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domingo, 27 de marzo de 2016

Islas Malvinas. El paraíso está en "el fin del mundo"... @dealgunamanera...

El paraíso está en "el fin del mundo"...


Colonias de pingüinos abundan en Sea Lion y las demás islas.  Se han identificado cinco especies de pingüinos. Foto: Mario González

Las Islas Malvinas encierran bellezas y tesoros naturales, que se pueden apreciar a mayor plenitud en Sea Lion, quizá la más recóndita de ellas. Además, el archipiélago aprovecha los fuertes vientos para generar energía.

© Escrito por Mariano González, enviado especial, el sábado 26/03/2016 y publicado por elsalvador.com de la Ciudad de San Salvador, El Salvador.

En tiempos pretéritos la gente creía que el mundo acababa allende los mares del Sur y que en adelante había oscuridad y monstruos marinos. Pero no es así: en Sea Lion, la Isla de los Leones Marinos, la más recóndita de las Islas Malvinas, se encuentra un paraíso con pingüinos, leones y elefantes marinos, gaviotas, albatroces y otras especies de aves.

Un recorrido por la isla, de sólo ocho kilómetros de largo y poco más de un kilómetro y medio de ancho, permite conocer sus contrastes: hospitalarios lagos con patos,  colonias de pingüinos y playas con decenas de leones y elefantes marinos que se introducen a la gélidas aguas del Atlántico Sur a buscar alimento y luego salen a dormir la siesta. Se inquietan ante la presencia de visitantes, pero literalmente no les quita el sueño.




Los pingüinos se congregan pareciendo como si se tratara de una reunión de etiqueta o coctel donde todos departen y se divierten.

Para llegar a este paraje se toma un chárter del Servicio Aéreo Gubernamental de las Islas Malvinas (Figas) desde Puerto Argentino. El vuelo dura unos 40 minutos.

En partes de la isla se encuentra suelo de “peat” o turba, que es inflamable.

En Sea Lion hay un pequeño hotel, el cual está abierto desde septiembre hasta abril, pues cierra durante los meses de invierno.

Sea Lion llama al descanso y el recogimiento, pero también a la exploración en vehículos todo terreno, con el conductor a la derecha por supuesto.

Descubrimiento.

Sea Lion es sólo una de las 778 islas de este archipiélago situado a 400 millas del extremo sureste de Sudamérica. La diferencia de tiempo es de tres horas de adelanto con respecto a la de El Salvador.

El primer descubrimiento de este archipiélago se atribuye al navegante Américo Vespucio en el año 1501, aunque  es motivo de controversia.



Se dice que Hernando de Magallanes, quien había avanzado hacia el sur buscando un paso que uniera los dos océanos, dio con las islas aproximadamente en el año 1520.

Otros atribuyen el descubrimiento del archipiélago, en 1422, al navegante chino Hong Bao, quien por orden del emperador Yong Le y formando parte de la armada del almirante Zheng He, procuraba llegar al “fin del mundo”.

En 1832, Charles Darwin realizó un examen zoológico de las islas durante su viaje alrededor del mundo a bordo del Beagle.

Especies que se preservan.

Salvo varios sistemas montañosos, el territorio es básicamente plano, con no más de 705 metros sobre el nivel del mar.

En las islas se han catalogado más de 220 especies de aves, entre ellas cinco especies de pingüinos y más del 60 por ciento de albatroces de ceja negra, así como una de las aves de presa más rara del mundo: el caracara estriado.

También se cuentan 14 especies de mamíferos marinos, como los elefantes marinos y los leones marinos del Sur, delfines de Commerson, delfines australes y ballenas orca.

Las focas y leones marinos a menudo descansan en matas altas de hierba, por lo cual los visitantes deben tener cuidado para no patearlos. En cuanto a la flora, se han identificado 350 especies de plantas.

Todo esto está bien documentado en el museo que se encuentra en Puerto Argentino.

En algunas áreas todavía hay minas antipersonas que quedaron de la guerra de 1982. Son zonas prohibidas al paso de turistas.


La pesca, la agricultura y el turismo son los pilares de la economía de las islas.

Los mariscos y el cordero figuran entre los platos más gustados. La comida es esencialmente occidental. Uno de sus principales productos de exportación son los  calamares.

Puerto Argentino cuenta con un hospital provisto de 28 camas, con médicos, cirujanos, radiólogos, dentistas, farmacéuticos y anestesistas.

Para llegar a Puerto Argentino se debe tomar un vuelo que sale cada semana desde Punta Arenas, Chile. (*)

(*) Nota de la redacción del Blog. También cada segundo sábado del mes, parte un vuelo de la misma empresa desde la Ciudad de Río Gallegos, el cuál retorna el tercer sábado de cada mes a la misma ciudad.



sábado, 10 de octubre de 2015

Noticias de las Islas Malvinas... @dealgunamanera...

Malvinas celebra este sábado una jornada de diversidad cultural.


La diversidad cultural de las Islas Malvinas será celebrada este sábado con una serie de festejos que se extenderán durante toda la jornada. Las Malvinas cuentan con una población de 3.000 habitantes según el último censo, que además de los Isleños está integrada por personas nacidas en 53 países distintos, entre ellos Reino Unido, la isla de Santa Helena, Chile y Oceanía.



La jornada comenzará por la mañana en el Museo de las Malvinas en Puerto Argentino con distintas presentaciones y el clásico 'smoko' una merienda de media mañana, muy particular de las estancias de las Islas. Seguirá un despliegue de comidas de distintos países, juegos para niños, un mago, exhibición del plantel de perros de MLA, un parque de diversiones inflable y por la tarde música en las instalaciones de la Fuerza de Defensa de las Islas, FIDF.

Toda la comida, cocina casera es donación de quienes quieran contribuir tanto de Puerto Argentino como del Campo, aunque también los principales locales gastronómicos se han comprometido a hacer su aporte. Sobre las siete de la tarde se podrá disfrutar de clases de baile circásico (norte del Cáucaso) con Lisa Martin; la cueca chilena con Claudia y Ricardo al igual que danza de la isla de St Helena.

La jornada de diversidad cultural culminará con un baile familiar en el las instalaciones de la FIDF a partir de las 20:00 horas con un repertorio en vivo de música de las Islas Mavinas, Chile, St. Helena y Filipinas al igual que música country por Mel Lloyd.

El acceso a la sala de baile es de £2 por cabeza, niños gratis. La primera demostración de música multicultural tuvo lugar en Casa de Gobierno en el correr de la semana con representantes de los distintos países y resultó muy exitoso pero “estamos seguro que la jornada del sábado será aún mucho más exitosa y festiva por las distintas actividades”, sostuvo el legislador electo MLA Barry Elsby.

Refiriéndose al tema, MLA Elsby recordó que esta semana retornó de un viaje a Uruguay y América Central para promocionar las modernas Islas Malvinas, evento que describió como acontecimiento de mucha receptividad.

“Fuimos muy bien recibidos en todos los países pero especialmente en Uruguay, donde quedaron muy sorprendidos cuando les informamos que en las Malvinas viven unas 3.000 personas pero nacidos en 53 países distintos” dijo el legislador quien en su periplo estuvo acompañado de Jessica Campos, perteneciente al personal de intérpretes de la Asamblea Legislativa electa de las Islas.

