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jueves, 29 de enero de 2015

La Agencia Federal… De Alguna Manera...

La Agencia Federal…

Gustavo Beliz, el dia que mostró la foto de Stiuso. Foto: elsindical.com.ar

La AFI que lanzó la Presidenta es la misma que anunció Kirchner en 2004 para transformar a la SIDE y jamás se concretó.

Salió publicado en todos los medios: el Gobierno anunció la creación de la AFI, una agencia federal que, entre otras consideraciones, puso en debate los límites que deberían existir entre seguridad exterior, control interno de la población y el rol de los servicios de Inteligencia. “Reafirmo la defensa del derecho, la justicia, la libertad y los derechos humanos”, explicó Kirchner ratificando que los espías estarían ajenos a cualquier tipo de control de las actividades internas del país.

Sucedió en abril de 2004, acaparó la atención de todos durante varios días y fue la reacción oficial para correr el foco mediático del monotema de aquella época: el crimen de Axel Blumberg.

Quien hizo ese anuncio fue el presidente Néstor Kirchner, acompañado por su ministro de Justicia, Gustavo Beliz. El pomposo título de esa superestructura de seguridad era Agencia Federal de Investigaciones. Quedó en la nada rápidamente.

Más de una década después, aquella AFI resucitó en la desesperación de su esposa por, también, correr el foco de interés público sobre otro tema conmocionante, la muerte del fiscal Alberto Nisman. Sólo que en lugar de Agencia Federal de Investigaciones se llamará “de Inteligencia” y su objetivo exclusivo es acabar con la ex SIDE.

La versión 2004 de la agencia no funcionó, según recuerdan hoy protagonistas del proyecto, precisamente por la oposición de la SIDE, que presionó para no perder poder.

De hecho, la ida de Beliz de aquel Gobierno se dio tras una dura reunión en Olivos con Néstor y Cristina, en julio de aquel año, cuando denunció supuestas maniobras ilegales de los espías y de Jaime Stiuso. En ese encuentro le hizo saber al matrimonio que estaba al tanto de que ellos se beneficiaban con las pinchaduras telefónicas de sus espías.

¿Qué habrá pensado Cristina cuando decidió reflotar aquel plan anunciado con tantos bombos y platillos como el actual? ¿Se habrá dicho “igual que hizo Néstor, lo importante ahora es salir a anunciar algo y recuperar la iniciativa, después Dios proveerá”? ¿O directamente no se acordó que el relato ya había transitado el Capítulo “Ahora vamos por los Servicios” y decidió protagonizarlo como si fuera la primera vez?

Quizás la realidad la somete a ella misma a tantas sorpresas, que habrá perdido la cuenta de cuál relato es estreno y cuál remake.

El problema es que el argumento de este reestreno es malo. En 2004 podía ser creíble que un nuevo gobierno quisiera transformar al espionaje nativo. En 2015 no, después de tres mandatos consecutivos. Además, ahora el kirchnerismo tiene en contra a la mayoría de los medios que cuando lanzó aquel plan lo recibieron con optimismo o, al menos, con neutralidad.

No, segundas partes no son buenas. En especial, cuando ni siquiera la primera lo fue.

© Escrito por Gustavo González el jueves 28/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


miércoles, 28 de enero de 2015

Nisman: Lo que es y lo que no es… De Alguna Manera...

Nisman: Lo que es y lo que no es…


Es lógico que después de diez años de bombardeo de falacias, negaciones e informaciones falsas difundidas por el aparato con vocación totalitaria del oficialismo, lo que reine sea la confusión. La defección opositora y de los primeros años del periodismo, no ayudan. Sin descartar que yo mismo esté confundido en semejante maroma, en estos días escucho definiciones que a mi juicio están muy equivocadas.


Voy a detallar dos:

1. La señora viola el artículo 109 de la Constitución Nacional al hacer hipótesis delictivas.

No es así y eso sería reducir la cuestión a un exceso de funciones. La Constitución en el artículo 109 no refiere a opiniones, ni siquiera a opiniones tontas del presidente. Cuando le prohíbe “conocer” las causas (“o restablecer las fenecidas”) el sentido del término “conocer” no es literal, sino técnico. Implica intervenir, es decir tomar decisiones en el proceso, cosa que esta señora no hizo. Presiona desde afuera, pero no toda violación a la independencia del Poder Judicial, que sí es el caso, es una violación al artículo 109 de modo específico.

