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sábado, 4 de abril de 2015

Maximalistas… @dealgunamanera

Maximalistas…


Cualquiera podría decir que Máximo Kirchner es el candidato del Grupo Clarín si la afirmación no sonara tan absurda. Pero fue la corporación mediática la que lo sacó de su casa en Río Gallegos y lo convirtió en el centro de un revuelo de declaraciones y cadenas espontáneas de radios para reproducir su conversación con Víctor Hugo Morales. El plan mediático opositor buscaba el efecto contrario, querían usar la denuncia para profundizar el impacto del paro de transporte por el Impuesto a las Ganancias. Sin colectivos ni trenes, la ciudad quedó vacía. Y encima, el hijo de la Presidenta y referente de La Cámpora aparecía con una acusación de corrupción. Un escenario ideal para el fin de ciclo apocalíptico con el que se ilusiona la corporación mediática.

Pero reinciden al dejar que esa ilusión obnubile su visión de la realidad. La información periodística ya no discurre con el halo de palabra santa con que la adornaron los que abusaron del discurso de los “independientes”. La sociedad, el ciudadano, va recuperando criterios propios de verificación y decodificación. Los medios y los periodistas han sido desmitificados, por lo menos por una parte de la sociedad –tanto opositores como oficialistas–, salvo por aquellos de ambas trincheras que prefieren todavía creer sólo en la información que les conviene.

La denuncia pretendía contribuir a lo que había iniciado el paro, pero estaba tan floja de papeles que disipó esos vapores tóxicos para el Gobierno e instaló una posible candidatura de Máximo Kirchner, algo que por lo menos hasta ese momento no se había planteado. Al día siguiente del paro, nadie hablaba de sus efectos porque la sociedad estaba enfocada en el discurso de un Máximo Kirchner al que no le significó gran esfuerzo desmentir la acusación ante un auditorio masivo y espontáneo que le envidiaron todos los candidatos presidenciales.

Quisieron hundirlo, pero lo promovieron. El dispositivo de las corporaciones mediáticas de la oposición no funcionó como otras veces. No hubo impunidad para una denuncia inconsistente. Tampoco la hubo antes para la inconsistencia de Alberto Nisman, aunque su muerte inoculó una dosis de dramatismo que suplió la falta de pruebas. El 18F fue por la conmoción que produjo la muerte del fiscal y no por una denuncia cuya mala fe quedó rápidamente demostrada.

El acto fallido del Grupo Clarín en el ataque a Máximo Kirchner reveló una fractura en la capacidad de manipulación mediática que el mismo grupo todavía no acierta a asumir y esa ceguera lo lleva a reincidir. La maniobra puso en evidencia otros mecanismos que la completan. Apenas se publicó la denuncia y antes de que se comprobara su veracidad, la diputada Patricia Bullrich presentó un pedido de informes y sus colegas de la Coalición Cívica, Fernando Sánchez y Paula Oliveto, pidieron al fiscal Pollicita que la incorpore a una causa. Es un mecanismo sincronizado. Un medio opositor hace una denuncia sin pruebas, y por lo tanto puramente difamatoria y en esencia mentirosa, y hay diputados que trabajan en el inodoro de la política, para amplificarla y darle entidad judicial con la complicidad de algún fiscal o juez amigo. Forma parte del juego político concebido como un escenario donde se ganan y se pierden puntos.

Para muchos, la política es nada más que eso, un juego sin moral. Pero este mecanismo se convierte en una bomba de profundidad para el sistema democrático. Los periodistas, los medios, los políticos y los funcionarios judiciales que coadyuvan en este mecanismo invierten el concepto constitucional sobre el que se basa el funcionamiento de la Justicia. No solamente por la difamación como práctica inmoral, sino también porque al aceptar como veraces y dar curso a denuncias que no tienen pruebas obligan al acusado a ponerse en el plano de demostrar su inocencia, cuando la definición constituyente, el corazón de la justicia democrática, es justamente la contraria: el sistema está obligado a demostrar la culpabilidad del acusado y no éste su inocencia. No se lo puede dar por culpable sin pruebas y sólo por conveniencia política como hacen estos políticos que degradan su actividad con una práctica que es propia de las dictaduras y los autoritarios.

