Se había dado un gran paso. Tras seis años de avances y retrocesos, de mucha lucha y sangre derramada, de fuertes debates entre decididos e indecisos y muchos cambios en el panorama internacional, se había declarado la independencia. Se había abandonado el ridículo, como decía San Marín, de tener bandera, moneda, himno y guerrear contra España, pero seguir, de hecho, reconociéndose dependientes. Parecían quedar atrás los retos a Belgrano por enarbolar la bandera y a Castelli por "ir demasiado lejos". Las Provincias eran un territorio políticamente libre, pero la independencia política no garantizaba la independencia económica. Éramos políticamente independientes "de España y de toda dominación extranjera", pero España nos había dejado en una situación económica muy débil, y eso nos iba a llevar a que cayéramos en los brazos de otras potencias europeas. España no sólo no había fomentado las industrias ni el comercio entre las distintas regiones del extenso territorio, sino que había hecho todo lo posible para que en sus colonias americanas no se desarrollaran. Además, la escasa producción industrial española ni siquiera cubría las necesidades básicas de los habitantes de la península, por lo que se debía importar la mayoría de los productos elaborados. Entre nosotros, la incapacidad, la falta de voluntad y patriotismo de los sectores más poderosos llevaron a que nuestro país quedara condenado a producir materias primas y comprar productos manufacturados, muchas veces con nuestra propia materia prima. Por supuesto, valía mucho más una bufanda inglesa que la lana argentina con la que estaba hecha. Esto llevó a una clara dependencia económica del país comprador y vendedor, en este caso Inglaterra, que impuso sus gustos, sus precios y sus formas de pago. Además, como se sabe, los países que viven de exportar materias primas, como granos o carnes, están muy expuestos a sufrir las consecuencias de fenómenos naturales, como sequías, inundaciones o pestes de animales, y esto puede arruinar su economía. En cambio, los países industrializados pueden planificar su economía sin preocuparse por si llueve, si está nublado o sale el sol. La independencia proclamada era formal y exclusivamente política. En el plano económico, comenzábamos a ser cada vez más dependientes de nuestra gran compradora y vendedora: Inglaterra. El nuevo Estado, dominado desde estos momentos fundacionales por una clase propietaria parasitaria, dificultará el progreso de una nación asentada en uno de los territorios potencialmente más ricos del mundo. El actual territorio argentino parecía mucho más extenso en aquella época, por la lentitud de los transportes y las comunicaciones. A los ojos de los visitantes era una zona muy atrasada, con formas de producción arcaicas y con graves dificultades para la circulación de la moneda y los productos. Las artesanías provinciales estaban en franca decadencia y sólo la inversión y la modernización las hubiera podido transformar en verdaderas industrias, como ocurría por esa misma época en los Estados Unidos. Pero los únicos que hubieran estado en condiciones de hacer estas inversiones eran los terratenientes porteños y su embrionario Estado nacional. Y ninguno se mostraba interesado en dar ese paso, que podría haber transformado a nuestro país en una potencia. Los terratenientes bonaerenses estaban muy conformes con su cómoda manera de ganarse la vida, como para complicársela. Se trataba de cobrar sus exportaciones en libras o en oro y pagarles a sus empleados y proveedores nativos en pesos, generalmente devaluados. Cuanto menos valiera la moneda nacional, más ganaban ellos. En cuanto al Estado nacional, estaba dando los primeros y accidentados pasos para su formación, que recién se concretaría cincuenta años más tarde. Pero cuando existió, entre 1810 y 1820, estuvo dirigido predominantemente por los mencionados sectores ganaderos y mercantiles porteños, que trasladaron a la política sus prácticas comerciales. Será esta clase dirigente la que conduzca los destinos nacionales y lleve al país al borde de la disolución en 1820, la clase que privilegiará la asociación con Inglaterra antes que cualquier vinculación con el resto del país. Así se gestará una estrecha dependencia económica de Gran Bretaña. Y cuando un país depende económicamente de otro, cuando es ese otro país el que decide qué se debe producir y qué no, cuando los precios de las mercaderías nacionales son fijados en la "metrópoli" y no en la factoría, a la dependencia económica se le agrega la dependencia política, porque la autonomía y la capacidad de decisión del país más débil quedan reducidas a la mínima expresión. La principal fuente de ingresos del incipiente Estado eran los impuestos a la importación y al comercio, que perjudicaban a los consumidores más pobres. En cambio, los grandes propietarios bonaerenses y los grandes comerciantes, particularmente los ingleses, podían descontar sus empréstitos forzosos cuando le vendían al Estado para terminar convirtiéndose en sus acreedores y ganar influencia en sus decisiones. La situación del interior era diferente. En algunas regiones, como Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que abastecían a sus mercados internos y daban trabajo a muchos de sus habitantes. Para el interior, el comercio libre significó frecuentemente la ruina de sus economías regionales, arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad. La superioridad de recursos económicos y financieros de Buenos Aires haría que la influencia porteña primara en cualquier tipo de gobierno nacional. De manera que para que las provincias pudieran eludir la dominación de Buenos Aires, era imprescindible que conservaran cierto grado de autonomía económica y fiscal; para ello era necesario lograr la autonomía política y, por lo tanto, limitar los poderes y la autoridad del gobierno central. En medio de esta disputa, por largos períodos sangrientos, transcurrirían los próximos años de la historia Argentina del siglo XIX. © Felipe Pigna, Los Mitos de la Historia Argentina. http://www.elhistoriador.com.ar © http://www.opcionnacional.com.ar
Acta de la Declaración de la Independencia Argentina
Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España; los Representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, Pueblos representados y posteridad; a su término fueron preguntados: ¿Si querían que las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primero llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del País, fijando en su virtud la determinación siguiente: Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo del seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un Manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la Sala de Sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros Diputados Secretarios.
