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domingo, 16 de septiembre de 2012

Cadenasos... De Alguna Manera...


Cadenasos…

Diputada Nacional, Diana Conti

Vendetta e información confidencial: estas dos palabras definían unos de los rasgos más centrales del acontecer argentino hasta las manifestaciones populares de la singular noche del jueves último. El zarpazo contra el Banco Ciudad, por ejemplo, fue pura política patovica. No te metás con Batata. Batata pegó: le sacó plata a ese banco público. Para la turbia mirada oficial, plata es caja, caja es política, política es poder. Listo. Salió con fritas.

¿Es sólo culpa de Diana Conti? De ella sola, no, pero es terriblemente elocuente que haya sido esta turbulenta diputada la impulsora del proyecto para arrebatarle al banco porteño los depósitos judiciales de la Ciudad que cautela desde siempre.

Criada por sus abuelos porque su madre la dio a luz a los 17 años, abogada a los 24, militante del Partido Comunista Revolucionario, en 1994 fue colaboradora de Eugenio Raúl Zaffaroni. De esto da cuenta una página no objetada de Wikipedia. Electa diputada en 1997 en la lista de la Alianza encabezada por Graciela Fernández Meijide, subsecretaria de derechos humanos del presidente Fernando de la Rúa desde diciembre de 1999 y senadora nacional por la misma Alianza en julio de 2002, cuando asumió para completar el mandato de nadie menos que Raúl Alfonsín. Conti permaneció en la banca hasta diciembre de 2005, cuando, ya ultrakirchnerista vociferante, se convirtió en diputada por el Frente para la Victoria, reelecta en 2009. Maoísta, delarruista y kirchnerista sucesivamente, varios colectivos la dejaron cerca a la diputada Conti, cuya simpatía por el zar ruso José Stalin ella misma admitió ante los medios. Con ese prontuario, esta mujer, que oportunamente confesó estar “enamorada” de Néstor y Cristina Kirchner, autora además del lema “Cristina Eterna”, fue el alfil para sacar la ley que representa el desfalco legalizado de un banco público, incautación que sólo se explica por el afán de dañar a un territorio que el Gobierno percibe como enemigo.

Hermana estratégica del concepto de vendetta como fuerza motriz de la llamada política militante, es la búsqueda obsesiva de datos, la compulsión de saber, rastrear, detectar. Si Conti es la espada flamígera oficial, soldado que no trepida en definirse stalinista (ésa era, al fin y al cabo, la matriz ideológica del maoísta PCR), la AFIP que ahora quiere saber qué periodistas escuchan, leen y ven los contribuyentes, tiene como jefe a Ricardo Echegaray. Echegaray no proviene del PCR ni de la Alianza, como Conti. El, en cambió, arrancó en las filas del liberalismo de derecha, como Amado Boudou. Ninguna hazaña. El kirchnerismo es una amalgama proteica de elasticidad infinita, capaz de alimentarse de prófugos variopintos provenientes de las tiendas más contrapuestas. Pero por debajo, como subtexto, y como contexto que todo lo explica, vengarse y saberlo todo son maneras concomitantes y complementarias, brazos de un mismo cuerpo político.

En su épica irredentista, el Gobierno no se avergüenza de los castigos con que azota, ni de las prebendas con que premia. Responde a un eje de coordenadas muy evidente, que surge de su arraigada pulsión: sólo se hace política eligiendo enemigos y yendo a la guerra con ellos. Es lo que ha teorizado el anglo-argentino Ernesto Laclau, devenido desde Londres en gurú del populismo de trinchera que entusiasma el oficialismo. Eso explica la venganza como lenguaje asumido y legitimado, una suerte de ley del Talión maquillada de racionalidad ideológica. Pero eso no alcanza. Para el tantas veces mentado “modelo”, hay que saber mucho y hay que saber todo, de todos.

