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domingo, 23 de diciembre de 2012

Juego de la "Opo"... De Alguna Manera...


Operación 'cambio de clima'...

Juego de la "Opo"...

Como parte de la operación “cambio de clima” respecto del que se instaló en el país tras los casi 12 millones de votos que recibió Cristina Kirchner en octubre de 2011, y 38 puntos de diferencia respecto de la segunda fuerza, varias acciones coordinadas se sucedieron.

Desde los pronósticos socioeconómicos apocalípticos que nunca se cumplen, pues no están diseñados para cumplirse sino para alentar expectativas negativas, hasta encuestas que suponen que a pesar de mantener los niveles de consumo y empleo sin cambios significativos respecto de los existentes en el momento del rotundo triunfo oficialista de 2011 la Presidenta hoy se desmoronó en popularidad a punto tal que perdería una elección contra Fernando Iglesias.

Al cotillón opositor se sumó también el caceroleo de segmentos medios altos y altos porteños, fogoneado por los medios opositores y convocado por “espontáneos organizadores” pertenecientes mayoritariamente al grupo de activistas de partidos opositores presentes en las redes sociales.

Recientemente dos movilizaciones y un paro general del sindicalismo opositor y sectores vinculados a la producción agropecuaria cuyo eje central es la baja del impuesto a las ganancias para el 19% de trabajadores formales que lo pagan parecían completar la operación “cambio de clima”, dándole más profundidad social a la “opo”, hasta ese momento muy sesgada hacia los segmentos medios altos y altos.

¡Esto no fue todo, amigos lectores de Perfil! Al aproximarse las fiestas, y como es casi una tradición en el país, se largaron saqueos notablemente organizados en busca de plasmas, microondas, computadoras, iPads y cualquier otro dispositivo cuya innovación tecnológica hace las delicias de los “movimientos sociales”.

La mejor caracterización de los saqueadores la dieron los intendentes del conurbano bonaerense, en cuyos distritos se concentró el 80% de los arrebatos, cuando en conjunto advirtieron que “ están organizados”, y catalogaron de simples “ladrones” a quienes están al frente de los incidentes en puertas de supermercados.

Finalmente, frente a episodios delictivos tan groseros, cabe recordar la sentencia que Juan Domingo Perón expresó ante los diputados de la JP en enero de 1974, frente al sangriento copamiento del Regimiento de Azul por parte de la guerrilla de ultraizquierda nucleada entonces en el Ejército Revolucionario del Pueblo, que provocó una reforma del Código Penal para castigar con más eficacia y severidad estos atentados violentos contra la democracia:

“En este momento, con lo que acabamos de ver, en que una banda de asaltantes que invoca cuestiones ideológicas o políticas para cometer un crimen, ¿ahí nosotros vamos a pensar que eso lo justifica? ¡No! Un crimen es un crimen cualquiera sea el móvil que lo provoca, y el delito es delito cualquiera sea el pensamiento, o sentimiento, o la pasión que impulse al criminal. 

Siempre que hay voluntad criminal es un delito, y eso lo tiene que penar la ley, no nosotros”.

© Escrito por Artemio López y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 23 de Diciembre de 2012.

sábado, 24 de noviembre de 2012

¡¡¡Ahhh la Santa Oposión...!!! De Alguna Manera...


El "12M"...

En términos de preferencias electorales, tras el 20N al igual que luego del 8N y el 13S, la situación nacional no manifiesta cambios respecto al 23O (23 de octubre de 2011), con el agregado complejo que mientras el FPV mantiene sus “12M” (12 millones de votos), la oposición ya fragmentada, se divide aún más, pues cada nuevo liderazgo opositor que se proyecta a 2015, toma votos en el mismo espacio de aversión al Gobierno, manifiesto el 23O, redistribuyendo el escaso caudal electoral de cada candidato.

