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domingo, 24 de junio de 2012

River Plate... Un ascenso sin brillo, pero merecido... De Alguna Manera...

Un ascenso sin brillo, pero merecido...


Ningún equipo fue mejor que River. Como periodista, como testigo imparcial y hasta como hincha de fútbol, soy un convencido de la necesidad de bajar brutalmente el nivel de angustia con el que se habla de un resultado deportivo. Eso de “partidos de vida o muerte”, “jugarse la vida en cada pelota”, “hoy no se puede perder”, “el drama del descenso” me suenan, de movida, a mediocres recursos de cronistas de cuarta que, si se les propone hablar del “cómo” o del “por qué”, lamentan haber tocado un amigo o presentado un currículum para dedicarse a esto.

Sin embargo, en un fin de semana como éste no me animo a ser tan contundente al respecto. Mejor dicho, me mantengo firme en mi convicción –y en mis sentimientos–, pero no aspiraría que ningún hincha cuyo equipo haya estado, esté o vaya a estar involucrado en este sube y baja ridículo del fútbol argentino preste ni la menor atención a estas líneas. Mucho menos que adhiera. Tal vez dentro de algunos días, cuando ese dique de angustia futbolera que, según el resultado, nos hace desesperar por un choripán o nos impide tomar un cafecito sea cosa del pasado, estén en condiciones de entender que los dramas de la vida pasan por otro lado. Y los del fútbol también. Y los de los clubes de fútbol involucrados, más aún. River y San Lorenzo son la muestra más acabada de que aquello que nos desespera, despedaza o alivia está lejísimos de ser lo realmente importante. Aun teniendo muy en cuenta que las administraciones de ambos clubes tienen perfiles abismalmente opuestos –me quedo con la de Núñez, por lejos– sus presentes impregnados de violencia, falsas promesas y descalabros económicos e institucionales no me dejan mentir. Como ascender o no descender pasan a ser las consignas insustituibles, todo lo demás pasa a segundo plano. Y los responsables de ello lo aprovechan. Tengamos en cuenta que la enorme mayoría, sino la totalidad de los desarreglos tiene que ver exclusivamente con las actividades relacionadas con el fútbol profesional. Por eso pongo en planos distintos al club que tiene como conductor deportivo a Sergio Vigil respecto del que acaba de dejar ir –por desidia, por abandono, por falta de todo apoyo– a Elizabeth Soler, flamante campeona panamericana de patinaje artístico, anuncio que la propia Soler le hizo anteayer a mi compañero Guido Bercovich.

De cualquier manera, como venimos hablando de fútbol, o de algo similar, es bueno no perder demasiado el foco. Cuando se habla del ridículo sube y baja de nuestro fútbol no podemos soslayar que estamos a horas de que pueda demostrarse en los hechos la torpeza de los diseñadores de torneos en nuestro medio. Bastaría que Tigre fuese campeón y quedase en zona de Promoción para que lleguemos al éxtasis de la estupidez deportiva. En realidad, tampoco hace falta tanto para llegar a esa conclusión. El sólo hecho de que un equipo viva al mismo tiempo el mejor y el peor momento de su historia es la sublimación del imprevisto.

Pero ya a comienzos de la semana tuvimos la muestra elocuente de que algunas personas, dentro del fútbol argentino, gastan tanto empeño en armar las valijas para viajar al Mundial que no les queda resto para pensar en aquello que los justifica como dirigentes. Y conste que amanecí generoso y no me pongo a hablar de cargos en la FIFA o en la Conmebol ni de asuntos de corruptela.

Nadie podría sostenerse en su cargo si, a cinco días de la definición más intensa y extravagante de la historia de nuestro fútbol, enviara repartir entre los medios –y supongo que entre los representantes de los clubes– dos hojas explicativas con enmiendas a una reglamentación que, 24 horas antes, exponía un importante puñado de vacíos respecto de las cosas “que nunca van a pasar” y que, de golpe pasaron. Entonces, paso a ser una realidad devastadora la posibilidad de que un mismo equipo jugase un triangular de desempate por el título, otro para evitar la promoción y, quizás, jugar la promoción misma, lo que le equivaldría disputar seis partidos más de los previstos. Ser campeón y descender al mismo tiempo. ¿Y en qué orden se jugaría? ¿Quién esté primero? ¿El huevo, la gallina o los impresentables?

