domingo, 27 de abril de 2014

Retazos... De Alguna Manera...



Retazos... 


Cómo hacer, con los retazos políticos, una manta democrática? Es lo que me pregunto desde hace ya casi diez años, cuando me subí por primera vez a una tribuna electoral, favorecida por la ley que obliga elegir a una mujer cada tres candidatos hombres.

Antes, debí vencer los prejuicios con los que carga la política y los juicios de los amigos que me criticaron duramente por aceptar una candidatura, sin entender que en democracia la participación ciudadana es fundamental para domesticar el autoritarismo, que nos atraviesa como cultura política. Entonces, todavía vivíamos los estertores del estallido de 2001, que desnudó los pies de barro de los partidos tradicionales, nos zarandeó con ese grito de furia del “que se vayan todos” y nos obligó a participar, ya sea como asambleístas o desde una banca en el Congreso. Pero rápido entendí que no se trata de que lleguen caras nuevas a los partidos si no se cambian las reglas de juego de la política, reducida entre nosotros a su estadio más primitivo, el del trueque.

Ese cambio de votos por favores que está en el corazón de una concepción del poder antidemocrática, ya que reduce la democracia a las elecciones y fortalece los individualismos, al extremo de que entre nosotros sobreviven los “ismos” como expresión de la personalización del poder.

A treinta años de la democratización, el Nunca más fue el mayor consenso que supimos construir. Sin embargo, a la luz de la incultura cívica, la cancelación del diálogo institucional, la imposición de la mayoría, el oscurantismo en el manejo de las cuestiones públicas y la exaltación del poder como un fin en sí mismo demuestran que el diálogo está entrecortado, no tanto por las características de los gobernantes sino por el malentendido en torno al sistema democrático. No se trata, como en el mundo desarrollado, del debate en torno a los nuevos problemas de la democracia, sino de la cancelación misma de la idea democrática.

Se confunden elecciones con plebiscitos, consenso con unanimidad, deliberación con obediencia, información con propaganda, derechos con dádivas y presidentes con monarcas. Tal vez porque no reparamos en que el gran cadáver que nos dejó la dictadura fue el de la política, ya que sin libertad no hay política, pero sin política no hay democracia. Sin embargo, es la primera vez en tres décadas que comenzamos a entender que lo que debería ser la solución a los conflictos que dinamizan la libertad y la puja de intereses se ha convertido en un problema: nuestra cultura política.

El kirchnerismo actuó como un catalizador, puso en evidencia lo que anidamos como vicio y práctica en el manejo de las cuestiones de todos. Hizo de las elecciones una legitimación del poder, pero no democratizó la práctica administrativa del Estado. Canceló los mecanismos de control, la información como derecho, domesticó al Parlamento y subordinó a la Justicia. La dominación del gobierno y la economía vació el sentido democrático de la soberanía popular.

Por eso, no sólo estamos en las vísperas de un cambio de gobierno sino ante una bisagra cultural: o perpetuamos esa concepción de poder, basada en los personalismos y la confusión de hacer del Estado un botín partidario que está en la base de nuestras crisis recurrentes, o definitivamente encaramos la construcción de lo único que nos resta probar: el respeto a la ley y el gobierno de las instituciones. Y aun cuando la igualdad ante la ley se invalide con la desigualdad social, la democracia sigue siendo un emblema de la sociedad moderna. El único sistema que cambia con el tiempo, en el que el ejercicio de un derecho abre las puertas a otras conquistas.

Nuestros retazos históricos, para seguir con la metáfora inicial, como todos los retazos, alguna vez fueron nuevos. Como lo fueron lo mejor del ideario radical, la República, lo mejor del peronismo, la justicia social, o lo mejor del socialismo, los derechos. Si los vivimos como continuidad y los unimos, bien podríamos hacer una manta. Siempre y cuando no utilicemos el hilván que, como hilo vano, puede rasgarse al primer tironeo.

