La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Fue una noche para el olvido en Houston. Una improvisada
selección boliviana no pudo ante su par de Argentina y cayó goleada por 7-0 en
el estreno de Julio César Baldivieso como entrenador de la Verde.
Sin alma y sin fútbol, el equipo boliviano no fue rival ante una selección
B de Argentina que tuvo a Lavezzy y Agüero como sus figuras estelares, dupla
que se complementó con la aparición de Lionel Messi en la segunda parte para un
7-0 humillante.
Peor debut no pudo imaginar, Baldivieso y sus muchachos sufrieron en los 90
minutos de juego, la diferencia entre ambos combinados era notoria, la
Albiceleste jugó ordenada, mientras que la Verde tuvo innumerables errores que
por poco hicieron mayor la catástrofe.
Ni siquiera pasaron cinco minutos y Bolivia tenía el marcador en contra, un
pase de Agüero a Lavezzi hizo que éste anote ante la floja marca de la defensa
boliviana (5’).
Los errores siguieron y Pereyra hizo una buena pared con Agüero quien no
perdonó para aumentar la cuenta a dos en el minuto 34. Bolivia pagaba cara sus
faltas.
Pero lo peor llegó después, Veizaga se durmió en la marca y dejó que Agüero
se lleve el balón, éste pasó a Lavezzi quien sólo tuvo que empujar la pelota
ante la salida desesperada de Vaca que poco pudo hacer. 3-0 (41’).
Bolivia se limitó a atacar mediante tiros libres, Smedberg-Dalence fue la
principal carta para buscar el descuento, en unas mandó centros que fueron
despejados por la defensa argentina, y en otras sus remates fueron directos al
arco de Romero quien no tuvo complicaciones.
Argentina siguió con hambre de goles, no se conformó con sólo tres. Lavezzi
se fue por la derecha, aprovechó que Zenteno estaba mal ubicado y mandó un pase
a Agüero quien marcó el 4-0 (59’).
Martino hizo ingresar a Messi, éste quiso cobrarse revancha de los
bolivianos y de cabeza, tras ganarle en el salto a Raldes, marcó el quinto
(67’), el primer gol de la Pulga a Bolivia en la historia. Pero la pulga no se
quedó ahí, hizo el sexto tras pase de Agüero y ante la floja marca de Veizaga y
Zenteno (75’).
Ángel Correa se encargó de anotar el séptimo gol a los 84’ con lo que cerró
la humillación a una paupérrima Bolivia.
Goles: Agüero (34' y 59'), Lavezzi (6' y 41'), Messi (67' y 75') y Correa
(84')
Bolivia: 0
Daniel Vaca, Miguel Hurtado, Ronald Raldes, Edward Zenteno, Rudy Cardozo
(Abraham Cabrera, 46'), 15. Danny Bejarano (Damián Lizio, 46'), Wálter Veizaga,
Martín Smedberg (18. R. Ramallo, 64'), Alejandro Meleán (A. Chumacero, 46'),
Juan Carlos Arce. (R. Eguino, 46'), Marcelo Martins (G. Álvarez, 86'). DT: Julio Baldivieso
Con goles y lujos, la Selección Argentina ya está
en la final
En apenas 90 minutos, el equipo nacional anotó más
tantos que en todos los partidos previos. Con actuaciones brillantes de Javier
Pastore y Lionel Messi, arrolló al conjunto paraguayo y llega como favorito a
la definición contra Chile, el sábado.
Llegó el día, o mejor dicho la noche, de la demostración, la de la
contundencia en la red, la de las sociedades perfectas, armoniosas,
implacables. Con un Messi intratable, que tuvo participación en todas las
jugadas de gol; un Pastore de galera y bastón, que jugó un partidazo; un Di
María pícaro y oportuno; un Agüero exigente, y un Mascherano inspirado y firme;
la Selección borró de la cancha y goleó por 6-1 a Paraguay para conseguir su
pasaje a la final de la Copa América de Chile, donde el sábado enfrentará por
el título al seleccionado local. Rojo abrió la cuenta, Pastore la amplió con un
golazo, tras el descuento de los guaraníes Di María metió un doblete, y lo
liquidaron Agüero y su reemplazante, Higuaín.
