martes, 4 de septiembre de 2012

Salario Mínimo, Vital y Móvil... De Alguna Manera...


Todo es opinable…

El salario mínimo, vital y móvil es central como piso de remuneración para evitar el efecto de trabajador pobre típico de la informalidad, esta vez en el mercado formal.

Por ese motivo, para aumentar la explotación del factor trabajo, la institución salario mínimo había sido congelada y finalmente demolida por el neoliberalismo como mecanismo histórico de protección para los asalariados de menores remuneraciones.

Al respecto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala: “Durante los años noventa, en un escenario en que muchos países aplicaron políticas de liberalización y apertura de los mercados de bienes y servicios y financieros, hubo voces que también propusieron eliminar el salario mínimo como una forma de dar mayor libertad a las fuerzas del mercado. Si bien muy pocos países en el mundo se han aventurado por el camino de la eliminación del SM, no han sido pocos los que deliberadamente han optado por debilitarlo como piso relevante de la escala salarial”.

En su historia reciente, los países del Cono Sur practicaron algunos de estos enfoques, y en su aplicación debilitaron el instrumento al punto que en muchos casos pasó a tratarse de una política desprestigiada. En los últimos años, sin embargo, en su mayoría han dado pasos concretos con miras a recuperar el SM como una política efectiva para proteger a los trabajadores de más bajos ingresos.

En efecto, luego de una década de congelamiento y finalmente estrepitosa caída entre 2001 y 2002, el salario mínimo en Argentina se recompone recién a partir del año 2003 de manera sostenida, y se alinea con el de Chile y Brasil recién en el año 2004, con Néstor Kirchner en el gobierno.

Hoy, en línea con la valorización de la línea de pobreza para un hogar tipo metropolitano y con una perspectiva inflacionaria en torno del 20 por ciento anual promedio y 25 por ciento en alimentos y bebidas, no cabe duda de que el nuevo salario no podía ser inferior a los $ 2.875 mensuales.

Se logró con este aumento, ya que no recomponer, preservar el poder adquisitivo de la institución salario mínimo.

Mucho ha dicho la oposición política y los medios que adversan al Gobierno sobre la caída del poder adquisitivo del salario mínimo. Todo es opinable, pero tratando de objetivar la discusión, es tradicional que una de las medidas para analizar el poder adquisitivo del SMVM es comparar su monto con la capacidad de adquirir kilos de pan francés común.

El gráfico que abre la columna, construido en parte con parte de los datos que ofrece un interesante trabajo de Leandro M. Cárcamo Manna, titulado “El salario mínimo en Argentina. Evolución, alcance y efectos (1980-1997)”, muestra la evolución del SMVM medido en kilos de pan, que es similar al de las otras series, en especial canasta básica de indigencia, en el lapso de recuperación democrática, hasta el inicio de la recesión del año 1997.

No se incluyen datos correspondientes al lapso modelado por la crisis del neoliberalismo en 2001, la salida megadevaluatoria post 2002 y la lenta recuperación de SMVM desde 2003, primero por decreto y luego por ley, donde la relación SMVM/kilo de pan, aun mejorando paulatinamente, en muchos casos aún caía por debajo de los promedios históricos, e incluso en el año 2002 rozaba los límites inferiores de inicio de los 90.

Del análisis del  gráfico se desprende que el máximo poder adquisitivo se registró en mayo de 1984, con 252,5 kg por mes u 8,417 kg de pan por día. El punto mínimo del SMVM medido en kilos de pan acontece en septiembre de 1990, donde con el SMVM se podía adquirir sólo 4 kg de pan por mes o su equivalente diario de 0,130 kg diario.

Esta última cifra denota adicionalmente que el salario mínimo, en ese mes, era insuficiente para poder satisfacer las necesidades de alimentación de las familias más pobres medida en canasta básica, signo inequívoco del impacto hiperinflacionario muy negativo socialmente, de la salida del gobierno de Alfonsín e inicio del ciclo menemista. Con respecto a la situación actual, con $ 2.875 de SMVM y considerando los datos oficiales y los alternativos relevados por diarios del interior o porteños, que sostienen que si bien para el Indec el kilo de pan francés común cuesta $ 3,80, en las medias nacionales se pacta su compra a $ 9,50.

Con el actual SMVM se adquirirían:
  • Indec: 756 kilos de pan francés común.
  • Media nacional mercado: 302 kilos de pan francés común.
 
