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viernes, 19 de abril de 2013

El manual de la mafia... De Alguna Manera...


El manual de la mafia...

La presidenta Cristina Fernández le ordenó a Carlos Zannini que rescatara del escándalo a Lázaro Báez. No lo hizo por amor ni por afecto hacia el Yabran K. Ella lo desprecia ética y estéticamente. Pero quiere ayudar a Báez porque es como ayudarse a si misma. Cristina protege a Báez en defensa propia. Elisa Carrió, anoche, por televisión y en vivo y en directo, probó con papeles que Lázaro y Néstor fueron socios. En el 2007 la revista Noticias lo definió como “El testaferro de Néstor”. 

La presidenta se dio cuenta que la investigación de Jorge Lanata es un golpe directo al corazón corrupto del modelo. Es tan grave para el relato presuntamente progresista del cristinismo que no tuvieron empacho en poner en funcionamiento los movimientos básicos del manual de la mafia. Salieron a apretar ferozmente a dos arrepentidos y lograron que se volvieran a arrepentir. 

Los testimonios de Jorge Alejandro Fariña y Federico Elaskar fueron patéticos. Sus flagrantes contradicciones y mentiras seriales conforman un verdadero insulto a la inteligencia. Fariña delira y sueña que alguien le va a creer que inventó todo para darle la ficción que el golpista Lanata quería. Elaskar dijo “nos tiramos baldes de mierda encima” y también cedió a las presiones brutales, pero sus palabras fueron tan burdas que da vergüenza ajena. Del rosario de falsedades quiero subrayar las que se caen del mapa. Dijo que se equivocó porque estaba enojado y es muy joven y que nunca nadie lavó dinero, que nunca nadie lo amenazó de muerte y que le pide disculpas a todo el mundo que está lleno de madres teresas de Puerto Madero. 

Con cara de piedra aseguró que resolvió desmentir sus propias palabras porque recién ahora se dio cuenta de la gravedad y la conmoción social que generó. Sin embargo, en franca contradicción, también relató que le había pedido 5 veces a Lanata que no pusiera su testimonio al aire. Que había llorado frente a Lanata, presa de un ataque de pánico y le dio a Rolando Graña un mail del 9 de abril donde le rogaba a Lanata que no utilizara sus declaraciones a cámara abierta. 

Pregunta: si sufrió ataques de pánicos y de llanto en aquel momento, ¿Cómo es que recién ahora se dio cuenta de la gravedad del tema? ¿A quién teme ahora? ¿Qué tipo de amenaza le han hecho como para que se de vuelta como una media y se haya convertido igual que Fariña en mentirosos y arrepentidos al cuadrado? Una vez en el canal 13 y otra vez en América. 

Otro infantilismo que nos quieren hacer creer: ¿Cómo es posible que ambos hayan hecho, cada uno por su lado, el mismo invento, con las mismas acusaciones, personajes y cifras de lavado de dinero negro de la corrupción, de los euros, las sociedades truchas y las guaridas de piratas fiscales y los bancos en Panamá o Belice? ¿Hubo telepatía? ¿Juegan de taquito? ¿O ambos dijeron la verdad y ahora ambos recularon en chancleta? 

Cualquiera se da cuenta de la operación que montó el monje negro Zannini por orden de Cristina. Ensuciar la causa, embarrar la cancha, deslegitimar los personajes, frivolizarlos y apuntar a que sus testimonios se caigan y no tengan validez. Y de paso, intentan minar la credibilidad de Jorge Lanata que en todas las encuestas de la década aparece como el periodista más confiable. En las redes sociales está circulando una foto de Marlon Brando caracterizado como Don Corleone en la película “El Padrino”. Tiene un cartel que dice: Hay gente que no quiere manchar su honor y aclara: “No tengo nada que ver con Lázaro Baez”. Tragicomedias de la era K. El padrino no quiere que lo vinculen con Lázaro. Humor corrosivo y doloroso en tiempos de cólera.

Lo concreto es que la carátula del expediente que está en la justicia dice: “Báez Lázaro y otro sobre encubrimiento y asociación ilícita”. Si el juez produce el milagro de investigar a fondo y procesa a alguien, tal vez pueda encuadrar esos delitos como “lavado de dinero”. Veremos. Tengo mis dudas. El juez participa del movimiento kirchnerista llamado “Justicia Legítima” que quiere decir justicia militante. Tiene razón la procuradora general, Alejandra Gils Carbó, jefa espiritual de esa movida. 

