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domingo, 7 de julio de 2013

El Banco de Dios... De Alguna Manera...


Francisco contra el dinero oscuro…

El papa Francisco saluda a Benedicto XVI, este viernes en el Vaticano. Foto: EFE

En la historia del banco de Dios, de su tormentoso pasado de banqueros ahorcados bajo puentes de Londres, hijas de funcionarios del Vaticano raptadas misteriosamente y capos de la Mafia enterrados en una cripta de Roma reservada a cardenales, hay una fecha reciente que, vista ahora, a la luz de las últimas detenciones relacionadas con el Instituto para las Obras de Religión (IOR), se revela crucial.

Aquel día, 24 de mayo de 2012, el banquero Ettore Gotti Tedeschi, presidente del IOR desde septiembre de 2009, fue despedido. Pero no de cualquier manera, sino a través de un comunicado con olor a ira y azufre que buscaba destruirlo personal y profesionalmente. Daba a entender el comunicado que Gotti Tedeschi, de 67 años, padre de cinco hijos, representante del Banco Santander en Italia, supernumerario del Opus Dei y antiguo colaborador de Benedicto XVI, había perdido la cordura y podría estar involucrado en la fuga de los documentos secretos de Joseph Ratzinger. De hecho, su expulsión del paraíso se produjo un día después de la detención de Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa.

Por aquellas fechas, la atención mediática estaba centrada sobre la novela en tiempo real que se desarrollaba junto a la cúpula de San Pedro. El guion y el reparto lo merecían —un papa solo y enfermo traicionado por su ayuda de cámara, el fiel Paoletto, acusado y después condenado por robar y difundir unas cartas que reflejaban las guerras de los hombres de Dios por el poder y el dinero—, así que el banquero defenestrado se fue en silencio a su casa y sus asuntos. “No cuento la verdad por no herir al Papa”, fue su único comentario. Pero, triste y asustado, decidió elaborar un informe repleto de datos —correos electrónicos, fotocopias de su agenda, apuntes a mano— en el que explicaba por qué había fracasado en su intento de adecentar el banco del Vaticano. El banquero sospechaba que detrás de algunas de las cuentas cifradas del banco se ocultaba el dinero sucio de empresarios, políticos y hasta de jefes de la Mafia. Gotti Tedeschi tenía pensado entregar el documento a su secretaria para que, en el caso de que fuese asesinado, se lo hiciera llegar a tres amigos: su abogado, un periodista y el mismísimo papa Ratzinger. Pero por esas casualidades que tan bien se trenzan en Italia, agentes de los Carabinieri aparecieron por el despacho y la casa de Gotti Tedeschi para hacer un registro sobre otro asunto y, ya que estaban allí, se llevaron 47 archivadores con documentación del Vaticano. El banquero, aliviado porque quien llamara a su puerta fuese la policía y no un sicario —“pensé que veníais a matarme”, llegó a decir a los agentes—, decidió colaborar con la fiscalía de Roma: “Todo comenzó cuando pedí información sobre las cuentas que no pertenecían a religiosos…”.

Las primeras confidencias de Gotti Tedeschi a los fiscales —que según es costumbre los periódicos italianos empezaron a difundir casi en tiempo real— provocaron una reacción furibunda del Vaticano, que por segunda vez en pocos días perdía el oremus y amenazaba con querellas a todo aquel —y metía en el saco a banqueros, fiscales y periodistas— que no respetase “las prerrogativas soberanas reconocidas a la Santa Sede por la normativa internacional”. Y aquí, por fin, está el quid de la cuestión. Aquella curia vaticana que había conseguido inmovilizar el tímido afán reformista del propio Ratzinger —“un pastor rodeado por lobos”, lo definió L’Osservatore romano— pretendía seguir gestionando sus asuntos con total opacidad. Los intentos de los policías y los magistrados italianos por intentar arrojar un poco de luz sobre las cuentas secretas del IOR se habían estrellado tradicionalmente con el no rotundo del Vaticano y su red de intereses, defendida a capa y espada por destacados representantes de organizaciones religiosas ultraconservadoras —Comunión y Liberación se lleva la palma— muy bien incrustadas en el Gobierno, sea del color que sea, y en los llamados “poderes fuertes”. De hecho, la desgracia de Gotti Tedeschi llegó cuando intentó que las finanzas vaticanas se adecuaran a los requisitos internacionales contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, sobre todo después de que, en 2010, la fiscalía de Roma bloqueara 23 millones de euros por sospechas de blanqueo. Sus choques con el director general del IOR, Paolo Cipriani, se hicieron cada vez más frecuentes hasta que, por fin, el Vaticano tuvo que decidir si encender la luz o dejarla apagada. El comité de vigilancia del banco, manejado por Carl Anderson, líder de la poderosa sociedad de los Caballeros de Colón y exmiembro del Gobierno de Reagan, dejó fuera de la circulación a Gotti Tedeschi y apostó por Cipriani. El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, estuvo de acuerdo y Joseph Ratzinger no movió un dedo a favor de su amigo.

El expresidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi. / TIZIANA FABI (AFP)

La detención del mayordomo y el despido del banquero devolvieron la paz al Vaticano. Al otro lado del Tíber, aunque a trompicones, gobernaba el católico Mario Monti, así que todo volvía a la normalidad en las relaciones entre los dos Estados. Una normalidad que incluía escenas como la vivida en el aeropuerto romano de Ciampino el pasado mes de febrero. Un abogado llamado Michele Briamonte, investigado por asuntos relacionados con el IOR, y un sacerdote, Roberto Lucchini, asistente del secretario de Estado Tarcisio Bertone, aterrizaron a bordo de un jet privado y ya se dirigían a la salida cuando agentes de la Guardia de Finanzas —la policía fiscal italiana— les pidieron que abrieran sus maletines. Se negaron, hubo un tira y afloja, blandieron sus pasaportes diplomáticos —a los que luego se supo que no tenían derecho— y salieron del trance sin problemas. La normalidad también consistía en que un alto prelado de la Santa Sede, Nunzio Scarano, fuese conocido como monseñor 500 euros por su disponibilidad de billetes púrpuras. Nadie, al menos en público, se atrevía a poner el grito en el cielo porque, además de la cartera llena, dispusiera de pisos de 400 metros y varias cuentas corrientes sin que sus compañeros en el APSA (el organismo que gestiona buena parte de las propiedades inmobiliarias y de depósitos de capitales de la Santa Sede) se extrañaran. Simplemente porque la normalidad no extraña.

El expresidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi. Foto: TIZIANA FABI (AFP)

Sospechas fundadas

Hasta que, hace una semana, monseñor Scarano fuese detenido junto a un exagente de los servicios secretos y un intermediario financiero acusados de intentar transportar desde Suiza a Italia alrededor de 20 millones de euros. Y aquello sí sorprendió, pero no tanto por los delirios de riqueza de un sacerdote corrupto, sino por la actitud del papa Francisco. Al contrario que sus predecesores, Jorge Mario Bergoglio no miró para otro lado. La detención se produjo 48 horas después de la creación de una comisión de investigación sobre el IOR, y apenas un par de días antes de la destitución del ya mencionado Paolo Cipriani, el director general del banco, y de su segundo, Massimo Tulli. Pero si estos gestos inéditos en sí no bastaran —las operaciones de autolavado suelen olvidarse de llegar al fondo de la suciedad—, Francisco tampoco se movió para aliviar la situación de prisión de monseñor Nunzio, que a estas horas sigue encerrado en la prisión de Regina Coeli. Desde allí habrá sabido que la fiscalía de Roma acaba de terminar un informe de 25 páginas en las que confirma las sospechas de Gotti Tedeschi: “Existe la fuerte posibilidad de que el modo de operar del banco del Vaticano —que no realizó controles suficientes— permitiese que algunos utilizasen sus cuentas para operaciones ilegales”. La investigación exculpa a Gotti Tedeschi, pero sí acusa de la poca transparencia a Paolo Cipriani y a Massimo Tulli.

¿Qué ha cambiado para que el Vaticano y los fiscales italianos actúen casi al compás? Apenas nada. Que el nuevo Papa va diciendo en público que “San Pedro no tenía cuenta en el banco”, que “jamás vio un camión de mudanza detrás de un entierro” y que quiere “una Iglesia pobre y para los pobres”. La limpieza de las sentinas siempre es dura y peligrosa. Gotti Tedeschi vivió convencido de que lo iban a matar y cada vez son más las voces que, en privado, se muestran preocupadas por la seguridad del Papa. Jorge Mario Bergoglio dijo ayer que las estructuras de la Iglesia son viejas y hay que renovarlas: “No tengáis miedo”.

