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domingo, 15 de marzo de 2015

Entrevista al Doctor y Periodista Nelson Castro... De Alguna Manera...

Nelson Castro cuenta el origen de sus cicatrices…


Lo operaron siete veces entre el primer mes y los 14 años. Y así aprendió a superar los desafíos. Hoy dice que es el hombre que quiso ser y derrumba estereotipos sobre su figura. Y asume que lo que más le asombra al público es verlo reír.


Un médico, un periodista. También, un amigo. Nelson Castro me recibe y no pone obstáculos en explorar su intimidad. Al contrario.

¿Cómo te sentís ante la idea de hablar de vos?
Cuando sos una persona pública, te pasa. Lo vivo con naturalidad y con alegría. Me impacta cómo a los otros les significan las cosas que uno cuenta de su vida. Yo lo tomo como una consecuencia de la profesión.

¿Cómo articulás lo privado, singular e íntimo, con lo público?
Lo tengo incorporado desde que comencé. Siempre soy la misma persona.El Nelson Castro público no es alguien que expresa cosas diferentes en su manera de ser de lo que es Nelson Castro  en privado. El privado, además, busca todo el tiempo vivir su vida independientemente de lo público y sin que eso modifique mis actitudes. Me gusta salir a caminar, estar con la gente, hacer las compras y los trámites que hace todo el mundo. Yo no utilizo la notoriedad como un privilegio. Si tengo que hacer una cola, la hago. Me gusta exponerme a eso, decir “hoy tengo que ir al supermercado”. Me gusta esa experiencia, sabiendo que la gente se te va a acercar, otros no se dan cuenta y otros murmuran. Ahora, algunos murmuran para hablar bien de vos y otros para hablar mal.

¿Cuánto del médico que sos hay en el periodista que sos?
Mucho. Comencé a estudiar periodismo simultáneamente con la medicina. En 1973, cuando empecé Periodismo, había examen de ingreso en la Facultad de Medicina.  Así que terminé la carrera de Periodismo –que era más corta– cuando estaba en segundo año de la Facultad. Durante casi veinte años mi vida fue un paralelismo de carreras, hasta que tomé la decisión de dejar la medicina: estaba muy contaminada por el tema de la notoriedad pública. Igual, la formación médica está muy presente en el periodista. Los periodistas interrogamos, los médicos también. Con una formación médica como la que pudimos tener, aprendimos mucho de interrogatorio. Sabés lo que sirve eso, ¿no? El segundo elemento es el ojo clínico. Vos sabés cuándo alguien te está mintiendo. ¡Lo sabés!

¿Te pasa a menudo esto de que sientas que te están macaneando?
Mucho, casi todo el tiempo.

¿Cuándo surge ser periodista?
Decidí ser periodista y médico a los 12 años. Iba a un colegio católico, Nuestra Señora del Lujan,  en Villa Pueyrredon. Había mucha actividad extracurricular y una era el periodismo. Me atrapó y desde ese momento dije que iba a ser periodista y médico.

¿Y la medicina cómo surge?
Creo que la medicina en mi vida está vinculada con lo que te muestro. Mi cara tiene cicatrices que son producto de un cuadro muy severo que tuve a los quince días. No recuerdo eso, pero sí está el relato de mis padres. Tuve erisipela gangrenosa, inadecuadamente tratada, y eso originó a una necesidad de quita de tejidos muy fuerte que puso en riesgo mi vida. A esa edad, estuve quince o veinte días en coma.

¿A los quince días?
Sí. Así que eso originó la necesidad de reconstruir. Tengo siete operaciones, desde el mes de vida hasta los 14 años. Creo que eso debe haber tenido mucho que ver en la inmersión de lo médico.

Una experiencia muy personal con el sufrimiento pero, también, con la reparación.
Totalmente. De las tres últimas operaciones me acuerdo.

¿Aparecía el miedo a la muerte?
No. Nunca tuve el miedo a morir. Apareció un sentimiento de desafío porque eran cosas muy visibles. ¿Viste que, en el colegio, los chicos pueden ser crueles con las cicatrices y eso? Yo no sufrí nada que me diferenciara, lo sentía así y agradezco a los excelentes médicos que me trataron. Luego, me generó un desafío en el periodísmo, sobre todo con la televisión. Yo lo cuento para estimular a otros. Me llamaron para hacer algo de medicina en el ‘94, fui y lo hice. Estaba para firmar el contrato en Cablevisión. Un gerente me llamó y me dijo: “No va a poder trabajar jamás en televisión con esas cicatrices, así que ese contrato no se va a firmar nunca ”.

