lunes, 17 de agosto de 2015

Entrevista a Enrique Pescarmona… @dealgunamanera...

Enrique Pescarmona: “Habrá que preguntarle a De Vido”...

“Los empresarios, de alguna forma, ayudan a las campañas políticas. Pero una cosa es ayudar y otra es que desaparezca la plata para otros fines.” En su casa de Mendoza. Foto: Emmanuel Rodríguez Villegas

El tema omnipresente son los retornos a los políticos en la obra pública. El empresario habla de su experiencia en Brasil y el ejemplo argentino.

—¿Qué lo dispuso a hablar, siendo un empresario que nunca concede reportajes?
—Lo decidí porque existe un problema de percepción de la sociedad argentina y mendocina del momento difícil que está pasando Impsa después de tantos años de historia. La sociedad tiene que saber la realidad, por lo menos en general, de lo que estamos pensando, de lo que estamos haciendo.

—Comencemos con el desencadenante, que es lo que le pasó en Brasil. ¿Por qué fue a Brasil?
—Siempre tuve la idea de hacer una multinacional argentina que hiciera tecnología de punta, porque creo que nos debemos los argentinos no vender sólo commodities, sino vender tecnología. Y en Mendoza tenemos una cultura, debe ser por nuestros antepasados, de hacer valor agregado. Somos una de las pocas provincias que hace valor agregado porque el vino es un valor agregado. Hay que vestirlo, hay que venderlo, hay que hacerle marketing. Y si se es argentino, o sudaca como dicen por ahí, tiene que hacer la mejor tecnología del mundo o no se la compra nadie, lo cual no deja de ser un desafío importante. Pero esa mejor tecnología depende mucho de los países donde uno puede ser un líder. Después, en el resto del mundo no será un líder, pero puede competir fuertemente.

—Cuando se refiere a un país donde una empresa argentina podría ser un líder, ¿lo dice por Brasil?
—En Brasil en nuestro sector son todas multinacionales. Siendo sudamericano, y con una concepción distinta de lo que hace una multinacional, podíamos tener una integración. Por otro lado, nosotros tenemos un centro de tecnología en la Argentina muy avanzado. Ya nos habíamos hecho muy grandes, facturábamos más de mil millones de dólares por año, ahora estamos mucho más achicados. Y queríamos tener dos centros de tecnología para que estuvieran totalmente interconectados y usaran todas las técnicas modernas de comunicación.

—¿Brasil iba a ser ese segundo centro de tecnología?
—En Brasil estuvo ese segundo centro de tecnología. La decisión de ir a Brasil se produce después de la crisis de 2001 de la Argentina, de la que nosotros salimos rápidamente porque Impsa empezó a trabajar mucho en el exterior, lamentablemente, con poco éxito en la Argentina. Empezamos a trabajar en Brasil, pero además decidimos que no podíamos depender solamente de un producto como la hidroeléctrica, que es muy buena, que conocemos muy bien, hoy la mejor tecnología del mundo hidroeléctrica es la argentina, y teníamos que desarrollar otros sectores. Uno era el eólico, que lo hicimos, y el segundo era el de estabilización de redes eléctricas y smart grids. Son negocios muy tecnológicos, muy de avanzada, muy difíciles de entender para quien no esté en el negocio.

—¿Cuánta dinero invirtió en Brasil?
—Plata nuestra, unos 300 millones, y de otros inversores muchísimo dinero. En total en Brasil invertimos  más de mil millones de dólares.

—Y de los 300 millones de capital propio, ¿cuánto perdió?
—Todo. Perdimos todo.

—¿Qué pasó?
—Siempre uno comete errores. No se puede decir que uno las hace todas bien. El error nuestro fue una percepción errada del Brasil moderno y no nos dimos cuenta de que un grupo de personas podía dar vuelta una situación.

—¿Usted creía que Brasil era un país con un sistema de gobierno más desarrollado? ¿Sobreestimó a Brasil?
—Sí. Tengo un gran aprecio por Brasil, quiero aclarar. Primero, porque tengo dos nietos brasileños. Brasil es un gran país. No tiene la culpa de lo que nos pasó a nosotros. Ni Brasil ni la clase dirigente. Es un pequeño grupo de personas, no es una cosa que se le pueda echar la culpa a Brasil. Volviendo al tema, en 2010, nosotros invertimos en un parque eólico en Santa Catarina, que era uno de los tres más grandes del mundo y el más grande de Sudamérica, en su momento, 1.300 millones de reales, que eran en ese momento…

—Ochocientos millones de dólares.
—Sí. Hicimos un parque eólico extraordinario en menos de un año. Montábamos una máquina por día, 170 máquinas eólicas grandes, y que tenía 230 megas.

—¿Hay en la Argentina algo comparable?
—De esos, no hay ninguno.

—¿Y sumando todos los parques eólicos argentinos?
—Ni así se llega al de Santa Catarina.

—¿Un parque eólico así genera energía equivalente a una represa?
—Sí, claro, 230 megas. La última represa hidroeléctrica que se hizo en la Argentina, en San Juan, eran 170 megas. Esto es del mismo tamaño de Potrerillos, en Mendoza. La energía eólica es una gran energía porque es limpia. Tiene el inconveniente que, cuando no hay viento, no hay energía. Un sector eléctrico no puede estar solamente en un segmento, hay que diversificarlo.

—En la Patagonia siempre hay viento.
—Nosotros tenemos en la Patagonia potencial para un millón de megas. Una locura.


—En ese parque eólico de Santa Catarina, que genera 230 megas, se invirtieron 800 millones de dólares. ¿Cuánto cuesta una represa con igual capacidad de megas?
—Más o menos lo mismo, un poquito más, un poquito menos. Depende de dónde esté y es una alternativa para cuando las aguas bajan.

—Como la reciente sequía en Brasil que dejó sin aguas las represas.
—Brasil tiene una gran ventaja: las lluvias son totalmente opuestas al viento. Cuando hay lluvia, no hay viento; cuando no hay lluvia, hay viento. Y, además, tiene un potencial porque tiene toda la costa de los alisios del noroeste brasileño, y tiene toda la costa que linda con Uruguay.

—Además del de Santa Catarina construyeron  otro parque eólico en el nordeste.
—Hicimos varios. También vendimos equipos, hicimos equipos para nosotros y para terceros.

—¿Los fabricaban en Brasil?
—Sí. Pero los controles los hacíamos en la Argentina.

—Cuando se refiere a un grupo de personas que les dieron vuelta la situación, ¿a quiénes se refiere?
—Creo que fue por un capricho porque no creo que Brasil piense así. Es más, la élite brasileña nos respeta muchísimo a nosotros. Yo estoy muy triste con lo que está pasando en Brasil. Tengo mucho cariño por grandes empresarios brasileños, a los cuales quiero y aprecio por su capacidad. Me tiene mal también esta semana la muerte de un gran mendocino, que era Juan Carlos Mazzón, un gran político, muy serio, un tipo bárbaro. Y, bueno, se nos murió.

—¿Y en el caso de Brasil?
—Me pone triste porque Brasil es un grande, una potencia. Esto lo va a adelantar y lo va a atrasar.

—¿En qué lo va a adelantar y en qué lo va a atrasar?
—Lo va a adelantar en el avance que tiene que tener una sociedad democrática y no una sociedad capitalista, que es el fomento a la competitividad y la competencia. Y en el otro lado, duele mucho que gente que es muy capaz esté pasando la que está pasando.

—Cuando dice gente que es muy capaz, ¿se refiere a personas como Odebrecht y otros proveedores del Estados que están presos?
—Sí, a toda esa gente muy capaz, y a mí me da mucha pena por ellos. Por otro lado, creo que el hecho de que sucedan todas estas cosas tiene dos partes buenas: que la Justicia brasileña es totalmente independiente, no depende del poder de turno, y segundo, que se va a cumplir mucho más la ley. Un país que cumple la ley se convierte en mucho más aburrido, pero se convierte en mucho más rico.

