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domingo, 30 de diciembre de 2012

Reportaje a Ricardo Darín... De Alguna Manera...


"Se producen muchas películas que no ve nadie"...

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

Estrena Tesis sobre un homicidio y, en Telefe, reponen Mi cuñado, cosa que no le gustó. Habla del cine nacional y pide un porcentaje de pantalla, pero quiere otra forma de producción. Dice que el teatro es lo que más feliz lo hace.

Llega a los cines argentinos una nueva película con Ricardo Darín en el rol protagónico y, como ya es habitual en los últimos años, hay olor a éxito de taquilla. A primera vista, Tesis sobre un homicidio, basada en una novela de Diego Paszkowski y dirigida por Hernán Goldfrid –director que debutó en 2009 con Música en espera– tiene todo para rendir bien comercialmente: una trama policial ajustada e intrigante, un trabajo sólido de Darín y un lanzamiento fuerte en todo el país. Completan el elenco Calu Rivero, Antonio Puig y Alberto Ammann. Darín sostiene que aceptó el trabajo “porque me gustó la trama, que está muy bien urdida”. Asegura que no es el cachet lo primero que suele considerar. “En este caso, de hecho, lo económico apareció en tercer o cuarto lugar, tampoco era para volverse loco con lo que me ofrecían. Agarré viaje porque también me atrapó el personaje. Me atrapó de entrada. Y el entusiasmo del director, su enamoramiento por el género policial, me terminó contagiando”.

—Solés asegurar la taquilla. ¿Qué tipo de exigencias planteás cuando te llaman para una película?
—Bueno, no siempre aseguro eso, revisá bien (risas). Pero creo que es al revés: en vez de exigir más, quizás busque más los acuerdos. Sé que mi opinión es escuchada, pero no siento diferencias con lo que me pasaba cuando era más joven porque siempre me metí, siempre opiné. No me gusta ir a un rodaje a marcar tarjeta, yo laburo mucho ahí. En el set podés descubrir que una línea de diálogo, que parecía inteligentísima en el guión, al final está de más porque el contexto cuenta todo, por ejemplo.

—¿Te dejás dirigir o te rebelás?
—Me puedo llegar a rebelar, pero no es lo que más me gusta hacer. Para llegar a eso tiene que haber fracasado cada uno de los caminos de entendimiento posibles. Yo soy un experto en eso de encontrar un modo de convivir. Es, quizá, la faceta que más he desarrollado en mi carrera.

—Empezaste haciendo comedia y hoy casi no te llaman para hacer películas de ese género. ¿O es que vos no querés?
—Para nada, me encantan las comedias, pero es que muchas no se hacen hoy por hoy. Es un rubro que está atravesando una crisis. Durante décadas, la Argentina fue una factoría importante para el género, pero hoy no. Están muy viradas a la pantomima o son de fuste muy liviano. No me considero un actor “serio”, ni pretendo serlo. Hacer buena comedia es dificilísimo, además.

—Pero una comedia producida por Adrián Suar, “Dos más dos”, fue un éxito de taquilla y de críticas.
—Me gustó. Es una comedia digna, pero me pareció una película sostenida básicamente en el trabajo de los actores. Todos están muy bien, pero al Chueco lo vi mejor que nunca. No en vano esa historia salió de su cabeza. Igual, yo creo que las comedias que nos matan son las que también encuentran una partitura, una vibración interna, más allá del laburo de los actores. Acá había un tema muy original, el de los swingers, y dos caminos: profundizar para ver hasta dónde llegaba el disloque o ponerse más serios, que fue lo que eligieron. Eso es lo que menos me gustó de la película, la que considero su mayor equivocación.

—Desde hace un buen tiempo tenés una enorme popularidad en España. ¿Cómo lo explicás?
—Tuve suerte. Se encolumnaron varias películas muy diferentes entre sí en un mismo período. De hecho, los críticos españoles con los que hablé no recuerdan a ningún actor que haya tenido seis películas en cartel al mismo tiempo como tuve yo, una locura… Nueve reinas y El hijo de la novia fueron las que abrieron ese camino. Cuando vi eso, me animé a poner el cuerpo y llevé una obra de teatro, Art. Eso fue muy fuerte porque allá los actores de teatro sólo trabajan en teatro y los de cine sólo en cine. Los sorprendí. Y después, algo de química y un poco de culo.

