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domingo, 30 de marzo de 2014

Esperándolo a Tito, de Eduardo Sachieri... De Alguna Manera...


Esperándolo a Tito…


La lectura de "Esperándolo a Tito," una magnifica idealización de la amistad, genero las mismas reacciones entusiastas que el anterior. Mientras que con "De chilena" me pasó lo que nunca me había sucedido frente a un micrófono: en medio de la lectura me quebré y la emoción me pudo sin que hubiera modo de disimularlo. 

Al tiempo, y en merito a sus virtudes, ascendí a Sacheri a la primera. 

Esto es: a la apertura del programa, un espacio que considero de privilegio y en el cual sus relatos se alternan con los de un equipo de notables integrado por Osvaldo Soriano, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Jorge Luis Borges y Roberto Fontanarrosa, entre otros elegidos. 

La decisión fue resultado de una teoría que como lector empedernido de cuentos de futbol elabore al respecto. Considero que Benedetti con "Puntero izquierdo," de 1954, es de alguna manera el fundador do del genero -si es que hay un genero-; que Fontanarrosa es el que interpreta exactamente la locura y pasión que puede generar este deporte; que Soriano retrata como nadie los partidos de los pueblos del interior y sus ritos; mientras que el sentimiento de barrio, el desafío de calzarse los botines y enfrentarse a otra barra o de jugar con una Tango, el registro de las voces del conurbano y sus personajes, ese es territorio de Sacheri. 

Y si hoy todavía este talentoso escritor no es el dueño absoluto del área, estoy seguro de que muy pronto lo será. 

© Escrito por Alejandro Apo.


Eduardo Sacheri.


Nació en Buenos Aires en 1967. Profesor y licenciado en Historia, ejerce la docencia universitaria y secundaria. Publicó los libros de relatos Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol (2000), Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después. 

Cuentos de fútbol y otros relatos (2004), Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), y las novelas La pregunta de sus ojos (2005; Alfaguara, 2009) y Aráoz y la verdad (Alfaguara, 2008). Colabora en diarios y revistas nacionales e internacionales.

Su novela La pregunta de sus ojos fue llevada al cine por Juan José Campanella, con el nombre El secreto de sus ojos, film que se convirtió en una de las películas más exitosas de la historia del cine argentino, fue distinguido con numerosos premios -entre los que se destaca el Oscar a la mejor película extranjera (2010)- y cuyo guión estuvo a cargo de Sacheri y Campanella. Aráoz y la verdad fue adaptada al teatro por Gabriela Izcovich y protagonizada por Luis Brandoni y Diego Peretti.

Sus narraciones han sido publicadas en medios gráficos de la Argentina, Colombia y España, e incluidas por el Ministerio de Educación de la Nación en sus campañas de estímulo de la lectura. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas.


Para leer el libro: Esperando a Tito...

Videos:

 

sábado, 8 de marzo de 2014

Rayuelas de Marta Minujín para homenajear a Cortázar... De Alguna Manera...

Rayuelas de Marta Minujín para homenajear a Cortázar...


Julio Cortázar se hubiera reído melancólicamente. En plena plaza del Palais Royal y con 70 rayuelas vinílicas tapizando la explanada, con el museo del Louvre de testigo, su autora y artista plástica Marta Minujín, el pintor Antonio Seguí y el ministro de cultura de la ciudad de Buenos Aires Hernán Lombardi celebraban jugando a la piedra mágica y saltando en el aire los 100 años del escritor más argentino de los autores exilados en París.

Seguí lo conocía muy bien: habían compartido con Julio la década del 60 en París, el Mayo del 68 francés, la famosa y breve ocupación de la Casa Argentina en la ciudad universitaria, los cambios sociales y políticos y la resistencia a la dictadura militar argentina. Minujín discutía la vanguardia del arte en el café Le Dome, su refugio, como una becaria argentina. Allí estaban el director de teatro Jorge Lavelli, el pintor holandés Pat Andrea,y los que habían sido amigos de Cortázar en esos anos.