© Escrito por Pablo Ordaz el domingo 07/07/2013 y publicado por el Diario El País de Madrid, España.



sábado, 30 de marzo de 2013

Crímenes en el Vaticano... De Alguna Manera...


Coincidencias entre Francisco y el “asesinado” Juan Pablo I…


Crímenes en el Vaticano. Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I, fue coronado papa en el año 1978. Al igual que Jorge Bergoglio, su discurso fue de humildad y pedido de introspección en torno a la ostentación vaticana.

Luciani rechazó la milenaria tradición de la coronación papal y también la tiara: en su lugar, optó por una simple misa de inauguración. Al igual que Francisco, en su Ángelus del 27 de agosto de 1978 —primer día completo de su pontificado— impresionó al mundo con su simpatía y simpleza. "Trataré de ser útil a la Iglesia y deseo que me ayudéis con vuestras prédicas y oraciones", dijo el pontífice entonces, casi lo mismo que repitió Bergoglio casi 35 años después.

Juan Pablo supo ostentar una imagen de hombre amable, cercano y bondadoso, lo cual cautivó al mundo entero. A su vez, su presencia cordial lo convirtió en una figura muy querida incluso antes de que se le conociera la voz.

“Al mediodía, el nuevo papa hizo su aparición en el balcón central de la basílica. Debajo, la plaza se hallaba atestada con unas 200 000 personas. Muchos millones de personas, a lo ancho del mundo, vieron en sus televisores expandirse la sonrisa natural de Luciani al estallar el aplauso de la multitud. Había salido a impartir el Ángelus, pero antes de pronunciar el sermón de mediodía deseaba dar a sus oyentes un vislumbre de lo que había sido el cónclave secreto. Después de acallarse los aplausos y los vítores, Luciani rompió de inmediato con dos tradicionales normas pontificias: el paranoico deseo de mantener el secreto con el que el papa Pablo había dictaminado los reglamentos del cónclave y el uso mayestático del «nos», muestra de la aspiración papal de gobernar sus propios territorios”, recuerda David Yallop en su libro “¿Por voluntad de Dios?”.

Como puede verse, los parecidos entre Francisco y Juan Pablo no son pocos. Salvo por una cuestión: este último solo duró 33 días en el papado y se sospecha hasta el día de hoy que fue envenenado por intentar hacer una profunda limpieza en el Vaticano. A esa conclusión llegó con gran cantidad de evidencia el referido Yallop en su obra.

“Juan Pablo I, en efecto, murió repentinamente. Murió en algún momento entre las últimas horas de la noche del 28 de septiembre de 1978 y las primeras horas de la madrugada del 29, treinta y tres días después de haber sido elegido. Hora de su muerte: desconocida. Causa de su muerte: desconocida”, revela el autor.

¿Conocerá esta trágica historia Bergoglio? Es imposible que no la tenga presente, aunque es improbable que algo así vuelva a ocurrir. ¿O no?

Francisco asume con la delicada misión de regenerar los valores de la Iglesia y hacer una suerte de limpieza en el Vaticano después de los escándalos que en los últimos meses han sacudido sus cimientos.

Si desea avanzar realmente en ese sentido, deberá pelear contra poderosos intereses, los mismos contra los que no se atrevió a meterse el renunciante Benedicto XVI.

¿Lo logrará?

© Escrito por Cristian Sanz el miércoles 20 de Marzo de 2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

jueves, 21 de marzo de 2013

Oportunidad única… De Alguna Manera...


Oportunidad única…


El particular estilo de Jorge Bergoglio anuncia un cambio de época. En el mundo y también aquí.

Ocurrió en un anochecer de 2002. Era el mes de septiembre. Salía de dar una conferencia y estaba, a la búsqueda de un taxi, parado a pocos metros de la esquina de Diagonal Norte y Florida. El colectivo se detuvo y paró enfrente de mí. Era el 111 que va desde Villa Zagala hasta la Aduana. Venía casi vacío. Al abrirse la puerta trasera bajó un solo pasajero. Al vernos nos reconocimos mutuamente.