La lógica de los medios es igual de perversa. Si alguien que es acusado de ladrón sale a responder, entonces los medios que originaron esa acusación sin pruebas reales, publican: “Fulano de tal dice que no es ladrón”. Diga lo que diga está condenado de antemano.

Además de su inconsistencia, en este caso la denuncia contra Máximo Kirchner coincide con una campaña contra la Argentina sobre cuentas en el exterior que vienen de-sarrollando los fondos buitre a través de su Task Force. Es una combinación temática de cuentas en el exterior con complicidades iraníes. Toda la novela, en clave supuestamente erótica entre Chávez y la entonces embajadora Nilda Garré, con espionaje bolivariano-iraní en el medio, cuyo objetivo era descubrir secretos atómicos argentinos, para lo cual se depositaban sumas millonarias en dólares desde el año 2005 en bancos norteamericanos, iraníes y de las islas Caimán, puede ser creíble para lectores malintencionados de la revista Veja, pero en la Argentina resulta periodismo escatológico. Leonardo Coutinho, de la revista Veja, viene publicando artículos cuyas fuentes son “ex altos funcionarios chavistas arrepentidos” o “un investigador financiero norteamericano” a los que nunca identifica. Estas fuentes le confirman desde conspiraciones para matar a Nisman hasta las cuentas de Nilda Garré y Máximo Kirchner en el exterior.

Usando la misma fuente sin identificar, Clarín se limitó a publicar lo de las cuentas, sin la novela soez de Coutinho porque acá sería aún más increíble. En 2005, Argentina estaba resolviendo la deuda externa. Néstor Kirchner creaba la Unidad Fiscal AMIA y se dedicaba, de allí en adelante, a denunciar en los foros internacionales a los acusados iraníes que, según esa información, venían depositando sumas millonarias en cuentas del hijo del presidente que los denunciaba en forma sistemática. La novela grotesca de Coutinho es incongruente con lo que sucedía en Argentina. Los medios opositores argentinos suelen levantar las publicaciones de este personaje, que parece más un mercenario a sueldo de los fondos buitre que periodista (o las dos cosas), para darles entidad local a estos exabruptos amarillistas. Ya lo hicieron con el fabuloso comando bolivariano-iraní entrenado por cubanos que habría asesinado a Nisman con pasmoso sigilo y prolijidad. Así como el fondo Elliot Management de Paul Singer invierte fortunas para comprar voluntades de congresistas y jueces norteamericanos, es evidente que en el reparto hay también para los medios de comunicación. Publicó solicitadas sólo en los medios opositores locales y convocó a conferencias de prensa, operó con información falsa sobre cuentas de funcionarios en el exterior y ahora utiliza este sistema para lograr un rebote local.

La presidenta Cristina Kirchner ha pedido a la Justicia norteamericana que publique los nombres de los titulares de esas cuentas. Pero la información que llega a los medios no proviene de fuentes oficiales, sino de fuentes turbias que nunca se identifican, ni en Clarín ni en Veja.

Esta semana falleció una querida compañera del gremio y de Página/12, la periodista Lilia Ferreyra, viuda de Rodolfo Walsh, una figura emblemática del periodismo de investigación. No está de más, como homenaje a Lilia, recordar que, al igual que ella, Walsh siempre se definió como un periodista comprometido, no como uno “independiente”. Y que las investigaciones de Walsh nunca fueron publicadas por los medios de las grandes corporaciones que hasta fines de los ’80 no daban lugar a este género del periodismo. Lo tomaron sólo para convertirlo en su propia herramienta. Las grandes corporaciones nunca van a publicar nada que comprometa a sus intereses y a los que representan. Para Lilia, que también fue lectora lúcida y correctora exigente de los trabajos de su compañero, la idea de periodismo comprometido de Walsh lo llevaba a ser extremadamente riguroso. En cambio, cuando el periodismo de investigación se convierte en la herramienta de intereses poderosos, no tiene la exigencia tan fuerte de rigurosidad, porque se la reemplaza en parte con una gran cantidad de artilugios que provienen de una fuente inagotable de recursos para construir una falsa credibilidad.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 004/04/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 7 de febrero de 2015

Peligros... De Alguna Manera...