Otra vez, como lo había hecho en todas sus presentaciones en la Copa,
Argentina intentó imponer su juego desde el comienzo ante un Paraguay que no
tuvo más remedio que retrasarse y aprovechar sus oportunidades de contragolpe.
Así lo hizo a los cinco minutos, con un remate apenas desviado de Santa Cruz,
quien habilitado por Haedo Valdez no había encontrado oposición entre los
marcadores centrales del equipo del Tata Martino, Demichelis y Otamendi, que en
esos minutos iniciales, para colmo, había fallado seguido con los pases.
Se trató de una jugada aislada, porque el dominio de la Argentina era claro
y las situaciones de gol no iban a tardar en llegar. De hecho, a los diez
minutos, habilitado por un centro de Zabaleta, Pastore tuvo la primera opción
clara para abrir la cuenta. Pero no pudo agarrar bien en su remate la pelota,
que terminó mansa en las manos de Villar. Paraguay respondió con algunas faltas
en el mediocampo, que calentaron por un momento el partido, hasta que el
árbitro brasileño Sandro Ricci mostró las primeras amarillas, incluyendo una a
Biglia por protestar.
Una cosa era Argentina en defensa y otra, mucho más clara, era cuando
pasaba al ataque. Así, a los 14 minutos, de una falta sobre la franja
izquierda, nació el centro de Messi que le permitió a Rojo abrir el marcador.
El volante puso la pelota a media altura, como para complicar a los lungos
paraguayos, Rojo –que apenas un minuto antes había pedido un cambio de botines,
cansado de resbalarse– anticipó bien a Cáceres pellizcándole la pelota y,
rápido de reflejos, se acomodó para sacar el remate para el que Villar no tuvo
respuesta.
En desventaja, el equipo de Ramón Díaz se animó a atacar, tal como lo había
hecho en el primer partido del Grupo B. Y otra vez la Argentina pareció perder
el control del partido. Pero había algo para aprovechar, los espacios que
dejaban los paraguayos sobre sus espaldas, aprovechando la claridad y la
velocidad de sus atacantes.
Messi se escapó, hizo la pausa y se la dejó a Pastore, que pudo darle de
primera pero buscó acomodarse y terminó rematando sobre el cuerpo de Villar. No
hubo mucho para lamentarse porque Argentina encontraba espacios y llegaba con
cierta facilidad. Así, apenas unos minutos más tarde, a Pastore se le abrió
finalmente el arco. Fue después de una excelente habilitación de Messi, en otra
contra. El Flaco picó al vacío y desde la puerta del área, con tremenda
elegancia, sacó un derechazo bajo y cruzado que se coló sobre el palo derecho
del arquero paraguayo para poner el 2-0. El equipo de Ramón, que ya había
perdido por lesión a Derlis González, recibió otro duro golpe con la salida,
también lesionado, de Santa Cruz. A la selección se le estaban dando todas las
condiciones para golear. Messi, que tenía una noche soñada, pudo ampliar de
tiro libre, pero su ejecución se fue por arriba del travesaño.
Había que tener tranquilidad para cerrar bien la primera parte, pero el
equipo nacional no la tuvo. Porque una cosa era en ataque, con las sociedades
entre Pastores, Messi, Di María y Agüero, y otra, más floja e improvisada, era
en defensa, sobre todo cuando los rivales se la quisieron jugar al todo o nada.
De una mala entrega de Otamendi desde el fondo, nació la contra que Paraguay
aprovechó para el descuento. El ingresado Barrios anticipó a Pastore y avanzó
por el hueco que había dejado Demichelis –titular en el equipo por la baja de
Garay, por una descompostura– para con el arco de frente fusilar a Romero.
No parecía justa la diferencia. Tanto lo habrán lamentado los muchachos de
Martino en el vestuario, que al minuto de iniciado el complementario, en lo que
fue la culminación de una hermosa jugada colectiva, el implacable Pastore lo
vio picar a Di María y le puso la pelota en inmejorable posición para que el
atacante del Manchester United sacara un remate cruzado y volviera a estirar a
dos la ventaja. Todavía iba a haber más para el equipo nacional.