Ella dijo que hay que democratizar la justicia porque hoy es “ilegitima, corporativa, oscurantista y de lobbies aceitados”. En este caso, con la parálisis y lentitud exasperante y adrede, parece que a la justicia se le escapó la tortuga del mayor escándalo de corrupción de la última década. De hecho todos sabemos que casi no hubo funcionarios que hayan ido presos o condenados por corrupción en estos 30 años de democracia. La pregunta terrible se cae de madura. ¿En este tiempo, no hubo corrupción o no hubo justicia? La gente no es tonta y sabe la respuesta. En Argentina hay una reina que reina: la impunidad.

© Escrito por Alfredo Leuco el viernes 19/04/2013.



miércoles, 20 de marzo de 2013

Despechados... De Alguna Manera...


Despechados...


Tras el ruido y las humaredas, los hechos. Esos hechos se atrincheran en palabras. Esas palabras no son vanas ni vacías. Expresan, como es habitual, la emoción primordial del gobierno de la Argentina, que desde 2003 a hoy vive sumergido bajo un manantial de despecho y enojo. La elección de Jorge Bergoglio como nuevo papa no escapó al guión de hierro del Gobierno y sus seguidores: enojados, molestos, irritados, les acontece lo que siempre caracteriza a los despechados: no son capaces de contener ni de maquillar sus contratiempos.

Para el libreto que abarrota a la Argentina desde el comienzo del siglo XXI, el papa Francisco es, por lo menos, un fastidio importante. Ellos han santificado desde el ejercicio del poder la supremacía de la dialéctica bélica y se han cansado de elogiar las supuestas bondades de la confrontación permanente. ¿Cómo sería buena para ellos una noticia que no sólo traslada el eje autorreferencial de los actuales gobernantes, sino que deposita esta nueva centralidad en un hombre y en una institución que, al menos actualmente, predican convergencia versus divergencia, acuerdo en vez de desacuerdo, armonías en desmedro de crispaciones?

En muchas ocasiones del pasado, la Iglesia Católica ha sido una estructura de poder abroquelada en la intolerancia, la crueldad y el privilegio. Siglos después de consolidarse como religión primordial de Europa, el cristianismo se despeñó en la barbarie nefasta de la Inquisición y esposó el funesto cargo de deicidio para con los judíos. Fueron tiempos oscuros y de complicidad con poderosos intereses terrenales. A medida que pasaba el tiempo, la alianza entre jerarquía y poder secular era más evidente. Pero todo cambia. ¿Hay algo más retrógrado que postular la inexistencia de los cambios?

En el último medio siglo, desde Juan XXIII, la Iglesia dio varios aunque zigzagueantes pasos hacia una positiva evolución. Juan Pablo II se abocó a la empresa de aventar y superar la herencia del comunismo en Europa. La historia fue coherente con ese propósito y desde 1980 el imperio soviético, con sus muros de concreto y sus cortinas de hierro, se sumergió en un ocaso irreversible. No hace falta ninguna sabiduría especial para advertir que los legítimos apetitos espirituales y libertarios, a los que se abocaba ese cristianismo recargado de Karol Wojtyla, fueron atendidos.

En la Argentina, la áspera reacción oficial para con el ascenso del papa Francisco se explica. Nada exaspera e irrita más al Gobierno que la activa existencia de sensibilidades y movilizaciones sociales autónomas del colosal poder de este Estado colonizado, reacio a compartir el escenario de la realidad con nada ni con nadie que no se le someta. En este punto, Bergoglio era un “competidor” y un incordio, espina clavada en las huestes oficialistas, incapaces de darse cuenta de que ni la propia Cristina Kirchner tuvo la valentía de avalar la despenalización del aborto.

Bergoglio es un obispo septuagenario que no simpatiza nada con rupturistas reclamos culturales de época formulados por diversos sectores. El problema es que, siendo adversario ideológico de esas reivindicaciones que el dogma por él profesado no admite, es igualmente un pastor sensible y, sobre todo, muy enérgico en el combate a la pobreza, la desigualdad y los crímenes sociales más perversos, como la trata de personas y el tráfico de drogas.

Convertir a Bergoglio en “cómplice” de la dictadura que se instaló en el país hace treinta y siete años es la confesión de un cinismo político todo terreno. Así procede la misma prole airada que acepta sin vacilar el currículum neoliberal de Amado Boudou, cuya (¿ex?) novia, la aguerrida militante revolucionaria Agustina Kämpfer, tuiteó que el papa Francisco era un argentino “al mando de una institución que encubrió y encubre el abuso sexual de curas a miles de niños en todo el mundo. Y bueno”.