Qué omnipotente: nunca va a poder.
“Olvídese Nelson”. ¡Me acuerdo! Le dije: “Despreocúpese, va a ver que puedo. Mi capital es lo que yo piense y diga, no mi cara”. El destino a veces tiene paradojas: al año siguiente fue quien me llamó para hacer el programa político. Me pidió disculpas y, obviamente, se las di porque cualquiera se puede equivocar.

Hubo toda una sana defensa en vos, no planeada, que tal vez tendrá que ver con la relación con tus padres.
Sí, yo eso lo agradezco mucho a mi mamá y a mi papá. Son personas muy sencillas. Mi papá es carpintero y mi mamá, ama de casa. Le agradezco mucho al colegio. Yo participaba plenamente de todo.

Si uno se acepta y se amiga con el que es, entonces uno se quiere. Y no sólo eso: además, uno se gusta. Pero cuando uno se gusta, pasa otra cosa: también le gusta al otro.
Sí. Por supuesto que en la vida publica y a veces en la confrontación, el tema de la cicatriz da origen para alguna burla. Agradezco mucho que lo pude superar.

Una agresión estúpida y banal que, más que herir, enaltece.
Por supuesto. Por eso estas cosas las tomo y las cuento para transmitir al otro la voluntad de animarse. Esto de poder y superar es algo de lo que puedo hablar habiéndolo vivido.

Tenés una relación muy estrecha con tus padres.
Muy buena. Me estimularon. Tuve una enseñanza muy libre. Siempre confiaron y me dejaron hacer. Lo valoro mucho. Tuvieron una actitud de no decir “pobre pibe, le pasó esto”; decían “andá y disfrutá la vida”. Tuvieron eso de exponerme a todas las cosas. No hubo una actitud sobreprotectora.

¿Hubo muchos momentos difíciles?
Sí, hubo y estoy feliz de eso. Los habrá también. Estoy feliz de haberlos comprendido con mis convicciones y de haberlos podido superar. Eso me da fuerza interior. Me gusta transmitirlo a los jóvenes, aunque es difícil porque vos lo transmitís pero también hace falta la experiencia.

¿Sentís que tenés alumnos?
Me siento con la obligación de transmitir lo que me transmitieron. No sólo lo técnico, sino lo que me enseñaron en concepto de vida, en formas de vida.

Utilizás mucho la palabra “verdad” en tu trabajo. Como una premisa que querés que quede clara no sólo entre el interlocutor y vos, sino también con el que está escuchando.
Sí, correcto. Con esa idea yo trabajo, con ese concepto de verdad. Con la aproximación franca al tema, que después puede ser discutible o no, pero la actitud de expresar : “Acá lo que hay que preguntar es esto, esto y esto”. Es decir, no me puedo hacer el distraído y no preguntar sobre algún tema.

Hay como una simultaneidad de representaciones que me surgen tuyas. Por un lado, un hombre sociable, contactado y accesible; por el otro, uno mucho más personal, en singular, como solitario.
Sí, disfruto mucho de mis momentos.

Tuyos y de nadie más.
Tengo una vida de exposición, pero no me ves en la vida social intensa. Para mí, es muy importante mi vida personal. No lo digo en términos egoístas.La preservo intencionalmente. No porque tenga algo que ocultar, sino que me da la tranquilidad de decir: “Tengo este espacio y es mío”. Entonces voy a tomar clases de piano, voy a hacer esto y lo otro. Lo valoro.

¿Te hacés muchas preguntas de vos mismo? ¿Te indagás desde una ajenidad que te permita mirarte de otro modo al convencional?
Una cosa que me está pasando con el programa de televisión de TN es que a la gente lo que más le sorprende es verme reír. El juego limpio no es un programa para reírse. Si me vieran allí riéndome, dirían “¡qué le pasa!”. Se dio la oportunidad de estar en un programa y hacer algo por lo que digan: “Ah, mirá, se ríe y habla de fútbol, juega”. Soy una persona.

El programa de la tevé está disolviendo un estereotipo, ¿no?
Soy muy agradecido de la vida porque soy el que quise ser. Por lo tanto, no me exige ningún esfuerzo decir “acá tengo que decir tal cosa”. Eso me simplifica la vida. El otro elemento es decir que quiero ser como soy.

