martes, 19 de marzo de 2013

Asombro Rosado… De Alguna Manera...


Asombro rosado…


Kirchnerismo papal. Alto impacto en el Gobierno por la unción de Bergoglio. Debates y grietas internas. La reacción en la Casa Rosada fue de azoro. Los funcionarios que componen el núcleo duro del cristinismo no salían de su asombro. Nada hacían para ocultar su malhumor. Cuando desde el balcón de los apartamentos pontificios, el cardenal decano Jean-Louis Tauran anunció al mundo que el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Begoglio, había sido elegido nuevo Papa, no fue alegría lo que hubo en la Babel de Olivos. Le llevó dos horas a Cristina Fernández de Kirchner reponerse del impacto y difundir la carta de felicitación que le envió al nuevo Sumo Pontífice.

La carta es una muestra de ese descontento. Fue una carta inexpresiva, protocolar e impersonal que bien hubiera cabido en el caso de que el cardenal elegido hubiera sido de una nacionalidad distinta a la Argentina. No fue la carta que se espera del presidente de un país del cual el nuevo Papa es oriundo. Y mucho menos la carta de alguien que, como Fernández de Kirchner, exhibe frecuentemente actitudes que van en el sentido opuesto al formalismo de lo protocolar. Cuando la carta se hizo pública, hacía ya una hora que se conocía la nota de felicitación al cardenal Bergoglio enviada por Dilma Roussef, la presidenta de Brasil. Si alguna duda había de esa falta de contento de la jefa de Estado, estuvo luego su “Aló Presidenta”, desde Tecnópolis, en el que la alusión al nuevo Papa fue también distante. La cara de CFK lo decía todo. La andanada de “ninguneos” al nuevo pontífice siguió con la decisión del oficialismo de negarse a conceder un cuarto intermedio, para homenajearlo, en Diputados.

Tras ello vino el reflotamiento de las acusaciones contra el cardenal Bergoglio por su supuesta complicidad con la dictadura. Ahí también el oficialismo fracasó. La calidad de los testimonios que respaldaron la conducta del entonces superior de los jesuitas fue contundente.

Para oponer a estas actitudes, el Papa ha ofrecido como respuesta la grandeza. Y así, entonces, en un notable gesto, al primer jefe de Estado que recibirá es a Fernández de Kirchner. Los memoriosos recordarán lo dificultoso que le fue al entonces cardenal Bergoglio, en su condición de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, conseguir que la Presidenta lo recibiera.

Hay en estos momentos dentro del Gobierno un debate de cómo pararse frente a este hecho conmocionante. Algunos genuinamente han recibido con alegría la elección de Bergoglio. Hay otros que no, pero que, ante el impacto mundial tan positivo que han despertado los gestos y las actitudes del nuevo Papa, han comenzado a modificar su postura.

Quien pasó facturas fue Daniel Scioli. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, metido en un brete dramático para su gestión como consecuencia de la decisión de la Presidenta de no darle más un peso, no se calló e hizo público el escarnio al que fue sometido por el Gobierno cada vez que se entrevistó con el hoy Papa. La ausencia de Scioli en la misa de inauguración del nuevo pontífice no es un dato menor. Algo muy fuerte –de índole político– debe haberlo llevado a renunciar a una foto con el Santo Padre que hubiera recorrido la Argentina y el mundo, algo por lo que el gobernador muere. “No se olviden de Bergoglio; tiene chances de ser elegido” es algo que –palabras más, palabras menos– varios dirigentes le escucharon decir a Scioli, a cuyo pálpito respondieron con un gesto de incredulidad.

La situación de Scioli es incierta. La Provincia está atravesada por una crisis económica de la que sólo podrá salir con ayuda de la Nación. El conflicto con los docentes puede ser la punta del iceberg de una crisis mayor. La situación de los estatales es también difícil. Hay inconvenientes en los hospitales bonaerenses y con las prestaciones en el IOMA. Los pagos a proveedores están retrasados. A todo ello hay que agregarle el dramático tema de la inseguridad. La pueblada del fin de semana pasado en Junín fue grave. Las duras acusaciones que realizó su intendente, Mario Meoni (sobre la participación en esos hechos de personas vinculadas al kirchnerismo) son un alerta. El Gobierno está jugando con fuego.