“A todos les contamos la historia de las Malvinas, sus nueve generaciones establecidos en las Islas y de apellidos como los Alazias, Betts, Ford, Gualas, Henry, Jones, Larsen, McLeods, Petersson, Poncet o Zuvic”, enfatizó MLA Elsby.

Por tanto “si quieren probar un auténtico smoko de las Malvinas, vayan al Museo entre 10:00 y 12:00. Si quieren saber más sobre las distintas culturas en nuestras Islas vayan al FIDF para ver el despliegue de ofertas culinarias como trucha ahumada de las Malvinas; paté de lengua de cordero; salchichas de gansos Upland, carne orgánica salada del Campo, empanadas chilenas, el pilau de St Helena o los especiales filipinos de ave o cerdo”, concluyó el legislador de Malvinas.

© Publicado el sábado 10/10/2015 por http://es.mercopress.com de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.

Nota del editor: Se han cambiado los términos Falklands y Stanley por Malvinas y Puerto Argentino respectivamente.

sábado, 15 de agosto de 2015

Volver a Malvinas… @dealgunamanera...

Volver a Malvinas…

Cada vez que Miguel Anderfurhn vuelve a Malvinas toca el himno nacional con el acordeón de su bisabuelo, quien peleó en la Primera Guerra Mundial. Foto: José Supera

Algunos regresan todos los años, otros lo hacen por primera vez. Un viaje a las islas junto a un grupo de ex combatientes, una experiencia única que es también una forma de renacer.

Del blanco de esta hoja a la arena blanca y limpia con la que empieza todo esto, una playa de aguas cristalinas que a la vista puede ser una de esas playas paradisíacas de publicidad, pero no, nada de eso, en la costa corre un frío que tiene el poder del hielo, y el viento, el viento es filoso y áspero, y por momentos parece querer cortar la piel, pero igual, el ex combatiente José Luis Aparicio hace lo que viene a hacer casi todos los años desde que volvió por primera vez a Malvinas en 2006. Se saca la campera de nieve y los guantes, la remera térmica y hasta los borceguíes, se queda apenas en calzoncillos. Desnudo de ropa, pero también de muchas cosas más. Sufriendo como ellos. Sintiendo el frío en la piel y en la carne, y en el alma. Su ritual de hace años. Su bautismo, que lo hace nacer y renacer, con el que les rinde también homenaje a los compañeros caídos en el hundimiento del Belgrano. "Hago esto para sentir por un segundo el frío que sintieron esos chicos antes de morir." Y entonces corre por la playa. No importa el frío ni el tiempo. Corre y corre, y sus pies chapotean, hace un paso, dos, se deja caer, se hunde y su cuerpo se envuelve de agua helada. José Luis nace una vez más: como lo hace cada vez que vuelve a Malvinas.

Volver. Esa es la palabra que trato de descifrar en esta nota. Por qué volvemos a esos lugares que duelen, que nos hicieron mal. Quizás enfrentando el dolor, volviéndolo a vivir, logremos entenderlo. O quizá no es entender la palabra. No. La palabra es revivir. Volver para pararse en un mismo lugar y decir acá estoy, acá estuve, soy esto, porque soy lo que fui.

Ellos vuelven todos los años a Malvinas. Como si tuvieran que volver al dolor para que no duela tanto.

Los integrantes del centro de ex combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata vuelven todo el tiempo a las islas. Algunos, en época de invierno. Otros, en septiembre, octubre, cuando el clima malvinero está un poco más apto, menos violento.

Algunos lo hacen por primera vez.

Y acá empieza esta historia.

Llegar a las Islas…

Regresar a ese núcleo que late, que duele, que supura cosas desde adentro tuyo: ese tuyo que quiere decir todos nosotros.

Volver a Malvinas no es fácil, sobre todo la primera vez. Ya en el aeropuerto uno les veía las caras, una ansiedad serena, contenida dentro de sus cuerpos. El trayecto del vuelo comercial chileno de Río Gallegos a las Malvinas dura poco más de una hora. Llegamos a una base militar, Mount Pleasant. El clima es congelante y despiadado. Cielo y tierra son desolación. Llegamos a una base militar, llena de hangares, aviones, misiles, radares, llena de violencia y justificaciones, y de miedos. Un soldado nos custodia ni bien bajamos del avión. Los ex combatientes del Cecim La Plata que vuelven esta vez son 11. Cuatro por primera vez. Y también por primera vez en la historia vuelve una mujer ex combatiente: Norma Ethel Navarro. Enfermera. Ella, volviendo 32 años después. Volviendo, a su propia tierra de dolor. Nos alojamos en dos casas de Puerto Argentino. O Port Stanley. La sensación de un pueblo fantasma, respirar inexistencia, aire helado y solitario, casas que parecen no guardar habitantes.

Nos vienen a buscar dos camionetas. Próximo destino: cementerio de Darwin.

La Bahía del Silencio…

"Lo que me impactaba era la expresión que tenían en los ojos esos chicos". Foto: José Supera

Después de varias horas de viaje en dos 4 x 4, después de cruzar ríos de piedra y zonas minadas, después de animales huesudos y solitarios, encontramos el recinto que encierra todas las cruces blancas, las paredes de piedra con los nombres de todos nuestros soldados caídos. Ernesto Alonso es uno de los ex combatientes que más viajes a Malvinas tiene en su haber. Cada vez que vuelve le duele. Ahora se queda unos segundos en la tumba de uno de sus amigos. En silencio. Arrodillado. Tratando de entender. Por qué otro y no él. Después se levanta y le doy un abrazo, y con un nudo en la garganta me dice que "todos estos amigos nuestros que están aquí, hoy estarían vivos. Viviendo la vida que les hubiera tocado. Ellos dieron todo. Venimos a rendir homenaje acá, y estamos para reafirmar que todas las tumbas que tienen cuerpos NN, que están acá como soldado solo conocido por Dios, tienen que ser reconocidos, para tener su historia, su lugar, para no ser olvidados".

Después de un rato, entre las cruces blancas, perdida en un tiempo que no es tiempo, la encuentro a Norma, la única mujer en el grupo. En sus ojos y en su voz hay desolación, como si el ambiente terminara por pegársele a uno en el cuerpo. "Estando acá se siente una desazón muy grande." Se queda en silencio. Repite el mismo concepto: "Una sensación de desazón". Y otra vez hace silencio, pero se repone y vuelve. "Había visto unas fotos de este cementerio, había visto los rosarios colgados de las cruces. Ahora no están. No hay nada. Sólo cruces. Se siente una tristeza muy grande estando acá. Llevo piedras para una amiga del Chaco que me pidió, ella tiene a su hermano acá, pero como soldado solo conocido por Dios. Ver las lápidas que dicen eso da mucha impotencia, no saber dónde están enterrados nuestros chicos."

