martes, 3 de enero de 2012

Un chapuzón helado para recibir el 2012... De Alguna Manera...

Un chapuzón helado para recibir el 2012...  


 

Pese a las bajas temperaturas que enfrentan algunos países como Alemania, Reino Unido y Durban, los ciudadanos se reúnen en las costas o lagos de dichos países para dar la bienvenida al nuevo año que comienza. 
 
En la isla de Borkum, Alemania, alrededor de 150 nadadores ingresaron a las aguas heladas con una temperatura de 6 grados centígrados. Este grupo de nadadores se reúne siempre para darle la bienvenida al Año Nuevo de esta manera. 
 
Entre los que se atrevieron a darse una sumergida este año había algunos jóvenes y sobre todo personas de más de 50 años.

© Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 2 de Enero de 2012.



  






 

 

lunes, 2 de enero de 2012

Todos terroristas... De Alguna Manera...

Todos terroristas...

 
 Protestas: un coche arde en la avenida Néstor Kirchner de Río Gallegos, 
Santa Cruz, el jueves 29.
Quizás en unos años, cuando haya que relatar el kirchnerismo, muchos coincidirán en que el momento del quiebre, el momento en que todo empezó a verse distinto fue cuando el gobierno de la doctora Fernández dictó su Ley Antiterrorista. Dirán que ya había habido otros signos, que las represiones con muertos en varias de sus provincias, que las peleas con sus organizaciones sindicales, que el desprestigio de sus organismos de derechos humanos, que los primeros ajustes económicos, pero que nada definió tanto su curso de acción como esa ley penosa.

Sucedió hace cuatro días. Fue la última noticia de un año lleno de noticias –y no fue de las más discutidas. La aprobó un parlamento con mayoría oficialista –que no necesita debates o negociaciones– y la promulgó la señora presidenta con un decreto publicado en el Boletín Oficial del miércoles 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, al mismo tiempo que los diarios llenaban páginas y más páginas con la bomba de la noche anterior: que la doctora también tenía cáncer. En síntesis: un gobierno que se presenta como democrático y popular acaba de sancionar una ley que dice que cuando algún delito del Código Penal “hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, la escala (la pena) se incrementará en el doble del mínimo y el máximo”.

La formulación es tan imprecisa que permite que cualquier juez decida que cualquier acto fue cometido con esa finalidad –¿cómo se define qué aterroriza a una población? ¿cómo se sabe cuándo una población está aterrorizada? ¿cómo se juzga una intención?– y doblar la pena. El gobierno dice que lo hizo para contener los “golpes de mercado”; está claro que se puede usar para tantas otras cosas. Aunque hayan agregado al final un párrafo que dice que esas agravantes “no se aplicarán cuando el o los hechos de que se traten tuvieren lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales o de cualquier otro derecho constitucional”. Roberto Gargarella, jurista reconocido, lo comentaba en una entrevista:

–Ese agregado que dice “salvo que usted esté haciendo ejercicio de un derecho legítimo” es risible: un juez tarda diez segundos o menos para descartarlo. Un juez puede decir: “por supuesto esto nunca se podrá invocar si usted está haciendo uso legítimo de un derecho; ahora, usted está cortando una calle, cortar la calle no es hacer un uso legítimo de un derecho, ergo, usted es un terrorista”. Ese aclarado es algo que los diputados con vocación progresista se han querido dar a sí mismos para justificarse ya que estaban mostrando su peor cara.