En cambio, si intentamos coser los pedazos de la fragmentada historia de nuestro tiempo con los hilos firmes de los valores constitucionales, tal vez finalmente consigamos la gran frazada democrática que cobije a esa pluralidad de voces e intereses que es la compleja y contradictoria sociedad de nuestros días.

© Escrito por Norma Morandini, Senadora de la Nación, el Domingo 27/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



sábado, 26 de abril de 2014

Fracasó. Fracasaron. Fracasamos... De Alguna Manera...


Fracasó. Fracasaron. Fracasamos...

Javier Cantero. Foto: Télam

Una lectura sobre la caótica situación institucional que vive el Rojo. “Salvo por el helicóptero, Independiente parece la Argentina de diciembre de 2001″, escribe el autor.


Fracaso es una palabra que los futboleros utilizamos mucho. Los periodistas la usan en las conferencias de prensa con entrenadores y jugadores, aunque entrenadores y jugadores se las apañan para dar a entender que ellos no, ellos nunca, ellos jamás, han fracasado. La utilizan los hinchas en la tribuna, convertida en adjetivo, para gritarle a un jugador al que se odia. La utilizan los hinchas entre sí, para impugnar lo que otro tenga para decir. La idea más o menos es “qué vas a hablar vos, si sos un fracasado”. Y bien, por más que esta palabra esté gastadísima, no encuentro otra mejor como punto de partida para pensar en Independiente hoy.

Fracaso. Fracasados. Fracasamos. La palabra cierra. La palabra sirve por donde se la mire. Salvo por el helicóptero, parecemos la Argentina de diciembre de 2001. Caos, frustración, violencia, quiebra económica, desorientación, rumores, renuncias. Fracaso.

En diciembre de 2011 fuimos muchos –me incluyo– los que nos entusiasmamos con la llegada de Javier Cantero a la presidencia de Independiente. Como pasa casi siempre, los socios votamos una imagen, un impulso, una intuición. Si a duras penas uno conoce los antecedentes de los políticos nacionales, ¿qué sabemos, en el fondo, de los candidatos de los clubes? No tenía aspecto de “empresario exitoso” como su antecesor Julio Comparada. 

Parecía un hombre moderado que se decía dispuesto a sanear las escuálidas finanzas del club, manejar los recursos con honradez, recortar los poderes de los criminales de la barra brava que venían gozando de privilegios casi principescos.

Cantero ganó las elecciones por un amplio margen. Decidió enfrentar a los violentos. Muchos socios e hinchas nos sumamos a esa iniciativa. La reacción virulenta del líder de la barra y de sus secuaces nos dio a entender que las decisiones dirigenciales los estaban –felizmente para el club– molestando.

Sin embargo, fracasó. Fracasaron. Fracasamos. Las deudas del club no sólo no menguaron, sino que siguieron agigantándose. La situación futbolística pasó de regular a mala, de mala a desesperante. En ese clima la ofensiva contra los violentos se detuvo. Según algunos, a mitad de camino. Según otros, reemplazando la amistad con unos barras por la amistad con otros.

En junio de 2013 Independiente descendió por primera vez en su historia. Para agregar un poco más de nafta al fuego, la política nacional empezó a cruzarse con la del club. Como Hugo Moyano es la cara más conocida de la oposición, se empezó a decir –y eso, en un club, lo convierte en verdad más o menos asumida– que Cantero contaba con apoyo del kirchnerismo. ¿Es así? ¿Es verdad? Los socios no tenemos ni idea. Lo único que hacemos es pagar nuestra cuota. Ir a la cancha. Tolerar los fracasos. Bancarnos con más o menos dignidad, con más o menos entereza, los desaguisados que se cometen a costa de nuestros clubes. Algunos pidieron la cabeza de Cantero desde la consumación del descenso. Otros –entre los que me cuento– preferimos suponer que en el Nacional B las cosas podían empezar lenta, penosamente, a enderezarse. Pues no. Fracasó. Fracasaron. Fracasamos. El club no puede pagar normalmente a los empleados, ni a los jugadores. Las instalaciones son una ruina. Y mientras tanto, ¿cómo anda el fútbol? Horrible, gracias.

