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domingo, 27 de abril de 2014

Reportaje a Anibal Fernández... De Alguna Manera...


Aníbal F.: "Me hago cargo, fue un error hablar de sensación de inseguridad"…

Delito. “¿Dónde está uno seguro? ¡Qué sé yo! Uno tiene que tomar todos los recaudos”, aseguró. “A partir de lo que pasó, ahora me veré obligado a tomar más precauciones”, agregó luego del robo que sufrió. Foto: Marcelo Aballay

En una entrevista con Magdalena Ruiz Guiñazú, el senador asegura que fue un error comentarlo. "Yo no inventé el término", insiste. Qué dijo sobre su su documentación patrimonial.

Lamentablemente debemos comenzar este reportaje con lo ocurrido esta semana al senador Aníbal Fernández. “¿Qué sintió cuando lo encañonaron?” es algo que no podemos dejar de preguntar.
Un breve silencio, y luego contesta: “Al principio, nada… Yo venía con unas tartas que acababa de comprar para comer ese día y estaba escuchando música mientras me detenía en un semáforo. De pronto, delante de mí paró un coche. Otro, detrás. Y en algún momento alguien empezó a golpearme el vidrio. Yo no entendía qué quería decirme, hasta que vi el caño del revólver. Mientras sacaba la palanca de cambios ya tenía a otro, también armado, del lado del volante. Abrí la puerta, me bajé y el que estaba a mi lado me metió la mano en el bolsillo para sacarme la llave. Pero se sabe que en estos coches no se pone llave. En cuanto vi un huequito en el tránsito crucé hacia la vereda. Eran pibes de unos 20 años y no dejaban de encañonarme. “Llevate todo”, le dije al más cercano, y cuando bajaron el arma me sentí más tranquilo.

—¿Era la primera vez que tenía un arma enfrente?
—Sí. Fue la primera vez que me pasó.

—Debe ser una sensación espantosa. Pero usted, que es una persona inteligente, ¿cómo pudo tener aquella famosa frase acerca de que la inseguridad era sólo “una sensación”?
—¡No vamos a discutir esto toda la vida! Me hago cargo: fue un error hablar de “sensación de inseguridad”, fue un error comentarlo. Es un tema que el diario La Nación ha tomado muchas veces. Según los recortes que he guardado desde el año 2008, es el título de la nota que dice “sensación de inseguridad”. Yo no debería haberlo comentado porque parecería que uno utiliza eso para bajarle el tono a la discusión por la seguridad. Una estupidez. Bueno, el error está cometido, así que es inútil llorar sobre la leche derramada. Lo que digo es que yo no inventé el término. Lo saqué de un medio serio y señalé que, a veces, cuando usted repite muchas veces una nota periodística pareciera que fueran varias, y esto puede estar en la cabeza del inconsciente colectivo, cuando en realidad estamos hablando de un mismo delito. Pero bueno, ya está. Como le decía, es un error mío que pagaré por un buen tiempo porque muchos de los desprevenidos van a seguir insistiendo sobre este tema como si fuera un invento mío.

—Lo triste es que, cuando usted lo dijo, la situación era menos grave que ahora. Acabo de leer que en Wilde han matado a otra persona para sacarle el auto. Es una escalada que va en aumento.
—Hay una forma de medir estas cosas: cuando se trabaja en ellas se elaboran promedios, y los promedios son injustos. Si yo digo que usted se comió dos pollos y yo no comí ninguno, el promedio da que nos comimos un pollo cada uno. Pero la realidad indica que usted se comió dos, y yo, ninguno. La misma injusticia se presenta cuando uno habla de los delitos teniendo a un señor a quien han matado. Su familia se va a sentir ofendida y agraviada porque pareciera que uno lo quiere transformar en un número y no debe hacerlo. Lo que debe mirarse es el todo, y en el todo, este país, como Uruguay o Chile, tiene índices públicos suministrados por los diarios que acabo de mencionarle: La Nación y Clarín. Y esto demuestra que, en Latinoamérica, uno de los países que cada cien mil habitantes tienen menos homicidios es Argentina. Ahora, quién le explica ese promedio a las familias a las que les han ocurrido estas cosas. Yo no pretendo minimizar esto y soy muy respetuoso de lo que sucedió. Tuve la suerte de que no me pasara nada. La realidad es que uno no tiene que contrastar el hecho formal, como estadística, al que está partido de dolor porque le han matado a un familiar. Pero en realidad, la Argentina, de acuerdo con las Naciones Unidas, no tiene un número que la ponga en una situación de riesgo.