Peligros... 
Aunque la investigación concluyera de manera terminante que el fiscal Nisman se suicidó, muchos no lo creerían. Es una muerte que se prestará siempre para la especulación y el juego político. La manera en que el fiscal Ricardo Sáenz o su colega Carlos Rívolo usaron este suceso trágico para influir en su interna profesional es apenas una demostración. ¿Qué es más importante: dilucidar esa muerte o utilizarla para saldar cuentas con la procuradora Alejandra Gils Carbó y desgastar la figura presidencial?

La “amenaza” que recibió el polémico juez Claudio Bonadio subraya el sentido que se les quiere dar a estos hechos: “La yegua ya dio la orden de tu muerte”, dice el mensaje, escrito novelescamente con letras de diario recortadas. Este juez es el que lleva una investigación de la empresa Hotesur, de las que una de las propietarias es Cristina Kirchner. Justamente por esa razón, Cristina Kirchner es la más interesada en que no le pase nada. La misma situación se planteaba con Alberto Nisman, que había presentado una denuncia contra ella.

Las dos acusaciones tienen poca consistencia y forman parte de la ofensiva judicial contra el Gobierno en un año electoral. Sobre todo es endeble jurídicamente y sin pruebas la denuncia que presentó el fiscal Nisman. Por esa debilidad de la denuncia, el oficialismo necesitaba que el fiscal se presentara en el Congreso para ponerlo en evidencia. La falta de pruebas es tan obvia que su posición hubiera sido pulverizada en la reunión parlamentaria que se había convocado para el lunes posterior al hallazgo de su cuerpo. Con sus años como fiscal, Nisman tenía que saber el desastre al que se dirigía. El borrador que se encontró es todavía más flojo. Su muerte en esas circunstancias fue la peor noticia para el oficialismo, que ya consideraba que la reunión del lunes sería un paseo. Nadie fue más afectado por la muerte de Nisman en ese contexto que el Gobierno.

La situación es tan extrema y compleja que induce al temor y a una fuerte inquietud, tanto porque se afecta la suerte de la República y sus instituciones como porque en ese cuadro destemplado pesa ahora la vida de una persona. ¿Cualquier fiscal puede deponer a un presidente con una acusación sin sustento? ¿Cualquier fiscal puede intervenir en el proceso electoral ciudadano con acusaciones insustentables que puedan incluir pedidos de allanamientos, de detención o de indagatorias? ¿Puede hacerlo si una buena parte de los funcionarios judiciales que intervendrían respalda esas acusaciones porque está contra de ese gobierno? Los mensajes de odio en Facebook contra Cristina Kirchner, por parte de la jueza Fabiana Palmaghini, producen escalofríos por sus augurios de parcialidad, y son apenas otra muestra de la actitud politizada y tan embanderada de gran parte de los miembros del Poder Judicial, como quedará demostrado también en el acto que se convocó para el próximo jueves. El peligro más grande de la investigación son estas presiones.

