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miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Iglesia, Videla, la guerrilla y el poder...De Alguna Manera


La Iglesia, Videla, la guerrilla y el poder redentor de la sangre...


Los obispos rechazaron las declaraciones periodísticas que hizo el ex dictador Jorge Rafael Videla para mi libro Disposición Final sobre su “muy buena” relación con la cúpula de la Iglesia Católica durante los cinco años de su gobierno, entre 1976 y 1981. “La Iglesia no nos lastimaba”, “le sobraba comprensión”, “se manejaba con prudencia: decía lo que tenía que decir sin crearnos situaciones insostenibles”, dijo Videla, quien consideró que lideró “una guerra justa en los términos de Santo Tomás” contra las guerrillas. “Creo que Dios nunca me soltó la mano. Me ha tocado transitar un tramo muy sinuoso, muy abrupto, del camino, pero estas sinuosidades me están perfeccionando a los ojos de Dios, con vistas a mi salvación eterna”, sostuvo el ex dictador, que en la prisión reza el Rosario todos los días a las 19 y los domingos, asiste a misa y comulga.

Como periodista, coincido con los obispos en la necesidad de buscar la verdad. Mi impresión es que Videla representa a un sector de la Iglesia Católica, a una vertiente conservadora, integrista, y que sigue convencido de que su misión como católico y militar ha sido restaurar aquel antiguo concepto de la “nación católica”, agredida primero por el liberalismo y luego por los diversos socialismos. De allí, su amistad con monseñor Adolfo Tortolo, que era el titular del Episcopado, arzobispo de Paraná y vicario general castrense. Tortolo, pero no sólo él, fue un decidido impulsor del golpe. A los dos meses, Tortolo fue reemplazado al frente de la Iglesia por el cardenal Raúl Primatesta y eso moderó aquel respaldo activo, aunque el apoyo continuó, en especial hacia Videla y otros generales que eran considerados “palomas” frente a los “halcones”, pero no sólo por la Iglesia sino también por el radicalismo, el sindicalismo y hasta el Partido Comunista.

Creo que, a esta altura del partido, aquel apoyo está en la historia, es decir no se puede ahora negar o disimular. Pero, ¿a qué se debió? Opino quela Iglesia llegó al golpe en medio de una fuerte crisis interna, con su jerarquía de sacerdotes y obispos dividida en por lo menos tres sectores: conservadores, moderados y progresistas. En ese contexto, el discurso de Videla y de los militares como defensores de los valores “occidentales y cristianos” y del patrimonio espiritual condensado en la fórmula “Dios, Patria y Familia” resultaba muy atractivo para la mayoría de los obispos y unificaba a los sectores conservadores con los moderados frente a los progresistas.

A la hora de responder a los pedidos de ayuda de las víctimas de la dictadura pesaron más en el Episcopado los cálculos políticos, como la conveniencia de no aparecer debilitando a un gobierno en plena lucha contra las guerrillas, que la preocupación genuina por los derechos humanos de los detenidos desaparecidos, católicos en su gran mayoría.

Por otro lado, los sacerdotes y obispos progresistas habían ayudado a engrosar las filas de las guerrillas, en especial de Montoneros. La jerarquía católica estuvo en ambos lados del mostrador de la violencia política de los Setenta; el discurso del poder redentor de la sangre de Cristo sirvió para justificar tanto a militares como a guerrilleros. Claro que la violencia de las guerrillas no se puede equiparar al terrorismo de Estado; no hubo dos demonios. Pero la historia no es un menú del que podamos elegir solo los hechos que más nos interesan o satisfacen.

Videla es el producto de una manera de entender y vivir el catolicismo; muchos militares, y también muchos guerrilleros, murieron y mataron creyendo que lo hacían por Cristo. ¿No será hora de que la Iglesia nos diga unas palabras claras, cristalinas, sobre todo esto? A partir de ahí, podría exigir a todos sus hijos gestos concretos para reparar a tantas víctimas.