El otro conflicto fuerte de la semana fue el originado por la decisión de la empresa Vale de abandonar el proyecto de exploración y explotación de potasio en Mendoza. La verdadera dimensión de la cuestión obliga a hacer una lectura política de semejante determinación. Hay que recordar, entonces, que en mayo pasado, Brasil suspendió las licencias automáticas de importación que afectaron a nuestro país. Eso fue una represalia a causa del cepo cambiario y de las limitaciones a las importaciones impuestas a instancias de Guillermo Moreno. El caso emblemático fue el de la empresa Nucete, que vio limitada la exportación de sus productos (aceitunas y aceite de oliva).

El episodio de Vale hay que sumarlo al de Petrobras que había padecido la suspensión de un proyecto en Neuquén. A ninguna de esas situaciones es ajeno el gobierno de Dilma Roussef. Si la Presidenta no lo ve así, está haciendo una lectura equivocada de esta situación, sobre todo porque la relación comercial con Brasil es fundamental para el mantenimiento de muchos otros emprendimientos industriales de nuestro país. Algunos se ilusionan con un encuentro en Roma entre las dos jefas de Estado como vía de solución a este conflicto que tiene un enorme impacto social: más de seis mil personas quedarán en la calle.

Este es el contexto en el que la Presidenta emprenderá hoy su viaje a Roma. En su hermético mundo, nadie sabe a ciencia cierta si tendrá la sabiduría para capitalizar este momento único e irrepetible de la Argentina: no habrá otro Papa argentino en los siglos por venir. La elección del cardenal Bergoglio ha producido un estado de alegría y unidad como no se vivía desde hacía años en nuestro país. Tal vez, la última vivencia de este tipo se tuvo en el campeonato mundial de fútbol de 1986. ¿Lo aprovecharán el Gobierno y la oposición para cambiar el clima de división e intolerancia que hoy reina en la sociedad?

Por primera vez, en muchísimos años, la Argentina es noticia a nivel mundial, no por sus descalabros (crisis económica, crisis política, corrupción, tragedias y catástrofes), sino por la elección de un Papa que, por la inmanencia de su cargo, impone un liderazgo moral que se extiende a todo el mundo. ¿Lo aprovecharán las dirigencias argentinas para trabajar en pos de un país más decente e igual? ¿O será Francisco una muestra más de la inacabable paradoja de la Argentina, el país del mañana mejor que nunca llega?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 17/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 17 de marzo de 2013

Hablan los que saben... De Alguna Manera...


"No me lo contaron, lo viví: Bergoglio ayudó a mucha gente en la dictadura"…


El sacerdote Miguel La Civita, colaborador de Angelelli, aseguró que el hoy Papa facilitó la salida del país a varias personas perseguidas por los militares en la época de la dictadura. El sacerdote Miguel La Civita fue un fiel colaborador del obispo Enrique Angelelli, cuya trágica desaparición es investigada por la Justicia bajo la sospecha de que fue asesinado por un grupo de tareas. Fue también uno de los que prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante el proceso militar. Pero tiene otra historia que contar, porque no se la contaron, la vivió: "Bergoglio ayudó y sacó a mucha gente del país en la época de la dictadura".

La Civita habló ayer con La Capital en momentos en que festejaba junto a su familia sus 62 años de vida. El actual cura párroco de Villa Eloísa (pequeña localidad de 4 mil habitantes ubicada a 90 kilómetros de Rosario) estuvo radicado en la provincia de La Rioja hasta hace unos ocho años, cuando tuvo que volver a su pueblo natal para cuidar a su familia.

La Civita aseguró ayer que Bergoglio está lejos de haber colaborado con la dictadura militar del 76, y acotó que "todas sus acciones fueron al revés". Es más, dijo que hasta tenía montada una especie de organización con colaboradores "para ayudar a la gente que era perseguida por los militares".

