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domingo, 18 de enero de 2015

Un crucigrama distinto… De Alguna Manera...

Un crucigrama distinto…

Cuando llegan las vacaciones, las opciones de entretenimiento son múltiples. Una vez leí que lo mejor que se le puede regalar a un adulto es un día libre. Eso. Libre. Sin ningún compromiso, obligación. Libertad para elegir lo que uno quiera. No es fácil lograrlo y ni siquiera es fácil permitírselo, aun cuando uno tenga la oportunidad de ejercitar ese derecho.
Pero quiero volver al tema del “entretenimiento”. ¿Qué elegir? Históricamente, los medios escritos traen diversas alternativas que permanecen constantes a pesar del paso del tiempo. Por ejemplo, los crucigramas. Hay múltiples variantes pero hay algo que no se modifica: aparece la definición breve de una palabra y habrá que ubicarla en forma horizontal, vertical o lo que fuere, pero lo que uno no siempre detecta es que hace falta “saber” algo, hay que tener un “conocimiento” previo para poder jugar. En definitiva: hay que conocer las palabras.
Hay otros juegos de historia más reciente que no necesitan de ese pre-requisito. Por ejemplo, el Sudoku. Muchas veces me comentan que hay gente que se siente intimidada al ver “tantos números” y le preocupa no entender qué es lo que hay que hacer y siente que es demasiado para ellos. Es preferible buscar el entretenimiento en otro lugar. ¿Para qué hacer un esfuerzo extra en tratar de entender algo cuando lo que uno busca es nada más que “quemar” algunas horas o conseguir un “chicle para el cerebro”?
Tengo buenas noticias: ¡para jugar al Sudoku no hace falta saber nada! No se requiere que una persona conozca “ni siquiera” el significado de algunas palabras (¡y muchísimo menos saber que el “sol egipcio es (o fue) RA”!). Solo se trata de ubicar los nueve dígitos no nulos (1,2,3,4,5,6,7,8 y 9) de una cierta forma, siguiendo ciertos parámetros: hay que ubicarlos a todos sin repetir, una vez por fila, una vez por columna y también en cuadraditos de 3 x 3 que están marcados al efecto. Ah, eso sí: el entretenimiento consiste en “pensar” y descubrir la satisfacción que eso genera. Es una satisfacción distinta que la que uno se procura cuando ve un amanecer o un glaciar o cuando escucha la Quinta Sinfonía de Beethoven o alguna sonata de Chopin, pero uno necesita estar expuesto a ese tipo de belleza para poder disfrutarla también.
Pero estas líneas no están dedicadas a describir y/o promocionar el Sudoku o buscar definiciones de belleza. Tengo en mente proponer algo mucho más pedestre. Mi idea es proponer otro tipo de crucigrama que tampoco necesita de un conocimiento previo. Bueno, me corrijo: sí, hace falta saber multiplicar. Ayuda si uno sabe las tablas de multiplicar pero no es imprescindible tampoco. Es una variante de los crucigramas tradicionales. Me explico.
Fíjese en esta grilla de tres filas por tres columnas.
El objetivo es ubicar los nueve dígitos no nulos, es decir: 1,2,3,4,5,6,7,8, y 9, sin repetir, de manera tal que si uno multiplica los números que aparecen en cada fila, se obtienen los números que figuran a la “derecha” y si uno multiplica los números que aparecen en cada columna, se obtienen los números que figuran “abajo”. ¿Tiene ganas de pensar usted? Verá que es sencillo y entretenido.
Ah, un dato más: la solución es única. Es decir, “hay una única manera de distribuir estos dígitos tal que los resultados son los que se indican a la derecha y arriba”. Ahora le toca a usted. Yo sigo abajo.
Idea para pensar la solución
Hay muchas maneras de abordar el problema... muchas. Yo voy a proponer solamente una de ellas, la que me resultó más cómoda a mí, pero esto no significa que sea ni mejor, ni la más efectiva. Es solo una de las posibles.
Empiezo invitándola/o a pensar en el número 5. De los seis números que figuran escritos antes de empezar a llenar los espacios vacíos, hay solamente dos que son múltiplos de 5: el 45 y el 120. ¿Qué indica esto? Como hay que ubicar al número 5 en alguna parte, cuando multiplique los números que lo acompañen en la fila y columna que yo lo coloque, tendremos que obtener un múltiplo de 5. Luego, esto determina que el número 5 tiene que ir en la segunda fila (ya que 120 es el producto de todos los que figuran allí) y en la primera columna, ya que el 45 es también múltiplo de 5. Y no hay otros múltiplos de cinco salvo el 120 y el 45.
No hemos avanzado mucho, pero ya sabemos que el 5 tiene que ir en donde se cortan la primera columna y la segunda fila, como aparece en la Figura 2.
Ahora ponga su atención en la primera columna de la Figura 2. Como el producto de los tres números que aparecen allí (uno de ellos ya sabemos que es el 5) tiene que resultar 45, eso significa que el producto de los otros dos, tiene que ser 9, ya que al multiplicar los tres tengo que obtener 45. ¿Cuántas formas hay de conseguir nueve al multiplicar dos números enteros positivos? En principio, dos formas: (3 x 3) o (1 x 9).
Seguro que no puede ser (3 x 3), porque los números no se pueden repetir, entonces forzosamente, será el par (1 x 9). Bien, ¿pero dónde va el 1 y donde va el 9?
Si ubicara al 9 en la tercera fila, esto significaría que el número 56 tendría que ser múltiplo de 9... ¡y no lo es! Por lo tanto, el número 9 tiene que ir en la primera fila (y eso es bueno porque el 54 sí que es múltiplo de 9) y al 1 lo ubico en la tercera fila. En consecuencia, tenemos ubicados ya los números en la primera columna, tal como aparecen en la Figura 3.
Con el mismo tipo de idea, en la última fila necesito ubicar al 7 y al 8, ya que esa es la única forma de obtener 56 cuando multiplico dos números enteros positivos. Otra vez, ¿dónde va el 7 y dónde va el 8? (¿Quiere pensar usted en soledad?)
Si ubicáramos el 7 en la tercera columna, el número 144 tendría que ser múltiplo de 7, pero no lo es. Luego, esto determina que el 7 va en la segunda columna y el 8 en la tercera. Los resultados aparecen en la Figura 4.
Ahora el camino es mucho más sencillo. En la segunda columna, sabemos que tienen que ir el 2 y el 4, ya que al multiplicar 2 x 4 x 7 = 56. No sabemos todavía cómo ubicar cada uno de los dos, pero seguro que van allí. Sin embargo, si ubicáramos al 2 en la segunda fila de la segunda columna, fíjese que el producto de los números que figurarían allí tendrían que ser 5 y 2, lo que da 10. Pero el resultado final tiene que ser 120. Eso obligaría a que el dígito de la tercera columna fuera el número 12, y eso no puede ser. Luego, en la segunda fila tiene que ir el número 4 y en la primera, el número 2 (ver Figura 5).
Ahora faltan ubicar el 3 en la primera fila (tercera columna) y el 6 en la segunda fila (también tercera columna) y el problema queda resuelto.
Final
El problema resulta sencillo. Por supuesto que este tipo de “crucigramas” ofrece múltiples variantes y otro tipo de alternativas, pero lo que queda claro, es que no hace falta tener ningún tipo de conocimiento previo. Solo hace falta pensar, proponerse distinto tipo de escenarios, prueba y error, conjeturar... de hecho, es una réplica numérica de lo que uno hace al vivir... ¿No es así? 
© Escrito por Adrian Paenza el domingo 18/01/82015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