No voy a aburrirlos enumerando las otras variables que sólo se contemplaron cuando el agua les llegó al cuello y no antes de empezar el torneo. Si les digo que, así como los problemas de violencia, programación, logística y capacidad de estadios se soluciona con quitar a las barras del camino, hoy quedó en evidencia que los promedios son la gran deformación del fútbol argentino. Por algo los que deciden no se animan a acomodar los libros en la biblioteca si, para lograrlo, alcanzaría con mandar a la papelera de reciclaje dos cuadernos con hojas en blanco.

Tal es la dimensión del mamarracho que se llega al final de una historia en la que la gran mayoría de los involucrados, en el caso de lograr el objetivo, lograría mucho más una señal de alivio que de euforia. Ayer, la excepción fue Quilmes, con su excepcional ascenso, uno más en la impecable carrera de Omar de Felippe como entrenador. La excepción de hoy podría ser Arsenal. Y Tigre, otra vez, esa extravagancia en la que el mismo que puede vivir la euforia necesita sentir el alivio de zafar del descenso.

Sin dudas, la quintaesencia del alivio por encima de la alegría fue River Plate. Estoy convencido de que el equipo de Almeyda logró un ascenso absolutamente merecido. Aun sin haber hecho brillar a un plantel de excepción que, me animo a decir, no volverá a verse en la categoría, ningún otro equipo de la división puede arrogarse el anuncio de haber sido mejor que el conjunto de Núñez. Pudo haberlo hecho Instituto. Pero su campeonato como mejor de todos terminó hace no menos de seis fechas. Y la caída libre del final no permite imaginarlo superando la Promoción, cosa que sólo logrará si vuelve a ser aquel equipo que, por ejemplo, catapultaba a Dybala a las primeras divisiones europeas.

River está de regreso en Primera y eso es una enorme noticia para el fútbol argentino. Para Passarella es haber encontrado en el fútbol un tanque de oxígeno. Es el mismo Passarella que tiene derecho a levantar banderas de cosas bien hechas en otras disciplinas y áreas del club. Lamentablemente, la sociedad futbolera condena a ser una rareza en vías de extinción cualquier cosa que no sea su plantel profesional (y sus deudas enormes, y sus barras bravas, y sus vaivenes deportivos). Esto no es privativo del flamante campeón del ascenso. Es moneda corriente en demasiados clubes del país. En otros, toda actividad que no sea el fútbol profesional es burdamente despreciada.

Ojalá esta vuelta a las fuentes le dé a River nuevos motivos para hablar de su histórica grandeza futbolera. Ojalá sea la base de sustento para potenciar su condición de club integral “con” fútbol y no “de” fútbol. Y ponga arriba de la mesa lo necesario para que los violentos se queden en la calle.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo a y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 24 de junio de 2012. 



martes, 12 de junio de 2012

“Me daría vergüenza festejar el ascenso de River”... De Alguna Manera...

“Me daría vergüenza festejar el ascenso de River”...

Historia. Amadeo fue arquero de La Máquina y estuvo 24 años en River. (Télam)

El día de su cumpleaños 86, el histórico arquero millonario se mostró disgustado con el equipo de Almeyda y aseguró que no celebrará el regreso a Primera. Además, criticó a Passarella, quien no lo atendió cuando quiso colaborar.

Las viejas épocas de gloria de River parecen haber quedado muy en el pasado. La realidad del Millonario es otra y cuando se consulta a las viejas figuras de los mejores momentos, las respuestas son muy similares. Esta vez, el que se mostró amargado por la situación que se vive en Núñez fue el histórico Amadeo Carrizo.