"Esto nadie me lo contó, yo lo viví. Después del asesinato de Angelelli, fue Bergoglio quien ocupó ese lugar de padre que teníamos los jóvenes que veíamos a la Iglesia como un compromiso por los pobres. Nos tomó bajo su cobijo y protección hasta nuestra ordenación, en momentos en que también nosotros éramos muy observados", relató el cura.

La Civita estuvo en San Miguel, provincia de Buenos Aires, durante los últimos años de estudio, antes de consagrarse sacerdote y allí conoció a Jorge Bergoglio, con quien convivió dos años cuando el actual Papa estaba a cargo de la misión jesuita.

Dijo además que la ayuda de Bergoglio a perseguidos tuvo lugar durante 1975 y 1976 desde el Colegio Máximo de San Miguel, donde La Civita estuvo alojado un tiempo mientras cursaba la carrera de teología. "La curia jesuita representada por Bergoglio también ocupaba las mismas dependencias", contó.

"Yo tengo respeto por todas las personas, pero disiento con algunas publicaciones que hablan de cierta colaboración con los militares. Lo que pasa es que Bergoglio nunca se dio el tiempo para responder esas críticas", dijo.

La Civita hizo después gran parte de su carrera sacerdotal como párroco en Chepes, Chamical, entre otras localidades, y también en la capital riojana. "Nuestro compromiso fue siempre con los pobres. Formamos parte de la corriente que algunos llaman Tercermundista", resaltó.

"Signo de esperanza". 

Respecto de la designación de Bergoglio como Papa, dijo que es un signo de esperanza debido al criterio renovador y a la visión "diferente" de la curia de Europa, y añadió que "es un hombre de diálogo, pero a su vez firme. Es un gran acontecimiento su designación", dijo.

Lo definió también como "un sacerdote muy afectivo, cariñoso, protector", tras recordar que fue precisamente Angelelli quien lo ordenó como sacerdote. "Bergoglio tenía un gran afecto por La Rioja, adonde viajó varias veces. En la dictadura, yo vi su compromiso con la gente".

Es más. "Mucha gente dice que él sabía cosas en ese entonces, pero hay que haber vivido esos momentos para saber cuál era la situación. El, al igual que nosotros, es un sobreviviente de una situación extrema", reflexionó.

En La Rioja, La Civita fue, más que perseguido, "seguido y controlado por un auto que vigilaba adonde iba. Mucho peor fue la persecución a Angelelli. Iban adónde él estaba", consignó.

Juicio a militares. 

El sacerdote de Villa Eloísa tuvo protagonismo tiempo atrás por haber prestado declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico militar. Dijo en ese entonces que esos crímenes "fueron un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, quien luego también fue asesinado.

"Me enteré del asesinato de Carlos y Gabriel a través de un telegrama del Obispado que presidía Angelelli, ya que en esos momentos era seminarista y estaba terminando mis estudios de teología", explicó, no sin recordar que "en esa época los perseguían en forma permanente".

En ese sentido, señaló que la persecución aumentaba "cuando sabían de la presencia de Angelelli. Conocí a ambos sacerdotes, quienes también eran perseguidos por las fuerzas de seguridad, y hasta supe que a Carlos lo tuvieron toda una noche en la base aérea para tomarle declaración y después, en la madrugada, lo dejaron ir", agregó.

Iglesia y dictadura. 

Acerca del rol que tuvo la Iglesia durante la dictadura militar, el sacerdote precisó que "Angelelli decía siempre que estaba solo y un día, cuando llegó de Buenos Aires de una reunión general de obispos, se le preguntó cómo le había ido y qué le habían preguntado sobre la pastoral riojana. Y contestó: «Absolutamente nada me preguntaron»".

El 4 de agosto de 1976, Angelelli fue asesinado en un accidente automovilístico provocado, según la carátula de la justicia represiva, pero días antes, en El Chamical, el párroco francés Gabriel Longueville y el sacerdote Carlos de Dios Murias fueron secuestrados y sus cuerpos fusilados aparecieron en un descampado de la ciudad.