En ambos casos, el actual salario mínimo ubica por sobre el máximo histórico el poder adquisitivo del SMVM medido en kilos de pan anterior a mayo del año 2003 y en línea con el registrado en los años 2009 y sucesivos, donde se podía adquirir 300 kg de pan francés blanco a precios de mercado.

© Escrito por Artemio López, Director Consultora Equis y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 31 de Agosto de 2012.


Ideas políticas: un bien escaso... De Alguna Manera...


Ideas políticas: un bien escaso...
En la política siempre coexisten dos planos: relaciones de poder e ideas. Algunas personas se conectan con la política atraídas por el poder, otras por las ideas. Cuando las ideas escasean, es frecuente que muchos sientan una honda decepción; esto les sucede a no pocos argentinos ante la pobreza de ideas que hoy sufre la política en nuestro país. Por eso resulta refrescante que el grupo Carta Abierta emita documentos en los que se exponen las ideas que justifican sus posiciones políticas. El reciente documento de Carta Abierta fue ya comentado en las páginas de este diario por Jorge Fontevecchia, y también por Beatriz Sarlo en La Nación. Me merece algunas reflexiones adicionales, a riesgo de ser redundante.

Por momentos parece que el documento pretende suscitar polémica con quienes no piensan lo mismo; a veces más bien parece dirigido a quienes comparten su ideario político pero mantienen dudas, miran los detalles pero pueden perder lo esencial del proceso político actual. En cualquier caso, el documento explicita un conjunto de ideas que llevan de ciertas premisas a ciertas conclusiones. La premisa central es que existe la Historia, la cual posiblemente define un destino común a mucha gente. En las sociedades hay fuerzas que operan en contra de ese destino –son “enemigos”– y fuerzas que trabajan a favor. El actor decisivo es siempre el “pueblo”, destinatario último de los designios de la Historia y a la vez motor de ella. Los enemigos en nuestro tiempo son las ideologías de derecha y los medios de comunicación; ellos buscan influir en el pueblo para distraerlo del designio de la Historia. El pueblo suele necesitar del auxilio de los intelectuales; éstos, si adoptan una lógica y una epistemología adecuadas, pueden alcanzan una comprensión de la Historia y transmitirla al pueblo. En las circunstancias actuales de la Argentina, la conclusión es que la presidenta Cristina de Kirchner representa lo esencial del designio de la Historia, más allá de las enormes dificultades involucradas en esa tarea y de sus contradicciones y particularidades –las cuales, para no perder de vista lo esencial del proceso, deben ser soslayadas–.

No hay mucho de nuevo en esa estructura argumental. Ella aparece recurrentemente a través de los tiempos, con distintos contenidos y en distintas situaciones –y con distintos efectos prácticos–. El pensamiento marxista-leninista –por lo menos en sus versiones vulgares– tomó ese formato. El lugar del pueblo lo ocupaba el “proletariado”, imbuido de un instinto básico determinado por las circunstancias; el enemigo era la ideología de la clase dominante, la burguesía. Las ideas correctas, en la versión leninista, estaban a cargo de la vanguardia organizada del proletariado, el Partido y sus núcleos dirigentes. Los efectos prácticos que sufrían quienes no se acomodaban estrictamente a las ideas correctas interpretadas por el grupo de vanguardia eran normalmente muy desagradables. Lenin juzgó necesario definir además una “enfermedad infantil” izquierdista, a la que estaban particularmente expuestos quienes compartían las ideas en lo esencial pero aspiraban a pensarlas por sí mismos. Los intelectuales siempre corren ese riesgo.

Construcciones parecidas se encuentran en otras latitudes del mundo de las ideas. Siempre existieron católicos acusados de herejes por otros católicos –cuando a menudo no han sido más que personas de buena fe que trataron de repensar algunas cosas para ayudar a entender mejor este mundo complejo–. O liberales acusados de anarquistas o inconsecuentes con algunas premisas supuestamente establecidas en algún credo. O personas “de derecha” acusadas de “izquierdistas”, y personas “de izquierda” acusadas de “derechizarse”. No así el peronismo, que se mostró siempre más ambivalente. Perón decía que se podía ser peronista siendo a la vez conservador, o comunista, o radical; Menem que en el peronismo “el que se va sin que lo echen puede volver sin que lo llamen”; pero a la vez siempre existieron en la órbita del peronismo grupos de intelectuales mucho más estrictos en el plano de las ideas y poco dispuestos a esos grados de flexibilidad. Perón supo enojarse mucho con algunos de ellos, o con quienes aspiraban a convertirse en “vanguardia”.

