domingo, 4 de diciembre de 2011

Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe... De Alguna Manera...

Por el camino de la unidad latinoamericana...

 

Por primera vez todo el bloque se unió y decidió dejar afuera a los Estados Unidos y Canadá. “Que la Celac avance en el proceso de integración haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos”, reza la Declaración de Caracas.

“No exageramos si decimos que es una jornada histórica.” Su tono chévere tenía motivos: Hugo Chávez sentó a la mesa a treinta presidentes, a un vicepresidente y a dos cancilleres. Durante dos días estuvieron en Caracas debatiendo para darle vida a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Por primera vez todo el bloque se unió y decidió dejar afuera a los Estados Unidos y Canadá. En línea con lo que había advertido la presidenta argentina, Chávez antes de cederle la palabra a Sebastián Piñera, el nuevo presidente pro témpore de la Celac, advirtió que “ahora todo esto no puede quedar en papel, tenemos el compromiso de actuar, de prender motores”. La priorización de las coincidencias y la convicción de aprovechar en “beneficio propio y no en contra de otros” las potencialidades económicas en un mundo en crisis signaron las exposiciones mechadas con comentarios del anfitrión. “Que la Celac avance en el proceso de integración política, económica, social y cultural haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos”, reza la Declaración de Caracas.

El respaldo común al reclamo de soberanía argentino en las Islas Malvinas, el repudio al bloqueo económico financiero a Cuba y la defensa de la democracia como requisito para integrar la Celac fueron sólo algunas de la veintena de declaraciones que emitió el cuerpo. Chávez, munido de un martillito de madera, dio un golpe ante la aprobación unánime de cada documento. La única disidencia se zanjó con una postergación: los presidentes no se pusieron de acuerdo sobre si las decisiones se debían tomar por consenso o debían ser sometidas a votación. Rafael Correa (Ecuador), Chávez, Raúl Castro (Cuba) y Evo Morales (Bolivia) encontraron la fórmula: mantener el criterio de consenso hasta que la próxima cumbre de Chile resuelva el tema. Correa era uno de los más críticos al criterio del consenso. Para diplomáticos argentinos ese mecanismo garantiza igualdad en un escenario donde la heterogeneidad de los países es muy grande.

Sucesión

La Celac queda en manos de una “troika”, así denominó Chávez al trío encargado de darle actividad al bloque hasta el próximo plenario que tendrá lugar en Chile. “Con el comandante Chávez y con el comandante y presidente Raúl Castro formamos una troika. ‘Viva la diferencia’ como dirían los franceses. Pensamos distinto, en una de esas podemos acercar posiciones”, dijo Piñera. Castro sucederá al presidente de Chile. La armonización de intereses tan divergentes requerirá de la maestría de los ingenieros de esta nueva estructura. En la Celac conviven países bloqueados por los Estados Unidos como Cuba, con otros que avanzan en Tratados de Libre Comercio como Chile, Perú, Colombia y México y otros con una dependencia histórica de esa relación como gran parte de las islas caribeñas.

Intereses

El presidente ecuatoriano fue el más frontal al cuestionar el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA). “Necesitamos un nuevo sistema interamericano. La OEA ha sido históricamente capturada por los intereses norteamericanos. Esto la convierte en poco confiable para los tiempos de América latina”, dijo y abundó en que “sólo por la actitud que tuvo durante el conflicto de las Islas Malvinas merecería desaparecer”. Correa eligió como segundo tópico de su ponencia a los medios de comunicación concentrados. Remarcó que es un defensor absoluto de la libertad de prensa pero no de la “mentira”. Advirtió que el “poder fáctico planetario que constituyen los monopolios intenta reemplazar el Estado de Derecho por el Estado de Opinión y expresa los intereses del gran capital”. Chávez recordó cómo los medios habían jugado a favor de su derrocamiento en el golpe que lo sacó del poder en 2002. Evo Morales también señaló que su principal oposición la representan los medios.

El nicaragüense, Daniel Ortega, que acaba de ser reelecto, repudió el rol de los Estados Unidos en la región y la sucesión de bombardeos a Siria y a Libia. “Las potencias no tienen reparos en defender sus intereses cometiendo delitos de lesa humanidad”, repitió. Chávez se preguntó entonces “qué hubiera sido de América latina si los Estados Unidos no hubieran promovido tantos golpes de Estado”.

Poco antes, Chávez le había dado la palabra al “presidente de Honduras, Porfirio Lobos”.

–A propósito, ¿cómo está el amigo Mel Zelaya? –siguió el venezolano ante la incomodidad de Lobos, que terminó presidente tras una elección condicionada luego del derrocamiento de Zelaya.

–Muy bien, me pidió que le mande saludos. ¡¡Qué bien se lo ve!! No parece que estuviera enfermo –devolvió el hondureño y pasó a hablar de las bondades de la integración regional.

El colombiano Juan Manuel Santos se hizo cargo del pedido de las FARC y ELN para que la Celac intercediera en el proceso de paz. “La paz es una cuestión de Colombia, tengo la mejor predisposición a sentarme si advierto que ellos están dispuestos a conversar seriamente. Agradezco a la Celac”, dijo tras recordar el asesinato de cuatro rehenes hace pocas semanas. El colombiano también aludió a la necesidad de afianzar el comercio intrarregional, tal como había planteado Cristina Kirchner en la convicción de darle contenido concreto a la integración y señaló que “ahora no es como antes que todas las inversiones venían de los Estados Unidos”. Chávez instó a formar un Fondo de Reservas “con aporte de todos los países de la región. ¿O no confiamos en nosotros? ¿Confiamos más en la banca de Basilea?”.

