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domingo, 5 de junio de 2016

La Unesco y la Dictadura Argentina... @dealgunamanera...

La Unesco entregó documentos secretos sobre la dictadura…

El escritor Julio Cortázar fue traductor de la Unesco.

Fueron solicitados por la canciller Susana Malcorra a través de la delegación argentina en París.

© Escrito por Rodolfo Terragno el domingo 05/06/2016 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El Ministerio de Relaciones Exteriores solicitó en abril a la Unesco que diera acceso a documentos reservados relativos a las denuncias sobre desapariciones forzadas en la Argentina (1976-1983) y las respuestas ofrecidas por la organización.

El pedido, al cual accedió la Unesco, forma parte de la política de esclarecimiento iniciada con la solicitud presentada por el Presidente Mauricio Macri al Presidente Barack Obama, a fin de que Estados Unidos desclasifique documentos del mismo período que obran en distintas reparticiones del gobierno norteamericano.

La petición a la Unesco fue formalizada por mí ante la Directora General de la organización, Irina Bokova. La documentación me fue entregada diecisiete días más tarde por Eric Falt, Sub-Director General de la Unesco para las Relaciones Exteriores.

En Buenos Aires, el Ministerio sometió la documentación recibida a un riguroso análisis, luego de lo cual el vice-canciller Carlos Foradori, y el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, anunciaron el 12 de mayo que el Gobierno tenía esa información.

La canciller Malcorra se comunicó la semana pasada con la Directora General, a quien le agradeció la receptividad que tuvo el pedido del gobierno argentino y la celeridad de la respuesta de la organización.

Los antecedentes recibidos consisten en actas del Comité de Convenciones y Recomendaciones del Consejo Ejecutivo de la Unesco, encargado de examinar “las comunicaciones relativas a casos y asuntos concernientes al ejercicio de los derechos humanos en las esferas de competencia” de la organización: es decir educación, ciencia y cultura.

Ese Comité estuvo presidido hasta fines de 1978 por el noruego Gunnar Garbo, a quien el entonces embajador argentino ante la Unesco, Víctor Massuh, acusó de tener una actitud “inquisitiva y fiscalista” respecto del gobierno de la Junta presidida por Jorge Rafael Videla.

El representante argentino utilizaba frente a cada denuncia la estrategia que le confió al canciller Brigadier (RE) Carlos Washington Pastor: “Oponer reservas y observaciones en cuanto a la competencia, oportunidad o cumplimiento de tal o cual requisito”, y requerir que la denuncia fuera declarada “inadmisible”.

El 7 de junio de 1978, el Ministerio de Relaciones Exteriores le envió a Massuh (Nota N° 4580/978 Secreta) “una carpeta conteniendo nombres de delincuentes subversivos, organización a que pertenecen y acciones en las que participaron”. El propósito era proveerle elementos a usar en potenciales denuncias. La nota requería, por indicación del Presidente Videla, que la delegación enviara un “informe evaluativo” sobre dicha lista. Cuatro días más tarde, el embajador envió (Nota N° 262 Secreta/78) una respuesta en la que decía que “solamente uno de los mencionados” en esa lista de “delincuentes subversivos” estaba “vinculado a la Unesco”. Era Julio Cortázar, que desde hacía 25 años formaba parte del plantel de traductores de la organización. Massuh agregó: “No se ha tenido trato con él ni tiene relación alguna con las tareas de la delegación”.

Ese mismo año entró en vigencia un procedimiento para tratar las denuncias cuando los gobiernos no proveyeran información: esas denuncias no serían archivadas sino que se mantendrían en una “lista de comunicaciones pendientes”. Massuh criticó el procedimiento porque “frente una acumulación de denuncias que permitan deducir que no se trata de circunstancias aisladas y ocasionales, el Consejo Ejecutivo puede llegar a tratar en sesiones públicas la situación de los derechos humanos de un país” (SIC).

Pero en 1980 las cosas empezaron a cambiar, y no sólo porque los secuestros menguaron en la Argentina.

Garbo fue reemplazado por el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, de quien Massuh dijo que mantenía “relaciones amistosas con nuestro país” y que serviría para “moderar” la acción del Comité, “en desmedro de los que querrían hacer veladamente de la Unesco un tribunal de conducta internacional”.

