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martes, 24 de septiembre de 2013

Julio Grassi y la Santa Madre Iglesia... De Alguna Manera...


El día que la iglesia intentó
salvar a Julio Grassi a través de un libro…


La defensa al sacerdote que no funcionó. “Estudios sobre el ‘caso Grassi’”. Así se llamó el libro con el que la Iglesia intentó a fines de 2011 sostener la presunta inocencia del cura Julio Grassi, condenado a 15 años de prisión por el abuso sexual de un menor. Su contenido fue realizado por el conocido abogado penalista, Marcelo Sancinetti, contratado en 2010 para esta tarea por la Conferencia Episcopal Argentina.

“El libro no tiene seriedad alguna. Es un trabajo por encargo y muy burdo. No dice nada que no haya declarado Grassi en televisión. Fue enviado a todos los despachos judiciales de jueces que todavía tienen que tomar determinaciones en el caso, con la clara intención de hacer lobby y de influenciar magistrados”, explicó en esos a Clarín el abogado querellante en esta causa, Juan Pablo Gallego.

El trabajo se plasmó en dos tomos, cada uno referido a una presunta víctima de los abusos del sacerdote.

Además de revelar la existencia de esos trabajos, Gallego denunció que fueron acercados “a distintos escritorios de magistrados” de la Suprema Corte bonaerense, “con el fin evidentemente de provocar presión a la hora de decidir” sobre la condena al sacerdote.

“Es un libro muy bien ilustrado que indica que no están dispuestos a aceptar ningún fallo del Estado secular y que la Justicia kirchnerista es la Justicia más parcial desde el regreso de la democracia. Las presiones que se han ejercido y se ejercen sobre la Justicia hablan de un poder que no sabemos hasta dónde llega”, afirmó Gallego.

© Escrito por María Luisa Torres el domingo 22/09/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 22 de septiembre de 2013

¡Basta de periodismo corrupto!... De Alguna Manera...


¡Basta de periodismo corrupto!


¿Por qué la prensa va perdiendo su honestidad?. Un hombre de prensa puede escribir mejor o peor, puede trabajar en un medio más grande o más pequeño, producir muchas o pocas notas periodísticas. Es indistinto.

Lo que un periodista jamás debe perder es su honestidad. Ese es el valor que hace a su verdadera esencia profesional. Lo demás se puede aprender, más temprano o más tarde.

En las últimas décadas, los medios se han transformado en un factor de poder real, muchas veces utilizado para hacer operaciones de prensa a su propio favor.

Los periodistas que se acoplaron al fenómeno, vendieron su prestigio a los mismos intereses, en general por unas pocas monedas.

Pronto, esos conglomerados fueron involucrándose en cuestiones extra periodísticas y buscaron meterse en rentables negocios públicos y privados. En ese punto, comenzaron a mezclarse los tantos y los empresarios usaron el poder de sus medios para conseguir más rentabilidad en sus propios negocios.

No hubo límite al respecto. Si había que presionar a algún funcionario a través de una nota periodística lesiva, esto se hacía sin miramiento alguno. Si había que denunciar a alguien que pudiera poner trabas a los intereses de los empresarios, también se hacía, aunque no hubiera pruebas de la imputación.

Para llevarlo a cabo siempre hubo periodistas dispuestos a hacer la tarea sucia; mercenarios y carroñeros que prefirieron privilegiar sus bolsillos a dignificar la tarea para la que fueron preparados.

Ello conspiró contra los intereses de la sociedad, que de un día para otro comenzó a sufrir el síndrome de la desinformación. Lenta, pero firmemente, los medios comenzaron a dejar de coincidir con las preocupaciones ciudadanas.

Mientras el desempleo, la inseguridad y la corrupción comenzaron a ser parte de la inquietud social, los medios impusieron a través de sus portadas sus propios intereses.

No se trata de una cuestión ideológica; mucho menos política. No tiene que ver tampoco con que los medios sean oficialistas o anti oficialistas. Es solo un tema de intereses privados.

Las operaciones que hace diario Tiempo Argentino o revista Veintitrés, no son ajenas a las maniobras de grupos como Clarín. Unos buscan una cosa y otros algo diferente, pero todos finalmente terminan convergiendo en el mismo lugar: la desinformación.