"Cuando descendió River fue una cosa que no concebía. Llego mi nieto llorando y llore yo también. Lo sentí mucho. Fue muy triste y recordé a todos los grandes jugadores que pasaron por este club", reconoció Amadeo, hablando del fatídico día en el que el Millonario perdió la Promoción con Belgrano.

Pero aún un año después, para el mejor arquero de la historia de River la herida no cierra y es claro en su mensaje: "El ascenso no lo festejaría para nada"

"Me da vergüenza que se festeje el regreso a Primera que es de donde no se tendría que haber ido nunca. Espero que recapaciten los hinchas. Si lo digo es por que lo siento y soy muy exigente con River", agregó en declaraciones a ESPN Radio Rivadavia.

Además, Carrizo habló del equipo de Almeyda y mostró su disgusto por el juego que genera. "No estoy satisfecho. Pretendo más. Soy exigente al máximo, no me conformo con un triunfo como el de Boca Unidos. Había que embocar al arco o que el arquero no esté bien. Hay individualidades pero no esta armado en el conjunto", sentenció.

Por último, confesó que el presidente del club no lo quiso recibir y le pegó a la actual dirigencia millonaria: "Cuando River estaba tan mal hace unos meses quise solidarizarme con Passarella y hablar con él para que sepa que estoy para lo que me necesiten. Fui al club y me dijeron que no me podía atender por que estaba muy ocupado. Lo mantuve en reserva hasta ahora. Todo pasa en la vida. Sólo quería darle la mano o un abrazo".

© Publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 12 de Junio de 2012. 


domingo, 3 de junio de 2012

Finales obvios... De Alguna Manera...

Cómo arruinar un buen final...

Equipos semifinalistas de la Copa Argentina de Fútbol.

Vladimiro: —Entonces,
¿Nos vamos?
Estragón: —Vámonos.
(No se mueven. Telón)
Final de “Esperando a Godot” (1952), de Samuel Beckett (1906-1989).

Detesto los finales obvios

Bogart deja que Ingrid Bergman se vaya con su marido y camina en la niebla junto al policía francés que le salvó la vida mientras el avión despega y él dice: “Espero que éste sea el inicio de una larga amistad”. Casablanca. Ese sí es un gran final. El de la primera Rocky también lo era. La de 1976, dirigida por John Avildsen. Porque perdía. Hacerlo ganar era ridículo, inverosímil. Pero no para Stallone ni para el american dream, que exigía una revancha y el final feliz. Pronto le darían el gusto.

El guión original era de Stallone y estaba inspirado en Chuck Wepner, un tragabollos apodado “el Sangrador” por lo fácil que se cortaba. Chuck era gordo, boxeaba cuando podía, se ganaba la vida vendiendo licores y era el rival perfecto para un Muhammad Alí mal entrenado. Wepner casi lloró de alegría cuando firmó el contrato. Eran 100 mil dólares para pelear por el título mundial y servirle de puching ball a Alí. La pelea se hizo en Ohio y era un trámite. Pero algo salió mal. En el noveno Wepner, bañado en sangre como siempre, embocó un voleo y tiró al campeón. Alí, avergonzado, furioso, le dio una paliza impiadosa. La pararon recién en el round 15, poco antes del minuto final.

Una historia fantástica que hizo rico a Stallone. Alentado por los tres Oscar ganados y el éxito de taquilla, en 1979 escribió y dirigió Rocky II. Y lo hizo ganar, por supuesto. En 1982, ya con Ronald Reagan en la Casa Blanca, llegarían Rambo y Rocky III. Y la infinita saga.

OK: la final cantada para esta primera Copa Argentina debería ser Boca-River. Cualquier otra arruinaría la fiesta y el negocio. Lo mismo pasó en la última Champions. Tenía que ser Barça-Madrid, sí o sí. No podía fallar. Pero falló y fue Chelsea-Bayern Munich. Esa absurda imprevisibilidad, esos guiones escritos por un loco deben ser lo que lo hacen algo tan… apasionante.