Esta penosa circunstancia para la oposición política partidaria, realmente existente, se observa en la imagen que acompaña esta columna que refleja los resultados de un estudio reciente de la Consultora Equis, realizado a nivel nacional entre los días “10N”  y “21N”, con la caceroleada y el paro opositores ya consumados.

Los casos de De la Sota y Macri son paradigmáticos de la creciente división opositora: capturan votos que en octubre optaron por Binner, Duhalde y Rodriguez Saá, básicamente, sin aportar novedades respecto a la arquitectura electoral en su conjunto. Oficialismo y oposición han constituido electorados estancos y por ahora no se observan cambios significativos.

En este sentido, el 13S, 8N y el 20N son manifestaciones de oposición política al Gobierno nacional para que cambie su agenda de gestión plebiscitada el 23O por “12M”  –millones de votos–, que frente a la ausencia de representación opositora de volumen donde expresar el descontento de ciudadanos y dirigentes gremiales, asumen la forma de “caceroleo” o “paro general”.

El movimiento opositor del 20N, en esta perspectiva , al igual que el 13S y el 8N tuvo su epicentro en la zona metropolitana y en especial en Capital Federal, acompañado, como el 8N, por el sistema de medios opositores (lo hay oficialista), que magnificó su alcance y asignó al paro volumen nacional y  del conjunto de las actividades, como parte de la estrategia de cambio de clima respecto al 23O, que viene desarrollándose con sagrada furia desde los medios opositores. El 20N no aporta novedades en  esta circunstancia tampoco.

Desde el punto de vista específico del alcance del paro de actividades, indicadores centrales para evaluar la magnitud de la medida, como lo es consumo de energía, no manifestaron variaciones a la baja, mostrando la extensión real del fenómeno.

Al respecto, el periodista Alejandro Bercovich, vía Twitter, publicó que el 20N “hasta las 13hs, en Capital Federal y Gran Buenos Aires, el consumo eléctrico según Cammesa fue de 6.850 MW ( megawatts). El paro no lo afectó: el lunes 19N, con igual calor fue 6.350 MW”.

“Hasta las 15h, el sistema interconectado eléctrico consumió 18.337 MW. Ayer, misma hora y calor, 17.102 MW”, detalló. Fuentes del sector energético coincidieron con el diagnóstico. “No tiene que haber demasiadas variaciones porque los industriales no estuvieron parando”, argumentaron.

“En el caso de los camioneros, por ejemplo, el consumo de combustibles es similar al que se hace un fin de semana”, concluyeron.

En fin, un paro sin energía. En síntesis, nada nuevo en el sistema de preferencias electorales de octubre, modalidades de oposición que asumen la forma de “caceroleo” o “paro nacional”, que en rigor expresan la ausencia de representación política partidaria efectiva y competitiva de aquellos ciudadanos y dirigentes que adversan con el Gobierno nacional.


Esta situación de penuria opositora es necesario cambie y asuma formas político partidarias, porque lo que va a elecciones en 2013 y 2015 no son las expresiones de protesta, territoriales o sindicales, sino los candidatos político-partidarios realmente existentes y cuando esto sucede, si todo sigue igual, aparecerá nuevamente el 230, y  borrará de un plumazo el 13S, el 8N y el 20N.

© Escrito por Artemio López, Director Consultora Equis, y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 24 de Noviembre de 2012.


domingo, 11 de noviembre de 2012

El 8N y las Consultoras... De Alguna Manera...


De clase, organizada, sin impacto electoral…


Los principales consultores de todas las tendencias analizan el 8N. Todos coinciden en que fue importante, que tuvo identidad de clase media o alta, que pasó de cacerolazo espontáneo. Pero las diferencias aparecen al hablar de su legado, que va de poco a una mayor distancia con el Gobierno que no se traduce en votos.