Fue firmada por todos los congresales que declararon la Independencia. Se tradujo al quechua y al aymará para que la conocieran las poblaciones indígenas. © Archivo General de la Nación http://www.mrecic.gov.ar/portal/argentina/himno_nacional.html http://www.mrecic.gov.ar/portal/argentina/himno_nacional_jairo.html |
jueves, 9 de julio de 2009
9 de Julio de 1816... In the pendiente...
lunes, 6 de julio de 2009
"HURACÁN FUE EL MEJOR EQUIPO DEL CAMPEONATO"...
El Globo estuvo a un capítulo de escribir una historia que hubiese quedado guardada para siempre en la memoria de todos los hinchas del fútbol argentino. Porque este Huracán, que supo ganarse el aprecio de todos por su estilo y sus principios, tuvo enfrente un rival que por mérito propio y errores arbitrales se quedó con los tres puntos y como lo reconoció Ángel Cappa “fue un digno campeón por lo que hizo en todo el torneo, pero sin dudas, Huracán fue el que mejor jugó al fútbol”.
El DT del globo se fue muy molesto de Liniers y no tuvo reparos en calificar la tarea del referee Gabriel Brazenas: “Se equivocó en dos jugadas que fueron determinantes” dijo, haciendo referencia al gol que le anularon a Eduardo Dominguez y al convertido por Maximiliano Moralez. “El partido fue parejo, se dio de contragolpe y generamos varias situaciones. Lo que nosotros intentamos no pudimos concretarlo y lo que Vélez buscó fue tirar pelotazos largos a los delanteros”.
A la hora de encontrar las causas de la derrota Cappa volvió a hacer hincapié en la polémica jugada del gol de Vélez y sostuvo: “Le dieron una patada a Monzón, el árbitro no la vio, era una de las últimas situaciones del partido y nos metieron el gol”. Sin embargo, el propio DT se encargó de desterrar cualquier tipo de sugestión, alegando que el árbitro es humano y puede equivocarse. “Lo que es absolutamente reprochable es la actitud imbécil de algunos integrantes del cuerpo técnico de Vélez, que cuando hicieron el gol escondieron los balones” lanzó.
Un poco más tranquilo, agradeció a los hinchas el apoyo incondicional, tanto a él como al plantel, y reconoció que cuando comenzó el campeonato imaginaba desahogarse del promedio, pero no pensaba llegar a la última fecha en esta situación.
Muchas veces se piensa que solo es importante el primer puesto y a los segundos nadie los recuerda, pero con una sonrisa pícara y haciendo un poco de historia, Cappa retrucó: “En el Mundial del ’74 todos se acuerdan de Holanda, que fue segundo, y muy pocos recuerdan al campeón (Alemania).
Al retirarse del estadio envió un mensaje de tranquilidad a los hinchas del Globo: “Voy a seguir en Huracán para intentar repetir esta actuación en el campeonato que viene”.
Lejos de la tristeza por haber quedado con las manos vacías, hay que reconocer las grandes virtudes de este grupo, que dejó todo en cada partido, que luchó por su estilo durante todo el torneo, y que impuso un juego diferente, que no es muy corriente por estos días.
Huracán... Cuando se gana antes de jugar...
Ganaron Angel Cappa y Ricardo Gareca. Uno, Angel, porque les hizo entender rápidamente a sus jugadores cuál era el mejor camino para llegar al objetivo y porque le devolvió a Huracán su histórica forma de sentir y de interpretar el fútbol. El otro, el Flaco, porque regresó al país para cimentar el lugar que no tenía: un torneo le alcanzó para que más de uno conociera sus cualidades como entrenador y para que todos lo respetaran.
Ganaron Javier Pastore y Víctor Zapata. El cordobés del fútbol hecho elegancia es el toque más brillante del Huracán de los mil y un toques; es la habilidad que inventa juego y que inventa goles; es el heredero de otros sapientes que alguna vez también lucieron orgullosos la camiseta blanca con el globito rojo en la línea del corazón. El Chapa convenció a todos, especialmente a unos cuantos plateístas de Vélez que le taladraban sus oídos con reprobaciones; hoy, Zapata no sólo es referente: también juega y hace jugar.