Nada tiene de asombroso, pues, que la AFIP ande hurgando entre las preferencias de los ciudadanos a la hora de sintonizar una radio, leer un diario o ver televisión. Las explicaciones de Echegaray para dar cuenta de su “encuesta” resultaron de una vulgaridad impresentable. Lo que quería la AFIP era saber cómo direccionar mejor su pauta publicitaria, explicó, cuando en
realidad eso se maneja directamente desde la Casa Rosada y es una de las tareas principales de Juan Manuel Abal Medina. Imposible dejar de deducir que, en realidad, la AFIP se convierte así en versión criolla de la Stasi, la tentacular policía política de la Alemania comunista, tan acertadamente retratada en 2006 en el film alemán La vida de los otros (Das Leben der Anderen), de Florian Henckel von Donnersmarck.

Impresionaba hasta este jueves la naturalidad con la que castigar a los rivales y acumular información de los ciudadanos se habían convertido en tareas habituales del Gobierno que ya le resultaban naturales a la sociedad. Era similar a lo sucedido con el estado de emergencia permanente y con la cerril insistencia de la Presidente en apelar a la “cadena” nacional hasta el hastío. Parecido, incluso, a haber admitido como normal que, pese a que la sociedad argentina la aloja gratis en una fastuosa residencia presidencial de 35 hectáreas en Olivos, hay que pagarle desde hace nueve años sus casi semanales viajes al Calafate, Santa Cruz, en el avión presidencial, porque ése es su “lugar en el mundo”.

Como en la violencia canallesca de varones contra mujeres, es como si los argentinos, de tan abusados, hasta el impresionante cacerolazo y manifestaciones del jueves a la noche ya casi no parecían asombrarse de las cosas terribles que sucedían rutinariamente. Todo se olvidaba y todo se enmendaba. ¿Axel Kicillof tuvo una poco astuta emisión precoz al confesar que le gustaría fundir a Techint? Se arreglaba con una visita a la sede de Ternium en Campana. Tamaña impunidad hablaba más de la Argentina que del gobierno reelecto en 2011. Tras su proclamada fama de rebeldía transgresora, hasta la noche del jueves, al menos, daba la sensación de que la sociedad argentina se caracterizaba por un resignado fatalismo. Con esa variable se manejaba hasta esta semana la mujer que gobierna, convencida de que podría seguir a los cadenazos, mientras le fuese posible hacerlo. Parece que las cosas cambiaron.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 16  de Septiembre de 2012.

domingo, 6 de mayo de 2012

El Ingeniero Miguel Galuccio... De Alguna Manera...

Ahora, lo difícil…

 'Pepe Premium' Miguel Galuccio. Dibujo:Pablo Temes.

Pasada la épica expropiadora, llega el momento de conducir la petrolera. ¿Podrá o lo dejarán a Galuccio?

Crónica de una épica que no fue. Así podría titularse todo el proceso que culminó con la nacionalización del 51% de las acciones de YPF que estaban en manos de Repsol. Por eso, la puesta en escena del debate en la Cámara de Diputados formó parte de esta necesidad permanente del Gobierno de hacer del relato casi la esencia misma de su gestión. Y, paradójicamente, es la exposición de ese relato la que deja a la intemperie las indiscutibles contradicciones del kirchnerismo. El Gobierno tiene todo el derecho de decidir la expropiación de una empresa cuando entiende que hay tras de ello una cuestión de interés público. Hacía muchos años que había razones objetivas para proceder a la nacionalización de YPF. El accionar de Repsol fue devastador. El artículo 17 de la Constitución Nacional contempla esta circunstancia y expresa claramente cómo proceder en situaciones como éstas. Y es en esa inobservancia de lo establecido por la Constitución donde la Presidenta ha cometido un error cuyas consecuencias no serán gratuitas.

La Argentina nunca debió haber privatizado una empresa de la importancia estratégica de YPF. La complicidad de Néstor y Cristina Kirchner con ese modelo no necesita ya de mayor comprobación. Por eso, el lienzo con el rostro de Néstor Kirchner que, tras la aprobación de la ley de expropiación hizo caer La Cámpora desde los palcos de la Cámara de Diputados, no se corresponde con la verdad histórica.

La renacionalización de YPF, disfrazada de ideología, tuvo una causa fundamental: la imposibilidad de hacer frente a los costos que el creciente déficit energético hoy le significan al país.

