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martes, 25 de julio de 2017

La Playa nudista Cap D'Agde... @dealgunamanera...

Cap D’Agde, la playa nudista donde se practica sexo público…

La Villa nudista Cap D'Agde. Foto: Twitter

Desde hace algunos años, el lugar se ha convertido en la capital europea del libertinaje y en el mayor complejo de naturalismo del mundo.

© Publicado el martes 25/07/2017 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En Francia hay un lugar donde no hay restricciones y todo está permitido, incluso el sexo en público. Se trata de Cap D’Agde, un balneario nudista ubicado en las costas del mar Mediterráneo.


Desde hace algunos años, el lugar se ha convertido en la capital europea del libertinaje y en el mayor complejo de naturalismo del mundo.

Aquí las personas practican el nudismo como un estilo de vida, ya que lo consideran como la forma más directa y sencilla de entrar en contacto con la naturaleza y el entorno, derribando los prejuicios que impone la sociedad moderna. El nudismo no sólo está establecido en Cap D’Agde, sino que es obligatorio en algunos lugares.


La principal atracción de Cap D’Agde es su playa, la que está dividida en tres partes. Una sección familiar, de un kilómetro, y otra sección de dos kilómetros donde los asistentes pueden dar rienda suelta a la lujuria sin tapujos. Parejas y grupos practicando sexo, swingers y uno que otro voyerista son la tónica. Esta zona, a su vez, está dividida en un sector para homosexuales y otro para heterosexuales.

En las arenas de este balneario todo está permitido, pero en la calle no se puede tener sexo en público. Si una o más personas son encontradas por un oficial en el acto, se arriesgan a una multa de 15 mil euros. Todo queda en la playa, eso es ley.



Un bono de acceso al balneario cuesta 45 euros, pero muchos turistas prefieren pagar 8 euros —o 18 si se entra en auto— para sólo estar unas horas en el lugar.


domingo, 24 de julio de 2016

Mariano Albornoz. Viajero del Mundo con una Yamaha XTZ 125 c.c. @dealgunamanera...

El cartero de Vicente López que recorrió el mundo en moto…

De vuelta en casa: Mariano Albornoz en la playa de Vicente López, con su Yamaha. Recorrió 115 mil kilómetros a través de 42 países en su moto.

Visitó 42 países. Mariano Albornoz hizo 115 mil kilómetros en una Yamaha que no supera los 80  por hora.

© Escrito por Jorge Sánchez el domingo 24/07/2016 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Explorar nuevos horizontes y conocer los imponentes paisajes que ofrece el mundo es un sueño que puede ser común a cualquier alma aventurera. Mariano Albornoz (31), cartero y vecino de Vicente López, lo pudo hacer realidad: con su moto, “La Prima” –en honor a su perro–, recorrió más de 40 países de tres continentes diferentes en poco menos de tres años.

El club de sus amores, Platense, fue el escenario que lo vio partir, en agosto de 2013: “Viajar es una adicción que no tiene remedio. Y las motos son mi otra pasión, por lo tanto si unís las dos, se forma un cóctel explosivo”, explica.

Y reconoce al elemento fundamental para hacer posible su sueño: “Mi fiel e inseparable compañera de hierro, la que no me defraudó en todo el tiempo que duró esta travesía, fue mi Yamaha XTZ 125cc, la cual no supera los 80 kilómetros por hora. Se la bancó estupendamente, aunque obviamente más de una vez le tuve que tener paciencia”, cuenta entre risas.

La lista de países que vieron pasar a Mariano y su moto es extensa: son 42, en un total de 115.000 kilómetros de recorrido. Desde algunos de los más turísticos como Alemania, Holanda, Francia o Japón, hasta otros que al escuchar su nombre cuesta dilucidar en qué continente se encuentran, como Moldova y Uzbekistán.

“Rusia fue uno de los países más interesantes por descubrir, no sólo por ser el más grande del mundo, sino por su gente, tan particular. Nunca me voy a olvidar cuando Oleg, presidente de un motoclub que me recibió en Rusia, me mostró un mapa gigante explicándome las distancias y caminos que llevaban de San Petersburgo o Moscú al interior del ex país comunista. Y otra enseñanza que me dejó es que nunca hay que negarle un vodka a un ruso”, indica entre risas.