—Pero, más allá de su afecto personal por estas personas, ¿no cree que uno de los problemas que tenía Brasil era la cartelización de todas estas empresas?
—Posiblemente. Nunca entramos en los carteles y, además, nunca nos invitaron. Y si nos hubieran invitado, habríamos dicho que no, porque creo que lo mejor que le puede pasar a un país es tener competencia.

—Entonces, ¿no le parece que esta acción de la Justicia produce todos avances y ningún retroceso?
—Por eso digo que, a largo plazo, para Brasil es muy bueno. Me hace acordar a lo que pasó con los carteles en Estados Unidos en los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial, que las grandes empresas hacían carteles y fueron todos presos. A largo plazo, eso a un país lo hace mucho más seguro jurídicamente, democráticamente, y ayuda a las empresas a que sean competitivas, porque no se puede no ser competitivo.

—Además, esa cartelización de la obra pública era la fuente de sustentación de la plata negra de la política. No sólo es un problema de eficacia económica sino de corrupción política.
—Bueno, en todas las democracias, los empresarios, de alguna forma, ayudan a las campañas políticas. Pero una cosa es ayudar y otra cosa es que desaparezca la plata para otros fines. La verdad es que es muy difícil financiar las campañas políticas que hay en este momento porque cuestan mucho dinero. Y todavía no se ha hecho una ley como para financiar esas campañas. No está reglamentado en la Argentina. En Estados Unidos, creo que el gran avance que hizo Obama fue conseguir que mucha gente le pusiera dinero a través de internet.

Le atribuyen a De Vido decirle: “Vos precisas un socio” a comienzos del kirchnerismo, pero Pescamona no lo confirma. Foto: Emmanuel Rodríguez Villegas

—Además, ni siquiera es para la campaña, en Brasil existía un sistema mensual de recolección que se repartía entre los políticos de todos los partidos financiando la campaña, sino directamente una vida lujosa de los políticos. Al hoy senador Fernando Collor de Mello al allanarle la casa por el caso de Petrobras le encontraron un Ferrari, un Porsche, una Lamborghini.

—Como yo no participé, no le puedo dar fe, pero es evidente que, por lo que dicen todos los periodistas y los diarios, es obvio que sucedía. Nosotros tuvimos mucha suerte. Fuimos a un estado a hacer nuestra fábrica, en Pernambuco, gobernado por un tipo súper serio.

—Quien si su avión no se hubiera caído hoy probablemente sería el presidente.
—Exactamente, Eduardo Campos que, lamentablemente se nos murió en ese accidente trágico. Estuve un día en su casa de campo al lado de la playa con su señora, con la cual tenía cinco chicos. Era una casa súper sencilla. Y la mujer, que era la gobernadora del estado de Pernambuco, con diez millones de votos, me sirvió el café. ¿Qué quiere que le diga? Un tipo extraordinario Eduardo Campos, y con las ideas claras, un político de raza porque su abuelo había sido gobernador. Siempre nos ayudó. Decía: “Enrique, yo estoy contento de que ustedes vengan acá porque han dado trabajo a dos mil personas. Los han sacado de cortar cañas y les han enseñado a hacer industria. Y hoy esa gente tiene un salario digno y puede vivir bien y además tienen un salario constante que les permite comprarse un auto. Además, son dos mil puestos de trabajo directos, pero son otros cinco mil, siete mil, diez mil personas indirectas a las que les están dando trabajo”.

—Cuando dice “Tuvimos mucha suerte”, se refiere a que perdió 300 millones de dólares, pero se salvó de estar preso como muchos de los empresarios de obra pública de Brasil que pagaron coimas a los políticos.
—Pero no estoy preso, y eso tiene sus ventajas. Yo digo que a los empresarios creativos, cuando nos va mal y después inventamos otra, y salimos adelante, y nos reinventamos. En este mundo tan competitivo, hay que reinventarse cada 10 años, esté en el rubro que esté. Si no, se extingue. Es como la supervivencia de las especies.

—No hubo muchas inversiones argentinas de capital propio de 300 millones de dólares y, en total, de mil millones fuera del país. ¿Fue una de las inversiones argentinas en el extranjero más importantes?
—En su momento, fue la primera. Después, cuando Techint compra Usiminas, pasamos a ser los segundos. Y, además, estábamos haciendo tecnología en Brasil.

—Imagino que otro de los motivos que lo impulsan a conceder este reportaje ahora es que también acaba de ganar un juicio en Brasil.
—Sí. Una sentencia en primera instancia nos dio la razón en todo sentido. Es contundente y condena a Electrobras y a Aneel.

—¿Qué es Aneel? Electrobras, su nombre es explícito, es la compañía nacional de electricidad de Brasil.
—La más grande de Latinoamérica, lejos. La Argentina produce en total 24 mil megas, y Brasil tiene 120 mil.

—Seis veces más, la misma relación del producto bruto.
—Y de los 120 mil que tiene Brasil, Electrobras tiene más del 50%. Aneel es la entidad regulatoria, que es la que tendría que haber regulado este sistema y que no lo quiso hacer, y por eso la condenan también. Hoy le estamos reclamando judicialmente a Electrobras más de mil millones de reales, que va a ayudar a nuestros acreedores.

—Aproximadamente 300 millones de dólares.
—Va a ser bastante más porque primero, yo creo que el real está overshooted, me parece que es un real de una presidenta que tiene poca credibilidad. Como nos pasó a nosotros en el año 2001, que el dólar valía cuatro pesos y estábamos en uno. Devaluamos un 300, 400%, y después se revaluó el peso argentino.

—También pasó cuando Lula asumió la primera presidencia y el dólar llegó a costar cuatro reales, y hace dos años bajó hasta 1,60. ¿Vio la nota de tapa de “Veja” de hace tres semanas, titulada “Cada vez más cerca” de Dilma, por las acusaciones de corrupción al Nº1 de Electrobras, Valter Cardeal, desde hace más de treinta años amigo de la presidenta y para algunos hasta ex pareja?
—No. Estaba en Malasia.

—Pero Valter Cardeal debería ser la persona responsable de que su empresa colapsara en Brasil y que conecta el escándalo de corrupción de Petrobras con el de Electrobras.
—Es lo que dicen todos.

—Concretamente, ¿atribuye usted haber perdido 300 millones de dólares en Brasil a este sistema de corrupción que privilegiaba a aquellos empresarios que eran parte de la cartelización y castigaba a los que no lo eran?

—Perdón, quiero aclarar, porque una golondrina no hace el verano. Una persona que haga mal las cosas no quiere decir que el país haga mal las cosas. No quiero entrar en esa polémica de decir que...

—¿A alguna de las empresas brasileñas proveedoras de obra pública que hoy están procesadas por corrupción le dejaron de pagar o cancelaron unilateralmente los contratos como la suya?
—No. Todas cobraban. A los únicos que no le pagaron fue a nosotros. Eso contesta su pregunta. No quiero elucubrar sobre el tema, pero lo cierto es que a la única inversión que que no le pagaron la energía por tres años, fue a nosotros. Y, además, nos quisieron rescindir el contrato a pesar de estar firmado, y nos querían poner también una multa de cuatro mil millones de reales. Habíamos invertido 1.500 millones de reales y nos querían poner una multa de cuatro mil millones de reales. Cuando fui a hablar con la gente con la que podía hacerlo en Electrobras, que es gente muy bien, me dijeron: “Enrique, no tenés más remedio que ir a la Justicia”. Incluso uno de nuestros ejecutivos, que, lamentablemente, por la situación de Brasil lo hemos perdido, que era muy bueno, José Luis Menghini, fue a hablar con el presidente de Electrobras y le dijo: “Usted va a ganar, pero tiene que ir a la Justicia”. Pero ir a la Justicia significa que nosotros dejamos de cobrar tres años la energía, y eso es lo que nos mató porque fueron 250 millones de dólares que no cobramos y nos sacó. Y digo que cometimos algunos errores porque a la empresa de energía la capitalizamos nosotros.

