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domingo, 11 de mayo de 2014

Recuperar el Estado... De Alguna Manera...


Recuperar el Estado...


El escenario preelectoral muestra una creciente disposición al diálogo por parte de partidos políticos, organizaciones sociales y cámaras empresarias, dando lugar a voces que hablan de posibles acuerdos sobre medidas destinadas a resolver los muchos y graves problemas del país. Sin embargo, esos diálogos no hacen suficiente hincapié en la necesidad de revisar el funcionamiento del organismo encargado de que aquellas medidas se hagan realidad: sin un Estado ágil, austero, transparente, eficiente y eficaz, no hay posibilidad de llevar a buen término políticas de Estado.

Hace tiempo que este organismo ha dejado de ser una herramienta al servicio de la comunidad para convertirse en un instrumento de conservación y acumulación de poder al servicio de intereses particulares. Esa apropiación del Estado ha dado lugar a diferentes formas de corrupción: apropiación directa de fondos públicos; negociados con grupos empresarios amigos; acuerdos espurios con sindicatos que comprometen la prestación de servicios básicos, así como el nombramiento de funcionarios públicos atendiendo sólo a objetivos personales o partidarios. Todo lo cual repercute sobre la eficiencia y eficacia de ese Estado.

Estos problemas tienen mucho que ver con la deformación institucional por la cual una sola persona, el presidente de la Nación, al mejor estilo monárquico y acorde con nuestra tradición caudillista, decide por sí y ante sí cómo se utilizan los recursos que se recaudan; aunque esa discrecionalidad también puede observarse en el Legislativo con menor significación relativa.

Urge poner límites a esos abusos a través de una suerte de “Pacto por Argentina” cuyo primer capítulo debe ocuparse de la recuperación del Estado para que funcione como herramienta para la concreción de las políticas sustantivas que se acuerden. Existen ya propuestas que apuntan a terminar con muchos de esos abusos, pero hacen faltan medidas específicas para evitar el daño que produce sobre la eficiencia del Estado la forma en que se reclutan los funcionarios encargados de ponerlo en acción: me refiero a la discrecionalidad en cuanto al número y calidad de los empleados públicos que se nombran sin tener en cuenta las verdaderas necesidades del Estado; distorsión que ha alcanzado niveles alarmantes en años recientes.

Para una recuperación completa del Estado es imprescindible una revisión exhaustiva de la planta de la administración pública a los efectos de determinar el número y las categorías de servidores que efectivamente son necesarios para que cumpla con sus varias funciones. Revisión que deberá ser hecha por una comisión especial, y de la cual surgirá una nómina que será cubierta por concurso público, del que participarán tanto los actuales servidores de la administración como nuevos postulantes; teniendo los antiguos prioridad a igualdad de méritos. Los servidores así elegidos gozarán de estabilidad en el empleo cualesquiera sean sus ideas, pero podrán cesar en sus funciones en razón de que las mismas dejaron de ser parte de los programas de gobierno, o por deficiencias en su desempeño.

Para alcanzar ese objetivo una ley deberá declarar la prescindibilidad de los empleados públicos (como ya ocurrió durante el gobierno de Frondizi y más recientemente en Río Negro), así como modificar el Estatuto del Empleado Público para hacer de ellos verdaderos servidores del Estado y no meros beneficiarios. La misma ley arbitrará los medios para resarcir económicamente a los servidores que deban dejar sus cargos.

Con el mismo espíritu de racionalizar el funcionamiento del Estado otras leyes deberán: 

a) Establecer que las empresas públicas sean manejadas por técnicos nombrados con acuerdo del Congreso por un período de tiempo razonable, pudiendo ser apartados de sus cargos sólo con acuerdo del mismo Congreso; 

b) Evitar los abusos que se cometen con los nombramientos temporarios de funcionarios; 

c) Suprimir las facultades auto-otorgadas por los legisladores para conceder becas y otros beneficios en pago de favores o para hacer proselitismo, así como establecer mecanismos de control en la fijación de sus dietas y gastos abusivos.

© Escrito por Omar Argüello, Domingo 11/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 9 de junio de 2012

¿Cómo es el país de Cristina?... De Alguna Manera...

¿Cómo es el país de Cristina?...


Historiadores y politólogos caracterizan a los gobiernos según la inspiración filosófica de sus actos: las presidencias del último tercio del siglo XIX fueron liberales, con el golpe de 1930 se inició un régimen conservador y autoritario, Perón fue estatista, Frondizi desarrollista, Alfonsín socialdemócrata y Menem neoliberal. ¿Cómo es la Argentina de Cristina?

Ella dirige un país en el que es posible cambiar de sexo o elegir el género con el cual identificarse, pero en el que no se puede comprar dólares o viajar como se quiera sin dar explicaciones. Un país que se sumó a la vanguardia de los que admiten matrimonios entre homosexuales, aunque no favorece la misma libertad para acceder a cualquier libro editado , sin importar dónde haya sido impreso. Un país donde pronto se podrá fumar marihuana libremente y quienes soporten una agonía interminable atada a tratamientos y maquinarias ya no tendrán que excusarse para optar por una muerte digna, pero en el que no se puede acceder a cualquier medicamento que no haya sido fabricado en el país, y se pretende imponer con qué medios hay que informarse.

Mientras que muchas conductas de la vida privada fueron sustraídas a las sanciones de la ley, otras tantas –tan privadas como aquellas– soportan crecientes controles o hasta prohibiciones del Gobierno . Algunos presentan estas maniobras bajo la piel de una supuesta recuperación del rol del Estado. Pero si así fuera, esa intervención implicaría un despliegue de leyes, resoluciones y responsabilidades propias del aparato estatal y lejanas a cualquier arbitrariedad. No parece.

A su vez, la acción del Estado para proteger el bien común es la cara de una moneda cuyo anverso es el control ciudadano sobre sus gobernantes. Pero el Gobierno corre en dirección opuesta: no se aceptan preguntas ni se difunden datos básicos de la gestión –o se malversan–, los organismos de control fueron desactivados o son ignorados, y hasta el Congreso es asemejado con frecuencia a una mera escribanía. Entonces, ¿es Argentina un país liberal, estatista o autoritario? Habrá una respuesta para cada día, o tal vez haya que inventar otra, una nueva palabra suficientemente elástica para contener al gaseoso “modelo”.

© Escrito por Claudio Savoia y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012.