Los principales consultores políticos de todas las tendencias coinciden en algunos diagnósticos –tal vez los más sustanciales– respecto del 8N, aunque mantiene miradas discrepantes en relación con sus efectos sobre el futuro político nacional. La mayoría afirma que la movilización fue esencialmente de clase media, que fue bastante organizada –dejó de ser un cacerolazo, si se toma el término como sinónimo de espontaneidad–, que no tiene una representación política clara y que por esa razón no muestra por ahora un impacto electoral decisivo. En el marco de las discrepancias, algunos consultores destacan que la marcha exhibe un retroceso del oficialismo, mientras otros sostienen que simplemente se muestra en la calle lo que ya existía como antikirchnerismo, lo que, también por ahora, no significaría cambios importantes en la relación de fuerzas electorales. En ese terreno vuelven las coincidencias: casi todos piensan que el oficialismo podría ganar las elecciones de 2013, aunque discrepan sobre los porcentajes que alcanzaría.

Clase media

Manuel Mora y Araujo, uno de los consultores más tradicionales, hoy titular de la Universidad Di Tella, evalúa que el jueves “la clase media, escasamente articulada a través de organizaciones como los partidos, los sindicatos o grupos militantes, ratificó su capacidad de llenar la calle. La práctica de la protesta, definitivamente, no es patrimonio de ningún sector de la sociedad”. Analía Del Franco, de Analogías, considera que “la gran mayoría de los participantes son del mismo espectro social que los del 13 de septiembre. Si bien esta fue una movilización más numerosa, se puede asegurar que no atrajo a otros sectores sociales más que los niveles medios medios y altos. Para sintetizar, se puede decir que su tendencia ideológica es de centroderecha. Eso no implica que el Gobierno no reciba críticas por izquierda, pero no percibo que se hayan sumado al 8N. Tampoco, votantes de CFK 2011 y hoy críticos o defraudados. Nuestros estudios cualitativos muestran que la critica de éstos no los impulsa (aún) a salir a marchar contra el Gobierno”.

La ¿originalidad?

Enrique Zuleta Puceiro, titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM), mide la convocatoria no sólo en términos de los que fueron, sino también en términos mediáticos. “La movilización del 8N no tiene precedentes en la historia de las multitudes en la calle y la razón es simple: se desarrolló en todas las ciudades medias y grandes todo el país y ocupó todos los segundos de todo el encendido radial y televisivo en el prime time entre 19.30 y 22 en todas las señales públicas y privadas”.

Artemio López, de Equis, no le ve tanta originalidad histórica. “Los 200.000 opositores de clase media alta y alta, que ya adversaron al gobierno nacional en octubre de 2011, se movilizaron el 13 de setiembre y el 8 de noviembre pasado, rechazando explícitamente toda representación partidaria y señalando claramente la fragilidad de la oposición política realmente existente.”

“Más allá de las discusiones acerca de magnitud –razona Eduardo Fidanza, de Poliarquía– de las polémicas sobre la composición, procedencia y eficacia política que provoca el 8N, lo que creo más significativo es que refleja la desaprobación mayoritaria a la gestión presidencial. En sí misma la concentración no es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos, pero es un indicio del momento político y de las perspectivas que podrían estar abriéndose. Hace un año, en el cenit de la popularidad y el poder electoral del kirchnerismo, era impensable semejante movilización de masas.”

En la mirada de Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, “las protestas o acciones colectivas pueden ser analizadas considerando su magnitud, sus consignas, sus métodos de organización y de protesta. La modalidad elegida es elocuente respecto de algunas continuidades actitudinales con el 2001. En este sentido, el cacerolazo evoca inmediatamente imágenes del 2001, cuando se combinó una profunda crisis social y económica con un estallido de nihilismo y descreimiento. La consigna académica más leída y escuchada por entonces era ‘crisis de representación’. Once años después algunos sectores de la sociedad, enérgicamente opositores al kirchnerismo, exhiben una crisis de representación al cuadrado, puesto que se da en el marco de condiciones sociales y económicas completamente distintas, con una sociedad crecientemente politizada y un amplio sector social que acompaña a un proyecto político”.

