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domingo, 5 de julio de 2015

2009-2015... A 6 Años del "Choreo" a Huracán... @dealgunamanera...

En una final caliente, los errores de Brazenas fueron determinantes…

Brazenas les da explicaciones a los jugadores de Huracán.  Foto: La Nación / Mauro Alfieri

El árbitro le anuló mal un gol a Huracán y hubo falta de Larrivey a Monzón en el decisivo tanto de Moralez; además, no le cobró un penal a Vélez.

Una de las frases de cabecera de Gabriel Brazenas es "el mejor árbitro es el que pasa inadvertido". Se había preparado mucho para este partido, a tal punto que reconoció que era "un honor" dirigir Vélez y Huracán. Pero ayer, en Liniers, entre sus fallos y las responsabilidades de los asistentes tuvo un muy mal arbitraje. Con sus errores fue determinante en el triunfo por 1 a 0, el mismo que coronó a Vélez como el campeón del Clausura 2009. Es cierto que la final tuvo muchos chispazos y factores extraños, como la suspensión por el granizo, la cantidad de gente que se coló en el campo de juego y la poca colaboración de los futbolistas a la hora de las simulaciones y las agresiones. Sin embargo, más allá de algunos aciertos (que los tuvo), cometió errores importantes.

Ya a los 9 minutos del primer tiempo el juez de línea Ricardo Casas le anuló en forma incorrecta un gol a Huracán tras un tiro libre desde la izquierda de Defederico y un cabezazo de Eduardo Domínguez. El defensor central estaba habilitado por Otamendi.

Tuvo aciertos: en esa primera etapa no hubo penal de Goltz a Papa ni tampoco de Eduardo Domínguez a Moralez. Acertó en sancionar el penal de Araujo a Moralez y en no convalidar por posición adelantada un tanto a López.

En la segunda etapa empezó el descontrol. Más allá de que le anuló bien un tanto a Nieto por offside a instancias del línea Hernán Maidana, Brazenas acumuló desaciertos: a los 22 minutos, Otamendi tocó la pelota con la mano y, como ya estaba amonestado, debió ser expulsado. A los 36, hubo un planchazo de Arano sobre Cubero dentro del área. Para el árbitro no fue nada, pero debió cobrar penal y haber expulsado al lateral izquierdo de Huracán.

El gol del triunfo también estuvo viciado de nulidad. Luego del cabezazo de López y antes de la definición de Maxi Moralez hubo una infracción de Larrivey a Monzón (similar a la anterior de Arano a Cubero) y la acción no debió seguir. El balón estaba por quedar en poder del arquero y Larrivey le cometió foul; en ningún momento logró conectar el balón.

Los jugadores de Huracán se fueron de control, le protestaron a Brazenas y el árbitro les repitió: "No hubo foul, no hubo foul; no fue foul".

Hubo un expulsado por doble amarilla (Moralez), por sacarse la camiseta en el festejo, pero en los ocho minutos que adicionó Brazenas debió expulsar a varios más: no había sancionado nada por las reacciones entre Cubero y Arano, pero los agarrones y las provocaciones continuaron. Tras un mano a mano que Monzón le desvió a Larrivey al tiro de esquina, varios futbolistas del Globo se le fueron encima al delantero de Vélez, que recibió varios golpes en la mandíbula y en las orejas.

Al final del partido, cerca de 300 hinchas de Vélez coparon el playón del club, cargaron a los jugadores visitantes y le "agradecieron" al árbitro porque se vieron favorecidos. Algunos hasta acompañaron a Brazenas en la retirada y le gritaron: "Gracias por todo" o "Tenés que ser el árbitro del Mundial". El juez dijo: "La verdad es que no sé la razón por la cual los simpatizantes de Vélez no paraban de decírmelo [muchas gracias], no me doy por aludido. Mi actuación la tengo que analizar con tranquilidad, viendo las jugadas puntuales varias veces por televisión".

Sobre el gol anulado a Domínguez sostuvo que se apoyó en el offside que le marcó el asistente Ricardo Casas y sobre el tanto que le dio a Vélez agregó: "No vi falta previa de Larrivey al arquero Monzón y por eso lo convalidé".

El marco y los protagonistas no lo ayudaron, pero no fue la final que soñó dirigir Brazenas en el Clausura 2009. Al margen de sus aciertos, los errores no permitieron que pasara inadvertido y terminó siendo decisivo en el resultado de la consagración.

10 partidos dirigió Brazenas a Huracán, de los cuales ganó uno (el último ante Central, en Rosario), empató otro y sufrió 8 derrotas.

