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lunes, 21 de agosto de 2017

Islas Malvinas: finalizaron los trabajos de identificación de los restos de soldados argentinos... @dealgunamanera...

 La Cruz Roja en las Islas Malvinas… 

El cementerio Darwin (NA)

Islas Malvinas: finalizaron los trabajos de identificación de los restos de soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin. En un comunicado, la Cruz Roja informó que concluyó la primera etapa que comenzó el 20 de junio

© Publicado el lunes 07/08/2017 por http://www.infobae.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El trabajo del equipo forense del Comité internacional de la Cruz Roja (CICR) para identificar a los soldados argentinos sepultados en el cementerio de Darwin en las Islas Malvinas finalizó hoy con una sencilla ceremonia religiosa.

"Me complace informar que ha culminado exitosamente la crucial etapa de exhumación, análisis, documentación y reinhumación de cada uno de los soldados enterrados bajo una lápida que reza 'Soldado argentino solo conocido por Dios'", señaló el jefe forense del proyecto del CICR, Morris Tidball-Binz, en un comunicado que difundió el organismo.

El trabajo de identificación de los restos en el cementerio de Darwin comenzó el 20 de junio y participó un equipo de catorce especialistas forenses, procedentes de Argentina, Australia, Chile, España, México y el Reino Unido.


En esta etapa se procedió a exhumar, analizar, obtener muestras y documentar cada uno de los restos mortales sin identificar. Luego de realizar un análisis de los mismos en una morgue temporal, cada uno de los cuerpos exhumados fue colocado en un nuevo féretro y sepultado en su tumba original el mismo día de su exhumación.

"Hemos tratado los restos mortales con el máximo respeto y esperamos, con nuestra labor, devolverles la identidad a los fallecidos y brindar con ello respuestas a las familias que aguardan hace más de tres décadas la identificación de los restos de sus seres queridos", añadió Tidball-Binz, que destacó "el profesionalismo" y el "compromiso humanitario" de los especialistas.

En tanto, en las próximas semanas se procederá a la restauración del cementerio a su estado original y las muestras para análisis genético serán entregadas a un laboratorio en la provincia de Córdoba, donde están las muestras de referencia de los familiares.

En paralelo, otros dos laboratorios en Reino Unido y España tienen a su cargo el control y el aseguramiento de la calidad del análisis de ADN.

Los informes de identificación serán finalizados a fin de año y entregados a ambos gobiernos, mientras que las autoridades argentinas informarán los resultados de manera confidencial a las familias que han solicitado la identificación de los soldados.


martes, 20 de junio de 2017

Sin Chile, "hubiéramos perdido la guerra" de Malvinas… @dealgunamanera...

Militar británico: Sin Chile, "hubiéramos perdido la guerra" de Malvinas…

El oficial de la fuerza aérea británica (RAF) Sydney Edwards, autor del libro "My secret Falklands War" sobre la guerra de las Malvinas, en entrevista con la AFP en Letchworth, Inglaterra, el 10 de julio de 2014.

Sin ayuda de Chile "hubiéramos perdido la guerra" de las Malvinas, dice a la AFP, sin asomo de duda, Sidney Edwards, oficial de la fuerza aérea británica (RAF), que en 1982 viajó a Santiago con la misión de conseguir el apoyo del régimen de Augusto Pinochet.


© Escrito por Alfons Luna el viernes 11/07/2014 y publicado por la AgenceFrance-Presse de la Ciudad de París, Francia.

Edwards, vicecomodoro en la época, ha escrito un libro de memorias sobre su experiencia en Chile, "My Secret Falklands War", que se publicará, de momento sólo en inglés, a finales de julio.

"Hubiéramos perdido la guerra" porque "no hubiéramos podido responder a los ataques aéreos que lanzaban los argentinos si no hubiéramos sabido cuándo iban a producirse", explica Edwards, de 80 años, en un café de Lectchworth, el pueblo a media hora de Londres en el que reside.