El cementerio tiene el tamaño de una manzana y todos los compañeros se fueron dispersando entre las cruces, dividiendo sus dolores. Entonces el viento me trae algo más que desesperanza. Música. Dulce y cálida. De acordeón. A lo lejos y parado sobre un monte lo veo. Con su instrumento, con toda la fuerza, con la energía que destila su personalidad. El ex combatiente Miguel Ruso Anderfurhn. Descendiente de italianos. Alto y rubio y de hombros anchos. Su bisabuelo estuvo peleando en la Primera Guerra Mundial. La tradición del acordeón fue pasando de generación en generación en su familia. Su bisabuelo tocó alguna vez para alejar el silencio de la locura, ese que llega después de la guerra. Hoy Miguel está en la isla que lo marcó para siempre. Y está tocando el Himno, parado sobre el mismo monte donde lo hizo las veces que volvió a las islas, y todos sus compañeros cantan el Himno junto a él, y todos están jurando, jurando por una cosa que los une y los ata, y los lleva por encima de un dolor que todavía parecen no entender: están jurando con gloria morir.

Volver al Monte Longdon…

Llanuras, montes y laderas para un recorrido que es mucho más que un ritual. Foto: José Supera

El monte Longdon fue uno de los últimos lugares en caer y donde se registró la mayor cantidad de bajas argentinas. Uno camina en ese monte y ve marcas todo el tiempo. Agujeros en la tierra que fueron bombas. Chatarra oxidada. Zapatos. Pero qué marcas son las que quedan en nosotros. Qué marcas quedan en el suelo de nuestra propia existencia. Acá no existe el tiempo. Es como si todo volviera a repetirse. Los agujeros en la tierra son morteros que siguen estallando. Las esquirlas siguen traspasando nuestra carne. "Acá no existen los días", me dice alguno de los excombatientes, mientras caminamos durante horas por los montes, en busca de las posiciones donde estuvieron por meses. "Acá sólo existen los restos de las cosas que ves, y nada más."

Carlos Daniel Chicho Amato pertenecía al Regimiento 7. Era encargado de manejar el radar de detección de movimiento. Había aprendido a usarlo unos días antes de salir a Malvinas. Me cuenta su historia en la misma trinchera en la que estuvo hace 32 años, en el mismo Monte Longdon, donde fue la gran batalla, donde los ingleses los rodearon y ya nada se pudo hacer. "Fue a fines de mayo. Nos llamó un segundo jefe. Estaban viendo a los ingleses con prismáticos. Entonces empezamos a monitorear el posible avance inglés. Claramente nos lo comimos. Yo había visto en el detector unas manchas nuevas, algo que no había visto antes. Se lo informé a mi jefe. Me dijo que eran ramas, viento, que no pasaba nada. Volví a ver esas manchas en el radar y le volví a decir a mi jefe. Y nada. Esa misma noche nos atacaron. Eran como 700 tipos. Fue la parte más jodida de la guerra ésa, donde tuvimos la mayor cantidad de bajas, un desastre. Y ahí mismo nos tomaron prisioneros. Fue difícil porque tuvimos que enterrar a nuestros propios muertos."

Carlos está excitado. Hace unos minutos escarbó donde estaba su posición y encontró su cuchara y algunas municiones. Pero dejemos de escarbar la tierra. Escarbemos el propio interior de Carlos Chicho Amato, sepamos qué se siente volver después de tanto tiempo: "Me siento un poco raro. Como alejado de todo y a la vez, cerca. Siempre me había resistido al viaje. Pero si vuelvo es porque lo hago con dos amigos míos que también vuelven por primera vez. Recuerdo que cuando estábamos acá, no veía colores, sino todo gris. Pasé por cosas que me hicieron mal después de la guerra. Pero después fue como que lo borré, es como si no sintiera nada. Siempre había estado en la organización de los viajes de otros ex combatientes. Les armaba todo, los despedía, pero nunca me animaba a venir: siempre me molestó bastante ir a un lugar que es nuestro y tener que presentar el pasaporte. Había prometido que no iba a venir. Pero esta vez se decidieron Mario y Sergio, que también venían por primera vez. Supongo que pude volver porque tengo dónde apoyarme en el dolor, porque no estoy solo".

Cuenta Sergio Isaia, otro de los ex combatientes que vuelve por primera vez: "Recuerdo la voz de mi hermano llegándome en el medio de la oscuridad". Estamos en el lugar donde combatió su hermano. Hay una placa que pusieron hace varios años. Hace unos segundos le rindió homenaje a su manera. Se quebró. Pero ahora está más entero. Sabe que cumplió con lo que tenía que cumplir. "Yo había viajado junto a él en el mismo avión. En las islas estuvimos en compañías diferentes, pero como los dos éramos operadores de radio, durante todas las noches nos comunicábamos para ver cómo estábamos. La idea fue siempre volver con él a las islas. Pero mi hermano falleció por una enfermedad hace varios años. Hoy sé que estoy volviendo con él. Pero también vuelvo con mis amigos, y eso me ayuda a soportar mejor este viaje, que es un viaje que hacemos, de alguna forma, también a nuestro interior."

La Primera Mujer…

En los comienzos de la guerra se habían solicitado instrumentadoras quirúrgicas para ir a las islas, a Puerto Argentino. Norma Navarro tenía miedo. Miedo de que la guerra llegara al continente. Quería colaborar de la forma que fuese. Entonces fue y se ofreció. Al instante la aceptaron. "Después del día que me aceptaron junto a tres chicas más, al día siguiente salimos desde Buenos Aires hasta Río Gallegos. Al rompehielos Almirante Irizar llegamos en helicóptero. Había sido convertido en buque hospital. Nuestra tarea era colaborar con los médicos en lo que se pudiera. Se había decidido que nos quedásemos en el buque, porque cabía la posibilidad de que si estábamos en tierra podíamos ser tomadas prisioneras." Respecto del trabajo que tenía que realizar todos los días, cuenta que "estaba en quirófano, aunque en realidad no teníamos una tarea definida. Venían con esquirlas de bombas, heridas en el abdomen. Hubo alguien que llegó en estado muy crítico, hicimos lo que pudimos durante muchas horas, pero falleció. Fue el único fallecido que me tocó ver. Hay cosas que me quedaron grabadas. No me impactaban los heridos, porque yo ya venía con la experiencia del hospital: lo que me impactaba era la expresión que tenían en los ojos esos chicos. Era como verles el alma, una mirada repleta de desolación, como si la guerra estuviera contenida en las pupilas". Pero si algo no puede olvidar Norma es la noche del 13 de junio, según ella, lo más duro que le tocó ver. "En un momento dado salí a cubierta con un tripulante. Recuerdo que estábamos cerca de la costa y se podían ver las casitas con techos de colores. Todo se veía iluminado de un lado y de otro, iluminado por las explosiones de colores amarillo y naranja, de bengalas que caían, lanchas que pasaban, era como una película, algo dantesco pasando frente a mí, una película espectacular y horrible. Y la desesperante sensación de que allá a lo lejos había gente muriéndose y no podías hacer nada." Le pregunto qué le dejó volver acá. Estamos en una montaña, el viento y la nieve arrecian. Mira hacia el horizonte. Parece recordar. "Estar acá es algo que te marca, porque aunque vos no veas más a las personas con las que estuviste ligada en ese momento de la guerra, una siente que sigue unida a través del tiempo, aunque nunca más los vuelva a ver."