—¿Confió de más? ¿Tener una segunda Impsa en Brasil lo enamoró?
—Exactamente. Cuando uno se enamora de las cosas o de las mujeres, está complicado.

—¿Y cómo afecta a su empresa en la Argentina?
—En la Argentina también hemos tenido algunos encontronazos porque no hemos conseguido trabajo. Si no consigue trabajo, es como un diario que no se vende: no es sustentable. Lamentablemente, no pudimos convencer, por culpa nuestra, que nosotros podíamos hacer los proyectos. Hemos tenido un par de proyectos, fundamentalmente en la parte nuclear, de los cuales estamos muy orgullosos. Impsa Argentina tiene que pasar el proceso de arreglar con sus acreedores. Estamos en eso, estamos trabajando muy fuerte para llegar a un acuerdo que sea sustentable para la compañía. Pero Impsa Argentina, con un poco de suerte, y con ayuda de la sociedad, y con el nuevo gobierno, estamos seguros de que vamos a tener nuevos trabajos en el área nuestra. Bueno, ya la tenemos en marcha a la empresa. La crisis fuerte, que bajamos de dos mil personas acá en la Argentina, a 900 o 950 ya pasó. Hoy la tenemos estabilizada. Es una empresa que funciona, que está fabricando.

—¿Impsa Argentina no corre riesgos?
—La empresa tiene todo para salir para adelante y, lo más importante, es que la gente nos está acompañando, porque en estas empresas de tecnología, lo más importante es no perder el core tecnológico.

—Que son las personas.
—Tenemos 300, 400 personas de un nivel internacional, lo mejor que existe. Esa gente que está pasándola mal porque hemos podido aumentar un poco los sueldos, nos sigue acompañando porque le encanta ser ingeniero. Yo soy mejor ingeniero que empresario, para decírtelo claramente. A mí me entusiasma la ingeniería, y me sigue entusiasmando. Me encanta cuando voy a la empresa y me encuentro que estamos haciendo una ecuación con 120 millones de incógnitas, que hay muy pocos lugares en el mundo que son capaces de hacer una ecuación así, y la estamos haciendo en Mendoza con nuestros ingenieros. Parece mentira. Es extraordinario que les pueda decir: “Miércoles, estamos al tope del mundo”. Solamente ecuaciones con mayor grado de libertad que ésa son las de las tormentas atmosféricas, así que ya se da cuenta lo que es poder modelar una estructura de ese tamaño.

—Se conoce que Impsa ha vendido tecnología argentina en muchos países...
—Nosotros nos fuimos al exterior hace muchos años. El primer trabajo que hicimos afuera fue en Ecuador.

—Pero lo de Brasil fue distinto. No era hacer una represa sino construir otra Impsa en Brasil.
—Claro, era otra Impsa.


—Y contó que la decisión la tomó tras la crisis de 2001 cuando en la Argentina había menos trabajo. Pero de 2004 en adelante, la Argentina se recuperó.
—Exactamente.

—Y hubo muchas obras, e Impsa no las hacía.
—No pudimos convencer al gobierno de turno de hacerlas.

“Soy mejor ingeniero que empresario, la ingeniería me sigue entusiasmando. Me encanta cuando voy a la empresa y me encuentro que estamos haciendo una ecuación con 120 millones de incógnitas, que hay muy pocos lugares en el mundo que son capaces de hacer una ecuación así.” Foto: Emmanuel Rodríguez Villegas

—De Vicenzo decía que tenía más suerte cuanto más entrenaba. ¿Podría, inversamente, decir que no tener suerte debía obedecer a algo?
—Hay que estudiar el pasado porque el pasado ayuda a comprender los errores que se han cometido, o que te han hecho cometer. Pero el futuro es lo que importa, porque el futuro lo puedo modelar. El pasado, no. Ya pasó.

—Una revista de historia en Francia, sostiene en su campaña publicitaria que “la única forma de conocer el futuro es entendiendo el pasado”.
—Exactamente.

—¿Impsa es la empresa con más experiencia en tecnología hidroeléctrica?
—Seguro.

—¿Y cómo puede ser que se aprobó la construcción de varias represas a lo largo de los últimos doce años, e Impsa no ganó ninguna?
—Ganamos algunas. Incluso tuvimos adjudicaciones pasadas por la Legislatura correspondiente, contratos.

—¿Y qué pasó después?
—Nos los rescindieron.

—¿Y esas represas cuáles fueron?
—Las del Sur.

—Que finalmente se volvieron a licitar.
—Sí. Las ganaron los chinos.

—No sólo los chinos, en cada represa hay siempre un socio argentino.
—La tecnología es totalmente china, los bulones se traen de China, todo se trae de China porque hay financiamiento chino. Cuando un país que exporta da financiamiento, es para...

—Pero hay socios locales.
—Sí.

—Entonces, ¿por qué el socio local no es Impsa?
—No sé por qué. Todavía no me lo explico. Cuando llegó la hora de tener que, por una razón política o económica, darle las presas de Piedra del Aguila a los rusos (N.d.R.: en 1985), el gobierno de turno nos ayudó a negociar con los rusos para que nosotros hiciéramos, junto con ellos, la tecnología y las máquinas. E hicimos Piedra del Aguila con los rusos. En este caso se podría haber hecho lo mismo, pero no se ha hecho.

—Lo hicieron con Electroingeniería.
—Electroingeniería es una gran empresa argentina, pero que no tiene el know-how de presas ni de la parte hidroeléctrica.

—Repasemos las represas que se hicieron en los últimos 12 años, o que se aprobaron para hacer. Comencemos por Néstor Kirchner-Cepernic, que ustedes habían ganado dos veces.
—Esta es la más grande de todas: 1.800 megas.

—¿Las dos veces lo anularon?
—La primera vez cambiaron las condiciones del pliego para que hubiera un poco de financiamiento. La segunda vez, nosotros nos presentamos y ganamos, con un financiamiento de la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) y de los socios que estábamos. La segunda vez que nos adjudicaron, pasó por la Legislatura, fue aprobado y después inicialamos el contrato y, un año y 14 meses después, se rescindió ese contrato.

—Antes de pasar a las próximas empresas, ¿es cierto que los chinos que van a fabricar esa represa comparten con Impsa en Malasia represas en la misma cuenca hídrica?
—Nosotros hicimos una represa en Malasia, que es Bakun. Cuatro máquinas hicimos nosotros, de 350 megas, son máquinas grandes, que funcionan perfectamente, y las otras máquinas que hizo otro competidor nuestro internacional no andan bien, están en reparación desde hace tres años.

—¿Ese competidor es la misma empresa china de la represa Kirchner-Cepernic?
—No, los chinos han hecho otra represa aguas abajo y las informaciones periodísticas  dicen que han tenido problemas serios de calidad.

—Ese es un caso. ¿Qué otras represas importantes se hicieron en la Argentina en los últimos años?
—La más importante, la de San Juan, que la financió el Estado Nacional y trajeron los equipos de Rusia.

—¿Y cuál fue el socio local?
—Techint.

—¿Cuáles más?
—Otra que se está por hacer es Chihuido (N. de la R.: sobre el río Neuquén). Nosotros salimos primeros en precio. Se la adjudicaron a los rusos.


—¿Quién es el socio local?
—Eduardo Eurnekian.

—Entiendo que Techint es una gran empresa.
—Extraordinaria. Es la empresa más importante de la Argentina.

—Pero no tiene especialización en turbinas hidroeléctricas.
—No, pero tiene especialización en grandes obras.

—Pero no en turbinas. ¿La única que tiene la especialización es Impsa?
—Exactamente.

—En una, entra una empresa que no es la más especializada en turbinas. En la otra, un destacado empresario, como Eduardo Eurnekian, pero que no tiene ninguna especialización en turbinas. En la otra entra Electroingeniería, que es una empresa importante, pero no de turbinas, sino de tendido de redes, si no entiendo mal.
—Sí, de líneas eléctricas.