Los “diputados (kirchneristas) con vocación progresista” votaron la ley como un solo hombrecito y sin chistar. Pero si obedecer es una forma de servilismo, a veces es más servil cierta manera del disenso: leve, tibia, para que después no digan que no lo dije. Así, Hebe de Bonafini cuando declaró que el gobierno debería “revisar un poquito” la ley, o los legisladores kirchneristas en la ciudad susurrando que "ojalá la presidenta derogue” lo que acababa de promulgar, o el director de la Biblioteca Nacional Horacio González comprendiendo “los motivos que llevaron a que se elabore la ley, pero su nombre y muchos de sus fundamentos sería bueno que en otra ocasión parlamentaria pueda ser revisto”. Y tratando de hablar de otra cosa y olvidar el sapo calentito. Que rompe con –por lo menos– tres bases del discurso oficial:

La primera es que este gobierno no acepta presiones de organismos internacionales. Porque, como repitió el juez de la Suprema Corte Raúl Zaffaroni  –y reconocieron muchos otros– la ley fue un pedido de un organismo internacional de segunda categoría, el Grupo de Acción Financiera Internacional, GAFI. “El GAFI es un organismo que se toma atribuciones que no tiene y extorsiona a nuestro país. Su objetivo no es evitar el lavado ni prevenir el terrorismo, sino controlar el movimiento financiero”, dijo el juez. Y los rumores –siempre los rumores– insistían en que la ley fue una condición que los Estados Unidos pusieron para mantener a la Argentina en el G-20, gran tribuna para que la presidenta vaya a dar lecciones de audaz autonomía.

La segunda, que este gobierno no agita el espantajo del terrorismo porque eso es lo que hacía la dictadura. Porque, como decía en un artículo tuitero el filósofo Eduardo Grüner, hay que atreverse a usar una palabra como “terrorismo” en un país con la historia que tiene la Argentina. “La enorme ironía –habría que decir, más bien, sarcasmo– es que este gobierno, que se precia con razón de haber impulsado tantos juicios por crímenes de lesa humanidad, sólo había empleado el término ‘terrorismo’ para hablar del terrorismo de Estado. Habría mucho que decir sobre esta verdadera perversión lingüística que viene a sumarse a la legal, invirtiendo el uso de palabras ‘sagradas’: hasta ahora, los “terroristas” eran ellos (Videla y compañía); ahora podemos serlo también nosotros, casi cualquiera”.

La tercera, que este gobierno no reprime la protesta social. Porque lo viene haciendo, a través de las administraciones provinciales, sin piedad y sin descanso, pero esta ley lo pone negro sobre blanco en el Boletín Oficial. Por eso es casi un chiste cuando políticos oficialistas –como Estela de Carlotto, Abuela de Plaza de Mayo– dicen que es cierto, que en manos de un "próximo gobierno represor" esta ley podría ser terrible; los que han contado la cantidad de muertos en protestas sociales que hubo en el último año piensan que éste ya lo es, y que esta ley les va a facilitar las cosas.

Es un nuevo instrumento, un modo de legitimar: ahora cualquier juez puede decidir que un muchacho detenido por cortar una calle y quemar unas gomas estaba tratando de aterrorizar a la población o, peor, de “obligar a las autoridades” a –digamos– aumentar sueldos, y meterlo en la cárcel unos años. La torta se achica y vienen tiempos de ajustes, de pelea social. El jueves pasado la capital de Santa Cruz, la provincia de los Kirchner, estaba ocupada por empleados públicos que protestaban contra el recorte de jubilaciones; la presidenta tuvo que retrasar su vuelta a casa. El mismo jueves Carlos Soria, ex jefe del Servicio de Inteligencia del Estado y nuevo gobernador de otra provincia patagónica, Río Negro, hizo aprobar una ley que pasó a disponibilidad a la mitad de los empleados públicos. (Y este domingo 1 de enero amaneció con un tiro en el ojo: la versión oficial dice que fue un "accidente doméstico"). Hubo medidas parecidas –recortes, no tiros en los ojos– en Neuquén, Chubut, Neuquén, Chaco, Catamarca, Mendoza, Córdoba.

Y seguramente serán parecidamente resistidas. Entonces, para poner un freno a los que pidan, los jueces podrán usar la Ley Antiterrorista que acaba de votar el kirchnerismo para profundizar el modelo, para ahondar su estirpe nacional y popular: para dejar caer ciertas caretas.

