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domingo, 2 de septiembre de 2012

La Economía y El Mundo a revés... De Alguna Manera...


También la economía puede ser un relato…

Mundo al revés. En los próximos cinco años se enfriarían las economías de Argentina, China, Brasil e India y se calentarían un poco las de los países desarrollados.

Alfonso Prat-Gay dijo no compartir los pronósticos de recuperación económica para la Argentina a fin de año a causa del aumento del precio de la soja más la vuelta de Brasil al crecimiento (por el efecto que esto tiene sobre nuestras exportaciones industriales, principalmente autos), porque ambas actividades combinadas son responsables sólo del 9% del total de nuestro producto bruto. En ese caso habrá que concederle al kirchnerismo que el aumento del producto bruto argentino de la última década no fue principalmente por el viento de cola de la soja y Brasil sino también por otras causas.

Luis Outeiral, uno de los contadores más reconocidos del país, tanto profesional como académicamente, sostiene que el presupuesto y el superávit que fue surgiendo de él están mal calculados y debería obligarse a los gobiernos a contabilizar sus números no sólo con ingresos y egresos típicos de un balance financiero, sino con activos y pasivos –como lo tienen que hacer las empresas– para saber si el superávit es genuino, o es por estar gastando el capital, o sea, futuro.

En el caso argentino, incorporar a los ingresos los aportes de la Anses sin el pasivo de la deuda que se asume con los jubilados aportantes, como sí están obligados a contabilizar en todo el mundo fondos de jubilación privada y aseguradoras. Lo mismo vale para consumir las reservas de recursos naturales (ejemplo clásico: YPF) o cualquier ahorro o inversión del pasado convertido en infraestructura que en el presente se renueve menos de lo que se deteriora. Concretamente, que el kirchnerismo aprovechó el ahorro de una década de jubilaciones y de inversiones de las privatizadas acumulado en los noventa.

Diría Moreno: “Depende de quién haga los números”. Como en el gráfico que acompaña esta columna publicado por la revista Time en su última edición junto con un texto del economista Pankaj Ghemawat, autor del libro World 3.0, quien también sostiene que hay varios errores en los cálculos de la economía, concretamente que se sobreestima la globalización.

Ghemawat muestra que las exportaciones son sólo responsables por el 20% del total del producto bruto mundial, que la inversión directa externa es sólo el 9% del total de la inversión mundial, que sólo 2% del total de las llamadas telefónicas son internacionales, que menos de un cuarto del total del tráfico de internet sale de las fronteras de cada país y que el 90% de la población mundial nunca vivirá en otro país que no sea aquel en el que ha nacido.

El vaso medio lleno o medio vacío: lo que parece poco puede parecer mucho, según la perspectiva. Por ejemplo, el gráfico de Time titulado “Cambio en las fortunas” (su fuente es el FMI) indica que la Argentina junto con Uruguay, Etiopía y Turkmenistán serán los países que más enfriarán sus economías en los próximos cinco años, o sea que el porcentaje de crecimiento de su producto bruto entre 2012 y 2016 será más de 2 puntos menos que en los cinco años anteriores: 2007-2012.

Luego siguen en la lista, con un enfriamiento algo menor, Paraguay, Angola, Ghana, Sudán y Bielorrusia. En un grado menor, China, Perú, Ecuador, Nigeria, Gabón y Polonia.

Brasil e India, ambos del BRIC, no se enfrían casi nada pero tampoco aumentan su crecimiento. Ahora, ¿no es mejor ser China, que baja su crecimiento del 10,6% al 9,4%; India, que pasaría de 8,2% a 8% de crecimiento, o Brasil, que de 4,4% iría a 4,1% de crecimiento; que Estados Unidos, que aumentará su crecimiento de 0,5% a 2,8% anual?

Depende de en qué se quiera poner foco, se puede no decir toda la verdad sin mentir. Lo que no quita que Estados Unidos parece haber pasado lo peor arrastrando a México, cuyo producto bruto –se pronostica– en 2020 podría superar al de Brasil. Ya hoy, a pesar de las distancias y las barreras del Mercosur, México está exportando más autos a Brasil que la Argentina.

Es bueno ver cómo ven y cómo se ven en materia económica en otras partes del mundo donde también la economía puede tener su componente de relato entusiasmador, o asustador, dependiendo del caso.

© Escrito Jorge Fontevecchia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 1º de Septiembre de 2012.


martes, 29 de mayo de 2012

Reportaje a Eduardo Eurnekian... De Alguna Manera...

"Me gustaría que el Gobierno explicitara un plan a mediano plazo"

Destino. "Algún día decidiremos los argentinos ser parte de esa generación que decide 'yo voy a ser protagonista, y no sólo un espectador'."