© Fuente: Revista Vida Nueva. Escrito por Ceferino Reato y publicado por el Diario Perfil el jueves 13 de diciembre de 2012.


martes, 30 de octubre de 2012

Albano Eduardo Harguindeguy... De Alguna Manera...


Con Harguindeguy, se fue uno de los arquitectos del golpe y de la represión…

Juntos. Harguindeguy y Videla, en 1976, el “núcleo permanente”. 

Fue ministro del Interior entre 1976 y 1981. Y justificó la tortura. Lo juzgaban por delitos de lesa humanidad.

Faltaban pocos meses para el golpe de marzo del 76, cuando el jefe de la Policía Federal se encontró con uno de los líderes de Montoneros, Roberto Perdía. La cita secreta fue en Puerto Madero, todavía una zona abandonada de la ciudad. El motivo: negociar la entrega del guerrillero Roberto Quieto, atrapado hacía semanas por la Policía. Entonces se escuchó su voz terminante: “Olvídense de Quieto. Y nosotros no vamos a andar tirando cadáveres en los zanjones; de ahora en adelante los cadáveres no van a aparecer más.” El hombre de esa advertencia, que se comprobaría letal, era Albano Eduardo Harguindeguy, quien murió ayer, a los 85 años, muy lejos del formidable poder que supo tener en vísperas y durante la dictadura militar. Encerrado en una casa de Villa de Mayo a la espera de una condena casi segura por mandar a torturar y a matar, Harguindeguy estaba apostado en una silla de ruedas y apenas dejaba traslucir algo del rictus de aquella cara cuadrada que presagiaba muerte.

Pero si la Justicia y la política fueron piadosas con él, dificilmente lo sea la historia. Harguindeguy fue jefe de la Policía Federal durante el último tramo del gobierno de Isabel Perón, y como tal fue uno de los conspiradores contra la viuda del General Perón. Ya asentado la nueva etapa, ocupó el estratégico ministerio del Interior y desde allí forjó el “núcleo permanente” de la dictadura, en un triángulo que completaban el presidente Jorge Rafael Videla y el ministro de Economía José Martínez de Hoz.

Harguindeguy se jactó y reivindicó las métodos de tortura de los centros clandestinos, ya que, decía, “el enemigo estaba en todas partes”. Pero lamentó haber dejado “desaparecidos”, ya que su anticipo resultó, según él, “un error que lamentar”. Lo describía casi como una falencia táctica o, como también dijo, “un exceso”.

En 2003, durante una entrevista con la televisión francesa, reconoció la influencia de los torturadores de Argelia en la matanza argentina, y los conocimientos adquiridos en la Escuela de las Américas de Panamá, cuna del Plan Cóndor, el aparato represivo continental. “Fueron enseñanzas sobre la forma de interrogar, no sobre la tortura”, explicó. Y recordó que la picana era un invento nacional que empleaba la Policía desde hacía años.

El retorno democrático lo encontró en segundo plano, protegido de algún modo por la publicidad de las Juntas. Y aunque luego fue condenado, Carlos Menem lo benefició con el indulto, lo que le permitió seguir viviendo en su departamento de Recoleta y haciendo gala de sus talentos, como el que desplegaba montado en un caballo de polo.

Ya más cerca en el tiempo, la Justicia desechó el argumento del indulto y volvieron a rondarlo los fantasmas de ayer. Harguindeguy volvió a caer preso en 2006, por orden del juez federal Norberto Oyarbide, y las causas en su contra ya no pararon: secuestros y torturas en Concordia, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú; secuestros extorsivos de empresarios; el secuestro de Quieto; asesinatos en cadena en Tucumán y La Rioja. El juicio que lo conducía a recibir su condena se llevaba adelante en Paraná. Ya habían declarado víctimas y testigos de la verdad de su viejo presagio. Faltaban el veredicto y él. Lo que no pudo la Justicia, lo hará la historia.

© Escrito por Gerardo Young y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 29 de Octubre de 2012.


domingo, 7 de octubre de 2012

Venezuela y sus Elecciones... De Alguna Manera...