—¿Le parece? Todos, aun inconscientemente, tomamos más precauciones hoy que un año atrás.
—Yo también las tomo y, a partir de lo que sucedió la semana pasada, me veré obligado a tomarlas mucho más. Infinitas veces le he dicho a mi mujer que transite por avenidas iluminadas, y usted ve lo que me ha ocurrido, en una avenida llena de gente, luces y coches. ¿Dónde está uno seguro? ¡Qué sé yo! Uno tiene que tomar todos los recaudos, y si damos un consejo, hay que tratar de hacerlo de la manera más quieta posible para que estas cosas no traigan una consecuencia posterior. Mientras los tres pibes me estaban apuntando... bueno, una vez que dejaron de apuntarme, desapareció mi preocupación.

—Y de acuerdo con su mirada de vigilancia, ¿cómo ve la situación del narco en el país? Se lo pregunto porque Berni y Rossi han disentido en este punto.
No estoy de acuerdo con lo que dijo Rossi. Me parece que Rossi está impregnado del microclima santafesino. En un momento feo, cuando a Bonfatti le pasó lo que le pasó, yo lo llamé inmediatamente. “Estoy a tu lado. Contá conmigo. ¿En qué puedo ayudarte?”. También me pareció muy bueno el trabajo que hicieron en conjunto las fuerzas federales y la policía de Santa Fe monitoreadas por Berni y por el propio gobernador. Hay que seguir trabajando en esto. Usted tiene que pensar que si Naciones Unidas considera a la Argentina como un país de tránsito es porque, entre otras cosas, es más negocio. La droga, en vez de pagar un peso aquí, paga veinte en España o en Estados Unidos. Es tal la cantidad de dinero para corromper que hay de por medio… Cuando ocurrió lo de la efedrina, si no me equivoco, se pasó de 2,9 toneladas de efedrina que entraban por año al país para elaborar remedios a 19 toneladas. En aquel momento nosotros insistimos en que si bien estaba el registro de precursores químicos en la Sedronar, la realidad es que el Congreso no tiene atribuciones para decidir quién es autoridad de aplicación, artículo 99, inciso 2 de la Constitución. Si es una atribución del Poder Ejecutivo, saquemos entonces un decreto y compartámoslo con la Anmat, que es quien tiene la responsabilidad respecto de los medicinales, y con la Policía Federal. De ese modo habrá un control mutuo que va a garantizar que solamente se pueda aceptar la importación de efedrina para los laboratorios que están fabricando estos medicamentos. Se puede hablar largo sobre este tema, pero le digo que el incremento, en Argentina, no es una cosa descontrolada. El trabajo que se ha hecho es muy fuerte y hay gente muy especializada trabajando en las fuerzas federales y provinciales. Es necesario seguir perfeccionándose y cuidando que no ingresen al país cosas novedosas que puedan permitir que se multipliquen esos negocios.

—A propósito de drogas, ¿por qué hay tan pocos radares en nuestro país? ¡Algunos hasta trabajan con horario! Constantemente hay denuncias en las zonas fronterizas.
—Se siguen construyendo, pero también con eso se comete un error: se cree que si tengo un radar y detecto un avión, el problema está resuelto. Me dijeron que, en Bolivia, habían sancionado una ley de derribo. Brasil la tiene. Pero esto no se hace en ningún lugar del mundo, porque es una condena a muerte sin procesos. Nosotros siempre insistimos en que el avión, y de hecho hay muchos aviones decomisados por fuerzas federales y provinciales, se baja con más facilidad a través de la inteligencia. Me refiero a escuchas, investigaciones, etc.

—Pero escúcheme, senador: el avión de los Juliá no solamente fue llenado de droga en Morón, donde el aeropuerto es de jurisdicción de la Aeronáutica, sino que pasó dos controles en Ezeiza hasta llegar a Barcelona, donde lo estaban esperando los españoles.
—Como ministro firmé un convenio con Alfredo Pérez Ubarcabal, entonces ministro del Interior de España, precisamente para intercambiarnos información entre la República Argentina y países como España, Portugal con quienes, reitero, tenemos convenios firmados. Le repito lo que dije antes: más que vender en Argentina, el objetivo de los narcos es vender allá. En el caso que usted menciona, seguramente habrá mucha gente que deberá dar explicaciones ante el juez.