Tras otro error de Demichelis en defensa, Paraguay tuvo otra oportunidad
para descontar, pero Romero respondió bien. Eso fue apenas un detalle en el
concierto ofensivo de la Selección, que con Messi como dueño de la batuta, y
Pastore como instrumento principal, tenía todavía más para ofrecer: la eficacia
que no había podido mostrar en sus primeras cuatro presentaciones. Y llegó el
cuarto. Messi comandó el ataque, Pastore recibió y buscó definir frente a
Villar, quien rozó la pelota que le quedó justa a Di María para el 4-1 que
desató la locura. Aún no estaba dicha la última palabra.
La Argentina quería más, Messi buscaba el gol propio para ponerle el broche
de oro su actuación y al partido. Fue extraño que no lo lograra. Sin embargo,
tuvo tiempo para gritar otros dos. El quinto, que marcó Agüero, de cabeza, tras
un centro impecable de Di María, mientras Higuaín calentaba a un costado para
reemplazarlo. El que marcó el Pipa, en la primera pelota que tocó, luego de un
desparramo entre Messi y Banega dentro del área y una pelota sucia que el
delantero del Napoli robó para sacar el zurdazo del 6-1 final con el que la
Selección logró ingresar con absoluta autoridad a una nueva final de la Copa
América.
Estadio: Ester Roa (Concepción).
Arbitro: Sandro Ricci (Brasil).
Goles: 14m Rojo (A), 26m Pastore (A), 42m Barrios (P); 46m y 52m, Di María
(A); 79m, Agüero (A); 82m, Higuaín (A)
Cambios: 25m Bobadilla por D. González (P), 29m Barrios por Santa Cruz (P);
55m Romero por Haedo Valdez (P), 72m Banega por Pastore (A), 76m Gago por
Mascherano (A), 80m Higuaín por Agüero (ARG).
La
Selección Argentina se sacó todas las ganas de ganar...
Un
golazo a la Manchester City –centro de Zabaleta, cabezazo de Agüero– le dio el
primer triunfo en la Copa América al equipo nacional, que sufrió como en su
debut ante Paraguay, pero se aseguró los tres puntos. Messi, Pastore,
destacados.
La Selección ganó ayer un
partido chivo, que dominó ampliamente en la primera parte, frente a un Uruguay
que apenas se animaba a pasar el medio campo, y que lo sufrió como loco en el
final cuando, tras el gol de cabeza de Agüero, los dirigidos por el Maestro
Tabárez se le fueron encima con inesperado ímpetu. El arquero Romero, que no
había intervenido tanto en la noche chilena, terminó siendo clave en el final
para aguantar el resultado y salvar el cero en el descuento tras un remate de
gol de Hernández.
Pastore, Messi y Agüero fueron los destacados del equipo
nacional, que en los últimos sufrió horrores el hecho de haber perdido el
control del trámite. La victoria dejó al equipo de Martino como puntero del
Grupo B, junto a Paraguay, que en la previa venció 1-0 a Jamaica, y
prácticamente clasificado a la siguiente ronda.
Ni bien comenzó el encuentro,
la Selección fue inclinando la cancha hacia el arco rival aplicando su fórmula
predilecta: tener la pelota y jugarla segura a un compañero. Pastore era el eje
del equipo en esos primeros minutos, y gracias a él, Di María tuvo una muy
buena chance a los 8 minutos que no prosperó porque Muslera le tapó el remate
abajo sobre el primer palo. Uruguay, en cambio, buscaba su crecimiento con contraataques
rápidos y pases profundos, que no siempre llegaban a destino.
Uno de los méritos del equipo
de Martino fue la paciencia para mover la pelota para intentar abrir espacios
en ataque, mientras esperaba que Messi terminara de aparecer y se asociara más
frecuentemente con Pastore, quien a los 20, en combinación con el crack del
Barcelona, intentó sorprender al arquero uruguayo con un remate desde afuera
del área.
