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sábado, 1 de diciembre de 2012

Los precandidatos... De Alguna Manera...




Los precandidatos...


El "Artista" menos Pensado. Roberto Lavagna. Dibujo: Pablo Temes.

Lavagna irá por una banca porteña de senador. Cómo articulan Scioli, Massa y De la Sota. El factor Moyano.

Anticipo: Roberto Lavagna será candidato a senador por la Capital. Se trata de un hecho político de gran importancia que relativizarán en lo inmediato, pero confirmarán en febrero y que obliga a reacomodar el escenario poskirchnerista. En el peronismo, por distintas virtudes, hoy existen otros cuatro grandes jugadores además del ex candidato a presidente y padre del modelo económico de Duhalde-Kirchner que logró sacar a la Argentina del infierno. Dos de los cuatro ya juegan abiertamente contra Cristina: Hugo Moyano y José Manuel de la Sota. Y los dos restantes son los candidatos más taquilleros (incluso por encima de Cristina) que miran y son mirados con sospecha por la Presidenta: Daniel Scioli y Sergio Massa.

De cómo se mueva ese quinteto que hoy articula consultas, afectos y reuniones más de lo que se conoce, depende quién será el próximo jefe de Estado a partir de 2015. No es una exageración de las estadísticas decir que el eje Buenos Aires-Capital-Córdoba, sumado al sector con mayor capacidad de movilización obrera, tiene gran parte de la batalla ganada.

Por eso es clave el paso que dio Lavagna antes de viajar a dar una conferencia a Marruecos. Porque le asegura el triunfo al peronismo en el distrito o, por lo menos, una pelea cuerpo a cuerpo por el podio con Gabriela Michetti y Pino Solanas dejando al cristinismo en el cuarto lugar.

Ese justicialismo sensato, dialoguista, de gran relación con la clase media y con excelencia técnica de Lavagna está muy bien posicionado en dos de las encuestas más confiables, pese a que aún no lanzó su candidatura. Es un territorio donde Scioli, Macri y Binner tienen mas de 32 puntos positivos de diferencia entre la imagen buena y la mala y donde Cristina logra un increíble 25% negativo producto de restar el 36% que la apoya del 61% que la critica. No es casual que sus caras porteñas más visibles tengan un desempeño bajo cero: Daniel Filmus y Aníbal Ibarra ostentan una diferencia negativa de 3 puntos y de 36, respectivamente.

Según las mismas consultoras, Córdoba es garantía electoral para De la Sota, y la provincia más grande de la Argentina tiene tanto en Scioli como en Massa un camino hacia la victoria. Todavía no está claro qué actitud tomará cada uno.

El intendente de Tigre, un fenómeno infrecuente en las mediciones, sigue construyendo alianzas con sus pares, y exporta su modelo de gestión y de combate a la inseguridad. Rechaza el costado más autoritario del oficialismo y es rechazado por los jóvenes camporistas, igual que Scioli, por encarnar “la restauración del neoliberalismo corporativo”. No olvidan la durísima calificación que hizo de los Kirchner en la embajada de Estados Unidos que luego filtró Wikileaks.

El gobernador goza de un período de coexistencia pacífica con Cristina. Es porque en su oportunidad los ataques, tanto de la Presidenta como de sus embajadores en la Provincia y hasta de Horacio Verbitsky, potenciaban el crecimiento de la figura de Scioli. En este sentido, fue todo un símbolo el último acto en La Plata. Acompañaron a Scioli en el saludo del escenario su hombre de mayor confianza, Alberto Pérez, que a su vez es el más duro verdugo de Martín Sabbatella y Ricardo Casal, el ministro que el asesor-periodista no pudo voltear. En las tribunas, alrededor de 4 mil militantes cantaron por Scioli presidente, y casi no hubo ni una sola bandera de Cristina o de Néstor. El afiche naranja que convocaba tenía el rostro del gobernador en primer plano con las imágenes de Perón y Evita atrás. A buen entendedor, pocas palabras. Los cristinistas ya saben a quién no quieren, y muchos peronistas bonaerenses apuestan a Scioli pero no dejan de observar los movimientos de calentamiento precompetitivo de Sergio Massa. Una cosa no quita la otra.