Ganaron Mario Bolatti y Nicolás Otamendi. El rubio jugó tanto que a esta altura es una de las presas más codiciadas del mercado de pases: lo quieren desde River hasta Boca, cuando un semestre atrás llegó en el más absoluto silencio a Parque Patricios luego de un ciclo apagado en el Porto. El pibe de Vélez es, seguramente, la aparición más rutilante del campeonato; ya es hombre de Selección, de esos que llegan para quedarse.
Ganaron Matías Defederico y Hernán Rodrigo López. El chiquitín es el socio ideal para Pastore y otra imprescindible cuota de frescura para la religión del tiki tiki. El uruguayo, a fuerza de fe, de coraje y de goles, revirtió los viejos silbidos (de los mismos plateístas que resistían a Zapata) por las nuevas ovaciones: ahora es el principal grito de Vélez.
Ganaron los hinchas de Huracán y ganaron los hinchas de Vélez. Que disfrutan, que aplauden, que se emocionan, que sueñan. Y que seguirán soñando.
Huracán y Vélez lo hicieron posible, al fin de cuentas. Se puede ganar antes de jugar.
© Escrito por Miguel Angel Bertolotto y publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día domingo 5 de julio de 2009.
sábado, 4 de julio de 2009
Manual del Imbécil Latinoamericano...
PRIMERO.-
El título de este mensaje respeta literalmente al impuesto por su autor a quien se cita en la fuente... Seguramente la palabra -imbécil- suena fuerte. Si nos retrotraemos a la raíz etimológica de dicha palabra, nos encontraremos que su raíz y por ende su principal significado es: -Sin sostén-, -que no se sostiene por sí mismo-... Que cada cuál interprete como quiera.
Muchas Gracias.
Luis A. Capomasi
viernes, 3 de julio de 2009
Fusca... Un escarabajo de 75 años...
Cuando en marzo de 1934 el propio Adolf Hitler declaró abierta la Exposición Internacional del Automóvil de Berlín, se refirió a la creación del Volkswagen (el auto del pueblo, en alemán) expresando que no había razón para que millones de trabajadores de las clases populares no poseyeran su propio vehículo.
Lo que no explicó fue que ya se había reunido dos veces con el ingeniero Ferdinand Porsche y que estaba muy avanzado el proyecto de producción de este vehículo.
Porsche se había independizado y fundado su oficina de diseño de automóviles y motores en el 24 Kronenstrasse de Stuttgart, registrándola en los primeros meses de 1931 con el nombre de Dr. Ing. h.c. Ferdinand Porsche, G.m.b.H.
En una nueva reunión secreta, Hitler le dio a Porsche las premisas del auto popular. Debía tener cuatro asientos y espacio suficiente para una familia con tres hijos, con bajo consumo y mantenimiento, y que alcanzara una velocidad sostenida de 100 km/h para circular en las nuevas Autobahnen (autopistas) que se estaban haciendo en Alemania. El principal objetivo era que el auto sea de muy bajo precio: debía costar alrededor de 1000 marcos.
Todo coincidía con los prototipos que Porsche diseñaba, menos el precio, demasiado bajo, por lo que el diseñador quiso dejar el proyecto, aunque escribió un memorándum en el que explicaba que el vehículo debería ser funcional, de peso reducido, con facilidad para adaptarse a distintos cometidos, incluido el militar. Con la necesaria potencia para sostener altas velocidades y adecuada capacidad de trepada. El equipamiento sería básico y de reducido mantenimiento.
Dos meses después, Hitler llamó a Ferdinan Porsche para anunciarle que su proyecto había sido aprobado y ordenó a la Asociación de la Industria Alemana del Automóvil del Reich (RDA, por sus siglas en alemán, Reichsverband der Automobilindustrie) que confeccionara un programa de fabricación, dándole facilidades al constructor, para que se mantuviera el precio determinado.
Así, un 22 de junio de 1934, Porsche firmó un contrato con la RDA para la producción del Volkswagen, el auto popular, que se transformaría, con más de 21 millones de unidades producidas, en el vehículo más vendido en el mundo, superando hasta el legendario Ford T.
En estos 75 años de historia, muchos son los hitos logrados por el fabuloso escarabajo, como lo conocemos en nuestro mercado, pero uno de los más importantes fue el logrado por Franz Xavier Reimspiess, un ingeniero admirado y respetado por Porsche, que fue quien lo convenció de que el motor debía ser de cuatro cilindros.
Así diseñó el denominado Motor E, un cuatro cilindros refrigerado por aire, con una cilindrada de 984 cc, y un costo de producción más bajo que cualquiera de los otros hechos por Porsche. Los principios básicos de ese motor fueron los que permanecieron casi inalterados en los VW Käfer (escarabajo, en alemán) construidos desde entonces.