—Pasando a otro tema, recuerdo que en el programa de radio de Lanata usted nos dijo que mañana lunes va a hacer pública su declaración jurada, ¿no es cierto?
—Lo que dije es que tuve siempre una declaración jurada pública. No voy a transformarla en privada. Cuando presenté mi declaración jurada en el Senado suponía que se hacía pública. Fue el 13 de mayo de 2012. Lo que voy a hacer ahora es la presentación de mi declaración jurada después de haber presentado mi declaración jurada de impuesto a las ganancias. Es un error pedirle al legislador o al funcionario que haga una presentación previa a la que va a presentar en Ganancias porque puede haber un ajuste, una corrección, algo que el contador entienda que conviene hacer presentándolo de una determinada manera y tiene que estar rectificando facturas. Dejen que termine Ganancias y se presentará la declaración jurada. Una vez que yo presente la declaración jurada de Ganancias que mi contadora tenga firmada y presentada, a partir de ese momento presento a la Oficina Anticorrupción mi declaración jurada porque yo no quiero que deje de ser pública.

—Legalmente no tiene obligación de hacerlo.
—Sí, pero yo quiero que siga siendo pública, porque si no me meten en un lío. Fíjese lo que dice hoy Clarín: “Tras el robo de su BMW, su patrimonio quedó bajo la lupa de la AFIP y en la AFIP figura como asesor de empresas y con ingresos de hasta 15 mil anuales”. Esa es la forma en que se inscribió. Yo no escribo estas cosas. Las escribe mi contador. El hecho imponible lo hace la actividad y no la inscripción. Pago conforme a la actividad que yo tengo. Y estoy pagando el máximo nivel. Todos los meses emito mis facturas, las envío a las empresas, me mandan los cheques y se depositan en mi cuenta corriente; tengo una sola cuenta, y además es muy fácil acceder al resumen de la cuenta corriente y advertir que todo está cumplido. No es lo que dice Clarín. Lo que pasa es que le tiran una papa caliente y arréglese usted. Pero yo no tengo nada que explicar.

—Salgamos de los números y dígame qué le pareció la reunión del Frente Amplio UNEN.
—En primer término, yo soy muy cuidadoso. Normalmente, no me meto a opinar sobre los partidos de oposición. Es un problema de ellos que solucionarán como les parezca. También, alguna consideración al respecto puede hacerse: lo que veo aquí es que es una alianza de la coyuntura buscando solamente un objetivo electoral. Y punto.

—Ellos tampoco lo esconden.
—No digo que lo escondan ni que sea deshonesto. En este caso tengo que mirar quiénes son los actores. Veo hombres a quienes les tengo mucho respeto, como Ernesto Sanz, Hermes Binner, quien no digo que sea amigo pero tiene una imagen personal muy buena. Ahora, la verdad es que ver a Sanz, Binner, Solanas, Carrió, Libres del Sur, Prat Gay, Lousteau… ¡no tienen nada que ver! ¿Que el objetivo es electoral? Bueno, sabrán hacerlo. ¿Cómo se trasunta después eso en términos del ejercicio de las políticas públicas? Y… el fracaso de la Alianza fue rotundo. Pasaban cosas terribles. Yo he visto funcionarios que ante la debilidad del presidente decían, por ejemplo: “Bueno, yo voy a plantear tal cosa y si no, ¡renuncio!”. A Raúl Alfonsín, a quien siempre respeté y respeto mucho y gocé de su afecto en los últimos años de su vida, a Néstor Kirchner, a Cristina, si alguien les presentaba la renuncia se la aceptaban en el mismo momento. Nadie iba a correrlos con la vaina ni por casualidad. En cambio, cuando aparecía de cada pueblo un amigo traía dolores de cabeza que no podían trasladar a una decisión de políticas públicas concretas en beneficio de la sociedad. Ahora tengo la sensación de que vamos a lo mismo. Lo mismo hubiera sucedido con la Unión Democrática sesenta años atrás. No quiero hacer chicanas, pero qué respuesta le hubieran dado al Partido Conservador, al radicalismo y al Partido Comunista, que en aquel momento eran todos la misma cosa compitiendo con Juan Domingo Perón.