El caso de Hugo Moyano es inexplicable para cualquier europeo. La mayor incógnita a develar es por qué Gerardo Martínez dice, y sabe lo que dice, que la unidad de ambas CGT está más cerca que antes del paro. Martínez registró que la inflación que erosiona los salarios bajos y el impuesto a las ganancias que cepilla los sueldos más altos tienen muy molestos a los laburantes que votaron a Cristina. Hasta Antonio Caló llamó al Gobierno “a escuchar” las exigencias de sus adversarios circunstanciales de la otra CGT. Eso explica por qué muchos se insubordinaron a sus cúpulas sindicales y se sumaron a la protesta. Hasta la UOM, mediante un comunicado en defensa de Vandor, trató a Moyano de “compañero” y a Aníbal Fernández, uno de los gladiadores mediáticos de Cristina, como “un saltimbanqui trasnochado que no le llega a los talones” al viejo lobo metalúrgico.

Cristina oculta las acusaciones a Gerardo por su participación como buchón en el lugar más tenebroso de la dictadura más tenebrosa: el Batallón de Inteligencia 601. La Presidenta se traga ese sapo igual que en los casos de Armando Cavalieri y Oscar Lescano, entre otros que tienen más millaje en viajes de placer por el mundo que un ejecutivo del turismo. Sin embargo, la Presidenta chicaneó al honrado Pablo Micheli diciendo que no se imaginaba a Kosteki y Santillán viajando por Miami.

Contradicciones del relato que tiene demasiadas grietas producto del freno económico, el ajuste de tarifas de gas y luz que no excluye a los más pobres y de la impericia de enfrentar como verdaderos pajarones a los buitres en las batallas de Griesa y Ghana.

Hay fanatismo por instalar su lectura ideologista. Moyano lo explicó cuando reveló que le fueron a pedir que colaborara con un millón de pesos para la película de Néstor: “Lo querían mostrar como un Che Guevara moderno”. Y está claro que Kirchner no lo fue. Ni siquiera tuvo la trayectoria combativa ni la austeridad republicana de Lula, Dilma, Pepe o Bachelet. La suma de tropiezos enfureció a la Presidenta, que no dudó en llamar “tuerto” y “feo” a su ex marido para reivindicar que “miraba más allá que todos” y que “se quedó con la más linda”.

Porque te quiero te aporreo, parece ser una costumbre. ¿Era necesario desautorizar en público a Juan Manuel Abal Medina? “Yo no le llamaría piquetazo, Juan Manuel”, le disparó enojada desde el atril. Hay una mirada irracional que se consolidó entre el autoritario “vamos por todo” y el “sólo me interesa el juicio de la historia”. A Cristina, en cambio, sí se la vio muy feliz el viernes en el Festival de Cine de Mar del Plata, rodeada de actores. Aguante la ficción.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 24 de Noviembre de 2012.




domingo, 21 de octubre de 2012

Lecciones para la Argentina... De Alguna Manera...

Encuentro con Lula, el estadista más grande de los últimos 50 años...
 
Presidente Luis Inácio Lula da Silva,

Crónica detallada y emocionada sobre el ex presidente de Brasil. Anécdotas de una historia particular. Y todas las definiciones en las que deberíamos inspirarnos.

Lula me miró emocionado, se golpeó el corazón con el puño cerrado y me llamó con una seña. Tardé un segundo en estar a su lado y me dio un abrazo de esos que sólo se les dan a los afectos más profundos. Después comprobé que lo hace con todo el mundo. Es cariñoso, incluso con quienes no conoce.

Los fotógrafos gatillaron mil veces, para mi felicidad. Jamás olvidaré esa imagen. Lula con el video Compañero presidente en la mano y a mi lado. Nunca imaginé semejante gratificación de quien considero el estadista más grande de la región de los últimos cincuenta años. Al principio no me atreví a acercarme a su mesa y el antiguo VHS se lo dio, gentilmente, el doctor Guillermo Lipera, miembro del comité organizador del coloquio de IDEA. Es un documental biográfico de Lula que comencé a hacer el día más importante de su trayectoria política, el 27 de octubre de 2002, cuando cumplió 57 años y se consagró presidente electo de Brasil después de haber perdido tres elecciones consecutivas.

¿Cómo llegué a ese lugar? Un periodista extranjero en la intimidad de la celebración de Lula fue posible gracias a Víctor De Gennaro, que en ese momento era el mejor amigo de Lula en Argentina. El me dio una tarjeta personal y me dijo que se la entregara a Carlos Grana, jefe de los metalúrgicos de San Bernardo do Campo en San Pablo. Ansioso, a las 7 de la mañana ya estaba en la puerta del gremio con el camarógrafo y el Zorro Milicich como productor, que se había puesto la camiseta de Rosario Central. Grana llegó solito y en un Gol sin vidrios polarizados. No había un solo custodio ni matón a su lado. Pensé en Armando Cavalieri y me dio vergüenza ajena. Grana me invitó a que lo acompañara.