—En la Argentina se producen muchísimas películas que no terminan de encontrar un circuito de exhibición. ¿Cómo se resuelve ese problema?
—Me parece muy bien que el Incaa apoye a directores nuevos, eso es encomiable. Pero te cuento algo: yo soy parte de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, y cuando a fin de año me llegan las planillas con todos los estrenos para que vote el mejor, veo ahí decenas de películas de las que no tenía ni noticias. No hay chance de ver todo, además. Pero creo que lo grave es que hay muchas que no las ve nadie. Prefiero que se hagan menos y que haya oportunidad de verlas. Estoy de acuerdo con que se reserve un porcentaje de las pantallas para exhibir cine nacional, incluyendo los experimentos más locos. Pero producirlos y largarlos en banda no tiene sentido. Me van a tildar de defensor del cine comercial, ya sé. Pero que alguien me explique para qué se produce algo que no va a ver nadie. ¿Para qué nos sirve como comunidad? Hay que garantizarles un circuito de exhibición a todas las películas que se producen y reglamentar que las salas proyecten un porcentaje obligatorio de cine argentino.

—En poco tiempo volvés al teatro. ¿Cómo vivís la previa?
—El teatro es lo que más me gusta. Y es una obra importante, además, un buen desafío: Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman, con Valeria Bertuccelli como compañera y Norma Aleandro en la dirección. Suena bien… En el teatro me siento más vivo que en cualquier otro lugar. Se produce una cosa mágica, misteriosa. Me gusta el peligro del teatro. No es lo mismo jugar en el Nou Camp que en el patio de tu casa.

—¿Y pensás en tomarte alguna vez un año sabático?
—No puedo.

—¿Por cuestiones económicas?
—Sí, no tengo espaldas tan anchas como muchos deben imaginar. Y además no quiero. A mí me gusta trabajar en lo que trabajo, tengo esa suerte. Por eso prefiero el cine antes que la tele, porque me permite hacer las cosas con tiempo, planificar, estar en mi casa, tener una vida más o menos normal. No me gusta trabajar todo el día como un enfermo, como si estuviera persiguiendo no sé qué cosa. Pero tampoco me gusta quejarme. Más oportunidades que las que tengo yo no tiene nadie, sobre todo en un país como éste, donde no sobran. Acá, casi todos se rompen el alma para sobrevivir y para lidiar con eso de trabajar en algo que no les gusta y a la vez mantener una familia. No es mi caso, soy un privilegiado, reconozco que tuve y tengo suerte.

—Entonces, difícil que hagas algo en la tele.
—Creo que me fui en el momento justo. Yo no le debo nada a la tele ni la tele me debe nada a mí. La de hoy es una televisión con una dinámica diferente a la que me recibió a mí. Aquella era una época en la que vos constatabas en la calle lo que pasaba con lo que hacías, no con una planilla de rating en la mano. Muchas veces se arma un buen elenco, con una buena idea detrás, y pierde frente a programas que son cualquier cosa. Es muy desalentador… Hay una histeria tremenda.

—¿Que opinás de la reposición de “Mi cuñado” en Telefe?
—Me sorprendió. A Francella le han hecho lo mismo varias veces ¿no? Pero en este caso no entiendo bien a qué necesidad responde. Nos metieron en un paquete con El Superagente 86 y La pantera rosa. Es un combo de caricaturas (risas). Puede que me equivoque, pero creo que es un programa que puede quedar un poco anacrónico.

—Si te hubiesen preguntado, ¿que habrías dicho?
—Hubiera preferido que no lo repusieran porque ese programa significó mucho para mí. Dejé la piel trabajando ahí y no quiero que quede una imagen distorsionada.

“Me gustaría vivir en un país más serio”

Aprovechando el momento de la charla con PERFIL, donde se habla de su fuerte relación con España, se le propone a Ricardo Darín un juego. Y él, siempre amable y bien predispuesto con la prensa, acepta.

Supongamos que un español le pregunta por la actualidad argentina. 

¿Cómo la sintetizaría hoy? 
Ahí va:

“Me parece que estamos mucho mejor que lo que algunas sensaciones térmicas indican. Es un momento histórico, irrepetible, una gran oportunidad. Pero creo que esa oportunidad puede ser desaprovechada si seguimos poniendo el foco en las antinomias, en descubrir quién la tiene más larga.

Tenemos todo para ser un país serio, sólido, sustentable, autónomo. Depende de nosotros, tenemos que zafar del Boca-River, del peronistas-radicales, etcétera. Eso me tiene harto, es una falta de respeto a la inteligencia. Yo entiendo y respeto que muchos piensen que éste es un momento brillante del país, pero si eso te lleva a pensar que los que no opinan lo mismo son unos boludos o unos golpistas, tenemos un problema. De mil personas que expresan su disconformidad, puede haber dos que son golpistas, y ya sabemos qué hacen y cómo piensan, así que no jodan con eso.