Viene ahora lo más difícil: la gestión. La designación al frente de YPF del ingeniero Miguel Galuccio, una luminaria del mundo del petróleo, ha generado elogios unánimes. He ahí un acierto de la Presidenta. Para la gestión de Galuccio la incógnita tiene que ver con el nivel de apoyo político con que contará. Se sabe que el nuevo funcionario ha puesto condiciones exigentes para dotar de independencia a sus decisiones. Ojalá se las respeten. Galuccio debe remontar una cuesta empinada. Por estas horas, hay ansiedad en el Gobierno por cerrar acuerdos con algunas de las grandes petroleras internacionales que puedan ser anunciados con bombos y platillos. Ello no será fácil.

Con todo, el principal problema energético que tiene la Argentina es el gas, que es el elemento del cual se nutre la industria y por cuya falta muchas plantas quedan expuestas a una realidad, ya crónica, de cortes en los meses de otoño y de invierno. De ahí la expectativa que genera la existencia del pozo de gas shale de Vaca Muerta, considerado el tercero en importancia en el mundo después de los existentes en China y en los Estados Unidos. La real posibilidad de explotación de este recurso va a depender de tres factores primordiales: el impacto ambiental, la necesidad de utilizar grandes volúmenes de agua y el requerimiento de grandes inversiones.

Un capítulo aparte de todo este proceso de renacionalización de YPF lo merece la oposición, que parece empecinada en su derrotero de declinación imparable. En la Argentina hay opositores pero no hay oposición. Nadie allí acierta a encontrar la fórmula que permita anudar algún tipo de consenso mínimo sin el cual les será imposible construir una estructura con capacidad de oponerse al Gobierno, no ya por el hecho mismo de enfrentarlo sino por el de la necesidad que tiene toda democracia de generar alternativas. Hasta el mismo Gobierno se beneficiaría con ello. La crisis que la nacionalización de YPF ha producido en la UCR es la que corresponde a un partido carente de figuras con capacidad de liderazgo.

Por todo esto es que el Gobierno se siente imbatible. “Podemos hacer lo que queremos”, se ufana una voz que habita en las entrañas del poder que, con algún grado de sensatez, agrega que “esa falta de límites es, a la vez, un problema, por las tentaciones que genera”.

En medio de esta euforia, comienzan a aflorar los números de la economía, los que marcan que las señales de alerta se vienen incrementando. El cerrojo que, con acuerdo de la Presidenta, Guillermo Moreno mantiene sobre las importaciones, ha empezando a horadar la fortaleza de la economía argentina. Por otra parte, las dificultades que las provincias van teniendo para lograr financiamiento ha vuelto a poner en vigencia la idea de las cuasimonedas –en buen criollo, bonos– como instrumento de pago. Habrá que ver cómo se maneja esta delicada situación. El Gobierno cubre el rojo de sus cuentas fiscales sacando plata de cuanta caja puede. Es una potestad que las provincias no tienen. Los gobernadores despotrican pero lo hacen en la voz más baja posible. Saben que si son escuchados por la Presidenta, serán sujeto de represalias y se quedarán sin fondos, sin gestión, sin presente y sin futuro político.

Estas cosas aún no son percibidas por una gran parte de la sociedad. Por lo tanto, el Gobierno sigue de fiesta. Para corroborarlo ahí está Amado Boudou, el hombre que, a pesar del escándalo de la ex Ciccone, siempre ríe. A propósito de esto: dos relevantes figuras del mundo del derecho, que supieron ocupar cargos de relevancia en la magistratura, fueron lapidarias al decir que con los elementos que son del dominio público, la situación del vicepresidente es, desde el punto de vista del proceso judicial, de una gran endeblez; con jueces verdaderamente independientes su citación a declaración indagatoria sería un hecho.

Como parte de la fiesta está el nuevo chisporroteo con Gran Bretaña por la disputa de soberanía sobre las islas Malvinas. Ahí están pues, el entredicho entre la embajadora Alicia Castro y el ministro de Relaciones Exteriores británico William Hague, sumado al resonante impacto producido por la publicidad filmada por el capitán del equipo argentino de hockey sobre césped, Fernando Zylberberg. En el Gobierno están exultantes con la repercusión interna de estos episodios. Increíblemente, nadie allí parece darse cuenta de que, en los hechos, con estas acciones se logrará sólo una cosa: que las Malvinas estén cada día un poco más lejos.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado de Mayo de 2012.