La estación de radares de Punta Arenas, en el sur de Chile, se reveló como una herramienta preciosa para los británicos, "porque nos avisaban cuando los cazas argentinos dejaban sus bases en el sur de Argentina" y permitían enviar a los aparatos británicos a su encuentro lejos de la flota británica.

"La alternativa hubiera sido montar patrullas aéreas bien lejos de la flota. Eso es extremadamente costoso", no sólo financiéramente, sino en términos de desgaste para los pilotos, "y además no hubiéramos podido hacerlo con el pequeño número de aviones que teníamos en los portaaviones".

Edwards llegó el 14 de abril de 1982 a Santiago con una carta de presentación de la RAF y la misión de lograr, y coordinar luego, el apoyo del régimen chileno.

El 2 de abril, Argentina, gobernada también por una dictadura militar, había invadido las islas del Atlántico Sur, sobre las que reivindica su soberanía, dando inicio a un conflicto que duraría casi dos meses y medio y acabaría con su derrota.

Edwards, elegido entre otros motivos por su buen español -había estado destinado en la embajada en Madrid- tenía claro que para conseguir sus objetivos debía cortejar al general Fernando Matthei, comandante de la fuerza aérea, con supuestas simpatías anglófilas, y miembro de la junta militar que gobernó el país entre 1973 y 1990.

La misión era secreta, y ni siquiera en la embajada británica sabían qué motivo exactamente había traído a Edwards a Santiago.

"Nunca había estado en Sudamérica, mucho menos en Chile, y esperaba una especie de lugar polvoriento, mexicano, de cow-boys, como los que había visto en las películas del oeste cuando era un niño. Me asombró encontrar una ciudad próspera y moderna, con estándares europeos".

"Logré una entrevista (con Matthei) el mismo día de mi llegada, tras 20 horas de vuelo".

Los chilenos aceptaron ayudar en secreto -un secreto a voces que se confirmaría con la desclasificación en 2012 de los documentos británicos de la guerra- y a cambio se les daría para siempre el material militar que necesitaban.

"Nunca me reuní con Pinochet, fue deliberado. A menudo estuve en el mismo edificio que él, hablando con Matthei, salía al pasillo y ahí estaba Pinochet. Fue una estrategia deliberada, (el apoyo) no hubiera ocurrido sin su aprobación. Pero [Pinochet] quería una salida por si algo iba mal, poder decir 'no sabía qué estaba haciendo Matthei".

"Matthei asumió un gran riesgo, pero lo hizo por su país, porque sabía que si los argentinos ganaban aquella guerra, luego querrían las islas del canal de Beagle", objeto en ese entonces de fuertes fricciones entre los dos países sudamericanos, "y eso hubiera sido otra guerra".

"Lo que hizo Chile no sólo nos ayudó a nosotros, sino que evitó otra guerra en Sudamérica", asegura Edwards.

- El enemigo de mi enemigo es mi amigo –

Apoyarse en un régimen brutal como el chileno no le supuso ningún conflicto al oficial británico. "El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Tengo mi propia opinión sobre las dictaduras y los derechos humanos, pero me las guardo. Uno lucha en una guerra con todo lo que tiene a mano. Ellos empezaron la guerra, pero nosotros teníamos que ganarla", afirma.

Años después, en 1998, Pinochet fue detenido en Londres a demanda de la justicia española y Margaret Thatcher, la primera ministra en la época de la guerra, salió encendidamente en su defensa.

Thatcher "sabía lo que los chilenos habían hecho por nosotros pero no podía decirlo, porque la información estaba clasificada. Yo pensaba, 'si la gente supiera...'. El motivo por el que ella" defendió a Pinochet con uñas y dientes "era saldar una deuda de honor, porque les debíamos mucho a los chilenos".

Edwards fue condecorado con la Orden del Imperio Británico pero no en la lista de honores de la guerra de las Malvinas, para preservar el secreto.

Del final de la guerra, recuerda la fiesta en el club nocturno Las Brujas, en Santiago. "Era un lugar muy popular, quedamos ahí y nos lo pasamos muy bien. Los chilenos estaban muy contentos, era casi como si hubieran ganado ellos la guerra. En realidad la ganaron, supongo".



martes, 18 de abril de 2017

Murió Carlos Slepoy Defensor de los Derechos Humanos... @dealgunamanera...