“Otro lugar que me marcó fue Mongolia. Allí, muchas de las cosas que tenía en la cabeza se me dieron vuelta. Me sentía como si hubiese retrocedido cien años en el tiempo, no sé cómo explicarlo. Me di cuenta que para vivir no hace falta tener esos supuestos lujos de occidente. Y si nos dejamos llevar por la obsesión del consumo estaríamos transitando el camino equivocado”, recuerda reflexivo.

Muchos aprendizajes y sobre todo una visión que no pueden tener todos acerca del mundo: “Conocí personas fabulosas a lo largo del camino, transité desiertos, selvas, lagos. crucé montañas, mares y océanos pero por sobre todo he visto gran parte del planeta en el que vivimos, y eso es lo más bello de todo esta movida que hice”, asegura.

Y señala: “Mucha gente me preguntó si era rico, si tenía empresas o si mi familia era adinerada. Pero yo les dije que nada de eso. Todo depende de uno, el sol, las rutas y los ríos son los mismos para todos. La única diferencia está en como lo ves vos”.

Un pilar importantísimo a la hora de incursionar en sociedades y culturas diferentes fueron los cientos de personas que comparten su misma pasión por el motociclismo y lo ayudaron a lo largo de todo el trayecto: “A medida que iba avanzando la gente era cada vez más hospitalaria. Era difícil comunicarme ellos pero me esperaban en las rotondas de cada ciudad para que no me pierda. Cosas así marcaron la diferencia”, cuenta.

El punto final de su viaje fue en Japón. Tras problemas por papeles tuvo que emprender la vuelta: “Voy a estar un tiempo acá, para después ver cómo continuar con lo que me faltó recorrer, desde Turquía hacia el sudeste de Asia cruzando Medio Oriente e India. Mientras tanto estaré aquí como uno más del montón paseando desapercibido por el barrio, pero al ver una moto llena de calcomanías sabrán que es la mía”, avisa.






domingo, 15 de noviembre de 2015

El Estado Islámico y la realidad... @dealgunamanera...

El Estado Islámico declaró una guerra global...

Contexto. Los ataques en París se inscriben en la misma lógica de extrema violencia que caracterizó las tres operaciones anteriores, destinadas a “sancionar” a los enemigos del EI, que en los últimos meses intensificaron su participación en la guerra contra los yihadistas en Siria. Ahora faltarían Irán, Estados Unidos y varios países europeos. Foto: AFP

Las cinco horas que duró el múltiple ataque en París permitieron comprender, entre otras cosas, que se amplió el perímetro de la confrontación con el terrorismo yihadista y que el mundo entró en una dimensión atroz de la política, con la cual será necesario convivir durante un largo tiempo.

Los horrendos atentados del viernes en París representan una escalada en la estrategia del movimiento yihadista Estado Islámico (EI) para extender el perímetro de la guerra al exterior de Oriente Medio y, en particular, a Estados Unidos y a las principales potencias europeas. Pero ese círculo del terror ciego también incluye otros países en lucha contra los grupos islamistas más radicales, como Rusia, el movimiento chiita Hezbollah y probablemente Irán.

Esa interpretación, formulada por expertos en cuestiones de terrorismo islamista y por los servicios de inteligencia franceses, confirma el sentido que tiene la serie de recientes atentados reivindicados por el grupo terrorista que dirige el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.

También surge de una proclama difundida en marzo pasado por el vocero oficial del EI, Abu Mohammad al-Adnani, anunciando que su movimiento proyectaba atacar París “antes de Roma y antes de Al-Andalous” (nombre de España durante la dominación árabe de 711 a 1492). En la misma declaración, prometía igualmente “hacer explotar la Casa Blanca, el Big Ben y la Torre Eiffel”, clara alusión a posibles ataques contra Washington, Londres y París.

En esa lista, curiosamente, no figura Alemania. Esa ausencia se explica, tal vez, por el hecho de que ese país tiene una participación extremadamente limitada en la lucha contra el EI, también conocido como Daesh o ISIS, por sus siglas en árabe o en inglés.

La extensión del perímetro de la guerra comenzó con el atentado perpetrado el 11 de octubre en Turquía, que provocó 97 muertos y 507 heridos durante una manifestación kurda por la paz en el centro de Ankara. El ataque, oficialmente reivindicado por Daesh, fue el más sangriento de la historia moderna del país. Desde el punto de vista político, constituyó una agresión contra el presidente Recep Tayyip Erdogan, que había mantenido una posición ambigua en el conflicto sirio hasta que pactó una revisión de su alianza con Estados Unidos. Erdogan aceptó facilitarles el uso de la base aérea de Incirlik y lanzar ataques contra el EI a cambio de tener manos libres para bombardear a los resistentes kurdos en la frontera sirio-iraquí.