En cambio sí fue una violación al artículo 109 de la Constitución, que se les escapó, la intervención del señor Kirchner como presidente al instar al Congreso al juicio político de la anterior Corte, con el propósito expreso de responder a un fallo adverso para las finanzas y planes políticos de su gobierno. Su acción estaba dirigida a esos contenidos judiciales que lo estorbaban, a deshacerse de jueces por el modo en que fallaban y así torcer los criterios jurídicos que adoptaron. Pero en ese momento nadie dijo nada. El señor Kirchner con su lugarteniente Beliz, representaban para el común y el no común comunizado, la restauración de las leyes. Como Rosas antes, de un modo tan similar.

La señora viola la independencia del Poder Judicial, que es un principio general aludido en el artículo 1 (forma republicana de gobierno), al exponer hechos que conoce al no denunciar lo que dice saber. No por violar el 109 y “conocer” en el caso, por atropellar y querer confundir a quiénes si lo hacen. Sin embargo lo grave acá no es eso, nos estamos deteniendo en lo accesorio. La señora interfiere con sus acciones al enviar un delegado personal a la escena del crimen, no por las tonterías que dice como cuando involucra a Clarín. Sus actos en esta causa son cuestionables no porque se mete al opinar, sino porque opera para desviar el curso de un proceso, en un abuso de poder que además es causal suficiente de Juicio Político (la parte de la Constitución que toda la clase política ha decidido violar, es decir, la que se refiere a la responsabilidad del presidente y sus consecuencias).


En lo que se refiere a la investigación el problema fundamental con las declaraciones de la señora sobre el caso Nisman, no es formal. No es siquiera la cuestión constitucional, sino la penal. Tiene que ver con lo que implican sus actos en relación al objeto de al menos tres investigaciones penales: 


1. La del Atentado de la AMIA.

2. La denuncia contra ella por encubrimiento.

3. La muerte de Nisman. Quedarse con la cuestión de la intromisión en el trabajo de la Justicia es minimizar ese significado. Sería como querer condenar a Yiya Murano por copiar la receta de las tortas sin pagar los derechos intelectuales.

¿Qué significa que un delegado político, defensor a ultranza del gobierno, haya estado en la escena del crimen antes que las autoridades competentes? ¿Una violación a la independencia del Poder Judicial o un interés específico? No entiendo cómo a tanta gente se le puede escapar semejante elefante.

¿Qué significa que la señora y los demás denunciados y el aparato de gobierno estén en una campaña para denostar al muerto? ¿Falta de educación, no entender su alta misión presidencial, falta de sensibilidad por no dar el pésame a la familia? ¿O una enemistad con la víctima de un posible homicidio?

¿Qué valor tiene que todo el aparato estatal haya sido puesto al servicio de la diatriba contra el muerto? ¿Una negligencia o la exhibición obscena de un motivo para celebrar la muerte cuyo autor mediato o inmediato se investiga?

Imaginemos una escena del cine más obvio dónde se descubre un muerto y uno de los posibles involucrados se muestra sumamente nervioso, sale corriendo, se sube a un auto ajeno y huye. ¿Qué decimos? ¿Cómo encuadramos la cuestión? ¿Cómo hurto automotor?

No sé, me parece a veces que la principal muerte decidida por el gobierno K es la del sentido común. Por si acaso dejo abierta la respuesta.

2. Lagomarsino y la provisión de armamento.

La información dice que se ha “imputado” a Lagomarsino la provisión de un arma a una persona no autorizada para la tenencia. Escuché todo tipo de reflexiones al respecto, incluso que el problema era que Nisman tenía su permiso de tenencia vencido.