–Hola cardenal –dije sorprendido.

–¿Cómo le va, Nelson? –me respondió.

–¿De dónde viene? –le pregunté.

–De Villa Pueyrredón. Estuve visitando la Parroquia de Cristo Rey –me contestó–. ¿La conoce? –me preguntó.

–Soy de ahí –le dije.

Hablamos unos pocos segundos más y nos despedimos con un hasta luego.

La anécdota es una más entre las centenares conta­das por muchos otros conciudadanos acerca de situaciones similares. El colectivo, el subte, el tren, la calle de a pie, formaban parte de la vida cotidiana del cardenal Jorge Bergoglio. He aquí uno de los mensajes más impactantes del nuevo papa: su contacto con la vida común y con la pobreza no es enunciativo; es fáctico. Su cercanía con los que menos tienen es una presencia en su vida y en la de ellos. No necesita contarlo él. Lo hacen espontáneamente quienes encontraron en el entonces cardenal alguien de su cercanía.

En los pocos días que han corrido desde su elección, el Papa ha producido un impacto que sacude al mundo. Basta ver, escuchar y leer los principales medios para observarlo. El presente le sonríe. El futuro lo desafía. A Francisco lo aguardan tareas de enorme trascendencia. La primera de ellas es la necesidad de revitalización y renovación de la Iglesia.

Los hechos que con inusual claridad denunció Benedicto XVI –junto a su renuncia, esas denuncias constituyen su principal legado– deberán ser abordados con urgencia por el nuevo pontífice. “La Iglesia corre el riesgo de transformarse en una ONG piadosa”, fue la frase con la que el Papa resumió el objetivo primordial que la Iglesia Católica tiene de mantener vivo su liderazgo espiritual y moral, seriamente afectado por la suma de corrupción, luchas intestinas por el poder y tolerancia con los execrables hechos de pedofilia protagonizados y/o tolerados por presbíteros, obispos y cardenales.

Benedicto XVI dio un primer paso –importante– reconociendo, denunciando y condenando esos hechos. Le corresponde a Francisco acometer la ineludible empresa de poner fin a esos males. En un plano de similar trascendencia está la tarea evangelizadora de la Iglesia. Es un desafío esencial. En este aspecto, la tarea del nuevo papa se asemeja mucho a la que le cupo a Juan XXIII. El así llamado Papa Bueno entendió que la Iglesia, que se hallaba en una situación crítica tras el controvertido papado de Pío XII, debía tener una aproximación diferente a la problemática de aquel momento, no para cambiar sus pilares doctrinarios, sino para tener una mejor comprensión de cambios que estaban aconteciendo en ese momento de la historia.

Muchos creen que la revolución y la modernización de la Iglesia implican demandar cambios en su postura frente a temas como el aborto o el matrimonio entre personas de un mismo sexo. Es un grueso error. Eso no cambiará nunca porque constituyen pilares de su doctrina. Lo que se requiere de la Iglesia es una postura más comprensiva y, en el caso particular del aborto, una fuerte participación en las acciones de prevención. El aborto es una desgracia en la vida de cualquier mujer. En lo personal estoy en contra del aborto. El desafío es prevenirlo; condenarlo no solu­ciona nada.

Para la Argentina, el significado del nuevo papa es monumental. Francisco ha pasado a ser el argentino más importante de toda la historia de nuestro país. La Argentina nunca fue el paradigma ni el modelo a seguir en las arenas de las cuestiones morales. De repente, se encuentra con que de su seno emerge el Papa, alguien llamado a ejercer un liderazgo moral y espiritual de dimensión universal. ¡Qué magnífica paradoja! ¡Qué oportunidad única para nuestro país! ¡Qué desafío para nuestras dirigencias! ¡Qué momento augural para nuestra sociedad!