—Y la única empresa argentina que fabrica turbinas hidroeléctricas, gana las licitaciones, después las anulan por alguna razón. Me parece que mala suerte tres veces no podía haber.
—No sé. Habría que preguntarle al arquitecto De Vido por qué tomaron esa decisión.

—Una versión periodística le atribuye a De Vido haberle dicho a usted durante una comida al comienzo del kirchnerismo. “Vos necesitabas un socio”. ¿Fue así?
—Eso lo dicen los periodistas.

—¿Le pasó en la Argentina, aunque de otra manera, lo mismo que en Brasil?
—No sé. No quiero elucubrar sobre lo que podría haber pasado en otras situaciones porque hay que pensar en el futuro. Estamos en el momento del cambio de gobierno, estamos en elecciones, yo creo que estamos empezando a entender la democracia. Va a haber un cambio de gobierno positivo para el país porque, en cualquier caso, se van a mejorar muchas cosas.

—Cuando dice que es mejor ingeniero que empresario, ¿quiere decir que no sabe cómo hacer el lobby correcto en sistemas políticos populistas?
—Porque, por ejemplo, ninguna máquina que hemos hecho nosotros se ha roto, o, si ha tenido fallas, son menores. Y si la empresa está complicada en este momento es culpa de que no soy tan buen empresario.

—¿Qué habilidad es la que le faltaría?
—Es una buena pregunta, y tendríamos que pensarla entre nosotros porque en este momento no la puedo... Es una buena pregunta para ver, para estudiar los errores que hemos hecho que hagan que no somos tan buenos empresarios como ingenieros. Hemos sido grandes empresarios hasta que nos pegó este golpazo de...

—Para que la Argentina mejore también es necesario que haya una clase empresaria pujante. Tratar de entender qué es lo que hace que en la Argentina a grandes emprendedores no les vaya lo suficientemente bien, es un problema que trasciende a los individuos y corregir las causas es importante para el país.
—Cuando yo era joven teníamos dos empresas que estaban entre las cien grandes de Fortune, entre ellas Bunge y Born. Era un orgullo para los argentinos una empresa como ésa, porque llevaba la bandera argentina. Hoy, Colombia tiene muchas más empresas multinacionales que la Argentina. Y eso es, primero, por los desbarajustes que hemos tenido económicamente; segundo, por no tener moneda, y tercero, porque la globalización es la que ayuda a que el país se integre al mundo. El agro argentino está integrado, nosotros estábamos integrados al mundo, Techint está integrado al mundo, Arcor está integrado al mundo. Y no muchos más. Después tenemos todas estas empresas tecnológicas informáticas, que también se han integrado al mundo y que son exitosísimas.

—Ahora, casi como señal de cambio de ciclo político, el Director de Relaciones Institucionales de Arcor, Adrián Kaufmann Brea, pasa a presidir la UIA. Pero a lo largo de los últimos años, hubo una actitud antiempresaria desde el Gobierno. Usted presidió IDEA en su momento, y creo recordar que le trajo algunos problemas.
—Fue difícil. Especialmente el coloquio…


—De Mar del Plata.
—Yo era presidente de IDEA, pero el presidente del coloquio era Alfredo Coto, un empresario que tuvo algunos problemas.

—Fue por decir que las previsiones de inflación para 2006 eran del 12%.
—Es un gran empresario Alfredo Coto, compite contra las multinacionales, contra Carrefour que está mucho más capitalizada, contra las chilenas, que son grandes empresas, pero que tienen el mercado de capitales a su favor en Chile, que nosotros no lo tenemos.

Cartelización. “Nunca nos invitaron. Y si nos hubieran invitado, habríamos dicho que no, porque lo mejor para un país es la competencia.” Foto: Emmanuel Rodríguez Villegas

—Haber sido presidente de IDEA le trajo dolores de cabeza.
—Sí.

—¿Y estar en AEA?
—Un poco menos, pero también me trajo.

—¿No ve una relación entre que no ganaba ninguna represa y que participaba de estas organizaciones empresarias?
—Puede ser. No sé si hay causa y efecto, pero no hay ninguna duda que puede haber tenido algo que ver. Hay otros que están también en las organizaciones empresarias y les va bien.

—A lo mejor no dependen de que les compre el Estado. ¿Después de que lo secuestraran usted se fue a vivir a Estados Unidos?
—Sí. Admiro mucho a los Estados Unidos. Hoy es una economía que funciona, y funciona creando empleo, que, al final, es lo que importa.

—¿Vivió en Pittsburgh?
—Sí. Fuimos a Pittsburgh después del secuestro porque la Argentina estaba complicada y hacía rato que jorobaba Lucy (su mujer y para muchos la más inteligente de la familia) para que nos fuéramos.

—Estamos hablando de 1985.
—Sí. Nos fuimos a Estados Unidos. Yo me quería ir al Asia, porque me parecía que el futuro era Asia, que no me equivoqué, y ella no quería que yo me fuera, nadie quería que me fuera tan lejos porque después, para volver, son 48 horas, y además la diferencia de horarios, entonces, bueno, finalmente negociamos y quedamos que nos íbamos a Pittsburgh. ¿Y por qué Pittsburg? Porque nosotros en Pittsburgh tenemos una compañía chiquita que se llama Impsa International, que hace trading, que ahora hemos tenido que achicar por razones obvias.

—Pero además porque Pittsburg era una ciudad atravesada por la ingeniería desde que Carnegie descubre que se podían construir edificios con acero, e inventa los rascacielos.
—Los rascacielos hechos de acero. El edificio de la U.S. Steel, que ya no es más de la U.S. Steel, en su momento fue el edificio más grande del mundo por el Cor-Ten que tenía. Tiene más de cien pisos.

—¿Mucho antes también vivió en Europa siendo uno de los primeros argentinos en hacer un máster en negocios en el exterior?
—Aprendí mucho en el IS en España en 1967.

—Cuando no era muy común.
—No.

—Ni que los empresarios argentinos mandaran a sus hijos a estudiar al exterior, ni mucho menos que hicieran un máster.
—Tuve la suerte de hacer un máster en economía y dirección de empresas, y me tocó en la época del cambio de España, y vi todo eso. Cuando llegué a España, la Argentina tenía cuatro veces más PBI que España. Ahora es al contrario. Yo tengo 72, me recibí  de ingeniero a los 22; máster, a los 24.

—Tuvo una formación internacionalista que no tienen la mayoría de los empresarios argentinos de su generación.
—Pero yo estudié siempre en escuelas estatales. Escuela primaria General Manuel Belgrano; perito mercantil, en la Escuela de Comercio Martín Zapata; ingeniero electromecánico, Universidad Nacional de Cuyo. Hice los primeros tres años de ingeniería civil y después me gustaba más la mecánica y me cambié. Soy ingeniero electromecánico. Pero es la misma ingeniería porque es la ingeniería de los nerds, de los tipos medio extraños. Yo era un sapo. Mi mujer me cambió. Reconozco que ella primero me cambió el look, porque no me importaba el look.

—Lo llevo por el camino de su formación internacionalista porque....
—Yo soy un tipo preparado, sin ninguna duda. Además, creo que soy un economista. Antes era un ingeniero nerd, ahora soy un ingeniero generalista. Antes sabía mucho más de empresaria o técnica que lo que sé ahora, y sabía economía porque me la enseñaron. La aprendí porque quería saber economía, y en el IS teníamos grandes economistas. Y grandes financistas, además. Uno de los profesores que nos enseñó finanzas fue Rafael Termes, que fue el presidente de la Asociación Bancaria de España. Los españoles siempre tuvieron grandes bancos.

—... siguiendo ese razonamiento: ¿no cree que ése es el problema? ¿Qué le vaya mejor en Malasia, en Vietnam o en Estados Unidos que en Brasil o en la Argentina, porque el ecosistema de negocios para el que está más preparado es uno donde las reglas se cumplen?
—No se puede decir eso porque los brasileños tienen grandes empresas internacionales.