Uno de los empresarios más influyentes del país, recientemente premiado por los Nobel de la Paz y antes por la ONU, cree que el Gobierno debería explicar cuáles son sus planes hacia el futuro para enfrentar la desconfianza ante medidas como el bloqueo de importaciones o el cepo cambiario. Piensa que Argentina debe decidirse a ser un protagonista del mundo.

Cae una tarde lluviosa sobre Buenos Aires y en el despacho de Eduardo Eurnekian (donde alguna vez funcionara la hilandería en la que aplicadas señoras tejían en los telares mientras Eurnekian pergeñaba algo que después se llamó Cablevisión) resplandece el trofeo que acaban de otorgarle en Oslo como Emisario de la Paz elegido por los galardonados como premios Nobel de la Paz.
—Los Premios Nobel se han reunido para designar a los empresarios del año que hayan trabajado por la paz. También hace algunos meses he recibido un premio de las Naciones Unidas como embajador de buena voluntad y como usted verá –sonríe– este año he tenido suerte porque el 1º de junio la Cámara de Comercio Latinoamericana (Camacol) me otorgará el galardón que anualmente destina a la labor cumplida por un empresario iberoamericano. Es decir que son tres premios. He tenido suerte.

—Usted dice que tuvo mucha suerte, pero sin duda la suerte también se hace. Creo que somos muchos los periodistas que recordamos esta casa con la hilandería en el piso superior, un solo estudio de televisión en la planta baja y la sala de maquillaje instalada al azar en cualquier oficina. No parecería obra de una varita mágica. Por otra parte, quien se embarque en un avión no podrá dejar de ubicar a Aeropuertos 2000 como punto de partida.
—Sí, es trabajo. Pero suerte también. Evidentemente que todo esto proviene de una visión de la Argentina. Del mundo. Pero también, vuelvo a insistir, contamos con buenos colaboradores, con una salud que me acompaña, con buenos amigos que también acompañan. En la vida se necesita suerte.

—Sin embargo, éste es un país difícil. De circunstancias complicadas. ¿Cómo lo analiza ahora?
Eurnekian suspira y luego responde:
—Mire, yo veo que fue un país de grandes oportunidades y que hoy también sigue siendo de grandes oportunidades. Es como quien tiene una reserva. Le aclaro: posiblemente lo que mejor explicite cuánto tiene la Argentina son sus propias reservas. Minerales, petróleo, la riqueza del campo. Y esto no va a pasar con los años porque no se trata de una reserva industrial que, de alguna manera, tiene un tiempo. Fíjese lo que posee la Argentina. La Patagonia con petróleo y gas. Reservas, ahora comprobadas, de gases y fueloil. Un campo extraordinario con dos cosechas al año. Esto sigue siendo el valor de la Argentina. Y va a seguir así. Algún día también nos decidiremos “seriamente” a ser parte del mundo del presente. No del mundo de mañana. Algún día decidiremos los argentinos ser parte de esa generación que decide “yo voy a ser protagonista”. Y no simplemente un espectador y un transferente de riquezas. No. Yo me voy a quedar. Voy a explotar esas riquezas. Y, en consecuencia, también voy a ser parte del mundo.

—¿Cuánto falta para eso?
—¿Cuándo vamos a estar ahí? Nadie lo sabe. La suerte es la suerte.
Y como observa nuestra mirada dubitativa, explica:
—Suerte es aquella circunstancia en la que los imponderables son de tal magnitud que uno no los puede modificar. Yo no puedo modificar lo que va a suceder cuando salga de acá. ¿Se da cuenta? Puede pasar cualquier cosa. Cuando ostentamos falta de ganas, por ejemplo, en el manejo de las circunstancias que nos son otorgadas lo que ocurre allí es, nuevamente, suerte. A veces, incluso, un poco de suerte. Fíjese que en algún momento otros países de Latinoamérica han tomado conciencia de esto.

—¿Por ejemplo?
—Me refiero a países como Chile, Perú, Brasil y el mismo Uruguay.

—Exportan más carne que nosotros.
—Tienen un tenor político de grandes características sociales y peso social y consideran que deben compatibilizar, armonizar ese deseo de construcción participativa de la sociedad dentro de un contexto más amplio. Es decir, mundial. Y creo que estamos cerca de esto, de poder organizarlo y en cualquier momento se puede dar.

