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domingo, 8 de noviembre de 2015

Caretas… @dealgunamanera...

Caretas…

Sciocri. Scioli y Macri se acusan mutuamente de falsos. Photoshop: Facundo Iglesias

Aunque Macri perdiese el ballottage, la derrota del peronismo en la Provincia es un punto de inflexión generacional que rompió la hegemonía del PJ.

Scioli: “A Macri se le está cayendo la careta” (por las precisiones sobre devaluación y la supuesta intención de privatizar YPF). Macri: “Scioli se sacó el antifaz, lo creía buena persona” (por la campaña negativa). Ambos se acusaron de falsos esta semana con consecuencias que por ahora favorecen a Macri, quien, a catorce días de las elecciones, le sacaría diez puntos de ventaja a Scioli.

Las encuestas perdieron credibilidad, pero entre la batería de herramientas de que disponen los sociólogos para interpretar la opinión pública están los focus group (en la jerga, investigaciones cualitativas frente a las encuestas, que son cuantitativas).

Dos preguntas clásicas para los focus group entre candidatos son: “Si tras un naufragio usted estuviera en un bote donde quedara espacio para un solo pasajero más y estuvieran en el agua Scioli y Macri, ¿a quién de los dos haría subir para que organice el plan de salvación del grupo?”. La respuesta que se repite es  “a Macri”. Pero cuando se pregunta: “Si usted fuera a morir y tuviera que dejarle sus hijos a alguien, ¿preferiría dejárselos a Scioli o a Macri?”. Allí la respuesta es “a Scioli”. Lo que refleja los atributos diferenciales de ambos candidatos: Scioli mejor persona, y Macri más competente.

En el imaginario, Scioli sería el bueno y Macri, el competente. La campaña negativa afecta también a Scioli.

Desde esta perspectiva, un Scioli agresivo y enojado pierde justo en su virtud más valorada. En el imaginario colectivo, una campaña negativa resultaría más esperable del kirchnerismo, y esa mimetización es el gran problema de Scioli, quien –en forma de goteo– vino perdiendo aprobación desde el día que se proclamó a Zannini como su candidato a vicepresidente. Si hubiese competido en las PASO contra un candidato kirchnerista, probablemente Scioli ya habría sido electo presidente en primera vuelta.

Cuando Scioli salió a decir que va “a ser más Scioli que nunca”, reconoció que se había apartado de aquello a lo que tenía acostumbrado al público. Por ejemplo, se hizo más kirchnerista de lo que se lo suponía y cometió un error estratégico sin retorno que podría costarle su carrera política. Probablemente ahora sólo le quede acelerar en la misma dirección.

De los obsesivos se dice que cuando el objeto de deseo se hace realmente posible, huyen. De allí la clásica frase psicoanalítica sobre “si se quiere lo que se desea”. Habría dos tiempos del deseo, uno, el primero, cuando es fácil sostenerlo mientras su realización no es de posible concreción, pero cuando esto se hace factible, ahí el deseo es puesto a prueba, y no pocas veces quien desea se sabotea, aunque no lo perciba.

Scioli parece desear tanto ser presidente que está dispuesto a cualquier entrega para lograrlo y, al revés, Macri parece no estar dispuesto a ser presidente de cualquier forma, y exhibe la displicencia de quien tiene todas sus necesidades satisfechas. Pero habría que desconfiar de lo aparente (dicen que reprime públicamente su ambición) y por lo menos registrar que ésa era la postura de Macri mientras no creía que pudiera llegar a la presidencia, pero a partir de percibir que era posible lograrlo, algo en él parece haber cambiado, prescribiéndose su propio eslogan.

Cambiemos le habla al votante, es del orden del nosotros ciudadanos. No es “cambio”, que sería un relato, algo más abstracto. Cambiemos también interpela al propio Macri, al PRO, al radicalismo. Hay que reconocer que algo cambió en la política argentina, y aunque Macri perdiese el ballottage, la derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires y además en su conurbano es una señal inequívoca de punto de inflexión generacional que rompió la hegemonía del PJ.

Ya en los años 60 Marshall McLuhan pronosticaba que “toda tecnología gradualmente crea un ambiente humano totalmente nuevo”, y el profesor de Hipertexto de la Universidad de París Pierre Lévy sostuvo en los 90 que cada alteración de la forma de enunciación verbal modifica la manera de razonar (así fue con el advenimiento de la escritura, que posibilitó la domesticación del “pensamiento salvaje” descripto por Lévi-Strauss al comienzo de la civilización), como lo hacen hoy las nuevas formas oral y escrita de producción y distribución de conocimiento de las nuevas tecnologías.

Los miles de voluntarios que se anotaron para fiscalizar las elecciones y la militancia cibernética rompen más con la ideología profesional (“salvaje”) de hacer política a través de punteros, que con la ideología política de ser derecha o izquierda.

Al ver que era posible ser presidente, Macri incrementó su deseo. Y Scioli lo sabotea al kirchnerizarse.

A Hugo Curto, el paradigma de los barones del Conurbano, que gobernó el partido de Tres de Febrero ininterrumpidamente casi un cuarto de siglo, le ganó un periodista primerizo en política como Diego Valenzuela. Quizás que Curto esté cerca de cumplir 80 años y que Valenzuela tenga poco más de 40 sea más significativo que ser PJ y no serlo. Valenzuela obtuvo en 2008 la beca Eisenhower Fellowships, inspirada en el presidente norteamericano Dwight David Eisenhower, a quien todos en su época conocían por su sobrenombre, “Ike”, que originó uno de los eslóganes de campañas electorales más efectivos: “I like Ike”.