26 partidos dirigió Brazenas a Vélez, de los cuales ganó 9, empató 10 y perdió 7. Con él como juez, llevaba 8 cotejos sin victorias.

© Publicado el lunes 06/07/2015 por el suplemento deportivo del Cancha Llena del Diario La Nación de la Ciudad Autónoma e Buenos Aires.


sábado, 11 de octubre de 2014

El Huracán del Tiki-Tiki... De Alguna Manera...


El Huracán del Tiki-Tiki...


En Argentina los torneos de fútbol van mutando. En 2009, las ediciones se llamaban Torneo Apertura y Torneo Clausura, con la particularidad de que el Clausura correspondía al primer semestre del año y el Apertura al segundo. Curiosidades del fútbol argentino. Más allá de eso, en el Clausura 2009, apareció un equipo que propuso jugar a otra cosa: el Huracán dirigido técnicamente por Ángel Cappa, un discípulo de César Luis Menotti.

La década de los 90 estuvo signada por un buen nivel de fútbol en la Argentina, producto en relación directa de la economía del país que proponía que 1 peso argentino era igual a 1 dólar americano, algo que después se supo mentira y terminó en el escándalo de 2001. Más allá de eso, la posibilidad de tener una paridad peso/dólar, daba la posibilidad de que jugadores de la talla de Maradona jugasen en la liga local. Y eso aparejaba buen fútbol. En esa década, el dominio absoluto fue de River Plate, ganador de 7 títulos locales, y 2 títulos internacionales. La premisa de aquel River era jugar bien.

Pero hacia finales de los 90 el dominio cambió de mando y pasó al eterno rival: Boca Juniors. La propuesta del Xeneize era diametralmente opuesta a la de River, con la salvedad de que fue más efectiva: entre 1998 y 2009 Boca ganó 7 títulos locales y 11 títulos internacionales. Ese mal juego de Boca dio a pensar en que la especulación era más importante que el juego y, sobre todo, más efectiva. Los equipos se reforzaban en defensa, en mediocampistas aguerridos y delanteros toscos, porque parecía ser la fórmula. El Huracán de Cappa propuso cambiar esto de raíz, casi sin proponérselo.

Ángel Cappa decidió apostar por un fútbol diferente. Aquel Huracán no ganó, pero será siempre recordado”

El Huracán de Cappa jugaba distinto. La prensa deportiva comenzó a hablar entonces de algo que quedó impuesto en el imaginario popular que fue el “Tiki-Tiki”. Un juego que presupone un ida y vuelta con toques cortos y rápidos, con relevamientos constantes. El equipo de Cappa se parecía, por primera vez en muchos años, a un equipo. Fue un faro; algo a lo que aferrarse para pensar que el fútbol argentino podía ser mejor. Que se podía triunfar jugando bien, algo que se había echado por tierra.

Aquel equipo contaba en sus filas con jugadores de la talla de Mario Bolatti, Matías Defederico, Patricio Toranzo y Javier Pastore, entre otros, con la particularidad de que pudo haber sido el momento más alto de todos ellos en forma individual y de Huracán en forma colectiva. La posibilidad de conseguir su segundo título de primera división hacía que sus hinchas se ilusionasen hasta niveles impensados. Pero algo pasó.


En la penúltima fecha Huracán goleó 3 a 0 a Arsenal de Sarandí y Velez Sársfield (su escolta y próximo rival) empató como visitante 1 a 1 con Lanús. El panorama para la fecha 19 encontraba a Huracán primero con 38 puntos y a Velez Sársfield segundo con 37. Debían enfrentarse en Liniers, en la cancha de Velez Sársfield. Los visitantes serían campeones después de 36 años con sólo empatar, pero el partido estuvo plagado de irregularidades.

De movida, en el primer tiempo, Gabriel Brazenas, el árbitro del partido, anuló un gol de Huracán de Eduardo Domínguez por presunta posición adelantada, que nunca existió. 

Pocos minutos después, el propio árbitro cobró un penal a favor de Velez Sársfield que Hernán Rodrigo López, uno de los delanteros del local, malogró ante una gran atajada de Gastón Monzón. El partido fue parejo e incluso Velez Sársfield jugó mejor, pero el empate no se quebraba y el 0 a 0 hacía que Huracán se preparase para gritar campeón. Pero sobre el final del partido, cuando faltaban 7 minutos para el fin, una jugada que se sospechaba intrascendente, hizo que la pelota cayese al corazón del área de Huracán. 