El odio no se derrota en las urnas…


El oficialismo espera que un triunfo de Hugo Chávez le permita profundizar la revolución que cree estar protagonizando.

La oposición imagina que una victoria de Henrique Capriles reabrirá las puertas del republicanismo hoy clausurado. El riesgo es que, gane quien gane, Venezuela se hunda por un tiempo en crisis superiores a la presente . Si gana Chávez, es difícil que pueda terminar su mandato. El cáncer es una bomba de tiempo que está haciendo tic tac. La sucesión será litigiosa. Ya hay una lista de presuntos herederos: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Elias Jaua. Ninguno sería reencarnación de Chávez. Para serlo debería acaudillar multitudes, tener al ejército en un puño e impedir que a su lado creciera la hierba.La crisis post–chavista dejaría a Venezuela sin conductor y sin instituciones.

Es difícil imaginar la resolución de la virtual anarquía, pero hay algo indudable: la solución no vendría rápido ni sería indolora. Si Capriles le gana a Chavez, el país no pasará de un régimen de masas a una república ortodoxa . Los años de chavismo han partido en dos a la sociedad venezolana, dejando a cada lado pasión y desenfreno. No hay allí competencia: hay odios. La supuesta derrota de Chávez le quitaría el poder (si él no quisiera conservarlo a como diese lugar) pero no le arrebataría, mientras viviera, el liderazgo de los supuestos cruzados contra el imperialismo, la oligarquía y una clase política tan perversa como corrupta.
Por eso Chávez es Chávez: porque se convirtió en el aparente redentor de innumerables venezolanos que creen vivir en Somalía, en medio de una sociedad que cree estar en Kuwait. Él no terminó con la pobreza, ni la redujo notoriamente. Pero le dio identidad a los pobres e hizo que identificaran a sus presuntos enemigos.

Esto no termina con una elección. El odio no se derrota en las urnas.

Venezuela ya no es aquella en la cual un día ganaba la socialdemocracia y otro día la democracia cristiana, sin que nada se alterase. No es, tampoco, la Venezuela a la que emigraban argentinos; unos para encontrar empleo, otros para salvar el pellejo.

Hoy la Argentina es un espejo de la confrontación que hay en la sociedad venezolana. Chávez no organizó “vuelos de la muerte” para arrojar rebeldes al mar. Sin embargo, es considerado un dictador por argentinos que apoyaron a Jorge Rafael Videla. Chávez no es como Fidel, que cambió el paisaje social de Cuba. Sin embargo, es considerado un revolucionario por argentinos que no van más allá de un folklórico populismo.

Esta noche, habrá en la Argentina quienes celebren el triunfo del “modelo” o el fin de la “tiranía”.

Ni modelo ni tiranía, Chávez ha sido (y acaso siga siendo) un reformista retórico y un autócrata contenido. La oposición es un frágil mosaico de ricos a la defensa y demócratas convencidos. No es que Venezuela esté condenada. Las sociedades siempre encuentran una salida. El derrumbe de la Unión Soviética probó que ni siquiera una superpotencia puede sellar todas las grietas de su fortaleza.

Venezuela tiene los recursos físicos y humanos para sintetizar sus actuales contradicciones. Nada le impide el desarrollo de una democracia social, donde un impecable estado de derecho no impida la lucha sin cuartel contra la desigualdad. Un sistema donde nadie viva con miedo, y no haya indigentes recluidos en los cerros, mientras otros se pasean en 4 x 4 por el valle. Gane quien gane, esa Venezuela no nacerá esta noche.

Es bueno recordar que Rodolfo Terragno estuvo exiliado en Venezuela durante la dictadura militar argentina.

© Escrito por Rodolfo Terragno y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 7 de Octubre de 2012.


viernes, 6 de julio de 2012

Histórico: Videla y Bignone condenados... De Alguna Manera...

Histórico: Videla y Bignone condenados por el robo de bebés en la dictadura...