En la Argentina hay una ley de Armas número 20.429 y una modificatoria del Código Penal número 25.886 sancionada en abril de 2004 que en su inciso 4 del artículo 1° establece que “será reprimido con prisión de UN (1) año a SEIS (6) años el que entregare un arma de fuego, por cualquier título, a quien no acreditare su condición de legítimo usuario”

Acá sí debería saltar el instinto constitucional, que parece otro muerto. Existe un principio universal del derecho que es el de la legítima defensa, que no sólo es defensa propia, sino que también alcanza a la defensa de otros, como dice el inciso 7 del artículo 34 del Código Penal. Pero aunque no fuera así, hablo del instinto constitucional porque todo el andamiaje en el que se sustenta una legalidad constitucional (y por lo tanto también la legalidad positiva) parte de la base de que los ciudadanos ceden su defensa, pero no de forma absoluta. No pierden el derecho a defenderse por sí mismos o hacerlo con terceros, cuando las circunstancias lo ameriten (del modo en que en la Argentina están detalladas en el mismo artículo).

Hay unos requisitos para la legítima defensa. Debe haber una hipótesis demostrable de la imposibilidad de recurrir a las autoridades policiales y se exige racionalidad del medio empleado. El requerimiento es la no existencia de provocación suficiente por parte del que se defiende. Aclaremos para los desprevenidos que una denuncia de un fiscal, no es una provocación suficiente sino un acto legítimo y debido.

No creo que a Lagomarsino le vayan a pedir que demuestre que tenía motivos para pensar que Nisman no podría recurrir a las autoridades policiales, a juzgar por los resultados. Pero como el aspecto subjetivo en materia penal es fundamental y la falta que se le imputa no puede cometerse en forma culposa, la pretensión de centrarse en este verdadero perejil, se disuelve con toda facilidad. Su supuesta falta, en este contexto, es una absoluta estupidez formal.

Quiero decir con esto que me parece que hay fallas gruesas de formación en quienes se dejan barrer por la apariencia formal de las situaciones y no entienden el problema esencial de la juridicidad, que es proteger derechos, no reglas en abstracto.

Si estamos frente al caso de un fiscal que acaba de denunciar a un presidente autoritario en un hecho que es un escándalo internacional, en el que están involucrados los intereses de varios países y actos de terrorismo, Lagomarsino sería un verdadero imbécil si se pone a leer la ley 25.886 y le dice a Nisman que no puede darle el arma si no le muestra el carnet de legítimo usuario. Para colmo a un fiscal. Tal conducta no sería ni jurídicamente exigible ni deseable.

Si la decisión fue buena o mala, si debió hacer otra cosa, es harina de otro costal. Lagomarsino por entregar el arma (en falta o no), no tiene ninguna relevancia  en la investigación del homicidio en sí y hasta ahora nadie ha sostenido cómo esa transgresión que no es tal en este caso, lo convierte en autor o cómplice de la muerte.

Si alguien llega a recibirse de abogado pensando que en el medio de un tiroteo mientras alguien es asaltado, un señor le acerca un arma al que se está defendiendo sin preguntarle por su permiso de tenencia, comete un ilícito, estamos en serios problemas.

Vamos al elefante: el gobierno quiere tirar la pelota afuera de la cancha con cualquier cosa ¿Por qué? Yo diría que habría que preguntárselo al hijo de Pierri. Seguro lo sabe.

Otra pregunta fácil ¿Cómo se comportaría un gobierno inocente? Ahora comparemos.

© Escrito José Benegas el martes 27/01/2015 y publicado por el Blog http://josebenegas.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.






viernes, 21 de diciembre de 2012

La Corte define todo… De Alguna Manera...


La Corte define todo…

LLAVE SUPREMA Juez Raúl Zaffaroni. Dibujo: Pablo Temes.
 
Presión sobre la Justicia. El kirchnerismo no ceja en su ofensiva contra los jueces. Métodos y objetivos. Unicato para todos.

Vamos a poner en marcha una democratización de la Justicia”. Nadie sabe cuál es el verdadero significado de esta frase pronunciada por la Presidenta –en medio de la estupefacción que produjo el fallo del tribunal de Tucumán sobre el abominable caso de la desaparición de Marita Verón– en estas horas de máxima tensión entre el Gobierno y el Poder Judicial. Lo que sí queda claro que tales palabras fueron una muestra más del oportunismo permanente sobre el que el kirchnerismo basa la mayor parte de su gestión.