Murió Carlos Slepoy, el abogado que quiso juzgar los crímenes del franquismo…

Carlos Slepoy falleció a los 68 años. Foto: Diario El País de Madrid, España.

Fue reconocido en el mundo entero por su labor relacionada a la defensa de víctimas de las dictaduras en Argentina, Chile, Guatemala y España.

© Publicado el lunes 17/04/2017 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Carlos Slepoy, abogado que dedicó su vida a la defensa de las víctimas de las dictaduras argentina, chilena, guatemalteca y española, falleció hoy a los 68 años. El deceso se produjo en parte por las secuelas sufridas luego de que un policía le disparara un tiro por la espalda en 1982 en una plaza de Madrid, donde se había acercado a defender a unos chicos, según consigna el diario El País de España.  

Slepoy fue reconocido en el mundo entero por su labor relacionada a la defensa de los derechos humanos. En 2007 participó en la acusación contra el dictador Jorge Rafael Videla y otros militares argentinos. También asistió a familiares de víctimas de los vuelos de la muerte y niños robados en la última dictadura. Poco después fue parte de la causa contra Augusto Pinochet en Chile.

Desde 2010 impulsó la querella argentina para juzgar a los crímenes del franquismo, haciendo un llamado a los familiares de más de 113.000 desparecidos para que denunciaran. 

Nacido en Buenos Aires, cruzó el océano en 1979. Antes de abandonar el régimen de facto de Videla y exiliarse en España, había perdido varios compañeros y había sido detenido, torturado y encarcelado.



sábado, 21 de enero de 2017

200 Años del Cruce de Los Andes.(16/01/1817 - 16/01/2017) @dealgunamanera...

200 Años del Cruce de Los Andes 16/01/1817 - 16/01/2017


Parece mentira, pero frente a tanto bombardeo mediático que nos tiene muchas veces prisioneros de hechos nacionales e internacionales no trascendentes, comienza a pasar casi desapercibido el recuerdo de una gesta nacida en estas tierras, clave para el continente Americano y que reunió tres requisitos muchas veces difíciles de amalgamar: inteligencia estratégica, capacidad organizativa y apoyo popular; eso fue el Cruce de los Andes.

© Escrito por Roy Cortina el sábado 21/01/2017 y publicado en Facebook Roy Cortina

Pensada brillantemente por San Martín, esta maniobra militar que duro 20 días y que nos llena de admiración por quienes la llevaron a cabo, consiguió que un pequeño ejército bien entrenado atravesara una de las cadenas montañosas más complicadas del mundo, que lo hiciera en distintos pasos y que con una precisión asombrosa lograra la confluencia de todas las columnas de soldados en tiempo y forma para derrotar a los españoles en Chacabuco, prácticamente mientras bajaban del lado Chileno.

El cruce de los Andes, la desobediencia de Belgrano de retroceder a Córdoba y lograr las victorias de Tucumán y Salta y la resistencia de Güemes en el norte, son las tres causas que cambian el curso de la independencia de Sudamérica de los españoles, porque si caía el territorio de la actual Argentina, el regreso de la monarquía española a través del Rio de la Plata, hubiera sido un hecho y quien sabe cuántos años se habría extendido y cuan cruenta hubiera sido la guerra de liberación.

Sin embargo tanto la Guerra Gaucha en el norte y la audacia en Tucumán y Salta, fueron, si bien heroicas y populares, acciones defensivas. 

En cambio la estrategia pensada y ejecutada por San Martin de cruzar los Andes y liberar a Chile, les dio a los patriotas la iniciativa por primera vez y desato el nudo de la guerra a escala continental aliviando a los ejércitos liderados por Bolívar en el norte sudamericano.

