero de este año se cumplieron 15 años del asesinato de José Luis Cabezas. En la actualidad todos los condenados por el crimen están libres.

© Publicado en la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 15 de Octubre de 2012.


lunes, 24 de septiembre de 2012

Otro José Luis Cabezas... De Alguna Manera...


Otro José Luis Cabezas...

Homenaje. Armando, el hijo mayor de Adams Ledesma, eleva al cielo el Premio Perfil, en simbólica entrega a su padre, el asesinado conductor de Mundo Villa TV.

El 7 de diciembre, el periodismo militante o el hegemónico y la guerra Gobierno-medios, por un momento dejaron de tener sentido. Perdieron relevancia y se transformaron en algo frívolo y superficial. Fue el martes pasado, cuando la mamá y los hijos del periodista Adams Ledesma Valenzuela subieron al escenario en el auditorio Astor Piazzolla del Centro Cultural Borges para recibir el Premio Perfil a la Libertad de Expresión Nacional 2012. El hijo mayor del periodista asesinado, Armando, levantó el premio hacia el cielo, dijo “es para vos, papá” y embargó a todos los presentes de su misma emoción.

El 5 de junio de 2010, PERFIL cubrió el lanzamiento de Mundo Villa TV, el canal comunitario que la Ley de Medios le exigió a TV Digital Retiro, el primer cableoperador de la Villa 31, que interconectó a sus 1.500 hogares. Hasta entonces, sólo DirectTV había ingresado en la zona casualmente porque no requería cableado (Cablevisión nunca entró).

En Mundo Villa TV trabajaban veinte personas, pero todos vivían de sus otros oficios. Ledesma, el director y conductor del noticiero, además era el herrero más conocido del barrio. Y en esa nota, con una pureza conmovedora, dijo: “Vamos a hacer periodismo de investigación, a filmar a los famosos que vienen en 4x4 y BMs a comprar droga”, cansado de que “los de afuera” estigmatizaran a la 31 como el reino de los “narcos y los chorros”. Tres meses después, en la madrugada del 4 de septiembre, fue asesinado a puñaladas por un vendedor de drogas, Christian David Espínola Cristaldo, quien acaba de ser condenado a 18 años de prisión por ese homicidio. El abogado de Adams Ledesma sostuvo durante el juicio que la víctima “no soportaba ver a los chicos de la villa consumiendo droga y siempre echaba a Espínola para que no pudiera vender droga”.

La mayor cantidad de asesinatos de periodistas en Latinoamérica es producida por narcotraficantes. En México hay decenas de casos, pero nunca hubo uno en la Argentina. Se sigue diciendo que José Luis Cabezas fue el único periodista asesinado en democracia, pero desde hace dos años esto no es más así, porque Adams Ledesma se suma a la lista. Aunque por no pertenecer a ningún medio importante su caso es prácticamente ignorado.

Como si tuviera que morir varias veces, a Ledesma lo mató primero el asesino que lo acuchilló, luego la ausencia del Estado porque murió en la ambulancia, que tardó cinco horas en entrar a la villa, y de manera simbólica, por la poca atención que su caso tuvo para el periodismo profesional. En el blog espectadores.wordpress.com, María Bertoni escribió: “Es triste cómo se considera a algunos periodistas de segunda y por tanto pasibles de olvido si algo les sucede. La solidaridad de los periodistas corporativos es una manta corta”.

Ledesma era boliviano, hacía diez años que vivía en Argentina y tenía seis hijos. Se hizo periodista en nuestro país y quiso emular el concepto de periodismo de investigación, que lo sedujo siendo audiencia. El mayor de sus hijos estudia periodismo.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 21 de Septiembre de 2012.


domingo, 5 de febrero de 2012

José Luis Cabezas... De Alguna Manera...

No entrar en el juego...

 José Luis Cabezas. Dibujo: Pablo Temes.  