El miércoles 30 de julio de 2003, no sin antes transitar una vida llena de éxitos, atravesando todas las modas, pintados por los hippies, adorado por las mujeres, explotado hasta el cansancio como taxi o con todo el glamour con apariciones y papeles principales hasta en la pantalla grande, el último escarabajo salió de la línea de producción de Volkswagen de México, en Puebla, donde se lo conocía con el nombre de Bocho. El personal mexicano realizó una alegre y merecida despedida al escarabajo (conocido en Brasil como Fusca) N° 21.529.464, con flores y música de mariachis.
Además de las miles de unidades, bien conservadas por los socios de los clubes del escarabajo, distribuidas en todo el mundo, hoy ya convertido en un mito lo podemos descubrir mezclado con los modernos autos, en el tránsito urbano o en las localidades del interior, cumpliendo su principal función: transportar a la familia. Salud escarabajo, te seguiremos viendo.
jueves, 2 de julio de 2009
Hay que atrapar al ladrón... Jaime, el oro y el barro... Un asquito vea...
Terminaba el acto de cierre de campaña, en La Matanza. El régisseur Enrique Albistur proveyó la escenografía de su marca. Un escenario ordenado, público sentado, colores delicados, con primacía del celeste y blanco. Néstor Kirchner, el orador, visible y no atosigado por cuerpos cercanos. La Presidenta, también ostensible, sentada en la platea. Terminó el discurso, cayeron papelitos bien cortados. Las principales figuras se retiraron. Guillermo Moreno, Ricardo Echegaray y Juan Manuel Abal Medina, entre otros, subieron al escenario. Moreno saltó, vociferó, se colgó alguna camiseta que le llegó desde abajo. Sobreactuó el papel de Moreno, en clave de caricatura, ante las cámaras de los canales de cable que se regodeaban con el espectáculo. El cronista lo vio, le pareció una provocación, impropia y autosaboteadora a dos días de los comicios. Después del vendaval electoral lo comentó con un parlamentario K, de los más fieles, de aquellos (no serán todos) con los que el Gobierno podrá seguir contando en la cuesta arriba que acaba de iniciar. Su comentario fue más lapidario: “¿A usted le pareció provocador y piantavotos? A mí me recordó a Herminio Iglesias”. El megasecretario bate records de impopularidad, incluso intramuros del kirchnerismo.
Moreno, gozoso frente a la tele, ignorando un resultado adverso que en sus trazos gruesos seguramente estaba sellado desde semanas o meses atrás, encarnaba la ceguera de un oficialismo que se negaba a asumir la realidad. Ahora, en su peor momento, parece percatarse y moverse conforme le impone el tablero. La renuncia de Kirchner a la presidencia del PJ, la de Ricardo Jaime, las versiones sobre la salida de Moreno (que se desmintieron ayer pero que no le garantizan larga sobrevida) sugieren que empieza a dar respuesta al mensaje de las urnas. El traspié genera responsabilidades y fuerza a cambiar.
Jaime, el oro y el barro: Lo recubren alhajas y relojes dorados que anuncian su alto precio antes que la hora. Sus trajes relucen, como recubiertos de flúo. El cronista (poco versado en moda masculina) no califica para estimar el precio de sus camisas, pero sí para saber que algunos argentinos no podrían pagarlas con su sueldo de un mes. Como prescribe el refrán, Ricardo Jaime tiene el rostro que se merece, su ajuar refuerza la impresión. Su trayectoria como funcionario, que terminó ayer, corrobora la primera mala impresión a simple vista.
La actividad del transporte, se ha dicho tantas veces en estas columnas, tiene una estructura difícil de desentrañar. La integran, como cuadran, tres estamentos: el estatal, el patronal, el sindical. Pero en este ramo la división de roles es a menudo difusa, no se sabe quién representa a quién, de qué lado de la mesa está (dendeveras) cada cual. Las corporaciones colonizan al Estado y hasta se entremezclan entre sí. Jaime fue un pésimo funcionario de un sector de por sí muy problemático. Es difícil exagerar lo torpe de su gestión, algunos indicadores ayudan. Vamos a por algunos, sólo algunos.
- Tiene abierta una cantidad sugestiva de causas judiciales, que están adormiladas pero que, posiblemente, sean espabiladas por el cambio de clima político. Los jueces federales, de ordinario, son proactivos con los cambios en las relaciones de poder. La inminencia de la feria judicial será un alivio provisorio para el ex secretario de Transporte.
- Mala fue su administración de Aerolíneas, opaca su relación con el Grupo Marsans. La reestatización no fue una gesta soberana, sino un salvataje extremo tras un manejo caótico.