—Las fotos de archivo muestran a Alfredo Palacios al frente.
—Estoy hablando de los que tenían una estructura distinta. Yo no dudo de que Tamborini y Mosca la tuvieran también. Pero allí había un montón de otras personas que, por más que tuvieran estatura, poseían otra visión de la política. No tenían una alternativa común para llevarla a la práctica. Lo de la Alianza, que fue poder, muestra a las claras los errores que se cometen cuando se privilegia el beneficio electoral. Pero es entrar en un tema que no me interesa. Fíjese que en Capital Federal, cuando se junta UNEN, es para un candidato como Pino Solanas. Cuando gana, todos nos preguntamos: ¿se cumplió la primera parte de las PASO, una herramienta estupenda? Ahora, la segunda, ¿hay fidelidad en el voto? Y bueno, veámoslo. Esperemos la elección. Y Solanas hoy es senador de la Nación. Son las reglas que uno pensaba que podían crear una nueva Argentina.

—Anoche, en el teatro Broadway, las piedras del escándalo eran dos: Macri y Massa.
—Sí, lo que pasa es que una buena parte de los participantes que estaban allí se ha derechizado. Sin pertenecer al sector a la derecha.

—¿Tumini también?
—¡A Tumini no le tengo ningún tipo de respeto! Mucho no me preocupa, pero en otros casos se han volcado y ya no lo ven tan lejos a Macri, que es un hombre coherente y con el cual tengo miles de diferencias, pero por lo menos es coherente. Como Federico Pinedo, a quien le tengo mucho respeto: también es coherente. Nunca ha variado su manera de pensar. Hoy lo ven como a un posible aliado a futuro. Algunos dicen que en el ballottage. Otros, en distinta situación, pero la verdad es que termina comulgando en una propuesta de derecha solapada, y me gustaría ver dónde termina una conclusión de esas características en un eventual ejercicio del poder.

—Pero en el caso de Massa, fue jefe de Gabinete K.
—Sí, un error que seguramente se debe estar pagando caro. El utilizó ese espacio para su propio beneficio traicionando a la Presidenta a ocho metros de su propio escritorio. Conozco las reuniones porque conozco a varios de los que él citaba y que se sorprendían de ser invitados al despacho del jefe de Gabinete en reuniones en las que se competía en contra de la Presidenta de la Nación.
¡Lo echaron por eso! ¡Por traidor! Después aparece Santiago O’Donnell con su libro, en el que exhibe expresiones respecto de lo que manifestaba en la embajada de Estados Unidos contra Néstor Kirchner. Expresiones que, supuestamente, nunca se darían a conocer pero que un día se publicaron y son la visión de una persona que fue despedida al año. Yo asumí después que él. Fui dos años jefe de Gabinete, y cuando terminé mis funciones, me ofrecieron encabezar la lista de senadores nacionales para la Provincia de Buenos Aires. Ahí queda marcada una diferencia muy grande entre uno y otro pensamiento.

Aclaración:
 
La entrevista que Magdalena le hizo a Aníbal Fernández se realizó antes de la investigación periodística que ayer se publicó en Perfil.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú el Domingo 27/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 9 de marzo de 2014

Reportaje al Doctor Facundo Manes... De Alguna Manera...


“Google nunca va a reemplazar a la memoria”...

Últimos diez años. “Uno de los descubrimientos más fascinantes de la neurociencia es que el cerebro jamás está verdaderamente en reposo”. Foto: Santiago Cichero 

El médico que lideró el equipo que atendió a la Presidenta explica el impactante universo cerebral. Cómo lo afecta la tecnología y el estrés crónico. Libro nuevo, desafíos, bipolaridades, traumas, emociones. Un diálogo apasionante.

No es frecuente que un libro científico como Usar el cerebro, de los doctores Facundo Manes y Mateo Niro, concite tanta curiosidad entre los lectores. ¿Cuál es la respuesta en una sociedad en la que los medios electrónicos parecen haber suplantado a la lectura? ¿Realmente nos desvela saber cómo somos y cuál es el mecanismo de nuestros pensamientos?

—Creo que la Argentina, América latina y el mundo en general están viviendo con mucho interés las novedades científicas respecto de cómo funciona nuestro cerebro –responde pausadamente el doctor Facundo Manes que, en el escritorio de su casa y rodeado de sus libros, parece poder aislarse del rumor avasallante de la avenida 9 de Julio. La idea de este libro surge a raíz del interés de la gente que, en muchas oportunidades, luego de una conferencia simplemente pregunta: “¿dónde puedo aprender algo más?” Yo sentí entonces que había una necesidad, en el mundo hispanoparlante, de un libro que explicara los avances científicos y también los límites en el estudio de nuestro cerebro. Es fascinante que la ciencia haya avanzado en el estudio del cerebro que es, sin duda, el órgano más complejo del universo.