¿Adónde vamos?, pregunté. “A la casa de Lula”, fue la respuesta que me aceleró el corazón. Y fue cierto. Entramos al Condominio Residencial Hill House, de Villa Teresinha, muy similar a los de clase media de Caballito, que hasta seguridad privada tenía. Ingresamos con otros viejos compañeros del sindicato en el que Lula se hizo dirigente, y 57 chicos con 57 tortas blancas con una estrella roja en el centro con sus respectivas velitas. Todos le cantaron el “parabienes”, con la música de nuestro “que los cumplas feliz”. Me acerqué, y sin pensarlo le dije:

 Alfredo Leuco y el Presidente Lula. Mar Del Plata, 2012. El columnista de PERFIL le entrega a Lula el viejo VHS con el documental sobre su vida, que hizo hace una década.

—Lula, le quiero desear un feliz cumpleaños y un feliz gobierno.
Me dijo “muito obrigado”, me estrechó la mano y siguió de largo como si nada. Tuve que apelar a mi arma secreta:

—Ah, Lula, el viernes estuve con Víctor De Gennaro y le manda un gran abrazo.
Logré detener su marcha sin mentir. Y le sacudí la primera pregunta:

—¿En quién pensó cuando apagó las velitas y se emocionó tanto?
—En mi madre. Ella era lavandera. Me acordé del día de su muerte. Yo estaba preso por la dictadura militar y ella se murió sin saberlo. Mi carcelero se conmovió y me sacó media hora a escondidas de sus superiores para que yo estuviese en el velorio. Pero no me permitieron estar en su entierro ni hablar con mis familiares.

—No pudo contener el llanto...
—Y, ¿qué le parece? Ella era analfabeta, igual que mi padre. Me mandaban a comprar el diario sólo para ver las fotos y los dibujos. Me hubiese gustado tanto tenerla esta noche a mi lado...

—Es comprensible, recuerdo....

En ese momento, un morochazo de dos metros tipo NBA me dijo claramente: no más preguntas, y me apartó con firmeza.

Pero yo ya había filmado con mi camarita familiar toda esa celebración. ¿Qué más podía pedir un periodista?

Así salió Lula de su casa rumbo al colegio Joao Firmino, donde votó frente a más de 300 lentes y flashes que habían llegado hasta de los países más recónditos de la Tierra para registrar la epopeya del lustrabotas que llegó a conducir el quinto país más importante del mundo por territorio y población, y que en poco tiempo estará en el mismo puesto pero en términos de poder económico.

Los chicos del barrio de Lula también le cantaron la canción-himno de campaña que pedía “un Brasil decente para un pueblo pobre pero noble y trabajador”.

En un momento hizo llorar hasta a los fotógrafos japoneses, que parecían muy distantes y profesionales. Lula cortó la torta que en su interior decía su nombre, escrito en chocolate. El primer bocado se lo dio en la boca a uno de los chiquitos cantores, que no podía caminar sin apoyarse en muletas. Fue un momento estremecedor. Lula se puso en cuclillas para estar a su altura y con la cucharita le hizo “avioncito” como cualquier padre le haría a su hijo. Sólo que Lula no era su padre. Y que se había acordado de doña Lindu, como él le decía a Eurídice, su madre lavandera y analfabeta.

Sin miedo. Las buenas noticias dicen que Lula viene derrotando a un maldito cáncer de garganta, como derrotó todo lo que se le puso adelante. Por eso me acordé de aquel día glorioso del año 2002, cuando la consigna de esa campaña que llevó a Lula a la presidencia decía así: “La esperanza vence al miedo”. Hoy, el pueblo brasileño que ama a Lula, frente al ataque del cáncer, dice lo mismo: “La esperanza vence al miedo”.

Después, pude cruzar un par de palabras más. Fue cuando se enteró de que yo era cordobés. Se confesó admirador de Agustín Tosco y la Córdoba clasista y combativa de finales de los 60 y principios de los 70. El Gringo Tosco fue un dirigente sindical, marxista independiente, lúcido, honrado y valiente como Lula que me habló de las experiencias de Sitrac-Sitram y de las similitudes del cinturón industrial paulista, cuna de las terminales automotrices, con lo que ocurre en mi provincia. Al final se despidió con una confesión: en un momento estuvo a punto de viajar a Córdoba para probar suerte en IKA-Renault. Tal vez hubiese cambiado la historia de Brasil y el Cordobazo habría tenido un grito en portugués. Fue la pueblada que derrocó a un gobernador fascista y que hirió de muerte al dictador patricio, el general Juan Carlos Onganía.