—Bueno, quite Brasil y deje la Argentina.
—Acá no puede decir nada de Techint, de Arcor. Yo creo que nosotros tuvimos un mal momento.

—Arcor no depende de mercados regulados por el Estado.
—Quizá el problema nuestro es que nuestros negocios están muy regulados por el Estado.

—Por la política.
—Por la política. Ese es el problema que podemos tener nosotros.

—Y Techint es una empresa que hoy es más extranjera que argentina.
—Obvio. Acá fabrican cuatro millones de toneladas, y en el resto del mundo, treinta.

—Y podríamos decir que la familia Rocca es más italiana que argentina. De hecho, en la revista “Forbes”, Rocca figura como italiano.
—Hay que ver quiénes son los que mandan. Y los ejecutivos en Techint son argentinos, y son grandes ejecutivos porque no somos tan tontos los argentinos para manejar las cosas.

—Y parece no ser una excepción que les vaya mejor afuera.
—Mire el vuelco que ha dado YPF. Es un argentino el que la está manejando. Lo podrán criticar, pero el tipo está haciendo un buen trabajo. Es cierto que está ayudado por las condiciones que antes no las tenía, pero también ha aprovechado las condiciones.

En un reportaje que hace muchos años le hice al dueño del principal banco argentino, a Jorge Brito, le pregunté por qué él no había enviado sus hijos a estudiar al exterior. Y él me respondió: “Porque las cosas que les enseñan en las universidades norteamericanas no sirven para la Argentina”.
—Puede ser que tenga razón.

—¿Hay algo que no le haya preguntado que quiera agregar?
—Que estoy muy contento de haber tenido esta charla porque ha sido muy franca, muy directa, me ha dado algunas ideas para estudiar, lo cual es muy bueno. Siempre cuando uno habla con gente inteligente aprende algo. Me dejó una pica enfrente que la tengo que empezar a pensar en mis noches productivas de insomnio, que son muchas, porque nosotros trabajamos 24 horas. Incluso cuando dormimos seguimos pensando. Yo me despierto todos los días a las 3 de la mañana y, entre las 3 y las 4, pienso, y después me vuelvo a dormir. Y cuando el despelote es muy grande, no me duermo más.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 16/08/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 





  

domingo, 16 de agosto de 2015

Nueva Chicago 3 vs. Huracán 0... @dealgunamanera...

Derrota frente a Nueva Chicago en Mataderos…


Huracán perdió esta tarde por tres a cero frente a Nueva Chicago por la vigésima fecha del Torneo de Primera División en condición de visitante.

Los tantos del elenco local los convirtieron Mauricio Carrasco a los cuatro minutos de juego y en la segunda etapa, a los cincuenta y seis minutos, Lucas Bandunciel. Minutos más tarde, a los setenta y nueve, Alejandro Gagliardi convirtió el tercero para los de Mataderos.

Nueva Chicago: 3

Alejandro Sánchez; Marcos Galarza, Abel Masuero, Nicolás Sainz, Mauricio Arias; Alejandro Gagliardi, Matías Vera, Damián Lemos, Fernando De La Fuente; Lucas Baldunciel, Mauricio Carrasco. DT: Rubén Forestello.

Huracán: 0

Matías Giordano; José San Román, Martín Nervo, Eduardo Domínguez, Luciano Balbi; Mauro Bogado, Federico Vismara; Agustín Torassa, Patricio Toranzo, Cristian Espinoza; Ramón Ábila. DT: Néstor Apuzzo

Cambios: Alejandro Romero Gamarra por Patricio Toranzo y Ezequiel Miralles por Luciano Balbi.

Amonestados: Mauricio Arias, Matías Vera (NCh); Federico Vismara (H).

Goles: 4′ Mauricio Carrasco (NCh); 56′ Lucas Baldunciel (NCh); 79′ Alejandro Gagliardi (NCh)

Estadio: República de Mataderos

Árbitro: Luis Alvarez

© Escrito el sábado 15/08/2015 y publicado por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán.

Club Atlético Huracán: www.cahuracan.com



La opinión del hincha...

Mientras se jugaba el segundo tiempo de la goleada de Chicago frente a nosotros, me vino a la mente una pequeña historia que me ocurrió hace algunos años: yo tenía un almacén y en los supermercados mayoristas me hice amigo de un colega, que la tenía difícil ya que frente a su local tenía un competidor y en la esquina otro.

Para colmo de males, al tiempo le inauguran un supermercado a metros de su almacén. Sabiendo de su estado lo fui a visitar, para tratar de darle ánimo. Y me encuentro con mi amigo que, reflexivo, me dice: “ya tenía problemas pero ahora no sé cómo encarar lo que viene”. Viendo a Huracán esa historia me vino a la mente. Los problemas nos “tapaban” en este campeonato pero que el último de la tabla, casi condenado, sin haber ganado jamás y que hace rato que piensa en la B, te gane con goleada, me hace pensar que no sé cómo encarar lo que viene.

Seguramente Apuzzo en estos momentos debe estar despidiéndose del plantel.

Casi con seguridad los dirigentes deben estará pensando a quien traer. Pero yo pregunto: ¿no será tarde? ¿Cómo se hace para salir de esta situación?

Este plantel varias veces tocó fondo pero con esfuerzo y una gran dosis de suerte siempre se sobrepuso. Esta vuelta viene muy jodida la mano.

Huracán salió a jugar esta final como si supiera el resultado de antemano. Es como que ellos mismos se hubieran desconectado los cables que los ataban a la vida. Es una situación muy triste ya que los nombres que integran al equipo no daban dudas que la posición en la tabla iba a ser otra. Pero la realidad nos pasó a todos por encima y nos deja así, como estamos.

Si llega a haber novedades espero que sean acordes al momento que nos toca vivir y que se traiga un profesional que sepa lo que está haciendo y lo que deberá levantar.

En cuanto a nosotros, llegó el momento en el que solo queda apoyar. No sirve de nada el insulto, la agresión ni nada. Solo sirve ir para adelante porque lo que viene no es quedar afuera de una copa o perder con cualquiera. Es descender en un torneo de 30 equipos. Y no podemos permitir eso. Tenemos que tragar saliva y alentar. Y el que se siente en el banco de suplentes va a ser mejor que Cappa y que los que se ponen la camiseta de Huracán son mejores que el Barcelona.

No nos queda otra, Quemeros.

Saludos Quemeros.

© Escrito por Carlos Biondi y publicado en Patria Quemera el sábado 15/08/2015.





Homenaje a Agustín Mario Cejas del Club Atlético Huracán (1975)


sábado, 15 de agosto de 2015

Agustín Mario Cejas: Q.E.P.D. @dealgunamanera...

Tristeza en Fútbol Argentino: falleció Agustín Mario Cejas…

Agustín Mario Cejas en el Cilindro de Avellaneda.

Murió Agustín Mario Cejas, uno de los emblemas del Racing de José. El arquero falleció esta madrugada a los 70 años

Llora el corazón académico por el fallecimiento de Agustín Mario Cejas, el fantástico arquero de Racing que ya había quedado inmortalizado por la conquista de la Copa Intercontinental de 1967. Aquel 4 de noviembre, en el Estadio Centenario, frente al Celtic de Escocia, Cejas resultó el garante del arco del equipo de José, capítulo de colección en la historia del fútbol argentino. En la madrugada de ayer, este fabuloso guardián dijo adiós a los 70 años, jaqueado por el mal de Alzheimer.

Con 334 partidos con la casaca albiceleste en torneos locales, es el hombre que más veces defendió los colores de Racing. Ya retirado de las canchas, fue entrenador en 1984, durante el único paso del club por el ascenso, cargo al que tuvo que renunciar por una intimidación de los barrabravas a su hija Lorena. Y en 2000 fue designado secretario técnico por la síndico Liliana Ripoll, durante aquel proceso de quiebra tan traumático para la entidad.