Reflexiones y Renacimientos…

Recuerdos que aún perduran de la guerra en las islas. Foto: José Supera

Hay alguien que mientras recorremos montes y laderas se mantiene serio, por momentos alejado del grupo, por momentos reflexivo y silencioso, como si hubiera una batalla adentro suyo, como si todo se tratara de una guerra que se libra en los confines de nuestros sentimientos.

Mario Volpe se desempeñaba en la Compañía C. Al principio hacía de apuntador con un cañón, pero después le quedó como responsabilidad la parte de la enfermería. Ahora estamos en un alto de la travesía que supone recorrer los montes cercanos a Puerto Argentino. Mario acaba de encontrar la posición de un amigo suyo, Calvo, que era el encargado de la Compañía A. "Este lugar para mí es muy importante. Acá tuve la suerte de renacer, acá mismo fui herido." Suspira. Le cuesta seguir, pero sigue. "Veníamos replegándonos, ya habían tomado el Logdon y fuimos atacados y bombardeados. Llegamos entonces adonde se encontraba la Compañía A. Desde el lugar donde estábamos veíamos explosiones a 150 metros, a 100 metros, a 50. En un momento, siento que los silbidos de las bombas venían y pegaban adelante nuestro, y fue un segundo, pero sentí las esquirlas entrando en mi cuerpo, creo que caí unos metros. Un compañero me ayudó a levantarme. Sentía un dolor fuerte. Las esquirlas habían perforado mi pulmón y fracturado la escápula, entre otras cosas. La sangre no paraba de salirme de la espalda. Sentía toda la espalda mojada. Pensé que no tenía más posibilidades. Pero otros compañeros me ayudaron. Y llegamos caminando, al límite de mi fuerza, para que me atendieran en la Compañía Comando: ellos no podían hacer mucho. No había chances. O sí. Tenía que ir al pueblo. Como pudiera. Bajé la loma y encontré que venía una camioneta Dogde de la Marina llena de heridos. Me senté como pude. Llegué al hospital y ahí mismo lograron operarme." Le pregunto qué es lo que le pasa por adentro estando ahí. "Cuando uno camina por acá y siente el frío y el cansancio, de golpe, se mezcla esa cosa atemporal, como si el 82 se repitiera una y otra vez, como si todavía estuviera atrapado acá en las islas. La tristeza, la desazón, todo se repite acá adentro. Es como si el tiempo no hubiera pasado. Estar acá es revivir. Pero revivir aquel momento. A pesar de los 32 años que pasaron, uno no logra despegarse de las sensaciones: el frío, el suelo, el viento. El tiempo no puede despegarnos de las cosas. La sensación de que los años no hubieran pasado, la misma sensación de soledad, la incertidumbre. Es la primera vez que vuelvo a Malvinas, pero desde el año 82, regreso todos los días con sus noches."

Llenarse de Energía… 

Ernesto Beto Alonso era uno de los 800 soldados que conformaron el Regimiento de Infantería 7 y al que le tocó estar en el monte Longdon. Después de visitar el lugar donde estaba su trinchera, confiesa: "Volver a Malvinas me llena de energía; en los viajes que realicé después del 82 me ayudó a comprender más sobre este conflicto que data desde 1833, cuando nos fueron usurpadas; de entender qué paso en el conflicto de 1982, entender que efectivamente la decisión de la dictadura fue una aventura bélica que nos alejó de Malvinas, entender cada día más cuáles son las razones de la usurpación y la importancia geoestratégica que tienen las islas, y además, no olvidar a los que quedaron, a nuestros amigos, los verdaderos héroes" .

Carlos Tolomeo sintió "como si hubiese estado caminando en el aire, suspendido", cuando explotó la bomba a sus espaldas. Y lo cuenta al lado de su cañón, que ahora está oxidado y clavado en el suelo. "Mientras huíamos del ataque inglés, sentimos las ondas expansivas. Mi función era apuntador con el cañón. Hacía unos minutos había realizado dos disparos. Al tercero se trabó la vaina. Ellos se acercaban. Tuvimos que retirarnos. Corrimos y ahí fue que sentimos la bomba explotando detrás de nosotros, la onda expansiva tirándonos." Carlos señala los lugares donde estaban todas las posiciones. A lo lejos se ve el río Murrell. Desde ahí venían los ingleses. "Siempre que hemos podido volver hemos vuelto. Y hoy, a 32 años de que nuestros compañeros ofrendaran sus vidas, queremos brindarles nuestro homenaje, con este vino." Tolomeo descorcha una botella. Es ritual que beban todos los ex combatientes allí presente. El resto del vino lo echan a la tierra. Para los que quedaron. Después aplauden y se abrazan, hasta que Rubén Franzcunaz les dice a todos que encontró algo que sobresale de la tierra, cerca de la posición en la que se encontraba Carlos. Todos se mueven hacia el lugar. Carlos va primero. Apoya las rodillas sobre la tierra. Alguien le pasa una palita de jardinería. La usa poco, se olvida de la palita. Empieza a excavar con sus manos. Sus manos se llenan de tierra y de pasado.

Se ve la tela camuflada. Sus manos sacan la tierra cada vez más rápido. La tierra de sus manos se limpia con las lágrimas que caen de sus ojos. A nadie de los que estamos ahí se le cruza por la cabeza acercarse a ayudarlo. Es algo que tiene que desenterrar solo. Raíces y tela y tierra. "Esto era parte de mi uniforme", dice. Y nadie de los que está ahí dice nada. "Esto es parte de lo que somos, lo que queda enterrado acá para siempre, somos nosotros."

Juntarse para Contenerse…

El Centro de Ex combatientes Islas Malvinas, más conocido como el Cecim La Plata, fue ideado por algunos jóvenes soldados estando todavía en las islas. "Queríamos tener una voz, una voz que se escuchara, porque nos habían llevado sin preparación ni armamento, y estando allá pasamos hambre y hasta fuimos torturados", asegura Ernesto Alonso, que hoy es uno de los pilares fundamentales del centro. "Cuando estábamos allá veníamos charlando la idea de juntarnos y hacer algo que nos uniera a todos." Ahora el que habla es Mario Volpe, actual presidente del centro que sirve para seguir la lucha de la causa Malvinas, pero también para debatir y contenerse, y cenar todos los martes. De la cocina se encarga el ex combatiente José Chiquito Zarzoso, que en esas noches deleita a los más de cuarenta ex combatientes que llegan para pasar un buen rato entre ese grupo de amigos que se fue afianzando con el tiempo.

© Escrito por José Supera el domingo 21/09/2015 en el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 21 de junio de 2015

Viaje a las Islas Malvinas (Argentinas por cierto)… @dealgunamanera...

Viaje a las Islas Malvinas (Argentinas por cierto)…

Una semana de turismo en Malvinas cuesta US$ 1.500. 

Junto a la pesca representa el 90 % de los ingresos de las islas. Pese al nacionalismo de la sociedad, dicen no discriminar a los argentinos.

Por más curioso que parezca elegir como destino turístico las islas Malvinas, varias compañías argentinas realizan viajes desde el territorio continental hacia el archipiélago, en disputa con Gran Bretaña desde hace más de cien años. El turismo representa, en conjunto con la pesca, el 90% de la economía isleña. En los últimos años recibieron entre 40 mil y 60 mil pasajeros por año, lo que deja unos 12 millones de dólares en las islas. 