En Mendoza no es nada complicado conocer cuáles son los medios que usan su poder de fuego para operar a su favor. Se trata de la mayoría, con intereses que superan lo periodístico y aspiran a manejar —en algunos casos—los millonarios recursos de la provincia.

Basta ver algunos diarios, o escuchar ciertas radios. Allí aparecen claramente las operaciones que se llevan a cabo, elogiando o criticando a diestra y siniestra, de acuerdo a lo que más les convenga en el momento a sus dueños.

Los periodistas que trabajan allí no desconocen quiénes son sus propietarios. ¿Por qué lo hacen entonces? ¿Acaso no tienen dignidad?

Esos hombres de prensa no parecen tener miramiento alguno, solo cierta motivación económica. Desconocen el daño que le hacen, no solo a la profesión que ejercen, sino también a la ciudadanía. No les importa… ¿No les importa?

Así el estado de cosas hoy, donde la corrupción en los medios es alarmante y abrumadora. Nada que envidiar a la clase política.

Hay una máxima que dice que “la información no nos pertenece”, sino a la sociedad toda. Es lo que deberían recordar algunos colegas en estos días... Antes de que sea demasiado tarde.

© Escrito por  Christian Sanz el jueves 05/09/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 15 de septiembre de 2013

Clarín 2... De Alguna Manera...

Clarín 2...

Esta contratapa continúa la de ayer, ambas dedicadas al tema central de la audiencia pública de la Corte Suprema de Justicia por la Ley de Medios, que fue el de la escala: cuanto más grande es mejor, y cuanto más grande es peor. Por cuestiones de espacio focalicé ayer sobre si (y si sólo) se puede hacer periodismo de investigación político crítico de los gobiernos desde una empresa de medios muy grande. Y en la de hoy, sobre si el tamaño de Clarín afecta la pluralidad, dificultando el desarrollo democrático y/o la libre competencia, trabando el desarrollo económico.

Habría que comenzar diciendo que si una empresa es la primera en diarios, la primera en televisión, la primera en radio, la primera en cable y la primera en internet, o todos los demás son tontos o existe alguna ventaja que ese conglomerado tiene y dificulta a cualquiera competirle.

En un reportaje publicado en Perfil el sábado de la semana pasada, el CEO de Cablevisión, Carlos Moltini, dijo que sin la fusión de Multicanal con Cablevisión “la empresa no era sustentable en el largo plazo”. O el problema está mal planteado, o nos encontramos frente a un raro caso donde una empresa o muere o es líder en todo.

Yo no creo que Moltini mienta ni tampoco que Sabbatella esté totalmente equivocado, cada uno tiene su parte de razón. El problema es que, aunque la Corte Suprema pudiera descifrar lo verdadero de cada lado, no podría resolver el problema de fondo porque no tiene el poder absoluto del rey Salomón, quien ejercía simultáneamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La tarea quedará para un nuevo gobierno y un nuevo congreso a partir de 2015. Lo que la Corte ahora podrá hacer es impedir que se rompa lo irreparable.

De cualquier forma, el debate es enriquecedor y preparativo para 2015, además de orientar a la Corte sobre qué cuidar.

Moltini dijo que Clarín no es sustentable en el largo plazo porque “la pérdida de lectores del diario es permanente. En TV abierta no hay un programa que supere los veinte puntos de rating. Los consumidores evolucionaron en la manera de acceder a los contenidos. Todo medio independiente hoy en la Argentina tiene algo atrás que le da sustentabilidad”.

Primero habría que aclarar qué es ese “algo” que tendrían atrás y que da sustentabilidad a los medios independientes, porque el diario La Nación o Editorial Perfil no tienen ninguna otra actividad que no sea medios gráficos y son a la vez independientes y hoy sustentables. Habría que precisar entonces a qué se refiere Moltini con “largo plazo”: ¿cinco años o cincuenta años? Ya Bill Gates pronosticó el fin del papel para el año 2000 y se equivocó por mucho. 

Hoy en día no se habla de una desaparición total del papel pero sí de una reducción sólo a la elite –como, por ejemplo, el teatro– para 2030 en Estados Unidos y progresiva a 2050 en el resto de los países. Paralelamente los diarios Clarín, La Nación o Perfil no serían sustentables en un largo plazo dentro de algunas décadas sólo si no hacen nada, mientras que, por el contrario, podrían encontrar en lo digital una oportunidad más grande que en el papel para entonces.