El masivo rechazo que generó ese fallo le dio el pie justo al Gobierno para descargar su bronca contra los sectores independientes de la Justicia que han puesto freno a una joya del relato kirchnerista: la Ley de Medios. Por ello, hubo euforia en Olivos el viernes cuando el juez Horacio Alfonso, confirmando lo que habíamos adelantado hace semanas, falló a favor del Gobierno en la controversia sobre los artículos 161 y 45 de la citada ley. Alfonso es un juez cercano al kirchnerismo, dato que es vox pópuli en todos los ambientes tribunalicios. Lo importante es que el caso habrá de terminar en la Corte. Allí hoy las cosas están divididas. Nadie puede arriesgar ningún resultado. Pero lo que se dijo en el Gobierno durante esta semana sobre la Justicia tiene implicancias severas que van mucho más allá de su guerra contra Clarín.

Salvo la configuración de la actual Corte –logro que le ha generado un reconocimiento sin fisuras– todo lo hecho por el kirchnerismo en el campo de la Justicia ha sido malo. En eso el oficialismo se parece muchísimo al menemismo. De esto alguna vez hablará el ex ministro Gustavo Beliz, quien fue un propulsor decisivo de algunos proyectos que hubieran sido clave para hacer más transparentes a varios estratos del quehacer judicial.
En cambio, otros proyectos destinados a coartar la independencia de los jueces –como el de la reforma del Consejo de la Magistratura– fueron impulsados por la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner. Ese fue un paso determinante en pos de un objetivo claro: la conformación de una Justicia K. Otra de las acciones que incorporó el kirchnerismo es la de una tarea de vigilancia sobre aquellos jueces que tienen en sus manos causas sensibles que inquietan a los funcionarios. A esos jueces se los mira con lupa y se los presiona de manera a veces sutil y, si con ello no alcanza, entonces de forma desembozada con utilización de datos que provee la SIDE. Recuérdense, al respecto, los casos de la jueza María José Sarmiento y del juez Raúl Tettamanti, citados en la columna del domingo pasado.

Si con todo ello no alcanza, se avanza aún más con las recusaciones y/o denuncias sobre los jueces y fiscales que ponen en apuros a funcionarios clave. El caso paradigmático es el del vicepresidente Amado Boudou, que logró que volara el Procurador General de la Nación, Esteban Righi, y apartaran de la causa al juez Daniel Rafecas y al fiscal Daniel Rívolo. Rafecas había autorizado el allanamiento pedido por Rívolo de un departamento en Puerto Madero, propiedad de Boudou, en el que se encontró documentación comprometedora para el vice, en el marco de la escandalosa causa del rescate de la ex Ciccone.

Otro aspecto muy sensible conectado al proyecto de forjar una Justicia K  es el de los concursos. Allí, en muchos de ellos, pasa de todo. Aspirantes vinculados al oficialismo que “casualmente” conocen de antemano al detalle y de memoria –palabra por palabra– antecedentes de jurisprudencia respecto del caso sobre el que deben responder en el examen o, directamente, conocen el caso en sí. Así y todo, si sus notas fueran malas, está el recurso de “ascenso milagroso”, por el cual quien había quedado en los últimos puestos es “rescatado” por obra y gracia de un espíritu no santo que responde a la Casa Rosada y sus adyacencias, y reubicado en las primeras posiciones y, por lo tanto, devenido en elegible. Ese fue  el caso de María Lorena Gagliardi, a quien el Gobierno quería para ocupar el juzgado que subroga Alfonso.

Fue curiosa también la expresión de la Presidenta referida a que la Justicia debe escuchar al pueblo. En realidad más que curiosa fue contradictoria con las acciones que lleva adelante su gobierno. ¿Cómo entender, si no, la decisión de la Anses de no obedecer los fallos judiciales que han reconocido los reclamos por reajustes de haberes mal liquidados de más de 500 mil jubilados y pensionados? ¿Cómo entender que, en vez de acatar esos fallos, se haya querido recusar y desplazar a jueces probos y honestos como, por ejemplo, Luis Herrero de la Cámara de la Seguridad Social? ¿Quién fue allí el que desoyó al pueblo: el Gobierno o la Justicia?