Ante la salida de Monzón, Gastón Larrivey –delantero de Velez y exjugador de Huracán- se estiró con las dos piernas hacia adelante e impactó contra el arquero del visitante. A los ojos de todo el estadio y de la prensa, lo de Larrivey fue una falta. No tuvo intención de jugar la pelota sino de golpear al arquero. Pero Brazenas, nuevamente, confió en su instinto y dejó seguir la jugada. Con el arquero tirado en el suelo, revolcado de dolor, Maximiliano Morález puso el 1 a 0 que consagró campeón a Velez Sársfield, que sepultó una de las últimas ideas de buen fútbol nacidas en el país.

Los medios hablaron de Huracán como Campeón moral. Ángel Cappa fue contundente: “El réferi le regaló el partido a Velez”. Durante el partido la bronca del técnico visitante fue más fuerte: “¡¿Ahora esconden las pelotas, cagones de mierda?!”, protestó en referencia a que los alcanzapelotas del local demoraban cada vez que la pelota salía del terreno de juego.

Lo cierto –y complejo, turbio y extraño- es que Gabriel Brazenas no dirigió nunca más en el fútbol argentino. El campeonato 2009 estuvo –está- teñido de sospechas extrafutbolísticas y lo que pudo haber sido un campeonato memorable para un equipo basado en el trabajo y esfuerzo colectivo no fue más que una –otra más- página oscura en la historia del fútbol argentino. Quedaron y quedarán las suspicacias en torno al resultado final, a los fallos del réferi y, sobre todo, la idea de no saber aún qué conviene más: jugar bien o ganar.


© Escrito por Ignacio Merlo el Jueves 15//05/2014 y publicado por Kaiser Magazine de la Ciudad de Valladolid, España. http://www.kaisermagazine.com



domingo, 6 de julio de 2014

A cinco años del robo a Huracán... De Alguna Manera...


A cinco años del robo del siglo...


El ex entrenador de Huracán evoca la escandalosa final que, hace cinco años exactos, privó al Globo de ganar un campeonato memorable. Afirma ser resultadista, aunque tratando siempre de jugar bien.  Dice que el fútbol argentino es “ventajero, tramposo y corrupto” y que desde la AFA no hay intención alguna de solucionar esta crisis.

Pocas personas en el mundo son capaces de construir mitos duraderos en el tiempo. Se necesitan condiciones originales para que, aunque pasen los años, la obra de un ser humano sea inolvidable. Las grandes gestas, aquellas que ocupan las páginas más perdurables de un libro, requieren audacia y talento. Son momentos en el devenir de la vida reservados, en ocasiones, para protagonistas que no estaban en los cálculos de nadie y que, tal vez por ello, quedan grabados a fuego en la historia.
 
Es lo que sucedió con Angel Cappa y el Club Atlético Huracán en 2009. Entre los primeros días del verano y el final del otoño de aquel año, apenas un semestre, el conjunto de Parque Patricios realizó una campaña memorable jugando un fútbol que a muchos les recordó el de 1973, cuando dirigido por César Luis Menotti ganó el campeonato con un equipo que, integrado entre otros por Brindisi, Babington y Houseman, es considerado uno de los mejores de todos los tiempos en nuestro país. 

El de Cappa no sólo cautivó a sus hinchas sino que los simpatizantes de otros clubes y el periodismo deportivo coincidieron en que el Globo jugó un fútbol excelso. Lo bautizaron el tiki-tiki por su toque, que no era intrascendente: el equipo ganaba, goleaba y gustaba. Todo hacía presumir que el 5 de julio lo coronaría con el campeonato: enfrentaba al escolta Vélez Sársfield de visitante y dos resultados posibles le daban el título. Sin embargo, el destino le tenía preparada una sorpresa desagradable.

Más allá de que no fuera su mejor partido, Huracán se puso rápidamente en ventaja pero ese gol fue anulado por una posición adelantada inexistente. El partido se hizo friccionado y los dos equipos dispusieron sus chances para marcar. Pero a pocos minutos del final, cuando el empate le permitía al Globo festejar un merecido campeonato, Gabriel Brazenas, el árbitro de aquel partido, omitió una grosera infracción al arquero Gastón Monzón que derivó en el gol de Vélez. Hubo una prematura invasión del campo de juego por allegados al equipo local, que no fue sancionada con el descuento correspondiente, y de esta manera el Fortín -un equipo que también había hecho méritos a lo largo del torneo- se quedó con el título. 

El sueño quedaba hecho añicos por culpa de un irresponsable que debía impartir justicia.