Toda la investigación que realizó Nisman del atentado a la AMIA fue alimentada por el director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Antonio “Jaime” Stiuso, quien, a su vez, recibía los aportes de la CIA y el Mossad. Los Servicios de Inteligencia descartaron otras pistas y eligieron la llamada pista iraní. Fue así durante la investigación del juez Juan José Galeano y se mantuvo después con la del fiscal Nisman. Pero hacía varios años que Nisman no aportaba nuevas pruebas. Como sucedió con el ex embajador de Irán en la Argentina, Hadi Soleimanpour, que fue detenido en Londres por Interpol y liberado por falta de pruebas, si otros acusados hubieran sido detenidos, habría sido muy difícil condenarlos con las pruebas que había reunido Nisman. ¿Por qué los Servicios de Inteligencia (SIDE, CIA, Mossad) no aportaron más pruebas a la investigación de Nisman? ¿Por qué lo dejaron solo con su acusación?

La denuncia del memorándum de acuerdo con Irán se produjo cuando el gobierno de Israel se manifestó en su contra. Dos periodistas argentinos dijeron bajo juramento que les habían mostrado una comunicación interna de la Cancillería iraní donde se afirmaba que el gobierno argentino podía dejar de perseguir a los acusados por el atentado a la AMIA a cambio de acuerdos económicos. Nadie más que algún funcionario de la embajada israelí o del Mossad podría haber mostrado un documento de esas características. Ese documento, que estaba escrito en inglés, cuando en Irán se habla el idioma farsi, fue una piedra basal de la denuncia contra el memorándum.

De ese documento, lo único que hay es la palabra de los dos periodistas, uno de los cuales reveló que supo de él por “fuentes oficiosas de la Cancillería de Israel que ni siquiera hubieran podido asegurar que no era falso. Nadie más lo vio. En todo caso, el Mossad nunca se lo facilitó a Nisman. Aunque nada de lo supuestamente acordado se verificó en la realidad, Nisman formuló su denuncia contra la Presidenta y el canciller sobre esa hipótesis. Está comprobado que nada de lo que dice es cierto. Los jefes de Interpol aclararon que el gobierno argentino insistió en que no se levantaran las alertas rojas, está demostrado que el comercio con Irán disminuyó en vez de aumentar y que el famoso petróleo iraní –que según Nisman fue el motivo de esta supuesta traición– no se puede refinar en la Argentina por su alto contenido de azufre.

La razón por la que Nisman creyó más en los Servicios de Inteligencia que en los hechos crudos todavía es una incógnita. Sobre esas patrañas pretendía acciones legales contra una presidenta de la República y un canciller. Pero los Servicios de Inteligencia no le proveyeron de prueba concreta, también lo dejaron solo, más interesados en las repercusiones políticas de la denuncia que en el esclarecimiento de las mismas. Es probable que el fiscal también persiguiera un efecto político, pero sin pruebas quedaba muy expuesto desde el punto de vista legal, y su trabajo como fiscal en las dos investigaciones –AMIA y memorándum– quedaba marcado por el fracaso, como sucedió. Entre las miles de versiones sobre estos sucesos, se habló de que al fiscal le habían prometido dos testigos para apuntalar su denuncia, y que a último momento le avisaron que no los tendría.

Toda la guerra contra el gobierno argentino por el memorándum de acuerdo con Irán partió de los Servicios de Inteligencia, en especial el israelí, que aportó ese famoso documento interno de la Cancillería iraní, nunca presentado en la causa y cuyo contenido se demostró que era falso. Una operación del servicio secreto de un país extranjero pudo movilizar a la oposición interna contra el memorándum. Todas las instancias por las que transitan estos gravísimos hechos –el atentado a la AMIA y la muerte del fiscal que lo investigaba– están conmocionadas a su vez por problemáticas concretas de los que tratan de usarlos en provecho propio: los sectores más conservadores del estamento judicial se resisten a introducir los cambios propuestos por el oficialismo; la corporación mediática se resiste a la desmonopolización que requiere la nueva ley de medios; los Servicios de Inteligencia buscan venganza por los desplazamientos internos y la reorganización que se impulsa desde el Congreso; y la oposición está en un año electoral. Para todos ellos, el Gobierno es el único responsable de todos sus males. No es la mejor combinación para esclarecer ninguno de los hechos investigados.