Decís “soy lo que soy”, pero hay una frase más fuerte: “Soy el que quiero ser”.
No tengo cuestionamientos. Pueden decir  me gusta o no me gusta, pero un  aspecto que tengo claro y que no sacrifiqué es el del deber ser por el qué quiero ser. Estoy convencido de los valores, eso me quitó muchas tensiones. Cuando tenés que vivir en pos del estereotipo, se te genera una problemática enorme que te cuestiona, porque empezás a resignar cosas de tu auténtico ser.

¿Hubo pérdidas fuertes en tu vida?
No. Afortunadamente viven mi mamá, mi papá, mi hermano Daniel, con quien tengo una gran relación, y mi familia.

¿Otras pérdidas importantes?
No. Tuve proyectos y se cumplieron.

¿Frustraciones?
No. Momentos duros, sí. Los momentos de adversidad fueron muy importantes en mi vida, me generaron nuevos desafíos y me orientaron por el camino. Por eso, cuando los veo retrospectivamente, pienso: “Este es el camino por el que quería caminar”.

La tuya parece una historia en la que hubo que ganarle a la adversidad, desde los quince días. Me da la sensación de algo así: “Me hicieron nacer y, después de los quince días, volví a nacer y yo intervine mucho para que así fuera”.
Seguro, fue así. Para mis padres fue una lucha. Tenían pocos recursos económicos así que tuvieron que lucharla dramáticamente. El sentimiento de lucha está profundamente en mí.

¿Estás contento con tu vida y con el amor?
Sí. Yo estoy soltero, no llegó en mi vida la pareja.

¿Soltero voluntario y disponible?
Por supuesto.

No lo vivís como una falta que tenés que llenar.
No, se lo dejo a la vida. Hay gente que no puede vivir así y demás. Siempre lo comento porque da origen a la fantasía de la gente, de lo público, un montón de fantasía. Durante mucho tiempo, sobre todo en la época de Carlos Menem, en un intento por desacreditar, hubo quien creía que yo era un homosexual. Por motivos de rumores de pasillos, redes sociales y demás. ¿Qué problema habría? Eso forma parte de la vida pública.

Lástima que, a veces, la luz es usada para distorsionar.
Por eso hablo de la tranquilidad que me da decir que soy esto que ves.

Vos sos una persona generosa. Tenés una dedicación atenta a escuchar y  a dar existencia al otro. También sabés pedir.
Te lo agradezco. Para mí es importante, a mí me gusta mucho dar. Me va bien en la vida, entonces me surge la posibilidad de dar y lo hago con alegría. Hay otra cosa que le agradezco a la vida y es que no soy víctima de la envidia, no soy prisionero de eso ni del rencor.

Tenés una gran pasión que es la música. Estás estudiando para director de orquesta.
Fui concertista de guitarra. Y ahora tomo clases de dirección de orquesta. Forma parte de un hobby que me da pasión. Es una disciplina de una gran abstracción. En tu mente está ese rol y tenés que representar lo que va a sonar. El director de orquesta tiene un componente sociológico, la orquesta sinfónica tiene una estructura sociológica fenomenal: cien personas que deben reunirse en pos de un objetivo que es hacer sonar algo y deben superar con ese objetivo sus problemas.

¿Has sido amenazado?
Algunas veces.

¿Qué te pasa con el miedo?
No tengo miedo, pero respeto mucho el miedo de los que lo tienen.

Tal vez no sea sólo respetar, sino que lo comprendés de un modo que es acompañar al otro.
Tenés razon. Yo recibí intimidaciones y las pude enfrentar. Salvo una que se hizo pública contra mi voluntad. No sentí la necesidad de ventilarlas.

¿Han intentado corromperte?
Sí, dos o tres veces.

¿Te sorprendió?
No, no me sorprendió. La política, en la Argentina, tiene un índice de corrupción altísimo. Por supuesto que hay políticos honestos. Hay una idea de que no sólo la corrupción en la política está, sino que es natural que esté. Eso me alarma. En algunos países, la corrupción existe y hay un concepto de que es mala, inaceptable y, en cuanto se identifica, se sanciona. En la Argentina, no. Es grave y es un problema que refleja un mal social, porque la dirigencia argentina sale de la sociedad argentina.

¿Te gusta ser protagonista de esta época o hubieras preferido otra?
Me gusta esta época. Todas tienen algo. La condición humana ha estado presente en todas las épocas y lo que estamos viviendo son los emergentes de una condición humana. Hoy la vida tiene un nivel de exhibicionismo muy grande, donde nada se oculta.