© Escrito por Walter Gasparetti y publicado el viernes 15/03/2013 por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe.

"Yo vi que Bergoglio escondía gente en el Colegio Máximo para ayudarla a salir del país"...




La plana mayor jesuita en 1976. De izquierda a derecha, Víctor Zorzín, Rector del Colegio Máximo; Andrés Swinnen, Maestro de Novicios; Jorge Bergoglio, Prepósito Provincial; Carlos Cravena, Ministro del Colegio Máximo o vice superior, e Hipólito Salvo, ex Provincial en la Argentina. Foto Página/12.

El sacerdote Miguel La Civita prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico-militar, oportunidad en la que sostuvo que esos crímenes fueron "un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelleli, quien luego también fue asesinado. En su oportunidad, la agencia estatal de noticias Telam difundió ampliamente su testimonio ante los magistrados. Es de esperar que también difundan las siguientes declaraciones de La Civita acerca de cómo él descubrió que Jorge Bergoglio ayudaba a escapar a perseguidos por los militares.  

Cuando fue llamado a prestar testimonio ante el Tribunal Oral Federal  de La Rioja, Miguel La Civita declaró acerca del asesinato de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville, ocurridos cuando él estaba terminando sus estudios de teología, recordó que en esa época los perseguían "en forma permanente", en especial "cuando sabían de la presencia de (Enrique) Angelelli". La Civita reveló que, luego de su ordenación, y ya estando en la ciudad de Chepes, fue amenazado por teléfono y en las afueras de la parroquia siempre había un Ford Falcon verde "parado en la puerta todo el día" que los seguía "a todos lados". En esos días, La Civita conoció a Jorge Bergoglio.

Acerca de su vínculo con el hoy papa Francisco, habló con Raúl Acosta, por LT3, de Rosario:

-Tu relato con el padre Bergoglio es realmente interesante. ¿Cómo lo conociste?

-Lo conocí cuando yo era estudiante. Lo conocí cuando era seminarista de la diócesis de La Rioja y fuimos con dos compañeros más a terminar los estudios en Buenos Aires y paramos en el Colegio Máximo de San Miguel, que es el colegio de los jesuitas. Fuimos a terminar lo que nos faltaba de teología y ahí lo conocimos a él cuando era provincial de los jesuitas y residía ahí.

-¿Eso que año era?

-Debe haber sido año el año del golpe.

 -En el '76.

-Sí, por ahí. 75 debe haber sido.

-¿Cuándo lo volvés a encontrar?

-Después siempre mantuvimos una relación, salvo en el tiempo en que dejó de ser provincial (N. de la R.: en la jerga de los jesuitas, el provincial es el responsable  de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús), desapareció un poco de la vida normal digamos. Creo que estuvo en Córdoba. Pero, después, siempre mantuvimos una relación cercana, a veces a través de otros sacerdotes.

-Él creo que participa contigo en un hecho duro, difícil.

-En una oportunidad, yo viajaba a La Rioja para la celebración de un Aniversario de monseñor (Enrique) Angelelli (porque yo soy sacerdote  en La Rioja) y ahí me encuentro con monseñor (Fernando Carlos) Maletti, obispo de Bariloche, fortuitamente en el colectivo, Allí conversamos de mil cosas, en torno a la vida y muerte de monseñor Angelelli. En ese intercambio de ideas -por supuesto que él también lo conoce a Bergoglio-, salió el tema de los comentarios que había…

-Que lo acusaban de ayudar a los militares.

-Eso mismo. Yo en ese momento le trasmití mi experiencia, yo había vivido con él porque vivíamos en el mismo edificio, y que había tenido una experiencia muy linda con él, porque nosotros éramos seminaristas y nos sentimos muy desamparados, y él no tomó bajo su protección, nos cuidó y nos ayudó a seguir adelante. Que a pesar de tantos comentarios, que siempre estuvieron de alguna manera presentes, en cuanto a su participación en la dictadura, mi experiencia era otra, yo había visto que había ayudado a mucha gente a salir del país en un momento que había tanta gente desaparecida. Había visto personalmente cómo en el Colegio Máximo se escondía gente para preparar la documentación y todo lo necesario para hacerla salir del país. Eso lo había visto yo, había sido mi experiencia.