Massuh tuvo, por otra parte, una relación estrecha con el Director de la División de Derechos Humanos y Paz de la Unesco, el checo-francés Karel Vasák. El embajador argentino envió el 14 de diciembre de 1978 una carta al canciller, Brigadier (RE) Carlos Washington Pastor, en la cual informaba sobre una conversación que había mantenido con Vasak. “Tuve ocasión de conocer la existencia de un número considerable de nuevas denuncias por supuestas violaciones de los derechos humanos en la Argentina, muchas de las cuales habían sido demoradas en su tramitación a fin de no afectar, según me expresó en una actitud de franca cordialidad (…) la elección de la Argentina en el Consejo Ejecutivo”. Todo esto consta en la Nota Secreta N° 498 “s”/78, de la cual se encontró copia en una vieja caja fuerte de la delegación argentina, donde había también documentos que estaban guardados allí desde 1983. Esos documentos fueron entregados a la Unesco por el ex embajador Miguel Ángel Estrella.

La aproximación de Massuh a Vasák le permitió a la Argentina ingresar al Consejo Ejecutivo aquel año. Y a partir de 1980, Massuh sería presidente del cuerpo. Ostentaría el cargo hasta el fin del gobierno militar. El Comité se volvió menos activo en 1981-1983.

La acción de la Unesco había sido notable en el período 1978-1980. Y aun con la mengua sufrida a partir de 1980, el tratamiento de las denuncias, incluidos los requerimiento de información al gobierno, resultaron presiones efectivas. Junto con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras organizaciones (con las cuales estuvo en permanente relación) la Unesco hostigó a la dictadura. Es imposible saber qué habría pasado sin ese hostigamiento, pero es probable que haya tenido fuerza disuasiva y prevenido más desapariciones.

En todo caso, los documentos provistos por la organización al actual gobierno permiten extraer lecciones. “La protección de los derechos humanos futuros”, decía el ex presidente Raúl Alfonsín, “requiere indagar las violaciones pasadas”.

Los siguientes son sumarios de los casos a los que se refieren los documentos entregados por la Unesco.

Elsa Alicia Nocent. 21 años. Estudiante de Psicología (Universidad Nacional de La Plata). Secuestrada en Mar del Plata el 16/12/76. [Comunicación Nº 26/78]. Massuh afirma que “la estudiante en cuestión no ha sido detenida, ya que su nombre no figura en ninguno de los registros de personas privadas de su libertad”. En una posterior comunicación sostiene que “el caso preocupa mucho” al gobierno argentino, y dice haber “verificado personalmente” que “se han continuado las investigaciones, pero en vano”.

Manuel Alberto Santamaría. 20 años. Estudiante de Derecho (Universidad Nacional de La Plata). Secuestrado en Buenos Aires el 10/4/77. “El representante del gobierno” argentino señala que “no hay pruebas suficientes de que el Sr. Santamaría sea un estudiante” y observa que “el interesado está domiciliado a varios centenares de kilómetros de la facultad”. El Comité no admite el argumento y decide requerir más información.

Fernando de Hallgarten. 20 años. Estudiante y obrero de la construcción. Secuestrado en Mar del Plata el 26/8/1976. “El representante del gobierno” argentino plantea que la denuncia es inadmisible porque “no especifica en qué universidad y qué disciplinas estudia la presunta víctima”. Un miembro del Comité pregunta si el gobierno argentino tiene algún elemento para negar que Hallgarten sea estudiante. El representante argentino responde que “una investigación de ese tipo no corresponde”. El Comité rechaza el pedido de que la denuncia se declare inadmisible. Solicitará mayor información.

Sergio Andrés Clar. 23 años. Empleado. Secuestrado en Buenos Aires el 18/5/1977, al mismo tiempo que su padre, Mario César Clar, contador. Massuh observa que “los señores Clar” han sido “miembros del Partido Comunista” y se pregunta “si los trotskistas no estarán implicados en la desaparición”. Asimismo, plantea que, siendo las víctimas un empleado y un contador, el caso no es competencia de la Unesco. Esto último es aceptado.