Argentina necesitaba cambiar
un poco el ritmo en el ataque, y cuando eso ocurrió el equipo contó con la
situación más clara de gol en la primera parte. Pastore habilitó a Messi, éste
sacó un centro perfecto para Agüero, cuyo cabezazo no entró en el arco de
milagro. Casi inmediatamente fue Messi el que probó con un frentazo desde el
corazón del área, que se desvió en un defensor uruguayo. La Selección había
encontrado una puerta a espaldas de Arévalo Ríos y se acercaba cada vez más al
dominio de Muslera.
Los uruguayos, por su parte,
siguieron ensayando su libreto: aguantar todos juntos en su campo y
contragolpear, con envíos profundos para que tanto Cavani –bastante peleado con
la pelota– como Rolan se inspiraran solitos en los últimos metros, y a las
jugadas de tiro libre que la Argentina le entregaba ocasionalmente sobre la
mitad de la cancha.
El equipo nacional necesitaba
un poco más de Agüero y de Di María, que se desmarcaran e incluso que se
retrasaran un poco en la cancha para entrar con mayor frecuencia en el circuito
de juego. Al cabo de la primera parte, Argentina consiguió una posesión del 71
por ciento, pero este dominio no se reflejó en los tiros al arco, donde la
relación fue de 5 contra 3.
Apenas arrancó la segunda
parte, Maxi Pereira le ganó la posición a Pastore y sacó un violento remate que
Romero, obligado, despejó con ambas manos. Una señal de alarma para el equipo
argentino.
Pero rápidamente la Selección
volvió al registro de la primera parte. Dominio de la pelota con buenas
combinaciones entre Messi y Pastore, a los que de a ratos se les sumaba Biglia
y las apariciones esporádicas de Di María y más frecuentemente de Agüero. En
eso estaba cuando, a los 54, tras una buena intervención del volante de PSG,
Zabaleta recibió el pase y metió un centro perfecto para que Agüero, ingresando
por sorpresa por el primer palo y ganándole la carrera a Giménez, metiera la
cabeza para abrir el marcador.
En desventaja, Uruguay soltó
amarras y se animó a adelantarse en el campo de juego. La Selección, de pronto,
encontró los espacios que hasta el gol se le habían negado, pero en el
intercambio del golpe por golpe terminó perdiendo el control, y sufriendo por
ello más de lo necesario. Pudo haber ampliado Messi cuando, luego de acelerar
sobre un costado de área, dejó desairado a Alvaro Pereira, se metió en la zona
de peligro y metió un centro picante que Godín terminó despejando con lo justo.
Unos minutos más tarde, con el partido calentito y las revoluciones arriba,
Pereira le devolvió gentilezas al argentino con una patada en la rodilla que le
dolió más a Mascherano que al propio Messi.
En medio de la desprolijidad y
el nerviosismo, Uruguay se volvió más agresivo y peligroso. El ingresado
Sánchez sacó un violento remate desde afuera que Romero despejó y que luego
tomó Rolan para, a tiro del empate, definir por arriba del travesaño. La
Argentina respondió con un zurdazo de Messi desde afuera, que Muslera atrapó
sin problemas. Y, luego de una buena combinación con el ingresado Tevez, el
capitán argentino tuvo otra muy buena chance, pero volvió a encontrar respuesta
en el arquero uruguayo.
A puro vértigo terminó el
partido, con Uruguay lanzado en ataque y Argentina aguantando las embestidas.
Muslera; M. Pereira, Giménez,
Godín, A. Pereira; A. González, Arévalo Ríos, Lodeiro, C. Rodríguez; Rolan,
Cavani. DT: Oscar Tabárez.
Estadio: La Portada (La Serena).
Arbitro: Sandro Ricci (Brasil).
Goles: 54m Agüero (A).
Cambios: 63m C. Sánchez por C. Rodríguez (U), 69m Hernández por
Lodeiro (U), 77m Banega por Pastore (A), 80m Tévez por Agüero (A), 87m Pereyra
por Di María (A).
El equipo de Gerardo Martino hizo un muy buen
primer tiempo, en el que controló como quiso la pelota y sacó ventajas de los
errores de los rivales, pero no supo cómo frenar la embestida de los dirigidos
por Ramón Díaz, que se lo empataron de guapos.