Los Servicios de Inteligencia y la corporación de medios están tan mezclados con estos hechos, que es inevitable que el acto que se anuncia para el próximo jueves en homenaje al fiscal sea usado políticamente como se hizo con la ceremonia de su entierro. No por la actitud de la familia, que en todo momento trató de preservar el sentido de ese acto en un marco respetuoso, sino por la intervención de grupos de activistas que provocaron los desmanes. Desde el punto de vista granmediático, estos desmanes constituyeron lo más trascendente de la ceremonia. Y a los activistas los pusieron los servicios.

El jueves también estarán los que, al igual que en el entierro, tratarán de usar en provecho propio la muerte del fiscal. Estarán los dirigentes de la oposición como Elisa Carrió, que ya trató de opacar al fiscal Nisman con su propia denuncia contra la Presidenta. A cada quien le interesa su parte del botín sin que les importen mucho los 85 asesinados en la AMIA o el mismo fiscal homenajeado. La demagogia es más visible y ruidosa que la discreción de los que están más preocupados por el esclarecimiento de esas muertes. Son situaciones en las que la política muestra su costado más oscuro, donde la vida de las personas se convierte en meras fichas de un juego de poder que circula por rincones que nunca salen a la luz.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 07/02/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.






sábado, 8 de febrero de 2014

Aprecios y desprecios... De Alguna Manera...


Aprecios y desprecios...

Presidentes Salvador Allende (Chile) y Juan Domingo Perón (Argentina)

Control o acuerdo, los precios siempre son el punto de fuga, el agujero que desagota el salario. El problema es el mismo, pero los remedios cambian. El aumento de precios ha sido y es un instrumento para aumentar ganancias bajando la capacidad adquisitiva del salario. En vez de control de precios, el Gobierno eligió el acuerdo de precios. Fue una apuesta a la madurez democrática. Disparar los precios, como pretenden algunos empresarios ahora es querer fusilar los salarios, pero además es suicida para el proceso de crecimiento económico del que también resultaron favorecidos los empresarios de todos los sectores de la economía.

Repetición y olvido, olvido y repetición, repetición y tragedia. Gobiernos populares, distribución del ingreso, aumento de la demanda, disparada de precios. “En esto, compañeros, ha habido siempre falsos mirajes producidos por los intereses. El que no quiere molestarse en nada dice que el Gobierno haga bajar los precios: el comerciante que quiere robar dice que lo que corresponde es dejar los precios libres.” Frases y frases: “Veamos y tengan calma; y espero que anoten bien nuestros enemigos. Veamos el aumento del consumo. La redistribución de los ingresos, el que compañeros que no trabajaban, trabajen, el que los que recibían menos de dos sueldos vitales tuvieran un reajuste superior al alza del costo de la vida, ha significado una mayor demanda”. Son frases de Perón y Allende, con sus diferencias, uno justicialista y el otro socialista, pero protagonistas ambos de gobiernos populares en un pasado en el que esos gobiernos nunca terminaban bien. Un pasado que abrió el camino de la violencia.

Todos los gobiernos que sucedieron a esos procesos se dedicaron a deconstruir, a retrasar y deshacer lo que se había avanzado. Fue un proceso de desigualamiento material, pero también en la cultura, en el cercenamiento de derechos y en el descrédito de las ideologías populares, en general de todas las formas de pensar que no profesaran la nueva fe de los Chicago Boys, del capitalismo salvaje y el neoliberalismo.