El cruce de 5400 hombres cañones, víveres y miles de mulas y caballos, en un frente de 800 kilómetros, atravesando picos de 5000 metros de altura y con temperaturas que iban de los 30 grados de día a los 10 grados bajo cero de noche, es considerado una obra maestra a la altura de las mejores campañas militares de la historia universal.

Se hizo por la obstinación de un grupo político que comprendía la necesidad de hacerlo a toda costa, por el liderazgo de San Martin y sobre todo por el sacrificio del pueblo cuyano que tuvo una voluntad y una determinación férreas para costear y organizar el cruce.

El parco, enigmático y metódico andaluz por crianza y correntino por nacimiento, regresó a su tierra, después de guerrear por toda España y verla caer por la inoperancia de una monarquía con la que ya no estaba de acuerdo en ideales y en aspiraciones personales, sea que esta sucumbiese para siempre a manos de los franceses, sea que el famoso e incorregible Fernando Séptimo recuperara el poder, como finalmente lo hizo.

En Cádiz buscaría entusiastamente las ideas para realizarse en el nuevo tiempo que nacía. 

En el continente Americano, en lo que iba a ser nuestro país, encontró el lugar donde esas ideas tomarían cuerpo.

Probablemente en Inglaterra, haya llegado a sus manos el famoso plan del escoces Maitland, que ya en esa época indicaba que la mejor estrategia para derrumbar al imperio español en América, era tomar Perú a través de Chile y tomar a Chile desde Mendoza cruzando los Andes. 

Sea como fuere, el teniente coronel San Martin, sospechado de espía apenas piso Buenos Aires, no paró hasta lograr ser gobernador de Cuyo, fogonear la independencia y organizar la gesta con la que se inmortalizó y entró para siempre en nuestra historia.

Vale la pena recordarlo en estos días, cuando se cumplen 200 años del histórico acontecimiento, en los tiempos fundantes del país. 

Cuando queríamos ser libres y que lo demás no importe nada.




sábado, 19 de noviembre de 2016

Argentina, festín financiero en plena recesión… @dealgunamanera...

Argentina, festín financiero en plena recesión…

El presidente Mauricio Macri saluda a la gente durante la inauguración de una carretera en Luján, el 10 de noviembre.  EFE

Tipos de interés del 26%, una moneda que se revalúa y un gran endeudamiento convierten el dinero argentino en el mejor negocio en plena crisis latinoamericana.

© Escrito por Carlos E. Cué el lunes 14/11/2016 y publicado por el Diario El País de la Ciudad de Madrid, España.

Argentina siempre va a contracorriente. Mientras toda Latinoamérica temblaba ante la llegada de Donald Trump, y el peso mexicano se devaluaba un 20%, el peso argentino se revaluaba por la entrada de dólares, aunque esta semana empieza con una caída.

Mientras todo el planeta bajaba sus tipos de interés, Argentina los subió este año al 38% y después de un ajuste los mantiene en el 26%. Mientras sus vecinos Chile, México, Colombia tienen inflaciones de 3%, 4%, 5%, Argentina se sitúa en el 40% en plena recesión, algo difícil de explicar en cualquier otra economía. Mientras muchos países latinoamericanos han decidido no endeudarse más y reducir su déficit, el Gobierno de Mauricio Macri ha iniciado el mayor proceso de endeudamiento de toda Latinoamérica, más de 45.000 millones de dólares emitidos este año y otros 40.000 proyectados el año que viene, aunque no toda es deuda nueva.

El Ejecutivo explica que la deuda es la única manera de evitar un ajuste mayor. Políticamente sería inviable, ya que está en minoría en el Congreso.

Macri tenía la ventaja de que Argentina, después de años de kirchnerismo, ruptura con el FMI, guerra con los fondos buitre y salida de los mercados financieros, estaba muy desendeudada. Argentina tiene margen, dice el Gobierno, no hay de qué preocuparse.







miércoles, 19 de octubre de 2016

Estúpida y sensual xenophobia… @dealgunamanera...

Estúpida y sensual xenophobia…

Argentinos nacidos en Europa descansan de a quinientos por metro cuadrado en un palacio de arquitectura neorrenacentista previo a salir a trabajar la tierra de San Telmo.