—Lo que ocurre también, si hablamos del mundo, es que se ha modificado algo fundamental en nuestra historia, como es la influencia de Europa, que está pasando por un momento tan difícil que podría compararse quizás con la posguerra de 1918.
—Este es un proceso de dos crecimientos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa vivió un proceso de paz, de reorientación de sus fronteras como nunca antes en su propia historia. Pensemos que la URSS, un régimen socialista, había llegado hasta el centro de Alemania. Países como Ucrania, Polonia, Bulgaria, Rumania y Grecia se han convertido, han pasado a formar parte de la actividad económica de Europa occidental que, a su vez, creció notablemente. Por supuesto que nadie garantiza que el crecimiento sea lineal. Todos los países están acostumbrados a creer que se pasa con facilidad de ingresos de 5.000 o 10 mil dólares per cápita a uno de 40 mil y que así se pueda seguir hasta uno de 80 o 100 mil. Y no es así. La tecnología también tiene un límite. No por la tecnología en sí misma sino por lo que puede deparar. Puede enemistar a una sociedad. Como le decía, estamos acostumbrados a una cosa lineal (el paso automático de sumas de ingresos), y le reitero que no es así. En ciertas épocas y momentos la sociedad sabe que anda bien y presiona por mejoras sociales y económicas, o las que fuere, pero lamentablemente si esas mejoras no son también parte de una fuerte eficiencia de los Estados, la sociedad va a tener que relegar algunas de esas mejoras para seguir viviendo en armonía. No queda otra solución.

—¿Y el caso de China, por ejemplo?
—A mí no me preocupa el avance de China. Yo veo, en cambio, un país con 1.500 millones de habitantes que está mejorando su estándar de vida. Y me parece razonable que no solamente los chinos sino también los ciudadanos de la India, Pakistán e Indonesia (es decir los países que están en el sur de Asia) aspiren a un mejor nivel de vida. A mí, como ser humano, no me hace ningún favor el hecho de que haya individuos en la miseria viviendo con 50 centavos de dólar. Por eso me parece razonable que esos pueblos tengan justamente un buen estándar de vida. Qué lindo sería el mundo si se terminaran primero los conflictos regionales y luego aquellos que históricamente durante 300 o 400 años han enfrentado a las naciones. Hoy prácticamente no existen aquellos grandes reclamos. Ni los ingleses están pidiendo quedarse con algo ni los japoneses quieren llevarse a alguien por delante. Y los norteamericanos, que tienen otro sistema y otro manejo de la cosa política, tampoco piden ventajas territoriales. Por otro lado, hay dos factores que también hay que tener en cuenta: el costo en vidas humanas que tiene cualquier conflicto y, en otro aspecto, el sistema de comunicación que rápidamente rechaza ante el resto de la sociedad humana la actitud beligerante de las partes. Son dos hechos muy positivos: la vida humana cuenta. Y por otra parte los humanos no queremos conflictos ni costo de vidas y demandamos consideración para nuestros problemas que, en caso de surgir, inmediatamente se harán conocer a través de internet. Pensemos que anteriormente los hechos a veces tardaban meses o semanas en ser conocidos.

—Usted, Eurnekian, como hombre batallador (y este edificio es testigo de ello), ¿cómo ve nuestro avance sobre Angola?
—Bueno, el avance sobre Angola me llama poderosamente la atención. Debemos hacer hincapié en todos los aspectos. En todos los países de Oriente o países árabes es importante la presencia argentina. Los embajadores no son un señorito que vive en una gran casa que sólo tiene en la puerta la bandera de su país Los embajadores son representantes comerciales. Para eso han sido creados históricamente La presencia de nuestros embajadores tiene que ser también comercial y debe incluir la colocación de nuestros productos. Yo no veo mal que sea Angola u otro país. Posiblemente haya que repetir esta experiencia en muchas otras naciones.

—Y siempre pensando en nuestro país, ¿cómo analiza las limitaciones que tenemos, por ejemplo, en el campo de las importaciones?
—Yo he dicho en reiteradas oportunidades que a mí, en lo personal, no me molesta el tipo de política porque las políticas son ejercidas por el Estado que conoce y tiene una visión a largo plazo de las decisiones que hay que tomar. Lo que me preocupa es la falta de especificidad y de un plan explicitado a mediano y largo plazo. Como empresario yo quiero ser activo en este proceso porque éste es el país nuestro, ¿no? Le tiene que ir bien. Este es un gobierno democrático, elegido por el pueblo. Le tiene que ir bien. ¿Y cómo hacemos para que le vaya bien? Desde mi punto de vista yo pediría que me expliciten sus planes para que yo me adhiera a ellos. Conscientemente estoy adherido pero necesito conocerlos en profundidad para poder ayudar a llevar ese plan adelante. ¿Me piden inversiones? Yo hago inversiones. Estoy haciendo inversiones pero creo que, muchas veces, esto no es suficiente. Hay que especificarlo con una mayor amplitud para que no se produzca esta desconfianza aparente y circunstancial que está existiendo en este momento.

