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domingo, 17 de febrero de 2013

Comisión de la Verdad... De Alguna Manera...


“Una Comisión seria puede impulsar la investigación”...

Luis Moreno Ocampo.

Ex fiscal del tribunal de La Haya explica que todo depende de quién viaje a Teherán junto al juez y el fiscal. La desconfianza hacia Irán, la solución “a la Khadafi”.

El ex fiscal de la Corte Penal Internacional es ahora asesor legal de la DAIA y la AMIA en su cuestionamiento al Memorando de Entendimiento con Irán. Luis Moreno Ocampo no hizo una crítica irreductible del convenio con Irán que se está debatiendo en el Congreso, pero marcó que “la clave” es quiénes serán los miembros de la Comisión de la Verdad, los cinco juristas que junto al fiscal y el juez argentinos harán el viaje a Teherán.

–¿Qué postura tiene usted ante el Memorando?

–La DAIA me llamó para ayudarlos y les propuse tratar de encontrar una posición común con la AMIA. Por mi rol, yo nunca dije si había que tomar o rechazar el acuerdo, dije que había que analizar los riesgos y ver si se podían minimizar. Antes de que yo llegara a Buenos Aires, la DAIA y la AMIA consideraron que había que rechazar el acuerdo. Algunos piensan que no hay ninguna oportunidad, otros creen que el riesgo es muy grande, que no se puede confiar en Irán. Durante el debate, el canciller reconoció que él no confía en Irán, pero que no hay otra alternativa para impulsar la investigación.

–¿Hay antecedentes de una resolución como ésta?

–La AMIA y el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York muestran las nuevas formas del terrorismo internacional. Para investigar y castigar a los culpables no había más alternativa que ir a una guerra, como hizo Estados Unidos en Afganistán, o negociar con el Estado para el que trabajan los sospechosos, como plantea el Memorándum. Eso hicieron con Khadafi. Su caso muestra las posibilidades: él aceptó que su jefe de Inteligencia fuera juzgado en Holanda e indemnizó a las víctimas. Su caso también muestra los riesgos de negociar con líderes que usan el crimen para mantenerse en el poder. Khadafi continuó cometiendo crímenes en ciertas partes del mundo y consolidó su poder. En 2009 fue presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, miembro del Consejo de Seguridad y presidente de la Unión Africana. En 2011, cuando ordenó a sus soldados disparar contra los manifestantes desarmados y amenazaba con exterminarlos, el Consejo de Seguridad envió su caso a la Corte Penal Internacional que luego de investigar los hechos libró mandatos de arresto contra él, su hijo y su jefe de inteligencia. La Corte Penal Internacional es una nueva forma de enfrentar estos crímenes en la medida en que el ataque constituya un crimen de lesa humanidad, pero no tiene jurisdicción para delitos cometidos con anterioridad al 1º de julio del 2002.

–¿Cuáles son los riesgos?

–Que se use la Comisión para encubrir a los culpables y para cuestionar en Interpol la emisión de alertas rojas. Las órdenes del juez argentino seguirían vigentes, pero su legitimidad internacional cuestionada.

–¿Cuál es la oportunidad?

–Que una Comisión seria impulse la investigación y muestre que los intentos de encubrimiento confirman la culpabilidad de los sospechosos y la complicidad de miembros de su gobierno.

–Pero usted ¿tiene objeciones legales?

–Se podría haber diferenciado más el rol de la Comisión y el de los jueces para evitar confusión, pero pareciera que uno de los objetivos del gobierno argentino fue facilitar la toma de declaraciones indagatorias. La doctora Diana Malamud, que expresa a uno de los grupos más escépticos, sin embargo dio la bienvenida a esa posibilidad durante el debate en el Congreso. La DAIA, por el contrario, piensa que la actuación judicial en cooperación con la Comisión puede llevar a anular toda la causa. El Senado debatió el tema y va a resolver. Si se aprueba la creación de la Comisión, la selección de sus integrantes será el tema clave. De ellos y de la claridad del juez y del fiscal va a depender el futuro de la investigación sobre el atentado a la AMIA.

© Escrito por Raúl Kollmann el domingo 17/02/2013 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

jueves, 14 de febrero de 2013

Timerman, al pie de la letra… De Alguna Manera...


Al pie de la letra…

Timerman con su par iraní tras la firma del acuerdo.