Cantero se va. Fracasó. Los que creímos que él podía ser una esperanza, también fracasamos. Ahora se supone que habrá un acuerdo entre oficialistas y opositores. ¿Será cierto? ¿Será bueno? La mayoría no lo sabemos. Independiente, herido, sigue dando batalla. 

En medio de la borrasca, como hormiguitas crédulas, los hinchas se siguen haciendo socios. 

Pasamos la barrera de los cien mil. Como si lo único que quedase, en medio del polvo de los derrumbes, fuese la devoción por tu camiseta. El sólido, el inocente, el inútil amor por tu club.

© Escrito por Eduardo Sacheri el Sábado 26/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


 

domingo, 20 de abril de 2014

Morir de amor... De Alguna Manera...


Morir de amor: casados durante 70 años, fallecieron con 15 horas de diferencia...


Helen y Kenneth eran inseparables desde el día en que se conocieron y siempre se tomaban de las manos durante el desayuno. "Sabíamos que cuando uno se fuera, el otro lo iba a seguir", dijo uno de sus ocho hijos.

Cuando Helen Felumlee falleció a los 92 años la mañana de ese sábado, su familia supo que su marido, Kenneth, de 91, no tardaría en acompañarla. Desde que se conocieron, la pareja no podía soportar estar separados mucho tiempo, incluso desayunaban tomándose de las manos, y él falleció tan sólo 15 horas y media después de su esposa desde hacía 70 años.

"Sabíamos que cuando uno se fuera, el otro lo iba a seguir", dijo Linda Cody, una de sus hijas. "Queríamos que se vayan de la mano y lo hicieron".


A causa de problemas de circulación, hacía dos años que debieron amputarle la pierna a Kenneth, y Helen se convirtió en su cuidadora principal, asegurándose de que tenía todo lo que necesitaba. Continuó haciendo esto hasta tres semanas antes de su muerte, cuando ella llegó a ser demasiado frágil para cuidarlo.

"Estaba tan débil que apenas podía hacerlo", recordó Cody en declaraciones a Zanesville Times Recorder. "Pero ella seguía empujando su silla; ella todavía estaba llenando su vaso de agua".

Cuando la salud de Kenneth comenzó a fallar, Helen empezó a dormir en el sofá para estar cerca de él. El matrimonio no había dormido separado en los 70 años de relación, comentó su familia. Es usual la anécdota que rememora el momento en que hace años, cuando los dos se tomaron un ferry nocturno equipado con cuchetas individuales, optaron por dormir en la cama inferior en lugar de estar separados, incluso por esa única noche.


Cuando Helen enfermó y quedó postrada en la cama de un hospital, para Kenneth fue muy fuerte, dijo Cody. "Él la tomaba de la mano, pero mantenía su cabeza hacia abajo porque no podía soportar verla sufrir", dijo la hija.

Cody confesó que su padre comenzó a decaer unas 12 horas luego de que su madre falleciera, el pasado 12 de abril, y les dijo que "no quería dejar que se fuera sola". Él finalmente falleció la mañana siguiente, rodeado de su familia y amigos. "Ya estaba listo", dijo Cody.

La pareja se conocía desde hacía años, pero recién el 20 de febrero de 1944 se fugaron a Newport, Kentucky, desde Cincinnati a dos días de que ella cumpliera 21 años. Kenneth era demasiado joven para casarse en Ohio.


Kenneth trabajaba como inspector de vías férreas y mecánico antes de emplearse en la oficina postal de Nashport. También daba clases dominicales en la iglesia de su localidad.

Helen era ama de casa, se hacía cargo de su familia y ayudaba a otras familias del área. También era maestra los domingos y era reconocida en su comunidad porque le gustaba enviar tarjetas de saludos, agradecimiento y felicitaciones a todos.

© Publicado el Domingo 20/04/2014 por http://www.infobae.com