¿Espontánea u organizada?

Prácticamente todos los consultores evalúan que el 8N tuvo un fuerte nivel de organización. Del Franco lo sintetiza así: “En primera instancia creo que ya no cabe llamarlo cacerolazo, denominación que creo aplicable a manifestaciones con alto nivel de improvisación y espontaneidad. Es sólo una cuestión de denominación y no de evaluación y menos en sentido negativo. Que sea menos espontánea no significa que sea menos legítima”.

Con ella coincide Zuleta: “De espontáneo, estas movilizaciones tienen poco, pero eso no la minimiza ni disminuye en significación y efectos sociales y políticos. Hay que tomar nota: este tipo de movilizaciones rompe con la lógica del balcón, del líder que sale al balcón”.

¿Quién los representa?

Buena parte de los consultores creen que nadie, aunque hay algunas discrepancias. Roberto Bacman es el titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Todo parece indicar que no dejó nada nuevo el 8N. En realidad, y en lo que hace al meollo de la protesta es más de lo mismo: críticas al Gobierno, a su accionar, a su orientación y al estilo presidencial. Sin embargo, y al igual que dos meses atrás, se enfrenta a un callejón sin salida: no aporta nada en concreto, se aúna sólo en la crítica, no propone y, para colmo de males, no existe por estos tiempos en la Argentina ninguna fuerza ni dirigente político que pueda capitalizarla. Por el contrario, también se pudieron escuchar críticas a algunos dirigentes que de alguna u otra manera la impulsaron desde las sombras. Hacia el interior de la protesta subyace un arco demasiado heterogéneo, que incluye un variopinto conjunto de segmentos de la sociedad que impulsan reivindicaciones de distinto tipo y tenor.”

Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, percibe lo mismo, pero opina que debe mirarse un poco más que la representación política: “Es indudable que así como se expresa la protesta ante un oficialismo fuerte, de voz alzada, definido, decisionista, también deja al desnudo la falencia de una oposición que no da señales de vida. Es posible que este acontecimiento otorgue energía a los adversarios del Gobierno; pero eso se verá en el futuro. Con la marcha, la oposición política mejoró sus ilusiones para el 2013, a pesar de que no pueda convertir en fortaleza inmediata la manifestación callejera. No tiene cómo transferirla a sus consensos”.

En una línea que pone el acento en las debilidades de la oposición, Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, sostiene: “Mi hipótesis es simple: el 8N no expresa la debilidad del kirchnerismo sino la debilidad de la oposición. Un sector de la sociedad no encuentra liderazgos capaces de interpretar y representar sus aspiraciones, deseos y valores, y asimismo no percibe alternativas políticas sólidas y competitivas que puedan desafiar seriamente al kirchnerismo. Cuando algunos dirigentes opositores sostienen que la presencia de políticos enturbiaría la protesta, hacen dos cosas: revelan su propia debilidad y fortalecen las mismas matrices que dificultan el fortalecimiento de liderazgos políticos opositores. Para que el 8N produzca un impacto político deberá articularse políticamente, tarea que les corresponde asumir a los partidos y/o dirigentes de la oposición”.

Distinta es la mirada de Del Franco para quien “un referente concordante para estos grupos, es alguien con postura de centroderecha. Macri es quien viene a la mente en forma inmediata. No considero oportunista que trate de capitalizarlo. Por el contrario, si de la Ciudad de Buenos Aires se trata, los presentes el jueves fueron sus votantes en las elecciones a jefe de Gobierno. Ahora tiene el problema de que no representa a quienes marcharon en otros lados”.

En ese terreno, Mora y Araujo apunta que “las clases bajas, los sectores de la Argentina de la pobreza –que obviamente no engrosaron las multitudes del 8 de noviembre– encuentran algunos canales de representación, ejercida principalmente por los dirigentes políticos locales y a través de ellos por los gobiernos locales, provinciales y nacional. Las clases medias, y de ahí para arriba, no tienen más representación: o se sale a la calle o no se tiene voz. Ese es el fracaso de la política argentina, o sea de los políticos argentinos y sus organizaciones”.