Es complejo porque si nada se oculta, no hay secreto.
Hoy estamos viviendo en una sociedad así. La del Facebook.

En el contexto de una sociedad de este tipo,  vos tenés preocupaciones que llevás a la práctica a través de tu trabajo asistencial.
A veces te quieren pintar acciones así  como sobrehumanas y no es cierto. San Martín no era sobrehumano, tenía un montón de defectos humanos. Tuvo una amante, un matrimonio inexistente y mirá lo que hizo. ¡Pero era humano! Fue un mal político, pero mirá lo que generó.

Habría que discutir con lucidez la diferencia entre tolerancia y complicidad. ¿Cuál es un gran sueño tuyo? Algo que te gustaría concretar.
Hay uno que es un sueño que tenemos con la música. La música es un elemento integrador y hay muchos proyectos en ese sentido. Nos gustaría hacer un pequeño aporte con la creación de una orquesta sinfónica juvenil, que pudiera ser un instrumento más para ayudar a chicos de lugares carenciados. Es una idea en la que estamos trabajando y que me gustaría mucho concretar. Exige esfuerzos. Es el proyecto al cual le vamos a poner la libido para dejar cosas que sirvan cuando uno no esté, para que sigan estando y signifiquen cosas para la gente.

Gracias, Nelson.
A vos, José. Valió la pena.

© Escrito por José Eduardo Abadi el domingo 15/03/2015 y publicado por la Revista Viva de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Una visita a la isla de los silencios… De Alguna Manera...

Una visita a la isla de los silencios… 

  
En 1979, la isla fue usada para llevar prisioneros que había que esconder por la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Denunciada desde la democracia, fue ubicada por sus sobrevivientes y recién ahora, tras más de treinta años, finalmente inspeccionada por la Justicia.

El apostadero de Prefectura de San Fernando aparece al borde de la costa, contra el fondo de un camino de tierra. De a poco llega un fiscal, los abogados de las querellas y los defensores de los marinos de la Escuela de Mecánica de la Armada. Un prefecto toma nota de los nombres. Hay veinte lugares disponibles. Luego van llegando siete sobrevivientes del centro clandestino. Todos suben a bordo de una embarcación para hacer el recorrido de tres horas que los sobrevivientes hicieron encapuchados y engrillados, más de treinta y cinco años atrás. “¡Lancha rara era esa! –dice uno de los siete, Víctor Basterra–. ¡Mas que lancha, era un lanchón! Nos habían tirado una lona encima, siempre con capucha, pero la lona era para que no nos viera la gente.”

El viaje es hacia la isla El Silencio, ubicada en la segunda sección del Delta en la localidad de San Fernando, donde funcionó transitoriamente un centro clandestino de detención. Entre agosto y septiembre de 1979, el GT3.3.2 llevó ahí a unos 40 prisioneros para esconderlos durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la ESMA. La isla fue numerosas veces denunciada. Lo hicieron los sobrevivientes y el CELS, que documentó la relación del predio con el Arzobispado de Buenos Aires y la venta de la isla al GT de la ESMA. En los ’80, casi a tientas, un grupo de sobrevivientes logró encontrar finalmente su ubicación, pero la Justicia tardó treinta años en hacer algo. Recién la allanó en 2013, y lo más sorprendente para quienes estuvieron en uno y otro momento fue que todo estaba como en 1979, como congelado en el tiempo. Hallaron la piedra de afilar machetes, un buggy derruido, un mueble de cocina y la cocina económica. La isla pasó por varias manos desde aquel momento. La Justicia investiga las trasferencias. Sobre la isla pesa una orden de no innovar y un pedido de los sobrevivientes para que se expropie. La semana pasada, el TOF 5 a cargo del juicio oral de la ESMA hizo una inspección ocular. Hacia allí fue el barco.

“Siempre hemos declarado la existencia de la isla”, dice durante el viaje Enrique “Cachito” Fukman. “La primera vez que se hizo algo fue hace dos años. Por eso preguntamos cuáles son los motivos por los que la Justicia en estos treinta años nunca allanó. Lo que pensamos es que tiene que ver porque obviamente está involucrada la Iglesia en toda esta situación: al haber sido una isla de la curia, aclaremos que en la década del ’60, a esta isla, venía (Antonio) Caggiano por ejemplo que era el Arzobispo de Buenos Aires. Se hacían almuerzos con los seminaristas. Con esto estamos diciendo que por acá pasaba la cúpula del Episcopado.”