Durante el gobierno de la Alianza hubo un gran movimiento gremial, social y político en defensa de Aerolíneas. Entonces, no hace tanto, la reputación del servicio de la línea apuntaló la lucha de los trabajadores. El año pasado, los propios empleados reconocían que era imposible reclutar adhesiones de pasajeros o de ciudadanos en general: los servicios eran pésimos y se había evaporado el prestigio construido en décadas. Jaime fue, casi a la par del Grupo Marsans, un causante de ese deterioro. Cuando llegó la ley de reestatización (y no quedaba otra) la presentación de Jaime en el Congreso pareció diseñada por el enemigo. Estuvo hosco, esquivo en las respuestas, con docenas de agujeros negros. Cada una de sus frases era un gol en contra para la bancada del Frente para la Victoria.
- El tren bala, la fantasía de las inversiones chinas, la mora en la implementación del boleto electrónico, miles de muertes evitables por un sistema de transporte inadecuado son otras cachas en su cartuchera.
Operación trueno: Polifuncional él, el hombre operó en política, en la provincia de Córdoba. Aspiraba a ser candidato en 2007, quizás en búsqueda de fueros. Una sucesión de papelones clausuró ese puente de plata. Al tiempo, se desempeñó como operador del kirchnerismo en las dos últimas elecciones, se desempeñó como si le hubieran pagado los opositores al Gobierno. Actuó espalda contra espalda con Juan Carlos Mazzón, apoyando a Juan Schiaretti para gobernador contra Luis Juez. El “Chueco” Mazzón y Jaime aseguraban que el “Gringo” –un ex menemista-cavallista, con menos carisma que un poste– ganaría con comodidad. La votación terminó parejísima, un escrutinio sospechoso la volcó a favor de Schiaretti. El gobierno nacional acompañó el trance en silencio, su pasividad favoreció al oficialismo cordobés. Fue una mala jugada, aun en los charros términos de la real politik. Schiaretti devino opositor furibundo al oficialismo desde el conflicto de las retenciones móviles. Lo desafió en las urnas. Jaime y Mazzón tuvieron a su cargo el armado de la lista que lo enfrentaría. Reincidieron en hacer sapo. Dejaron afuera a Patricia Vaca Narvaja, una de las más consistentes y batalladoras diputadas del kirchnerismo, salieron cuartos sin acceder siquiera a una banca nacional.
Defraudó como operador. Eso sí: menos que como Secretario.
Tarde fuiste: En un régimen presidencialista, el Poder Ejecutivo lo desempeña una sola persona. Los integrantes del gabinete son sus auxiliares, dependen de él o ella. Sus faltas recaen, también, en quienes los eligieron o los sostuvieron. Máxime si duraron seis años. La continuidad de Jaime, la magnitud de sus incumbencias, el deterioro que le causó al Gobierno, no son su exclusiva responsabilidad.
Néstor Kirchner debió renunciarlo mucho antes de terminar su mandato. La reválida que le dio la presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue un pecado inicial, que vino en combo con una escasísima renovación del gabinete. Desde 2004, cuando empezó a discurrir que no iría por la reelección, Kirchner mentaba la fatiga que producen los gobernantes (aun los exitosos) en la opinión pública. Cuando se supo que Cristina Fernández buscaría sucederlo, la argumentación se enriqueció: no sólo debía cambiarse al mandatario, también iniciar una etapa de más calidad institucional, más abierta al diálogo, menos confrontativa, con renovación del elenco ministerial. La amplitud de la victoria y el “tono” peronista que tenía el electorado que lo sustentó indujo a Cristina Kirchner a mantener a casi todo el gabinete, aun a figuras enormemente resistidas como Jaime y Guillermo Moreno.
Legitimada con un aluvión de votos, sobrecargó su espalda con la mochila de deudas y enconos generados en los años precedentes. Colaboradores descalificados e irritativos eran un lastre que debía aliviar, no lo hizo. La doctrina oficial fijó un apotegma: “no entregar” a funcionarios criticados por la oposición o el periodismo o la opinión pública. Esa tozudez es insostenible, llevada al extremo. Claro que ningún gobierno debe someterse a lo que le indican quienes no lo integran. Pero ocurre que los adversarios o los críticos, a veces, marcan los puntos flojos. Sostener a capa y espada a figuras que causan costos ingentes para no dar el brazo a torcer... humm.
Paradoja sólo aparente: por el peso de los hechos, Jaime debe irse horas después de que Fernando Solanas pidiera, entre varias más, su renuncia. El atavismo oficial tuvo que ceder.
Moreno, de bajón: En la noche del domingo, Moreno era un espectro, cuentan circunstantes del Hotel Panamericano. “Ahora vienen por mí”, refunfuñó en la mañana del lunes, ante oídos amigables, lejos ya de la resaca de La Matanza. En la habitual tenida del minigabinete de crisis, ese mismo día, hizo un gesto de contrición asombroso. Cuando los funcionarios presentes comenzaron a puntear una agenda para salir del mal paso, aceptó que se incluyera como ítem al Indec. No hubo, en la ocasión, gastes a sus compañeros por su déficit de peronismo ni la defensa autista de la destrucción del Instituto, lejos la peor herencia de su accionar.