Samuel nació en Caracas hace 28 años. Llegó a la Argentina por primera vez de vacaciones y se enamoró de Buenos Aires. Años después, harto de la situación de su país y viendo que estaba al borde de la pobreza teniendo un trabajo que en cualquier otro país le permitiría llevar una vida holgada, vendió lo último que le quedaba –su “carro”– que, por esas cosas de las diferentes cotizaciones del dólar, le alcanzó para pagarse dos pasajes. Llegó a Buenos Aires con su esposa de manera legal, por el aeropuerto de Ezeiza y con los papeles en la mano.

Tanto él como su esposa tienen dos títulos universitarios cada uno. Ella trabaja de mesera en un bar de Palermo por unos pocos pesos más la propina. Él atiende un kiosco de siete de la tarde a siete de la mañana del día siguiente. La semana pasada fui testigo del primer comentario despectivo que recibió cuando un señor muy bien vestido le recriminó que le quitara el trabajo a los argentinos. Como si algún argentino con dos títulos universitarios aceptara atender un kiosco doce horas por noche seis días a la semana. Como si hubieran echado a un ingeniero para darle el puesto.


La primera vez que me llamó la atención la inmigración fue a mediados de los años noventa, cuando a Buenos Aires empezaron a llegar oleadas de bolivianos. El motivo principal por el que les presté atención obedece al más sencillo principio del asombro: no cumplían con el parámetro de porteño medio. De rasgos aborígenes, vestidos con ropas de colores insoportablemente estridentes y las mujeres con sombreros. No hubieran pasado desapercibidos ni con niebla.

Hoy, en tiempos en los que muchos se preocupan humanitariamente por el conflicto sirio o porque nadie llora por los muertos del huracán de Haití –que con la guita que recibe después de cada desastre ya debería tener la infraestructura de Dubai– nos hacemos bien los boludos con la inmigración silenciosa del hambre venezolano. Rostros europeizados en su mayoría, salvo que se pongan a hablar, ni nos enteramos de que no son de acá. Pero si alguno se pone a charlar con ellos –y no para pedirles que se vuelvan a su país– puede encontrarse con una realidad tristísima: el éxodo de gente que vende lo poco que le queda para poder irse del país al que aman. No es un detalle menor, ya que esos que pueden irse son los afortunados.


Natalín usa un ambo verde en la guardia de una clínica privada céntrica. Sí, es médica. Charlando con ella uno puede sacarse todos los prejuicios de encima –si hay algo que nunca sobra en ningún país son médicos– y anoticiarse que no vino al país para estudiar, sólamente, sino que vino a cumplir con los años de residencia que necesita para poder ejercer la medicina en su país, Colombia. Le pagan en blanco, tributa ganancias, paga el 21% de IVA en cada compra, usa el transporte público, alquila. En Colombia tendría que pagar para ejercer la medicina hasta sumar los años necesarios en un sistema perverso. Aquí trabaja.


Lo de la xenofobia argentina debería ser un tema para tratar en terapia. A veces solapada por la culpa, otras oculta tras la corrección política, otras tantas a flor de piel cuando necesitamos culpar a alguien por lo que otro nos sacó, el desprecio selectivo a quien no es de acá, es un asunto que se cuela alguna vez en todas las familias. En todas. Entre mis ocho bisabuelos sumo tres nacionalidades distintas y ninguna es inca o querandí. Ni siquiera tengo una gota de sangre española como para reclamar derechos naturales y coloniales. Y a excepción del puñado de 100 apellidos patricios y los pocos aborígenes no mestizados que quedan en el territorio, el resto de los argentinos llegó o nació de los que llegaron tiempo después. Mucho tiempo después.

Uno de mis abuelos nació en un conventillo. Está claro que el poder adquisitivo de su padre no podría costear los tributos al Estado que pudieran justificar el uso del pupitre en un establecimiento educativo. Pero tuvo educación primaria, secundaria y terciaria. Su hermana se recibió de abogada en la UBA. Mi otro abuelo no pudo terminar sus estudios, pero la realidad de un país en el que nadie le preguntaba la nacionalidad antes de darle un empleo lo hizo salir adelante y brindarle educación a sus hijos. Nota al margen: ninguno de mis abuelos se salvó del “tano de mierda”.