"Cortázar era un joven desprejuiciado, libre, hablaba rápido. Siempre lo veía con Alejandra Pizarnik y con Aurora, su mujer entonces. Mi vínculo con él era Alejandra. Yo había leído Rayuela cuando tuve 14 años. Lo vi una vez más en Buenos Aires y no lo vi más" recordó Minujín en París. "Siempre hablamos de literatura, de arte. Yo no sé si veía lo que yo hacía porque el tenia mucho ego" confiesa Marta, reina del happening en París en los 60 y autora de "La destrucción", cuando quemó su obra.


En el primer día de primavera en París, los invitados se unían al lúdico ejercicio de volver a la infancia con "La Marelle", la traducción de Rayuela en francés. Sorprendidos y entusiastas, los turistas japoneses no dejaban de sacar fotos y preguntaban las reglas para unirse a jugar. Más desinhibidos, los americanos saltaban con un pie y exigían el prometido premio de piedra fuscia. Una dinámica como que la que había soñado Marta Minujín, con mameluco maya original, anticonsumo, rosa fosforescente, collares amuletos y sus 6 anillos de ojos "contra la envidia". Con un megáfono en la mano explicaba "esta obra de arte efímero y participación masiva" y llamaba a divertirse jugando. Una banda de saxofonistas deambulaba entre las rayuelas. 'Arte, arte, arte" gritaba Marta debajo de un paraguas naranja.

"Rayuelarte" fue la obra interactiva elegida por la ciudad de Buenos Aires para recordar a Cortázar con pluralismo en su primer homenaje en Francia, después que Argentina fuera elegida como invitada de honor en el próximo Salón del Libro en París, que inaugurara la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El gobierno kirchnerista decidió no convocar a la administración de Mauricio Macri y su gestión cultural a participar directamente en la exposición, a pesar de que Buenos Aires había sido seleccionada tres años atrás como huésped de honor.


'Cortázar era la innovación, la modernidad y por ese la obra de Marta Minujín es adecuada para este momento. Esta es una muestra de la pluralidad cultural que nosotros defendemos, sin restricción a la gente que piensa distinto. Cortázar es un ejemplo de libertad creativa y así lo homenajeamos" dijo el ingeniero Hernán Lombardi, ministro de Cultura del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

"Rayuela" fue la novela más famosa y vanguardista de Cortázar, que la escribió en París . Supo decir "que si no hubiera escrito Rayuela, me tiraba al Sena". Lectura obligatoria para la generación de los 70, ésta novela urbana, entre Buenos Aires y París , es hoy -junto con Cien Años de Soledad- una de las obras más importantes de la literatura latinoamericana de esos años.


Con un padre diplomático, Cortázar nació en Bruselas y se crío en Argentina, donde fue profesor de literatura en la escuela segundaria de Bolívar. Con fobia al peronismo se instaló en París, se acercó al movimiento revolucionario cubano y a la izquierda y adoptó la nacionalidad francesa como una forma de despreciar la dictadura argentina, contra la que militó intensamente. Murió en 1984.

Esta homenaje no fue la única ceremonia en París. En la sala de casamientos de la alcaldía del barrio I de la capital francesa, un grupo de escritores encabezadas por Silvia Barón Supervielle recordó y leyó sus obras, sus poemas. El fotógrafo Daniel Morzinski, especialista en imágenes de escritores e intelectuales, expuso una colección de escritoras argentinas en su honor en el enrejado de la alcaldía. La conmemoración se cerrará con el tango, otra pasión cortaziana, en el carrusel del Louvre. Un maestro dará clases entre el sábado y el domingo próximos y todos podrán seguir jugando a La Rayuela hasta ese día en la plaza del Palais Royal.

© Escrito por María Laura Avignolo y publicado el Viernes 07/03/2014 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


martes, 25 de febrero de 2014

El "pase" de Nelson y Víctor por Continental... De Alguna Manera...

Convivencia basada en evitar la realidad…

Víctor Hugo Morales adhiere al oficialismo desde la Ley de Medios. Nelson Castro siempre se opuso al modelo. Foto: Cedoc Perfil

Tras la marcha de Magdalena de Continental, Víctor Hugo Morales hace un “pase” con Nelson Castro. En veredas políticas opuestas, esquivan hablar de cualquier tema donde puedan tener posiciones diferentes. Una tensa calma.