El miércoles fue la estrella de IDEA. Lula exhibió en plenitud su ideología y se acordó de aquel día de gloria, del que se va a cumplir exactamente una década dentro de seis días.

La pregunta inmediata en los pasillos fue: “¿Y cuál es la ideología de Lula?”. José Manuel de la Sota y Hugo Moyano se apresuraron en llevar agua para su molino y dijeron que era claramente un peronista del último Perón. Y algo de razón tienen. Es profundamente humanista, y cada día más cristiano. Se casó por iglesia con su actual mujer y la amistad del sacerdote Frei Betto debe sumarse a que la batalla contra el cáncer suele insuflar más fe y religiosidad a los hombres. Es muy interesante intentar observar que tiene el “lulismo” adentro. Es un debate conceptual que está creciendo para orientar definitivamente el rumbo de los gobiernos populares de América latina. ¿Es lo mismo Lula que Chávez? ¿Se puede caracterizar a Cristina de la misma manera que a Lula? El populismo beligerante de Chávez, más el manual de la confrontación permanente como forma de construcción política de Ernesto Laclau, son caminos divergentes en la teoría que proclamó Lula en su paso por Argentina.

Hizo la transformación social más grande de la historia de Brasil: llevó cuarenta millones de pobres a la clase media. Eso es movilidad social ascendente y no macanas. Y la diferencia con Argentina y Venezuela es que lo hizo sin fracturar la sociedad y sin inyectar odio en sus venas. Todo lo contrario: Brasil está hoy más cohesionado y no partido al medio como los países de Chávez y Cristina. Hoy Dilma continúa con la alianza y no la lucha de clases, con inflación controlada, sin malversar las estadísticas públicas, discutiendo a fondo con el periodismo pero sin intentar silenciarlo ni controlarlo, con un diálogo permanente con la sociedad en general y la oposición en particular, y apoyando la idea de que más de dos períodos de gobierno son monarquía. Lula lo dijo con todas las letras cuando elogió la alternancia “no sólo de hombres, sino también de sectores sociales” en el gobierno. “Es una conquista de la humanidad”, dijo. Y se puso a sí mismo como ejemplo. Le prohibió a su partido que moviera un dedo para reformar la Constitución y buscar la eternización en el poder. Pudo haberlo hecho porque tenía una aceptación del 87% cuando finalizó su gobierno. Pero no quiso, se autolimitó. Y aunque apoyó francamente a Chávez, dijo con toda claridad que debería empezar a construir su sucesión.

Fracaso. Ernesto Laclau, que ayer se reunió con Martín Sabbatella, propone cosas muy distintas, más infantilmente radicalizadas y cercanas al fracaso. Apoya la reelección permanente, la batalla contra los medios de comunicación convertidos en satanes y voceros de las corporaciones económicas, y el choque y el castigo como manera de elegir enemigos y diseñar su propia identidad. Plantea que “el constitucionalismo radical sostiene el poder conservador y el ultrainstitucionalismo es el típico discurso de la derecha”, a la que son funcionales tanto Binner como Pino Solanas y Libres del Sur. Corta tan finito, tan sectario, identifica tantos enemigos de Cristina que la obliga a quedarse cada vez más sola. A esa misma hora, el Pepe Mujica, otro que hay que ver actuar pero saber escuchar también, se alineó con Lula respecto de las dificultades que tienen los líderes populistas agresivos para encontrar sucesión: “Los mejores luchadores son los que dejan gente que los suplante”, sentenció ante el aplauso de jóvenes del radicalismo en La Plata. La ausencia de herencia política es el más grave problema tanto de Chávez como de Cristina.

Lula le dio un reportaje al diario La Nación y fue el principal orador del coloquio que nuclea a los 900 empresarios más importantes de la Argentina. Los Kirchner jamás cometieron semejante herejía. Lula llegó a decir que los periodistas que critican excesivamente pierden credibilidad. Y que los que elogian en forma desmedida, también. Por eso manifestó que él confía en la gente para valorar la verdad o la mentira y que quiere medios más libres y con menos injerencia del gobierno. “Yo fui tremendamente castigado por los medios y me fui con un altísimo nivel de aprobación”, fue su conclusión, similar a la que dijo Perón en su momento: “Subí con todos los medios en contra y me derrocaron con todos los medios a favor”. Todo lo contrario de esta Argentina manchada con viejas teorías paternalistas que creen que los diarios lavan el cerebro de la gente.