Quince años del asesinato de Cabezas. Vi por la Web el fragmento del programa 6,7,8 en el que Orlando Barone habla de José Luis Cabezas. Desde mi punto de vista, el periodista toca un punto sensible de la labor periodística en la Argentina. Se trata de la relación de la prensa con el entramado mafioso del poder. No me pareció que Barone degradara la labor de Cabezas, sino que sostenía que el fotógrafo era una parte menor de un engranaje mediático con piezas de mayor importancia en las llamadas investigaciones sobre ciertos personajes públicos.

Decir que no murió en Afganistán, como afirmó Barone, no parece contribuir a la buena fe de sus dichos, pero nuevamente creo que no se puede soslayar un tema, y su correspondiente debate, por una desgraciada expresión o una supuesta mala intención del autor de ésta.

Estamos ya adiestrados en calificar las expresiones de acuerdo con quien las emite. Identificamos a nuestros adversarios como si fuéramos burócratas al servicio de una causa sagrada y hacemos lo posible para desestimar, cuando no distorsionar, sus dichos.

Hoy, la prensa oficial y opositora, en general, no parece tener otro modo de acción que el de mostrar la perversión de los de la vereda de enfrente, y en este mundo de perversiones globales, la información no existe; el análisis, menos, mientras se multiplican las acusaciones a los difamadores que siempre están en la vereda de enfrente.

Yabrán era un intocable, e invisible. Por supuesto que nadie podía suponer que la publicación de su foto en un medio masivo iba a provocar su asesinato con dos tiros en la cabeza, y menos aún, que sus asesinos estén en libertad. Nadie lo esperaba ni podía suponerlo, pero esto no significa que no se estuviera consciente de que sí podía suceder, en un país en el que el Estado y sus servicios han llevado a cabo crímenes de todo tipo cuando se descubre una verdad que desnuda su estructura de poder, y que en los llamados gobiernos democráticos este dispositivo no ha sido desmantelado. Ni en tiempos de Menem ni ahora.

Muchos recordarán que en la misma época, en una entrevista a un poderoso dirigente gremial, por la molestia que le causaban las preguntas del cronista, le preguntó sin inmutarse si no quería terminar en el Riachuelo. O la epopeya dolorosa que padecían periodistas y fotógrafos cuando querían conseguir alguna primicia de María Julia, cuando lucía sus pieles, y la funcionaria mandaba a su custodia a que apaleara a los entrometidos paparazzi.

El crimen de Cabezas no sólo está impune, sino que confirma que hay límites por todos conocidos que nos obligan a preguntarnos sobre la protección que reciben o que deberían recibir cronistas, periodistas, fotógrafos, camarógrafos, etc., en investigaciones en las cuales sus espaldas no están cubiertas y la impunidad de los poderosos es la regla.

Cuando se habla de calidad institucional, no es sólo una remisión a una treta de campaña electoral ni un artilugio de republicanos cesantes; se habla de vida y muerte, y cuando esta calidad –para llamarla de un modo poco adecuado– no sólo está ausente; más aún, cuando se la descuida con sorna, hay que tener cuidado.

La paranoia –por no decir la prudencia–, en nuestro país, es un mecanismo de defensa necesario y urgente ante un poder impune con pretensiones de expansión a cualquier costo.

Responsabilizar a editores o dueños de medios de aquel crimen es de cobardes, y una muestra de la degradación, esta vez sí, a la que ha llegado la tarea periodística en la Argentina. Se usa cualquier información con total impudicia con el objeto de denostar a quien se declara enemigo. Pero no por eso hay que entrar en el juego, aunque más no fuere para no colaborar con la decadencia general y avalarla con procedimientos sino similares, con el riesgo de ser confirmatorios, a pesar de las intenciones, de la situación comunicacional que vivimos. Por el contrario, es mayor la exigencia que debemos tener con nosotros mismos para no dejarnos mimetizar por la mediocridad de un periodismo degradado.

Segundo tema. En estos días hemos presenciado una discusión con varios personajes acerca de la identidad política e ideológica de Jorge Abelardo Ramos. Sin entrar en la búsqueda de situaciones, palabras, gestos y cartas personales, que rectifican o ratifican su adhesión menemista, no resulta claro en qué puede llamar la atención que un hombre clave del revisionismo histórico haya apoyado a Menem, a su política de privatizaciones, a sus relaciones carnales con los EE.UU, a su abrazo con el almirante Rojas, los ositos de peluche a los kelpers, porque no sólo fue el único, sino uno más de tantos peronistas que lo hicieron con entusiasmo, lirismo y argumentos. El riojano con patillas, repatriador de Rosas, evocador de las montoneras, representaba lo más noble de la tradición nacional y popular.

