domingo, 31 de agosto de 2014

Las cosas por su nombre... De Alguna Manera...


No insistan, Cristina no es abogada...

Tal vez no sea un tema de coyuntura, pero me parece relevante por demás. No solo porque se trata de un tópico que involucra a la presidenta de la Nación, sino además porque implica un delito penal, tipificado en el artículo 247 del Código de marras.


Tiene que ver con el supuesto título de abogada de Cristina Kirchner, del cual, mal que le pese a más de uno, la mandataria carece.

No solamente no existe constancia alguna de que la presidenta se haya recibido alguna vez, sino que además existen elementos que indican que jamás obtuvo su diploma de abogada.

Las fuentes a ese respecto, abundan. Entre otros, quienes admiten que Cristina nunca se recibió están: el ex vicegobernador de Santa Cruz, Eduardo Arnold; el abogado Domingo Zárate —ex socio de Néstor Kirchner—; el periodista Daniel Gatti; el abogado Rafael Flores, y el referente radical Jorge Vanossi. Este último fue incluso profesor de la Presidenta en la facultad y jura no recordar que se haya recibido.

A su vez, desde la Universidad Nacional de La Plata, hay fuentes que juran lo mismo: que la jefa de Estado nunca finalizó sus estudios.

La historia es harto conocida allí: Cristina estudió hasta marzo de 1976 y, luego del golpe militar escapó con Néstor Kirchner a Santa Cruz. Para ese momento, ni siquiera había hecho la mitad de la carrera.

La hoy presidenta asegura que volvió un día de 1979 de incógnito y dio todas las materias juntas, algo ciertamente insólito. Más aún si se tiene en cuenta que la fecha maratónica en la que asegura que terminó de cursar fue un domingo.

El único documento que se conoce hasta el día de hoy que podría probar que Cristina se recibió, es la ficha de entrega de título que aportó la Universidad de La Plata a este y otros periodistas y que puede verse en Internet. Sin embargo, el papel tiene una curiosa adulteración en dos ítems relevantes: el documento de identidad y el nombre de quien se ha graduado.

No lo dice quien escribe estas líneas, sino expertos en caligrafía, quienes confirmaron que la ficha en realidad pertenece a un tal Valentín Olmos. De más está decir que este último confirmó que el documento en realidad era el suyo y que lo habían "truchado".

Avancemos… voy a leer algo que publicó diario Perfil en octubre de 2012, textual: "Una abogada que en 1979 compartió el Pensionado María Auxiliadora en La Plata con María Cristina Kirchner, la desconocida hermana menor de Néstor y Alicia, contó a Perfil que a mediados de ese año Cristina Kirchner le confió que a la novia de su hermano, Cristina Elisabet, 'le faltaban varias materias para terminar la carrera". Varias materias, en plural. Y dicho por la hermana de Néstor.

Hay muchos más elementos que podrían traerse a colación, pero esta columna sería interminable. Baste para coronar las sospechas que la hoy presidenta ostenta un evidente desconocimiento del derecho más básico. Recuerdo aún cuando, a fines de agosto de 2010, en el marco de la discusión por el expediente Papel Prensa —que dicho sea de paso culminó en un verdadero papelón— Cristina confundió media docena de veces la palabra "sindicación" con "sindicalización". Es solo uno de los tantos ejemplos de su ignorancia en materia judicial.

Insisto en mencionar la importancia de que la mandataria no esté diplomada, no solo porque configura un grave delito penal, sino además porque argumentó ante alumnos de Harvard que el crecimiento exorbitante de su fortuna se debió a su trabajo como "abogada exitosa".

Ergo, si no fue de esa manera, ¿cómo hizo Cristina para que su patrimonio creciera 3.540% en apenas ocho años? ¿Habrá que mirar acaso hacia la figura de personajes como Lázaro Báez y Cristóbal López? ¿Se entenderá ese salto patrimonial en los hechos de corrupción que ostentan funcionarios de su gobierno?