Al final del primer tiempo Argentina ganaba 2 a 0;
la mar estaba serena; Martino estaba sereno; Argentina ganaba serenamente en La
Serena y se escuchaba el canto de las sirenas que anunciaban la goleada para el
complemento. Pero en la segunda parte Argentina siguió creando situaciones de
gol y los paraguayos embocaron dos goles, uno de ellos sobre la hora. Empataron
un partido que parecía perdido y lo festejaron como correspondía mientras que
los argentinos se quedaron con el gustito amargo de un empate que,
naturalmente, se tomó –al menos en caliente– como una derrota.
La pregunta del millón, a la que Martino dio sólo
respuestas a medias, es qué pasó con la Selección Argentina, por qué cambió
tanto, por qué bajó tanto su nivel. Hay respuestas que van de lo técnico a lo
táctico y que también atraviesan lo psicológico y lo azaroso y los vaivenes
naturales que tiene todo partido de fútbol.
Una de las claves de la caída en el rendimiento se
puede encontrar en la salida de Pastore, que podía haber sostenido mejor la
pelota en los momentos en los que Paraguay jugaba a otra cosa distinta a la de
la primera parte. El técnico argentino, por otra parte, podía haber reforzado
mejor el medio juego y ponerlo a Biglia en lugar de Agüero, por ejemplo, pero
prefirió hacer dos variantes que hablan de su idea de apuntar más al
desequilibrio que pueden lograr los delanteros (los titulares o los suplentes,
si los titulares se cansan) más que al equilibrio que se puede alcanzar con los
volantes de contención. De hecho el equipo que puso en la cancha y que
deslumbró en el primer tiempo, fue un festín de jugadores de excelente técnica.
Ramón Díaz, que había mandado a sus jugadores a la
retaguardia en el primer período, tratando de aguantar el asedio con dos líneas
de cuatro tuvo que cambiar con la chapa puesta. Y a riesgo de comerse una
goleada (que bien pudo haber ocurrido si Argentina metía el tercero en
ocasiones que no le faltaron antes del descuento) mandó a sus jugadores al
frente.
Con eso sólo no le hubiese alcanzado para dar vuelta la historia. Necesitaba la complicidad del equipo argentino y la tuvo. Los de Martino,
primero desaprovecharon las ocasiones que tuvieron en el contraataque y a
medida que pasaban los minutos empezaron a perder el control de la pelota, la
repartieron demasiado con sus rivales y eso generó dudas e incertidumbre de la
mitad e la cancha hacia atrás. Poner el foco solo en las grietas defensivas
(que las hubo, claro) y en la falta de solidez de los cuatro del fondo sería un
error; el equipo quedó cortado en dos y en esto las responsabilidades son
compartidas.
En el segundo tiempo los paraguayos generaron cinco
situaciones de gol y en casi todas –hay que reconocerles ese mérito–
resolvieron muy bien; dos fueron goles; dos salvó Romero con espectaculares
atajadas y la otra fue una pelota que cruzó todo el arco y no fue gol de milagro.
Los goles fueron muy lindos los dos: el primero un zapatazo de afuera del área
de Haedo Valdez y el segundo un buen remate de Barrios, después de un cabezazo
hacia atrás.
Los goles de Argentina no fueron tan limpios. El
primero llegó después de un error medio grosero de Samudio y el segundo en un
penal medio dudoso de Samudio, a Di María, después de una apilada con el sello
de Messi. Y eso también opaca la actuación del equipo nacional.
De todas maneras ni los goles medio raros ni el
bajón del segundo tiempo deben borrar íntegramente todo lo que fue capaz de
producir el equipo en una parte importante del encuentro. Muy bien Banega como
salida, inteligente Pastore para meter tres o cuatro estiletazos excelentes,
enchufado Messi, activos Di María y Agüero, pusieron contra la pared a sus
rivales y convirtieron en figura al arquero paraguayo.
Como síntesis de todo
esto, este dato que no es menor: ¡Romero casi no tocó la pelota en los primeros
45 minutos!
En fin, para la Selección pudo haber sido una noche
serenísima, pero no: mala leche.