Había derrotado a esa especie de socialdemocracia peronista que era el movimiento de la renovación que imitaba al alfonsinismo, y su simbología permitía que se volviera a las fuentes que hicierona la patria grande antes de la integración en el mercado mundial y del aluvión inmigratorio que produjo a la Argentina gringa.

La política de Menem estaba subordinada en importancia a su ideología con sus referentes históricos alabados por la tradición a la que pertenecía. La realidad mundial podía obligarlo a tomar medidas en apariencia no acordes con el nacionalismo de otras épocas, pero a nadie se le ocurría que por eso era un traidor; todo lo contrario, lo consideraban fiel en su amor al pueblo peronista y a los héroes epónimos de la nostalgia colonial y al caudillismo de chiripá, poncho y facón. Sus medidas políticas tan admiradas no hacían más que reflejar su visión de estadista. Veía el horizonte.

Puede recorrer quien disfrute de este tipo de hallazgos las frases de los discursos y declaraciones de políticos y de gente de la cultura nacional y popular, para detectar todas las veces que emplearon la palabra “estadista” cuando se refirieron al ex presidente.

Hoy no sucede algo muy diferente. Lo que importa es la ideología –llamada por los avances de la República de las Letras “relato”– que ha sumado a la epifanía nacional a la juventud maravillosa de la década del setenta y a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, lo que subordina a esta fe política cualquier medida que pueda ser cuestionable por quien no profese la religión de la argentinidad. Ni los glaciares ni la explotación minera ni los negocios energéticos ni los secretos de Caja ni Sueños Compartidos ni los esfumados fondos de Santa Cruz, nada de una larga lista de objeciones, podrán hacer mella en el credo nacional y popular.

La palabra “estadista” también ha recuperado vigor en la figura esta vez de Néstor Kirchner para trasladarla de acuerdo con el vértigo de los acontecimientos a la actual figura presidencial. Nada cambia, la variación de los factores conserva el producto.

© Escrito por Tomás Abraham (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 4 de Febrero de 2012.

(*) Filósofo. (www.tomasabraham.com.ar).

lunes, 30 de enero de 2012

Cabezas... De Alguna Manera...

Cabezas...

Pinamar, 1996. Néstor y Cristina Kirchner junto a su hija, retratados por José Luis Cabezas.

Un año antes de morir asesinado, José Luis Cabezas fotografió a Néstor y Cristina Kirchner junto a su hija Florencia de vacaciones en Pinamar. Fontevecchia le contesta a Barone

Revisando los archivos al cumplirse 15 años del asesinato del fotógrafo de Editorial Perfil, surgió una nota de la revista Noticias del 21 de enero de 1996 titulada “La patagónica rebelde”, donde Cristina Kirchner responde así:

Periodista: Muchos justicialistas comparan a Menem con Perón.

Cristina Kirchner: La transformación económica que se está desarrollando es muy importante, pero es una barbaridad comparar a Menem con Perón. Acá hay dirigentes que creen que el 14 de mayo (N. de R.: cuando Menem fue reelecto con 50% de los votos) la gente que votó la fórmula Menem-Ruckauf dijo: “Los voto porque son Gardel, esto es maravilloso, estoy feliz, viva la vida”. Pero ése no fue el sentido del voto. La gente votó por lo más serio, por la economía.

Una semana antes, José Luis Cabezas ya había fotografiado a Néstor y Cristina Kirchner con Gustavo Beliz, a quien apoyaban como futuro candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Luego Beliz se unió al partido Acción por la República y compartió fórmula con Cavallo, quien fue candidato a jefe de Gobierno y Beliz a vicejefe. Dentro de la misma coalición, Alberto Fernández integraba la lista de diputados en representación de los Kirchner.