“Uno de cada diez habitantes del mundo vive en la región de la Celac, crecimos a un promedio del 5,6 por ciento el año pasado y este año al 5 por ciento. La Celac es fundamental, muchos piensan que solos se puede andar más rápido pero juntos podemos llegar más lejos y seguros. Hoy, la unidad es el camino”, sintetizó Piñera, el empresario chileno que llegó a la Presidencia y quien las vueltas de la historia lo colocaron junto a Chávez y Castro en el vertiginoso proceso de diseño de este nuevo organismo.

© Escrito por Nora Veiras, desde Caracas, Venezuela y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 4 de Diciembre de 2011.
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Malvinas 1982: ¿cómo y por qué?...

   Malvinas 1982: ¿cómo y por qué?...
 
  •  Introducción
Presentamos un trabajo especial, inédito y pormenorizado sobre los motivos por los cuales la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña se enfrentaron en 1982. El lector, podrá a lo largo de cada capítulo conocer datos que le permitirán saber que la Guerra de Malvinas, fue un acto premeditado, finamente organizado y estudiado, por los propios británicos.

Iremos introduciéndonos poco a poco, como sucedieron los hechos en Argentina y en Gran Bretaña, desde 1968, hasta el conflicto de las Georgias de marzo de 1982, detonante del conflicto bélico.

El presente trabajo se desarrolla en forma detallada sobre los hechos que se relacionan directa o indirectamente con el conflicto bélico que termina sucediendo por toda una historia previa; que no fue una determinación de un día para otro, que Argentina no buscó la guerra, que el desembarco del 2 de abril en Malvinas fue un acto de defensa. Dicha historia previa, es la que aquí se analizará y probará.

Muchos lectores seguramente conocen estos temas, pero aquí además de explicarlos, se fundamentará con las fuentes de información pertinentes, cada afirmación.
  • Bibliografía
La investigación está basada en su mayoría, por los datos aportados por el Dr. Alberto A. De Vita, en su libro "Malvinas 82: Cómo y por qué"; en diversos informes como: Lord Franks, Rattenbach, diversas publicaciones jurídicas, libros del conflicto bélico y artículos periodísticos de la época. Puede ver el total de las fuentes bibliográficas consultadas para realizar el trabajo, haciendo click aquí.

Quien busque una versión resumida de los hechos para entrar en tema, aunque no del todo completa, puede visitar: Malvinas: causas del conflicto ; Días previos al conflicto bélico.
  • Formato PDF
El lector tiene en sus manos un documento único, que le permitirá conocer la verdad de lo sucedido en 1982. Puede también bajar una versión completa en formato PDF para poder imprimirla y leerla comodamente. CLICK AQUÍ PARA BAJAR EL ARCHIVO
  • Cronología
Para una mejor comprensión de los hechos, hemos colocado los sucesos más destacados en forma cronológica. La primera cronología sobre el cómo y por qué del conflicto bélico, única hasta el momento.
  • Material multimedia complementario
En breve, se agregarán testimonios que complementan todas los documentos y hechos analizados en este trabajo.

© Publicado por El Malvinense http://www.malvinense.com.ar

Un pluralismo muy singular... De Alguna Manera...

Un pluralismo muy singular...

“Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas”.

Néstor Kirchner, discurso de asunción, 25/5/2003.


“Creo que esta gestión ha dado muestras suficientes de que no se ha reparado en cuál era el origen partidario o ideológico del gobernador o del intendente. Creemos en la transformación, en el hacer y en el trabajar y hemos fructificado uniéndonos a hombres y mujeres de distinta pertenencia partidaria con un solo objetivo: cumplir con el mandato popular. No nos votan para que nos peleemos entre nosotros”.

Cristina Fernández de Kirchner, discurso de asunción, 10/12/2007.


“El pluralismo de Cristina se extiende a todos los gobernadores. La Presidenta no diferencia a nadie respecto de sus signos políticos”.

Gobernador del Chaco, Jorge Capitanich.


El pluralismo de Cristina termina en la pared: al Gobierno le tomó una semana inventar un reglamento del Poder Legislativo para que fuera la esposa del gobernador de Tucumán quien le transmita la banda presidencial en su segundo mandato, en lugar de quien fuera su compañero de fórmula, el (¿actual?) vicepresidente Julio Cobos.

—Yo no quiero tenerlo cerca –se quejó el futuro vice y vecino concheto de Puerto Madero, Amado Boudou.

—Al boxeador vapuleado no lo podemos seguir hasta el vestuario para seguir pegándole –afirmó el diputado ultra K Carlos Kunkel.

La figura de Cobos volvió de improviso a los diarios: ya casi nadie recordaba que entre tanta política declamada de buena vecindad, el Gobierno se había peleado con su vecino más cercano. El calificativo de “traidor”que alguna vez había enarbolado “El”, en medio de un extemporáneo recuerdo sobre los “comandos civiles”, volvió a salir a la luz. ¿Cuál fue, entonces, el “delito” de Cobos? Opinar distinto. Para ser exactos: opinar distinto sobre la aplicación de un impuesto.

Aquella opinión dio por tierra el “Cristina, Cobos y vos”, la transversalidad, la horizontalidad y la verticalidad: nadie puede opinar distinto, si lo hace es un traidor.

—Que la historia me juzgue, pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo, mi voto es en contra –fueron sus famous last words.

Muchos pensamos, en aquel momento, que Cobos debería haber resignado su cargo. Cobos no. Prefirió quedarse y ejercer una especie de resistencia pasiva, como Bartleby, el escribiente, aquel personaje de Melville que lograba una revolución sólo diciendo “preferiría no hacerlo”. Pero Cobos no era el autor de Moby Dick y el niño mimado por la prensa terminó perdido en las páginas de remates judiciales y la intrincada madeja de la interna radical.