Ya sé, me van a venir con que la sociedad era distinta porque un europeo encajaba de lo más lindo en este paraíso de mansiones de la calle Alvear. Por eso terminaron todos viviendo en casas levantadas como pudieron en terrenos en Loma del Orto y laburando de albañiles, zapateros, verduleros y otros oficios propios de la nobleza europea y fueron tratados como aristócratas con títulos nobiliarios como Moishe tacaño, Gaita ignorante y Tano bruto.


Un cacho de cultura tributaria. La educación pública en Argentina se financia con presupuesto estatal, en su mayor parte con recursos de libre disponibilidad. Esto quiere decir que se lo banca con impuestos en general, que no hay un producto o tributo específico que diga “mantenimiento educativo”. En una época lo hubo: en 1999 el Estado creó el “impuesto docente” mediante el cual los que tenían auto pagaban un tributo destinado, básicamente, a borrar la carpa blanca de la plaza de los Dos Congresos.

Al no existir un tributo directo, cualquier boludo que compra un alfajor, un champú, un dentífrico o una botella de gaseosa, está dejando poco más de un quinto de su precio en Impuesto al Valor Agregado. Y no es poca cosa: nuestro 21% es el sexto IVA más caro del mundo, sólo superado por los países nórdicos y Uruguay, donde tienen 22 puntos de IVA, pero son tantos los productos exentos que en la canasta mensual tiene menor impacto que el argentino.

La presión impositiva en nuestro país es insoportable. Lo sabemos y lo padecemos. Muchos ponen el grito en el cielo y ratifican su postura al saber que el impuesto inmobiliario también forma parte de la recaudación y eso es algo que se puede utilizar para financiar la educación pública. Relax, estimado lector: el inmigrante no es de residir en una alcantarilla, y, por lo general, el que viene a estudiar es de alquilar. Como todos saben, aunque la ley diga lo contrario, los que alquilan se hacen cargo de pagar los impuestos inmobiliarios y municipales.

A ello hay que sumarle que para poder mantenerse en la Argentina requieren de alguna de estas dos opciones: o reciben remesas de sus padres, que no es otra cosa que dinero contante y sonante que ingresa al país para circular en el comercio y terminar en buena parte recaudado por el Estado en impuestos, o trabajan. Y si laburan y no pagan el impuesto a las ganancias es porque cobran miseria. Para redondear, los que están en blanco pagan aportes patronales para una jubilación que, si se vuelven a sus países una vez finalizados sus estudios, no cobrarán never in the puta life.

Del otro lado de la misma moneda nos encontramos con el debate que algunos quieren dar también amparados en la falta de sentido común: el caso de los que provienen de familias pudientes y van a la universidad pública. Son los que el viernes a la noche estacionan el cero kilómetro en las inmediaciones de la facultad y faltan alguna que otra vez porque se fueron a pasar el fin de semana a Long Beach. Suponer que no se merecen la educación pública es, nuevamente, no entender que, si son los que más tienen, son los que más gastan y, por ende, los que más aportan al tesoro. ¿Por qué impedirles que utilicen una universidad que también financian?

Lo que sí es cierto es que muchos de los que ingresan a la universidad pública provienen de una educación primaria y secundaria privada. Estadísticamente, los que provienen de la educación pública son los menos y esto habla de distintas necesidades: el desastre del nivel educativo y la necesidad de salir a laburar full time picaban en punta hasta hace unos años. Hoy comparten el trono con las ganas de no hacer un choto.