El director de la empresa de turismo a las Malvinas Magallanika Tours, Fernando Gatti, explica que existen tres tipos de viajeros: por un lado están los ex combatientes, que son la mayoría de quienes contratan sus servicios. También muchos interesados en la historia, o periodistas, y muchos amantes de la flora y la fauna.

Para Gatti, cada pasajero tiene una motivación muy distinta para viajar a las islas, pero afirma que a los ex combatientes los une un mismo motivo: reencontrarse con su historia y rendir homenaje a sus compañeros caídos en la guerra de 1982. Además, relata que lo primero que hacen los soldados es ir al campo de batalla donde estuvieron y buscar su posición. “El resto de los días –asegura– lo dividen entre visitar el cementerio de Darwin y recorrer otros lugares de combate”.

“La primera vez que fui, lo primero que hice fue buscar mi posición, el pozo donde estuve. Y encontrarla es muy fuerte, muy emocionante”, relata el integrante del Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas (Cecim), Luis Aparicio, quien en total viajó a las islas tres veces.

Gatti observa que en el caso de los ex combatientes no es necesario oficiar de guía turístico sino de conductor, ya que “los soldados son los que mejor conocen las islas, saben algo que los civiles no conocen, porque compartieron vivencias con sus compañeros”. 

El viaje para los argentinos dura una semana, ya que los vuelos entre el continente y el archipiélago sólo llegan y salen los sábados. Con respecto a los costos, el empresario señala que un turista de cualquier parte del mundo gasta en una semana hasta 1.500 dólares entre alojamiento, comida y el alquiler de un vehículo para movilizarse. En el caso de los argentinos, los vuelos también son caros: “Si se elige la opción de volar vía Santiago de Chile se gastan 1.400 dólares más de pasajes; en cambio, si se toma un vuelo con escala en Río Gallegos, que sale un sábado por mes desde Buenos Aires, el costo de aéreos disminuye a menos de 900 dólares”. 

Playas con arenas blancas, cinco colonias de pingüinos diferentes y vegetaciones vírgenes comprenden el recorrido que realizan quienes no buscan la parte histórica de las islas. “Es muy hermoso porque se conserva lo salvaje de la naturaleza”, afirma el guía de Magallanika Tours, y aclara: “El problema es el clima, porque es muy frío y en un solo día pueden coincidir las cuatro estaciones del año”. 

“La segunda vez que viajé miré un poco más el entorno de la ciudad, cómo viven los isleños. Tienen paisajes muy hermosos, con playas muy recortadas, y siempre hay muchos turistas”, cuenta Aparicio. “Esas cosas no las pude ver en el primer viaje porque estaba dentro de una nube de recuerdos, no paraba de llorar”, recuerda. Aparicio detalla que en el Cecim los ex combatientes viajan en pequeños grupos de manera independiente.

Esteban Raffetto es pianista y llegó de casualidad a las islas porque el crucero en el que tocaba con su banda arribó a Puerto Argentino. De su estancia cuenta que no se sintió observado por los isleños, y opina que hay mucho respeto de los habitantes con los argentinos. “Lo que más me llamó la atención es el nacionalismo, en todas las casas hay banderas inglesas colgadas”, recuerda.

“Siendo ex combatiente, los kelpers tienen mucho respeto y comprenden la necesidad de volver”, dice Aparicio, aunque aclara: “Si hay un lugar donde un argentino sabe que juega de visitante es en Malvinas”. 

“Nos sentimos totalmente cómodos con la gente que venga a visitarnos, sean argentinos o de otras partes del mundo –arranca Alex Olmedo, un malvinense encargado del hotel Waterfront en las islas–. Recibimos a ex combatientes o familiares de caídos en la guerra y no tenemos ningún problema con ellos”, explica con un castellano perfecto, y aclara: “No existe discriminación ni se mira con recelo a los argentinos”. 

Según Olmedo, el lugar central para que visiten los turistas, sean argentinos o del resto del mundo, es la capital Puerto Argentino, que Olmedo denomina Puerto Stanley. 

Además de recibir pasajeros del exterior, durante los últimos años existió un gran movimiento de turismo interno a lo largo de las distintas islas que componen las Malvinas, que en total son 700 en los alrededores de la Soledad y la Gran Malvina, las dos mayores.

Llegar hasta Malvinas no es complicado: a los argentinos no se les exige visa, pero sí pasaporte, al igual que a los británicos. Además, se pide una reserva hotelera contratada de antemano y un seguro médico que incluya evacuación sanitaria de hasta cien mil dólares.

© Escrito por Agustín Gulman el domingo 07/04/2013 y Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 8 de abril de 2012

Malvinas hoy... De Alguna Manera...

Malvinas hoy: la distancia cultural es tan amplia 
como la "desconfianza kelper"...

Infografía Malvinas hoy...

El columnista de Perfil vivió allí este 2 de abril y transmitió su programa radial desde las islas. Aquí su relato y análisis, mezcla de política y color local.

La vivencia de estar en la capital de las Islas Malvinas es única. Aquí se experimenta la presencia de la soledad. Este es un lugar absolutamente alejado del mundo. En esta ciudad viven 2.500 almas que no olvidan ni por un solo segundo el horror que para ellos significaron los 74 días que pasaron desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982, que fue el lapso durante el cual las tropas argentinas ocuparon las islas.

El error y el horror que representó esa guerra han producido un daño gigantesco a las aspiraciones de la Argentina de recuperar este territorio. Hasta esa fatídica fecha del 2 de abril de 1982, reinaba en los kelpers un sentimiento de afecto y gratitud hacia nuestro país, que la mayoría –por no decir la totalidad– de los argentinos desconocíamos. El vuelo semanal de LADE, la pista del aeropuerto construida por el Ejército Argentino, el abastecimiento de combustible a través de la YPF de entonces, la atención médica de muy buena calidad que se brindaba a los isleños en los hospitales públicos de Comodoro Rivadavia y de Buenos Aires, son datos, hechos y circunstancias que aquí se recuerdan con afecto y con la nostalgia y el pesar de lo que será muy difícil que alguna vez vuelva a ser igual. El sentimiento de gratitud y de afecto hacia la Argentina era enorme; por eso mismo fue que aquí dolió tanto el desembarco y la ocupación de las islas por parte de las tropas que mandó la dictadura militar. Los kelpers que aún siguen queriendo a nuestro país lo repiten todo el tiempo.

El paisaje de las islas es de una significativa belleza. La nada que lo habita es sencillamente conmovedora. En el medio de esta nada se eleva Puerto Argentino, una ciudad que experimenta una bonanza económica que daría envidia a más de uno. Aquí todo el mundo tiene trabajo y, a pesar de que la vida no es barata, nadie pasa necesidades. Aquí la gente se siente feliz con el tipo de vida que hace. Es una vida particular. En esta ciudad de calles angostas y limpias, transitadas por muy poca gente –ya sean las 9 de la mañana o las 9 de la noche- y en las que el silencio es estrepitoso, no hay ni cine ni teatro.