En el viaje, se van presentando otros que viajaron a la isla en distintos momentos de 1979. Hay dos de la “perrada”, Alfredo Ayala “Mantecol” y Leonardo “Bichi” Martínez, parte de los detenidos obligados a hacer tareas de mantenimiento en la ESMA y en estructuras satélites, como estas casas operativas o en las robadas y revendidas para el saqueo. Hay tres que fueron asignados al “trabajo esclavo”: Fukman, el “Sueco” Carlos Lordkipanidse y Angel “Taita” Strasseri. Y hay dos “capuchas”, Víctor Basterra y Osvaldo Barros, dos de los 15 a 20 detenidos-desaparecidos que permanecían encapuchados, engrillados y hacinados abajo de la Casa Chica de la isla. Era en una estructura construida entre los pilotes, con paredes de barro, donde la mayoría pasaba los días tirados en lonas sobre el suelo de tierra.

“Antes de la venta, esta isla se la dieron a (el cura Emilio) Graselli, que era el que ya la estaba administrando. Casi podríamos decir que fue un armado previo para hacer el negocio con la Armada: porque se la vende a la Armada en una venta fraudulenta. El GT la compra, no a nombre de ninguno de ellos sino usando los documentos de (Marcelo Camilo) Hernández, que era un secuestrado que había sido liberado y estaba en el exterior. Entonces la compra era fraudulenta. Y Graselli sabía.”

La mayor parte de los sobrevivientes viaja ahora en cubierta. Basterra cada tanto se para, da vueltas. Son casi las once de la mañana y el sol es fuerte. Los prefectos sirven un plato de galletas. El Bichi Martínez tiene una foto. Es de los que mas estuvo en la isla. Los de mantenimiento habían viajado con el prefecto represor Héctor Febres un fin de semana a evaluar arreglos. Volvieron más tarde con chapas y maderas. En la foto, a Bichi se lo ve elegante, con ropa de sábado a la noche, entre tres suboficiales. Los Verdes. La escena es de un club de la zona, parte de un baile, según cuenta, un día en el que después de hostigarlos, los suboficiales eran capaces de llevarlos a pasear.

“Cuando volvimos nos trajimos todos los elementos para trabajar en la reparación de la casa –dice Mantecol–. Reparamos la Casa Grande, el piso y los techos. Me acuerdo varias anécdotas, como cuando encontramos un panal de abejas. Abajo de la casa cambiamos los postes deteriorados. Pusimos un baño en condiciones. Le pusimos ducha porque no tenía. Pero lo primero fue el muelle: arrancamos por ahí, porque era un pedazo de madera. Y después hicimos de nuevo el puentecito que iba de una a otra casa.”

Como en 1979, el viaje a la isla toma tres horas. La última escala es a unos mil metros de la isla, en el puesto de Prefectura ubicado entre el Paraná Mini y el Chañá-Mini. Los jueces ya llegaron, en helicóptero.

La casa sin aire

La isla El Silencio sigue teniendo las dos casas. En la Casa Grande alojaron al grupo de secuestrados enrolados en el trabajo forzado y lo que el GT llamó proceso de recuperación. En la Casa Chica, a unos metros de distancia y separada por el pequeño puente, estaba el resto de los prisioneros, tabicados, ubicados entre paredes húmedas, un hueco ganado a la tierra, en condiciones deplorables. Entre los que estaba el grupo Villaflor, Juan Carlos Anzorena y el vasco Urretavizcaya.

En aquellos días, la isla tenía sus rutinas. En la cocina estaban tres prisioneras, Thelma Jara de Cabezas, Blanca “Betty” García Alonso de Firpo y Lucía Deón. Thelma llegó un poco más tarde que el resto de los detenidos, después de una gira de falsas entrevistas y propaganda en Uruguay. Las tres mujeres hacían comida para los prisioneros y para los guardias. Dicen que Thelma decía que cuando comían cosas sabrosas se ponían de mejor humor. En esos días también comieron mejor los de Capucha: muchas veces recibían mejor comida, porque se las llevaban sus compañeros, porque los guardias no querían ni siquiera acercarse por el olor.

