domingo, 28 de agosto de 2011

Ricardo Darín... Premios Konex 2011... De Alguna Manera...

Visto & Oído...



Ricardo Darín fue el gran ganador de los Premios Konex 2011.

Aunque la entrega de distinciones será recién el martes 4 de octubre, el jurado –integrado por 21 miembros– lo consideró “la personalidad más destacada de la década del Espectáculo Argentino” y lo premió con el Konex de Brillante, máximo galardón que otorga la Fundación Konex. Como si eso fuera poco, lo eligió como el ganador del Premio de Platino (el mismo que se llevó en 2001) como Mejor Actor de Cine.

En anteriores entregas, el de Brillante fue para Luisa Vehil y Alfredo Alcón en 1981; para María Rosa Gallo en 1991, y para Norma Aleandro en 2001.


© Publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Domingo 28 de Agosto de 2011

Joseph Stiglitz, reportaje... De Alguna Manera...

Joseph Stiglitz, el ajuste lleva al estancamiento...

Enemigo de la ortodoxia, presentó sus ideas en un encuentro mundial de galardonados en Alemania. Defendió las políticas de estímulo fiscal, dijo que el desempleo es el principal problema y elogió lo que hizo Argentina después del default.

El economista Joseph Stiglitz fue la estrella y la oveja negra de la Conferencia de premios Nobel en la isla de Lindau, al sur de Alemania, que terminó ayer. El profesor de la Universidad de Columbia forma parte de un reducido grupo entre los 17 galardonados que participaron del encuentro, los que no reclaman públicamente medidas de austeridad sino mayores estímulos fiscales para enfrentar la crisis y reducir el desempleo.

Mientras que los jóvenes economistas y periodistas lo rodean en cada oportunidad, sus pares lo miran con recelo. Las declaraciones que hace sobre el fracaso y la incapacidad de las ideas económicas dominantes para comprender y ofrecer una respuesta a la crisis chocan con la visión que poseen otros Nobel. Estos especialistas consideran que el marco teórico no tuvo ninguna responsabilidad, posición que comparten muchos de los 373 economistas de todo el mundo que forman parte del evento y desestiman las críticas de Stiglitz.

Luego de varios intentos interrumpidos a pocos instantes de comenzar, el ganador del premio en 2001 concedió una entrevista a Página/12 durante una caminata desde el centro de conferencias hasta la ópera de la isla, donde debía participar de una reunión a puertas cerradas. A lo largo del recorrido, el economista destacó el desempeño de los “países emergentes” y señaló que Argentina debe profundizar la industrialización, ya que “los commodities no alcanzan para el desarrollo”, así como fortalecer el mercado interno. Antes de terminar el reportaje preguntó: “Parece que va a ser elegida de nuevo, ¿no?”, en referencia a Cristina Fernández de Kirchner. Y luego adelantó que “todavía no está confirmado, pero me parece que voy a volver a la Argentina en diciembre”.

–¿Por qué considera errados los planes de ajuste fiscal?

–Esas políticas llevan al estancamiento, se necesitan más planes de estímulo fiscal para recuperar el crecimiento y alcanzar menores niveles de desempleo en Estados Unidos y Europa. La política monetaria hoy no es efectiva. Los primeros paquetes de estímulo fiscal en 2008 funcionaron bien, si no la desocupación hubiera sido mucho mayor. Al mismo tiempo, esa expansión generó importantes déficit presupuestarios. La mejor forma para enfrentar esos déficit es con mayor gasto, la austeridad va en la dirección contraria. Es una visión equivocada, es la misma receta que aplicó el FMI en la Argentina. Sabemos lo que pasa: la economía se desacelera, luego entra en recesión y finalmente termina con una depresión. Sin crecimiento no es posible salir de la crisis. Cuanto más se demore el resultado político mayores serán la inestabilidad y los costos.

–Los argumentos contra los estímulos fiscales sostienen que esas medidas profundizarán todavía más los déficit.