No hay demasiadas nuevas, también está en la historia que los golpistas prepararon el clima a través de periodistas y medios de la derecha conservadora que se dedicaron a amplificar la desazón y la angustia profetizando la llegada de un Apocalipsis final por culpa de esos “irresponsables” o “tontos” o “maliciosos” o “rojos” o “fascistas” o “ignorantes” o “corruptos”. Esa campaña nunca iba a reconocer que el verdadero pecado no era ninguno de ésos, sino las políticas de distribución del ingreso y ampliación de derechos, lo que equivalía a la pérdida de privilegios de las clases acomodadas. Alguna de esas injurias pasaron de moda, pero la mayoría se vuelve a escuchar o leer ahora como una letanía que acompaña siempre a procesos o medidas que afectan intereses. Hubo personajones que criticaron por izquierda los avances de esos procesos y que, olvidándose de sus falsas y grandiosas nacionalizaciones y socializaciones con las que se opusieron a las que sí se hacían, se sumaron sin vergüenza a estas campañas conservadoras. Tampoco eso es nuevo.

“Hace pocos días dije al pueblo de la República, desde esta misma casa, que era menester que nos pusiéramos a trabajar conscientemente para derribar las causas de la inequidad creada a raíz de la especulación, de la explotación del agio por los malos comerciantes.” Eso decía Perón en 1953. El ingreso al consumo de cientos de miles de trabajadores había llenado los bolsillos de empresarios y comerciantes. Y a su vez, estos empresarios y comerciantes subían los precios y saboteaban el proceso que los había enriquecido. Los precios eran el punto de fuga de las políticas igualitarias. Tanto Perón como Allende y como en general todos los gobiernos populares democráticos de ese ciclo histórico tuvieron que plantearse el control de precios.

“Sin embargo, como he dicho hace un instante –decía Allende en 1971–, ha habido escasez de productos, por el mayor poder de compra de las masas, por la tendencia al acaparamiento de ciertos sectores que compran más de lo que necesitan. Hay una presión psicológica que hace que la gente compre más de lo que necesita.”

En esos mismos discursos, con diferencia de casi veinte años, pero insertos en el mismo ciclo histórico con los mismos paradigmas, Perón y Allende insistían en el control de precios por parte del aparato estatal y con la participación popular. Tanto Perón como Allende decretaban los precios de todos los artículos y después vigilaban su cumplimiento con policía y sindicatos, en el caso de Perón, y con los carabineros y las Juntas de Abastecimiento Popular, en el caso de Allende. Ninguna de las dos experiencias pudo evitar que se extendieran el mercado negro, la especulación y el desabastecimiento que abonaron el clima y le dieron excusas al golpismo. Hubo consecuencias positivas y negativas de esas medidas. Durante un tiempo pudieron contener la presión y resguardar el crecimiento de la calidad de vida de los trabajadores y de los sectores populares. Pero, por otro lado, generaron un fenómeno que fue inevitable hasta para la Revolución Cubana que, a diferencia de los gobiernos de Perón y Allende, controla todo el proceso productivo y de comercialización.

El kirchnerismo eligió un camino intermedio, que dio también resultados intermedios. En vez de intervenir por decreto en la marcación del valor de los productos, intentó hacerlo a través de acuerdos con los formadores de precios. Y matizó el acuerdo con advertencias enérgicas para quien no cumpliera, encarnadas durante muchos años por el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, el “cuco” del kirchnerismo. En todos estos años se usaron medidas de todo tipo, algunas más y otras menos ortodoxas para que el efecto “precios” no se derramara sobre toda la economía. El Gobierno ha sido cuestionado por los índices del Indec y por negarse a hablar en público de inflación o a darle entidad mediática. Fue una desgastadora disputa de poder en la que el Gobierno evitó intervenir por decreto en la economía, pero usó las mismas armas políticas, mediáticas y psicológicas que aplican los formadores de precios.

El resultado hasta ahora muestra que los precios fueron aumentando, pero no se pudieron comer los progresos del salario ni de calidad de vida. Es un resultado discutido, impuro. En esa pelea, el Gobierno se ganó una lluvia de críticas por manejos o actitudes, pero logró una resultante positiva. Tampoco se acumularon tensiones que llevaran a la especulación desaforada o a un mercado negro considerable.