Luego de un primer momento de confusión, incertidumbre y seguimiento ciego a las imposiciones del canciller Héctor Timerman, la AMIA en primer lugar y la DAIA en segundo lugar, volvieron sobre sus pasos y rectificaron las primeras reacciones benévolas que habían tenido para con el pacto argentino–iraní. Esto habla, primeramente, de una sensibilidad en las organizaciones, porque aunque instintivamente Guillermo Borger y Julio Schlosser parecieron avalar el acuerdo de Timerman con Irán, la reacción de los familiares de las víctimas del atentado, las encuestas de opinión en la calle judía y las reacciones de algunos columnistas, cambiaron rápidamente la bochornosa buena voluntad inicial de las dirigencias comunitarias.

En mi columna titulada “Aventura”, publicada en este diario el domingo 3 de febrero, yo había subrayado duramente la obsequiosa y lamentable predisposición de la DAIA a escuchar acríticamente el relato de Timerman justificando su pacto con Irán. Lo interesante es que esa columna mía en PERFIL suscitó airadas reacciones del vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, y del secretario, Jorge Knoblovits, que en los más gruesos términos me acusaron en sendas cartas de trabajar contra la comunidad judía. Para Wolff, en particular, yo pretendía que la DAIA fuese “un instrumento al servicio de su posición opositora. Digo, la que ostenta hoy Señor Eliaschev”. Enseguida afirmaba que yo ando “saltando de corriente en corriente política a lo largo de su vida”.

Cuando, en marzo de 2011, Timerman me acusó de “pseudo-periodista” y dijo que el acuerdo con Irán era una patraña mía, lo más grave no fue eso que dijo de mí, sino que esa misma semana viajó a Israel a proferir la misma mentira (“no hay ningún acuerdo con Teherán”) al gobierno israelí. Dos años más tarde, la primicia en PERFIL se consumó, al pie de la letra.

Tomaré las palabras de Elisa Carrió, "Timerman es un traidor a su pueblo y un obsecuente de Cristina".

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 09/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



viernes, 8 de febrero de 2013

Ahmadinejad ama la verdad… De Alguna Manera...


Ahmadinejad ama la verdad…
Preguntas sin respuesta. El peligro de que lo firmado se convierta en un tratado que complique a la Argentina. Los errores de una Comisión de la Verdad que no podrá impartir justicia. Qué busca Irán. ¿Hacia un acto de estupidez histórica?

Hace unos días, los ministros de Relaciones Exteriores de la Argentina y de Irán firmaron un memorando de entendimiento sobre la cuestión del atentado a la AMIA. Los memorandos de entendimiento son una de las formas básicas utilizadas para acordar formalmente la voluntad de dos o más partes, por lo general representantes de gobiernos. La forma más elaborada y compleja es el tratado. A diferencia del memorando, el tratado compromete la voluntad de una nación, y su incumplimiento genera sanciones. Al obligar a la nación y no sólo al gobierno que ocasionalmente los firma, los tratados requieren la aprobación del Poder Legislativo.

Por lo tanto, lo que fue firmado en Etiopía no requiere aprobación legislativa. Pero, curiosamente, el texto firmado indica lo contrario: “Este acuerdo será remitido a los órganos relevantes de cada país, ya sean el Congreso, el Parlamento u otros cuerpos, para su ratificación o aprobación de conformidad con sus leyes”.

Esta dista de ser una cuestión formal. Si se sigue el procedimiento legislativo, el memorando devendrá tratado y se convertirá en ley. Su vigencia se prolongará en el tiempo con independencia de los gobiernos. Si, por ejemplo, al final de este oscuro sendero se acordara una indemnización a los familiares de las víctimas en lugar del enjuiciamiento y condena de los culpables (así sucedió en Libia con el atentado ordenado por Kadafi al vuelo 103 de Pan American), nunca podríamos volver atrás.

Una aprobación legislativa de este acuerdo significaría entonces que la Argentina, no sólo el Gobierno actual, habría aceptado la impunidad.

¿Qué busca el memorando-tratado? Al inicio del texto se señala el objetivo de la acción conjunta: “Se creará una Comisión de la Verdad compuesta por juristas internacionales para analizar toda la documentación presentada por las autoridades judiciales de la Argentina y de la República Islámica de Irán”.

Aquí se nota otra originalidad del memorando-tratado: la creación de una Comisión de la Verdad entre dos países. Este es el primer caso en que una comisión de este tipo no está compuesta por partes del mismo país. En todos los casos conocidos, una Comisión de la Verdad se forma entre dos o más sectores de una sociedad para que todos den su testimonio sobre un conjunto de hechos sucedidos, siempre violentos y que generaron muertes, persecuciones y destrucción.