Las consignas

“En la última encuesta llevada a cabo por CEOP –relata Bacman– se pueden observar las cinco motivaciones de los manifestantes del 8N: inseguridad, falta de diálogo, corrupción, posible reforma constitucional que habilite la reelección y los controles sobre el dólar. Pero en el mismo trabajo de campo la imagen positiva de CFK se ubica en el eje del 52 por ciento y la aprobación de su gestión alrededor del 50. Entre ellos sobresalen los más jóvenes (18 a 34 años), los de clase baja y los residentes en el Gran Buenos Aires profundo y el interior del país. Y ellos fueron los que no salieron a protestar.”

Rouvier agrega que “la protesta se fundamentó en algunas cuestiones de gestión que pueden ser discutidas y revisadas, sobre todo las que hacen a la inflación y a la inseguridad, pero hay otras de claro perfil conservador; inclusive en sectores medios bajos que se enojan ante la Asignación Universal por Hijo que cobra un vecino. La disponibilidad mayor o menor de acceso a la divisa supone una adaptación ciudadana que todavía no se ha transitado; pero es indudable que los sectores medios sienten que el Gobierno los amenaza, y pone en peligro sus libertades individuales tal cual las proclamó el liberalismo. El valor de lo colectivo, lo comunitario, es el valor por conquistar del kirchnerismo, ante la hegemonía del individualismo, el éxito personal y la competencia salvaje”.

El efecto electoral

Un dato llamativo es que casi todos los consultores, incluso los más alejados del oficialismo, piensan que el Frente para la Victoria tiene todas las chances de ganar las elecciones del año próximo, porque más allá del 8N conserva el caudal electoral necesario para obtener más votos que las demás fuerzas. Lo que sucede es que esos mismos consultores –los más alejados del Gobierno– ponen listones altos: que el FpV no va a hacer una elección parecida a la de 2011 o que no va a tener los legisladores propios suficientes para votar una reforma constitucional. Ambas alternativas son virtualmente imposibles: como resaltó la propia CFK cuando se refirió al tema en Harvard, difícilmente pueda haber reforma si no hay acuerdo con otra fuerza política de envergadura; y la comparación entre los votos en una elección presidencial y una legislativa tiende a ser poco realista. También en esto caen algunos de los encuestadores más cercanos al oficialismo.

En ese marco, no deja de haber polémicas. Para Mora y Araujo “la clase media desafía al gobierno nacional en la calle, y eso significa que el Gobierno pierde sus votos. Los de abajo no están muy motivados para salir a manifestarse, pero posiblemente siguen leales electoralmente. La aritmética más simple preanuncia entonces un serio problema electoral. Ni siquiera conservando el 100 por ciento de los votos de todas las personas que están por debajo de una línea de pobreza, el Gobierno podría repetir los resultados del 2011. En términos del mercado político, el problema parece claro: hoy no hay mucha oferta opositora, pero la demanda la pide a gritos. Y, por lo que se ve, el gobierno nacional conserva a su electorado de abajo pero no quiere ofrecerle nada –o no encuentra qué ofrecerle– a esa clase media que lo ayudó a constituirse y que se declara insatisfecha”.

Fidanza anuncia un declive más pronunciado: “El escenario que veo es el de una lenta declinación del Gobierno que desemboca en el síndrome del pato rengo para la Presidenta. Esto ocurriría aunque el Gobierno ganara las elecciones de 2013. Podría alcanzar una primera minoría en caso de que la oposición permanezca fragmentada. La razón es que no se prevé una recuperación significativa de la economía, como en el período 2010-11. En cuanto a la reforma constitucional con cláusula de re-reelección, parece improbable debido al amplio rechazo popular que suscita”.