–El problema no son los déficit presupuestarios, ni siquiera la recesión, el problema es el déficit de empleo que hay. Hoy en Estados Unidos tenemos 14 millones de desocupados, pero en realidad son 25 millones las personas que no pueden conseguir un empleo de tiempo completo. Esta situación sólo va a empeorar con los planes de austeridad. La mejor forma para enfrentar la crisis es crear puestos de trabajo. La teoría económica tradicional fracasó. Hay un principio muy simple llamado “multiplicador presupuestario”: si uno recauda impuestos y gasta dinero en forma balanceada de forma tal que no crezca el déficit, la economía crecerá. En el mediano plazo, esa política tiende a reducir el déficit y asegura la sustentabilidad de la economía porque el PIB crecerá y la deuda y el déficit serán más pequeños en términos relativos. Si uno diseña bien el multiplicador, el estímulo fiscal puede ser muy grande. En ese sentido, en Estados Unidos se pueden cobrar impuestos al uno por ciento más rico que concentra el 25 por ciento del ingreso, y gastar el dinero en inversiones que aseguren mayor crecimiento. Esa dinámica es un forma de resolver este dilema.

–¿La crisis estructural en Europa desencadenará la desintegración de la unión monetaria?

–Va a ser necesario más dinero para que funcione el euro, así como también va a ser necesario más dinero para que deje de hacerlo. De una forma u otra, Alemania va a perder mucho dinero. Hay vida después del default y de abandonar un sistema de tipo de cambio fijo. En la Argentina, el fin de la paridad cambiaria y el default tuvieron un alto costo. Luego de un período de caída, Argentina comenzó a crecer muy rápido, incluso en ausencia de lo que mucha gente considera las “mejores” prácticas económicas, con buenas políticas pero no perfectas. Yo creo que es muy difícil volver a unir un huevo revuelto, me parece que el euro es una muy buena iniciativa. Por eso, no creo que sea necesario que ningún país abandone el euro. Como le dije antes, es necesario impulsar planes de estímulo. Para eso se puede inyectar más recursos al Fondo de Estabilidad Financiera Europeo para hacer frente a los problemas de la región. También, es posible emitir eurobonos.

–¿La profundización de la crisis en Estados Unidos y Europa golpeará sobre los países en desarrollo?

–En 2010, el crecimiento global fue bueno. Hasta ahora, a los países emergentes les ha ido muy bien, ésa es una gran noticia. Muchos se recuperaron con fuerza, como China y Brasil. Pero si se profundiza la recesión en Estados Unidos y Europa, las economías emergentes van a tener dificultades. Creo que van a poder enfrentar una caída en las exportaciones, pero es necesario que fortalezcan la demanda interna. Si bien una disminución del crecimiento chino presionaría a la baja los precios de las commodities y eso golpearía a la Argentina, considero que China va a poder sortear la crisis y mantener así los niveles de demanda de esos productos.

–¿El buen desempeño de las economías como Argentina responde solamente a las exportaciones de bienes primarios y los elevados precios internacionales?

–No, esa situación va a beneficiar a América latina y otros países dependientes de las exportaciones de commodities. Pero esas exportaciones no son suficientes para garantizar el crecimiento sostenido y la reducción del desempleo, los países de la región como Argentina tienen que diversificar sus estructuras productivas, invertir en sectores de alta tecnología. Es un proceso que demora tiempo. Los países como Argentina, Brasil y China desplegaron muy buenas políticas macroeconómicas. Comprendieron la importancia de un estímulo keynesiano bien diseñado para apuntalar la economía y garantizar que el desempleo no se dispare. Hay un conjunto de aspectos que permiten que los países emergentes no se vean directamente afectados por la crisis. Por ejemplo, las regulaciones bancarias en muchos países son mucho mejores, de mejor calidad, que las de Estados Unidos y Europa. En algunos casos eso se debió a que los países ya habían atravesado grandes crisis. Argentina hizo muy bien las cosas en los últimos años para garantizar un fuerte crecimiento a tasas muy altas y controlar la inflación.

–¿La inflación es un problema para las economías emergentes?

–Argentina enfrenta, como muchos países emergentes, el desafío de controlar la inflación en un mundo en recesión. Es un tiempo muy difícil para llevar adelante esa tarea porque se experimentan shocks negativos de demanda y shocks inflacionarios externos. No hay una forma sencilla para atravesar ambos desafíos. El foco excesivo de los bancos centrales en controlar la inflación es un error, pero también es un error ignorar el fenómeno. La estabilidad financiera, el crecimiento y el empleo también tienen que formar parte de sus objetivos. La baja inflación no asegura el crecimiento sostenido. En Europa, la preocupación del Banco Central por los aumentos de precios es uno de los factores que debilita la economía. Por su parte Brasil logró crecer, pero su enfoque excesivo en la inflación ha dado como resultado tasas de interés muy elevadas, entre las más altas del mundo.

