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sábado, 16 de febrero de 2013

Polémica por la causa AMIA... De Alguna Manera...

¿Por qué el apuro, Presidenta?...


En la reciente sesión del Senado el debate fue disperso. En lugar de concentrarse en preguntas, las intervenciones se internaron en pareceres y opiniones. Nada reemplaza la evidencia del error que comete el adversario. Ahí no hay nada que demostrar.  Y las preguntas existen en cantidad.

Se podría haber interrogado al ministro, por ejemplo, sobre algunas de estas cuestiones.

El vocero del canciller iraní dijo: “El tema de la indagatoria de un responsable es totalmente falso”. Esta afirmación es coherente con la que hizo inmediatamente después el canciller de ese país: “Mi país adhiere plenamente a las disposiciones del acuerdo sobre el caso AMIA”. No hay, como dice el Sr. ministro, ninguna desmentida al vocero. Los dos dicen lo mismo porque las disposiciones del acuerdo no contemplan la indagatoria.

Si no contemplan la indagatoria, ¿para qué se hace todo esto?

¿Usted cree que Irán va a permitir que actúe la Justicia si la Comisión de la Verdad sostuviera que hay sospechas fundadas contra alguno de los entrevistados?

¿Por qué usan la palabra interrogar cuando el texto que es tomado como válido dice en inglés preguntar?

¿No cree que hay mala fe en hacer creer que la Justicia argentina va a actuar, cuando no habrá interrogatorio y la ley iraní prohíbe que un ciudadano de ese país sea sometido a indagatoria por una autoridad judicial extranjera?

Repasando sus conocimientos jurídicos. Usted sostiene que todo documento entre países, incluso un comunicado de dos presidentes, constituye un tratado. En efecto, esa es la definición genérica que da la Convención de Viena de 1969. Pero, en sentido estricto, sólo son tratados los que generan obligaciones mutuas que están sancionadas en una ley. En nuestro ordenamiento jurídico, la jerarquía es: Constitución, leyes que derivan de ellas y tratados internacionales. Los tratados son jerárquicamente superiores a una ley común. Díganos, ¿un comunicado conjunto debería, porque usted dice que es un tratado, ser considerado superior a la ley común?

¿Quién pidió que este texto fuera un tratado?, ¿Irán o la Argentina?

Pero sobre todo quisiera que escuchara este razonamiento y nos diera su opinión.

La comisión puede expedirse en tres sentidos: a favor de la denuncia argentina, de manera neutra o en contra.

Si lo hace a favor, como es una comisión de la verdad y no una comisión de la justicia, no podrá hacer absolutamente nada más. Ni un paso más. El gobierno iraní pedirá perdón o disculpas, quizás indemnizará como Kadafi y dirá que, habiéndose sometido estrictamente a lo que decía al tratado, ha mostrado al mundo una prueba de su comportamiento impecable.

Es decir, si ganamos, no ganamos. Y si Irán pierde, gana.

Es innecesario explicar lo que sucedería en caso de un dictamen ambiguo o negativo.

Perdería la Argentina, ganaría Irán.

En un tratado donde no está contemplada la acción de la Justicia, lo único que puede ganar la Argentina en el caso lejano de que el presidente y los dos juristas nombrados por Irán lo decidieran, es un reconocimiento moral.

¿Podría la Argentina seguir reclamando en foros internacionales cuando aceptó, firmó y convirtió en tratado un texto que se aplicó plenamente?

En fin, la pregunta ya encierra un argumento y obliga a una contestación precisa. Las extensas opiniones habilitan la réplica con otras extensas opiniones.

Hace pocas horas se conoció un interesante artículo de la Iran Review. Editada en Teherán, la publicación pretende ser científica e independiente. Aun si no lo fuera, es interesante reproducir su visión del acuerdo. Me permito traducir los párrafos más relevantes:

“Las noticias que han estado circulando en algunos diarios en los días recientes acerca de que el fiscal y el juez argentinos viajarían a Teherán para entrevistar personas que están mencionadas en el caso AMIA son incorrectas e imprecisas.”

“La segunda cláusula del artículo 5 del memorándum ha estipulado que representantes (nota: los imputados)  responderán a las preguntas de la comisión. Por lo tanto, ninguna persona tendrá que estar físicamente presente ante la comisión para responder las preguntas.”

En el artículo 7, “ambos países anunciarán a Interpol que las diferencias bilaterales sobre el caso AMIA serán resueltas por la vía de la cooperación entre los dos países. Por lo tanto, Interpol puede revocar las alertas rojas”.

En fin, lector, como verá, el manipuleo de los textos se hace aquí y allá. Razón de más para que el Gobierno abandone el apuro, para que nos demos el tiempo de saber y ser claros en lo que se está haciendo. Nada más lejano a esto que el comentario del senador Pichetto al oído de Timerman  transmitiéndole la orden presidencial para que se concluyera rápidamente el debate.