sábado, 15 de marzo de 2014

Una cuestión menor… De Alguna Manera...


Una cuestión menor…

Boudou, otra vez en el centro de la polémica. Foto: Gentileza LaNación.com

La acción del oficialismo de quitarle relevancia al sudoku de Amado Boudou guarda coherencia con muchos de sus actos. 

Puede ser eventualmente sencillo calificar de intrascendente el hecho de que el vicepresidente de la Nación esté jugando con un chiche electrónico mientras en la cámara alta del Congreso Nacional el Jefe de Gabinete rinde examen o, en todo caso, da cuenta de lo gestionado. El Gobierno quisiera creer que es irrelevante, o sobre todo y para ser más precisos, el Gobierno quisiera que la sociedad creyese que un Amado Boudou jugando al sudoku, en el Senado, en plena sesión, no es algo relevante. Y en verdad, algo de razón tiene el Gobierno cuando alega que quien juega al sudoku siendo vicepresidente de la Nación en mitad de una sesión importante del Senado, no es algo del otro mundo.


No está del todo errado el Gobierno, porque el mero hecho de haber designado a este sujeto como su candidato a vicepresidente de la Nación, confirmó desde el primer momento la nula importancia que le concedía la presidente Cristina Kirchner a ese cargo. Ya había tenido que lidiar en su primer mandato con un Julio Cobos que le impuso su marido, Néstor Kirchner, quien, al igual que sucede hoy con distintas franjas del kirchnerismo, procuraba quebrar, dividir y fragmentar a la oposición, armando una seudo “concertación”, que de concertación no tenía nada. 

Tras ese fracaso matrimonial estrepitoso con Cobos, la presidente, ya viuda, decidió por su cuenta elegir a uno persona que, según todos los comentarios de los que conocen la interna del Gobierno, le acercaba jovialidad, alegría, eso que suele llamarse “buena onda”. 