Lo que parecía una diferencia ante la coyuntura, se abrió hasta transformarse en una grieta que no sólo ponía en duda el declamado pluralismo oficial, sino también su liviandad a la hora de las alianzas electorales. ¿Hablaron poco? ¿No sabían de las diferencias? ¿Esperaban que Cobos simplemente obedeciera? El mendocino recorrió el camino de socio a Anticristo, confiado en que llegaría su momento. Pero la máquina de picar carne lo trituró.

El Gobierno instalaba desde entonces el pluralismo obediente, con la figura de Sabbatella como espejo: disidentes que llevan a Cristina en la foto del afiche. Ni el ascendente gobernador de Santa Fe puede acercarse: Binner comete el delito de pensar solo.

El setentismo descafeinado de Puerto Madero y Calafate vuelve a cometer el mismo error: pensar que la democracia es sólo un medio para llegar al poder. Son ellos los que tienen razón y enemigos quienes los contradicen.

Beatriz Rojkés de Alperovich es sólo una extra: la presidenta provisional del Senado y esposa del gobernador de Tucumán, que declaró una fortuna de $ 20 millones en 2010 (300% más que en 2006), estará en la ceremonia de traspaso de mando por una cuestión de protocolo: en realidad, Cristina querría ponerse la corona ella misma. Un singular caso de pluralismo.

© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 4 de Diciembre de 2011.

Atado con alambre... De Alguna Manera...

Atado con alambre...

Sorpresa y media. Julio De Vido. Dibujo: Pablo Temes.

El Gobierno muestra que hace anuncios sin planificación. La tensión con Moyano. Las banales peleas opositoras.

La súbita decisión de reducir el número de subsidios a las tarifas de servicios de gas, electricidad y agua ha puesto nerviosos no sólo a muchos de los que van a ser afectados por esta medida, sino también a varios funcionarios del Gobierno.

Nadie debería sorprenderse por ello, ya que es el resultado causado por el grado de improvisación con el que se viene implementado una determinación que, desde el punto de vista de su objetivo, tiene una lógica indiscutible que apunta a dejar de subvencionar a quienes no lo necesitan y a reducir el preocupante nivel de déficit que exhiben las cuentas públicas.

Es por esa razón que, en menos de tres semanas, el ministro de Planificación, Julio De Vido, acompañado del saliente ministro de Economía, Amado Boudou, ha debido salir a hacer anuncios que dejan al descubierto lo atado con alambre que está todo este proceso que el Gobierno necesita concretar lo antes posible.

La realidad de los números no perdona: por más que De Vido y Boudou argumenten que esas son mentiras de Clarín y La Nación, el Gobierno sigue teniendo la necesidad de tapar agujeros fiscales a cuyos fines no tiene otra opción que pedir plata prestada a cuanto financiador haya: Banco Central, Anses, Banco Nación y un etcétera que se va haciendo cada vez más largo. Tal como es costumbre en esta administración, los ministros han dicho que el dinero que se ahorre en subsidios será redireccionado a la ejecución de obras públicas (nadie sabe a cuáles). Esto hizo recordar a los momentos más calientes del conflicto entre el Gobierno y el campo por la Resolución 125 cuando, en un intento por justificar la medida, se dijo que los dineros recaudados serían destinados para hospitales que sólo estaban en la imaginación de Néstor y Cristina Kirchner.

Fracasado el intento de una renuncia voluntaria masiva al beneficio de los subsidios, circunstancia que se intentó estimular desde los spots publicitarios de uso propagandístico que el Gobierno dispone durante las transmisiones del Fútbol para Todos –al que, paradojalmente, no se le sacó ni un centavo del creciente subsidio estatal con el que se lo sostiene– la puesta en marcha de la reducción de las subvenciones va a tener un costo político mayor que el que el Gobierno hubo imaginado y querido.

Como a la quita del subsidio la habrá de acompañar un aumento del costo del servicio, el golpe al bolsillo que sufrirá una gran cantidad de ciudadanos será fuerte. El impacto sobre la inflación, también. La suba de la tarifa de gas publicada el jueves pasado en el Boletín Oficial, según el cual el valor del metro cúbico de gas pasa de 0, 27 a 0, 66 – un costo casi 3 veces mayor– confirma esos aumentos y desmiente tanto a Boudou como a De Vido.

En este tiempo, además, ha quedado plenamente confirmado el estilo monárquico de gestión que seguirá adoptando Cristina Fernández de Kirchner. El hecho de que a menos de una semana de su reasunción presidencial no se conozca la integración de su nuevo gabinete es la confirmación de ese estilo (varios de los ministros y secretarios que quieren o necesitan quedarse siguen preguntando a periodistas si saben algo de sus respectivos futuros).

Por descarte, se deduce que, más allá de un eventual cambio de roles, la mayoría de los miembros de su actual gabinete continuarán en funciones (De Vido sigue sonando fuerte como jefe de Gabinete). Por otra parte, el ninguneo al cual el vicepresidente electo fue sometido “en broma” por la Presidenta, quien en la videoconferencia del miércoles pasado trató de “concheto” que vive en Puerto Madero, a quien ella –y no el pueblo con su voto– puso como vice, adelanta que a Boudou le aguarda el mismo destino que Sarmiento le asignó a su vicepresidente, Adolfo Alsina: el de tocar la campañilla en las sesiones del Senado.

Las cosas lucen más tormentosas en la relación del Gobierno con Hugo Moyano. “Yo llamo una sola vez. Si no me atienden, no llamo más”, fue una de las frases de mayor impacto que pronunció el secretario general de la Confederación General del Trabajo en la sorpresiva reunión a la que convocó el jueves. Ahora ya no hay más dudas: Moyano llamó y la Presidenta no lo atendió.