El dramático y conmovedor caso de la desaparición de Marita Verón ejemplifica los claroscuros del Gobierno y sus consecuencias. La red de prostíbulos y trata de personas está extendida en todo el país. El Tucumán del gobernador José Alperovich es tan feudal como la Santa Cruz de los Kirchner o la San Luis de los Rodríguez Saá. Los Ale, una familia que asuela la provincia, ha hecho y sigue haciendo de las suyas sin ningún problema. La protección política con la que han contado sigue indemne. La sobreactuación del gobernador ha sido tan fatua como estéril. El desarrollo del juicio y el veredicto han puesto a los jueces bajo sospecha. Para saber toda la verdad habrá que ver cómo y quiénes estuvieron a cargo de la instrucción del caso, ya que es allí donde muchas veces se definen.

Presa de la indignación, Fernández de Kirchner decidió incorporar el proyecto sobre trata de personas en las sesiones extraordinarias del Congreso. Enmendó así un grueso error, ya que el proyecto, que contaba con media sanción del Senado, durmió durante el año en los cajones del bloque del Frente para la Victoria. Susana Trimarco, mujer admirable y con un coraje sin límite, señaló que los legisladores no deberían “haber esperado a que la Presidenta les dijera”. Sin querer, la madre de Marita Verón puso el dedo en la llaga y dejó expuesta una de las principales falencias de este gobierno, en el que nada se hace sin que haya una orden presidencial. Es el mejor ejemplo de los males que encierra el unicato, tan alejado del concepto republicano que consagra la Constitución.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 16 de Diciembre de 2012.


sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Quién la asesora?... De Alguna Manera...


¿Quién la asesora?...

Where is Crovara Avenue? Presidenta Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Cristina enfrenta las acechanzas críticas con falsos relatos, lugares comunes y frases oxidadas. ¿Por qué y para qué?.

La sintonía fina –también uno repite tonterías– llegó al lenguaje local; se cambia ahora “todos y todas” por “la mayoría”. No es la única gran transformación epistemológica del “modelo” ante las nuevas acechanzas críticas, las manifestaciones en la calle y la obvia pérdida de credibilidad del Gobierno y su titular. También se incorporan frases y bromas al mensaje presidencial como si fueran logrados descubrimientos y, en rigor, son lugares comunes que han sido transitados hasta el hartazgo desde hace medio siglo en los colegios secundarios, desde “laica y libre” por ejemplo. Como el latiguillo de que “no hay golpes en los países que no tienen embajada norteamericana”, ironía de aquellos tiempos en que Washington confesaba tener sus propios hijos de puta en los gobiernos de Iberoamérica. La referencia aludía a los Somoza, pero también les cabía a otros nacionales, populares, demagogos. Entonces endulzaba a militares que reemplazaban a otros militares, Centroamérica era un campeonato de golpes de Estado, y personal que se creía propio instalaba en Cuba misiles soviéticos al tiempo que se confesaba marxista. Tan lejos está esa evidencia que, ahora, las apelaciones humorísticas de la mandataria son un chiste viejo, más cuando las embajadas de Estados Unidos al sur del río Bravo –para seguir con las recurrencias de los 60– son sinecuras para aportantes en las campañas o destinos bucólicos para algún representante de minorías. Afortunadamente.

