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domingo, 4 de diciembre de 2016

La Política que nos parió… @dealgunamanera...

No es chiste: Macri calificó con 8 (ocho) su año de gestión...


Este jueves, Mauricio Macri calificó con un ocho su primer año de gestión, al tiempo que negó que vaya a realizar modificaciones en el Gabinete.

© Escrito por Carlos Forte el jueves 01/12/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"¿Cuánto vale haber evitado la quinta crisis terminal de los últimos 50 años? ¿Cuánto califica haber bajado las tensiones? Los periodistas se expresan con absoluta libertad, el mundo nos abrió las puertas y quiere que al país le vaya bien. Yo me pondría para esta etapa una buena nota. Yo pondría un ocho", enfatizó Macri, al ser consultado sobre la calificación de su gestión.

En declaraciones al diario La Capital, rechazó que no esté conforme con la marcha de algunas áreas del Gobierno y se mostró "contento, en líneas generales, con el crecimiento que ha tenido el equipo, con el aprendizaje de los ministros" y puntualizó: "No he planteado ningún cambio trascendente".

¿Realmente Macri está conforme con la penosa gestión que viene llevando adelante? ¿Nadie le comenta nada sobre los índices de la economía que caen mes a mes?

Ayer mismo, se supo, según los datos difundidos por el INDEC, que la actividad tuvo una baja interanual de 19,2%, acumulando diez meses consecutivos de caída. ¿No significa nada eso para el presidente de la Nación?

No hay inversiones, el poder adquisitivo cayó estrepitosamente y los precios no dejan de subir. ¿Cómo es que merece un ocho? ¿Por qué?

Todavía no aparece el cambio tan pregonado por Macri, pero él cree que hace una gran gestión. Seguimos en Argenzuela, como siempre.



martes, 1 de abril de 2014

1957 - 1º de Abril -2014, F.A.E.C.C., 57 Años Formando Profesionales... De Alguna Manera...

Fundación de Altos Estudios en Ciencias Comerciales


Fundación de Altos Estudios en Ciencias Comerciales
57 Años Formando Profesionales

El 1º de abril de 1957, en cuatro aulas alquiladas al Instituto Osvaldo Magnasco de la calle Moreno 2135, se dictaron los primeros cursos de la Fundación de Altos Estudios en Ciencias Comerciales.

Con el correr del tiempo y la experiencia acumulada, los que empezaron siendo simples cursos para vendedores de empresas, impulsados por dirigentes de venta preocupados por el profesionalismo de sus equipos, constituyeron una obra educadora de alto nivel.

Hoy La Fundación cumple 57 años. Por aquí pasaron decenas de miles de alumnos y docentes que enriquecieron la trayectoria de esta prestigiosa casa de estudios.



Uruguay 57. Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argentina



miércoles, 28 de noviembre de 2012

Las transformaciones del kirchnerismo... De Alguna Manera...


Las transformaciones del kirchnerismo...

 José Pedraza, Critina Fernández de Kirchner y Hugogo Moyano.

La historia del kirchnerismo se resume en un start up y tres etapas bien diferenciadas. Acontecimientos puntuales ayudan a identificarlas; las movilizaciones de septiembre y noviembre y el paro general del martes 20 marcan el inicio de la tercera etapa.

Néstor Kirchner alcanzó la presidencia de la Argentina en 2003 con un fuerte componente de votos de clase media. Se entiende, teniendo en cuenta que el voto potencial a Kirchner, hasta diciembre de 2002 –antes de ser consagrado candidato oficialista por el presidente Duhalde– no alcanzaba al diez por ciento del electorado y era predominantemente de clase media. El aporte de Duhalde a Kirchner significó duplicar su caudal electoral en la elección de la primera vuelta de abril de 2003; el voto de los de abajo había ido masivamente a Menem y a Rodríguez Sáa. En otras palabras, el PJ –al que Duhalde había desarticulado suprimiendo las primarias– no alcanzó para darle a Kirchner el triunfo en primera vuelta y ni siquiera para asegurarle el voto “popular”.