Alejandro Enrique Gutiérrez Penette. 22 años. Estudiante de periodismo. Secuestrado en Santa Fe el 24/7/1978. “El representante del gobierno” argentino señala que “algunas de las personas desaparecidas pueden, en realidad, haber pasado a la clandestinidad”. Sin embargo, luego se establece que Gutiérrez Penette ha sido sometido a juicio. El Comité decide dejar el caso abierto.

Perla Elizabeth Schneider. 26 años. Estudiante de Psicología (Universidad de Córdoba). Secuestrada en Córdoba el 6/12/1977. Masuh alega que “la presunta violación no se puede imputar a su gobierno, que no asume responsabilidad alguna en el caso de personas que han pasado a la clandestinidad, como puede suponerse en este caso en opinión de las autoridades argentinas”. Sin embargo, en respuesta a una pregunta responde que “las autoridades no pueden conocer la identidad de las personas que pasaron a la clandestinidad entre 1976 y 1977 porque el control de los grupos terroristas escapaba a la autoridad del Estado” (sic). El Comité decide dejar el caso abierto.

José Carlos Prat Salvucci. 19 años. Estudiante de Ciencias Económicas que presta el servicio militar. Secuestrado en Buenos Aires el 1º/1/1977. El embajador argentino informa que los estudiantes tienen derecho a pedir el aplazamiento de su incorporación al Ejército y que no habiéndose Prat Salvucci acogido a ese derecho “perdió su calidad de estudiante, por lo cual la denuncia es inadmisible”. Agrega Massuh que la Unesco “no tiene por qué duplicar la labor de la Organización de Estados Americanos (OEA), que también está estudiando el caso”. Varios miembros del Comité deciden que “el hecho de que otro organismo estudiara el caso no es óbice para que el Comité también lo estudie”. Se decide dejar el caso abierto.

Federico Álvarez Rojas (h). 34 años. Físico, Comisión Nacional de Energía Atómica. Secuestrado en Buenos Aires, junto con su esposa, el 1/10/1976. “El representante argentino” precisa que Álvares Rojas “figura en la lista de personas desaparecidas” y que el gobierno, “muy preocupado por esto”, lo busca “activamente”, pero “no se han logrado resultados hasta la fecha”. Subraya luego que “la desaparición” de Álvarez Rojas constituye “una pérdida” (sic) que afecta al “potencial intelectual de Argentina”.

Juan Carlos Suárez. 30 años. Estudiante de arquitectura (Universidad Nacional de Buenos Aires). Secuestrado en Buenos Aires el 19/11/1977. Massuh dice que no está probado que Suárez fuera estudiante, pero señala que así lo fuera “no es motivo suficiente para que la Unesco se interese automáticamente” por el tema. El representante argentino advierte que de otro modo “la organización correría el peligro de ocuparse de todos los casos de desaparición de estudiantes” (SIC). El Comité no acepta el argumento y deja abierto el caso.

Anatole Boris Julien Grison (6 años) y Eva Lucía Julien Grisona (4 años). Fueron secuestrados junto con sus padres (uruguayos) en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1976). “El representante argentino” subraya que el padre de las criaturas es “un ciudadano uruguayo que huyó a la Argentina y que luego habría desaparecido”. Añade que la denuncia “no proporciona ningún elemento concreto de prueba”. Se cita al representante chileno, dado que la abuela de los niños ha establecido que los ambos se encuentran en Chile, bajo otra identidad, en custodia de una familia que se propone adoptarlos. El representante chileno sostiene que la abuela de los niños ha prestado su conformidad. Sin embargo, el juez ante el cual se tramita la adopción no avanzará hasta que no se reciban “informaciones más amplias sobre la suerte de los padres”. El representante informa que se están haciendo “indagaciones” para determinar “el modo en que los niños llegaron a Chile”. El caso queda abierto.

Familia Tarnopolsky. Betina. (15 años), estudiante. Sergio (19 años), conscripto. Los padres de ambos: Hugo, químico, y Blanca, psicopedagoga. Secuestrados en Buenos Aires. Massuh sostiene “no existe un vínculo” entre los secuestros de la familia y “la esfera de la cultura”. Subraya que “no hay razones ni motivos para para que el caso se estudie en la Unesco”. El Comité le solicita mayor información. Y en tanto suspende el tratamiento del caso. Algunos miembros del Comité “aceptan con pesar y reserva” la suspensión.