Pero no sólo algo cambió en el país; también mudaron opiniones en el exterior. Al menos Ella. Ya no sale de la suite hotelera altivamente para desfilar, con boina ad hoc, look Juliette Greco, en una marcha humanitaria por las calles de París, registrada por la TV Pública y privada. Al contrario; ahora no puede exponerse, provoca agravios e insultos, le hacen cacerolazos en la Gran Manzana; hasta pasear por el Central Park puede ser más peligroso que antes de Giuliani. Una vejación injusta, como si fuera un dictador africano. Quizás sea una campaña promovida por los intereses del monopolio Clarín, como denuncia el oficialismo. Pero Ella se anonada, sanciona –envía mensajes en ese sentido a sus huestes del Sur– y se enoja como el personaje de Qué he hecho yo para merecer esto. No hay respuesta, pero sí un tema musical nuevo de Los Súper Ratones (el grupo que más interesaba al ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, como Mancha de Rolando con Amado Boudou) que se expresa metafóricamente al respecto. Sutilezas de la vida, exageraciones del periodismo por enlazar la vida con el amor, el odio y la política, sin duda.

Debe haber un motivo existencial y evasor en la burocracia del Estado, por lo tanto, para enviarla a Cristina como protagonista de una campaña retro, hacia un túnel del tiempo con citas de lo que otros viejos leyeron sólo en titulares, suponiendo que pasados best sellers de universidades –Huntington o el japonesito que Gustavo Beliz, ministro de Kirchner, traía a la Argentina– son letra viva hoy. Como si respiraran y se movieran los ejércitos de terracota. Fueron esos nombres, apenas, una referencia de sobaco, laterales, sectarias expresiones, como suponer que Guy Sorman es un pensador del liberalismo. Otra vez lugares comunes, decrépitos además por culpa e influencia de internet y las redes sociales, y su pavorosa instantaneidad. Es sorprendente cómo se ganan la vida ciertos asesores de la Casa Rosada, casi como los periodistas en extinción, sin ver lo que ocurre en el aire, en el lenguaje espacial, buscando impresiones en libros escondidos de la biblioteca, amarronados y malolientes, sabiendo que hay un cliente que siempre compra esa mercadería creyendo que es de culto, incunable.

Fascinante ejercicio de librero, para incluir en los discursos conceptos de Franz Fanon sin dar su nombre ni recordar que, para él, entonces conservar el velo en las musulmanas era un acto revolucionario para la independencia mientras que esa obligada conservación del atuendo y tal vez otras costumbres que Occidente no entiende –la lapidación de las que engañan al marido o el ahogo en un balde de las chinitas a las que les toca nacer como segunda hermana– en la sopa de letras de Cristina representan culturas que no deben modificarse. Como la de que los indios no vayan al dentista ni al médico, se hacinen y contraigan alegremente enfermedades. Seguro que no piensa así, pero se expresa con demasiada velocidad o urgencia en su canal Volver (¿seguirá después del 7 de diciembre?) y cuesta entender su pensamiento global, como los requiebros a Francia y a los distintos ocupantes del Elíseo como defensores de los derechos humanos cuando, en esas mismas décadas a las que recurre Cristina en sus alocuciones, esos galos malhumorados perfeccionaron brutales tecnologías represivas en Argelia e Indochina, y sus agentes de inteligencia las desplegaron por el mundo, no evitaron relaciones con los militares argentinos, más bien los adoctrinaron y hasta casi con seguridad participaron en secuestros y desapariciones como los ocurridos en la iglesia Santa Cruz. ¿Ningún asesor le cursa esta información?

Tampoco le agregan un gramo de imaginación o talento para responder a las previsibles preguntas sobre el cepo cambiario, las conferencias de prensa, su ascendente patrimonio personal o la re-reelección. Demasiada improvisación, demasiado nerviosismo y, sobre todo, lamentable desprecio por ciertos sectores (lo de la Universidad de La Matanza resulta inexplicable). Visto a la distancia, Carlos Menem parecía más ducho al hablar de estos temas molestos, incómodos, menos aficionado por lo menos. Es que aun una travesía por el mundo estudiantil y superficial de la conservadora Georgetown o la neoliberal Harvard requiere de una mínima elaboración. Una abogada exitosa, como seguramente ha sido Cristina si se atienden sus palabras, debe saber que para estas instancias debería proponerle a su cliente no tanto expresar la verdad, cuya certeza siempre es controvertida, sino organizarlo para que se convierta en un hábil declarante. Curioso: a veces, lo que se vende en el mercado no es lo que se consume en la casa.

© Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 28 de Septiembre de 2012.