—¿Y cuánto es lo que se sabe realmente acerca de nuestro cerebro? Hay mucho misterio al respecto. No conocemos el ciento por ciento de su funcionamiento.
—No. Para nada. Incluso las preguntas fundamentales sobre el cerebro todavía quedan sin respuesta. Por ejemplo, aspectos básicos sobre nuestra conciencia. ¿Qué es la conciencia? No hay una teoría general acerca de cómo funciona el cerebro. Sin embargo, la neurociencia ha avanzado bastante en algunos aspectos. Por ejemplo, en entender los sistemas cerebrales que regulan el afecto. El sistema cerebral que regula la toma de decisiones, los circuitos de recompensa, diferentes aspectos de la memoria. También hemos avanzado en conocer qué ocurre cuando nuestro cerebro vagabundea, no hace nada y, sin embargo, pasan muchas cosas. Uno de los descubrimientos más fascinantes de la neurociencia en los últimos diez años es que el cerebro nunca está verdaderamente en reposo. Durante los períodos de vigilia, cuando nuestro cerebro no se centra en ningún pensamiento en particular, una red específica del cerebro está activada. En inglés se denomina default network. Sabemos que el cerebro dedica considerable tiempo de procesamiento a conocimientos internalizados, no sólo procesando la nueva información de los cinco sentidos.

—¿Qué pasa con nuestro cerebro en los momentos afectivos? Por ejemplo, una pasión que podríamos llamar devoradora, ¿cómo se representa en nuestro cerebro?
—Bueno, las neuronas son las unidades anatomofuncionales del cerebro y se conectan entre sí. Le aclaro: millones de neuronas están conectadas y no se sabe exactamente cómo, pero estos circuitos cerebrales modulan todos nuestros afectos. El miedo, la pasión, la ira, la alegría, la tristeza. Todavía no comprendemos bien cómo estas conexiones entre las neuronas dan lugar a las pasiones humanas. Pero, claramente, esas conexiones son las que producen las pasiones.

—Entonces, usando palabras cotidianas, ¿quiere decir que una situación límite se refleja inmediatamente en las neuronas?
—Todos los estados afectivos se reflejan en los sistemas cerebrales y hoy tenemos técnicas que nos permiten investigar qué ocurre “en vivo” en el cerebro. Contamos con neuroimágenes muy modernas y técnicas neurofisiológicas que nos permiten saber qué se activa en el cerebro cuando experimentamos un sentimiento o tenemos una actividad cognitiva.

—¿Han experimentado a través de imágenes qué ocurre en el cerebro, por ejemplo, cuando a un paciente se le da una mala noticia?
—Hay experimentos que reflejan lo que ocurre en el cerebro en los momentos de tristeza y también hay estudios realizados acerca de qué pasa en el cerebro de la gente con depresión. Hay, claramente, áreas del cerebro donde se observa un funcionamiento anormal en estados de depresión.

—¿Y en los de euforia?
—También. Incluso tenemos estudios que muestran a pacientes que tuvieron lesiones en lugares específicos o en circuitos específicos y que experimentan euforia o lo que los ingleses llaman elation. Los primeros informes de los trastornos emocionales asociados con daño cerebral (generalmente causado por enfermedad cerebrovascular o traumatismo de cráneo) fueron realizados por neurólogos y psiquiatras en descripciones de casos específicos. Por otra parte, una de las cosas que conocemos hoy es la importancia del instinto o “corazonada” (en inglés, gut feeling) en la toma de decisiones: muchas veces no tenemos tiempo de analizar racionalmente los pros y los contras en la toma de decisiones, y es entonces la intuición la que nos ayuda a sobrevivir en la existencia diaria. Hay mucho debate acerca si la intuición supera al análisis deliberado de la toma de decisiones. Muchos sostienen que la razón conduce a conclusiones y la emoción lleva a acciones. Hoy sabemos que el cerebro produce respuestas emocionales que llamamos “sentimientos”. Por ejemplo, un evento que ocurre en nuestro entorno nos produce alteraciones fisiológicas (cambios en la presión sanguínea, en la temperatura corporal, en la frecuencia cardíaca) que el cerebro interpreta según el contexto.