Ulises en la obra de Homero hizo tapar los oídos de sus compañeros para protegerlos del canto fatal de las sirenas. No obstante, Franz Kafka, siglos más tarde, descubrió que esas criaturas tenían un armamento aún más letal: el silencio.

A partir de febrero, Nelson Castro y Víctor Hugo Morales empezaron a ratificar el mito kafkiano de lunes a viernes. Porque en el “pase” entre sus programas radiales, salvo excepciones, en vez de cantar, cierran la boca como las sirenas de Kafka.

Antes y después de las charlas (generalmente por teléfono, debido a los viajes de Víctor Hugo), uno arroja denuncias y el otro elogia al gobierno actual. Pero apenas se encuentran, evitan los temas de fondo.

Nadie quiere que riñan (no lo desea quien escribe), pero tampoco resulta satisfactorio que hagan relaciones públicas que rozan el cinismo y que no entreguen a la audiencia lo que ella espera y necesita: capacidad crítica y tolerancia. 

Si esta nota fuese una novela, un autor podría pensar que hay una instancia superior que no les permite ir a fondo en sus temperados diálogos. Esa autoridad sería tal vez la misma emisora, temerosa de otra contienda en el aire (como la sucedida entre Magdalena Ruiz Guiñazú y Víctor Hugo).   

En el primer “pase” (3/2/14), que fue de los más extensos (18 minutos), hablaron sobre la falta de vacantes en los colegios y se advirtió algo que sería costumbre: siempre pregunta Nelson Castro (cuyo idioma se caracteriza por lo discreto: “necio”, “mentira”, “enojado”) y Víctor Hugo juega de contragolpe y responde (con su lenguaje que, para decirlo de alguna forma, tiene “menos cocción”: “mafia”, “porquería”, “gusano”).

Se sabe que los viajes de Víctor Hugo son funcionales a su programa (en los últimos días salió de Mar del Plata, visitó Lincoln y luego París). Pero sus notas “rebotan” contra el ciclo de Castro, porque no tienen relación directa con la agenda política del día. 

El 12 de febrero, Nelson Castro afirmó: “Lo que dijo Capitanich es un disparate, me gustaría discutirlo” (se refería al fallo de la Corte sobre Canal 13). Pero en el “pase”, segundos más tarde, hablaron exclusivamente sobre Julio Cortázar y los treinta años de su muerte.

Dos días después, luego de que por primera vez el gobierno nacional reconociera la inflación (noticia que recorrió el mundo), hablaron con entusiasmo sobre la fiesta de San Valentín y el amor.

Por momentos, parece el “pase” entre dos programas deportivos. Porque suelen hablar de fútbol. Pero ese tema también puede suscitar cuestiones políticas. El lunes 17, Castro le preguntó a su colega sobre la violencia en el fútbol y la relacionó con el Gobierno. Víctor Hugo respondió que violencia hubo siempre y lanzó una osada definición: “Los barrabravas son personas como vos o como yo, pero que en un momento se vuelven locos”.

El tema se puso tibio. De tal manera que prometieron continuarlo al día siguiente. Pero el martes, sin embargo, a pesar de la expectativa, hablaron de fútbol… pero de Boca, de Belgrano y de Carlos Bianchi.

Víctor Hugo es un vivo retrato del personaje que Walter Benjamin calificó como flaneur: viajero, espectador urbano, dandy, voyeur, etc. Pero resulta absurdo que, luego de que la Presidenta dijo que “quisieron hacer volar el país por los aires”, dos periodistas políticos, en su encuentro, sólo hablasen de Julio Cortázar.

Para colmo, y a propósito de San Valentín, el papa Francisco habló de “sociedad líquida”, recurriendo a un concepto de Zygmunt Bauman, filósofo que anuncia el fin de lo socialmente sólido y el triunfo de los mercados volátiles.

Pero ellos, impávidos, la siguieron con San Valentín.

¿Qué omitieron? Aquello que los filósofos y el propio Papa vienen anunciando sobre la “sociedad líquida” y “la era del homo sacer”. O sea: el tiempo de “los humanos que son sagrados y merecen amor, pero a los que cualquiera puede matar”. ¿Y no es esa la situación de un jubilado pobre que, con 11% de aumento, pasa a convertirse en un ser “matable”?