Hace más de siete años ofrecí 10 mil dólares a cualquier persona que pudiera mostrarme una copia de la foto de graduación de Cristina. Nunca nadie intentó hacerse con ese dinero, aún cuando muchos hurgaron por cielo y tierra para hacerse con esa instantánea.

Cómo sea, si a alguno le interesa ganarse ese puñado de dólares, sepa que el desafío sigue en pie.

© Texto del editorial pronunciado por Christian Sanz en su programa "Políticamente Incorrecto" de MDZ Radio. Publicado el Sábado 30/08/2014 por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Piedra, papel o tijera... De Alguna Manera...


Piedra, papel o tijera para tres…


Siempre tuve la curiosidad por entender cómo se trasladan los cuentos, las historias, los chistes, los juegos, no sólo de generación en generación, sino también atravesando las distintas culturas. Naturalmente, uno tiene una respuesta muy fácil a mano: turistas, inmigrantes, viajeros, pergaminos, libros, imprenta, películas, videos, internet, etc., etc... De acuerdo. Pero al mismo tiempo, yo me he sorprendido varias veces en distintos países del mundo contando un cuento... algo así como una historia con un final que me parecía local, o de características más latinas (por elegir un ejemplo) y sorprenderme con que en el lugar en donde yo la estaba contando ya se conocía alguna versión “adaptada”.

Pero, ¿por qué esta introducción? Es que hay un juego muy particular al que yo he visto jugar desde que era niño (y eso sucedió hace muchísimo... muchísimo tiempo) en donde se decidía quién se quedaba con algún objeto o quién tenía que barrer o levantar los platos de la mesa... (y usted agregue acá lo que quiera). ¿Qué juego? Bien.. “¡Piedra, papel o tijera!”

Estoy casi seguro de que usted escuchó hablar de él, pero en todo caso escribo acá una versión abreviada. Suponga que hay dos personas que tienen que dirimir algo (no importa qué). Uno siempre puede lanzar una moneda al aire, por supuesto, o encontrar algún otro método. Pero también es posible decidirlo de la siguiente forma: cada una de las dos personas cierra el puño y hace un gesto como si estuviera por golpear arriba de una mesa tres veces consecutivas. La diferencia está que a la tercera vez, puede optar por una de estas tres situaciones:

a). Abre la mano y la deja extendida.

b). Muestra el índice y el dedo mayor de esa mano extendidos (como formando una letra V, pero horizontal).

c). Deja el puño cerrado.

Con el primer gesto, uno trata de representar un papel.

Con el segundo, una tijera.

Con el último, trata de simbolizar una piedra.

Lo interesante del juego es que no hay una forma de ganar en el 100 por ciento de los casos, sino que las reglas son:

1). La piedra rompe la tijera (y por ende, gana), pero pierde frente al papel (que la envuelve).

2). La tijera corta al papel (y le gana), pero pierde frente a la piedra que rompe la tijera.

3). El papel pierde frente a la tijera (que lo corta), pero gana frente a la piedra (a la que envuelve, como quedó dicho más arriba).

En el caso de que los dos participantes exhiban lo mismo, entonces se declara un empate transitorio, y vuelven a jugar hasta que los dos muestren dos objetos distintos.

Es un juego bien elemental y que se viene jugando desde hace siglos... y no crea que pongo la palabra “siglos” en forma inadvertida, sino que la/lo invito a que –si tiene mucho tiempo sin ocupar– bucee en Internet, y verá que hay registros de que se jugaba a “piedra, papel o tijera” desde por lo menos el siglo XVII.

No interesa ahora tampoco que el juego sirve para dilucidar situaciones que viven niños en Sudamérica, así como en Italia, España o Inglaterra, pero también en Estados Unidos y Japón.