En los últimos días la excusa ha sido el dólar que tironeó de todas las variables y creó un cuello de botella. El peso se devaluó y ahora toda la coacción está otra vez sobre los precios. El Gobierno mantiene la decisión de no decidir por decreto sobre el dólar ni los precios. E insistió con la política de acuerdos. Pero al mismo tiempo exhortó a una participación ciudadana en el control para que los valores acordados sean respetados. De manera espontánea surgió una idea original como la huelga de consumidores de ayer en los supermercados, muchos de los cuales participaron en los acuerdos con el Gobierno, pero han sido los primeros en inventar trampas para no respetarlos. La huelga de consumidores puede ser una herramienta poderosa si se masifica porque interviene en el mecanismo básico de oferta y demanda de los mercados. Y hubo organizaciones sociales que decidieron movilizar para controlar que se cumplan los precios acordados. Sin embargo, no se puede decir que haya control ni congelamiento de precios. Lo que hay son precios acordados de una canasta básica en diferentes áreas que se busca que funcionen como referentes del mercado para evitar las remarcaciones arbitrarias.

Más allá de la estrategia oficial, además de causas económicas, las corridas contra los precios tienen un fuerte componente político, siempre de carácter antidemocrático y muchas veces de carácter golpista. Son acciones que agreden a la mayoría de la sociedad, sin importar si son kirchneristas o no. Y después de treinta años de democracia, los argentinos recién están aprendiendo a reaccionar contra estas movidas antidemocráticas. Los protagonistas no son los militares, pero, en definitiva, los objetivos son los mismos que los de los viejos golpistas. Frente a ellos, la sociedad tendría que reaccionar en forma conjunta, por encima de los colores partidarios. Sería interesante saber lo que pensarían Perón y Allende de estas situaciones.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 08/02/2014 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 23 de junio de 2013

El piloto que salvó a Huguito… De Alguna Manera...


El piloto que salvó a Huguito…


El periodista Luis Bruschtein, su mujer, y su madre, Laura Bonaparte, se habían exiliado en México durante la dictadura. A una de sus hermanas y su marido los asesinaron en Argentina, y el hijo de ambos, Huguito, tenía apenas tres años. El nene quedó solito, ya que el único familiar que lo encontró fue un tío abuelo.

Este hombre mayor, quiso llevar a Huguito con su tío Luis y su abuela a México, pero no tenía ni documentos ni pasaportes del nene. Ante esta situación tan compleja, el hombre decidió pedir al piloto de una línea aérea que lo ayudara, aunque apenas lo conocía. Le contó la verdad, tenía que atravesar la frontera de algún modo con una criatura indocumentada y nadie debía saberlo porque tenía la mitad de su familia exiliada, otra parte desaparecida, y sus padres asesinados por los militares.

El piloto no hizo preguntas, no habló de política, no puso ningún inconveniente, sólo acordó con él qué día viajarían a México. En Ezeiza, vestido con su uniforme, tomó al nene con toda familiaridad, lo subió  a sus hombros y cruzó el puesto de Migraciones.

Dentro del avión, Huguito viajó con su tío abuelo. Cuando la nave aterrizó en tierra azteca, el piloto tomó al nene y nuevamente lo puso a babucha y lo cruzó como si fuera un familiar.

El tío abuelo regresó a la Argentina, y falleció poco después. Era el único que conocía la identidad de  este piloto que desinteresadamente, sin pedir nada a cambio, asumió el riesgo de perder su trabajo, o ser detenido.

La familia Bruschtein nunca pudo agradecer a ese desconocido el gesto solidario que permitió que un nene de sólo tres años pudiera reencontrarse con su familia.

© Publicado el lunes 11/02/2012 por http://www.infonews.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"La lucha que llevaré hasta mis últimos días para aportar mi testimonio, para intentar saber cuál fue el destino de mis hijos y el de los treinta mil desaparecidos..." . 

Hoy 23/06/2013 a los 88 años murió Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo. Sus restos serán velados en Tacuari 470, desde las 18:30. 

Su lucha sigue viva! MEMORIA - VERDAD - JUSTICIA