Nelson Castro y Víctor Hugo Morales, con este “pase” inventado por Continental, ingresan a un simulacro de charla. Y brindan un espectáculo penoso. Porque las palabras pueden callarse. Pero los síntomas siguen hablando.

© Escrito por Luis Frontera el Sábado 22/02/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 30 de junio de 2013

Rayuela: La novela que revolucionó la forma de leer cumple 50 años… De Alguna Manera...


“Rayuela”: La novela que revolucionó la forma de leer cumple 50 años…

Cortázar. Con un gato y una cámara de fotos, en París hacia fines de los 60. La década en la que escribió Rayuela.

La publicó Julio Cortázar en 1963, cuando estaba exiliado en París. Es una obra literaria clave del “boom” latinoamericano. Se tradujo a más de 30 lenguas.


Para que una novela se convierta en un clásico se requiere, ante todo, un comienzo definitivo, inolvidable, y Rayuela lo tiene: “¿Encontraría a la Maga?”. Pero como si fuera poco, el libro que acaba de cumplir 50 años se puede empezar y terminar de distintos modos. Basta abrir el libro para encontrar el emblemático “Tablero de dirección”, que advierte que “a su manera, este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. Compuesta por 155 capítulos, el tablero propone dos formas de leer: como estamos acostumbrados, de principio a fin del libro, o saltando de una parte a la otra, siguiendo un orden discontinuo y prefijado por el autor.

Rayuela salió el 28 de junio de 1963, mientras los Beatles sacaban su primer disco y el mundo inauguraba oficialmente los años sesenta. Julio Cortázar no era ajeno a los aires de su época, pero su historia como escritor ya tenía varias batallas encima. Además de los poemas y las obras de teatro con seudónimo (Julio Denis), que Cortázar publicó bien de joven, fue Jorge L. Borges quien editó por primera vez el relato “Casa Tomada” en la revista Los anales de Buenos Aires, en 1946. 

En los 50 lanzó tres libros de cuentos fundamentales, que son evidencia suficiente de su genio: Bestiario, Final de juego y Las armas secretas. En 1951, espantado del peronismo, se mudó a Francia y ahí vivió hasta su muerte, en 1984 -así, el año que viene se cumplen 30 años de su muerte y un siglo de su nacimiento. París fue una influencia central en su literatura, y él luego ayudaría a agigantar el mito de esa ciudad contemplada desde América Latina. En una época de grandes cambios y centralidad para la región, que encarnaba en los 60 la esperanza de una nueva izquierda, la literatura de Cortázar estuvo entre las que lideró el “boom”, esa apuesta editorial de la que salieron obras como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez ,y La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. El boom puso a la literatura latinoamericana en un lugar en el que nunca había estado, a la vista de todos. En el corazón de esa generación estuvo Rayuela, porque fue uno de los primeros y más arriesgados. Decenas de escritores han reconocido el efecto liberador de su lectura. En ese sentido, fue un libro fundante.

Es posible que esa cualidad anticipatoria haya contribuido para que la novela se convirtiera, con los años, en un manual de iniciación literaria. Para que este efecto funcione, la novela tiene que apelar a la identificación entre el lector y los personajes. Cuando sale Rayuela, la juventud, tal como la concebimos hoy, es un fenómeno cultural de invención reciente... El tiempo lo premió con la fidelidad de los jóvenes, que siguen siendo sus lectores más devotos. “Cuando lo terminé pensé que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad, y la gran maravilla es que encontró sus lectores en los jóvenes”, diría unos años después el escritor.

Pero no todo fue sencillo de entrada para Rayuela. En Argentina, un país con un campo literario tan activo e inclemente, donde hasta los escritores más geniales son discutidos, no esquivó esa coyuntura, y algunos de sus libros, sobre todo el Libro de Manuel, fueron idolatrados y destrozados. La novelista Sylvia Iparraguirre -próxima al grupo de la revista El escarabajo de oro, dirigida por Abelardo Castillo-, recordó: “Sigo pensando, más allá de mis objeciones personales, que es una muy respetable novela, una novela clave en la literatura argentina. También pienso que hay momentos que hoy resultan insoportables: cuando se reúnen a escuchar jazz en la casa de la Maga, cómo hablan y hablan y esos personajes, que son todos muy parecidos; el tono sensiblero de la carta al bebé Rocamadour. Esa es la vulnerabilidad de Cortázar: una retórica sobre la que pasó el tiempo. Hubo además una moda Rayuela, desastrosa para el propio Cortázar”.