Me parece buenísimo que se hayan abierto las puertas para que muchos jóvenes se interesen por la política. Y creo que Néstor armó una cosa muy piola: la construcción del poder yendo a poner la jeta. Eso es irreprochable. El tipo puso el cuerpo. Pero con su muerte apareció un grupo de gente dedicada a proteger a Cristina que le aconsejó cosas que están bien y cosas que no están tan bien. Ésa es mi sensación, al menos. Por momentos, algunos parecen estar ajenos a la realidad.

Igual, no justifico a la gente que ataca a una mujer que también pone el cuerpo todos los días en un lugar tan complicado como la presidencia de un país. Y mucho menos cuando esos ataques son arteros, personales, irrespetuosos. No escucho esos ataques encarnizados.

Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona. Por eso es Cristina sí o Cristina no, cuando lo que importa es el proyecto político y llevarlo adelante en equipo. En definitiva, me gustaría vivir en un país más serio”.

© Escrito por Alejandro Lingenti y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 29 de Diciembre de 2012.

Las fotos:

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

 Llega a los cines argentinos la nueva película de Ricardo Darín, "Tesis sobre un homicidio". Foto: Cedoc

Junto al actor Alberto Ammann durante el rodaje de la nueva película. Foto:| Cedoc

 Con Calu Rivero, quien hace su debut en cine. Foto: Cedoc

 Darín compuso al cura villero en Elefante Blanco, la última película de Pablo Trapero. Foto: Cedoc

Con su mujer Florencia y su hija Clara. Foto: Cedoc 

  "Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona", reflexionó el actor. Foto: Cedoc

 No está contento con el regreso de "Mi cuñado" a la pantalla de Telefé. Foto: Cedoc



 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Las transformaciones del kirchnerismo... De Alguna Manera...


Las transformaciones del kirchnerismo...

 José Pedraza, Critina Fernández de Kirchner y Hugogo Moyano.

La historia del kirchnerismo se resume en un start up y tres etapas bien diferenciadas. Acontecimientos puntuales ayudan a identificarlas; las movilizaciones de septiembre y noviembre y el paro general del martes 20 marcan el inicio de la tercera etapa.

Néstor Kirchner alcanzó la presidencia de la Argentina en 2003 con un fuerte componente de votos de clase media. Se entiende, teniendo en cuenta que el voto potencial a Kirchner, hasta diciembre de 2002 –antes de ser consagrado candidato oficialista por el presidente Duhalde– no alcanzaba al diez por ciento del electorado y era predominantemente de clase media. El aporte de Duhalde a Kirchner significó duplicar su caudal electoral en la elección de la primera vuelta de abril de 2003; el voto de los de abajo había ido masivamente a Menem y a Rodríguez Sáa. En otras palabras, el PJ –al que Duhalde había desarticulado suprimiendo las primarias– no alcanzó para darle a Kirchner el triunfo en primera vuelta y ni siquiera para asegurarle el voto “popular”.

El proyecto político de Kirchner al lanzarse a la competencia electoral en 2002 era armar una base política paralela a la del PJ. En su primera etapa en el gobierno, Kirchner no imaginaba que le sería fácil recuperar los votos de abajo. De hecho, sus primeras medidas en el gobierno no consistieron en establecer instrumentos como la Asignación Universal –para los más pobres–, que de hecho fue una iniciativa de la Coalición Cívica, sino en asegurar la estabilidad laboral y los subsidios a los consumos esenciales –para la clase media–. A mucha gente, y no sólo al Gobierno, le costaba entender que el PJ duhaldista, sin el poder del Gobierno, se debilitaba rápidamente, y que los votos de la pobreza, que la estructura del PJ podía aspirar a controlar, fluían fácilmente a la fuerza política en el Gobierno. En 2005, el triunfo en Santiago del Estero del candidato radical Zamora, con el apoyo de Kirchner, y la derrota en Misiones, contra Kirchner, contribuyeron a esa confusión. Santiago consagró la noción de la “transversalidad” como estrategia, a Misiones le debemos la estabilización de la Corte Suprema, ambas iniciativas concebidas sobre la idea del protagonismo electoral de la clase media en el kirchnerismo.