Allí el 2 de abril es, obviamente, un día de malos recuerdos. Por eso es una fecha a la que se la ignora, lo que no equivale a decir que se la olvide. Al acto que encabezó Cristina Fernández de Kirchner en Ushuaia nadie le prestó atención. La radio local sólo lo mencionó.

El día de conmemoración para los kelpers es el 14 de junio. Ese es el día de la liberación. El 1 de abril hubo un homenaje a los reservistas que intervinieron en la defensa de la ciudad el día del desembarco que fue muy intenso. Prácticamente toda la ciudad se reunió alrededor del monumento a los caídos para rendirles tributo. Ese día el enojo hacia la Argentina emergió con toda la fuerza, circunstancia que sufrimos en carne propia y que puso en serio riesgo la transmisión de mi programa Primera Mañana, por Radio Mitre, en lo que constituyó la primera transmisión de un programa de una radio de la Argentina originado en las Islas Malvinas. En efecto, la realización de esta transmisión fue algo de gran impacto tanto aquí como en el resto del país, que enojó a algunos kelpers que albergan sentimientos manifiestamente hostiles hacia los argentinos. Esto dio pie a una intensa presión sobre quien aportó el salón en el que se montó el estudio de Radio Mitre en Puerto Argentino, en donde se la sintoniza por aire con una notable claridad. Finalmente, el afecto hacia la Argentina por parte de esa persona nacida en las islas pudo más y la transmisión logró concretarse para emoción nuestra y de todo el equipo que participó de estas transmisiones históricas, tanto allí como en Buenos Aires.

Además de los 2.500 habitantes de Puerto Argentino, en el resto de las islas Malvinas viven otras 2.500. De ellas, 2.000 habitan la base militar de Mount Pleasant, de los que 1.500 son militares y 500, civiles. Los 500 habitantes restantes se distribuyen por el resto de las dos islas principales, Gran Malvina y Soledad.

Las Malvinas están atravesando un momento de una singular bonanza económica. Los crecientes ingresos  provienen de tres actividades principales: la pesca, que representa el 40%; la lana, el 10% y el turismo el otro 50%. La perspectiva por la posible explotación de petróleo es enorme. Los aspectos que serán determinantes para concretarla o no son tres: el impacto ambiental, la carga impositiva y la factibilidad económica del negocio. Si todo esto se logra compatibilizar, se abre para los kelpers un futuro de promisión que los hará a todos ricos.

Más allá del horror de aquellos 74 inolvidables, la guerra nos hizo un gran favor, reconocen los kelpers. Desde entonces las cosas mejoraron mucho para ellos. Lo más importante es que eso les permitió alcanzar status de ciudadanos británicos plenos.

Políticamente se vive en un estado democrático puro que hace recordar a la Grecia de la Acrópolis. El gobernador es designado desde Londres y es, en general, un embajador de carrera. Lo secunda un Consejo Parlamentario integrado por 8 miembros que son elegidos directamente por el pueblo. Hay un detalle singular: los partidos políticos aquí no existen. El único intento que se hizo para crearlos ocurrió hace unos años y fracasó rotundamente. Por lo tanto los ciudadanos y ciudadanas que integran el Consejo son plenamente independientes y su elegibilidad depende del nivel de prestigio o liderazgo que tengan cada uno de ellos entre sus conciudadanos.  

Hay aquí una estación de radio que transmite la mayor parte programación de la BBC y un incipiente canal de televisión que sólo emite, por ahora, unas pocas horas los fines de semana.  Hay en la radio quien todavía vive y recuerda vívidamente el momento en el que las tropas argentinas hicieron su irrupción en sus estudios y tuvieron a quienes en esos momentos se desempeñaban allí, tirados al suelo boca abajo, con alguien sobre ellos apuntándoles.

La base militar de Mount Pleasant, que está ubicada a 50 kilómetros de Puerto Argentino, tiene reminiscencias de los años de la guerra fría. El personal que allí se desempeña no tiene prácticamente ningún contacto con la población malvinense. Mount Pleasant es un coto. Los soldados, además de no tener contacto con la población, no tienen mayor idea sobre las islas. Por eso es que el príncipe Williams estuvo allí pero no tuvo el más mínimo contacto con los kelpers.

El problema de la droga aquí no existe. El del alcoholismo, en cambio, sí. Se toma mucho y los fines de semana mucho más. Ver a jóvenes alcoholizados en las cercanías de los dos o tres pubs que hay es lo normal. El alcohol logra que la gente se sincere, explica con llana franqueza el padre Michel, el párroco de la iglesia católica que tiene una grey de unos cien fieles practicantes, quien agrega que el chisme es el combustible que moviliza la sociedad: aquí todo el mundo sabe todo de todo el mundo.

La educación constituye una herramienta esencial para el desarrollo presente y futuro de las islas.

El jardín de infantes, a partir de los 4 años, la escuela primaria y la escuela secundaria son obligatorios. La escuela es pública y gratuita. Durante la escuela primaria, los chicos que no viven en la ciudad reciben, cada dos días, la visita en su casa de un maestro cuya tarea se complementa por medio de Internet a través de un programa interactivo especialmente diseñado. A partir de la escuela secundaria, ya el alumno que vive en el campo es obligado a trasladarse e instalarse en Puerto Argentino. A tales efectos hay dormitorios especialmente dedicados a los adolescentes en los que se alojan y comen.

Una vez que el alumno termina el secundario está habilitado para dar el examen que se exige para ingresar a las universidades del Reino Unido. Si el aspirante lo aprueba accede a proseguir la carrera que desee en cualquier universidad del Reino Unido, para lo cual el gobierno de las islas paga la matrícula, el hospedaje, los libros y las comidas del alumno quien, por otra parte, no tiene ninguna obligación de regresar a las islas. No obstante, lo que se está comenzando a apreciar es que más del 50% de los estudiantes que se gradúan deciden volver a Malvinas.

La docencia es una de las profesiones mejor pagas de las islas. Esto responde a una decisión política que se tomó hace unos años de elevar la calidad de la educación. Así es que el salario mensual de un maestro es de unas 3.000 libras, lo que le garantiza un muy buen nivel de vida.

En general, se comprueba aquí un profundo respeto hacia los veteranos de guerra argentinos. Todos los que recuerdan los horrores de esa guerra, tienen presente en su memoria como una de esas postales del horror las penurias que nuestros soldados conscriptos debieron padecer durante aquel traumático trance.

El cementerio de los caídos argentinos en Puerto Darwin emociona. Esas tumbas son el testimonio más cabal de la tragedia de aquella guerra absurda. El cementerio está ahora bien cuidado. Cada tumba está coronada por dos rosarios. Allí se percibe la inmensidad de la muerte y el sonido del viento que nunca cesa y el de los rosarios chocándose entre sí. La escena es conmovedora.