Los crímenes cometidos por sacerdotes católicos en todo el mundo son horribles e inaceptables. Imputar por ellos a toda la Iglesia como institución es una escandalosa manipulación de aliento pequeño. En todo caso, debe decirse que si Bergoglio no hubiese sido decisivo en el fuerte compromiso para con sus curas villeros en las barriadas más castigadas por la indemne pobreza argentina, el tratamiento oficial hubiese sido mucho más benévolo con él. La hostia a Videla nunca existió, pero igualmente un cura da la comunión a quien lo pida y no tiene autoridad para negársela a nadie. Hasta los judíos lo sabemos.

El despecho motoriza la gélida y taciturna impotencia oficial. Podrá discutirse largamente sobre celibato, anticoncepción, casamiento homosexual y aborto, pero en las fauces del Gobierno estos argumentos “progresistas” son especiosos y oblicuos, esencialmente hipócritas. No es eso lo que molesta en la Casa Rosada. El despecho proviene de dos cuestiones determinantes. La más importante es que, tras diez años de soliviantar artificialmente las confrontaciones, al punto de haber convertido “la pelea” en una religión, se les aparece un vecino de Flores e hincha de San Lorenzo que predica el acuerdo y descarta la descalificación. No vivía en El Calafate ni en Puerto Madero, tampoco se movilizaba en helicóptero, sino que viajaba en subte y colectivo; Satanás hecho Papa. A este cura tradicionalista y prudente lo angustia la pobreza y su vida respira austeridad. Corta la figura de un perfecto destituyente. Por eso el despecho oficial, emoción tóxica que tal vez preanuncie el advenimiento de otra época en la Argentina.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 17/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 23 de diciembre de 2012

¿Qué hay detras de los Saqueos?... De Alguna Manera...


Y fueron por todo...
 
"LAS VACAS SON DE NOSOTROS, LAS PENITAS SON AJENAS". Abal Medina. Dibujo: Pablo Temes.

¿Que hay detras de los Saqueos? Por acción u omisión, el Gobierno es autor intelectual de la violencia social. Revancha de los pibes sin poder.
 
El gobierno de Cristina es el principal responsable de los saqueos que generaron tanta angustia. No es políticamente correcto, pero hay que decir que los dramáticos sucesos fueron producto de las tres “I”: inflación, inseguridad e inequidad. Son tres realidades sistemáticamente negadas por un discurso oficial blindado. Juan Manuel Abal Medina fue irrespetuoso con los más humildes con tanta fanfarronería de Estado. Dijo que Moyano, Micheli y sus muchachos querían “quebrar la paz social y el gran momento que vive la Argentina”, y que “nunca estuvimos mejor”. Tiene razón el ex funcionario de Fernando de la Rúa: él nunca estuvo mejor. 

Me hizo acordar de un viejo chiste-chicana sobre la corrupción de los gobiernos. Dice que Cristina y sus ministros son ateos porque no pueden creer que haya una vida mejor después de ésta. Insisto, en el caso de muchos integrantes del oficialismo es rigurosamente cierto. De hecho, Puerto Madero tiene la mayor cantidad de funcionarios por metro cuadrado. El caso más emblemático, además de la Presidenta, es el de Amado Boudou, que tuiteó: “Seguimos trabajando para quien más lo necesita. Ellos no saquean ni se llevan plasmas en 4x4. Saben que hay una presidenta que trabaja para ellos”.

¿Tanto compraron su propio discurso que son incapaces de reconocer que en la Argentina todavía hay pobres, desocupados, excluidos y marginales? ¿Tan ciegos están en la defensa cerrada de sus privilegios que ignoran que hay un promedio de un millón de jóvenes “ni”, que ni trabajan ni estudian? ¿No pueden comprender que es cierto que hubo una gran mejora en el empleo, en el crecimiento vigoroso de la economía y en la ampliación de los derechos, pero que todavía falta muchísimo? ¿Creen que ésas son mentiras de la corpo? ¿No salen a la calle? ¿Se tragan el verso de que en Chaco no hay más pobres? ¿No se dan cuenta de que los problemas estructurales siguen vivitos y coleando? ¿Viven para engañar o se autoengañan?