La elección de 2007 y los primeros años del gobierno de Cristina acabaron con esas ideas; sólo con ellas, Cristina no ganaba. Desde entonces, el kirchnerismo necesitó de los votos de abajo como su principal sustento electoral, eliminó todo vestigio de un PJ independiente del Gobierno nacional, sometió presupuestariamente a los gobernadores y a todos los intendentes que pudo; además, logró encolumnar a casi todo el sindicalismo detrás de su gobierno (viejos “gordos”, nuevos “gordos”, CTA, todos mezclados) y maniobró como pudo para neutralizar posibles inquietudes en las Fuerzas Armadas. Así empezó la segunda etapa.

En 2008 la clase media se movilizó detrás del agro, y quedó marcada la divisoria de aguas: la calle ya no es solamente del “pueblo”, pero los votos seguían fluyendo mayoritariamente a la Presidenta. De vuelta a su perfil histórico tradicional, el peronismo volvía a sentirse cómodo en las urnas: amplio predominio en el voto de abajo, mayoritario en el voto obrero, y respaldado por una parte no despreciable de la clase media.

Entonces algo sucedió y ese castillo que parecía bien construido comenzó a desmoronarse. La clase media está muy enojada, afectada por casi todas las políticas públicas que están siendo ejecutadas por el Gobierno. El sindicalismo está dividido. Los militares –menos relevantes en estas circunstancias del país– están resentidos. Y los de “abajo”, aunque no protestan con las clases medias en la calle y no participan de los paros gremiales porque no tienen gremios, le van retaceando gradualmente su respaldo al Gobierno. Así las cosas, los números ya no cierran.

Perdida la calle, y anticipando una sangría electoral, el kirchnerismo se refugia en la corte palaciega, en la militancia burocratizada y tecnocrática, en las diversas capas del poder y en un inocuo manejo de la comunicación mediática; pero ha perdido muchos de sus nexos con la sociedad.

Le queda el respaldo de la clase baja, de la Argentina de la pobreza. Si ese respaldo se va erosionando, por ahora muy tenuemente, es porque los años de crecimiento económico han hecho lo suyo: crecientes expectativas de mayor movilidad en los jóvenes nacidos en la pobreza, demandas crecientemente insatisfechas.

Votos de clase baja, votos obreros, bastantes votos de clase media, organizaciones empresariales, sindicales y militares respaldando: la matriz original del peronismo rediviva y en buena salud. Eso fue el kirchnerismo en su segunda etapa. Duró poco. Hay lecciones de la historia que pueden ser útiles en el presente. Cuando el peronismo se respalda en esa coalición “corporativista” la sociedad, a la larga, tiende a votarle en contra. Es un hecho: la opinión pública, hoy, no ama a los empresarios ni a los militares, y menos aún a los sindicalistas. Pero cuando un gobierno peronista se sustenta en bases distintas, y pierde el encanto ante la sociedad, los ingredientes de ese cóctel corporativista dejan de molestar a buena parte de la clase media; aun más, separadamente pueden llegar a ser aceptados –como sucede hoy con el sindicalismo– y eventualmente hasta perdonados; pero difícilmente amados.

La tercera etapa de la parábola kirchnerista es un poder crecientemente aislado de una sociedad que busca otros canales para hacerse representar.

© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 24 de Noviembre de 2012.



sábado, 29 de septiembre de 2012

La reina está desnuda... De Alguna Manera...


La reina está desnuda...

Foto: http://www.embelezzia.com

Florencia estudió Dirección de Cine en la New York Film Academy. Y a sus padres les costó la friolera de 42 mil dólares A.d.C. (que no significa “antes de Cristo” sino “antes del cepo o del corralito verde”, como usted prefiera).

Juan Ignacio Maquieyra tuvo que pagar 40 mil dólares para hacer una maestría en la Escuela de Gobierno de Harvard. En este caso, fue becado en 26 mil, gracias a que se recibió como licenciado en Ciencias Políticas con medalla de oro (9,19 de promedio). Los restantes 14 mil los pudo afrontar sumando la venta de su autito, un préstamo de un amigo y los ahorros de su trabajo con Esteban Bullrich en el gobierno macrista.

Florencia dejó las filmaciones en la Gran Manzana el día que murió su padre y después no volvió porque se quedó a acompañar a su madre, ambos presidentes de la Nación con un patrimonio compartido superior a los 79 millones de pesos.
Apenas tiene 22 años cumplidos y en 2008 se quedó libre y tuvo que rendir todas las materias en diciembre para poder terminar el secundario. La propia Presidenta, Cristina, tuvo que cortarle el acceso a internet para que se ocupara más de sus estudios. Pasó fugazmente por la militancia camporista y hoy tiene un perfil mucho más que bajo.