© Escrito por Martín Caparrós y publicado por el Diario El País de Madrid el lunes 2 de Enero de 2011.

La política y la muerte, de la mano... De Alguna Manera...

La política y la muerte, de la mano...

El nuevo escenario kirchnerista. De la Argentina de “Viva el cáncer” a las muertes buenas y las malas según de qué lado está la víctima.


La política y la muerte han ido, en la Argentina, demasiadas veces de la mano.
 
No alcanza con disentir: el “otro” debe desaparecer, callarse la boca, hocicar. Es extensa la lista de nuestros próceres que murieron fuera, expulsados, en plena muerte civil, como es la de quienes fueron deliberadamente asesinados, la de cadáveres ambulantes que aún no logran descansar en paz.

Argentina es el país –recordémoslo– de “Viva el cáncer”, escrito en las paredes de Buenos Aires mientras el cáncer terminaba con la vida de Eva Perón. Todo esto recordé hace unos meses, en una habitación del Hospital Británico, cuando Sarah me dijo: “En Twitter lo están dando por muerto”. Mi primera reacción fue –lo escribí entonces en estas páginas– reírme pensando: “Estoy en condiciones de desmentirlo”, pero después me angustió pensar qué hubiera pasado con los míos si leían aquella noticia conmigo en el exterior: los minutos o las horas en blanco, tratando de ubicarme, sin saber en verdad qué había pasado. 

A la semana vi la tapa de Barcelona: “Muera Lanata”, decía: chicos de clase media que funcionan como los borrachos de la fiesta. También me reí: quise pegarla en mi escritorio hasta que otra vez Sarah me dijo que no lo hiciera: ¿como le explicábamos a nuestra hija Lola, de siete años, que aquello era un supuesto ejercicio del sentido del humor? 

Con aquello de la muerte –de mi muerte–, el humor, mi humor, se fue apagando a fuerza de ciber-k: leí twitters bromeando sobre la diálisis y los trasplantes de hígado; ya sé que el Twitter tiene la seriedad de la puerta de un baño público y encima está plagado de anónimos, pero algunas mañanas, camino a mi diálisis en Fresenius, de la Fundación Favaloro, aprendí a odiar a aquellos hijos de puta, y nadie puede estar orgulloso de su odio. Y el tiempo fue pasando hasta la noche del martes, cuando el país se enteró de la enfermedad de Cristina. 

Esa noche me di cuenta de que hay muertes y muertes, y que el sentido del humor es a veces unidireccional: los mismos que se reían de mi muerte ahora escribían mensajes conmovidos y solemnes, y Barcelona no estuvo tan chistosa como antes y no había tampoco mensajes en broma sobre el carcinoma presidencial. Me preguntaba que pasaría si América TV, ahora cercana a la gestión oficial, estrenara una miniserie llamada, El pacto, donde Cecilia Roth interpretara a una presidenta de 58 años, operada de cáncer en la tiroides y que por unos días perdiera el habla, o debiera hablar a través de un aparatito en la garganta. 

Recordé que eso mismo había hecho aquel canal con Magneto, pero claro, hay muertes graciosas y cánceres felices, nacionales y populares. Alegrarnos de la muerte muestra el grado de nuestra enfermedad: la muerte es injusta por definición, ojalá nadie se muriera nunca (sé que me expongo a que algún corrupto como Gvirtz o Szpolsky me asocien falazmente con la dictadura, pero hasta Videla merece vivir, aunque preso de por vida, y no soy yo quien puede decir si alguien “merece” o no estar muerto). 

Me gustaría que Lola creciera en un país donde nadie le deseara la muerte a nadie, ni siquiera en la boludez ficcional del Twitter. Mientras trabajamos para construirlo, mis mejores y sinceros deseos para Cristina Kirchner y también para todos los que sufren la enfermedad: no hay distancia más larga que la que separa al enfermo de la mesa de luz. Que podamos recorrerla, sobreponiéndonos a la adversidad.