Hoy se juegan las semifinales. Una, en Catamarca. Allí Deportivo Merlo será Wepner, y Boca, Alí.

Este campeón también llega agotado por su rush triunfal en el torneo local y la Libertadores. Pero igual pondrá toda la carne al asador. Voraz, busca la Triple Corona. Tanto, que Falcioni arriesgará a su gema más delicada, Riquelme, el que también baila como una mariposa y pica como una abeja, cuando puede o quiere. Y junto al Enganche Melancólico, su elenco estelar: Schiavi, Erviti, Somoza, Cvitanich, Silva… Uy. No hay manera de que no resulte una masacre.

Frente a este ejército de Patton, el equipo del Club Social y Deportivo Merlo, fundado el 19 de octubre de 1954, pocas semanas antes de que su rival de hoy diera su séptima vuelta olímpica en el profesionalismo. Lo llamaron 9 de Julio y la primera sede funcionaba en el Mercadito Claudio, de Héctor Pérez, en Aristóbulo Escalada y Remedios de Escalada, Parque San Martín. Recién en 1968 consiguieron el terreno para hacer la cancha y le cambiaron el nombre. Su evolución es asombrosa. Jugó veinte temporadas en la Primera D, 21 en la C, 13 en la B y ya lleva dos en la Nacional B.

¿Sus jugadores top? Anoten. Leandro Lazzaro, aquel goleador de Tigre con físico de patovica; Capogrosso, arquero de experiencia en el ascenso; el lateral Emanuel Martínez que hizo inferiores en River; Pablo de Muner, ex Argentinos y Poli Ejido de España, y el Chanchi Estévez, el que fue campeón con Racing en 2001, que figura en el plantel pero no fue convocado por el técnico Ferraresi. El equipo, gerenciado desde 2006 por la –atenti– World Sport Management S.R.L de Norberto Arismendi, navega de mitad de tabla para abajo, pero sin peligro de descenso. Un mérito enorme.

¿Sus chances? Las mismas que tendría Filosofía aquí y ahora, con José Pablo Feinmann, en televisión abierta y compitiendo con Tinelli. O algo así. Pero… como dicen los de las tres tiras, “impossible is nothing”. Salvo conseguir dólares, claro. Si es por mí, soy fan del programa del gordo. Y si alguna vez, jugando por la Copa del Rey de 2009, el Real Madrid perdió 4 a 0 contra el Alorcón, un club de la tercera categoría… ¡cualquier cosa puede pasar muchachos! Esto es fútbol, todavía.

Personalmente, me inclinaré por el más débil. Que no es Clarín, en este caso, sino Deportivo Merlo.

En la otra semi chocarán Racing-River, el clásico más antiguo de la historia. Y el más desparejo, para mi desconsuelo. Racing ganó 37 partidos y River ¡86!, con 42 empates. Si es por historia, ganan con la camiseta. Pero la coyuntura hoy es otra, colegas. Para empezar, River está en la B y Racing, en Primera. Es una diferencia. River, por ejemplo, los tiene a Trezeguet y Cavenaghi, y Racing a Pablito Cavallero y Santander, el sátiro virgen. Glup. Mejor olvidemos las comparaciones, siempre tan odiosas.

¿Qué River jugará con suplentes? ¿Como Boca hace 15 días en Avellaneda? ¡Oh, nooooh... !
Seré claro: quiero que gane Racing. Porque es mi equipo y porque apoyo la idea más subversiva desde la curiosa aparición del “dólar blue”, viejo apotegma maradoniano llevado al extremismo cromático. “¡Ese es más falso que dólar celeste!”, solía chicanear nuestro mito nacional en el exilio en sus momentos de euforia. Mirá vos. Se le hizo.

Apoyo incondicionalmente a la final inverosímil, compatriotas: Racing-Merlo.

Y propongo, además, que el ganador también se lleve, como premio y castigo, la espantosa estatua y sus mismísimos cuernitos.

Será justicia.

© Escrito por Hugo Asch y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.