Eisenhower compartió época con Perón; ocho décadas después, en este 2015 en el que los millennials (los de menos de 35 años) ya no son el futuro sino el presente, el “malestar en la cultura” es más generacional que ideológico. Distintas formas de la antipolítica vienen ganando elecciones en todas partes del mundo, lo que indica la tendencia hacia preferir lo nuevo. Hace un mes, un comediante le ganó las elecciones presidenciales de Guatemala a una especie de Cristina Kirchner, Sandra Torres Casanova, una política de larga trayectoria, con maestría en Políticas Públicas, cuyo marido presidió Guatemala dos períodos entre 2003 y 2012.

Gran desafío para Scioli: no lucha contra Macri, sino contra el tiempo, como Curto o Aníbal Fernández, que no luchaban –solamente– contra Valenzuela o Vidal, sino contra una época.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado el domingo 08/11/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





sábado, 7 de junio de 2014

La confesión... De Alguna Manera...


La confesión...


Se me hace cuento.

–He perdido otro grupo de amigos –me comentó mi amigo Herbert–.

“Estaban arreglando las sedes para ver el Mundial. Casas, picadas, familias; cotejando tamaños de televisores, mujeres más o menos molestas, edades de los niños, barrios aledaños… Y de pronto no pude más: confesé. No me gusta ver el Mundial. Me aburre el fútbol. No tengo el menor interés en ver los partidos, ni siquiera de Argentina. Hace veinte años podía ver un Boca-River; una final del Mundial, un partido definitorio de Argentina. 

Pero como dice Cacho Castaña en Septiembre del 88: “No sé qué pasó, no sé cómo fue…”. Pero me hinché las pelotas, paradójicamente. No me interesa. No le encuentro sentido. Escucho a la gente en los bares deduciendo sobre fútbol y me parece una farsa. No distingo ninguna relación entre las jugadas y los comentarios. Escuché las mismas acotaciones durante cuarenta años con cientos de equipos distintos. Todos los partidos son iguales, todas las apostillas vanas. Pero mis amigos me habían visto saltar de alegría por un gol, alentar hasta quedarme afónico, pedir cambios e insultar al televisor. Fingía, les expliqué. No me movía un pelo. Impostaba la pasión. Les hacía creer que me entusiasmaba igual que ellos, para no quedarme solo. Como ese libro sobre el "subcomediante" Marcos: La genial impostura”.

–Dijiste la verdad –apunté– Ahora sos como un monoteísta en la Antigüedad. Los demás tienen imágenes para adorar, emociones, sentidos. Vos les estás diciendo que todo eso no tiene ningún valor. No les alcanza con que no los quieras convencer. El sólo hecho de haberlo dicho te va a marginar. Estás solo como un perro.

– ¿Por qué los judíos no se confiesan? –preguntó extemporáneamente Herbert.

– ¿Qué haríamos sin la culpa? –repregunté.

–Nicolás me preguntó si era gay. Después de que confesé que ya no me gustaba ver fútbol, me preguntó si era gay. Pero no sólo no soy gay, soy un caballero. En el Mundial 2010 argumenté una gripe y falté a Argentina-Alemania. Salí a caminar solo por la ciudad. Buenos Aires parecía arrasada por una bomba neutrónica. No había ni mendigos. Una mujer estaba arrodillada junto a su auto, con una rueda pinchada. 

Era Mabel. Durante años, fue nuestra musa imposible en la oficina. Personal jerárquico, en todos los sentidos. Evanescente, furtiva, portentosa: inaccesible. Pero quien fuera que debiera auxiliarla, no llegaba. Me acerqué. Fue la primera y única vez en mi vida que usé un cricket. Por suerte encontré un hotel por horas abierto, el conserje estaba clavado al televisor y ni miró el billete que le daba. Cuando le pedí el vuelto me regresó el mismo billete. No me cobró. Éramos los únicos huéspedes y, en lugar de escuchar los gritos de las habitaciones vecinas, escuchábamos los gritos sordos de angustia por el partido; aunque apagados, caían desde las ventanas de los edificios linderos. 

Y las imprecaciones del conserje. Pero eso nunca lo conté. Hubiera revelado que no tenía gripe; y mancillado la reputación de Mabel. Es la primera vez que lo cuento.

–Podríamos decir que los que ganan, no cuentan la historia –reflexioné.

–Esa frase de que la Historia la escriben los que ganan es una fantochada –replicó Herbert–. 

Los españoles derrotaron a los aztecas, pero ya no hay ningún libro que defienda a los conquistadores. De hecho, al pobre Colón lo tienen de aquí para allá. Flavio Josefo, el gran derrotado, contó la historia de Massada, no los romanos que la conquistaron. Los norteamericanos ganaron la Guerra Fría, ¿Conoces algún académico que hable a favor de Truman, de Eisenhower, de Nixon? Pero finalmente, de algún modo misterioso, se impone la verdad. No el relato del vencedor o del derrotado, sino la versión acorde a los diez mandamientos: Caín mató a Abel. X robó. H mintió. Sobre las ruinas de todas nuestras pretensiones, sólo queda la verdad. Pero… vos lo dijiste: la verdad los hará solos.

© Escrito por Marcelo Birmajer el Sábado 07/06/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.