© Escrito por JorgeLanata y publicado por el Diario Perfil e la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 30 de Diciembre de 2011.

domingo, 1 de enero de 2012

Mía Capomasi... De Alguna Manera...

Mía Capomasi... Q.E.P.D.


Hoy 1º de Enero de 2012 dejó está vida nuestra inseparable mascota, Mía. Ella ha sido en sus nueve años de vida fiel a la entrega de amor hacia nosotros, su familia. 

Te extrañaremos Mía, has sido un pedacito importante en nuestras vidas, te amamos y recordaremos de esta forma.

© Liliana, Luis, Marcelo, Guillermo y Toto... 






Llevame a ver a Huracán... De Alguna Manera...

Llevame a ver a Huracán...

  

Acerca del comercial de Cerveza Quilmes 2012...

Recién salió a la luz (o mejor dicho, al sol) y ya es furor. La nueva publicidad de Quilmes, un clásico de cada verano, es tan divertida como rendidora. Dos batallones: uno de mujeres y otro de hombres, separados por un desierto de arena. Un líder por cada bando. Consignas desopilantes de un lado y del otro. Y un encuentro, miles de encuentros, en el “fragor” de la batalla, que convierten al desierto en playa.

“¿Desde cuándo nosotras estamos gordas y en ellos la pancita es sexy?”, arenga la capitana de las chicas.

“El hombre llegó a la Luna. ¿Y ahora no podemos llegar a las 10 de la noche que tenemos flor de despelote?”, exclama el capitán de los muchachos.

“Cuando bailan con nosotras, parece que les pusieron el cepo. Ahora, ¿Cuando bailan con los amigos son todos Piquín?”, disparan ellas.

“‘No me sorprendés’, me dijeron anoche. ¡¿Pero qué soy?!  ¡¿Un lateral por izquierda?! ¡¿Un mago?!”, devuelven ellos.

La nueva publicidad del verano, furor en la Web.

Es un clásico de cada enero. Y 2012 no será la excepción: el comercial de la famosa cerveza ya está en YouTube y causó una revolución. 

Se llama “Igualismo”. ¡Para ver con tu novia/o al lado!

Del asombro, la admiración y los aplausos, a la queja y la indignación, en cuestión de horas. Eso fue lo que provocó la nueva publicidad de Quilmes, denominado Igualismoen Twitter y Facebook. Denuncian que el mismo es machista.

La agencia Young&Rubicam fue la encargada de la producción y realización del clip que, en poco más de dos minutos, muestra a una tropa de mujeres y una de hombres alistarse para una batalla. El final, desopilante, habla sobre la igualdad, y por eso el nombre elegido.

Pero lo que parece una guerra inminente, se convertirá en miles de parejitas esparcidas por la arena, con el mar de fondo. “Llevame a ver a Huracán”, le pide una mujer a su flamante chico. “Revisame todos los mensajes y pisoteame mi intimidad”, le implora su nuevo novio. 

Amores de verano…

Ni bien se publicó en YouTube, el video comenzó a viralizarse a pasos agigantados. Y, claro, las aguas se dividieron entre ellas y ellos. ¿Cuál es tu frase favorita de la publicidad? ¡Mirá el video y dejanos tu opinión!

© http://larevista.aqpsoluciones.com 

La enfermedad de CFK... De Alguna Manera...

La enfermedad…


La primera reacción ante la enfermedad de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner es y debe ser como ser humano, incluso antes que como médico. Cuando la política se pone tan feroz que olvida las más elementales condiciones de humanidad y sensibilidad, es patológica, enferma de poder y nada más. La enfermedad que padece es perfectamente curable y todos auguramos que la operación le permita continuar con una vida plena y saludable.