Salvo el caso del ex canciller Guido Di Tella, en los 30 años que han pasado de la guerra la clase política argentina no ha pisado las islas. Pienso que es un grueso error. La barrera más importante a vencer es la cultura. Desde ese punto de vista a las Malvinas y a la Argentina las separa un océano. Los kelpers desconfían de todo lo que la dirigencia política expresa sobre las islas. No es para menos. A lo largo de estos 30 años se han encontrado con que un día un gobierno los quiere seducir y otro día, otro gobierno los ignora. Un día un gobierno amenaza con cortarles el vuelo de  LAN y otro día, inesperadamente, ese mismo gobierno propone la idea de establecer tres vuelos de Aerolíneas Argentinas entre Buenos Aires y Puerto Argentino. Un día ese mismo gobierno los amenaza con un bloqueo destinado a impedir el ingreso en los puertos sudamericanos a los barcos que porten la bandera de las islas y otro día el mismo gobierno les promete que habrán de escucharse sus opiniones. Cuál es la verdad, se preguntan muchos de los que aquí quieren ser escuchados. 

Hay hechos que son muy llamativos que deberían generar una profunda reflexión por parte de la dirigencia política de la Argentina en general. Como lo mencionamos, uno de ellos es que en los 30 años de nuestra reganada democracia, con la excepción de Guido Di Tella, durante su desempeño como canciller del ex presidente Carlos Menem, nadie tomó la iniciativa de visitar las islas para contactarse con sus autoridades y, fundamentalmente, con la  gente. De haberlo hecho y de haber encarado el tema de Malvinas con criterio de políticas de Estado, podrían haber tenido una visión más exacta de la realidad que aquí se vive, sin la cual va a ser muy difícil encontrar una manera de comenzar a derribar la muralla cultural que hoy separa a los kelpers de la Argentina. Mientras esa muralla exista va a ser muy difícil que pueda existir alguna posibilidad de una negociación seria sobre la soberanía de las islas.

Estando allí he aprendido a querer más a este territorio.

Estando allí he podido apreciar en toda su profundidad la tragedia de aquella guerra y el dolor que produce lo absurdo de todas esas muertes, las de nuestro lado y las del otro lado.

Estando allí he podido valorar en toda su dimensión el heroísmo y el estoicismo de nuestros soldados.

Estando allí he podido tener una real noción de lo mucho que padecieron quienes debieron enfrentar una geografía tan bella como agreste y un clima extremo y castigador. Allí el frío, el viento y la lluvia congelan el alma.

Por decir todas estas cosas es que durante toda esta semana hay quienes buscaron descalificarme con términos que fueron desde traidor a la patria hasta cipayo. Es una muestra más de los avatares a los que nos exponemos los periodistas en la Argentina actual. Es, en definitiva, el precio de contar los hechos como son. La triste verdad es que hoy las Islas Malvinas están muy lejos de la Argentina. Y como decía la canción, no es triste la verdad sino que no tiene remedio.

La vivencia de estar en la capital de las Islas Malvinas es única. Aquí se experimenta la presencia de la soledad. Este es un lugar absolutamente alejado del mundo. En esta ciudad viven 2.500 almas que no olvidan ni por un solo segundo el horror que para ellos significaron los 74 días que pasaron desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982, que fue el lapso durante el cual las tropas argentinas ocuparon las islas.

El error y el horror que representó esa guerra han producido un daño gigantesco a las aspiraciones de la Argentina de recuperar este territorio. Hasta esa fatídica fecha del 2 de abril de 1982, reinaba en los kelpers un sentimiento de afecto y gratitud hacia nuestro país, que la mayoría –por no decir la totalidad– de los argentinos desconocíamos. El vuelo semanal de LADE, la pista del aeropuerto construida por el Ejército Argentino, el abastecimiento de combustible a través de la YPF de entonces, la atención médica de muy buena calidad que se brindaba a los isleños en los hospitales públicos de Comodoro Rivadavia y de Buenos Aires, son datos, hechos y circunstancias que aquí se recuerdan con afecto y con la nostalgia y el pesar de lo que será muy difícil que alguna vez vuelva a ser igual. El sentimiento de gratitud y de afecto hacia la Argentina era enorme; por eso mismo fue que aquí dolió tanto el desembarco y la ocupación de las islas por parte de las tropas que mandó la dictadura militar. Los kelpers que aún siguen queriendo a nuestro país lo repiten todo el tiempo.

El paisaje de las islas es de una significativa belleza. La nada que lo habita es sencillamente conmovedora. En el medio de esta nada se eleva Puerto Argentino, una ciudad que experimenta una bonanza económica que daría envidia a más de uno. Aquí todo el mundo tiene trabajo y, a pesar de que la vida no es barata, nadie pasa necesidades. Aquí la gente se siente feliz con el tipo de vida que hace. Es una vida particular. En esta ciudad de calles angostas y limpias, transitadas por muy poca gente –ya sean las 9 de la mañana o las 9 de la noche- y en las que el silencio es estrepitoso, no hay ni cine ni teatro.

Allí el 2 de abril es, obviamente, un día de malos recuerdos. Por eso es una fecha a la que se la ignora, lo que no equivale a decir que se la olvide. Al acto que encabezó Cristina Fernández de Kirchner en Ushuaia nadie le prestó atención. La radio local sólo lo mencionó.

El día de conmemoración para los kelpers es el 14 de junio. Ese es el día de la liberación. El 1 de abril hubo un homenaje a los reservistas que intervinieron en la defensa de la ciudad el día del desembarco que fue muy intenso. Prácticamente toda la ciudad se reunió alrededor del monumento a los caídos para rendirles tributo. Ese día el enojo hacia la Argentina emergió con toda la fuerza, circunstancia que sufrimos en carne propia y que puso en serio riesgo la transmisión de mi programa Primera Mañana, por Radio Mitre, en lo que constituyó la primera transmisión de un programa de una radio de la Argentina originado en las Islas Malvinas. En efecto, la realización de esta transmisión fue algo de gran impacto tanto aquí como en el resto del país, que enojó a algunos kelpers que albergan sentimientos manifiestamente hostiles hacia los argentinos. Esto dio pie a una intensa presión sobre quien aportó el salón en el que se montó el estudio de Radio Mitre en Puerto Argentino, en donde se la sintoniza por aire con una notable claridad. Finalmente, el afecto hacia la Argentina por parte de esa persona nacida en las islas pudo más y la transmisión logró concretarse para emoción nuestra y de todo el equipo que participó de estas transmisiones históricas, tanto allí como en Buenos Aires.

Además de los 2.500 habitantes de Puerto Argentino, en el resto de las islas Malvinas viven otras 2.500. De ellas, 2.000 habitan la base militar de Mount Pleasant, de los que 1.500 son militares y 500, civiles. Los 500 habitantes restantes se distribuyen por el resto de las dos islas principales, Gran Malvina y Soledad.

Las Malvinas están atravesando un momento de una singular bonanza económica. Los crecientes ingresos  provienen de tres actividades principales: la pesca, que representa el 40%; la lana, el 10% y el turismo el otro 50%. La perspectiva por la posible explotación de petróleo es enorme. Los aspectos que serán determinantes para concretarla o no son tres: el impacto ambiental, la carga impositiva y la factibilidad económica del negocio. Si todo esto se logra compatibilizar, se abre para los kelpers un futuro de promisión que los hará a todos ricos.

Más allá del horror de aquellos 74 inolvidables, la guerra nos hizo un gran favor, reconocen los kelpers. Desde entonces las cosas mejoraron mucho para ellos. Lo más importante es que eso les permitió alcanzar status de ciudadanos británicos plenos.