El documento de Carta Abierta no ofrece un programa político, no propone medidas específicas. Tampoco arriba a demasiadas conclusiones políticas; está claro que una conclusión es que hay que apoyar al actual Gobierno, pero no surge de ahí ninguna orientación sobre a quién votar a diputado, si apoyar o no a gobernadores o intendentes justicialistas, y demás. Parece evidente que puede haber quienes, partiendo de las mismas premisas, lleguen a otras conclusiones y prefieran votar a otros candidatos; y –lo que tal vez implique más desafíos para Carta Abierta– quienes desde otras premisas votan a Cristina. Estos últimos son sin duda muchos, posiblemente muchísimos, sin quedar claro si son aliados útiles, a quienes la Historia puede acoger y absolver, o traidores en potencia o tal vez ya en actividad.

Registro dos vacíos en la Argentina actual. Uno es que existen pocas elaboraciones como esta de Carta Abierta en otros grupos políticos, por lo que resulta difícil pasar en limpio qué se piensa dentro de cada uno. La segunda es el escaso diálogo entre quienes piensan distinto. La historia de la humanidad está atravesada por dos tradiciones: la del diálogo y la inquisitorial, la de las ideas que se exponen a ideas distintas y se ventilan y la de las ideas que se encapsulan y encierran en sí mismas. A la larga, en cada ciclo histórico, parece que tiende a imponerse la tradición dialoguista, el glasnost. Pero a veces superar los ciclos inquisitoriales es arduo y doloroso; y para quienes gastan parte de su breve vida dentro de ellos sin compartir esos valores, la vida puede llegar a ser ingrata. El diálogo puede no realzar el sentido de la Historia, pero exalta la vida.

© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 2 de Septiembre de 2012.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Heredero se busca... De Alguna Manera...

Heredero se busca...
 
Cristina, Reina del Eúfrates. Dibujo: Pablo Temes 

El fracaso de Cristina. Un estilo de liderazgo que aborta la gestación de sucesores. El riesgo de elogiar o condenar por conveniencia.

Por qué Cristina fracasó en el parto de su propia herencia política? ¿Cuál es el límite del pragmatismo radicalizado carente de ideología de un gobierno que fuga hacia delante como un ejercicio de autodefensa? La muerte de Néstor destruyó el plan original de operaciones. Aquel día también sepultaron el célebre esquema del “4x4” para completar 16 años de kirchnerismo matrimonial. Ese agujero negro desnudó que en la virtud del tipo de construcción del liderazgo patagónico también estaba su defecto. Concentran tanto el poder que no lo pueden transferir. Ningún sumiso colaborador puede suceder a una mano de hierro. No hay nadie tan bueno como ellos para merecer semejante regalo.

El vacío de autoridad presidencial que dejó Fernando de la Rúa generó la demanda social de un gobierno fuerte, y para eso los Kirchner son mandados a hacer. Son especialistas en verticalismo, y ése es el costado más peronista que tienen. Usan y abusan del poder sin culpas y venden su autoritarismo como la única forma de subordinar a las corporaciones. Y algo, o bastante, de razón tuvieron a juzgar por el éxito. Jamás desde 1983 a la fecha hubo una persona tan poderosa como Cristina. Sus órdenes son deseos para la mayoría del país organizado, con excepción de un sector del sindicalismo y del periodismo. Al resto de las entidades lograron domesticarlas y hacerlas bailar al ritmo de su música. Les marcan la agenda: YFP, Ciccone, voto a los 16. Y ante hechos del mismo contenido, ellos se encargan de bendecir a los buenos y de perseguir a los malos sin que se les caiga la cara de vergüenza. 

Hay ejemplos todos los días y en todos los planos. Si las protestas combativas le toman las escuelas y las calles a Macri, Scioli o De la Sota, es parte de la lucha por la liberación y de la necesaria politización que debe empezar en el jardín de infantes, como los pioneros cubanos, diría Hebe. Sólo falta que, en lugar de saludar con el tradicional “Seremos como el Che” de la isla, griten: “Seremos como El”. Si los que hacen un acampe frente al ministerio de Alicia o cortan la Panamericana son trabajadores desocupados que reclaman indignados por la miseria que cobran de los planes y por la discriminación humillante a la que son sometidos porque tienen la mala suerte de vivir en municipios opositores, en ese caso aparece la Gendarmería para reprimir con un Rambo llamado Sergio Berni a la cabeza. Esos militantes pasan a ser “irracionales”, manipulados tanto por Hermes Binner como por Jesús Cariglino, como si ese concubinato ideológico fuera posible. “Esta protesta tiene contenido político”, decreta Berni por decisión de Cristina. Y lanza los perros, los carros hidrantes y los aprietes. 