El cáncer produce miedo. Es una enfermedad muy compleja porque no conocemos algunos de sus aspectos, lo que aumenta la incertidumbre. Es uno de los miedos de nuestra época, por eso hay que comprender el impacto a nivel emocional. Afortunadamente vemos a la Presidenta de buen humor y con una actitud positiva.

En cualquier sitio del planeta, la enfermedad de un jefe de Estado causa lógica preocupación a todos sus ciudadanos. En nuestro país, además, ha causado intranquilidad generalizada. Esta intranquilidad se debe a que este doloroso episodio se suma a la debilidad institucional que padecemos. El gobierno actual tiene una concepción del poder que lo lleva a confundir Estado, gobierno y partido.

La república debe asentarse en la independencia de sus tres poderes, porque la debilidad de los mismos incrementa la incertidumbre y genera desconfianza. Nuestra concepción democrática descree de la excesiva personalización en el ejercicio del gobierno.

Por ello, comprensión, respeto y solidaridad son actitudes necesarias que debemos asumir desde lo humano y desde lo político. Si necesita ayuda, allí estaremos, como lo hicimos siempre para fortalecer las instituciones.

La Presidenta se va a curar, por la ciencia médica y por el deseo de todos. También necesitamos que se “cure” la democracia, con más democracia, que asegure el diálogo y la participación para recuperar la confianza entre los argentinos.

© Escrito por el Doctor Hermes Binner (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 31 de Diciembre de 2011

(*) Médico y ex candidato a presidente por el Frente de Acción Popular (FAP).

Has recorrido un largo camino muchacha... De Alguna Manera...

Convicciones...

 
Descargada casi con displicencia, esa afirmación me dejó estupefacto. Dichas palabras resumían el famoso aire de la época, perfume que todo lo impregna. La cita debe ser transcripta en su totalidad. “Los que se jugaron en el ’73 por ‘luche y vuelve’ (…) pueden darse algunas licencias denostadas por burguesas en otras épocas, pero conservan las convicciones. (…) Ya no sueñan con la revolución, pero pretenden seguir jodiendo, como parte cultural de una sociedad que no logró eliminarlos”.

A veces las citas pueden no sólo ser odiosas sino –además– injustas y deshonestas. Este no es el caso. El articulista da en el clavo y explicita una verdad soterrada que suele ser reprimida. Impresiona el concepto de “licencias”, perezosa alusión a que, en otras épocas, tales libertades eran “denostadas” porque se las consideraba “burguesas”. ¿Cuáles serían tales “licencias”? ¿Robar? ¿Conducir autos caros? ¿Viajar por el mundo? ¿Ganar mucho dinero? ¿Vivir rodeados de comodidades en confortables y hasta suntuosas viviendas? ¿Oler rico? ¿Vestir fashion? ¿Vivir cool?

Se “expropiaba”, claro, en los famosos años setenta, pero esa caja se ponía al servicio de la revolución, con ella se mantenían militantes rentados, se solventaban viajes políticos, se compraban armas e insumos bélicos, se alquilaban casas y galpones. Eran otras “licencias”, es cierto. Lo que en aquellos años, recordados hoy en blanco y negro, se denostaba eran prácticas y hábitos “liberales” que alejaban al militante del objetivo revolucionario, como la infidelidad marital, la homosexualidad y el culto de placeres típicos de las clases adineradas. Los revolucionarios de hace cuarenta años manifestaban intenso y puritano desdén por placeres y gustos que asociaban con la injusta distribución de la riqueza. Enojados con su origen de clase, pregonaban y a menudo obligaban a los activistas a convertirse en proletarios contra natura.