Antonio Satutto. Estudiante de Ingeniería (Universidad de Mar del Plata) y su esposa, María Cristina Ortiz, estudiante de cine (Escuela Superior de Artes Visuales, Mar del Plata). Secuestrados en Mar del Plata el 26/7/1978. Massuh señala que hay en la denuncia “una grave contradicción” porque se dice que “las presuntas víctimas estaban cursando estudios en Mar del Plata y han sido secuestradas en La Plata, siendo que ambas ciudades distan 400 kilómetros una de otra” (sic). Luego dice que “según ha podido averiguar” el gobierno, las presuntas víctimas “no eran estudiantes al momento de producirse el supuesto secuestro” sino que él era obrero metalúrgico y ella empleada. No existiendo otras informaciones, el Comité no trata el asunto.

Analía Egle María Minetti. 24 años. Egresada del Instituto Superior de Comercio (Universidad Nacional de Rosario). Secuestrada en Rosario el 7 de marzo de 1977. Massuh dice que “no se justifica la intervención de la Unesco” porque lo que estudia Minettti es “taquigrafía y dactilografía” lo cual “no permite que se la califique de estudiante” El argumento es desestimado y el expediente queda abierto”.

Estos son apenas doce casos de los que aparecen en los documentos entregados por la Unesco. Sirven para mostrar el interés de la organización, que estableció un procedimiento especial a fin de considerar cada denuncia individual. También muestran hasta qué punto puede llegar la necesidad de justificar lo injustificable. Las dictaduras no sólo devoran enemigos; también ajan cerebros de quienes la sostienen.

Massuh fue doctor en filosofía, estudió en Tubingen y Chicago, estuvo al frente de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Córdoba y dirigió el Departamento de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Pero en sus años de la Unesco sintió que debía proclamar lo inverosímil, ocultar lo que no se podía ocultar y repetir los deshonestos argumentos que le ordenaban desde Buenos Aires.



jueves, 24 de marzo de 2016

24 de Marzo de 1976. La Mancha Trágica... @dealgunamanera...

La mancha trágica…


El 24 de marzo de 1976 es la mancha trágica de nuestra historia contemporánea. Amordazó la libertad, llenó de sufrimiento a miles de hogares argentinos, nos humilló como país y nos encerró en nosotros mismos. Un día largo que por momentos pareciera no termina de pasar por los residuos autoritarios que sobreviven en nuestras relaciones personales y políticas: la desconfianza y la intolerancia.

© Escrito por Norma Morandini, Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Honorable Senado de la Nación, el jueves 24/03/2016 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con todo, ya nos separan cuarenta años de aquella fecha fatídica, lo que significa que nuevas generaciones se han incorporado a la vida democrática. Jóvenes nacidos y educados en libertad, un privilegio sobre las generaciones pasadas cuyas vidas, en algún momento de su desarrollo, transcurrieron bajo regímenes militares. Esto es, sin libertad para elegir y decidir.

La transición entre el autoritarismo y la consolidación democrática no fue sencilla. Lo más difícil fue dotar de vida a los Derechos Humanos, una expresión que entre nosotros todavía connota con la muerte. ¿Cómo anunciar los derechos que sustentan jurídicamente a la democracia cuando todavía se buscan nietos desaparecidos y se exhuman los cadáveres en un país sin tumbas ni exequias? Ni siquiera nos confrontamos con los dilemas éticos que nos increpan como sociedad. No para hacer un mea culpa colectivo sino para reconocernos parte de la misma tragedia colectiva.

Vale la sentencia de Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, quien dijo: “Si comprender es imposible, conocer es necesario”. En las primeras décadas de la democratización, la mejor energía estuvo puesta al servicio del conocer y condenar al Terrorismo de Estado, simbolizada en el Juicio a las Juntas. El presente nos confronta con lo que nos falta, una auténtica cultura de Derechos Humanos, que no es otra que el respeto a la igualdad y la universalidad.