Detrás de ese episodio se produjo la explosión de una bomba colocada en un Airbus A-321 de la empresa rusa Metrojet, que había despegado poco antes de la estación balnearia de Sharm el-Sheikh, en la península del Sinaí. El atentado perpetrado el 31 de octubre, que provocó 224 muertos, fue reivindicado por el grupo yihadista Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), rama egipcia de Daesh, en represalia por la intervención rusa en Siria desde fines de septiembre.

El tercer ataque de gran envergadura ocurrió el jueves pasado en el barrio de Bourj al-Barajné, un feudo del movimiento chiita Hezbollah ubicado en el sur de Beirut. Dos kamikazes hicieron estallar sus cinturones con explosivos en una calle comercial, en lo que constituyó el atentado más sangriento perpetrado en el Líbano desde el final de la guerra civil, en 1990: 41 muertos y más de 200 heridos.

Los ataques de París se inscriben en la misma lógica de extrema violencia que caracterizaron las tres operaciones anteriores, destinadas a “sancionar” a los enemigos del EI que en los últimos meses intensificaron su participación en la guerra contra los yihadistas en Siria.

Si el EI continúa con ese método, faltarían ahora Irán, Estados Unidos y los países europeos descriptos por Al-Adnani en marzo último.

En cualquier caso, a la luz de los atentados de París, resulta evidente que en las últimas semanas el EI dio un verdadero salto cualitativo y cuantitativo en su acción. En lugar de los ataques punitivos puntuales contra objetivos simbólicos, como ocurrió en enero último en París con el semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado judío, ahora las operaciones tienen un carácter masivo e indiscriminado.

“Entramos en una nueva etapa del terrorismo. Ya no hay blancos privilegiados. Matan donde ven que hay vida”, analizó Christophe Caupenne, ex negociador del RAID (siglas francesas de Investigación, Asistencia, Intervención y Disuasión), cuerpo de élite de la Policía francesa.

Otra característica de esa escalada es que eligen “objetivos extremadamente vulnerables, en los que hay una gran presencia de público y que, por definición, son extremadamente difíciles de proteger”, indicó por su parte el profesor Mathieu Guidère, experto en geopolítica e historia del mundo árabe y musulmán. “El único objetivo que persiguen es causar miedo, miedo, miedo”, agregó. Conociendo ese modus operandi, las fuerzas de seguridad se preparan desde hace años para ese tipo de acciones.

El cambio de estrategia comenzó a operarse después de la toma de rehenes en el teatro de la Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002, y en la escuela de Beslan (Rusia), organizada en septiembre de 2004. Ambos ataques, perpetrados por terroristas chechenos, tuvieron como pretexto emprender una larga negociación con las autoridades con el argumento de organizar la liberación de rehenes a cambio de los prisioneros de ese grupo separatista. Pero, en realidad, “el verdadero objetivo es lograr un fin propagandístico: ganar tiempo para que crezca el sentimiento de miedo en la población”, explica Frédérik Gallois, ex responsable del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN).

Por esa razón, cuando se trata de tomas masivas de rehenes –como el viernes en París–, los cuerpos de élite no se dejan arrastrar a un proceso de negociación porque saben que, in fine, los secuestradores quieren dilatar el desenlace y nunca liberarán la gente que tienen en su poder.

Fue esa experiencia la que indujo al RAID y al GIGN a desechar los contactos que intentó el comando que irrumpió a sangre y fuego en la sala de espectáculos Bataclan. En dos ocasiones, aparentemente, los terroristas intentaron tomar contacto con la policía para abrir discusiones. Pero, sabiendo que el comando había provocado numerosas víctimas y que seguía matando uno a uno a los rehenes, la única posibilidad de poner término a ese baño de sangre era intervenir en forma inmediata, explicaron Caupenne y Gallois.

Las cinco horas que duró el múltiple ataque de París permitieron –entre otras cosas– comprender que se amplió el perímetro de la confrontación con el terrorismo yihadista y que el mundo entró en una dimensión atroz de la política con la cual será necesario convivir durante un largo tiempo.

© Escrito por Christian Riavale el domingo 15/11/2015 desde la Ciudad de París y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.