A diferencia de Jaime, Moreno sólo es discutible desde la perspectiva política. Nadie le achacó actos de corrupción y eso que le sobran poderosos que lo detestan. Otra asimetría entre Jaime y Moreno: éste, tuvo un desempeño funcional. Encarnó la intervención estatal para regular las desmesuras del mercado: anduvo bien, un tiempo. Lo cuestionaban desde el principio, no por sus tropiezos, sino por la tarea valorable que se le encomendó. Muchos liberales a ultranza o defensores de los formadores de precios le dieron duro, “tirando al niño junto al agua”.
En espejo, a medida que sus acciones se tornaron más torpes y desmesuradas, la Casa Rosada hizo lo mismo. Quería defender un principio pero, en acto, lo degradaba. La intervención al Indec fue un atentado contra el patrimonio público, chocante contra la narrativa que la defendió.
A esta altura, casi nadie en el primer nivel del Gabinete lo estima. “Sólo” lo bancan los tres o cuatro decisores máximos. Esa unción no le basta: carece de eminencia y autoridad ante sus compañeros, fatigados de su soberbia y omnipotencia. Todos creen que perjudica al conjunto, agitando los trapos como en La Matanza, con una ceguera similar.
El castigo electoral al Gobierno, además, lesiona su poder.
Ese híper Secretario vivió enfrentado con los ministros de Economía. Varios chocaron con él. Pero uno solo, además, planteó “o él o yo”. Fue Miguel Peirano. Un ejemplo por esa actitud y por el cauto silencio que mantuvo después de su salida.
Ahora, el secretario de Agricultura Carlos Cheppi no le dirige la palabra a Moreno y le hizo saber a la Presidenta que no está dispuesto a seguir en el Gabinete si el Secretario sigue en su puesto. Esa historia continuará.
Su salida fue el rumor más repetido ayer. No sucedió, pero debería estar en preembarque. Si el Gobierno conserva reflejos para subsistir debería purgarlo en un plazo breve, acaso envuelto en un combo de cambios de Gabinete. Lo necesita para oxigenarse, dar cuenta de la derrota e ir en pos de la iniciativa.
© Escrito por Mario Wainfeld y publicado en el Diario Página 12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día jueves 2 de julio de 2009.
sábado, 20 de junio de 2009
21 de Junio... Día del Padre... Ignacio Copani...
Letra y Música: Ignacio Copani
PADRE
A los cinco años, lo puedo jurar,
yo lo vi volando como Superman,
reventando malos, espantando espantos
de mis pesadillas
con su Luisa igualita a mi mamá.
A los trece años le empece a fallar,
en el medio campo no podía jugar
y este secundario es cosa seria,
mil materias tengo que tragar,
me dijo: es necesario, mi papá.
Para no ser un hábil ignorante
como fui siempre por ser hijo de inmigrante,
acá te dejo esta canción,
que sea savia y un motor para llevarte
donde papá nunca llegó.
A los veinte años me oyeron gritar:
este viejo extraño qué me va a enseñar
y este laberinto de los veinticinco
solo lo puedo cruzar
de un brinco sin ayuda de papá.
Y ahora que han pasado varios años más,
más de treinta años debo confesar
y confieso que he tardado tantos años,
tanto para averiguar
que la razón estaba aquí nomás.
Yo quiero ser la centésima parte,
solo un pedazo de lo que ha sido mi padre,
quiero subir a su ilusión
y desde ahí pedir perdón
y no pedirle nada más...
si lo demás ya me lo dio.
Yo quiero ver al nieto de mi padre
sabiendo más de lo que yo puedo enseñarle,
acá le dejo esta canción
mitad de paz, mitad de horror
y que la cante
donde papá nunca llegó.
Carlos Frattini... El dibujante que pasó por el Purgatorio... @dealgunamanera...
Raúl Soldi descubrió en la cárcel de Villa Devoto que el mejor ladrón de casas y joyas del país era, a la vez, un brillante retratista a lápiz. Esta extraordinaria conjunción de talentos le fue revelada al gran pintor argentino en la capilla de la prisión, cuando entre los cuadros que habían hecho los presos surgió un impresionante retrato de Borges. Averiguó de inmediato quién era el autor y luego quiso comprárselo. Pero Carlos Frattini, dueño de esas raras habilidades, le dijo la verdad: significaría para él todo un honor que el maestro lo tomara como un regalo.