En televisión, cine o música continuamente aparecen ideas similares de catástrofe y de que la industria se acaba. Generalmente es hecha por gente que siente tener una edad profesional en la que ya superó su cenit y se deprime.

Siempre habrá información, entretenimiento y producción de contenidos. Quizás la nostalgia anticipatoria de Moltini podría relacionarse con lo que plantea el libro lanzado en abril pasado y que ya se transformó en un best seller de los medios, titulado The End of Big: How the Internet Makes David the New Goliath (para reforzar su idea, Moltini lo puede comprar por 18 dólares en papel en Amazon o sólo por 14 para leerlo en Kindle). Volviendo al teatro como ejemplo anticipado de los medios offline, después de varias décadas de reducción de la cantidad de espectadores, el teatro llegó a fines de los 90 en Argentina a un piso de 3 millones de espectadores anuales, para alcanzar más de 5 millones de espectadores anuales en la actualidad. Eso sí, las salas son más chicas que antes.

Pero seguramente Moltini no mira los medios como productor de contenidos sino como un técnico en telecomunicaciones y, desde la perspectiva de la conectividad, que es bien distinta a la de la producción de contenidos, Moltini tiene razón. La finlandesa Nokia era la mayor fabricante de celulares del mundo hace cuatro años y perdió todo su mercado porque no pudo competir contra Apple y Samsung. Fue vendida ahora a la norteamericana Microsoft, que tendría tamaño suficiente para competir con otra norteamericana y una asiática (el producto bruto de Finlandia es la mitad del de Argentina).

Previamente al 7D, Moltini dio una entrevista a Mariano Grondona y dijo: “Telefónica es 16 veces más grande que Cablevisión, la fusión de Cablevisión y Multicanal fue la convergencia de infraestructura para el desarrollo de los servicios triple-play y cuádruple-play. Cablevisión y Multicanal se fusionaron porque era la única posibilidad que tenían de subsistir en un mercado competitivo de las comunicaciones en el cual la masa crítica es absolutamente necesaria para seguir prestando los servicios. La fusión trajo la digitalización, el HD y el Fibertel 30 megas.

Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.

Exacto; en el mercado peruano, más chico, no existieron un Clarín ni, como en México, un Slim, que le hicieran frente a Telefónica. Dependiendo de la perspectiva, hasta podría ser un motivo de orgullo que Argentina cuente con una empresa de telecomunicaciones con mayoría nacional (40% es de un inversor mexiconorteamericano). En México, Slim lo logró recibiendo el monopolio de la telefonía, que era del Estado cuando, en 1990, se privatizó Telmex.

Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.

Clarín logró lo que ninguna empresa de medios de Brasil pudo lograr –a pesar de ser todas ellas más grandes– gracias a que, al ser productor de contenidos periodísticos, utilizó su influencia como constructor de subjetividad política para presionar por regulaciones que le permitieran crear un “pequeño monopolio” en comparación con el de Slim, en su caso desde el cable.

Con la perspectiva de Moltini, un negocio decadente como el de la producción de contenidos se debía usar para intervenir en la creación de un negocio con futuro, como el de las telecomunicaciones. El problema aparece cuando, al tener que reinvertir parte de las ganancias de las telecomunicaciones para aumentar la influencia como generadores de contenidos y así mantener y potenciar su poder de constructores de subjetividad para seguir influyendo, terminan afectando a todo el sistema de medios y a la pluralidad.

Para la Harvard Business School, lo que hizo Magnetto es genial. Para los profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, sería criticable.

El negocio de las telecomunicaciones es en la Argentina decenas de veces mayor que el de la producción de contenidos: ninguna empresa de producción de contenidos puede competir de igual a igual con otra que además tenga una empresa de telecomunicaciones. Y Clarín es la única empresa que actúa en todos los campos de la producción de contenidos y a la vez es dueña de una empresa de telecomunicaciones, explicándose así por qué es la número uno en diarios, radio, televisión, etc.

Dos frases del mundo de los negocios que resumen esa lógica: 1) “Los productos nunca fallan por sus propios errores, siempre fallan porque falta dinero; si existe la suficiente inversión para corregir y volver a probar, corregir y volver a probar, siempre se tendrá éxito”. 2) “La creatividad se compra; lo único que no se puede comprar (porque nadie que lo tenga lo vende) es la distribución (el acceso)”.