Que los Kirchner no opinaban lo mismo sobre la economía de los años 90 que cuando llegaron al gobierno no es una novedad; sí lo son las fotos de José Luis Cabezas en ese contexto, y no hay mejor fecha que ésta para recordarlas.

Al revés, como hizo Orlando Barone desde el programa 6, 7, 8, no hubo peor momento para decir sobre José Luis Cabezas que: “No sé cuál es la responsabilidad de Fontevecchia acerca de cuando un fotógrafo que ganaba un sueldo bastante modesto como fotógrafo –me consta, yo estuve en Pinamar en ese momento– fue mandado en una misión con los altos riesgos que ésta demandaba, que todos suponían, que le costó la vida y que la editorial aprovechó con grandes editoriales durante mucho tiempo. Yo sé que es antipático lo que estoy diciendo, pero Cabezas murió en una función periodística menor, no murió en las avanzadas de Afganistán, murió en un lugar donde podría no haber muerto si hubieran tenido la precaución de cuidarlo y no de mandarlo solo a hacer una foto en medio de toda esa mafia que, ya se sabía, estaba en Pinamar”.

El ex director de Noticias, Gustavo González, le respondió a Barone declarándose “culpable de investigar a Yabrán”. “Cabezas formaba parte de un equipo que desde 1991 se dedicaba a revelar cómo funcionaba una organización mafiosa que había crecido al calor de todos los gobiernos, desde la dictadura militar hasta el de Carlos Menem. El jefe de esa mafia se llamaba Alfredo Yabrán, que fue el autor intelectual de su crimen. Sí, fuimos culpables de investigarlo, mostrarlo, dejarlo al descubierto, cuando la mayoría de los medios prefería ignorarlo y cuando los periodistas oficialistas se encargaban de castigarnos por meternos con los amigos del poder.” En el menemismo, desde  Canal 7 cumplían el papel de difamarnos en programas como el de Guillermo Patricio Kelly.

Y concluye González: “Si un reportero gráfico era asesinado por obtener un documento fotográfico de un hombre protegido por el poder político, entonces estaba en problemas no sólo la redacción de la revista Noticias sino cualquiera”.

Cabezas no fue asesinado tomando la fotografía, sino en represalia varios días después. Tampoco la tomó entrometiéndose en un enclave mafioso: lo hizo en un lugar tan público como una playa llena de turistas.

Respecto del sueldo modesto al que se refiere el columnista de 6, 7, 8, Editorial Perfil se enorgullece de responder que, a pesar de los treinta juicios que le iniciaron Menem y sus allegados, de la crisis de 2002 y de ser castigada por el kirchnerismo siendo la única empresa sin publicidad oficial desde el año 2003 a la fecha, el sueldo de José Luis Cabezas, como si siguiera trabajando, lo cobran todos los meses sus hijos desde hace quince años.

Sólo el encono de ciertos defensores del Gobierno con Editorial Perfil explica que se utilicen argumentos tan tristes para agredirnos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 30 de Enero de 2012.

sábado, 28 de enero de 2012

Cabezas no murió en Afganistán... De Alguna Manera...

Cabezas no murió en Afganistán, pero pelea una guerra contra los miserables...

Jorge Lanata retratado por José Luis Cabezas. Foto: CEDOC

En otro patético intento de reescribir la historia, un periodista del programa más K de la TV descalificó el asesinato de José Luis Cabezas. Aquí, una respuesta.

El programa 6, 7, 8 quedará en la historia pequeña de los medios, como quedó aquella campaña de postales de Para Ti durante la dictadura para que los lectores las enviaran al exterior con el texto “Los argentinos somos derechos y humanos”, o aquellas notas de Somos dictadas por los servicios de Inteligencia.

Orlando Barone es el José Gómez Fuentes de esta época: se le nota esa actitud hasta en la postura corporal: saca pecho, orgulloso, se revuelca feliz en el barro de la provocación. Un actor de reparto al que le llegó, finalmente, un sitio en el cartel.

Sólo quien hubiera dicho, en otros tiempos: “Que venga el Principito” puede hoy, liviano, casi divertido, frivolizar el asesinato de Cabezas “porque no murió en Afganistán”.