Hubo en esa reunión de la CGT presencias de alto voltaje político en estas horas, como la del comandante Jorge Pérez Tamayo, secretario general de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA). Pérez Tamayo supo ser el piloto de varios de los vuelos que hizo Fernández de Kirchner cuando se desplazaba en los aviones de Aerolíneas Argentinas y su opinión tuvo peso a la hora de decidir su renacionalización. Las críticas de Pérez Tamayo a la gestión de Mariano Recalde y compañía al frente de Aerolíneas –que no son de ahora– lo han alejado de esa cercanía con la Presidenta. Seguramente, la foto del otro día en la que apareció acompañando a Moyano torne ese distanciamiento en definitivo.

El “romance” de la Presidenta con la Unión Industrial Argentina está encendiendo luces amarillas en el seno de la CGT. Hubo críticas hacia esa relación. Moyano se siente maltratado y sabe desde hace rato que el poder quiere deshacerse de él. Hasta hace no mucho tiempo, daba señales de aceptar dar un paso al costado. Ahora, en cambio, está dispuesto a resistir. El próximo golpe que se prepara contra él es su desplazamiento de la conducción del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires.

Todas estas pujas palaciegas dentro del Gobierno están exacerbadas por la fenomenal acumulación de poder que ha reunido el oficialismo, logro que hubiera sido imposible sin la “ayuda” que en forma permanente le ha dado y le sigue brindando la oposición. Una muestra más de ello ha sido el nivel de peleas banales que generó la repartija de cargos legislativos en algunos de los bloques de la oposición. Cabe entonces esta reflexión: si por la nada de poder que hoy poseen se han peleado así, mejor no pensar lo que habría ocurrido si hubieran ganado las elecciones.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 4 de Diciembre de 2011.

Que se vayan todos... De Alguna Manera...

Memorias desde un Congreso bajo sitio...

Cómo se vivió dentro del Congreso el estallido del 2001. Foto: Cedoc

Jorge Liotti, editor jefe de Política de PERFIL, era periodista acreditado en el Congreso cuando estallaron las protestas populares de hace una década. Fue testigo directo de escenas difíciles de creer en un país normal: legisladores espiando por las ventanas del palacio para ver si podían escabullirse, dirigentes experimentados desconcertados ante un protocolo inexistente y, en la calle, miles de ciudadanos enfurecidos, con la consigna de “políticos afuera”. El minuto a minuto previo a la renuncia de De la Rúa: “Lo mejor va a ser que te vayas”, le dijo el presidente del bloque radical.

“Huevón, ¿y ahora qué hacemos? ¿Vos cuándo venís a Buenos Aires? Ahora tenemos que hacernos cargo.” José Luis Gioja, entonces jefe de senadores peronistas, estaba desconcertado. Recorría celular en mano el Salón Azul del Congreso, tratando de dilucidar cómo actuar en esas horas críticas. Mucho más asustado parecía estar su interlocutor, Ramón Puerta, quien como presidente provisional del Senado debía asumir de urgencia la jefatura de Estado ante la renuncia de Fernando de la Rúa. Lo que era una habitual charla de amigos de bancada se había transformado en pocas horas en una conversación sobre el último hilo institucional del que colgaba el país. Entre los dos trataban de averiguar qué indicaba el protocolo mientras improvisaban una reunión de todo el PJ para tratar de resolver el problema más profundo: cómo frenar la desbordada protesta en las calles.

La crisis de 2001 fue la única ocasión en la que se pudo ver a los políticos genuinamente asustados. Los profesionales de la simulación esta vez temían de verdad que las hordas de ciudadanos enfurecidos los colgaran en la Plaza del Congreso sin siquiera sentir piedad. Nadie se hubiese arriesgado a defenderlos. Ni siquiera la Policía, que en esos días se aprestaba a encabezar una represión tan brutal que parecía más una amenaza que una garantía.

La noche anterior se había producido una escena simbólica en el segundo piso de la Cámara alta, donde está el sector del bloque peronista. La sala de reuniones estaba en penumbras. Las ventanas, todas cerradas, así como también las persianas de madera. Sólo una permanecía apenas entreabierta. Un puñado de legisladores, apiñados en un rincón, espiaba a través de ella la imagen que se podía ver del exterior: miles de personas gritando “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, mientras arrojaban piedras y botellas contra el palacio legislativo. Adentro había silencio y temor. No querían que los manifestantes descubrieran que detrás de esa ventana había senadores. Era una palabra prohibida desde que había estallado el escándalo de las coimas. “La gente está enojada de verdad”, atinó a describir lo obvio uno de los legisladores. La escena se prolongó varios minutos, no sólo por el estupor frente al cuadro que presenciaban, sino sencillamente porque no tenían manera de escapar de ese castillo de cristal.

Varios recordaban lo que había ocurrido pocas noches antes, al finalizar una de las maratónicas sesiones impuestas por el Fondo Monetario Internacional y su cara visible, Anne Krueger, para evitar una crisis inevitable. Cuando terminó el debate en el recinto, se encontraron con que la puerta principal del Senado, sobre Hipólito Yrigoyen, estaba cerrada y no podían salir. La policía les indicó que se dirigieran hacia una salida alternativa, sobre Combate de los Pozos. En un ancho pasillo contiguo, había unos 200 efectivos de seguridad con cascos y escudos. Allí se juntó personal administrativo, secretarios, senadores, periodistas, mozos del restaurante y técnicos de mantenimiento. Durante unos quince minutos estuvieron todos juntos, apretados, rodeados por la policía, a la espera del momento indicado para salir. Adentro había silencio, pero desde afuera se escuchaba, como una letanía, “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

Repentinamente la policía empujó la puerta con fuerza y con los escudos trató de abrir paso. Todos los que estaban adentro salieron corriendo detrás de ella hacia la calle buscando perderse entre las oscuras calles y dispersarse para no ser identificados. Algunos aún recuerdan la imagen de Humberto Roggero, jefe de los diputados peronistas, y de Oscar Lamberto, un senador respetado por sus conocimientos de economía, corriendo hacia la calle Alsina, tratando de diluirse en el anonimato. Mientras resistía el embate policial, la gente enardecida insultaba a todos los que salían del Congreso, sin importar si se trataba de un ordenanza o de un ex presidente.