Falta agregar que Telefónica, que internacionalmente dejó de estar interesada en la producción de contenidos, mantiene Telefe para tener una puerta de entrada al Gobierno, lo que es otra forma muy criticable de utilización de un medio.

Después de todo lo expuesto, ¿qué habría que decirles a los legisladores de 2015? Lo primero es que Cablevisión/Multicanal/Fibertel es una empresa eficiente, además con mayoría de capital nacional, que no habría que estropear. Lo segundo es que hay que evitar que las empresas de telecomunicaciones utilicen su poder económico o logístico (el acceso) para controlar la producción de contenidos. Esto vale tanto para el Grupo Clarín como para Telefónica.

En las condiciones de la tecnología actual (en diez años puede ser todo diferente), y dado que todavía hoy quien tiene la posibilidad de impedir el acceso a señales de TV por cable para favorecer a las señales propias tiene un poder abusivo, lo ideal sería que las empresas de telecomunicación tuvieran prohibido producir contenidos y que, al mismo tiempo, no se redujera ni dividiera Cablevisión/Fibertel.

Si el 80% de las ganancias del Grupo Clarín proviene de Cablevisión/Fibertel, en términos económicos sería mejor para el dueño de Cablevisión/Fibertel no contar con el diario Clarín, Canal 13, radio Mitre, TN, etc., a cambio de asegurarse de que no lo obliguen a reducir Cablevisión/Fibertel el 20%.

Cuando internet cambie todo y la conectividad pierda su poder, allí el contenido será el rey, como desde hace años se viene pronosticando sin acierto. Pero falta por lo menos una década, y en Argentina, más. En síntesis: los medios pueden ser (y serán) más chicos. Las que no pueden ser más chicas son las empresas de telecomunicación.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 15/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Hablemos sin saber... De alguna Manera...

Hablemos sin saber...

Hablemos sin saber...

Así se llamaba una sección del programa Sin Codificar. Un grupo de “especialistas”, periodistas quizá, decían cualquier cosa de un tema previamente estipulado. Así se debatía, por ejemplo, sobre "por qué los perros corren y le ladran a los autos" o se analizaba con mucho rigor la posibilidad de que Leo Messi funcionara mejor como arquero de la Selección de Fútbol. Algunas de esas situaciones ya tienen un lugar entre los grandes momentos humorísticos de la televisión. En ocasiones, ciertos protagonistas de la actualidad política nacional no tienen nada que envidiarle a aquellos panelistas del programa de Diego Korol.

El supuesto debate sobre la baja en la edad de imputabilidad de los menores entró en esa avenida del disparate, dónde nadie escucha al otro y muchos comentan por los títulos de los diarios. En sus ediciones del martes pasado Clarín y La Nación se encargaron de expresar las “divisiones en el kirchnerismo” por este tema.

Destacaron que el candidato del Frente para la Victoria, Martín Insaurralde, había propuesto bajar la edad a partir de la cual se puede aplicar una pena a un menor que delinque y que dos dirigentes importantes del oficialismo le habían salido al cruce. El senador Aníbal Fernández, al señalar que “yo tengo una posición muy clara al respecto. No votaría bajar la edad de imputabilidad”; y el diputado Carlos Kunkel, que tomó distancia de la idea, al afirmar que “nunca lo vamos a votar”. También la diputada Victoria Donda habló sin saber: “quieren cárcel para los chicos de la década ganada”, dijo, para no perder espacio mediático, y Marcelo Longobardi, siempre propenso a castigar verbalmente a “los marginales”, elogió la medida represiva resaltando las divisiones en el elenco oficial. 

Ni los periodistas ni los dirigentes políticos se detuvieron a analizar cuál era la propuesta en cuestión. Una cosa es bajar la edad de imputabilidad sin ningún cambio en el sistema. Es decir, que los mayores de 14 años puedan ser castigados penalmente por los delitos que cometan, como vienen reclamando los sectores de la derecha política y los partidarios de la “mano dura”. Otra muy distinta es propiciar la creación de un Régimen Penal para Menores que les otorgue a los niños las garantías necesarias para no quedar, como en la actualidad, al arbitrio de un juez.