En un paso más que permite esclarecer lo ocurrido durante los años de la última dictadura cívico-militar, la justicia argentina reconoció este jueves formalmente la existencia de un Plan Sistemático de Robo de Bebes a mujeres secuestradas durante ese período, al condenar a 50 años de reclusión, la máxima sanción prevista en la legislación nacional, al ex dictador Jorge Rafael Videla, y aplicar severas penas de hasta 40 años a otros ex represores.

El Tribunal Oral Federal 6 (TOF 6) de esta Capital condenó además en la misma causa a 30 años de prisión al ex marino Jorge "Tigre" Acosta, responsable operativo del centro clandestino de detenciones que funcionó en la ESMA durante la dictadura, y a 15 años al ex dictador Reynaldo Bignone, último presidente de facto.

Al dictar condena en esta causa iniciada hace dieciseis años por las Abuelas de Plaza de Mayo —por crímenes cometidos hace más de tres décadas—, el TOF 6 resolvió unificar en esa única pena la actual y las dos anteriores condenas a perpetuidad que ya tenía Videla.

En el mismo fallo, el tribunal condenó al almirante Antonio Vañek, que comandó la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) a 40 años de prisión; y al ex jefe de Campo de Mayo, Santiago Omar Rivero a 20 años de prisión.

En ambos sitios bajo jurisdicción de la armada y del Ejército se cometieron la enorme mayoría de los 35 delitos puntualmente ventilados durante los últimos quince meses en este juicio.

Según relata agencia Télam, al leer el fallo, la jueza María del Carmen Roqueta dejó expresamente sentado que para el tribunal cada uno de los casos constituyen una “parte integrante de un Plan Sistemático de Robo de Bebés” desarrollado durante el período del terrorismo de Estado.

“Sentimos que se va recuperando la justicia, pese a que las penas fueron un poco livianas”, dijo la titular de Abuelas, Estela de Carlotto, quien sin embargo rescató que el fallo haya reconocido la existencia de un plan sistemático.

“Es un momento de alegría y de hermandad entre nosotros. Agradecemos a nuestros papás por habernos dados la vida y a las Abuelas por recuperar nuestra identidad,”, dijo conmovida la nieta recuperada Victoria Montenegro, en medio de un público, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y jóvenes de la agrupación HIJOS, muchos de ellos nacidos en cautiverio.

También pudo verse a militantes políticos como el legislador porteño Juan Cabandie —nieto recuperado— y el diputado nacional Martín Sabatella (Nuevo Encuentro), entre otros.

De los once acusados, nueve fueron encontrados penalmente responsables de “sustracción, retención y ocultamiento de menores”, con el agravante de tener menos de diez años, y la posterior supresión de su identidad, en diferente cantidad de casos y circunstancias.

El último dictador del "Proceso", Reynaldo Bignone, fue condenado a 15 años de prisión, igual pena que al médico militar Jorge Luis Magnaco, quien asistía a las parturientas en la ESMA, mientras que al prefecto Jorge Azic le dieron 14 años.

El ex oficial del Ejército Victor Gallo, que junto a su ex mujer Susana Colombo se apropiaron del nieto restituido Francisco Madariaga Quintela, fueron condenados a 15 y 5 años de prisión, respectivamente.

El ex agente de Inteligencia Eduardo Ruffo y el ex almirante Rubén Franco, que integró la última junta militar fueron absueltos, pero el primero quedó detenido por otras causas pendientes de juicios.

La causa conocida como Plan Sistemático arrancó el 30 de diciembre de 1996 con una presentación de Estela de Carlotto y María Isabel “Chicha” Mariani, que aprovecharon el vacío jurídico que dejaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final para denunciar la apropiación de los hijos de las mujeres desaparecidas.

Un buen día para los derechos humanos, solo superable por la posibilidad de que alguna vez también se condene a quienes, desde movimientos guerrilleros, también asesinaron inocentes.

Ahora, Para cuando la condena a terrorismo de izquierda?

© Escrito por Diego Goldberg y publicado por Tribuna de Periodistas el jueves 5 de Julio de 2012.