Cejas también jugó en el Santos de Pelé (1970-1974; "Descanse en paz, muralla argentina", lo homenajeó ayer el club brasileño en Twitter), Huracán (1975), Gremio (1976) y tuvo su última etapa como futbolista en River, en 1981. Pero su desvelo fue siempre Racing. En noviembre de 1997, cuando ya habían pasado 31 años sin vueltas olímpicas en las canchas argentinas -esas que más se sienten-, y 30 años del aquel primer título mundial, Cejas decía: "Siempre voy a la cancha y veo una gran presión que desequilibra a los jugadores. Están muy nerviosos, y cuando uno está así parece que hasta la pelota se pone nerviosa. Pero soy optimista. No sé cuándo, pero sé que Racing va a salir de ésto".

De aquel plateísta pasó a involucrarse desde adentro en la problemática de la entidad, donde tuvo que lidiar desde la secretaría técnica con un sinnúmero de inconvenientes administrativos y con barrabravas, en la peor época institucional. Una ironía: los últimos esfuerzos que le dedicó a Racing tuvieron muy poco que ver con los primeros, los de su juventud, cuando volaba de palo a palo y hacía escuela. Pero más tarde se dio el gusto de ver a Racing campeón dos veces más en los certámenes domésticos: aquel equipo de Mostaza Merlo en 2001 y la formación de Diego Cocca a fines de 2014.

El nombre de Cejas volvió a las canchas en los últimos tiempos. Fue en febrero de este año, cuando ovacionaron a Sebastián Saja en el Cilindro de Avellaneda ante Rosario Central, por un récord de imbatibilidad en Racing que no fue. Erróneamente, el reloj electrónico marcó que el Chino había alcanzado la marca a los 587 minutos, cuando en realidad, Cejas había estado sin recibir goles durante 666 minutos entre 1965 y 1966.

La racha del arquero comenzó con los 49 minutos del empate 1-1 ante Ferro en la 13» fecha del campeonato de 1965. Ese año encadenó otros 31 minutos en la victoria 3-1 ante River. Ese día ingresó por Luis Carrizo. A esos dos períodos se adicionaron los 586 que logró de un tirón en 1966, hasta que el peruano Miguel Loayza lo batió en la séptima fecha del torneo de ese año, en el empate 1-1 entre Racing y River.

Más allá del dato estadístico, el recuerdo sigue latente entre los compañeros de su ruta gloriosa. Juan José Pizzuti, de 88 años, campeón como jugador en 1958 y 1961, y artífice del "equipo de José" que ganó todo en 1966/67, lamentó la pérdida: "El fallecimiento de Agustín es una gran pérdida, no sólo en la historia de Racing, también del fútbol argentino. Fue un arquero completo, como Rogelio Domínguez", le dijo a la agencia Télam.

Humberto "Bocha" Maschio, de 82 años, campeón y goleador del seleccionado argentino que se llevó en el Sudamericano de Lima 57 y cerebro del conjunto de Pizzuti, lo recordó con admiración: "Cejas fue un arquero ganador; además, expuso su gran temperamento".

Roberto Perfumo, 72 años, crack de todos los tiempos y hoy periodista, evocó al gran arquero: "Agustín tuvo un momento futbolístico en el que parecía casi imbatible. Contra Independiente, en el Metro de 1970, se necesitaron tres penales para vencerlo, cuando Humberto Dellacasa hizo ejecutar la pena tres veces".

Además, Oscar Martín, 78 años, capitán de Racing del 66 y amigo del arquero fallecido, reconoció: "Todo el universo racinguista sabía de la enfermedad irreversible que padecía Agustín. Es un gran dolor, era el más joven de todos nosotros".

Cejas, que en 1969 atajó en las eliminatorias para el seleccionado, que no cumplió el objetivo de clasificarse al Mundial de México 70, había nacido el 22 de marzo de 1945 en Buenos Aires y se formó en las divisiones inferiores de Racing. Debutó en primera división con apenas 17 años, el 17 de noviembre de 1962, en un partido en el que Racing goleó a Chacarita 7 a 3 por la 26a fecha.


Un comunicado de la entidad dejó constancia del dolor: "Es el deseo de Víctor Blanco (Presidente) y de la Comisión Directiva que el pueblo académico ubique para siempre en las páginas de gloria de la institución a semejante ídolo".

© Publicado el sábado 15/08/2015 por Cancha Llena, Suplemento Deportivo del Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  

Volver a Malvinas… @dealgunamanera...

Volver a Malvinas…

Cada vez que Miguel Anderfurhn vuelve a Malvinas toca el himno nacional con el acordeón de su bisabuelo, quien peleó en la Primera Guerra Mundial. Foto: José Supera

Algunos regresan todos los años, otros lo hacen por primera vez. Un viaje a las islas junto a un grupo de ex combatientes, una experiencia única que es también una forma de renacer.

Del blanco de esta hoja a la arena blanca y limpia con la que empieza todo esto, una playa de aguas cristalinas que a la vista puede ser una de esas playas paradisíacas de publicidad, pero no, nada de eso, en la costa corre un frío que tiene el poder del hielo, y el viento, el viento es filoso y áspero, y por momentos parece querer cortar la piel, pero igual, el ex combatiente José Luis Aparicio hace lo que viene a hacer casi todos los años desde que volvió por primera vez a Malvinas en 2006. Se saca la campera de nieve y los guantes, la remera térmica y hasta los borceguíes, se queda apenas en calzoncillos. Desnudo de ropa, pero también de muchas cosas más. Sufriendo como ellos. Sintiendo el frío en la piel y en la carne, y en el alma. Su ritual de hace años. Su bautismo, que lo hace nacer y renacer, con el que les rinde también homenaje a los compañeros caídos en el hundimiento del Belgrano. "Hago esto para sentir por un segundo el frío que sintieron esos chicos antes de morir." Y entonces corre por la playa. No importa el frío ni el tiempo. Corre y corre, y sus pies chapotean, hace un paso, dos, se deja caer, se hunde y su cuerpo se envuelve de agua helada. José Luis nace una vez más: como lo hace cada vez que vuelve a Malvinas.

Volver. Esa es la palabra que trato de descifrar en esta nota. Por qué volvemos a esos lugares que duelen, que nos hicieron mal. Quizás enfrentando el dolor, volviéndolo a vivir, logremos entenderlo. O quizá no es entender la palabra. No. La palabra es revivir. Volver para pararse en un mismo lugar y decir acá estoy, acá estuve, soy esto, porque soy lo que fui.

Ellos vuelven todos los años a Malvinas. Como si tuvieran que volver al dolor para que no duela tanto.

Los integrantes del centro de ex combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata vuelven todo el tiempo a las islas. Algunos, en época de invierno. Otros, en septiembre, octubre, cuando el clima malvinero está un poco más apto, menos violento.

Algunos lo hacen por primera vez.

Y acá empieza esta historia.

Llegar a las Islas…

Regresar a ese núcleo que late, que duele, que supura cosas desde adentro tuyo: ese tuyo que quiere decir todos nosotros.

Volver a Malvinas no es fácil, sobre todo la primera vez. Ya en el aeropuerto uno les veía las caras, una ansiedad serena, contenida dentro de sus cuerpos. El trayecto del vuelo comercial chileno de Río Gallegos a las Malvinas dura poco más de una hora. Llegamos a una base militar, Mount Pleasant. El clima es congelante y despiadado. Cielo y tierra son desolación. Llegamos a una base militar, llena de hangares, aviones, misiles, radares, llena de violencia y justificaciones, y de miedos. Un soldado nos custodia ni bien bajamos del avión. Los ex combatientes del Cecim La Plata que vuelven esta vez son 11. Cuatro por primera vez. Y también por primera vez en la historia vuelve una mujer ex combatiente: Norma Ethel Navarro. Enfermera. Ella, volviendo 32 años después. Volviendo, a su propia tierra de dolor. Nos alojamos en dos casas de Puerto Argentino. O Port Stanley. La sensación de un pueblo fantasma, respirar inexistencia, aire helado y solitario, casas que parecen no guardar habitantes.

Nos vienen a buscar dos camionetas. Próximo destino: cementerio de Darwin.