Sí, es cierto que muchos avivados se aprovechan de las bondades de Argentina, pero no por nuestra legislación generosa que proviene de nuestra Constitución Nacional, sino por la falta de controles en la aplicación de la normativa. El ejemplo de los tours de salud que provienen de países limítrofes para atenderse en hospitales públicos con turnos que les sacan desde agencias de turismo, o los simpaticones que llegan al país, se toman un terrenito, y luego exigen que se los den o, en el mejor de los casos, se los vendan, que lo quieren pagar, como si estuviéramos en un universo paralelo en el que una propiedad se puede pagar en 550 mil cuotas de veinte pesos. Ni que hablar de los que cruzan el Pilcomayo, cobran el plan, votan y se vuelven a Paraguay. Solo un tuerto emocional puede cruzarse con un laburante o un estudiante extranjero y recriminarle la toma de terrenos o las chantadas clientelistas norteñas.

Ahora que está de moda revolearnos estadísticas por la cabeza, también hay que agregar que el 5,7% de todos los presos que tienen el sistema penitenciario argentino es extranjero. Como suena bajito, digámoslo al revés: el 94,3% de los presos de Argentina son argentinos. 94 personas y dos brazos de cada cien. Nueve personas y un torso de cada diez. O sea: en el único rubro en el que existen estadísticas reales para afirmar si nos sacan lugares de privilegio, es en el penitenciario. Y no, ahí les ganamos por paliza y nadie nos quita una celda para dársela a un foráneo.

Puedo entender otro tipo de soluciones que se podrían aplicar para paliar nuestra necesidad de culpar a otros por nuestros problemas, como arancelar la universidad para quien viene de afuera, o enviar el resumen de gastos hospitalarios a las respectivas embajadas de cada ciudadano del mundo, pero nuestra Constitución Nacional lo impide. Lo que sí es remarcable es que, todos aquellos que dicen que no se puede comparar esta inmigración que viene a utilizar nuestras universidades con las de nuestros abuelos, tienen razón: a nuestros abuelos el Estado les dio alojamiento, abrigo y comida, les buscó trabajo y les facilitó los trámites con ese temita del idioma. Ah, además les permitió usar la salud y la educación pública.

Nunca terminaré de entender esa cosa de recordar las raíces europeas de nuestros abuelos –que, si tan aceptados eran en sus países de origen, no tendrían que haberlo abandonado contándose las costillas del hambre–, mencionar nuestro pasaporte italiano/europeo en alguna que otra charla, y ratificarnos ultra nacionalistas para delirar a Brasil en un partido de fútbol o cada vez que aparece un tipo que habla con acento de telenovela y cuyo único pecado cometido es el de haber llegado después que nosotros.

Y todos nos hacemos los boludos con los destrozos de nuestros manifestantes vernáculos, de los robos, estafas y homicidios de nuestros compatrióticos compatriotas. Y mejor ni hablar de los problemas que generaron, generan y generarán nuestros políticos bien argentinos, en nombre de la Patria, ésa que nos ponemos al hombro cada cuatro años, siempre y cuando a la selección le vaya bien, o cuando vemos a una persona que habla el castellano con un acento extraño, sea venezolano, colombiano o correntino. Parte de nuestra idiosincrasia: si no se le entiende nada, lo vemos con otros ojos, aunque sea un mafioso ucraniano. Sólo por dar un ejemplo, desde 2013 ingresaron 25 mil ciudadanos italianos a la Argentina para probar suerte.

A diferencia de nuestros abuelos, vienen instruidos, con título y experiencia. Si no fueran físicamente idénticos al porteño promedio, serían el terror del nacionalista.

Supongo que está inexplicablemente en nuestra cultura. Vienen a quitarnos los trabajos que rechazamos, las camas de los hospitales que no usamos y los pupitres de las universidades de las que egresan sólo el 14% de quienes se inscribieron. Nadie saca cuentas de cuánto le cuesta al Estado cada estudiante crónico, ni mucho menos se hacen eco de la última encuesta universitaria de la UBA en la que el 84% de los alumnos se manifestaron a favor de un examen de ingreso.

Pero en definitiva, son detalles. Después de todo, con nuestra plata hacemos lo que queremos, qué carajos.

Martedì. “Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a otros sólo porque tú naciste en él”. 

© Escrito por Lucca el martes 18/10/2016 y Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.