Días después, la protección policial no alcanzaría para eludir la sensación de vulnerabilidad que invadía a los políticos. Un grupo de manifestantes forzó la puerta principal del Congreso e ingresó rompiendo todo a su paso. Los legisladores sabían que eso era imposible de lograr sin la connivencia de alguien de adentro, que hubiera debilitado las trabas. La sensación de inseguridad se expandió aún más. Todos sabían los nombres de los posibles cómplices. Lo que no tenían en claro era a quién respondían. Había mucha desconfianza diseminada. No estaba claro qué fuerzas estaban lidiando sobre el caos social para quedarse con el poder.

En la planta baja. Eduardo Duhalde había ganado la elección a senador en la provincia de Buenos Aires sin mucho esfuerzo, a pesar de que su rival era Raúl Alfonsín. Había hecho una campaña austera, lejos de la parafernalia que había utilizado dos años antes para perder con De la Rúa. Llegó con bajo perfil al Senado, sin cargo ni honores. Pero había algo que llamaba la atención de varios. El salón de espera de su despacho estaba siempre atiborrado de gente.

Gobernadores, intendentes y militantes desfilaban por allí durante todo el día. Uno de los que bajaban habitualmente a la planta baja era Jorge Capitanich, a la postre jefe de Gabinete de Duhalde. “Es el pibe que vino por Chaco, es muy laburador”, lo presentaba Jorge Yoma, un viejo zorro de esos pasillos. Esa procesión incesante lucía incomprensible entonces. Sólo los acontecimientos posteriores le otorgaron sentido. Ahí se cocinó la transición. Ahí se tomaron las decisiones más importantes entre el 10 de diciembre, día en que Duhalde asumió como senador, y el 2 de enero, fecha en que juró como presidente.

En el peronismo todos hablaban con todos. Se encontraban ante la inédita situación de tener el poder servido en bandeja, pero sin haber resuelto el liderazgo interno. Toda la negociación se hizo en el Congreso, en una suerte de reunión en continuado durante todo el día. Duhalde, José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann, Carlos Ruckauf, Néstor Kirchner, Ramón Puerta, Eduardo Camaño, Adolfo Rodríguez Saá, Rubén Marín, Humberto Roggero y Gioja eran actores decisivos.

Duhalde quería asumir, pero sólo si era para completar el mandato hasta 2003. Esta mirada generaba recelos entre los gobernadores grandes, que temían que el gran derrotado de dos años antes se transformara de pronto en el gran restaurador. Al mismo tiempo, no había nadie dispuesto a hacerse cargo por un par de meses sólo para guiar la transición, porque implicaba quemarse en el peor momento y dejarle servida la cena a otro. El único que aceptó fue Adolfo Rodríguez Saá. Fue un triunfo para los “federales”, que se oponían a los “bonaerenses”, aunque todo se daría vuelta en apenas una semana.

Otro ámbito agitado era el despacho de Carlos Maestro, quien presidía el bloque de la UCR. Cansado de dar explicaciones por un gobierno que sentía ajeno, el senador chubutense se había convertido en los últimos días de De la Rúa en un agudo vaticinador del apocalipsis. Los radicales acostumbraban reunirse en su oficina para intercambiar opiniones sobre cómo sería el final de De la Rúa. Hablaban con los peronistas para ver qué sabían. Alfonsín era el puente habitual, especialmente con Duhalde. Apenas José María García Arecha, histórico amigo del ex presidente, se mantenía convencido de que la crisis sería superada sin traumas.

El 20 de diciembre, poco después del mediodía, Maestro estaba reunido con todo el bloque radical y, como solía hacer, permitió el acceso de los periodistas. Había caras de circunspección y desazón.

La charla discurrió sin rumbo hasta que, casi con disimulo, Maestro tiró la bomba. Contó que acababa de hablar con De la Rúa para decirle que creía que no había nada más para hacer y que lo mejor para el país era que se fuera. Con cara de impotencia, anunció entonces que el presidente le dijo que renunciaría. Esa fue la primera noticia oficial de que el ciclo se había terminado. A los pocos minutos llegó la confirmación de Gobierno.

© Escrito por Jorge Liotti y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 3 de Diciembre de 2011.


Un país que estalló en mil pedazos...

Un análiis sobre el estallido de 19 y 20 de diciembre de 2001. Foto Cedoc

Un análisis sociológico de las causas que llevaron al estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 y a la pesadilla de los meses siguientes. La Argentina de clase media integrada, clase trabajadora protegida por organizaciones y leyes, pobreza acotada y movilidad social ascendente hacía años que estaba en gradual disolución, pero la crisis de 2001 concluyó ese proceso como un terremoto.

Tomada. Una Buenos Aires apocalíptica tras el estallido del 19 y 20 de diciembre se acostumbró, lentamente, a convivir con el piquete como forma de protesta cotidiana, que sobrevivió a los momentos más duros de la crisis. Foro: Cedoc

La sintética expresión la expuso un taxista, hace pocos días, hablando de aquel fatídico final de año de 2001: “Fue un diciembre muy raro. Ya habían puesto el corralito, después renunció De la Rúa, recuerdo el día en que Racing salió campeón; se venía algo muy feo”.