Y acá paro con el tema de piedra, papel o tijera, por lo menos en el caso que involucra a dos personas. La pregunta que tengo para hacer tiene que ver con tratar de elaborar una estrategia que permita decidir qué hacer en el caso de tres personas. ¿Cómo ampliar las reglas del juego que involucra a dos personas cuando se agrega un participante más? ¿Qué hacer? ¿Cómo elaborar una estrategia para decidir algo entre tres personas, usando el mismo juego de piedra, papel o tijera en forma justa?

Esta parte ahora se la dejo a usted. Yo sigo más abajo.

Una forma de resolver el problema

Una idea puede ser la siguiente: en principio, juegan dos de las tres personas involucradas. 

Juegan al juego normal. Si alguno de los dos resulta ganador, se terminó el juego: ganó ella (o él).

Como usted advirtió más arriba, podría producirse un empate (si los dos que están jugando mostraran el mismo objeto). En ese caso, se declara ganadora a la persona que no participó del juego, y estaba mirando desde afuera.

La pregunta que surge naturalmente es la siguiente: ¿tienen todos las mismas chances de ganar? Porque es muy fácil de entender la solución que yo propuse, pero, ¿cómo hacer para corroborar que ninguno de los tres tiene alguna ventaja o desventaja?

Para eso, es bueno observar la siguiente tabla (o matriz de 3 x 3):

Si usted cuenta los casos favorables para cada jugador, advertirá que todos tienen tres posibilidades de ganar (sobre los nueve resultados posibles). Eso significa que la probabilidad de éxito es la misma para cada uno de ellos.

Y eso contesta la pregunta. No sé si será útil dilucidar situaciones de la vida cotidiana jugando a piedra, papel o tijera, pero no deja de ser curioso que uno pueda ampliar el juego a tres participantes en lugar de dos 1).

1). Eso sí: psicológicamente, ¿aceptará una persona “ganar” o “perder” sin poder participar? 

Pero esa ya es otra historia.


© Escrito por Adrián Paenza el Domingo 31/08/2014 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Contame un Cuento ¿Querés?... De Alguna Manera...


“No hay nada más activo que un chico quieto escuchando un cuento”…


Ana Padovani. Docente, psicóloga y actriz La biografía de un chico y de una sociedad entera se construye sobre mitos y narraciones. Sin imaginación no se crece ni se producen cambios sociales, dice la entrevistada.

Narrar, contar una historia es un arte. Y atender, seguir los hilos, hundirse en el relato es una experiencia intensa para un chico. La imaginación, la definición de preferencias, la exploración personal, las consideraciones de lo bueno y lo injusto se van tejiendo con las voces que sostienen las historias. Para Ana Padovani, reconocida especialista en este delicado arte, se trata de advertir que la constitución de un individuo está íntimamente ligada con la narración. Para ella la narración es inherente al individuo y un sujeto se construye a sí mismo a partir de un relato de su vida.

¿Cómo se aproximan los chicos a la narración? ¿Por los padres?
 Para los chicos es natural acercarse a la narración. Leerles o narrarles una historia, aun cuando estén lejos de comprender íntegramente el relato, va tejiendo su psiquismo. En la medida en que los padres son las figuras de identificación, todo lo que hacen o proponen sirve como modelo y estímulo. Por lo tanto, ellos deberían ser los primeros en ejercer esta práctica. La escuela también trabaja para la formación del niño y continuará, en el mejor de los casos, lo que ya han iniciado los padres o alguien próximo que haya introducido al chico en este mundo. Muchas veces la familia está ausente o no tiene los recursos materiales o psicológicos para iniciar la tarea. En esos casos, la escuela debe despertar esa sensibilidad.

¿Qué pueden hacer los maestros para que se preste más atención a los relatos?
Es aconsejable crear un ámbito para la narración que se distinga de otras actividades. Debe haber un espacio adecuado para el momento del relato. No es lo mismo jugar, hacer manualidades o compartir canciones en el jardín, que aprender a escuchar cuentos. Es una experiencia única: sentir la vibración de otro ser humano que puebla su imaginación con palabras, con gestos y la voz. No es necesario ser un profesional de la narración para seducir a un auditorio, pero sí será importante saber elegir el repertorio de acuerdo a la capacidad de comprensión de los niños, que el lenguaje sea accesible, que la gestualidad necesaria no sea exagerada ... Pero por sobre todas las cosas importa la transmisión de la pasión por lo que se está narrando.