La Cámpora con los docentes kirchneristas porteños dice que “Macri es la dictadura” y se proclaman censurados. La buena política es la que hacen los del palo contra Macri. Y la mala política es la que los piqueteros hacen contra Cristina. Está clarito. Los integrantes de Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa, entre otros, estuvieron veinte horas en Campo de Mayo, uno de los lugares más tenebrosos del terrorismo de Estado. Se pueden invertir los protagonistas y la farsa aparece claramente. ¿Qué hubieran dicho los cristinistas si Macri, Scioli o De la Sota hubieran detenido durante toda una noche a los dirigentes docentes en un cuartel, ícono del genocidio?

Ni qué hablar si el tenebroso proyecto X lo hubiese piloteado el Fino Palacios o la ley antiterrorista (verdadera afrenta a los desaparecidos) hubiese sido motorizada por Ricardo Casal.
Que los mismos valores sean adorados o condenados de acuerdo con quién los encarne es un motor de fracturas sociales muy profundas. Genera insurrección moral. Lo que hacen los míos siempre es legal y revolucionario. Y lo que hacen los tuyos siempre es ilegal y golpista. Esa irracionalidad es un terreno fértil para la violencia. Una unidad básica del barrio del Once, esta semana, pintó amenazante en las paredes: “Si la tocan a Cristina / hay justicia popular”. ¿Qué es justicia popular para los muchachos camporistas? ¿Por qué “popular” y no simplemente “justicia”, como para que haya igualdad ante la ley? 

Son blindajes dogmáticos muy peligrosos heredados de lo peor de los 70. En aquella época, justicia popular era una forma de justificar los asesinatos. Ajusticiar a alguien era convertirse en ejecutor de los deseos más profundos del pueblo. Luz roja de alerta para estas locuras. Porque entre los enemigos irracionales del cristinismo hay mentes minúsculas que también creen que el revanchismo y la justicia por mano propia es “su” justicia popular. Ya comprobamos dolorosamente que con el ojo por ojo terminamos todos ciegos.

Deberían tener cuidado a la hora de glorificar mecanismos suicidas y antidemocráticos desde el poder. Una cosa es condenar la teoría de los dos demonios porque efectivamente no se puede comparar ni igualar las dimensiones del terrorismo del Estado con el foquismo criminal. Está claro: no hubo dos demonios. Pero tampoco hubo un demonio y un ángel, como muchos dinosaurios montoneros quieren autocelebrar.
Por eso pasan cosas absurdas. Cristina acusa de lo que la acusan. Habla de prácticas totalitarias, de los que quieren un país fascista y del estalinismo que amordaza cuando es precisamente lo que gran parte de la oposición viene denunciando respecto de su gobierno. En esta columna, el domingo pasado se hizo un llamado para que el debate político renunciara a utilizar esos términos que siempre se pronuncian con el dedo en el gatillo y olor a pólvora. No es un gobierno fascista el de Cristina ni el de Macri. Y no son golpistas los que critican duramente a esos dirigentes. Un país más justo no debe obligar a nadie a vivir de rodillas. Salvo a los golpistas y corruptos de verdad.

El sectarismo, el castigo implacable hacia la propia tropa, el personalismo absoluto que no permite que se desarrollen otros dirigentes, el temor que genera la mínima disidencia interna y la falta de rebeldía de los que viven de un sueldo de funcionario sirvieron para conducir con autoridad. Cristina se aferró con fuerza al timón y eso le dio buenos resultados. Los que se atrevieron a opinar distinto fueron arrojados por la ventana. Y esa señal, en lugar de regar la tierra para que florezcan mil flores, fue como pisar todos los brotes. De ningún obediente salen los nuevos liderazgos. De ningún esclavo surge el heredero K. Ese lugar está vacante. Es el principal fracaso de Cristina.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires  el sábado 1º de Septiembre de 2012.