Disparador. José “Pepe” Nun, ex secretario de Cultura de Néstor Kirchner, el más aplaudido del coloquio en Mar del Plata, aportó otros elementos disparadores de ese debate dentro de lo que en los 70 se llamaba “campo popular”.

Nun, que está distanciado del cristinismo por varias razones pero sobre todo porque algunos funcionarios que él expulsó por ladrones hoy siguen enquistados en otros puestos de poder, también criticó con altura el populismo. Sostuvo que el individualismo extremo que no tiene límites para su codicia y que evade impuestos genera una masa de marginados y excluidos, que son carne de cañón para el populismo. Que el líder populista habla por esos sectores que no tienen voz y apunta a destruir las instituciones porque no quiere que nadie lo controle. Muchos llegan a creerse dioses. ¿Y quién se atreve a hacerle una auditoría a Dios?, preguntó Nun, con ironía. Palos compartidos para la avaricia empresaria y para el autoritarismo chavista.

Lula, al revés de Cristina, predica la conveniencia de aumentar las alianzas sociales y evitar caer en el aislamiento.

Contó lo difícil que fue explicarle a su partido la sociedad con José Alencar, quien fue su compañero de fórmula. Un empresario al que muchos de sus camaradas definían como un burgués. Romper los dogmas del martillo y la hoz, alejarse del estalinismo jurásico, abrirse a los nuevos tiempos sin bajar las banderas igualitarias del socialismo le permitieron concretar sus sueños desde el poder y sacarlos de las charlas de café.

Néstor y Cristina también comprendieron la necesidad de sumar sectores medios ubicados más a la derecha, y por eso Daniel Scioli, Julio Cobos y Amado Boudou fueron vicepresidentes. Hoy la sensación es que la Presidenta se encerró sobre sí misma y que le alegra perder el apoyo de muchos caceroleros que también la votaron.

La humildad de Lula es garantía de diálogo. Dedicó el 50% de su tiempo a reuniones con sus adversarios con el siguiente lema: “Un presidente no sabe de todo y por eso debe escuchar a toda la sociedad.”

En un desayuno con la cúpula del FAP, Lula le contó a De Gennaro que Carlos Grana, nuestro común amigo sindicalista metalúrgico, hoy es intendente de San Bernardo do Campo. Y se manifestó feliz porque el hijo del jardinero del cementerio más pobre de San Pablo está estudiando diplomacia. Es que Lula fue el primer presidente de la historia de Brasil sin título universitario. Y él se encargó de intentar ser el último. Fue el que más universidades construyó. Durmió en una casilla con sus siete hermanos y un padre golpeador. Vendió naranjas y sardinas por las calles. De lustrabotas a estadista. Sin rencores ni odios. Un constructor del futuro sin injusticias y con más libertad. Ojalá se transforme en un espejo para los argentinos.

Es generoso, sabe que vino al mundo a hacer el bien a los que la pasan mal. Hoy es un Che Guevara desarmado, un Salvador Allende que pudo concretar su obra, un Tosco que no se murió en la dictadura. Es asombrosa su capacidad de acción, pero también su impresionante facilidad para transformar conceptos complejos en consignas populares. “Democracia es que mi pueblo coma cinco veces al día y no que coman una vez cada cinco días”. Eso dijo. O que su proyecto político es que ningún brasileño tenga que agachar la cabeza ante ningún poderoso.

Más de una vez definió muy claramente su ideología: “Somos un partido socialista de extrema democracia”. Profundo y sencillo: justicia social mil, autoritarismo cero.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.

martes, 1 de mayo de 2012

Oposición surreaslita... De Alguna Manera...

Una oposición que parece surrealista…

Surrealismo puro.

Pocas Luces. El grado de apoyo que recibe el gobierno nacional en la población es esencialmente dependiente de la situación económica del país. Por cierto hay otros temas que preocupan a la gente; pero la economía es el tema dominante. Desde hace varios años viene ocurriendo algo así: cuando la tendencia de la economía es a la baja, el Gobierno registra una sensación térmica incómoda, se preocupa y sobreactúa alguna decisión dramática, hasta que registra que ninguna opción opositora cosecha réditos y entonces retoma la tranquilidad; cuando la tendencia es en alza, el Gobierno se robustece y los grupos opositores se desorientan. 