Más lastimoso fue eso de que no tienen hambre porque roban plasmas. Son humildes pero no boludos. No sean hipócritas. Un LCD de 32 pulgadas con HD Ready y sintonizador digital vale igual que 375 panes dulces Festiva de 400 gramos, que están en oferta. Nadie come plasmas, pero tampoco vidrio. No se puede incitar a cometer delitos, pero tampoco masturbarse con el librito de Laclau donde dice que el pueblo es bueno, revolucionario y ama a Cristina y los vándalos son los que roban en forma organizada para Magnetto y los golpistas.

La vida real es un poco más compleja y mezclada. Es cierto que en su inmensa mayoría los pobres son honrados. Pero no se podría decir lo mismo de los más altos funcionarios. El que saquea a un saqueador, ¿tiene cien años de perdón? ¿Amado Boudou hubiera arrebatado el pan dulce o el plasma? “Plasmas para todos” es un lema que irónicamente hicieron correr los pibes que robaron todo lo que encontraron. Esos también son argentinos. Los de La Cámpora suelen cantar “Cristina corazón/ acá están los pibes/ para la liberación”. Los que sacudieron los supermercados y todo tipo de negocios también son pibes. Los saqueadores pusieron en acto la orden de Cristina de ir por todo. Y tampoco se detuvieron ante la ley.

Es que son los nuevos desaparecidos. Fueron ignorados por el triunfalismo del discurso oficial que sólo ve Tecnópolis y Bicentenarios delante de sus narices. Son muchachos que fueron borrados del mapa. No existen en la palabra ni en los números. No tienen trabajo ni paritarias, no tienen cajita de fin de año con sidra ni tienen futuro y, encima, los ignoran y todo el tiempo les están refregando en la cara que “nunca estuvimos mejor en este gran momento de la Argentina”. Ojo con esa provocación. Ambas cosas son ciertas: el bienvenido aumento del consumo y la malvenida presencia de la exclusión. Es la cara oculta de la Argentina. Es el subsuelo sublevado de la patria. No son lúmpenes al servicio de la oposición.

Son hijos de esas tres “I” negadas obsesivamente.

La “inflación” de los alimentos supera el 35% y es una piraña que se deglute los ingresos de los que hacen changas o trabajos no registrados. El Gobierno reconoce que son cuatro de cada diez argentinos. Para las consultoras privadas, el número es todavía más grave.

La “inseguridad” crece en esa tierra fértil de los que no tienen nada para perder. La vida no vale nada para ellos y por eso el paco, los narcos y las barras bravas de los clubes reclutan su tropa en esos lugares. Eso lo sabe cualquier vecino honesto de las barriadas populares y de las villas. ¿El Gobierno? Bien, gracias. Habla de sensación y en la práctica deja zonas liberadas porque congela a las fuerzas de seguridad por temor al gatillo fácil. Ningún gobierno democrático debería fomentar la mano dura jamás. Pero tampoco mirar para otro lado, porque multiplica el crimen que también mata al pueblo trabajador.

La “inequidad” es la que no se ha modificado, pese a la década de hipercrecimiento. Mejoró el empleo, bajó la pobreza y abrieron fábricas, pero la diferencia entre los más ricos y los más pobres sigue siendo la misma. Y ver cómo muchos consumen y a muchos otros ni se les reconoce la existencia produce un gran resentimiento.

Es un plan sistemático para olvidarlos. Los matan todos los días con la indiferencia. Por eso, cuando pueden se toman revancha. Asoman la cabeza y se hacen ver. Unos se beneficiaron con las tasas chinas y otros eligieron saquear los supermercados chinos.

Hugo Moyano dijo que Abal Medina, según el manual oficial para crisis, buscó culpables en lugar de soluciones y acusó sin pruebas, flojo de papeles, “al más puro estilo de la dictadura militar”. Otros voceros del Gobierno ya lo habían hecho en su momento. Aníbal Fernández contra los militantes de Pino y el PO por la quema de trenes, y Horacio Verbitsky contra Néstor Pitrola por los desmanes de la estación Constitución.

Nunca hubo una prueba. Esta vez fue tanta la sobreactuación que militantes kirchneristas fueron a los supermercados a defender el modelo al lado de la Gendarmería. Infantilismo irracional y peligroso.

La Justicia determinará quiénes fueron los autores materiales, pero los autores intelectuales fueron los del Gobierno nacional, por acción u omisión.

Un Estado ausente que niega la existencia de la inflación, la inseguridad y la inequidad social. 

Un Estado ausente incluso a la hora de garantizar la paz social. Un doloroso fin del año de las oportunidades perdidas.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 23 de Diciembre de 2012.