Hay distintas versiones de la cadena de causas y efectos que desembocaron en el desastre (yo he expuesto la mía en distintas publicaciones) y en todas entran dos eslabones decisivos: los cacerolazos y los piquetes, confiscación de depósitos en los bancos y pobreza de quienes no tenían nada que depositar, la protesta de la clase media y la de los de abajo. Dos sectores sociales que tienen habitualmente pocos vínculos directos –excepto el servicio doméstico, que la clase media suele contratar y la clase baja provee– convergieron, sin proponérselo, para ayudar a precipitar la caída de un gobierno y profundizar una de las crisis políticas más agudas de nuestra historia. Rápidamente, el sector político fue acomodándose a las circunstancias; pocos lloraron sobre la sangre derramada y la vida institucional del país logró enderezarse pero uno de los saldos que dejó la crisis fue la pérdida de confianza de la sociedad en sus dirigentes y sus organizaciones políticas.

Una crisis devastadora. Lo que se veía venir ya estaba allí. Fue una crisis total de la economía. El impacto sobre el sistema productivo fue dramático; el impacto social, devastador: niveles de desempleo abismales, gente modesta convertida en pobre, gente pobre convertida en hambrienta, la economía de millones de hogares destruida. La sociedad en la que la Argentina sabía reconocerse, una sociedad de clase media integrada, clase trabajadora protegida por organizaciones y leyes, pobreza acotada, movilidad social ascendente, hacía años que estaba en gradual disolución, pero la crisis de 2001 concluyó ese proceso como un terremoto. También se hicieron añicos los sueños que aún podían quedar en pie de una Argentina que veinte años antes había abrazado la democratización del país como un camino a la inserción en el mundo moderno y de una política económica de la que se esperaba que sentase las bases de un salto competitivo que también modernizaría el país. La crisis no dejó nada en pie, ni en el plano de las estructuras ni en el de las expectativas; sólo un sistema político desprestigiado, en el que la sociedad ya no confiaba pero en el que, finalmente, depositó los restos de legitimidad que aún podía conferir para salir adelante.

A aquel diciembre “rarísimo” le siguieron dos meses de pesadilla. Después, la indignación de caceroleros y piqueteros fue cediendo lugar al sentido adaptativo del argentino. No había poder adquisitivo y apareció y creció rápidamente el mercado del trueque. No había canales de participación política y surgieron asambleas y foros barriales. Los sindicatos no se ocupaban de los pobres y aparecieron los piqueteros. Y la economía, lentamente, se fue recomponiendo, tras una masiva devaluación del salario real y la desesperación de millones de personas sin trabajo dispuestas a hacer algo por monedas. Los cartoneros fueron otro legado de la crisis que llegó para quedarse.

Hay un indicador cuantitativo muy expresivo para trazar la ruta de las bajas y subas de la economía argentina: el salario real del servicio doméstico. En los primeros meses de 2002, el salario real de una empleada doméstica en la Ciudad de Buenos Aires estaba en un punto histórico bajísimo, en el orden de unos cien dólares mensuales; pocos meses antes llegaba, en las capas más pudientes de la clase media alta, a niveles que podían medirse en cifras cercanas a los cuatro dígitos en dólares.

El bendito dólar. El dólar, claro, era una medida, y la mayor señal del desastre se llamó “pesificación asimétrica”. Todo el mundo, en la Argentina, mide los bienes relevantes de su vida en dólares. Todo el mundo sabe cuánto gana y cuánto le cuestan, en dolares, las cosas que aspira a comprar. Algunos colegas que viven analizando una realidad que construyen en su imaginación, cuando hablan de los pobres y creen que todavía se aplica aquella ironía de Perón “¿quién ha visto un dólar en su vida?”, deberían registrar, por lo menos, que los pobres que vienen de países limítrofes necesitan dólares para alimentar a sus familias, que para eso vienen a la Argentina. La “pesificación asimétrica” fue el símbolo más elocuente de la destrucción de valor (y también fue, de paso, la confirmación, como si alguna hiciese falta, de que en la Argentina lo sensato es estar cubierto en dólares, no para hacer grandes negocios o sostener un nivel de vida millonario sino para vivir como cualquier persona normal de clase media aspira a vivir. En 2001 se salvaron, hasta cierto punto, los que no quedaron atrapados en el corralito.

Puede haber diversas definiciones de lo que es una crisis y, por lo tanto, de cómo se define el momento en que se sale de ella. La mayoría de la gente en Argentina se sentía “en crisis” durante buena parte de 2002 y 2003, y empezó a dormir mejor a medida que se estabilizaba el precio del dólar. Los dos hechos decisivos en la recuperación fueron la política de estabilidad con crecimiento diseñada por el ministro Lavagna y, después, la convocatoria a elecciones anticipadas por parte del presidente Duhalde. Es posible afirmar que Duhalde fue un actor decisivo en la gestación de la crisis y también en la salida de ella; para la opinión pública fue y siguió siendo –así quedó impreso en su imagen– la encarnación personificada de la crisis. Por eso, un año después, cuando Kirchner ya presidente abandona el carro de Duhalde, que lo había ungido candidato, pero conserva a Lavagna, la sociedad acompaña ese vuelco con simpatía y concede a Kirchner un enorme crédito de confianza.

Y la Argentina salió de la crisis. La estabilidad del peso fue un aspecto central de la política de Kirchner, acompañada de la creación de empleo y la mejora del salario real de los que tienen trabajo. Eso llevó a la valorización de la propiedad de quienes tienen propiedades y a tornar accesibles los bienes que aspiraban a comprar los que pueden comprar algo, incluyendo la comida de cada día. Tipo de cambio estable, nivel de ocupación creciente, salarios en alza: parece una fórmula explosiva, pero fue la fórmula exitosa que aplicó el kirchnerismo y que la sociedad avaló decididamente –y que, contra muchos pronósticos agoreros, no explotó.