¿Por qué fascinan las historias? 
La narración es inherente a la condición humana. Nos fascinan las historias porque nos construimos como sujetos a partir de nuestra biografía. Los relatos nos permiten viajar en el tiempo y hacia lugares inexistentes o utópicos. Permite despegarnos de la realidad cotidiana, de sus tensiones, de sus conflictos, y también vernos identificados en las historias, promoviendo una catarsis que estimula el crecimiento. Por otro lado, una sociedad que no se permita imaginar lo imposible es una sociedad sin esperanzas. Sólo la imaginación puede brindarnos herramientas para los cambios sociales.

¿Por qué perdura la fascinación por hadas, brujas y princesas?
Basta observar las grandes producciones de Hollywood dirigidas a los niños y no tan niños. El éxito de esos relatos cinematográficos es una prueba de que esos personajes siguen representando una parte de nuestros anhelos y sueños. Adquieren otras formas, pero siempre son las figuras arquetípicas de lo temido y lo deseado. Los miedos a lo desconocido, la muerte, el sufrimiento, el más allá, siempre están vigentes y adquieren distintas representaciones a través de los cuentos. También el deseo de un mundo donde la magia pueda cambiar la realidad y se distingan con claridad los buenos y los malos, y éstos reciban su castigo. Como sabemos que eso es imposible, nos interpela un espejismo narrativo donde existen certezas y milagros. Cuando me inicié en esta profesión, en los años ´80, tenía la duda: ¿resultaría una antigüedad hablar de brujas, reyes y otros personajes medievales? Con sorpresa, comprobé que los chicos siguen disfrutando de ellos.

¿Qué densidad puede alcanzar un relato en los chicos?
Los chicos son permeables, receptivos y sensibles, y además tienen su propia lógica. Por eso no hay que perder la dimensión simbólica del goce y del juego. Los textos construyen valores y permiten elaborar la agresividad de los seres humanos mediante eventos ficcionales. Gracias a los cuentos, los niños se confrontan con la muerte y los conflictos, aun antes de que tengan cercanía real con ellos. Son importantes para su formación. Lo que puede ser perjudicial es la manipulación ideológica, conociendo la receptividad de los chicos.

¿Cómo se construyen las identidades a través de los relatos?
La identidad se va constituyendo por múltiples identificaciones que se dan con el transcurso de los años. Los primeros años de vida son fundamentales. La narración de cuentos incide, pero no es el único elemento. La relación con padres, abuelos y educadores va contribuyendo a la identidad de un individuo. Y existe otra identidad, que es la colectiva. En ella, los relatos son importantes porque transmiten desde tiempos inmemoriales la tradición de una comunidad. No es necesario que los relatos abunden en el color local, como decía Borges, ya que reflejarán nuestra similitud social, simplemente porque han salido de nuestros antecesores.

¿Qué lazos encuentra entre relatos, mitos e historias, imaginación y conocimiento?
El hombre a lo largo de su historia ha tratado de dar cuenta de muchos fenómenos que no lograba explicar, apelando a los mitos. La historia de por sí tiene un origen mítico, mitos que hoy integran nuestro acervo literario. Las ciencias humanas nos permiten disfrutar de la mitología desacralizándola y apreciándola por la belleza de sus relatos y personajes. Sin duda, la imaginación es previa al conocimiento. De algún modo podría decirse que no hay investigador o científico que no sea un soñador.