En términos personales, vivo el 24 de marzo con recogimiento y reflexión. Para que el sacrificio de todos aquellos que murieron, debieron exiliarse dentro y fuera del país y se humillaron por el terror no haya sido en vano debemos velar y cuidar de la democracia, el sistema que hace de la deliberación y los derechos su razón de ser. Aquel que nos permite encarnar definitivamente el “Nunca Más” a la violencia política, a la negación del otro como a un igual al que debemos respetar.

El 24 de marzo debe recordarse, conmemorarse, pero jamás celebrarse. El rojo del calendario no podrá reemplazar nunca el duelo de nuestros corazones, mientras recordemos a los que no están. Una forma de honrarlos es que finalmente reconciliemos lo que fue violado: la convivencia democrática.


viernes, 23 de enero de 2015

Miedos... De Alguna Manera...

Miedos...


Cuanto más nos alejamos de los tiempos del terrorismo de Estado, menos audible se hace aquel grito del “nunca más” que, como consigna de esperanza, inauguró la democracia.

Tanto invocamos la muerte en el discurso público con agresiones verbales – insultos y descalificaciones personales- que naturalizamos en tiempos de paz democrática las palabras de odio propias de los tiempos de guerra. Convivimos con espías al servicio de la muerte simbólica de la reputación de aquellos que osan ejercer sus derechos a decir, opinar, criticar y oponerse a un gobierno que se apropió del Estado como un botín de guerra, y nos alineó de manera irresponsable en la dialéctica amigo-enemigo del nuevo orden mundial.

Frente a una muerte real, dramática, misteriosa como la del fiscal Alberto Nisman, nos quedamos sin palabras. Enmudecidos por la inevitabilidad de aquello con lo que nos amenazamos: el futuro. Paralizados por el temor y la desconfianza.

Temor porque caminamos peligrosamente hacia nuestro verdadero enemigo: nosotros mismos.

Temor porque no erradicamos la violencia política, ese infernal círculo político parecido a si mismo en su matriz de impunidad y mentira.

Miedo porque los jueces no puedan hacer justicia por todos nosotros y garantizar procesos jurídicos, libres de extorsiones, para que la verdad y la justicia no desaparezcan en farsas jurídicas de impunidad.

Y, sobre todo, miedo a que un gobierno acorralado en su propio relato que ve conspiraciones por todos lados y pone las culpas afuera sin asumir nunca sus responsabilidades, nos termine arrastrando en su propia insensatez.

Tal como advirtió Hermann Broch en las vísperas del nazismo, de todos los sufrimientos que los seres humanos somos capaces de provocarnos, la guerra es solo el más absurdo, ya que el primer legado de la insensatez es la violencia. Y cuánta insensatez hay en la muerte del fiscal Nisman.  Una bala en la sien le impidió informar a los diputados en el Congreso Nacional sobre las investigaciones que sustentaron su gravísima denuncia “por encubrimiento” del atentado contra la Presidente, el canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés Larroque, el piquetero Luis D´Elía y el líder de Quebracho, Fernando Esteche.

Una muerte que se proyectó igualmente y de manera simbólica sobre el Parlamento ya que silenciado terminó siendo una parodia de sí mismo.


Debimos ser convocados de urgencia a sesiones extraordinarias -las que dominaron la vida legislativa de 2014- para que el Parlamento sea el lugar donde dialogan las fuerzas políticas de un país como caja de resonancia de lo que hoy vive nuestra sociedad: el desamparo y el desasosiego. En cambio, el Congreso se convirtió en sede de una mera lectura de comunicados como expresión de la impotencia política por ese tiro en la sien de la democracia.

Cuanto más nos alejamos de los tiempos del terrorismo de Estado menos audible se hace aquel grito del “nunca más” que como consigna de esperanza inauguró la democracia. Fuimos más lejos que nadie en la condena de la dictadura, lo que no significa, hoy lo sabemos, que el Estado terrorista se haya reconvertido en un auténtico Estado de derecho democrático.

Vivimos como normal que nuestros teléfonos estén “pinchados” o que se hagan “operaciones” de prensa. La nefasta herencia de los tiempos de oscuridad que tiene en la voladura de la mutual de la comunidad judía, AMIA, la brutal metáfora de lo que supimos conseguir: la impunidad, el autoritarismo y el asesinato político. Menos aún democratizamos la cultura política que no termina de salir de su estadio más primitivo, el de la confrontación y el trueque.