A los 67 años, y radicado en España desde hace muchas décadas, Cappa no ha podido digerir ese mal trago. Nada le hará olvidar a esta altura aquella injusticia. En parte por eso, cansado de los abusos del sistema, se siente cada vez más lejos de las canchas. Prefiere disfrutar el verano europeo en compañía de su mujer y sus hijos y comentando partidos para una radio de Madrid. El buzo de director técnico descansa en una percha y probablemente no vuelva a salir del placard.
 
-¿Cómo ha vivido el final de la liga española, con el aparente cambio de paradigma futbolístico? Porque da la sensación de que, más allá de gustos, el Atlético de Madrid es un equipo serio.
-No me gusta el calificativo “serio”, porque a un equipo que tiene otro estilo de juego -más alegre u ofensivo- nunca se lo adjudican. Yo diría que el Atlético es un equipo capaz de competir de igual a igual con cualquier otro desde su enorme autoconfianza, su compromiso colectivo y su lucha inclaudicable. Muy digno y respetable, por cierto. El final de la Liga lo viví con emoción y al final ganó el que tuvo más fe.
 
-La antinomia que en nuestro país divide a hinchas y periodistas entre el pragmatismo y el lirismo, por no decir menottismo y bilardismo, ¿se observa de la misma manera en el resto del mundo o es patrimonio argentino? Por ejemplo, y teniendo en cuenta que usted vive en Madrid, ¿hubo consenso en España acerca del Barcelona de Guardiola o también fue objetado por determinados sectores?
-Esa antinomia proviene de dos interpretaciones totalmente diferentes y hasta opuestas del futbol y no es patrimonio argentino sino que está instalada en todo el mundo. No, no hubo consenso en España sobre el Barcelona de Guardiola, lo que pasa es que los que opinaban y opinan diferente lo respetaban porque tuvo un éxito inigualable. Y lo único que realmente respeta esta sociedad es el éxito.
 
-No obstante las evidentes diferencias de formas, ambas posiciones ideológicas persiguen los mismos objetivos: el resultado. ¿Cuál cree entonces que es la razón por la que muchos reclaman la prescindencia del jogo bonito, del fútbol total, del fútbol champagne o del tiki tiki, como se lo suele llamar, para alcanzar sus logros?
-Siempre lo bueno es mejor y gusta más, salvo para algunos. Jugar bien es la forma más racional de tratar de ganar. Y si se logra jugar bien y ganar es como ganar dos veces, como dijeron varias veces Xavi e Iniesta. Claro que jugar bien es más difícil y es más fácil adherirse a la garra o la lucha. Una vez le pregunté a Cruyff por qué el fútbol que nos gusta a nosotros no tiene tantos adeptos. “Porque hay que saber”, me dijo. Yo me refería a que no muchos entrenadores adoptan esta forma de jugar. Y si alguien pregunta qué es jugar bien es porque quiere fastidiar...
 
-También es cierto que quienes como usted abogan por el fútbol bien jugado no pueden evitar cierto cuestionamiento de quien está parado en la otra vereda. Recuerdo lo mal que la pasaba Menotti cuando iba a La Plata para enfrentar a Estudiantes, fruto de su prédica. Y usted mismo tuvo sus desencuentros con Juan Sebastián Verón, quien en una ocasión le imputó “no haber ganado nada”.
-El desencuentro con Verón fue inventado a partir de declaraciones manipuladas por cierto periodismo que utiliza el recurso del escándalo para vender. Y en cuanto a qué gané o cuánto gané, no pienso entrar en ese debate absurdo. Yo gané y perdí como casi todo el mundo.
 
-Me pongo en abogado del diablo para citarle que los últimos tres equipos que dirigió en la Argentina -Huracán, River y Gimnasia- descendieron al poco tiempo. ¿Se considera partícipe de lo ocurrido o recordar esta coincidencia es una forma de desacreditarlo?
-Entonces tendría que enviarte a mirar los números para ver qué responsabilidad puedo tener yo. Esa patraña infame la empezó un mamarracho que vive de pelearse con las figuras del momento. Y la gente a la cual no le caigo bien, sobre todo de Vélez y Estudiantes, se prendió. Pero tanto ellos como los otros, a los que sí les resulto al menos simpático, saben que es una enorme mentira.
 
-También veo algo incompatible con su espíritu lúdico la manera poco relajada con que vive los partidos. ¿Se ha reprochado esa exaltación, más típica de entrenadores resultadistas?
-En primer lugar te digo que yo soy resultadista. Quiero que mis equipos ganen, aunque jamás renuncio por ese motivo a tratar de jugar bien. En cuanto a ciertas exaltaciones, no me alcanza el tiempo para arrepentirme.
 