–¿Qué quiere decir cuando afirma que la teoría económica tradicional fracasó?

–Los modelos utilizados por los bancos centrales, economistas, los banqueros, crearon un marco de política que estuvo en el epicentro de la crisis. Decían que no era necesaria la regulación, que los mercados eran eficientes por su cuenta o que la baja inflación era suficiente para garantizar un sendero de crecimiento. La macroeconomía no se autorregula y no conduce al pleno empleo. El problema no es la simplificación a la que recurren los modelos, el asunto es que estos modelos dicen que la crisis no podía suceder. Si los modelos no contemplan a los bancos entonces no existe el crédito. ¿Cómo es posible pensar en estrategias para impulsarlo? En materia laboral, la teoría señalaba que uno de los problemas eran las rigideces en el mercado de trabajo. Pero los países donde hoy se profundiza el problema del desempleo son aquellos que más desregularon ese mercado. En cambio, donde no se aplicaron esas políticas el desempleo es menor. Uno de los principales problemas en nuestra sociedad es la creciente desigualdad, esa situación disminuye la demanda agregada y la brecha que se generó fue cubierta por una burbuja bancaria de consumo artificial que impulsó la inestabilidad. La agenda de la economía ignoró esto y pensaba que alcanzaba con aumentos de productividad. Los modelos dominantes tradicionales no se hacían las preguntas adecuadas.

© Escrito por y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 28 de Agosto de 2011


El guiso se pone espeso... De Alguna Manera...

El guiso se pone espeso...

Gonzalo Bonadeo. Fuente: http://evan-caricaturas.blogspot.com

Hay semanas que terminan y uno se esconde en casa entre apenado, rabioso y muerto de miedo. Son semanas a las que les inventamos un principio y un final: en sociedades en las que la sabiduría para aprender de los errores es una especie que jamás existió, los malos momentos pueden parecer eternos. De algún modo, los argentinos vivimos convencidos de que los 31 de diciembre termina algo a cuenta de un 1º de enero que será mejor; finalmente, notamos que lo único que seguramente cambia es el almanaque que nos regalan en la fábrica de pastas.

Es probable que ustedes crean que los opinadores profesionales no sufrimos la coyuntura. No por nada tengo algún amigo al cual desconozco que me acusa de ser como “Lilita pero hablando de fútbol”. A veces, además de gracia, le reconozco razón a la figura. Muchas otras, simplemente pienso si no será que siempre en un territorio invadido por genuflexos, aquellos que nos cascamos un poco la garganta criticando porquerías parecemos extremistas apocalípticos. Dudo de que, sólo por nuestras críticas, las cosas vayan a mejorar. Menos creo que, ignorando esas críticas, la gente vaya a vivir más feliz. Probablemente, pasemos por imbéciles incorregibles; jamás por felices.

Cosas como las que estamos viviendo en el mundo de nuestro “no fútbol” hacen que termine cada programa de tele con dolor de cabeza. Muchas veces uno sufre las palabras que escupe. Cuando uno es futbolero de alma, cuando es capaz de postergar una cita con tal de no perderse un partido del Barcelona, cuando se pasó cientos de domingos de su infancia acompañando a su viejo al canal a ver las terceras en monitores blanco y negro plagados de fantasmas, el “no fútbol” argentino lastima.

Desde hace bastante tiempo, River parece ser el bastión de ese “no fútbol”. Un club maravilloso, plagado de socios que lo aman más allá de una pelota, que atraviesa un momento que debería ser el del rebote hacia la gloria y que, entre operaciones de prensa, caprichos, indecencias, golpes y porrazos, no consigue ni asomar el hocico desde el fango.