López, en cambio, cree que “en perspectiva, el caceroleo opositor nada cambia en el sistema de preferencias electorales manifiesto en octubre de 2011, donde el oficialismo, merced a su gestión y en especial al sostenimiento de los atributos de empleo y consumo obtuviera el 54,11 por ciento de los votos. Se plantea sí una situación crítica para la oposición política hoy incapaz de representar estas demandas ciudadanas y que para colmo, con cada nuevo liderazgo emergente, sigue fraccionándose. Tal el caso de Macri y De la Sota, las dos nuevas figuras visibles del elenco de la opo que cazan votos en el mismo zoológico anti K que ya lo hicieron Binner, Alfonsín, Duhalde, Carrió el 30 de octubre de 2011”.

“Para quienes ven la realidad de la política desde el ojo de cerradura de la competencia electoral –analiza Zuleta– es posible que los cambios sean mínimos. Las multitudes del 8N no expresan tendencias demasiado diferentes de las que en los últimos meses vienen revelando las encuestas nacionales: un empeoramiento gradual de casi todos los indicadores de apoyo y evaluación de desempeño del Gobierno, pero en el plano del voto, el oficialismo conserva lo sustancial de su caudal electoral, ante la ausencia de propuestas y liderazgos alternativos.”

© Escrito por Raúl Kollmann y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 11 e Noviembre de 2012.





El 8N y las Elecciones China... De Alguna Manera...


Fin K…

Composición del voto K. Fuente: Consultora Equis.

Algo muy grande pasó en la Argentina el jueves, y no fue la elección del presidente de China. El 8N corporizó lo que ya venían mostrando las encuestas: que Cristina Kirchner perdió en el último año una parte significativa de la clase media que la votó en octubre pasado, y que sin el apoyo de ese sector de la sociedad el Gobierno no sólo no puede aspirar a una re-reelección, sino que cualquier candidato kirchnerista, incluida la propia Presidenta, perdería hoy un ballottage.

El gráfico que acompaña esta columna fue publicado en la edición de ayer de PERFIL, dentro de una columna de Artemio López –director de Equis, la consultora de investigación social más cercana al kirchnerismo– con otro fin. Pero una segunda lectura de ese gráfico permite comprender el futuro de la política argentina. La mitad del 54% de los votos que la Presidenta obtuvo en octubre de 2011 es no peronista: 8% provino de kirchneristas no peronistas, y 42% de personas que no son ni peronistas ni kirchneristas, independientes que se sumaron coyunturalmente, los que en conjunto Equis denomina “agregado volátil”.

Esto demuestra que Cristina Kirchner no sólo no podría ganar una elección sin el apoyo de la clase media, sino que tampoco podría triunfar sin la clase media ningún candidato peronista (por eso Scioli calló sobre el 8N), aun si se juntaran todas las líneas del PJ. Esto coincide con los cálculos del asesor electoral del PRO, Jaime Durán Barba, quien sostiene que en sus encuestas siempre le aparece que los peronistas –o sea, personas que votan por el peronismo en cualquier circunstancia– son sólo el 25% del total de la población. La mitad del 54% de Cristina Kirchner en octubre pasado da 27%.

Esto que Néstor Kirchner tuvo tan claro al construir la transversalidad, ¿puede ignorarlo su sucesora? Claro que no, por eso desde estas columnas se viene conjeturando que Cristina Kirchner no trabaja para la re-reelección sino para la historia, ya que su “ir por todo” no es útil electoralmente, o por lo menos es muy riesgoso porque fortalece el vínculo con el núcleo duro de sus votantes, que igual los tendría (redundancia), y aleja al agregado volátil sin el cual el modelo K finaliza en 2015.