-Usted logró darle a Huracán, un club que lleva años padeciendo desgracias futbolísticas e institucionales, una identidad de juego como no tenía desde la década del 70. ¿Fue su máxima creación como director técnico, su obra maestra?
-Sólo quise ser respetuoso con el estilo histórico de Huracán. Fue el equipo con el que más disfruté del fútbol que me gusta. Aun perdiendo, siempre había motivos para salir lleno de fútbol.
 
-Aquel equipo comenzó a gestarse a fines de 2008 y explotó en el torneo siguiente con la incorporación de Mario Bolatti. ¿Usted se vio sorprendido como los hinchas por el nivel de juego alcanzado o fue una meta que se trazó sobre la base de los jugadores con que contaba?
-Te recuerdo que Huracán era un equipo en formación. En el 2008 yo primero respeté a los que estaban jugando ese torneo y ya en el último partido puse a todos los pibes que creía que tenían que formar el futuro plantel. Enseguida vi que había posibilidades, jugadores, para jugar bien. Bolatti fue la pieza que faltaba y Huracán el equipo que necesitaba Bolatti para ser lo que fue.
 
-Se acaban de cumplir cinco años de lo que, para muchos, fue un despojo: el partido final con Vélez, en el que a Huracán le anularon un gol legítimo y sufrió uno viciado de nulidad, entre otras irregularidades. ¿Cómo juzga lo sucedido aquella tarde, cuál es su teoría?
-Tengo indicios suficientes como para sospechar que aquello no fue casual. La AFA no quiso investigar y eso continuará alentando las sospechas.
 
-El árbitro de aquel encuentro, Gabriel Brazenas, no volvió a dirigir ni aparecer públicamente. ¿Piensa que lo suyo fue una torpeza o que hubo intencionalidad?
-No es que lo piense yo. Me lo han dicho en distintos países donde me entrevistaron: ¡fue un robo!
 
-¿Con qué frecuencia recuerda a aquel equipo y lo ocurrido a aquella tarde? ¿Estaba destinado Huracán para algo distinto en caso de haber salido campeón o hubiera sufrido el mismo final? Es decir, su prematuro desguace.
-Aquel equipo lo recuerdo permanentemente. Tengo todos los partidos, menos el último, y los veo de vez en cuando. Yo creo que el desenlace hubiera sido el mismo.
 
-¿Y por qué no guardó el último partido?
-Ese partido no lo quise ver nunca más porque fue un robo y ante ese despojo no puedo evitar la decepción por tanta injusticia impune. No sólo por nosotros -jugadores, cuerpo técnico, médicos, utileros, colaboradores- sino y sobre todo por la gente. ¡De qué forma mafiosa le arrancaron tanta ilusión!
 
-Hace algunos años, desde su blog, impulsaba la creación de una comisión para investigar lo ocurrido en aquel encuentro definitorio. Por supuesto, su idea no prosperó. ¿Cree posible que alguna vez en la Argentina, como sucedió en Italia, se castigue a dirigentes e instituciones que protagonicen hechos de corrupción?
-No, no lo creo. El futbol argentino es ventajero, tramposo y corrupto y desde las altas esferas no hay intención alguna de solucionar ni ése ni ningún otro problema esencial.
 
-Menotti definió a Huracán como “la hermosa excusa que encontró un barrio para ser feliz”. ¿Qué significó en lo personal para usted?
-Vivir el futbol desde la alegría durante seis meses. Disfrutar de cada partido y cada entrenamiento. Estar entre muy buenos jugadores y grandísimas personas. Algún día, por ejemplo, habría que hablar de la calidad humana del Gato Esmerado, un tipo formidable y esencial para que ese equipo haya sido lo que fue.
 
-Leí en un reportaje reciente que se siente cansado del fútbol, que difícilmente vuelva a dirigir. ¿Puede ampliarme sus sensaciones?
-Lo que me cansa es el entorno del fútbol, especialmente en la Argentina.
 
-En caso de que lo llamaran algún día de Huracán, ¿reconsideraría esta postura?
-Huracán es mi lugar en el fútbol, pero el tiempo pasa -como dice Pablo Milanés- y habría que ver. Un abrazo a todos los quemeros.

© Escrito por Marcelo Benini el Sábado 05/07/2014 y publicado por http://www.patriaquemera.com.ar