Las reservas productivas de la Argentina. ¿Cómo pudo salirse de la crisis en forma tan lineal y verdaderamente rápida? Desde luego, existieron factores externos favorables, muy favorables. Esos factores inciden directamente en la recuperación de la economía siempre y cuando existan sectores productivos en condiciones de aprovecharlos. En la Argentina ese sector es el agro. El ciclo mundial favorable se traduce en un boom en la Argentina porque los productores agroindustriales están preparados para altos niveles de productividad. La competitividad del sector agroindustrial argentino, su disposición a invertir y a mejorar sus prácticas productivas son una bendición para toda la sociedad, no sólo para los productores, y la sociedad lo bendice, como bien se vio cuando el Gobierno nacional decidió, incomprensiblemente, definir a ese sector como su enemigo.

Pero en la salida de la crisis hubo mucho más que el precio de la soja. El agro genera divisas pero no es un gran creador de empleo. El empleo se recuperó por dos factores decisivos que el Gobierno supo manejar adecuadamente reforzando incentivos tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda: uno, la dotación de capital físico acumulada en la década anterior –que la crisis había tornado en buena medida ocioso–; otro, la industriosidad del argentino medio. Ese argentino medio es un animal político que protesta mucho y participa poco –y, agreguemos, que a pesar de eso vota con convicción cada vez que es convocado a votar– y es económicamente un animal trabajador e ingenioso. Injusto el estereotipo frecuente que define a ese argentino medio como haragán; la verdad es que trabaja más horas por semanas que el europeo medio que hoy se encuentra sin trabajo y tan indignado como puede estar frecuentemente el argentino. El empresario pyme medio, el trabajador medio, y desde luego las empresas grandes, hicieron cada uno lo suyo para sacar a la Argentina de la crisis, sabiendo ver dónde estaban las oportunidades y respondiendo a ellas con más espíritu productivo que especulativo –contra lo que también los estereotipos suelen proponer.

… y la protesta. La Argentina salió de la crisis, creció en un ciclo largo a tasas “chinas” (chinas en el mundo de hoy, desde luego. Imaginemos si Perón hubiese querido crecer a tasas chinas en su tiempo); y la gente siguió protestando. Piqueteros que se arrogan la representación de los pobres, sindicalistas de las más variadas actividades, desde docentes que ganan poco hasta petroleros que ganan bien pero aspiran a más, productores agropecuarios, vecinos de Gualeguaychú, vecinos de proyectos mineros en los Andes, vecinos de una avenida a la que se le cambia la dirección del tránsito, estudiantes, maestros… todos protestan ocasionalmente. Porque no encuentran otros canales de participación, no hay otro eco a su voz que el que surge de la protesta en la vía pública o el voto cada dos años.

La crisis de 2001 dejó instalada la lógica de la protesta como una forma de hacer política sin necesidad de estar “politizado”, sin tener nada que ver con organizaciones o grupos políticos. El mercado del trueque duró poco, lo que duró la crisis en su fase álgida. Las asambleas barriales duraron poquísimo, se agotaron en sí mismas por inefectivas y por carecer de pautas previsibles para quienes tomaban parte. El concepto de la protesta, la semilla de la indignación siempre proclive a germinar, perduró.

Las recientes elecciones presidenciales han demostrado varias cosas: una de ellas, que un ciclo de crecimiento económico rinde buenos dividendos políticos, el crecimiento es un bien colectivo que debe ser cuidado por los gobernantes y valorado por los opositores; también, que otro de esos sueños que algunos todavía cultivamos, el del resurgimiento de partidos políticos participativos y representativos, está muy lejos de hacerse realidad; y otra, que gran parte de la sociedad sigue sintiéndose no representada, más allá de a quién haya votado.Por eso, es posible que la protesta sea el legado de la crisis de 2001 que continúe teniendo un lugar entre nosotros, que siga siendo una herramienta disponible para muchos argentinos que no encuentran a su disposición otros medios para hacer oír su voz en el espacio público.

© Escrito por Manuel Mora y Araujo y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 3 de Diciembre de 2011.


Cristian Colombo, por entonces Jefe de Gabinete del gobierno de Fernando de la Rúa, en uno de los balcones del recinto. Foto: Cedoc

La asamblea legislativa, en horas decisivas mientras el pueblo se manifestaba en las calles. Foto: Cedoc

Eduardo Duhalde, que luego asumiría la presidencia, durante los debates parlamentarios. Foto: Cedoc

Ramón Puerta era por entonces presidente provisional del Senado. Foto: Cedoc

Ante la acefalía, puerta asumió la presidencia de la nación por unos días, hasta que renunció y fue proclamado Adolfo Rodríguez Saá. Foto: Cedoc

"Qué se vayan todos", la consigna recurrente por esos días. Foto: Cedoc

"Qué se vayan todos", la consigna recurrente por esos días. Foto: Cedoc

sábado, 3 de diciembre de 2011

Ajustes de Tarifa... De Alguna Manera...

Un montón de gente se ríe de usted...

No todo es recorte: hay sectores económicos subsidiados que recibirán en 2012 el 50% más.

Usted no tiene una enfermedad crónica ni percibe como único ingreso una jubilación; tampoco le dan pensiones no contributivas, no es beneficiario de la Asignación Universal por Hijo ni del Plan Familias ni del subsidio por desempleo. Usted no tiene el domicilio afectado por actividades de índole social ni cuenta con certificado de discapacidad; no está exento del pago del ABL, su vivienda no posee características desfavorables ni un local anexo destinado a actividad comercial, ni conviven en su casa múltiples hogares. O sea: usted sufrirá el ajuste de tarifas.

Ya sé: el aumento, por ejemplo, del 34% de la luz no es un aumento sino, como dijo Boudou, un “redireccionamiento de subsidios”. Como todos sabemos, el Gobierno acaba de asumir y se decidió a modificar la siniestra política de la gestión anterior dedicada a favorecer a los sectores medios y altos (con las disculpas del caso por la referencia personal, me permito recordar que, como se informó en el número pasado, renuncié a los subsidios con el número 6.958 gracias a la influencia moral de Víctor Hugo y de Milena “Barone”, nieta de Orlando, flamante empleada de Télam con un salario de $ 7.890).