“El grupo de tareas tenía plantaciones”, dice Fukman. “Había de álamos y antes había sauces y fornio, una planta de hojas muy filosas con la cual después se hace hilo. Lo primero que nos hacen hacer es abrir una picada a machetazos. Vos decís ¿cómo nos daban machetes? Muy sencillo, íbamos en fila desmalezando y ellos estaban a los costados con los fusiles automáticos. ¿Viste las películas que aparece el tipo con el fusil y los esclavos? Bueno, igual pero esto no era una película.”

La isla así pensada parece una unidad productiva aparentemente importante. ¿Cómo era eso del tractor?, les preguntó Obligado a los sobrevivientes. Ellos dijeron que después de desmalezar, un grupo cortaba árboles con motosierras; otro hombreaba los cortes y los cargaban en un tractor. El tractor acercaba los cortes a la costa, los bajaban y los subían a una lancha.

–¿De qué empresa era esa lancha? ¿Los vendían? –preguntaron los periodistas.

–Era una empresa privada. Lo vendía el GT. El GT tenía mano de obra gratis con esto, ¡qué más querían!. Y el otro trabajo que hacíamos era cortar las hojas de fornio. Tenías que usar guantes porque sino te cortabas, porque es muy filosa. Había que juntar todo. Llevarlas a la costa y después se la llevaban.

La estadía de ellos en la isla duró alrededor de un mes, aunque algunos de la “perrada” volvieron a hacer trabajos esporádicos. Mientras estuvieron todos, cuentan, los trabajos se hacían a la mañana. Después se almorzaba. Y a la tarde había partido o como dicen ellos: falsos partidos. “Se hacían los falsos partidos: nos decían que si ganábamos nos mataban, pero por más que nos decían así siempre ganábamos.”

Abajo

En el muelle había un cartel con el nombre El Silencio. Desde la costa todavía se ve la Casa Grande, sostenida por los pilotes típicos del Delta. En un costado, una cocina vieja apoyada a una escalera reemplaza los primeros escalones. Por ahí suben, con dificultad, el juez Obligado, la jueza Adriana Paliotti y Leopoldo Bruglia. Un secretario pregunta en voz alta quién es quién y mientras calcula cuánto más puede resistir esa escalera que es una de las entradas a la casa. Suben los sobrevivientes. Y el resto.

–Esta es la entrada que estaba habilitada en ese momento –dice uno, a modo de guía.

–Mostrar, muestre lo que quiera –le dice el juez–, pero no haga valoraciones.

–Esta es la Casa Grande... –intenta seguir.

—¡Un minuto que lo van a filmar! –lo interrumpen.

–Esto es lo que se llamó la Casa Grande –comienza de nuevo– que es el lugar donde estábamos aquellos que estábamos en estado de esclavitud. Los “capucha” estaban en la otra casa. A esta se subía por este lado. Y se entraba por acá, directamente en lo que es la cocina.

Adentro está todo como estaba, lo que impresiona. El mueble en esquina. La cocina económica. Los techos. Los pedazos de madera de la galería que Mantecol alguna vez cambió. También hay huellas de posters más nuevos. Y marcas que indican que la casa recientemente se usó. El Sueco Lordkipanidse pasa de un cuarto al otro. Les habla a los jueces. Les dice dónde estaban ellos. Dónde las mujeres. Dónde dormían los suboficiales. Acá está el mismo mueble, dice. Los baños.

Osvaldo Barros, como perdido, entra buscando la puerta de un baño, el único momento en el que estuvo en la Casa Grande porque estaba en la Capucha, y ese momento fue el único día que los llevaron a ducharse.

El Sueco entonces pasa a otro cuarto. Y vuelve a pasar. Y de pronto dice, bueno, ya está, salgamos de acá.

Tardó tres horas en llegar. O tres décadas. Ahora está ahí. Entró hace relativamente poco. El fiscal Guillermo Friele en la puerta dice que lo más importante de este lugar es eso: que no cambio nada. Que es como entrar a la ESMA. El Sueco también piensa lo mismo, pero no está tan seguro de las razones: “No sé hasta qué punto esto es un mensaje”.

En la casa chica un secretario pregunta algunos datos. Víctor Basterra saca una foto. “Esta parte de arriba era la habitación de los guardias –dice Basterra–. Muchas noches los guardias venían todos borrachos, se ponían a bailar, a zapatear. Caía una nube de polvo sobre nosotros. Provocó gritos, ataques de nervios porque era un ruido infernal. Me acuerdo que una noche fue tal el lío que hicimos, los gritos que pegamos nosotros, que vino un oficial y paró un poco lo que estaban haciendo arriba los guardias.” El piso se movía. Abajo había varios sobre el suelo, pero también había dos cuchetas de metal con las mujeres. Uno de esos gritos era de la Gallega, María Elsa Garreiro Martínez, la esposa de Raimundo Villaflor, tenía la cara pegada a la viga del techo, el piso de la casa de arriba.