—Recién hablábamos justamente del poder de las naciones. Surge entonces la pregunta: ¿qué es realmente el poder de los individuos? ¿Qué es el poder para usted, que ha librado múltiples batallas?
—El poder de los individuos… –reflexiona a media voz–. Hoy tenemos al individuo, a la corporación y a los países. Es probable que en estos últimos años las naciones estén tomando una mayor conciencia de lo que significa ejercitar el poder (es toda una actitud) sobre las corporaciones y sobre los individuos. En alguna época de la historia (no muy lejana) los individuos eran muy valiosos en cuanto tenían y sustentaban un poderío real. Sustentaban y tenían poder. Poder económico y poder político. Esto ha ido perdiendo consistencia a través de los años y la modernidad nos indica que el ciudadano sí tiene poder, pero dentro del marco de una organización. Si esa organización es económica es también importante. ¿Por qué? Pues porque puede, hipotéticamente, ser un conglomerado, una corporación. Recuerde que las corporaciones llegan a tener participación destacada en el producto total de una actividad pero, también, que quienes finalmente regulan todo esto son los Estados. Hoy, las corporaciones son instrumentos de los Estados y no viceversa. En una época esto fue distinto, pero hoy todos los Estados usan a las corporaciones como instrumentos de sus intereses necesarios y políticos.

—Bueno, Eurnekian, usted ha ampliado la pregunta. Pero, para usted, por ejemplo cuando era un niño y luego un joven (tenemos entendido, aun cuando el mundo era muy distinto, que fue un niño muy querido por sus padres) ¿cómo tuvo esa fuerza para pelear hasta el lugar que ocupa hoy?
—Eso se debió mucho a la educación que me dio un padre inmigrante. Padre inmigrante viene con una… –reflexiona–. Yo puedo hablar de mis padres, armenios y llegados de países muy inhóspitos, conflictivos. Que durante años estuvieron en guerra… De mis padres que llegaron a un país tan libre… liberal… como la Argentina. Para ellos evidentemente fue una gran bendición, pero yo nunca sentí que mi padre fuera un extranjero. Era más argentino que yo. Guay de que alguien hablara mal de la Argentina. La libertad que mi padre había recibido en este país y que le había permitido criar aquí a sus hijos… Por el solo hecho de haber progresado él también sentía que se lo debía a la Argentina y no a otro. Como le digo, entonces, éramos muy patriotas. Ahora bien, la educación de aquella época, por lo menos la que me tocó a mí, era una educación muy combativa. Los problemas de mi padre como pequeño empresario textil se ventilaban en la mesa. En aquella época se almorzaba y se cenaba en casa. No como hoy, cuando las familias se reúnen sólo a la noche. Le estoy hablando de la década del 30. En aquellos años nos incorporábamos al almuerzo. Todo el mundo volvía a su casa y luego seguía con sus tareas hasta la noche, cuando cenaba en familia. Y la conversación de familia no era una entelequia. Básicamente se hablaba de cómo le iba al jefe de la familia. O sea, cómo le iba a mi padre en su trabajo. Así nos enterábamos de si le iba bien o si le iba mal. Si medianamente se arreglaba… Y sin que uno se dé cuenta, todo esto deja una semilla… Llámela semilla de continuidad, de interés, de destino de vida, pero lo cierto es que ésa era la realidad con la que convivimos.

—¿Cuántos hermanos eran?
—Tres. Esa semilla de continuidad de la que le hablaba no prendió demasiado. De los tres, dos se dedicaron a la medicina. El único que siguió una actividad empresarial fui yo.

—Y siguiendo con el tema del esfuerzo personal, es interesante observar a la juventud actual. ¿Usted piensa que hoy los jóvenes (que están políticamente muy de moda) tienen una visión constructiva de la vida? ¿O aceptan aquello del hecho milagroso de la suerte que usted mencionaba?
—Si usted no cree en la suerte, crea en los jóvenes. Los jóvenes no tienen razón. La razón la tenemos nosotros los mayores y, sin embargo, ellos van a salir ganando porque van a hacer lo que ellos quieren. Y eso “es” suerte.

—Para terminar, Eurnekian, cuando usted hablaba de su familia me imaginé de pronto una extraña escena: si usted se reencontrara ahora con su padre ¿qué le diría?
—Mire, si yo me reencontrara con mi padre no tendría tiempo de decirle nada porque antes, seguramente, hubiera protestado diciendo que yo he hecho algo mal.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 27 de Mayo de 2012.