—Entonces quiere decir que el famoso perro de Pavlov (el que salivaba cuando veía su comida) no es una antigüedad
—No, no. Básicamente aquél fue un gran avance de la ciencia. Algunos eventos pueden tener propiedades intrínsecamente afectivas (una descarga eléctrica es intrínsecamente desagradable) o pueden haber adquirido valor emocional a través de la asociación repetida (con el tiempo el sonido de la voz de un compañero favorito puede generar emoción). Recién explicábamos que el contexto y el ambiente o entorno pueden generar cambios físicos que se interpretan como sentimientos, pero también los sentimientos pueden ser solamente producto de los pensamientos. Le explico: si yo imagino que voy a ganar la lotería voy a estar contento. En cambio, si estoy pensando permanentemente en que no voy a  terminar a tiempo el trabajo me sentiré mal. Pero los sentimientos también pueden ser activados inconscientemente. Una corazonada no es un sexto sentido místico. Es una respuesta neurológica real que se manifiesta físicamente.

—Sí, doctor, pero a veces un determinado paisaje, la tapa de un libro o el afiche de una película que nos vuelve al pasado pueden ser tan movilizadores como lo que usted señala.
—A medida que el cerebro se encuentra con eventos, decisiones, gente, los marca con un significado emocional. Luego, cuando vemos algo relacionado con esa gente, esa decisión o ese evento —o tenemos experiencias similares—, el cerebro genera un acceso directo a la producción del estado emocional original. Si yo vi una víbora en un lugar determinado y me asusté, en el futuro si algo me recuerda ese lugar puedo sentir nuevamente el miedo que experimenté cuando realmente vi la víbora. Otro ejemplo: si comimos algo determinado que arruinó nuestra noche. En una ocasión futura, ver, olfatear, hablar de esa comida (o incluso recordar el restaurante donde comimos) hará que circuitos cerebrales específicos produzcan  sentimientos desagradables que nos lleven a evitarla. Los cambios físicos (incluyendo el aumento de la frecuencia cardíaca, el sudor, la producción de cortisol y otras hormonas, enrojecimiento de la piel, etc) llevan a estos sentimientos. A menudo estos cambios ocurren preconscientemente, antes de que los detectemos nosotros mismos. El punto importante es que no tenemos que hacer un análisis racional para decidir si comeremos esa comida la próxima vez que la tengamos enfrente. Como resumen, muchísimas veces para sobrevivir la emoción facilita la toma de decisiones. Luego sí le encontramos una explicación racional a la decisión que tomamos.

—En el libro de ustedes “Usar el cerebro”, es muy interesante el capítulo en el que toca “el efecto Google”. Como dicen los analistas, ésta es una situación que sucede “aquí y ahora” y no en el pasado. Textualmente ustedes señalan que “…desde hace un tiempo los titulares del mundo se hicieron eco de supuestos efectos amnésicos de internet como si ‘Google’ fuera una maldición en el hipocampo”. Una acusación hacia cerebros que se habrían vuelto perezosos frente a tantos adelantos.
—No, eso no es así. Algunos opinaban que Google nos iba a sacar la memoria. Que los sistemas de memoria no iban a trabajar más porque ahora teníamos a Google. Y, le repito, eso no es así porque tampoco los humanos perdimos la memoria cuando aparecieron las bibliotecas, cuando se inventó la imprenta. Entonces ¿por qué Google va a hacernos perder la memoria?

—¿Sabe por qué, doctor? Porque Google se borra de la pantalla (si pensamos que la pantalla es nuestro cerebro) y el libro no.
—Pero en las dos situaciones estamos buscando información, tanto en Google como en el libro. Google puede ser una buena base de datos pero nunca va a reemplazar a la memoria humana. Y algo más: vamos a tener espacio en nuestra memoria para recordar cosas que ya no necesitamos recordar porque están en Google. Existe un aspecto fundamental de nuestra conformación biológica: la naturaleza limitada de la propia memoria. Como con todo bien limitado, actuamos en consecuencia protegiéndolo y utilizándolo con un sentido de la oportunidad. Si aprendemos que la capacidad para acceder a un dato está tan sólo a una búsqueda de distancia en Google, decidimos entonces no destinar nuestros recursos cognitivos a recordar la información, sino a cómo acceder a la misma.