Al recibir a la Presidenta, el Papa no sólo dio un ejemplo de grandeza, sino que marcó un camino. El beso de Francisco que impactó a Cristina Fernández de Kirchner tiene el valor de un gran gesto: perdonar y dejar atrás ofensas, agravios y descalificaciones. Aplicado a nuestra realidad desde el poder, este gesto tendría hoy un valor casi revolucionario. Si capta este mensaje y lo transforma en hechos, la Presidenta tiene la oportunidad de cambiar el presente de una sociedad atravesada por la intolerancia al pensamiento diferente inculcado desde el poder. La oposición, también. ¿Tendrán la sabiduría de aprovecharlo y hacer historia?

© Escrito por Nelson Castro el 21/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



viernes, 15 de marzo de 2013

Francisco I... De Alguna Manera...


El argentino Bergoglio es el nuevo Papa y se llamará Francisco I…

Jorge Bergoglio es el nuevo Papa Francisco I

La Iglesia Católica comienza una nueva era bajo el liderazgo del arzobispo de Buenos Aires. "Soy uno de los cardenales que vino del fin del mundo pero estamos aquí".

Finalmente la Iglesia conoce al sucesor de Benedicto XVI. El nuevo Papa, recién anunciado, es el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. "Soy uno de los cardenales que vino del fin del mundo", expresó.

El cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, proclamó desde el balcón de la Basílica de San Pedro la famosa frase en latín "Anuntio vobis gaudium, habemus Papam" ("Os anuncio una gran alegría, tenemos Papa"), con la que reveló al mundo el nombre del 266º sumo pontífice ante 1.200 millones de católicos.

Nacido en 1936, el sacerdote argentino era uno de los principales pilares en las negociaciones para elegir al reemplazante de Benedicto XVI. Enfrentado con el Gobierno nacional desde hace años, Bergoglio era uno de los principales candidatos para suceder, en su momento, a Juan Pablo II. Finalmente, su momento para liderar la Iglesia católica llegó hoy,

Bergoglio fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina hasta 2011, año en que fue reemplazado por el arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo.

Se asomó luego para impartir su primera bendición "urbi et orbi" ("a la ciudad y al mundo") vestido por primera vez con la sotana blanca papal.

“Comenzamos este camino con el pueblo, un camino de fraternidad y amor”, expresó, luego de las primeras oraciones en el balcón desde donde se presentó a los fieles.

“Rezamos por todo el mundo, por una gran fraternidad”, continuó.

“Que este camino que comienza hoy sea fructífero”, deseó Bergoglio, conocido en adelante como Francisco.

Durante la hora que separó su elección de su presentación pasó por la llamada "Sala de las lágrimas", donde los elegidos suelen llorar allí en relativa intimidad, ante la magnitud de la responsabilidad que acaban de asumir.

Con esta elección concluyen cuatro semanas inéditas en la historia moderna de la Iglesia después de la renuncia inesperada de Benedicto XVI, alegando "falta de fuerzas", un hecho sin precedentes en los últimos siete siglos.

El nuevo pontífice también tendrá que responder a los escándalos que estallaron durante el último pontificado, como el de los abusos sexuales a menores o el caso "VatiLeaks" de filtración de documentos confidenciales del pontífice que terminó por revelar una trama de abuso de poder en la Curia, el gobierno central del Vaticano.

A estos problemas, se suma una pérdida de influencia de la Iglesia debido a la disminución de fieles y a las críticas de una parte de los católicos por hacer oídos sordos a la evolución del mundo moderno en temas como el papel de la mujer en la Iglesia y la sexualidad.

Los 115 cardenales, de 51 países de los cinco continentes, entraron en cónclave el martes. Según la constitución apostólica, debían permanecer recluidos hasta que un candidato obtuviera dos tercios de los votos, en este caso 77.

© Publicado el miércoles 15/03/2012 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las fotos: 













Trascendió también que, tras su histórica aparición desde el balcón del Vaticano, el Papa Francisco rechazó ser trasladado a la residencia vaticana de Santa Marta en un auto oficial y llegó hasta allí en el autobús que compartió con el resto de los cardenales. 











El papa Francisco en la recepción de la residencia Domus Internationalis Pauls IV, pagando su noche de estancia antes del cónclave. (EFE)















El Papa Francisco mantuvo una audiencia con periodistas de todo el mundo, llamó la atención que siga usando sus viejos zapatos, en lugar de los púrpuras tradicionales en los Papas. (Reuter)


















Una multitud acompañó el primer Angelus del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. (AFP)