Una Comisión de la Verdad se establece para saber lo que pasó, no para castigar a los culpables. Quienes la componen reconocen que los responsables de los delitos no podrán ser enjuiciados y acuerdan la reconstrucción histórica; se ponen rostros a los victimarios. Unos no tienen poder para enjuiciar y los otros poseen el suficiente para no dejarse enjuiciar.

Extrañamente, tras varias críticas, llegando a calificar el acuerdo de “trampa”, miembros de la DAIA y la AMIA dijeron hace cuatro días –en un llamativo cambio de posición– que “ahora que les habían aclarado lo que se quería decir en el texto, veían su utilidad”. Disculpe, lector, mis reiteraciones, pero lo hago tratando de evitar la engañosa ilusión de quienes sufren: la intención de los tratados no se aclara, se escribe. Si hay una intención por parte del Gobierno que va más allá del texto, esa intención no tiene valor. Lo que vale es lo que está escrito, no su interpretación.

El memorando-tratado reemplazará a la Justicia. Irán puede mostrar lo que acordó, y allí no hay una sola palabra que obligue o sugiera la posibilidad de un juicio.

La Comisión de la Verdad no es la antesala de la Justicia. Siempre ha sido así. El magistrado Raúl Zaffaroni sostiene que éste es el comienzo del camino judicial y que fue una equivocación hablar de Comisión de la Verdad. Qué error notable para un juez: el nombre designa correctamente lo que es, y no hay nada en el texto que indique la posibilidad de acción judicial posterior. Lo que no está en el tratado no está en el mundo.

Otro hecho llamativo, sobre el cual no se ha oído ninguna explicación, es la inexplicable razón por la cual el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, firmó este texto. A cambio de aceptar que sus funcionarios testimonien ante esta Comisión y autoridades judiciales argentinas, ¿alguien explicó qué gana Irán?

Hace casi 18 años que sucedió el atentado, uno de los más grandes actos terroristas antijudíos desde el final de la Segunda Guerra en el mundo. Sin embargo, el régimen iraní convivió con la sospecha sin que pareciera sacarle el sueño. ¿Por qué ahora este afán de purificación? Puede, lector, que mi información limitada me lleve a ignorar cosas obvias. Pero no imagino, ni vi que otros conocieran, la razón de la contrición.

El presidente Ahmadinejad, lamentable producto de la historia del último medio siglo de su país, no es un individuo con quien se pueda hacer un acuerdo. Es responsable de una brutal represión interna, de la muerte de muchos de sus compatriotas que objetaron los resultados electorales, es homofóbico y niega la existencia del Holocausto. Es un activista del negacionismo. Organizó en su país congresos “mundiales de expertos” para demostrar la falsedad histórica de la Shoah, la catástrofe humana del siglo XX. En esos congresos estuvieron presentes escritores, actores, políticos de varios países, casi todos ellos con condenas de cárcel en sus países por delitos raciales.

En el atentado a la AMIA murieron 85 personas. Eran trabajadores y estudiantes argentinos, chilenos, bolivianos y polacos. Y ahora, el Gobierno nos dice, lector, a usted, a mí y otros muchos, que deberíamos creer que no sólo no se podrá hacer justicia, sino que la verdad sobre las causas de esas muertes será indagada por representantes de un país que desconoce, rechaza y niega la exterminación de seis millones de personas.

Creo que cometeríamos un acto de estupidez histórica. Pero si Irán no buscó esto, ¿quién lo hizo? ¿Por qué?
En el pasado mes de octubre, la agencia de noticias iraní FARS publicó la siguiente información: “El presidente iraní Mahmud Ahmadinejad dijo que una vez que las investigaciones tuvieran lugar de forma precisa e imparcial, recién entonces se habrá preparado el terreno para la expansión de las relaciones comerciales entre Irán y la Argentina”. Por lo tanto, el señor Ahmadinejad pone (¡él, no los argentinos!) como condición la investigación, y, una vez que quede bien claro todo, nuestro país podrá aumentar sus exportaciones.

El negacionista quiere la verdad sobre 85 muertes, la mayoría judía. Parece que, entonces, si nosotros permitimos que se conozca la verdad, tendremos como recompensa un comercio ampliado. Hoy vendemos por valor de 1.200 millones de dólares e importamos por veinte millones. ¿Cuánto más vale la verdad?

¡Qué historia rara, lector! Si el Congreso aprueba este memorando, será tratado y no tendremos vuelta atrás. Por lo menos, tratemos de no comprometernos para siempre con este “hecho histórico”. Que sea, sólo, una de las tantas cosas de este Gobierno, que serán desandadas. No le pongamos a la impunidad el sello de la nación.

© Escrito por Dante Caputo el domingo 03/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.