River es, hoy, el caso testigo detrás del cual se esconde la miseria de todos los demás. Porque River no es grande, sino enorme. Y que a un enorme le hayan tocado la clausura del club, la suspensión del estadio, ser último en un torneo, el descenso y hasta que le impidan juntar plata porque el pogo de los fans de Iron Maiden de golpe hace temblar los cimientos de Núñez, sobra para que todos los demás mamarrachos que esconden otras camisetas pasen inadvertidos.

La AFA misma es la principal beneficiaria de que a River le pasen tantas cosas. Hace décadas que de Viamonte 1366 no sale una idea refrescante, consistente, perdurable y, sobre todo, coherente. En los últimos tiempos, desde la payasada del torneo de 38 equipos hasta la sentencia del flamante titular del Comité de Selecciones –el santafesino Lerche– de que “aquí importan los resultados, no los proyectos”, no hay día en los que las decisiones que allí se toman no tengan algo de disparatado.

Lo fue eliminar a los visitantes en el ascenso. Cuatro años después, lo es volver a habilitarlos pero sólo en la B Nacional. La última pregunta que me surgió es por qué mientras los hinchas de River podrán ser visitantes de Quilmes dentro de una semana, los de Desamparados no pudieron serlo anoche. Sólo la última de las miles de preguntas que podemos hacerles a los dirigentes argentinos y de las cuales únicamente les encontraremos respuestas desfachatadas, insolentes, maleducadas, estúpidas.

¿Por qué volverían los visitantes si en cuatro años nadie resolvió ni un poquito el fenómeno barra brava? ¿Quién se encargará de la barra visitante cuando Central juegue en Madryn? ¿La Federal, la santafesina, la Bonaerense, la de Río Negro, la de Chubut o la Sûreté? ¿Cómo harían Atlanta, Ferro o Chacarita para jugar en Primera, si sus estadios hoy no están habilitados para recibir público visitante en las mismas canchas en las que, hasta hace poco, recibían a River, a Boca, o al Santos de Pelé?

Hace rato que dejé la edad de los “porqués”, pero supongo que la falta de respuestas, desde chiquito, me lleva a ser un eterno reincidente.

Está claro que las soluciones no vendrán de la mano de los dirigentes. No de estos, al menos. Y me animo a generalizar por la sencilla razón de que no veo demasiadas manos sensatas que se levanten para poner un límite democrático al papelón sistemático de algo que flota incomprensiblemente entre el despotismo y el desgobierno. Sé de gente de buena voluntad en nuestro fútbol. No entiendo por qué no se anima a dignificar su existencia honrando sus convicciones.

En este sentido, la quinta esencia del absurdo se afirma en el asunto de los barras. No conozco ni un dirigente que me los haya justificado como algo necesario. Tampoco a un solo aspirante a dirigente que haya exhibido como parte de su proyecto eliminar a los barras de sus clubes. Con más mentiras que verdades, los candidatos a ejercer cargos en distintos niveles de nuestra sociedad siempre prometen terminar con el hambre, con la corrupción o con la inseguridad. Sus colegas del fútbol, ni siquiera nos mienten diciendo que tienen previsto expulsar a los mercenarios de los clubes. Miren si serán poderosos los muchachos.

Si encima aquellos que no son catalogados como barras se portan parecido o aun peor –como sucedió en River–, el guiso se pone realmente espeso.

Está visto que sólo el socio genuino y el hincha de verdad pueden torcer algún rumbo o iluminar alguna cabeza. Pasó en Mendoza: en su deseo por tomar la AFA, Daniel Vila ignoró una medida que nadie escribió y que, como tal, hizo muy bien en considerar abstracta. Luego, el hincha se encargó de demostrar que, eliminar al visitante no era sino un recurso para que los que mal se encargan de la seguridad se encarguen aún menos.

Pero para que la vuelta del público visitante signifique algo más que un clip de apertura de un noticiero deportivo hace falta más. Por ejemplo, que la mayoría de los fanáticos de buena fe querramos distinguirnos en serio y no compartir nuestra pasión con la peor de las lacras. Y estamos aún lejísimos de eso.

Porque, para qué negarlo, uno putea hasta el dolor de panza contra los barras pero cuando pasea por el barrio se codea con muchos vecinos que, al mismo tiempo que prenden velas en marchas contra la inseguridad, se sacan fotos con el Gordo Cadena de Claypole.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Domingo 28 de Agosto de 2011.