Perdón de la sociedad, no tiene. Lo podés ver en los diarios y en la televisión. No hay perdón. Ha cambiado mucho la manera de actuar de la delincuencia. Y en algunos casos se justifica que vayan presos por las locuras que hacen. Hoy te matan por robar un peso, una bicicleta, una zapatilla o una campera. Es un desastre. Es otro tipo de delincuencia, hay otros códigos. Antes, no se mataba por matar ni se pegaba por pegar. Yo conocí gente de la pesada que lo único que hacía era mostrar el arma en la cintura y nada más. A lo sumo, muy de vez en cuando se tiroteaban con la Policía como para poder irse, sino caían presos. Pero no se mataban como ahora.Nosotros antes teníamos un código que, por ejemplo, cuando caía un chico jovencito; como los de ahora de 19 y 20 años que violan, matan, se enfalopan y hacen desastres; decían que, por culpa de ese pibe, toda la sociedad involucraba a todos. Y hay ladrones y ladrones. En el caso mío y el de los muchachos que andaban como yo, no llevábamos armas. Cuando entrábamos a un lugar, entrábamos cuando no había nadie. Sino, no hacíamos nada. Si hay algo que los jueces en mis causas justificaron fue el no peligro personal para la víctima. Y esto fue lo que me salvo a mí de muchísimos años de condena.
Hay una historia de su época en la cárcel de Devoto que le dio el sobrenombre de “Pistolas” que cuenta que, cuando le preguntaron por qué no llevaba armas usted dijo: “Con una pistola cualquiera puede robar”…
Yo tenía amigos de los pesados en la cárcel. Siempre nos juntábamos en el recreo con Villarino, los hermanos Prieto y los Alonso, piernas bravísimas que andaban con caños asaltando camiones, bancos, lo que sea.A veces nos cargábamos. Yo les decía: “Ustedes no roba. Ustedes entran y dicen ‘dame la plata’. Eso no es robar. Eso es pedir y usar la fuerza”. Y siempre me corrían por el patio. Todas estas cosas las decíamos en broma pero a veces les caían mal. Por suerte, yo siempre fui un tipo respetado adentro. Ese era otro de los códigos que habían y que hoy no creo que existan. La persona que realmente en la calle andaba haciendo lo que estaba haciendo tenía un tremendo valor como hombre si cuando caía preso, no delataba a nadie, o se la comía solo. Eso era de un valor tremendo para dentro y un respeto que tuve siempre.
Cuando “trabajaba”, ¿qué imágenes pasaban por su cabeza? ¿Qué sentía?
Es jodido explicarlo. Cuando la llave giraba era una sensación de tremenda alegría, de triunfo. Pero tenía otra sensación de la que yo me di cuenta más tarde. Aunque yo no lo aparentaba, me ponía nervioso. Cuando entraba en el edificio, tenía siempre que ir a orinar. O sea, algo del sistema nervioso andaba en el cuerpo. Inconscientemente, uno estaba nervioso. Y era obvio. Inevitablemente, te ponías nervioso porque te estabas jugando la libertad por sobre todas las cosas. Y eso que yo salía todos los días a trabajar, a pesar de que tenía mucha plata en el bolsillo.
¿Alguna vez pensó dejar la actividad?
No es que se me haya ocurrido dejarlo, sino que tuve un montón de posibilidades de hacerlo. Pero, hay un problema y es el de la sociedad. Yo cuando salí en el año 1976, me contactó el maestro Raúl Soldi por un dibujo que hice de Borges, en una exposición que hicimos en la capilla de Devoto. Eran tan buenos los trabajos que nos hizo exponer treinta días en el Teatro San Martín. Pero los tuvimos que sacar porque los demás expositores se quejaban que era poca la gente que iba a ver lo suyo. Es decir, tuvimos que levantar porque “se acaparaba toda la atención”. Al poco tiempo, yo lo voy a ver a Soldi y le agradezco todo lo que hacía pero le dije que necesitaba un trabajo. Él me contesta que yo era un artista. Y terminamos haciendo otra exposición. Fueron muchos artistas y estaba Andrea del Boca a la que, con sus diez años, le hice un retrato. En esa época conocí la hipocresía de muchos. A varios yo les había hecho dibujos y me costó que me pagaran por ellos, tal como fue el caso de Ariel Ramírez, el de Misa Criolla que fui a ver seis veces para cobrarle, y Mirtha Legrand, por decir algunos nombres. Y así fue como de a poquito se me fueron cerrando las puertas, me iba quedando sin laburo -por suerte mi señora trabajaba pero no alcanzaba para vivir- y me junté con un par de amigos más y salí a hacer lo mío.Y esa vez, el 5 de enero de 1978 volví a caer preso y perdí todo lo que tenía. Cuando me dio la oportunidad Soldi, mi señora me había dicho: “Mira, Carlitos. Yo te banco todo pero esta es la última”. Realmente me había bancado todo. Hay que querer mucho a una persona para hacerlo.Pero, en diciembre de 1980, faltando cinco minutos para que terminara el horario de visitas, ella vino con mis hijos, Clara y Hernancito de un año y medio, y me dijo: “Despedite”. Después de eso, no los vi más. A mi hija, sí. A mi señora y a mi hijo, no. Igual, no les puedo reprochar nada. En lo absoluto. Y menos aún, ahora que estoy curado.