La venta del trigo a la otrora Unión Soviética a cambio de los votos que en los foros internacionales condenaron a nuestro país por la violación de los derechos humanos durante la dictadura, parece ser un cruel antecedente del canje de la impunidad  del atentado de la AMIA por el petróleo de Irán ya en democracia. Es el pragmatismo exaltado como virtud política, que cancela el debate público. Así sucedió con la desafortunada imposición del “Memorándum de entendimiento con Irán”, legalizado en el Congreso por la mayoría oficialista, deslegitimado por el rechazo de las víctimas, por las organizaciones judías y por la oposición política. Eso es fruto de una práctica autoritaria, personalista de las decisiones,  tomadas entre cuatro paredes, que favorecieron el crecimiento de los aventureros que se arrogan ser portavoces de lo que nadie ve ni escucha, ya que la comunicación presidencial depende más de la isla de edición de los propagandistas de su gobierno y su persona que de aquellos que debieran ser su mayor preocupación: los argentinos.

Sin embargo, el miedo liberado por la muerte del fiscal Nisman puede ser otra oportunidad para que la desconfianza, la resignación y el cinismo no nos aíslen y nos lleven a desentendernos de las cuestiones públicas. Allí donde el poder es arrogante y los ciudadanos se aíslan,  la política queda en manos de los aventureros.

Sobre todo, debemos evitar que el odio nos destruya como sociedad. Al final, no hay nada más laborioso que la paz y la democracia porque se construyen cada día. Si es que definitivamente queremos disfrutar el derecho humano no escrito a vivir sin miedos.

© Escrito por Norma Morandini el miércoles 21/01/2015 y publicado por Senadora Norma Morandini.


domingo, 19 de mayo de 2013

Memoria, Verdad y Justicia... De Alguna Manera...

Memoria, Verdad y Justicia...
 
Videla no tiene entidad, no está vivo ni muerto... Sus palabras hacia los desaparecidos en Argentina...

El 24 de marzo de 1976 el entonces Teniente General Jorge Rafael Videla encabezó el golpe de Estado que pisoteó la soberanía popular iniciando la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia. Argentina se integraba así al gigantesco campo de concentración en que se convirtió el cono sur de América Latina, donde no se respetaron los derechos de más de 180 millones de mujeres y hombres, ni siquiera el más elemental, que es el derecho a la vida.

Ante un país desintegrado, debilitado institucionalmente, los intereses de la administración republicana de los Estados Unidos y de las fuerzas armadas junto a los sectores más retrógrados de la vida nacional, impusieron a sangre y fuego su objetivo de reestructurar la sociedad y el Estado de forma de establecer una nueva distribución del ingreso que favoreciera a los sectores económicamente dominantes.

La drástica reducción de la participación del asalariado en la renta nacional fue acompañada de la deserción del Estado en su rol como prestador de servicios sociales e instrumento reparador de las desigualdades. Se impuso así una política económica neoliberal de marginación y exclusión, un modelo económico pensado para expoliar a nuestro pueblo y saquear a la Nación.

Las previsibles resistencias que el modelo provocaría hicieron que el asalto al poder fuera acompañado de una represión sin antecedentes, y de una sistemática violación a los derechos humanos. El terrorismo de Estado, instrumento al servicio de esa atroz doctrina, arrojaría así el trágico saldo de decenas de miles de argentinos torturados, vejados y asesinados a sangre fría. El asesinato de mujeres embarazadas, niños y jóvenes revela la magnitud de este verdadero genocidio.

Ante la muerte de Videla, y a 37 años del funesto episodio que iniciaría la hora más larga y más negra de nuestra historia, recordamos con dolor aquellos momentos en que nuestro pueblo sufrió el oprobio de la dictadura, y seguimos reclamando Memoria, Verdad y Justicia.

El dictador Videla murió en una cárcel común condenado por la Justicia y la sociedad, una lección para esta generación y las generaciones futuras para que el NUNCA MÁS sea por siempre realidad.

© Escrito por  Rubén Giustiniani, Senador Nacional, el sábado 18/05/2013 y publicado en: http://rgiustiniani.blogspot.com.ar