En estos días de homenajes y semblanzas, el escritor y editor Damián Tabarovsky disparó: “Para mí, y para muchos de mi generación, Rayuela nació ya cursi, remanida, llena de recursos demagógicos, y, casi me animaría a decir, sociológica: encarna -igual que Sabato en otro extremo- el gusto de una clase media argentina que se imaginaba en ascenso social y suponía que, vía Cortázar y otros como él, accedía a la alta cultura, a la divulgación de la vanguardia francesa, al último grito de la moda de la novela moderna”.

Una de las posibilidades más seductoras que ofrece Rayuela es la de tratar de desentrañar cómo fue armando el propio autor ese prodigio de ensamblado y la técnica narrativa. En una entrevista, Cortázar precisó: “Sólo cuando tuve todos los papeles de Rayuela encima de una mesa, toda esa enorme cantidad de capítulos y fragmentos, sentí la necesidad de ponerle un orden relativo. Pero ese orden no estuvo nunca en mí antes o durante la ejecución de Rayuela. Escribía largos pasajes sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a qué respondían en el fondo”. Uno de los documentos más reveladores de ese proceso de escritura es el Cuaderno de bitácora, un cuaderno de 164 páginas que el autor le regaló a la lingüista Ana María Barrenechea, editado por Sudamericana y cuyos originales están en la Biblioteca Nacional. El crítico literario Juan José Mendoza lo describe así: “Aparecen frases sueltas del tipo: “París, enorme metáfora”. Se leen párrafos que, ampliados, aparecerán luego entre los capítulos definitivos. 

El diario también posee papeles intercalados. Dibujos, citas. Menciones al escritor Marcel Schwob y al pintor Paul Klee. Se leen cosas como “El tipo es más macho que la puta que lo parió”. A propósito de la Maga escribe: “Sentirse plus, sentirse gato, sentirse aire”.” La primera edición de la novela, por lo demás, agotó en un año la tirada precavida de cuatro mil ejemplares. El editor de aquella edición fue Paco Porrúa, además de su amigo, uno de sus mejores lectores. En un puñado de cartas (siempre fue un activo corresponsal; han sido editados cinco tomos de correspondencia personal), Cortázar le fue anticipando a su editor que estaba trabajando en un libro fuera de lo común: “El resultado será una especie de almanaque, no encuentro mejor palabra. Una narración hecha desde múltiples ángulos, con un lenguaje a veces tan brutal que a mí mismo me rechaza la relectura y dudo de que me atreva a mostrarlo a alguien, y otras veces tan puro, tan poco literario”. La rayuela es un juego de chicos, una especie de talismán que nos proyecta al paraíso lúdico de la infancia. 

Su título no es sólo una referencia a la complejidad formal de la estructura (esa posibilidad de ir para un lado o para el otro), sino también una clara alusión a lo lúdico y lo juvenil, dos pilares de lo que conocemos por cortazariano . A medida que pasó el tiempo, el libro nunca dejó de reimprimirse, y hoy es un sostenido long seller que vende 30 mil ejemplares por año en español. Traducido a más de veinte lenguas, es una máquina narrativa que no para. ¿Cómo lo leerán los japoneses? ¿Qué encontrarán ahí los checos o los rusos? No lo sabemos pero estamos seguros de que, como ninguna otra novela argentina, trascendió los límites de la literatura nacional. El escritor en lengua castellana más influyente de las últimas décadas, el chileno Roberto Bolaño, destacó que Cortázar fue su mayor inspiración para varios de sus libros, sobre todo en Los detectives salvajes, la novela que ahora leen muchos jóvenes.

El efecto Cortázar se multiplica.

© Escrito por Mauro Libertella el sábado 30/06/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.