En este marco sería grave que el ministro evitara estar presente en la Cámara de Diputados. Si huyera, temeroso de las preguntas y de la verdad, fortalecería todas las sospechas.

© Escrito por Dante Caputo el viernes 15/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


jueves, 14 de febrero de 2013

Timerman, al pie de la letra… De Alguna Manera...


Al pie de la letra…

Timerman con su par iraní tras la firma del acuerdo.

Luego de un primer momento de confusión, incertidumbre y seguimiento ciego a las imposiciones del canciller Héctor Timerman, la AMIA en primer lugar y la DAIA en segundo lugar, volvieron sobre sus pasos y rectificaron las primeras reacciones benévolas que habían tenido para con el pacto argentino–iraní. Esto habla, primeramente, de una sensibilidad en las organizaciones, porque aunque instintivamente Guillermo Borger y Julio Schlosser parecieron avalar el acuerdo de Timerman con Irán, la reacción de los familiares de las víctimas del atentado, las encuestas de opinión en la calle judía y las reacciones de algunos columnistas, cambiaron rápidamente la bochornosa buena voluntad inicial de las dirigencias comunitarias.

En mi columna titulada “Aventura”, publicada en este diario el domingo 3 de febrero, yo había subrayado duramente la obsequiosa y lamentable predisposición de la DAIA a escuchar acríticamente el relato de Timerman justificando su pacto con Irán. Lo interesante es que esa columna mía en PERFIL suscitó airadas reacciones del vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, y del secretario, Jorge Knoblovits, que en los más gruesos términos me acusaron en sendas cartas de trabajar contra la comunidad judía. Para Wolff, en particular, yo pretendía que la DAIA fuese “un instrumento al servicio de su posición opositora. Digo, la que ostenta hoy Señor Eliaschev”. Enseguida afirmaba que yo ando “saltando de corriente en corriente política a lo largo de su vida”.

Cuando, en marzo de 2011, Timerman me acusó de “pseudo-periodista” y dijo que el acuerdo con Irán era una patraña mía, lo más grave no fue eso que dijo de mí, sino que esa misma semana viajó a Israel a proferir la misma mentira (“no hay ningún acuerdo con Teherán”) al gobierno israelí. Dos años más tarde, la primicia en PERFIL se consumó, al pie de la letra.

Tomaré las palabras de Elisa Carrió, "Timerman es un traidor a su pueblo y un obsecuente de Cristina".

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 09/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 12 de febrero de 2013

Del verbo mentir... De Alguna Manera...


Falsificaciones... 
  

Miente. Lanza cifras que nadie puede verificar en ese momento. Habla sin parar y avanza sin explicarse ni citar fuentes. Sigue de largo, como si nada. Sigue violando la verdad. Para defender su pacto secreto con Irán, la Presidenta hace lo de siempre. Hace poco, en su melancólico y desafortunado paso por Harvard, proclamó que era mentira la cifra de inflación que comunicaba oficialmente el gobierno de los Estados Unidos. ¿Cómo podíamos creerles que el costo de vida aumentaba sólo 1,7% por años en los Estados Unidos? Ahora habla de un aumento del comercio norteamericano con Irán. ¿Embargo? ¿Bloqueo? ¡Son mentiras! 

Casi sexagenaria, ella procede como si internet no existiera. Ignora que sus palabras son seguidas, verificadas y examinadas. Para edificar la endeble argucia de su acuerdo con el régimen de los ayatolás, se escuda en que los EE.UU. han aumentado “un tercio” (sic) su comercio con Irán. Ergo: ¿de qué nos acusan a nosotros? Descomunal ensimismamiento presidencial. Tiene la certeza de estar sola en el mundo, o de fingir estarlo, en pelea crónica con la transparencia, como si el mundo no existiera. Por eso, es necesario seguirla de cerca. Le pido ahora al lector de PERFIL un pequeño esfuerzo, total mañana y pasado seguimos de Carnaval.

En 2012, los Estados Unidos facturaron exportaciones por US$ 239,8 millones a Irán. Ese mismo año, le vendieron a la Argentina por US$ 9.488,9 millones. Aritmética: por cada dólar que le facturaron a Irán, a la Argentina le vendieron por 40. La otra parte: EE.UU. importó en 2012 dos (2) millones de dólares a los iraníes, contra US$ 4.078,1 millones de la Argentina. Por cada dólar de compras a los iraníes, a la Argentina les hicieron adquisiciones por 2.039.