La Bahía del Silencio…

"Lo que me impactaba era la expresión que tenían en los ojos esos chicos". Foto: José Supera

Después de varias horas de viaje en dos 4 x 4, después de cruzar ríos de piedra y zonas minadas, después de animales huesudos y solitarios, encontramos el recinto que encierra todas las cruces blancas, las paredes de piedra con los nombres de todos nuestros soldados caídos. Ernesto Alonso es uno de los ex combatientes que más viajes a Malvinas tiene en su haber. Cada vez que vuelve le duele. Ahora se queda unos segundos en la tumba de uno de sus amigos. En silencio. Arrodillado. Tratando de entender. Por qué otro y no él. Después se levanta y le doy un abrazo, y con un nudo en la garganta me dice que "todos estos amigos nuestros que están aquí, hoy estarían vivos. Viviendo la vida que les hubiera tocado. Ellos dieron todo. Venimos a rendir homenaje acá, y estamos para reafirmar que todas las tumbas que tienen cuerpos NN, que están acá como soldado solo conocido por Dios, tienen que ser reconocidos, para tener su historia, su lugar, para no ser olvidados".

Después de un rato, entre las cruces blancas, perdida en un tiempo que no es tiempo, la encuentro a Norma, la única mujer en el grupo. En sus ojos y en su voz hay desolación, como si el ambiente terminara por pegársele a uno en el cuerpo. "Estando acá se siente una desazón muy grande." Se queda en silencio. Repite el mismo concepto: "Una sensación de desazón". Y otra vez hace silencio, pero se repone y vuelve. "Había visto unas fotos de este cementerio, había visto los rosarios colgados de las cruces. Ahora no están. No hay nada. Sólo cruces. Se siente una tristeza muy grande estando acá. Llevo piedras para una amiga del Chaco que me pidió, ella tiene a su hermano acá, pero como soldado solo conocido por Dios. Ver las lápidas que dicen eso da mucha impotencia, no saber dónde están enterrados nuestros chicos."

El cementerio tiene el tamaño de una manzana y todos los compañeros se fueron dispersando entre las cruces, dividiendo sus dolores. Entonces el viento me trae algo más que desesperanza. Música. Dulce y cálida. De acordeón. A lo lejos y parado sobre un monte lo veo. Con su instrumento, con toda la fuerza, con la energía que destila su personalidad. El ex combatiente Miguel Ruso Anderfurhn. Descendiente de italianos. Alto y rubio y de hombros anchos. Su bisabuelo estuvo peleando en la Primera Guerra Mundial. La tradición del acordeón fue pasando de generación en generación en su familia. Su bisabuelo tocó alguna vez para alejar el silencio de la locura, ese que llega después de la guerra. Hoy Miguel está en la isla que lo marcó para siempre. Y está tocando el Himno, parado sobre el mismo monte donde lo hizo las veces que volvió a las islas, y todos sus compañeros cantan el Himno junto a él, y todos están jurando, jurando por una cosa que los une y los ata, y los lleva por encima de un dolor que todavía parecen no entender: están jurando con gloria morir.

Volver al Monte Longdon…

Llanuras, montes y laderas para un recorrido que es mucho más que un ritual. Foto: José Supera

El monte Longdon fue uno de los últimos lugares en caer y donde se registró la mayor cantidad de bajas argentinas. Uno camina en ese monte y ve marcas todo el tiempo. Agujeros en la tierra que fueron bombas. Chatarra oxidada. Zapatos. Pero qué marcas son las que quedan en nosotros. Qué marcas quedan en el suelo de nuestra propia existencia. Acá no existe el tiempo. Es como si todo volviera a repetirse. Los agujeros en la tierra son morteros que siguen estallando. Las esquirlas siguen traspasando nuestra carne. "Acá no existen los días", me dice alguno de los excombatientes, mientras caminamos durante horas por los montes, en busca de las posiciones donde estuvieron por meses. "Acá sólo existen los restos de las cosas que ves, y nada más."

Carlos Daniel Chicho Amato pertenecía al Regimiento 7. Era encargado de manejar el radar de detección de movimiento. Había aprendido a usarlo unos días antes de salir a Malvinas. Me cuenta su historia en la misma trinchera en la que estuvo hace 32 años, en el mismo Monte Longdon, donde fue la gran batalla, donde los ingleses los rodearon y ya nada se pudo hacer. "Fue a fines de mayo. Nos llamó un segundo jefe. Estaban viendo a los ingleses con prismáticos. Entonces empezamos a monitorear el posible avance inglés. Claramente nos lo comimos. Yo había visto en el detector unas manchas nuevas, algo que no había visto antes. Se lo informé a mi jefe. Me dijo que eran ramas, viento, que no pasaba nada. Volví a ver esas manchas en el radar y le volví a decir a mi jefe. Y nada. Esa misma noche nos atacaron. Eran como 700 tipos. Fue la parte más jodida de la guerra ésa, donde tuvimos la mayor cantidad de bajas, un desastre. Y ahí mismo nos tomaron prisioneros. Fue difícil porque tuvimos que enterrar a nuestros propios muertos."

Carlos está excitado. Hace unos minutos escarbó donde estaba su posición y encontró su cuchara y algunas municiones. Pero dejemos de escarbar la tierra. Escarbemos el propio interior de Carlos Chicho Amato, sepamos qué se siente volver después de tanto tiempo: "Me siento un poco raro. Como alejado de todo y a la vez, cerca. Siempre me había resistido al viaje. Pero si vuelvo es porque lo hago con dos amigos míos que también vuelven por primera vez. Recuerdo que cuando estábamos acá, no veía colores, sino todo gris. Pasé por cosas que me hicieron mal después de la guerra. Pero después fue como que lo borré, es como si no sintiera nada. Siempre había estado en la organización de los viajes de otros ex combatientes. Les armaba todo, los despedía, pero nunca me animaba a venir: siempre me molestó bastante ir a un lugar que es nuestro y tener que presentar el pasaporte. Había prometido que no iba a venir. Pero esta vez se decidieron Mario y Sergio, que también venían por primera vez. Supongo que pude volver porque tengo dónde apoyarme en el dolor, porque no estoy solo".

Cuenta Sergio Isaia, otro de los ex combatientes que vuelve por primera vez: "Recuerdo la voz de mi hermano llegándome en el medio de la oscuridad". Estamos en el lugar donde combatió su hermano. Hay una placa que pusieron hace varios años. Hace unos segundos le rindió homenaje a su manera. Se quebró. Pero ahora está más entero. Sabe que cumplió con lo que tenía que cumplir. "Yo había viajado junto a él en el mismo avión. En las islas estuvimos en compañías diferentes, pero como los dos éramos operadores de radio, durante todas las noches nos comunicábamos para ver cómo estábamos. La idea fue siempre volver con él a las islas. Pero mi hermano falleció por una enfermedad hace varios años. Hoy sé que estoy volviendo con él. Pero también vuelvo con mis amigos, y eso me ayuda a soportar mejor este viaje, que es un viaje que hacemos, de alguna forma, también a nuestro interior."