El peronismo es un hacedor de clase media: Perón en los 50, Menem en los primeros años de los 90, al recuperar a los caídos de la hiperinflación de los 80, y el kirchnerismo, que redujo la clase baja del 22% en 2004 al 14% en 2011, aumentando la clase media en igual proporción. Pero quizás el modelo K, como la convertibilidad de Menem, encontró su punto de obsolescencia y ahora, para darles a unos, no le quede más alternativa que sacarles a otros (hasta 2011 mejoraron también las clases media, media alta y alta). Antes del 8N, Cristina Kirchner dijo: “La clase media muchas veces no entiende y cree que separándose de los laburantes, de los morochos, le va a ir mejor”. Y ya después del 8N, el Cuervo Larroque sostuvo: “Quienes más se quejan no son los que menos tienen, sino los que la están pasando bastante bien”.

Hasta 2011, con el modelo K habían ganado casi todos los sectores sociales, y ahora, para que los más necesitados no pierdan, los del medio deben perder. Esto tiene múltiples consecuencias: por un lado, la propia bronca de quienes ven amenazado su nivel de vida; y por otro, la creciente indignación que produce la fortuna de la Presidenta y el enriquecimiento de sus colaboradores, algo tolerado mientras la economía de todos mejoraba.

En el 8N, un manifestante expresó: “Los Kirchner justificaron que se habían dedicado a hacer dinero en sus comienzos porque la política requería recursos, pero ahora que ya llegaron a la presidencia, la fortuna que aumentan ya es para ellos. Nos quitan la plata a los que trabajamos para dársela a los que no trabajan, ¿por qué no da primero la de ella?”.

Aquí surge el segundo factor de agotamiento del modelo K, no ya el económico sino el social. Antes de la crisis de 2001 los políticos del PJ sabían que la clase media estaba en contra de que se les dieran subsidios sistemáticos a personas que no trabajaran. La proliferación de la pobreza en 2002 generalizó un sentimiento de solidaridad que produjo culpa en aquel que no estuviera dispuesto a resignar parte de lo que le sobrara. Doce años después de aquella crisis y una década después del mayor crecimiento acumulado de la historia, la relación entre solidaridad y culpa naturalmente se ha modificado. No tomar nota de ello sería un gran error para cualquier político.

Por ejemplo, los jubilados que marcharon el 8N pidiendo el 82% móvil (aunque movilizados por la Uatre) representan a muchos más que sienten que ya no es tan justo que ellos sigan cobrando menos de lo que les corresponde mientras el Gobierno utiliza los fondos de la Anses para pagar jubilaciones a quienes no aportaron o para otros fines menos directos.

La sábana corta: mientras todo crecía, el plan felicidad era un bálsamo frente a todas las demandas. La continua inflación encogió la sábana, y ya no cubre a todos de la misma manera.

El crecimiento del producto bruto para el próximo año prevé ser moderado, lo que indica que el kirchnerismo no volverá a tener años de “tasas chinas” quizá durante todo lo que resta de su mandato. De ser así, se podrá comprobar lo que dijo la Presidenta tras el 8N acerca de que los dirigentes se ven en los momentos de dificultades, porque le esperan muchas.

Paralelamente, no tiene opción; el Gobierno no podría responder a las demandas del 8N sin al mismo tiempo destruir su identidad. Fue tan enfático en su relato, que impide cualquier margen de flexibilidad. Hoy –no era así antes de 2008–, si tratara de reseducir a la clase media que se aleja espantada, terminaría perdiendo la otra mitad de sus votantes, que integran el núcleo duro de su apoyo.

Les queda Scioli. Siempre y cuando Sergio Massa no se decida a armar una lista del PJ no K para las elecciones legislativas de 2013 en la provincia de Buenos Aires y, de ganar, no modifique todo el mapa político actual. Pero, aun si fuera Scioli el heredero de 2015, el modelo kirchnerista igual pasaría a retiro.

El narcótico ideológico del relato ya no produce el mismo efecto. El duelo ya cumplió dos años. Le quedan algunos días de gloria (¿el 7D?), pero cada vez serán menos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 10 de Noviembre de 2012.