El secretario del juzgado escucha. Hace cuentas mentales otra vez. Esta vez dice algo, el terror, el estado de pánico.

© Escrito por Alejandra Dandan el domingo 15/03/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




Cuervos vs. Quemeros, mitos tribuneros... De Alguna Manera...

Un clásico parejo en tiempos modernos. Mitos tribuneros para relativizar con números…


Que quede claro que esto es un juego periodístico. Ya que a algunos hinchas de ciertos equipos les gusta parcializar la historia desde donde les conviene en lugar de contarla completa como oficialmente la registra la AFA (1891-2014), pues entonces vamos a seguir esta corriente del recorte en el clásico de barrio más grande del mundo.

EraPartidos
Jugados
Ganados
San Lorenzo
Partidos
Empatados
Ganados
Huracán
Goles de
San Lorenzo
Goles de
Huracán
Primera división amateur (1915-1930)7520114
Primera división profesional (Desde 1931)4154733941284203
Otros torneos oficiales (Desde 1918)104331513
Subtotal de partidos oficiales171824444310220
Torneos y partidos amistosos (Desde 1918)195772526
Total190875151335246

Desde 1969 hasta la actualidad (últimos 45 años), en 76 duelos disputados, San Lorenzo ganó 29 veces el clásico y Huracán venció en 24 oportunidades, con 22 empates y un partido que se les dio por perdido a ambos, considerando sólo partidos de Liga (Torneos de Primera División Regulares). Resumen: ¡sólo 5 partidos de diferencia!!

Por consiguiente, el clásico en las últimas cinco décadas resulta por demás parejo. Con aquel triunfo del Globo en el Viejo Gasómetro por 2 a 1 allá por 1969 con un recordado gol de Rodolfo Fito Vilanova, Huracán quebraba definitivamente un predominio de su rival que abarcó un largo período en los 50 y los 60. La continuidad en los 70 ya en la era de los Brindisi, los Babington, los Ardiles y los Houseman ratificó una paridad naciente que persiste hasta nuestros días con una diferencia ínfima si se toma en cuenta que son cuatro décadas y media de enfrentamientos.

Si se considera la historia de los últimos 40 años la diferencia es más corta todavía ya que desde 1976 a la actualidad, sobre un total de 55 clásicos, San Lorenzo triunfó en 20 oportunidades y Huracán ganó 18 veces con 16 empates y un partido que se les dio por perdido a ambos clubes.

Igualmente, nobleza obliga por supuesto, se cuenta todo completo y San Lorenzo tiene una ventaja importante que los Quemeros reconocemos con hidalguía tribunera, algo que no hacen la mayoría de los hinchas del vecino rival cuando de nuestros 12 indiscutibles títulos oficiales se habla, en una clara postura de deshonestidad intelectual.

En conclusión, la frase “a estos les ganamos siempre” es puro verso de tablón, sólo folklore. Lo dice la estadística: 29 a 24 en 45 años no es ganar siempre…

El detalle desde 1969 al 2014:

Metropolitano 1969 San Lorenzo 1 – Huracán 2 El Gasómetro
Metropolitano 1969 Huracán 3 – San Lorenzo 1 La Bombonera
Nacional 1969 San Lorenzo 2 – Huracán 1 El Gasómetro
Metropolitano 1970 Huracán 3 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1971 Huracán 1 – San Lorenzo 5 La Bombonera
Metropolitano 1971 San Lorenzo 2 – Huracán 0 El Gasómetro
Nacional 1971 Huracán 0 – San Lorenzo 3 Don León Kolbovsky
Metropolitano 1972 San Lorenzo 2 – Huracán 2 El Gasómetro
Metropolitano 1972 Huracán 3 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Nacional 1972 San Lorenzo 3 – Huracán 0 El Cilindro
Metropolitano 1973 Huracán 2 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1973 San Lorenzo 1 – Huracán 0 José Amalfitani
Nacional 1973 San Lorenzo 2 – Huracán 2 La Bombonera
Metropolitano 1974 Huracán 0 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1974 San Lorenzo 0 – Huracán 2 El Gasómetro
Nacional 1974 Huracán 2 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Nacional 1974 San Lorenzo 2 – Huracán 2 El Gasómetro
Metropolitano 1975 San Lorenzo 1 – Huracán 0 El Gasómetro
Metropolitano 1975 Huracán 1 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Nacional 1975 Huracán 0 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Nacional 1975 San Lorenzo 2 – Huracán 2 El Gasómetro
Metropolitano 1976 Huracán 3 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1976 San Lorenzo 1 – Huracán 3 El Gasómetro
Metropolitano 1976 Huracán 4 – San Lorenzo 2 La Bombonera
Nacional 1976 San Lorenzo 1 – Huracán 2 El Gasómetro
Nacional 1976 Huracán 2 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1977 San Lorenzo 2 – Huracán 2 El Gasómetro
Metropolitano 1977 Huracán 1 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1978 Huracán 2 – San Lorenzo 3 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1978 San Lorenzo 2 – Huracán 1 El Gasómetro
Nacional 1979 San Lorenzo 1 – Huracán 2 El Gasómetro
Nacional 1979 Huracán 1 – San Lorenzo 3 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1980 San Lorenzo 2 – Huracán 1 José Amalfitani
Metropolitano 1980 Huracán 1 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Nacional 1980 San Lorenzo 1 – Huracán 2 Tomás A. Ducó
Nacional 1980 Huracán 2 – San Lorenzo 3 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1981 Huracán 1 – San Lorenzo 3 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1981 San Lorenzo 0 – Huracán 1 La Bombonera
Metropolitano 1983 Huracán 2 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1983 San Lorenzo 2 – Huracán 1 José Amalfitani
Metropolitano 1984 Huracán 2 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Metropolitano 1984 San Lorenzo 1 – Huracán 1 Don León Kolbovsky
Primera División 1985/86 San Lorenzo 0 – Huracán 0 La Bombonera
Primera División 1985/86 Huracán 1 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Apertura 1990 Huracán 0 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Clausura 1991 San Lorenzo 0 – Huracán 1 Ferro Carril Oeste
Apertura 1991 Huracán 2 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Clausura 1992 San Lorenzo 2 – Huracán 2 José Amalfitani
Apertura 1992 Huracán 1 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Clausura 1993 San Lorenzo 1 – Huracán 0 José Amalfitani
Apertura 1993 San Lorenzo 1 – Huracán 0 José Amalfitani
Clausura 1994 Huracán 2 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Apertura 1994 Huracán 1 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Clausura 1995 San Lorenzo 3 – Huracán 0 Nuevo Gasómetro
Apertura 1995 San Lorenzo 5 – Huracán 0 Nuevo Gasómetro
Clausura 1996 Huracán 1 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Apertura 1996 Huracán 1 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Clausura 1997 San Lorenzo 5 – Huracán 1 Nuevo Gasómetro
Apertura 1997 San Lorenzo PP – Huracán PP Nuevo Gasómetro
Clausura 1998 Huracán 2 – San Lorenzo 1 José Amalfitani
Apertura 1998 San Lorenzo 2 – Huracán 0 José Amalfitani
Clausura 1999 Huracán 1 – San Lorenzo 1 José Amalfitani
Apertura 2000 Huracán 2 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Clausura 2001 San Lorenzo 1 – Huracán 1 Nuevo Gasómetro
Apertura 2001 San Lorenzo 0 – Huracán 1 Nuevo Gasómetro
Clausura 2002 Huracán 1 – San Lorenzo 1 Tomás A. Ducó
Apertura 2002 Huracán 0 – San Lorenzo 4 Tomás A. Ducó
Clausura 2003 San Lorenzo 4 – Huracán 0 Nuevo Gasómetro
Apertura 2007 San Lorenzo 1 – Huracán 1 Nuevo Gasómetro
Clausura 2008 Huracán 0 – San Lorenzo 0 Diego A. Maradona
Apertura 2008 Huracán 1 – San Lorenzo 4 La Bombonera
Clausura 2009 San Lorenzo 0 – Huracán 1 La Bombonera
Apertura 2009 Huracán 0 – San Lorenzo 2 Tomás A. Ducó
Clausura 2010 San Lorenzo 3 – Huracán 0 Nuevo Gasómetro
Apertura 2010 Huracán 3 – San Lorenzo 0 Tomás A. Ducó
Clausura 2011 San Lorenzo 3 – Huracán 0 Nuevo Gasómetro

© Escrito por Roberto Guidotti el viernes 13/03/2015 y publicado por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán e la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.