Políticamente se vive en un estado democrático puro que hace recordar a la Grecia de la Acrópolis. El gobernador es designado desde Londres y es, en general, un embajador de carrera. Lo secunda un Consejo Parlamentario integrado por 8 miembros que son elegidos directamente por el pueblo. Hay un detalle singular: los partidos políticos aquí no existen. El único intento que se hizo para crearlos ocurrió hace unos años y fracasó rotundamente. Por lo tanto los ciudadanos y ciudadanas que integran el Consejo son plenamente independientes y su elegibilidad depende del nivel de prestigio o liderazgo que tengan cada uno de ellos entre sus conciudadanos.  

Hay aquí una estación de radio que transmite la mayor parte programación de la BBC y un incipiente canal de televisión que sólo emite, por ahora, unas pocas horas los fines de semana.  Hay en la radio quien todavía vive y recuerda vívidamente el momento en el que las tropas argentinas hicieron su irrupción en sus estudios y tuvieron a quienes en esos momentos se desempeñaban allí, tirados al suelo boca abajo, con alguien sobre ellos apuntándoles.

La base militar de Mount Pleasant, que está ubicada a 50 kilómetros de Puerto Argentino, tiene reminiscencias de los años de la guerra fría. El personal que allí se desempeña no tiene prácticamente ningún contacto con la población malvinense. Mount Pleasant es un coto. Los soldados, además de no tener contacto con la población, no tienen mayor idea sobre las islas. Por eso es que el príncipe Williams estuvo allí pero no tuvo el más mínimo contacto con los kelpers.

El problema de la droga aquí no existe. El del alcoholismo, en cambio, sí. Se toma mucho y los fines de semana mucho más. Ver a jóvenes alcoholizados en las cercanías de los dos o tres pubs que hay es lo normal. El alcohol logra que la gente se sincere, explica con llana franqueza el padre Michel, el párroco de la iglesia católica que tiene una grey de unos cien fieles practicantes, quien agrega que el chisme es el combustible que moviliza la sociedad: aquí todo el mundo sabe todo de todo el mundo.

La educación constituye una herramienta esencial para el desarrollo presente y futuro de las islas.

El jardín de infantes, a partir de los 4 años, la escuela primaria y la escuela secundaria son obligatorios. La escuela es pública y gratuita. Durante la escuela primaria, los chicos que no viven en la ciudad reciben, cada dos días, la visita en su casa de un maestro cuya tarea se complementa por medio de Internet a través de un programa interactivo especialmente diseñado. A partir de la escuela secundaria, ya el alumno que vive en el campo es obligado a trasladarse e instalarse en Puerto Argentino. A tales efectos hay dormitorios especialmente dedicados a los adolescentes en los que se alojan y comen.

Una vez que el alumno termina el secundario está habilitado para dar el examen que se exige para ingresar a las universidades del Reino Unido. Si el aspirante lo aprueba accede a proseguir la carrera que desee en cualquier universidad del Reino Unido, para lo cual el gobierno de las islas paga la matrícula, el hospedaje, los libros y las comidas del alumno quien, por otra parte, no tiene ninguna obligación de regresar a las islas. No obstante, lo que se está comenzando a apreciar es que más del 50% de los estudiantes que se gradúan deciden volver a Malvinas.

La docencia es una de las profesiones mejor pagas de las islas. Esto responde a una decisión política que se tomó hace unos años de elevar la calidad de la educación. Así es que el salario mensual de un maestro es de unas 3.000 libras, lo que le garantiza un muy buen nivel de vida.

En general, se comprueba aquí un profundo respeto hacia los veteranos de guerra argentinos. Todos los que recuerdan los horrores de esa guerra, tienen presente en su memoria como una de esas postales del horror las penurias que nuestros soldados conscriptos debieron padecer durante aquel traumático trance.

El cementerio de los caídos argentinos en Puerto Darwin emociona. Esas tumbas son el testimonio más cabal de la tragedia de aquella guerra absurda. El cementerio está ahora bien cuidado. Cada tumba está coronada por dos rosarios. Allí se percibe la inmensidad de la muerte y el sonido del viento que nunca cesa y el de los rosarios chocándose entre sí. La escena es conmovedora.

Salvo el caso del ex canciller Guido Di Tella, en los 30 años que han pasado de la guerra la clase política argentina no ha pisado las islas. Pienso que es un grueso error. La barrera más importante a vencer es la cultura. Desde ese punto de vista a las Malvinas y a la Argentina las separa un océano. Los kelpers desconfían de todo lo que la dirigencia política expresa sobre las islas. No es para menos. A lo largo de estos 30 años se han encontrado con que un día un gobierno los quiere seducir y otro día, otro gobierno los ignora. Un día un gobierno amenaza con cortarles el vuelo de  LAN y otro día, inesperadamente, ese mismo gobierno propone la idea de establecer tres vuelos de Aerolíneas Argentinas entre Buenos Aires y Puerto Argentino. Un día ese mismo gobierno los amenaza con un bloqueo destinado a impedir el ingreso en los puertos sudamericanos a los barcos que porten la bandera de las islas y otro día el mismo gobierno les promete que habrán de escucharse sus opiniones. Cuál es la verdad, se preguntan muchos de los que aquí quieren ser escuchados. 

Hay hechos que son muy llamativos que deberían generar una profunda reflexión por parte de la dirigencia política de la Argentina en general. Como lo mencionamos, uno de ellos es que en los 30 años de nuestra reganada democracia, con la excepción de Guido Di Tella, durante su desempeño como canciller del ex presidente Carlos Menem, nadie tomó la iniciativa de visitar las islas para contactarse con sus autoridades y, fundamentalmente, con la  gente. De haberlo hecho y de haber encarado el tema de Malvinas con criterio de políticas de Estado, podrían haber tenido una visión más exacta de la realidad que aquí se vive, sin la cual va a ser muy difícil encontrar una manera de comenzar a derribar la muralla cultural que hoy separa a los kelpers de la Argentina. Mientras esa muralla exista va a ser muy difícil que pueda existir alguna posibilidad de una negociación seria sobre la soberanía de las islas.

Estando allí he aprendido a querer más a este territorio.

Estando allí he podido apreciar en toda su profundidad la tragedia de aquella guerra y el dolor que produce lo absurdo de todas esas muertes, las de nuestro lado y las del otro lado.

Estando allí he podido valorar en toda su dimensión el heroísmo y el estoicismo de nuestros soldados.

Estando allí he podido tener una real noción de lo mucho que padecieron quienes debieron enfrentar una geografía tan bella como agreste y un clima extremo y castigador. Allí el frío, el viento y la lluvia congelan el alma.

Por decir todas estas cosas es que durante toda esta semana hay quienes buscaron descalificarme con términos que fueron desde traidor a la patria hasta cipayo. Es una muestra más de los avatares a los que nos exponemos los periodistas en la Argentina actual. Es, en definitiva, el precio de contar los hechos como son. La triste verdad es que hoy las Islas Malvinas están muy lejos de la Argentina. Y como decía la canción, no es triste la verdad sino que no tiene remedio.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 7 de Abril de 2012.