—¿Y cómo observa usted el efecto en el cerebro de los chicos de todo el aparataje que usan constantemente como iPods o celulares, todo lo que es pantalla? Es cierto que leen mucho menos.
—Aquí hay un gran debate acerca del impacto de la tecnología en el cerebro de los niños y de los adolescentes justamente porque durante esa etapa el cerebro todavía está moldeándose. Es más: termina de madurar entre la segunda y la tercera décadas de vida. Hay un gran debate: aún no sabemos bien cuál es el impacto de la tecnología en las redes cerebrales, pero estamos comenzando a ver que si se usa en forma racional no debería constituir un problema para el desarrollo de un niño. El tema surge cuando se tienen conductas obsesivas, compulsivas. El uso de la tecnología puede ser entonces una adicción.

—Por ejemplo, cuando ustedes hablan de los sistemas cerebrales que regulan los estados de ánimo normales, ¿qué ocurre, por ejemplo, cuando se presenta un trastorno bipolar?
— Nuestros cerebros han evolucionado para ser capaces de seleccionar entre un amplio abanico de respuestas anímicas a los desafíos que nos presenta la vida: por ejemplo, en algunos momentos necesitamos aumentar nuestra actividad laboral, tener más contacto social e incluso hacernos más audaces en la forma en que tomamos nuestras decisiones; en otras ocasiones, por el contrario, debemos responder a nuestro entorno bajando nuestra actividad y tomando decisiones más conservadoras. En las personas que sufren trastorno bipolar, estos mecanismos están afectados de manera tal que presentan estados anímicos patológicos por su amplitud y/o duración o se realizan en un contexto inadecuado afectando su capacidad de adaptación y generando conductas inconvenientes.

—Cuando usamos el término “bipolar” nos referimos obviamente a dos polos. ¿Cuál sería cada extremo?
—Básicamente las personas afectadas por trastornos bipolares presentan tres tipos de crisis anímicas:
1) episodios maníacos (un sentimiento de bienestar, estimulación y grandiosidad exagerado; el paciente se siente muy activo y con mucha energía) y/o hipomaníacos (estado de ánimo elevado, expansivo o irritable –sin la intensidad que tendría en una fase maníaca– pero diferente al estado de ánimo habitual del individuo).
2) episodios depresivos.
3) episodios mixtos. Estas crisis se pueden dar en sucesión y separadas por años, meses, semanas, días u horas.

—¿Se conocen los mecanismos que llevan a uno u otro extremo, o se encuentran en estudio?
—Si bien aún no se conocen con exactitud los mecanismos neurobiológicos íntimos de esta condición, sí se sabe que los mismos están determinados en buena medida por una predisposición genética. Se calcula que más del 70% del origen de la enfermedad está establecido por cuestiones hereditarias ligadas a los genes que se combinan con elementos ambientales. Es muy importante saber que los trastornos bipolares no dependen del estilo de crianza, ni de traumas psicológicos de la infancia, ni mucho menos de cuestiones vinculadas a la voluntad de las personas que los padecen. Por otra parte, aunque una persona tenga familiares directos afectados por la enfermedad, no quiere decir que inexorablemente la va a padecer.

—Por ejemplo, el estrés produce una especie de sordera. Me refiero a que cuando la persona está muy estresada no puede conectarse con lo que oye, no entiende lo que le dicen.
—El estrés es un mecanismo fisiológico normal que tenemos los seres humanos. Si usted debe cumplir una tarea en tiempo récord estará estresada. Esto es normal y producirá cambios físicos en la frecuencia cardíaca, en la temperatura corporal, etc. El asunto es cuando ese estrés se prolonga y se vuelve crónico. No se puede vivir con ese nivel de estrés en forma permanente. Y hoy sabemos que, cuando el estrés es crónico, produce no sólo cambios afectivos sino cambios en áreas cerebrales específicas, por ejemplo en el hipocampo, que es clave en la memoria y se afecta con el estrés crónico.

—¿Por qué?
—El estrés crónico puede producir atrofia de algunas áreas del cerebro.