-Monseñor aceptó tus dichos.

-Monseñor Maletti le dice a Bergoglio "Me parece bueno que hagas público esto que me contaron, que te defiendas, porque es bueno que se sepa la otra cara de la moneda". Por eso, en un librito de Perfil, lo cuenta como una anécdota. Y bueno, cuenta que habíamos estado en el Colegio y que, de pronto, él se convierte en alguien que nos acompaña en ese proceso.

-Concretamente, después del asesinato de Angelelli, él los protege del posible secuestro.

 -En aquel momento yo era seminarista, pertenecía a la diócesis de La Rioja, una que fue muy golpeada.

-Sí, conozco. Estuve por el '73 con el padre Ramos.

-¿Vicente Ramos?

-Sí.

-Sí, lo conocí. Yo era seminarista, al poco tiempo que llegamos a La Rioja estuvimos viviendo con Vicente Ramos.

-Él recibía muchos chicos de Buenos Aires. Pero volvamos: Bergoglio es prácticamente quien, permitime decirlo a mí, les salvó la vida.

-No sé si nos salvó la vida porque no estuvimos en una situación tan tan difícil, la situación en general era difícil. Él asumió la paternidad sobre nosotros, en el sentido de cubrir ese espacio de soledad que había quedado con la muerte de monseñor Angelelli. Digamos, nosotros éramos sus seminaristas, él personalmente nos había llevado a vivir allí.

-Pero vos me estás dando constancia que él a mucha otra gente la ayudó.

-Te estoy dando constancia de lo que yo vi. Los jesuitas en ese momento tenían toda una organización para ayudar a gente a salir del país.

-¿Te seguís viendo con Monseñor?

-Sí, por teléfono seguimos charlando. Lo vi en La Rioja unos años atrás donde él estuvo en una visita precisamente para una fecha de monseñor Angelelli, que fue una de los aniversarios, y ahí fue una de las últimas veces que lo vi personalmente pero sí seguimos charlando por teléfono. Él fue a predicarnos cuando yo me ordené sacerdote.

-¿En qué año te ordenaste?

-En el año '78.

-¿Allá en qué lugar ejercés?

-Ya hace como 7 años que estoy acá. Pero estuve en Chepes, después en Chamical. Y después los últimos 2 años, hasta que me vine, estuve en la Capital, en la parroquia de Fátima.

-Y ahora está en los pagos de tu madre.

-Ahora estoy Villa Eloísa. Cuidando a mi vieja y de paso, pueblo chiquito, atiendo como sacerdote.

-¿Cómo está tu corazón al saber que el Papa es una persona que fue tu padre espiritual en el seminario?

-Es una alegría, porque creo que él le puede aportar a la Iglesia todo un cambio que uno espera. No quizás el cambio que muchos esperan, pero sí un cambio desde una visión distinta, desde la cercanía, siempre fue muy pastor, un obispo muy allegado a sus sacerdotes en Buenos Aires. Una persona muy simple, creo que el nombre que eligió tiene que ver con eso. Ojalá sea un Francisco, que reformó la Iglesia, poner toda esa cuota de credibilidad y de cercanía a Dios. Es una alegría poder vivir este acontecimiento y esta experiencia. Y también la oportunidad de decir lo que me pasó a mí. Yo no estoy en contra de nadie, veo comentarios a veces muy negativos, pero también digo, en aquellos momentos tan difíciles los que los vivimos sabemos que no era fácil pararse y vivir o sobrevivir, las circunstancias que vivía el país en aquellos  momentos. Me parece que es bueno rescatar este aspecto de la vida de él a partir de la experiencia que yo tuve.

© Publicado el viernes 15/03/2013 por http://www.urgente24.com