Esos educados hijos de la burguesía se radicaban en barrios obreros y conseguían fácilmente trabajo en las fábricas. En aquellos enguerrillados años, cuando el desempleo no superaba el cinco por ciento, cualquier estudiante universitario resuelto a “servir al pueblo”, se conchababa como obrero. Había trabajo y esos revolucionarios querían ser lo más parecido posible a la clase que venían a redimir y conducir. Así como el “entrismo” trotskista se sincretizaba con (y en) el peronismo (había que “entrar” en el movimiento de “la clase”), la proletarización equivalía directamente a un entrismo social, un desclasamiento deliberado. Pensaban que ser como los obreros bastaba para impregnarles o inyectarles ideas re-volucionarias.
Por eso, desde la revolución, se penalizaba sin medias tintas las conductas juzgadas como ideológicamente enemigas. No eran, por cierto, penalidades ligeras. Degradaciones en el escalafón militar guerrillero, vituperio y humillación, e incluso el juicio “por traición” o “deserción” seguido de condena y ejecución de muerte fueron acontecimientos verificados entre, por lo menos, 1962 y 1980.

La cita que suscita estas reflexiones acredita por escrito el fin de una época. Aquellos veinteañeros de 1973 ya orillan los 70 años. Los “denostadores” eran ellos mismos y sus conductores de entonces. Los detractores de la impureza revolucionaria fueron ardorosos maximalistas, para quienes la palabra reforma era sinónimo de estafa y farsa. Hoy, en cambio, desde el buque insignia de los medios creados por este gobierno, surge la señal de alivio.

Alivio, ése es el concepto. Toda compulsión por la pureza revela un profundo y turbulento desacomodo interior. La cita con la que trabajé esta columna incluye una advertencia de poderosa elocuencia. Quienes se sienten representados por el actual gobierno de la Argentina pueden permitirse licencias otrora inaceptables. Eso es factible, se argumenta, “porque conservan las convicciones”. ¿Cuáles? No tiene caso explicitarlas, pero el autor de dichas líneas recompone de inmediato un binomio conceptual notable. Esa gente, confiesa, ya no sueña hoy con la revolución pero –atención– “pretenden seguir jodiendo”.

Vaya uno a saber en qué estaría pensando el articulista cuando soltó ese despreocupado “pretenden seguir jodiendo”, pero enternece. Implica un ánimo jovial y luminoso. No es un cambio fuerte de valores, un nuevo punto de partida. Pero si ya no proponemos la revolución, al menos queremos seguir jodiendo. Ya no aplicamos el rigor del puritanismo revolucionario setentista y, por ende, deseamos pasarla lo mejor posible.

Pero nada de lo dicho hasta aquí se terminaría de entender completamente sin otra cita de la misma columna, en la que se dibuja el escenario estratégico que sirve como marco de esa suspensión del puritanismo antiburgués de los años pasados. No es habitual toparse con tamaño acto de franqueza en la descripción de los propios propósitos. Semanas antes de conocerse la preocupante noticia de la enfermedad que padece la Presidenta, escribía el colum-nista: “Cristina tiene sólo (sic) cuatro años para formar a su delfín (sic) y a los cua-dros que deberían gobernar hasta 2020, en el intento por cambiar definitivamente (sic) al país, como lo imaginaba Kirchner”.

Sin hipocresía ni pudores, proponía consolidar en el poder un bloque histórico de 17 años sin interrupciones, bajo un mismo signo. Hay precedentes mundiales. Los Castro en Cuba hace casi 53 años, Chávez ya lleva 12 en Venezuela, el recientemente occiso Kadafi reinó durante 42, Putin comenzó hace ya 13 años (1999) y no tiene intenciones de irse del Kremlin hasta dentro de varios más. Pero en la Argentina quien se mantuvo 17 años arriba fue Rosas. ¿Ese es el proyecto? La columna sobre la que se apoya este comentario se tituló “Has recorrido un largo camino, muchacha”, la publicó Tiempo Argentino, diario editado por Matías Garfunkel y Sergio Szpolski, y fue firmada por Alberto Dearriba.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 30 de Diciembre de2011.

Link:
http://w139.elargentino.com/nota-168634-Has-recorrido-un-largo-camino-muchacha.html