Efectivamente, Boudou aparecía como un rockero entrado en años y con algunos kilos de más, pero rockero al fin, siempre sonriente y fanáticamente enamorado del “modelo nacional popular”.

Desde el momento en que Boudou fue consagrado por el dedo presidencial candidato a vicepresidente y luego votado por la sociedad argentina (algo que también debe ser dicho y subrayado, porque tenemos los argentinos la tendencia a decir “¿Quién? ¿Yo, señor? No, señor. Yo no lo voté”. Nadie votó, sabía nada, ni tenía ninguna referencia de quién era Boudou), que esta persona haya llegado a este cargo y aparezca ahora jugando al sudoku en plena sesión, está demostrando que no se equivoca el Gobierno cuando dice que es un asunto irrelevante.

Es irrelevante Boudou, pero, sobre todo, en la mirada del actual gobierno es irrelevante ese cargo para la estructura institucional que ellos han armado.

Así como Boudou es vicepresidente de la Nación, Gerardo Zamora es presidente provisional del Senado, santiagueño que llegó al poder de la mano del radicalismo para, una vez instalado en el gobierno de la provincia norteña, casarse para siempre con el oficialismo. Ya comienzan a llegar denuncias serias y bastante escalofriante sobre designaciones hechas por Zamora. Lo que aúna a Zamora con Boudou es el mismo desprecio por las instituciones, las normas y el orden constitucional  que ocupan los distintos funcionarios en la alternativa de una sucesión presidencial.

Por eso, lo del sudoku es irrelevante para ellos. Porque no tiene importancia lo que denominan “formalidades burguesas”, aún cuando hace dos semanas, la presidente se autocriticó, diciendo que los peronistas históricamente no le habían dado mucha importancia al tema de la democracia. Paradójico, en un movimiento que pivotea sobre su condición mayoritaria, ¿cómo es posible que un movimiento electoralmente mayoritario haya despreciado la democracia?

Impresiona la historieta del sudoku, foto maravillosa que lo sorprende a Boudou jugando con una pantalla de tablet sobre sus muslos, mientras el Senado está sesionando y la oposición atormenta con las mejores armas parlamentarias a Jorge Capitanich. La situación habla de otra enfermedad, cada vez más evidente en el oficialismo: ignoran la potencia de las nuevas tecnologías, con la presencia de herramientas que a través de los pequeños teléfonos inteligentes permiten registrar prácticamente todo.

Ya han tenido varios episodios en donde fueron sorprendidos por esa potencia tecnológica. Recordemos el caso de Juan Cabandié, filmado cuando apretaba a una sencilla policía de tránsito y amenazándola con un “correctivo” por estar “desubicadita”. Hubo otros casos: Mariano Recalde, por ejemplo, hablando en una peronista y diciendo lo que opinaba realmente de las fuerzas opositoras. Todos ellos, jóvenes y no tan jóvenes como Boudou, parecen ignorar que al ser funcionarios públicos de una sociedad compleja como la argentina, están permanentemente expuestos a la mirada de los juguetes electrónicos, que no tienen neutralidad absoluta. En manos apropiadas, las máquinas que graban, registran y acreditan hechos de la vida real, tienen la potencia de mostrar mejor que en mil palabras la verdadera naturaleza de la gente que gobierna.

¿Qué dice, en resumen, la foto de Boudou jugando sudoku en el Senado? 

Dice:
“Me-mato-de-la-risa-del-Congreso. 
No-me-interesa-lo-más-mínimo. 
Soy-una-criatura-del-poder, enancada-en-el-poder-y-atornillada-al-poder, gracias-a-los-que-tienen-poder-y-a-los-que-porque tienen-poder-no-me-van-a-abandonar”.  

El juego parlamentario le es ajeno, porque carece de experiencia, práctica y, sobre todo, de afecto hacia la sociedad abierta y democrática. No necesita escuchar a nadie, ni siquiera para saber cómo le iba en la sesión a su correligionario Jorge Capitanich.

Esta ignorancia va de la mano también de la omnipotencia, hermana pequeña de la impunidad. Creen que esa omnipotencia es un camino a la imposibilidad de que sean algún día convocados para rendir cuentas. Creen que nada les puede pasar. No advierten los peligros. Pueden hacer lo que quieran, mostrarse tal cómo son, sin preocuparse. Esto muestra la foto de Boudou jugando al sudoku en el Senado de la Nación. No es un episodio irrelevante para muchos argentinos que aspiramos a un gobierno más serio, decente y correcto. Pero sí para ellos, porque consideran irrelevante la posición de Boudou. Fue puesto en ese lugar para cuidar la fidelidad a un gobierno vertical y unipersonal como el que hoy tiene la Argentina. Así que “la cuestión menor”, como Capitanich bautizó al caso de Boudou, es ciertamente una cuestión mayor, porque ven a la república y sus instituciones democráticas como una cuestión menor.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Viernes 14/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.