La Primera Mujer…

En los comienzos de la guerra se habían solicitado instrumentadoras quirúrgicas para ir a las islas, a Puerto Argentino. Norma Navarro tenía miedo. Miedo de que la guerra llegara al continente. Quería colaborar de la forma que fuese. Entonces fue y se ofreció. Al instante la aceptaron. "Después del día que me aceptaron junto a tres chicas más, al día siguiente salimos desde Buenos Aires hasta Río Gallegos. Al rompehielos Almirante Irizar llegamos en helicóptero. Había sido convertido en buque hospital. Nuestra tarea era colaborar con los médicos en lo que se pudiera. Se había decidido que nos quedásemos en el buque, porque cabía la posibilidad de que si estábamos en tierra podíamos ser tomadas prisioneras." Respecto del trabajo que tenía que realizar todos los días, cuenta que "estaba en quirófano, aunque en realidad no teníamos una tarea definida. Venían con esquirlas de bombas, heridas en el abdomen. Hubo alguien que llegó en estado muy crítico, hicimos lo que pudimos durante muchas horas, pero falleció. Fue el único fallecido que me tocó ver. Hay cosas que me quedaron grabadas. No me impactaban los heridos, porque yo ya venía con la experiencia del hospital: lo que me impactaba era la expresión que tenían en los ojos esos chicos. Era como verles el alma, una mirada repleta de desolación, como si la guerra estuviera contenida en las pupilas". Pero si algo no puede olvidar Norma es la noche del 13 de junio, según ella, lo más duro que le tocó ver. "En un momento dado salí a cubierta con un tripulante. Recuerdo que estábamos cerca de la costa y se podían ver las casitas con techos de colores. Todo se veía iluminado de un lado y de otro, iluminado por las explosiones de colores amarillo y naranja, de bengalas que caían, lanchas que pasaban, era como una película, algo dantesco pasando frente a mí, una película espectacular y horrible. Y la desesperante sensación de que allá a lo lejos había gente muriéndose y no podías hacer nada." Le pregunto qué le dejó volver acá. Estamos en una montaña, el viento y la nieve arrecian. Mira hacia el horizonte. Parece recordar. "Estar acá es algo que te marca, porque aunque vos no veas más a las personas con las que estuviste ligada en ese momento de la guerra, una siente que sigue unida a través del tiempo, aunque nunca más los vuelva a ver."

Reflexiones y Renacimientos…

Recuerdos que aún perduran de la guerra en las islas. Foto: José Supera

Hay alguien que mientras recorremos montes y laderas se mantiene serio, por momentos alejado del grupo, por momentos reflexivo y silencioso, como si hubiera una batalla adentro suyo, como si todo se tratara de una guerra que se libra en los confines de nuestros sentimientos.

Mario Volpe se desempeñaba en la Compañía C. Al principio hacía de apuntador con un cañón, pero después le quedó como responsabilidad la parte de la enfermería. Ahora estamos en un alto de la travesía que supone recorrer los montes cercanos a Puerto Argentino. Mario acaba de encontrar la posición de un amigo suyo, Calvo, que era el encargado de la Compañía A. "Este lugar para mí es muy importante. Acá tuve la suerte de renacer, acá mismo fui herido." Suspira. Le cuesta seguir, pero sigue. "Veníamos replegándonos, ya habían tomado el Logdon y fuimos atacados y bombardeados. Llegamos entonces adonde se encontraba la Compañía A. Desde el lugar donde estábamos veíamos explosiones a 150 metros, a 100 metros, a 50. En un momento, siento que los silbidos de las bombas venían y pegaban adelante nuestro, y fue un segundo, pero sentí las esquirlas entrando en mi cuerpo, creo que caí unos metros. Un compañero me ayudó a levantarme. Sentía un dolor fuerte. Las esquirlas habían perforado mi pulmón y fracturado la escápula, entre otras cosas. La sangre no paraba de salirme de la espalda. Sentía toda la espalda mojada. Pensé que no tenía más posibilidades. Pero otros compañeros me ayudaron. Y llegamos caminando, al límite de mi fuerza, para que me atendieran en la Compañía Comando: ellos no podían hacer mucho. No había chances. O sí. Tenía que ir al pueblo. Como pudiera. Bajé la loma y encontré que venía una camioneta Dogde de la Marina llena de heridos. Me senté como pude. Llegué al hospital y ahí mismo lograron operarme." Le pregunto qué es lo que le pasa por adentro estando ahí. "Cuando uno camina por acá y siente el frío y el cansancio, de golpe, se mezcla esa cosa atemporal, como si el 82 se repitiera una y otra vez, como si todavía estuviera atrapado acá en las islas. La tristeza, la desazón, todo se repite acá adentro. Es como si el tiempo no hubiera pasado. Estar acá es revivir. Pero revivir aquel momento. A pesar de los 32 años que pasaron, uno no logra despegarse de las sensaciones: el frío, el suelo, el viento. El tiempo no puede despegarnos de las cosas. La sensación de que los años no hubieran pasado, la misma sensación de soledad, la incertidumbre. Es la primera vez que vuelvo a Malvinas, pero desde el año 82, regreso todos los días con sus noches."

Llenarse de Energía… 

Ernesto Beto Alonso era uno de los 800 soldados que conformaron el Regimiento de Infantería 7 y al que le tocó estar en el monte Longdon. Después de visitar el lugar donde estaba su trinchera, confiesa: "Volver a Malvinas me llena de energía; en los viajes que realicé después del 82 me ayudó a comprender más sobre este conflicto que data desde 1833, cuando nos fueron usurpadas; de entender qué paso en el conflicto de 1982, entender que efectivamente la decisión de la dictadura fue una aventura bélica que nos alejó de Malvinas, entender cada día más cuáles son las razones de la usurpación y la importancia geoestratégica que tienen las islas, y además, no olvidar a los que quedaron, a nuestros amigos, los verdaderos héroes" .

Carlos Tolomeo sintió "como si hubiese estado caminando en el aire, suspendido", cuando explotó la bomba a sus espaldas. Y lo cuenta al lado de su cañón, que ahora está oxidado y clavado en el suelo. "Mientras huíamos del ataque inglés, sentimos las ondas expansivas. Mi función era apuntador con el cañón. Hacía unos minutos había realizado dos disparos. Al tercero se trabó la vaina. Ellos se acercaban. Tuvimos que retirarnos. Corrimos y ahí fue que sentimos la bomba explotando detrás de nosotros, la onda expansiva tirándonos." Carlos señala los lugares donde estaban todas las posiciones. A lo lejos se ve el río Murrell. Desde ahí venían los ingleses. "Siempre que hemos podido volver hemos vuelto. Y hoy, a 32 años de que nuestros compañeros ofrendaran sus vidas, queremos brindarles nuestro homenaje, con este vino." Tolomeo descorcha una botella. Es ritual que beban todos los ex combatientes allí presente. El resto del vino lo echan a la tierra. Para los que quedaron. Después aplauden y se abrazan, hasta que Rubén Franzcunaz les dice a todos que encontró algo que sobresale de la tierra, cerca de la posición en la que se encontraba Carlos. Todos se mueven hacia el lugar. Carlos va primero. Apoya las rodillas sobre la tierra. Alguien le pasa una palita de jardinería. La usa poco, se olvida de la palita. Empieza a excavar con sus manos. Sus manos se llenan de tierra y de pasado.

Se ve la tela camuflada. Sus manos sacan la tierra cada vez más rápido. La tierra de sus manos se limpia con las lágrimas que caen de sus ojos. A nadie de los que estamos ahí se le cruza por la cabeza acercarse a ayudarlo. Es algo que tiene que desenterrar solo. Raíces y tela y tierra. "Esto era parte de mi uniforme", dice. Y nadie de los que está ahí dice nada. "Esto es parte de lo que somos, lo que queda enterrado acá para siempre, somos nosotros."

Juntarse para Contenerse…

El Centro de Ex combatientes Islas Malvinas, más conocido como el Cecim La Plata, fue ideado por algunos jóvenes soldados estando todavía en las islas. "Queríamos tener una voz, una voz que se escuchara, porque nos habían llevado sin preparación ni armamento, y estando allá pasamos hambre y hasta fuimos torturados", asegura Ernesto Alonso, que hoy es uno de los pilares fundamentales del centro. "Cuando estábamos allá veníamos charlando la idea de juntarnos y hacer algo que nos uniera a todos." Ahora el que habla es Mario Volpe, actual presidente del centro que sirve para seguir la lucha de la causa Malvinas, pero también para debatir y contenerse, y cenar todos los martes. De la cocina se encarga el ex combatiente José Chiquito Zarzoso, que en esas noches deleita a los más de cuarenta ex combatientes que llegan para pasar un buen rato entre ese grupo de amigos que se fue afianzando con el tiempo.

© Escrito por José Supera el domingo 21/09/2015 en el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.