Los magistrados en general, si se trata de chicos pobres, los terminan derivando a lugares de internación hasta que cumplan la mayoría de edad. La creación de un Sistema Penal para Menores, en cambio, es una medida progresista. Figura entre las sugerencias que Unicef hace a todos los países y cuenta con el aval de importantes especialistas como Laura Mussa y Emilio García Méndez.

En los últimos años la mayoría de las bancadas legislativas presentaron proyectos en este sentido. Incluso la del Frente para la Victoria. Claro que poner en marcha un sistema de esta naturaleza implica movilizar gran cantidad de recursos. Abrir juzgados especializados y crear institutos para recibir a los menores y prepararlos para volver a la sociedad. Esa es la razón por la que no se termina de poner en marcha. Hace falta mucha plata para garantizar que un cambio tan profundo sea eficaz.

Un régimen penal que abarque a los menores de entre 14 y 18 años, les otorgaría la posibilidad de contar con las garantías del debido proceso. Algo que en la actualidad les está negado. Como cualquier ciudadano, podrían contar con un abogado que los defienda, un fiscal que los acuse y un juez que dicte sentencia. Las sanciones deben estar acordes con la edad y sólo deberían implicar la pérdida de libertad en casos graves. La diferencia con bajar la edad de imputabilidad de manera lisa y llana, es abismal. Sin embargo, periodistas y políticos, a sabiendas o no, las homologan.

Es fundamental discutir en profundidad sobre qué hacer con los menores que delinquen. La problemática requiere un abordaje múltiple que no puede obviar la cuestión educativa y social. Pero nunca este debate puede estar sometido a las necesidades de la coyuntura electoral. En un tema tan importante decir cualquier cosa por malicia o ignorancia no quita responsabilidad.  Periodistas, funcionarios y legisladores no deberían hablar sin saber. Cuando lo hacen no provocan risa sino pena.   

© Escrito por Reynaldo Sietecase el martes 10/09/2013 y publicado por 7KC Periodismo Justo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 19 de mayo de 2013

Noticias del mal... De Alguna Manera...


Noticias del mal...

"El buchón opositor." Jorge Lanata. Dibujo: Pablo Temes.

El kirchnerismo contraataca las denuncias de Lanata y enturbia causas nobles con “la caja”.

Malas noticias para Cristina: Lanata tiene razón. La Fundación María de los Angeles, que preside Susana Trimarco, está transitando el mismo pantano que la Fundación Sueños Compartidos, de Hebe Bonafini. La militancia rentada o amateur se desespera desde el aparato de propaganda para proteger a la madre de Marita Verón. Se indignan porque Jorge Lanata “ensució” con sus críticas a quien tanto luchó contra la trata y por la aparición con vida de su hija. Lo mismo pasó cuando estalló el escándalo que involucró a los hermanos Schoklender. “No manchen los pañuelos blancos”, amenazaban los paraperiodistas sin comprender que la mugre, envasada en billetes, había sido proporcionada por el Gobierno nacional. Son los Kirchner los responsables de haber alimentado con fortunas a Hebe y a Sergio para que hicieran viviendas, una responsabilidad del Estado y no de una ONG. Podrían haber intentado cooptar a una figura vinculada a los derechos humanos desde el campo de las ideas o aprobando leyes que facilitaran su tarea.

¿Qué necesidad había de profanar un símbolo universal de la lucha contra la dictadura como las Madres? ¿Por qué meter millones en esa relación? ¿Los Kirchner no conocen otra forma de relacionarse que no sean los subsidios y la chequera? Utilizan a los luchadores y a los artistas populares como escudos para proteger su enriquecimiento ilícito, voraz y veloz. ¿O la broma que hace Néstor abrazando con amor una caja fuerte en la Intendencia de Las Heras tiene que ver, Freud mediante, con el chiste y su relación con el inconsciente?

Quien se meta a fondo a investigar la cuenta del Banco Nación, casa central, de la fundación de Susana Trimarco se encontrará con sorpresas dolorosas. No sólo por los montos de dinero que le giraron desde el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, hasta el gobernador tucumano, José Alperovich, pasando por su colega riojano, Luis Beder Herrera, pero como vehículo del Tesoro Nacional. Esas cifras figuran en su mayoría en los boletines oficiales correspondientes. Lo más grave aparecerá si se sigue la ruta de ese dinero. ¿A dónde fue a parar? ¿A qué profesionales se contrató? ¿Qué locales se alquilaron? ¿Están las facturas de esos gastos o se esfumaron como los fondos de Santa Cruz? ¿Cierran los números? ¿Qué rol juega su abogado, Carlos Garmendia?