Usted será, sin embargo, miembro de una minoría: su parte de los subsidios es sólo el 6%, quizá el 7, del total del dinero que el Gobierno reparte con generosidad. El gasto en subsidios crece el 50% este año y llegará a $ 72 mil millones; en 2010 fue de 48 mil millones. Esto equivale al 4% del PBI y casi al 18% del gasto total del país. El 60% de ese monto se lo llevan las compañías de energía, el 28% el transporte, el 8% es déficit de empresas públicas y el resto se reparte con una perinola. En el gasto de 2012, el sector energético recibirá $ 41.735 millones. En el caso de Cammesa, la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico a su vez acaba de prestarle al Estado parte de los $ 21.802 millones que recibió: 105,7 millones (suena raro, pero según el propio Ministerio de Economía, el Tesoro recibió a noviembre varios préstamos de distintos organismos públicos como el PAMI, la Lotería o la Superintendencia de Riesgos del Trabajo). En Transporte, se prevén para 2012 subsidios por $ 8.454 millones para las empresas nacionales y populares de colectivos, $ 4.255 millones para los trenes (además de 2.128 millones para el Ferrocarril Belgrano y 1.054 para la Administración Ferroviaria Sociedad del Estado) y $ 2.488 millones para Aerocámpora (a todos los imbéciles que festejaron la quiebra de American Airlines cumplo en informarles que Aerocámpora sigue siendo esta semana una de las tres que más pierde en el mundo y que el resto de las compañías aéreas de la región ganan dinero: TAC, LAN, TAM, etc.).

Otro sector que, a diferencia de usted, seguirá siendo subsidiado es el atendido por la Oncca. La Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario repartirá en 2012 subsidios por $ 2.500 millones.

El sex symbol y economista Maximiliano Montenegro recuerda en su interesante libro Es la Ekonomía, estúpido que entre 2007 y 2010 la Oncca subsidió, por pedido de Guillermo Moreno, a la comercializadora de granos norteamericana Cargill por $ 343 millones.

“Cargill es una de las cinco mayores corporaciones norteamericanas –escribe Maxi– y la principal comercializadora de granos del mundo, con operaciones en 66 países. Es difícil rastrear otro país donde reciba subsidios del Estado, como sucede en la Argentina.”

En el mismo período se canalizaron más de $ 9 mil millones en subsidios a empresas agroindustriales. En el rubro “molinos de trigo”, sólo cinco molinos se apropiaron de 2.250 millones; hicieron lo propio cuatro empresas aceiteras con 282 millones; tres faenadoras avícolas recibieron 1.650 millones y cuatro compañías lácteas 616 millones.

“El resto del dinero –continúa Montenegro– se repartió entre feed lots, tambos y productores porcinos. Semejante lluvia de subsidios no se reflejó en menores precios: la harina aumentó 66%, el aceite de maíz 80%, el pollo 69%, la leche 94% y los cortes de carne vacuna más del 130%.”

Otros sectores que se verán felizmente favorecidos durante 2012 son: AYSA (agua) con $ 4.769 millones, Arsat (satélites), $ 3.654 millones y Radio y Televisión, $ 712 millones (no incluye los casi 1.000 millones de Fútbol for everybody). No se sienta solo: un montón de gente se ríe de usted.

© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 2 d Diciembre de 2011.


Publicaron el formulario que habrá que responder para el subsidio al gas...

El ENARGAS se comunicó con las empresas distribuidoras para que lo pongan a disposición de los usuarios. Son 12 preguntas y si el cliente responde que necesita el subsidio, le enviarán una asistente social a la casa. Si no se responden en 30 días se quitará el subsidio.

El ENARGAS avisó a las distribuidoras de gas a que pongan "a disposición de los usuarios" una especie de cuestionario y una declaración jurada para que los clientes especifiquen si lo necesitan o no.

Así lo establece la resolución 1993/2011, publicada en el Boletín Oficial. El cuestionario es en realidad una tabla con doce ítems y el usuario debe marcar con una X aquellos que describan su situación. Con una sola X, según especifica el formulario que deberán recibir los clientes, alcanza para mantener el subsidio.

Los doce puntos a responder:

1. Usted acredita una enfermedad crónica que implique un mayor consumo del servicio.

2. Usted percibe como único ingreso previsional una jubilación y/o pensión equivalente a un haber mínimo.

3. Usted percibe Pensiones No Contributivas.

4. Usted es beneficiario de algún Plan o Programa Social (Asignación Universal por Hijo, Subsidios Por Desempleo, Plan Familias, etc.).

5. Usted tiene el domicilio afectado por actividades de índole social (Institutos, comedores comunitarios, centros de recuperación, etc).

6. Usted percibe alguna asignación familiar.

7. Usted cuenta con certificado de discapacidad.

8. Usted posee ingresos familiares insuficientes para afrontar el pago de la tarifa plena.

9. Usted se encuentra exento del pago de ABL.

10. Su vivienda posee características edilicias desfavorables que impliquen la utilización de un mayor consumo de otro servicio (vivienda precaria con familia numerosa, vivienda precaria carente de alguno de los servicios -gas o agua, etc).

11. Su vivienda posee un local anexo destinado a la actividad comercial (pequeños comercios, talleres de oficio, etc.).

12. En su vivienda conviven múltiples hogares.

Desde el día en que llega el formulario, el cliente tendrá 30 días para responderlo. Si en la declaración jurada dice que considera que necesita seguir percibiendo el subsidio, explica la misma carta, un asistente social se acercará al domicilio "a fin de verificar la información e iniciar el trámite de exención". Si en los 30 días no hay respuesta, "se procederá a la quita del subsidio que se aplica actualmente" sobre la factura.

© Publicado por el Diario La Razón en jueves 1º de Diciembre de 2011.