Desde luego, tanto en la política como en la vida cotidiana la gente experimenta el estado de la economía como una  “sensación” –no porque se lo cuenten o se lo analicen, sino porque lo vive diariamente–; por lo tanto, el registro se produce teñido de otras sensaciones y revestido de discursos y mensajes diversos.  Por eso a menudo hay bastante “ruido” alrededor de las señales de la economía. Es “ruido” en el sentido de que, lejos de introducir mayor definición en la situación, esos mensajes confunden. El efecto decisivo es, en definitiva, el de la situación económica percibida. Los datos de las encuestas de opinión establecen esto de manera inequívoca. Y en esa situación, el Gobierno obtiene réditos y la oposición se desdibuja.

Además de la economía, a la gente le preocupan otros temas que hasta ahora no mueven el amperímetro electoral –la delincuencia, el desempleo o la educación–. Lo cierto es que, sobre esos temas, desde la política casi no se dice nada relevante. Desde la oposición se habla más de la calidad institucional y de la corrupción, que aparentemente a muchísima gente no le preocupan tanto, y desde el Gobierno se habla de la maldad de los medios de prensa y de cada enemigo circunstancial que elige, y la mayoría de la gente no le cree. De la calidad de los servicios públicos –otro gran tema en la Argentina– se habla cuando el tema se instala a través de una tragedia de proporciones, pero no cotidianamente. En general, hay baja sintonía entre la política y la sociedad. Se entiende que un gobierno al que le va bien no busque mejorar la sintonía; pero, ¿y la oposición? 

¿Qué pasa con esta oposición que no consigue mejorar su desempeño?  Es cierto que hay demasiados  grupos opositores como para hablar de “una” oposición; pero todos experimentan la misma dificultad, todos fracasan en encontrar una frecuencia de onda para comunicarse con la sociedad. El Gobierno consiguió el 54 por ciento de los votos no porque algo más de la mitad de los argentinos piense exactamente lo mismo sobre todos los asuntos que conducen a decidir el voto, sino porque fue hábil en la formación de una coalición ganadora. Se analizan mucho las diferencias entre distintos integrantes de la coalición gobernante –Scioli, Moyano y los sindicatos, los intendentes del conurbano, los gobernadores, incluso las tensiones internas al núcleo duro del Gobierno–, pero lo cierto es que la Presidenta gobierna con esa coalición y la conduce; tiene sentido de los tiempos, mantiene la iniciativa y maneja con habilidad los recursos de poder que resultan efectivos para sostener esa coalición, a pesar de sus diferencias internas. Así se ha hecho política en todos los tiempos.

Los opositores, por otro lado, se encuentran con un 46 por ciento de los votos dispersos. La propensión a la dispersión fue y es la nota dominante en los grupos opositores. La coalición que derrotó a Néstor Kirchner en Buenos Aires en 2009 se dividió pomposamente en 2011. La UCR, que nunca ofreció una autocrítica convincente por su mal desempeño en 2011, ahora se muestra dividida ante asuntos muy importantes. Del lado del centro izquierda a los votantes les cuesta entender el fundamento de las fronteras que separan a los socialistas de algunos radicales, algunos miembros de la Coalición Cívica y Pino Solanas; las misma Coalición Cívica parece un mosaico pulverizado.  Muchos opositores apoyan las políticas del Gobierno, criticando el estilo o las formas, mientras otros, a menudo del mismo partido, critican la sustancia de las políticas. No se sabe a quién buscan representar unos y otros.

Es difícil hacer política sin sostenerse en algunas ideas. Hacer política con ideas confusas,  y mezclando esa confusión con identidades que también son confusas, es una receta para el fracaso. El Gobierno es exitoso porque sabe lo que quiere y sabe cómo hacer lo que quiere. Es difícil saber qué quieren los opositores y parece evidente que, sea lo que sea aquello que busquen, no lo hacen bien. A veces hasta parece que el fracaso es su propósito. En esto los opositores argentinos recuerdan al Club Surrealista de la Francia de los años veinte. Cuando uno de sus miembros más conspicuos publicó un libro que fue récord de ventas en librerías, el Club le envió un telegrama diciéndole: “Tu libro ha tenido éxito.

Es una vergüenza. Estás expulsado”. Hay algo de surrealista en la política argentina.

© Escrito por Manuel Mora Y Araujo (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 29 de Abril de 2012.

(*) Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.