El proyecto político de Kirchner al lanzarse a la competencia electoral en 2002 era armar una base política paralela a la del PJ. En su primera etapa en el gobierno, Kirchner no imaginaba que le sería fácil recuperar los votos de abajo. De hecho, sus primeras medidas en el gobierno no consistieron en establecer instrumentos como la Asignación Universal –para los más pobres–, que de hecho fue una iniciativa de la Coalición Cívica, sino en asegurar la estabilidad laboral y los subsidios a los consumos esenciales –para la clase media–. A mucha gente, y no sólo al Gobierno, le costaba entender que el PJ duhaldista, sin el poder del Gobierno, se debilitaba rápidamente, y que los votos de la pobreza, que la estructura del PJ podía aspirar a controlar, fluían fácilmente a la fuerza política en el Gobierno. En 2005, el triunfo en Santiago del Estero del candidato radical Zamora, con el apoyo de Kirchner, y la derrota en Misiones, contra Kirchner, contribuyeron a esa confusión. Santiago consagró la noción de la “transversalidad” como estrategia, a Misiones le debemos la estabilización de la Corte Suprema, ambas iniciativas concebidas sobre la idea del protagonismo electoral de la clase media en el kirchnerismo.

La elección de 2007 y los primeros años del gobierno de Cristina acabaron con esas ideas; sólo con ellas, Cristina no ganaba. Desde entonces, el kirchnerismo necesitó de los votos de abajo como su principal sustento electoral, eliminó todo vestigio de un PJ independiente del Gobierno nacional, sometió presupuestariamente a los gobernadores y a todos los intendentes que pudo; además, logró encolumnar a casi todo el sindicalismo detrás de su gobierno (viejos “gordos”, nuevos “gordos”, CTA, todos mezclados) y maniobró como pudo para neutralizar posibles inquietudes en las Fuerzas Armadas. Así empezó la segunda etapa.

En 2008 la clase media se movilizó detrás del agro, y quedó marcada la divisoria de aguas: la calle ya no es solamente del “pueblo”, pero los votos seguían fluyendo mayoritariamente a la Presidenta. De vuelta a su perfil histórico tradicional, el peronismo volvía a sentirse cómodo en las urnas: amplio predominio en el voto de abajo, mayoritario en el voto obrero, y respaldado por una parte no despreciable de la clase media.

Entonces algo sucedió y ese castillo que parecía bien construido comenzó a desmoronarse. La clase media está muy enojada, afectada por casi todas las políticas públicas que están siendo ejecutadas por el Gobierno. El sindicalismo está dividido. Los militares –menos relevantes en estas circunstancias del país– están resentidos. Y los de “abajo”, aunque no protestan con las clases medias en la calle y no participan de los paros gremiales porque no tienen gremios, le van retaceando gradualmente su respaldo al Gobierno. Así las cosas, los números ya no cierran.

Perdida la calle, y anticipando una sangría electoral, el kirchnerismo se refugia en la corte palaciega, en la militancia burocratizada y tecnocrática, en las diversas capas del poder y en un inocuo manejo de la comunicación mediática; pero ha perdido muchos de sus nexos con la sociedad.

Le queda el respaldo de la clase baja, de la Argentina de la pobreza. Si ese respaldo se va erosionando, por ahora muy tenuemente, es porque los años de crecimiento económico han hecho lo suyo: crecientes expectativas de mayor movilidad en los jóvenes nacidos en la pobreza, demandas crecientemente insatisfechas.

Votos de clase baja, votos obreros, bastantes votos de clase media, organizaciones empresariales, sindicales y militares respaldando: la matriz original del peronismo rediviva y en buena salud. Eso fue el kirchnerismo en su segunda etapa. Duró poco. Hay lecciones de la historia que pueden ser útiles en el presente. Cuando el peronismo se respalda en esa coalición “corporativista” la sociedad, a la larga, tiende a votarle en contra. Es un hecho: la opinión pública, hoy, no ama a los empresarios ni a los militares, y menos aún a los sindicalistas. Pero cuando un gobierno peronista se sustenta en bases distintas, y pierde el encanto ante la sociedad, los ingredientes de ese cóctel corporativista dejan de molestar a buena parte de la clase media; aun más, separadamente pueden llegar a ser aceptados –como sucede hoy con el sindicalismo– y eventualmente hasta perdonados; pero difícilmente amados.