La gente como Barone tampoco muere en Afganistán, ni incendiado y maniatado en una cava en Pinamar. Lo más probable es que muera en el olvido.

El afán oficial por reescribir la historia que sea, este estúpido deseo de poseer el monopolio de la verdad, los héroes, la juventud maravillosa, la militancia sacrificada, la rebeldía de Puerto Madero empujaron a Barone a pronunciar aquella estupidez. Ninguno de los ex empleados de Clarín que lo rodean dijo una sola palabra, por lo que puede suponerse que compartían su teoría de muertes mayores y menores.

Si se lo piensa bien, es lógico: quien no tiene escrúpulos en la vida, ¿por qué habría de tenerlos en la profesión? Aquel que ubica a la nieta en Télam, que forma parte de diversos grupos de tareas y propaganda en Radio Nacional, Canal 7 y el Grupo Szpolski, que presenta tapes manipulados por la caja registradora de Gvirtz, ¿qué problema puede tener en descalificar la muerte de un periodista o el silencio de otros?

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Escribí este texto para abrir la primera emisión de Día D tras el asesinato de Cabezas:

¿Hacía frío cuando salió?

¿Ya era de día? ¿Cómo fue escuchar la fiesta desde afuera? Desde afuera las fiestas parecen parte del pasado. Afuera sólo el viento, y el corazón, y las pisadas, y el increíble silencio están presentes. ¿Silbó mientras caminaba hacia el auto? ¿Vio a los tipos antes de subir? ¿En qué estaba pensando cuando los tipos aparecieron?

¿Qué sucedió primero? ¿Las caras de los tipos o las voces? ¿Adelante o atrás? ¿Fue una orden o una sorpresa? ¿Nadie los vio?

¿Nadie los vio? ¿El señor de la casa familia Ingalls no los vio? ¿La gente del chalet de quinientas lucas no los vio? ¿Los chicos que volvieron de la disco en la 4 x 4 no los vieron? ¿La mucama que no se podía dormir tampoco los vio? ¿El empresario con cuenta en las islas Caimán no los vio? ¿Las chicas que con las dos manos se estiraban medio centímetro el borde de la mini negra no los vieron?

¿En qué momento los tipos lo corrieron al asiento de al lado? ¿Los tipos estaban nerviosos? ¿Estaban sacados? ¿Alguien entretuvo a los de la puerta? ¿Durante cinco, diez segundos, salió otro invitado? El camino desde la casa de Andreani hasta el agujero se recorre en catorce minutos.

Quizá dieciocho minutos, porque depende también de la consistencia de la arena, del tipo de automóvil y de la pericia del conductor.

Si se toma por Intermédanos puede evitarse el centro y el paso del auto frente a la comisaría, saliendo a Bunge y a pocos metros de la ruta.

Catorce minutos.

Irineo Torres, que ahora recuerda cargado de impotencia, no los vio. Aquella noche se preguntó por qué, por primera vez, lo dejaron de guardia a él, que no era de Pinamar.
Catorce minutos por Intermédanos al pozo.

Marta Garen era de Pinamar, pero aquella noche no atendió ninguna llamada.
Catorce minutos, entre los médanos, por el atajo al pozo.

Hacer el amor puede llevar catorce minutos.

Para Andy Warhol, quince eran los minutos de publicidad, de gloria berreta, que cualquier persona merecía tener.

En catorce minutos puede leerse de corrido la teoría de la relatividad.

En los catorce minutos finales de Casablanca ya se sabe que él le miente para ayudarla, y que nunca tomarán juntos el avión.

Catorce minutos.

¿En qué minuto de esos catorce minutos José Luis Cabezas supo que lo iban a matar?
¿Quién llevó las latas de aceite y nafta para quemar el auto? ¿Desde qué hora esas latas esperaban convertirse en fuego? ¿Cómo es quemarse? ¿Cómo es morirse? ¿Será José Luis un ángel? ¿Existirán los ángeles? ¿Es frío el metal de las esposas? ¿Lastima? ¿Marca?