Robar, entonces, es una enfermedad…
Para mí sí porque me ocurrió. Yo tenía un Falcon. Salíamos a trabajar todos los días de semana, a partir de las 9 que era la hora en la que los porteros cerraban las puertas de los edificios. La ventaja que teníamos era que estaba oscuro y cuando entraba alguien prendían la luz del pasillo. Me acuerdo bien de un domingo hermoso. Mi señora me pregunta porque no íbamos a Palermo a tomar unos mates y comer unos sándwiches. Me acuerdo que estábamos en camino y veo un edificio de departamentos bien cerrado. Así que paro el auto y me bajo. “Tengo un tipo ahí enfrente que me debe plata. Voy a ver si lo encuentro. En dos minutos vuelvo”. Voy al edifico, lo abro. Subo al cuarto piso, regresó al auto y seguimos el camino. Esa noche cuando me acosté, me puse a pensar. “Mi Dios. ¿Qué hice?”. Necesitaba entrar a un edificio. Una cosa de locos. Me puse mal. Por eso, lo tomé como una enfermedad. Era un vicio.
¿Cuándo surgió la necesidad de plasmar su historia en un libro?
Los directores me pedían que les hiciera dibujos de sus hijas. Entonces, yo ahí aprovechaba y pedía algunas cosas como cambiarme de pabellón, entre otras cosas. Siempre traté de pasarla lo mejor posible. También, me comí un par de calabozos, patadas y trompadas.Un día me dije «voy a empezar a escribir lo mío». En Devoto, se me hacía difícil porque no se podía escribir un tema policial y menos mencionándolos a ellos. Cada vez que había una requisa tenía que esconderlas. Nunca me las encontraron. Acá, en la Unidad 9, nunca tuve problemas. Dibujaba y escribía tranquilo. Y cuando lo hacía y lo hago, tanto acá en casa como afuera, me siento en otro lado.El borrador lo hice cuatro veces. Lo acomodaba y le agregaba cosas. Se lo entrego al periodista Jorge Fernández Díaz, cuando me lo pidió para una nota en el diario “La Mañana”. Lo leyó y luego me llamó. “Esto es una barbaridad”, me comentó. Y así fue como se fue escribiendo, con la ayuda de otro periodista del diario La Razón.Yo siempre digo que si los jueces saben cuántas horas les robé, les debo un par de años largos porque mientras dibujaba o escribía estaba en libertad. No estaba preso.
¿Cómo fue la primera vez que dio una charla en una cárcel?
Fui confiado y lo sigo haciendo. Cuando nos sentamos por primera vez en la Unidad 11 con los muchachos, lo primero que les aclaré fue que no iba a darles ningún consejo. Simplemente les iba a contar algo de mi vida para que ellos saquen sus propias conclusiones.Los chicos estaban tomando mate y me prestaron mucha atención. En la 12, había un grupo que estaba alejado de nosotros, sin prestarnos atención. “¿No te arrimás, negro? No, estoy tomando mate. Mira que yo soy de la parte de ustedes”. Se río pero no se acercó. Son anécdotas que ocurren con tipos con berretines, que yo también los tuve.En el Patronato de los liberados, cuando leo las cosas que les dicen los presos a los celadores, me sorprenden. Siempre le digo al que trabaja conmigo que “si estos turros le dicen lo mismo a uno de Devoto, es la última vez que lo dicen”. Son berretines de hacerse ver con la Policía, de la guapeza de uno. Pero hay que ver si se la bancan cuando los golpean y tienen todos los huesos rotos. De todas formas, siempre les cuento que podés tener todo cuando robas. Podés tener una casa, un auto importante, una familia. Pero al final lo perdés todo. No te queda nada.
¿Qué diferencias nota entre el sistema judicial que lo condenó con el actual?
Ha cambiado mucho a favor de la gente que cae presa. Cuando yo caí, me mandaban en bolas acostado en la cama y meta máquina nomás. Si no les convencía lo que decía me pasaban a otra seccional. Y así, diez, veinte días. Lo mismo al juez, que decía: “Vayan a darle un toquecito más”. Así de textual.Ahora, yo lo veo por televisión, caigan por violar o por matar, y al otro día están en el juzgado. Se comerán un par de días incomunicados y algún par de patadas. Ha cambiado el sistema para bien en este sentido. Uno lo cuenta ahora y se le vienen las imágenes de esos momentos. Boca arriba, con una almohada tapándote la cara y alguien diciéndote: “Si querés hablar, mové las manos”. Te quemaban vivo. Y a veces te metían una toalla mojada con agua caliente y te arrancaban la carne.Eso sí. Ahora en los motines, los ataques que te muestran por televisión como pasó en Sierra Chica, le ocurren a los violadores, a los que mandaron en cana a alguien, a los que se acostaban afuera con las señoras de los que estaban adentro. Salta la bronca. En esos motines, no se salva nadie si hizo algo malo y estaba adentro. Por eso, digo que hay que saber convivir.