La tercera etapa de la parábola kirchnerista es un poder crecientemente aislado de una sociedad que busca otros canales para hacerse representar.

© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 24 de Noviembre de 2012.



martes, 28 de agosto de 2012

Monólogo sin debate... De Alguna Manera...


Monólogo sin debate...

Norma Morandini.
 
La primera vez que escuché hablar de Carta Abierta recordé la Carta 77 fundada por Vaclav Havel en el año que le da nombre, el de 1977. Tenía de carta lo que tienen todas las epístolas, una comunicación de ideas, sentimientos, sensaciones. Un género literario que Kafka detestaba porque decía que las cartas eran un comercio de almas. El poeta portugués Fernando Pessoa se burlaba e ironizaba, “¿quién no escribió alguna vez ridículas cartas de amor?”. Pero cuando las cartas abandonan la intimidad, son públicas, se autoproclaman abiertas, ya no se trata de comercio de almas, ni menos aún de la cursilería que nos permitimos en la intimidad amorosa. Son manifestaciones políticas, o sea: expresiones de la libertad.

Havel fue el portavoz del movimiento que se conoció como Revolución del Terciopelo, que comenzó pidiendo a los dirigentes comunistas que adhirieran a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Entonces, la invasión de las tropas de Varsovia había impuesto un gobierno opresor y la Carta 77 hablaba por aquellos que se sentían oprimidos pero enmudecían por temor a perder sus empleos. Havel fue encarcelado, pero cuando la Carta 77 se convirtió en la expresión de esa opresión, el régimen totalitario de Checoslovaquia cayó en la primavera austral de 1989 y el escritor Vaclav Havel fue elegido ese mismo año presidente de la República. Pocos autores de cartas escritas como manifiestos políticos llegaron tan lejos. El pertenece a la generación de intelectuales, pensadores, que pusieron sus vidas en riesgo por resistir los autoritarismos que recorren la conturbada historia del siglo XX.

Las “cartas abiertas” también en nuestro país tienen como autores a intelectuales, científicos, artistas, hombres del pensamiento político que buscan influir sobre el espacio público de las opiniones. Sólo que hoy los argentinos vivimos una situación inédita en nuestra historia reciente, un período continuado de legalidad democrática. El tiempo que media entre el pasado de terror y el ejercicio de la libertad puso en escena fenómenos novedosos que nos increpan para su comprensión. Como que se reproduzcan las desconfianzas y las separaciones de muchos de aquellos que en el inicio de la democratización estuvimos unidos en la misma alegría de la restauración. No porque creamos que debemos vivir amontonados sino porque en nombre de la libertad se cancela su primera consecuencia, el derecho a la opinión.

No hay prohibiciones directas, pero la inhibición que provoca el verse expuesto en el lugar de la burla y la descalificación desde los medios públicos termina actuando como una sutil censura. Como si decir la verdad, lo que se piensa, no fuera un acto de honestidad y sí una cuestión de coraje.

No debiera perturbar que profesores universitarios, filósofos, periodistas y pensadores tengan simpatías por un gobierno. Perturba, sí, el monólogo, la negación del otro y la ausencia del debate como intercambio de ideas.

La confrontación no es un fin en sí mismo. Ni la tolerancia una condescendencia piadosa sino la constatación de que todos los seres humanos somos iguales y tenemos razones que no son una única razón, infalible.

No se trata de volver a la cultura de la unanimidad, sino de preguntarnos quién debe ser el destinatario de nuestro privilegio de hablar por los otros. ¿Una persona a la que se sigue tutelando porque no se cree en su capacidad de discernimiento y se le debe decir cómo pensar? ¿O un ciudadano que tiene nuestros mismos derechos pero los ignora y lo mínimo que debe esperar de sus intelectuales es que construyan un espacio público en el que las ideas circulen, se intercambien, en beneficio del nivel del debate? O sea, en beneficio de la sociedad que nos da fundamento, la democracia.

© Escrito por Norma Morandini y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 26 de Noviembre de 2011.