Juan Ignacio tiene 25 años, nació en General Pico, La Pampa, y tuvo los 15 minutos de fama que proclama Andy Warhol cuando le preguntó a la Presidenta sobre si pensaba buscar una nueva reelección. Disfrutó porque junto a sus compañeros lograron su objetivo de alentar a través del debate y la polémica el pensamiento diverso. También con Sebastián Piñera y Dilma Rousseff se había levantado polvareda por las consultas críticas de los alumnos. Pero nadie se había enojado tanto como Cristina, según contó Federico Sturzenegger, presidente del Banco Ciudad y profesor de esa prestigiosa universidad durante tres años.

Juan Ignacio no se ofuscó. Pero pudo palpar el malestar de sus compañeros, sobre todo de otros países, por la manera agria y altanera con que Cristina los maltrató. Sobre todo con sus referencias a lo caro que estaba Harvard y esa actitud chicanera de mirarlos con sospecha por estar estudiando en ese lugar de “ricos”. Entre los varios sincericidios que cometió la Presidenta en Estados Unidos, los más impactantes fueron los relacionados con el dinero. Es un tema que no logra procesar. Sus juicios son variables y antagónicos según de qué lado de los billetes esté ella. Por eso, no solamente se olvidó de lo que les costó Florencia en su abortado desembarco en el cine. También dijo que su fortuna se debía a su exitosa carrera como abogada y generó respuestas de todos los colores recordando la forma en que el matrimonio hizo sus primeros millones y cómo los multiplicó luego desde la función pública. 

El recuerdo más amargo, sin duda, es aquel famoso diálogo con el ex diputado Rafael Flores, defensor de los derechos humanos y de presos políticos. El estudio Kirchner facturaba muy bien ejecutando deudas. Gente sencilla que no podía pagar la cuota del televisor o del auto o de su casa (por la tristemente célebre 1.050, una ley de la dictadura). Flores defendía a la madre de un futuro diputado y abogado que fue primero amigo y luego enemigo íntimo de los Kirchner. Flores y Cristina eran compañeros de militancia en el peronismo y en la juventud universitaria de La Plata. Flores creía que el intento de quitarle la casa a su clienta era un despojo inhumano y usurero y se extralimitó en sus palabras en un escrito. Un día en tribunales se cruzó a Cristina y le preguntó si era necesario caer en ese tipo de legalidades no dignas de un militante popular.

—Mirá, Rafa, nosotros queremos hacer política en serio y para eso necesitamos platita.

Hoy, ese concepto egoísta, más cercano a dos abogados de la abundancia que a dar la vida por el socialismo nacional, generaría rechazo. ¿Se imaginan lo que significaba esa posición mercantilista y mezquina en aquella época de utopías? Los jóvenes peronistas se dividían en cuatro, igual que Eduardo Galeano etiquetó a los argentinos: enterrados, encerrados, desterrados y aterrados. Los izquierdistas en muchos casos se proletarizaban. Jóvenes de clase media iban a trabajar a las fábricas o al campo para vivir en carne propia lo que habían aprendido en los libros de Cooke y Lenin. “Hacer plata” era una actividad reservada para burgueses y enemigos.

En ese choque de realidad y fantasía que Cristina tiene con el dinero, siempre tuvo una actitud distinta que Néstor. El jamás gastó un peso en sus pilchas ni le gustaba aparentar con una casa lujosa. Ella se tiraba la plata encima en carteras, zapatos y accesorios de alta sofisticación internacional. Tal vez por eso no termina de entender qué es lo que está pasando con el dólar. Primero dijo que el cepo era un invento de los medios. Más o menos la misma mentira que decir que habla con los periodistas (algo que comentaremos mañana) o que Perón era un radical que nació en Inglaterra. Después atribuyó a la codicia y la especulación la fiebre por el dólar de los argentinos, sin tener en cuenta dos cosas:

1) Con Lavagna ministro, Prat-Gay titular del Banco Central y Néstor presidente, la gente ahorraba en pesos. No había inflación que obligara a todos a refugiarse en otra moneda.

2) Fue Néstor quien compró dos millones de dólares, algo inédito para un presidente, mientras Martín Redrado mandaba en el Central y sospechaba de cierto tráfico de información privilegiada.

Cristina mostró su verdadera cara en EE.UU. Francisco Quevedo podría haber dicho que don dinero es un poderoso caballero. Un niño de un cuento de Andersen podría denunciar: “La reina está desnuda”.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el vienes 28 de Septiembre de 2012.

 Expuesta. Durante su periplo estadounidense, la Presidenta mostró varias de sus peores caras.