¿Se puede diferenciar una narración existencial de un relato narcisista en que se cuenta de modo exhibicionista?
Obviamente, en este oficio podemos encontrar ambas posibilidades. Creo que la segunda tiene que ver más con la necesidad de impacto en el espectador, de alcanzar el éxito, si bien el narcisismo está presente en todos los artistas. Aquí se juega la ética del narrador. Un problema ético sería traicionar los principios artísticos para alcanzar éxito, produciendo lo que sabemos que el público quiere escuchar. Todos queremos saborear alguna forma de celebridad, pero debe lograrse sin abandonar aquello que nos construye como artistas.

¿Acaso los miedos pueden ser conjurados en un relato?
Yo creo que no se puede hacer una afirmación taxativa. Esto tiene muchos matices, pues un relato depende tanto del receptor como del emisor. Puede generar miedo, así como contribuir a perderlo. Sin embargo, los cuentos nos permiten experimentar vivencias y así familiarizarnos con eventos desdichados que aún no hemos transitado en la vida real. La narración es un reflejo de nuestra condición humana y a través de ella podemos atravesar las múltiples facetas del miedo. Los miedos tienen un objeto que los causa, y el poder hablar sobre ello los modifica.

¿Qué papel juega la voz en el relato?  
La voz del narrador es fundamental en el relato, porque crea mundos, acerca, sorprende, emociona. Y, según cómo se la utilice, puede captar la atención y producir mayor o menor comprensión. Es indudable que hay voces más empáticas que otras, y el efecto en el receptor nunca será indiferente a esos matices. Lo cierto es que este oficio se ejerce principalmente con la voz, a la que habrá que educar y moldear para lograr los mejores resultados.

Se habla de “narradores sociales”. ¿Cuál es su tarea?
Los narradores sociales tienen una especial sensibilidad para responder a las necesidades y carencias de otras personas. Se trata de un trabajo de enorme generosidad, ya que son aquellos que narran en espacios donde la voz, más que necesaria, es salvadora (hospitales, cárceles, geriátricos). En las personas privadas de contacto con otros, la voz del narrador es muy bien recibida. En este ámbito, el voluntariado es el principal eje de la práctica. Debería promoverse esta práctica. Es interesante recordar la película de Juan José Campanella, “El secreto de sus ojos”, donde un confinado implora que le hablen.

¿Los medios digitales alteran la narración oral?
Yo no diría que la alteran, pues son dos lenguajes muy distintos que van por caminos paralelos. Incluso afirmaría que no hay narración en los medios digitales: hay una trama descriptiva, principalmente, y una función emotiva, que busca exaltar toda clase de sentimientos. Pero incluso así, aunque los chicos actualmente están más conectados con los medios digitales, cuando se les sabe introducir en el mundo de la imaginación a través de un relato bien contado, conforman un público que se entrega y participa. No hay chico más activo que aquel que está quieto porque está escuchando un cuento.

¿Lo efímero de un relato oral puede perdurar en alguna parte?
Es de esperar y desear que perdure en la imaginación y en el corazón de quien lo ha recibido, al igual que luego de un concierto, una obra de teatro, una performance. Será efímero siempre y cuando no haya logrado tocar la sensibilidad de quien lo recibe.

¿Por qué seguir narrando en una época en la que el contar matemático y el registro contable nos desvela?
Los números son herramientas; sin embargo, las matemáticas también tienen un alto poder de abstracción. Nos enseñan a imaginar, pero no de forma conectada con los afectos. Tienen otro objetivo: inventariar, organizar el mundo, sin vincularse con las emociones. Pertenecen al pragmatismo ineludible en nuestro mundo. La abstracción que propone la narración deja algo perdurable, reconocible en nuestros sentimientos, sin lo cual sería imposible proyectar la vida, entre otras cosas, para construir el único relato válido para la humanidad: la tradición de la palabra, que nos prolonga en el tiempo aun después de la muerte. Somos animales lingüísticos y nos reconocemos en la sucesión, en la continuidad, en el proceso y no en la imagen congelada de un resultado.

© Escrito por Claudio Martyniuk el Domingo 31/08/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.