—Por ejemplo, en casos de muerte súbita en los que la familia cercana queda como envuelta en una niebla espesa. ¿Es así?
—Es una pregunta interesante porque podemos ver en gente que ha vivido hechos muy traumáticos como genocidios, el caso del Holocausto, que hay quienes pueden recordarlo todo perfectamente y otros, en cambio, tienen una negación de la situación que se traduce en cambios físicos. Y esto es porque evaden: no pueden recordar ese evento porque les produce cambios corporales como si lo estuvieran viviendo. Hay sobrevivientes del Holocausto que relatan perfectamente lo que ocurrió. Otros, igualmente testigos del horror, no pueden contarlo. No hablan. No pueden contarles a sus hijos y nietos qué ocurrió. Y esto es porque si lo relatan empiezan a revivir. En otras palabras: luego de vivir un acontecimiento traumático en el cual la vida de una persona o un ser querido peligraron puede desencadenarse un trastorno por estrés postraumático (TEPT). En éste el suceso traumático se reexperimenta de alguna de las siguientes formas: recuerdos repetitivos, pesadillas, sensación de que el suceso está ocurriendo, malestar intenso al enfrentarse a cosas que recuerden el trauma. Dado que el malestar es muy intenso, las personas que padecen este trastorno intentan evitar todo aquello que tenga alguna relación con el acontecimiento traumático: pensamientos, lugares y personas. En ocasiones no pueden recordar parte de lo sucedido. En algunos casos el interés por las cosas se reduce y la persona puede llegar a tener la sensación de que “ya no puede sentir”. Por otro lado, pueden presentarse trastornos del sueño, irritabilidad, problemas para concentrarse, alerta constante, sobresalto. Estos síntomas suelen provocar un marcado malestar que afecta todas las áreas de la vida.

—Una de las cosas que ustedes tocan en este libro son los límites y los riesgos de lo que se llama “neuromarketing”. Es decir, se refieren a los que tocan temas específicos y delicados sin la seriedad necesaria para hacerlo.
—Pero además hay que tener cuidado con la gente que usa las neurociencias para explicarlo “todo”. La neurociencia no puede explicarlo todo. Hay gente que quiere decirles a las empresas qué pasa en el cerebro cuando la gente compra uno u otro producto. Y si bien la neurociencia puede saber qué circuitos se activan cuando hay un producto con un determinado logo, no sabemos qué significa esto. Por eso mi cautela y la de Mateo Niro cuando escribimos el libro, al analizar el llamado neuromarketing. Esto es muy interesante y atractivo pero, por ahora, es muy riesgoso tomar las neurociencias para explicar los secretos de la compra de un producto y demás. Y la gente que hace neuromarketing tiene la obligación de que los datos que analizan de las respuestas cerebrales a algún producto posean realmente seriedad científica. Muchas veces estos datos quedan en las empresas que hacen neuromarketing y la comunidad científica no puede evaluarlos. Entonces, nuestro punto aquí es que aun cuando es muy atractivo saber qué ocurre en el cerebro cuando compramos algo o nos llama la atención un logo importante hay que tener mucho cuidado con la interpretación de los resultados.

—También una de las preguntas muy interesantes que ustedes plantean en este libro es: ¿a qué edad los chicos empiezan a tomar decisiones guiados por un patrón de conducta como puede ser la emoción o la razón?
—Esto me lleva a algo clave como es la amnesia infantil: uno se olvida de todo lo ocurrido antes de los 5 años. Algunos dicen: “Yo recuerdo cuando tenía 4 años…” pero, a lo mejor, lo que recuerda realmente es una foto o una historia que le contaron sus padres. Le reitero: hay algo así como una amnesia acerca de los primeros años. Como adultos no recordamos nada de lo ocurrido antes de los 5 años.

—¿Es una forma de autodefensa?
—No se conoce bien la causa. Y si bien hay varias explicaciones, no tenemos una que sea concluyente
acerca de por qué se produce esa amnesia infantil que, sin embargo, está muy bien estudiada. Le repito: no tenemos una causa clara. Hay sólo hipótesis. Una de ellas es que antes de los 4 o 5 años tenemos un hipocampo (área clave para la consolidación de memorias) muy dinámico que no puede almacenar información de forma estable. En la medida en que se generan neuronas nuevas, la memoria puede verse comprometida en ese proceso.

—Qué notable. Porque si hay un gesto materno amoroso es el de amamantar a un hijo y, sin embargo, no podemos recordar esa sensación.
—Absolutamente. En la vida olvidamos casi todo: ninguno recuerda la primera vez que caminó. La primera vez que habló. Entonces, ¿qué recordamos? Cuando somos adultos, principalmente lo que nos emociona. Y resulta obvio que los hechos que producen un impacto emocional en el cerebro son recordados con mayor facilidad que aquellos que nos han resultado indiferentes

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú y publicado el Sábado 08/03/2014 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.