La mentira de Cristina, además de infantil e insostenible, se arma sobre un solo y peregrino pretexto: pretende venderle al país la idea de que los norteamericanos presionan para que países como la Argentina hagan lo que ellos, en cambio, no harían. Según ella, claro. En 1987, antes del embargo norteamericano, que comenzó a aplicarse en 1979, tras el copamiento de la embajada norteamericana en Teherán y el secuestro de sus 52 diplomáticos durante 444 días, los Estados Unidos exportaron por apenas US$ 54 millones a Irán, pero les compraron por valor de US$ 1.667,5 millones. Compárense esos US$ 1.667,5 millones de 1987 con los dos (2) millones de 2012. Para visualizar la importancia de estos números y comprender qué significa para los norteamericanos un comercio de US$ 240 millones, en 2012 los Estados Unidos tuvieron un comercio de US$ 597.400 millones con Canadá, US$ 503.200 con China y US$ 460.600 millones con México, sus tres socios principales. ¿De qué habla la Presidenta mientras sus aplaudidores siestean?

Mentir, exagerar, engañar, “mandar fruta” y descontextualizar son procedimientos habituales del modo de operación presidencial. Los ha usado, los usa y los seguirá usando. La intelectualidad y el mundo profesional clasemediero que simpatiza con ella no la molestarán. Creen ciegamente en ella. Han suspendido el juicio, han cancelado la curiosidad, han dejado de hacerse preguntas. Formateado como religión revelada e intocable, cristinismo es creer, no pensar. Por eso, lo de Irán sirve como matriz. Es un tema que sólo apasiona a una microminoría. Pero su importancia monumental, es que desnuda un sistema de toma de decisiones. Lo de Irán no es diferente a lo de Guillermo Moreno con el Indec. Mismo mecanismo y similar impudicia. Triste decirlo, pero quizás ella no se equivoque demasiado. A la Argentina la enamora tropezar con la misma piedra. Una y otra vez. Sociedad irremisiblemente circular, regresa al mismo punto de partida, en el cual la mentira más explícita es moneda de curso aceptado. Hace pocas semanas, la Presidenta descalificó por inservibles los acuerdos de precios, ahora los adopta para congelar precios.

Cristina le reprocha a Israel que no reclamó como correspondía por el ataque contra su embajada en 1992, y en cambio lo hace por el de 1994 en la AMIA. ¡Cómo se atreven! Audaz humillación de la verdad más elemental: los israelíes se cansaron de reclamar que se dilucidara ese feroz atentado de hace casi 23 años. Luego, ante la escandalosa impunidad argentina, se hicieron cargo ellos mismos del tema. Típica criatura del nacionalismo populista que la formateó cuando era joven, ella no entiende por qué los israelíes se preocupan por el destino de los judíos argentinos. ¿Por qué no le pregunta a su canciller, Mrs. President, qué país le dio refugio y nacionalidad al padre del inefable Héctor Timerman, cuando un presidente argentino echó en 1979 del país a su padre, Jacobo, no sin antes sacarle la nacionalidad argentina, porque había nacido en Ucrania? Esa nacionalidad se la devolvió Raúl Alfonsín.

Importa, pues, la filigrana profunda. Dicharachera y adicta a hablar mucho, la Presidenta supo anestesiar a una sociedad que, aunque se cree lista y veloz, es más incauta y lenta de lo que presume. La ecuación es simple y tiene desenlace inexorablemente desolador: si falsificar aviesamente la verdad de ciertos hechos es una praxis consolidada, ¿por qué serían verdad las innumerables promesas y anuncios que han convertido la acción de gobierno en una pesadilla de promesas incumplidas?

Lo de Irán empezó como mentira, y no podrá apartarse de esa condición. Es inviable. No acontecerá. Presume el Gobierno que la fiesta puede continuar con sólo extremar las picardías e insistir en los camuflajes. Funciona con muchos elementos comunes a la estrategia del ruido con Malvinas. Es evidente que tanto barullo es inversamente proporcional a la importancia verdadera que la cuestión tiene para el país. La mentira como política de Estado, además, no es la única antigualla a la que sigue adherida la Argentina. Atado a la noria de sus regresiones perpetuas, el país insiste en control de cambios y congelamiento de precios, atajos probados y fracasados hace ya cuarenta años.

Fue coherente que el correveidile entre el Gobierno e Irán haya sido desde siempre Luis D’Elía. No sólo nunca fue desautorizado por la Casa Rosada, sino que termina como padrino del acercamiento a Teherán. En marzo de 2011, Cristina Kirchner envió un video de cálida bienvenida al lanzamiento del partido Miles, creado por D’Elía. Participaron del acto en el Luna Park el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto. Hubo un invitado especial: Seyed Alí Pakdaman, encargado de negocios de Irán en la Argentina. Todo se repite. Mentir es muy barato, sobre todo cuando lo hace la Casa Rosada.

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 09/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.