Nada de esto borra la lucha heroica que tanto Hebe como Susana libraron. Una enfrentó a la dictadura y la otra, a la mafia de la prostitución cuando ni Néstor ni Cristina lo habían hecho. A propósito, la muerte del genocida Videla reactualiza un desafío: encontrar una sola declaración en radio o en televisión del matrimonio Kirchner durante la dictadura o en los primeros cinco años de la democracia calificando a Videla como “terrorista de Estado o criminal de lesa humanidad”. O una sola invitación a dar una charla, aunque sea, a las Madres o Abuelas de Plaza de Mayo. Es difícil ubicar lo que no existe.

Susana Trimarco, a través de Télam y 6, 7, 8, acusó a Lanata de “golpista al servicio de Clarín”, pero no puede explicar por qué fue tan crítica de Alperovich y ahora, mágicamente, manifiesta apoyo al señor feudal, candidato testimonial en las elecciones parlamentarias. Susana Trimarco está cuarta en intención de voto, por encima de la kirchnerista de la primera hora Stella Maris Córdoba, quien duda en presentarse si la lista la encabeza José Alperovich.

Pero Lanata no tiene razón sólo en este caso. También en la mayoría de las denuncias sobre la empresa “Néstor Kirchner & Lázaro Báez” y su CEO, Daniel Pérez Gadín. Se confirmó que este monotributista compró la estancia uruguaya en 14 millones de dólares. Andrés Vivanco, el ex fiscal de Santa Cruz, dijo que “lo de Lázaro es de Néstor” y aseguró que en la intimidad el ex presidente muerto confesó que “sin corrupción no podemos gobernar”.

Las desmesuras y obsesiones han crecido en forma proporcional al aumento de las dificultades económicas. Hay cuestiones irracionales, misiles para matar mosquitos. Cristina desmintió por Twitter una información publicada por el diario La Prensa, (“no tengo ni tuve secretaria”) y sólo logró comunicar la existencia de ese matutino. Que River o Boca jueguen los domingos a las 21.30 por la tele sólo para evitar la goleada de Lanata habla de lo mismo. Se condena a los hinchas a que en invierno lleguen a sus casas después de la medianoche, en pleno auge de la inseguridad, sin advertir que si Canal 13 quiere, puede cambiar el horario de su programa más exitoso a las 20 y, seguramente, aumentará su rating.

El manual de instrucciones del soldado de Cristina indica que todo lo que no se puede dominar debe ser apropiado por las buenas o por las malas o, en su defecto, fundido, quebrado o fracturado. Eso explica muchas siglas como CGT, YPF, AMIA, UIA, Agea SA y hasta Ciccone, o las amenazas a Julio Blanck, la ministra Nora de Lucía o el fiscal Guillermo Marijuán. Es lo que pasa con LAN y la persecución de los camporistas de Aerolíneas Argentinas, que descubrieron que es más fácil destruir a la competencia (pese a dos fallos judiciales) que construir una buena gestión. O la orden a los supermercados para que no avisen en los diarios enemigos, cosa a la que Carrefour acaba de rebelarse. O el apriete autoritario de Guillermo Moreno para que la Asociación de Cooperativas Argentinas abandone Coninagro, la Mesa de Enlace, y destituya a Carlos Garetto, en un solo acto.

Ahora que Alfredo Palacios ya tiene monumento, vale la pena recordar su luz. Era abogado, como Néstor y Cristina, pero diferente. Murió en la pobreza y en la placa en la puerta de su estudio decía: “Atiende gratis a los pobres”. Su tesis primera doctoral, que fue rechazada “por atentar contra las instituciones”, se tituló: “La miseria de la República”, y en un párrafo dice así: “Encastillados (por vivir en castillos) en su asqueroso egoísmo, ellos son los responsables de la ruina del país; ellos, que han hecho levantar palacios con los dineros del pueblo para habitarlos después de la catástrofe y que tienen las arcas repletas y desparraman a manos llenas en el Viejo Continente el oro que malversaron”. Malas noticias para Cristina. Y eso que el primer diputado socialista de América jamás vio a Lanata.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 19/05/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.