En los últimos tres de esos catorce minutos cruzaron un patrullero estacionado sin nafta en la rotonda. Imagen policial: patrullero tres cuartos de perfil derecho. Dice Marta Cotz que aquella noche se encontró con Rubén Franul, que Franul tenía dos bidones en una mano y una invitación a la fiesta de Andreani en la otra, dos armas largas enfundadas y la supuesta confesión de que iba a matar a Cabezas. A cambio de dinero, Marta Cotz contó su historia por la televisión. Nunca le pagaron la nota.

Quince fojas, seis horas de declaración ante el juez. Detenciones: cero.
El custodio Bogado y la vecina Diana reconocieron al suboficial Stoghe. El detective Fogelman dijo que pudo haber sido. Cero.

Un periodista de Canal 13 recibió una caja de esposas encontrada en el garaje de la revista Noticias. Las esposas eran de juguete.

El sargento Pedro Avio denunció a una banda de narcopolicías y narcointendentes que lo amenazó confesando un crimen futuro: “Andate porque te va a pasar lo que le va a pasar al de Noticias“. Horangel: cero.

Detuvieron a Jorge Alberto Cortez. Quedó en libertad.

Detuvieron a Franul. Quedó en libertad: “Soy el Coppola de Pinamar”, dijo al salir.

Detuvieron a la banda de Mar del Plata. Todos portaban pistolas calibre 32. Una de ellas fue analizada como el arma del crimen. La primera pericia dio positivo. Nadie quiso hacer la contraprueba. Si hubiera pasado lo mismo en el caso Borgione, el cura estaría preso. Los especialistas coinciden en que el 32 es un calibre engañoso, y en que la primera pericia nunca es definitiva.

El juez, el ministro Corach y el secretario Kohan dicen que la primera es la vencida. También se encuentra una agenda que dice “Cabezas”, pero en otra letra.

Todos dicen que el arma es culpable pero los detenidos no. Si los detenidos son inocentes, ¿cómo llegó el arma hasta ahí?

Es curioso, dice el detective Fogelman.

Catorce minutos desde los médanos al pozo.

Jueves 13:

Corach a las 9.42: “Es un momento muy delicado y no hay que hacer declaraciones”.

Corach a las 11.06: viaja con Kohan hacia Dolores para ver al juez.

Corach a las 13.49: “Se identificó el arma y a los partícipes. No puedo saber si el caso está aclarado”.

Duhalde a las 14.38: “Vamos a encarcelar a los culpables”.

El informante se llama Carlos. Quiere cobrar las trescientas lucas. Tiene antecedentes penales por estafas. También declaró en la causa María Soledad.

¿Cómo es morirse? ¿Quién disparó? ¿De qué hablaron durante esos catorce minutos? ¿Los tipos disfrutaron con el fuego? A menos de doscientos metros del agujero hay dos casas. Nadie los vio. Esa madrugada cinco o seis personas pasaron por el agujero. Recién el quinto fue a avisar.

Acá no te enterás de nada. No te enterás de nada, dicen las vendedoras de Pinamar. Alrededor del pozo hay mucha gente de vacaciones. Móviles, morbo, bronceador, servicios vigilando a periodistas, chicas de piernas largas, pantalones de tiro corto, pistas falsas, testigos truchos, narcos con negocios blancos, guita negra, chicas tostadas, miradas por la peatonal, noche de Duhalde, estado de sitio a las cuatro y media, chicos y chicas por la calle, esperan a las seis, cuando vuelven a abrir los bares.

A las seis ya era tarde. Ya sabía que el metal de las esposas marca y que el plomo de las balas duele, y sorprende. Y sí existen los ángeles, les guste o no.

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Cabezas no murió en Afganistán; fue asesinado en Buenos Aires y aún pelea una guerra. La guerra contra la injusticia, que, todavía hoy –15 años después– rodea su muerte: libres los responsables directos, inciertos los cómplices políticos, impunes las mafias que cambiaron de testaferros pero no perdieron los hilos del poder. Y en guerra, ahora también, contra los miserables.

© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 27 de Enero de 2012.
 
 No se olviden de Cabezas...