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sábado, 21 de enero de 2012

La primera batalla de la guerra tecnológica… De Alguna Manera...

La primera batalla de la guerra tecnológica…

 Anonymous...
 
Viejas respuestas a problemas nuevos. El espíritu anárquico de Internet hace a su identidad. ¿Tiene derecho EE.UU. a convertirse en su celador?

El jueves se produjo la primera batalla de la guerra tecnológica mundial: la Casa Blanca, el FBI, el Departamento de Justicia, las discográficas Universal y Warner, entre otros sitios de la Web, fueron hackeados por Anonymous en respuesta al cierre de Megaupload.

En Argentina el tema fue casi inadvertido: la primera plana de los diarios del día siguiente estuvo dedicada a los barrabravas que tomaron por asalto el Hospital Santojanni.
 
Escribíamos hace unos meses en este diario que la revolución tecnológica dejó atrás a la política y la filosofía: las ciencias se quedaron sin respuesta frente a fenómenos concretos que ya forman arte de la vida cotidiana.
 
Un grupo de chicos en un garaje de Silicon Valley declaró obsoleto a Marx: la aparición de Internet ha modificado el concepto de propiedad, cambiado la lógica de distribución de los productos, eliminado el concepto de “copia” (¿cómo distinguir, en la era digital, cuál es el original?), y democratizado –como nunca antes, quizá, desde el nacimiento de la imprenta– el concepto de las comunicaciones.
 
Las redes de intercambio –también llamadas P2P– dieron nacimiento a las preguntas molestas: ¿es legal que, entre amigos, se presten los libros o los discos?
 
El problema es que esos amigos llegaron a convertirse en miles. Y a los libros les siguieron las películas, y luego las series, primero las viejas y más tarde las que se estrenaban, horas después de su salida al aire por el canal mundial que fuera, subtituladas por grupos de voluntarios que firmaban con nombres de guerra.
 
Asi como el reloj pasó a ser para las nuevas generaciones un objeto innecesario (los chicos miran la hora en el celular), la gran mayoría del público entre 15 y 35 años mira sus películas y escucha su música por Internet.
 
Dan por descontado que los asiste el derecho a la cultura, y que no deben pagar por ello.
 
Lo que comenzó como una desenfadada y romántica postura encontró, también, sus pescadores en río revuelto: muchas de esas páginas se llenaron de banners y se convirtieron en grandes negocios.
 
Ayer la prensa mundial informaba que Megaupload, por ejemplo, había recaudado 135 millones de euros en ese concepto.
 
La reacción inicial de algunos gobiernos fue francamente idiota: detener o multar a los consumidores, lucraran o no con ello.
 
Los políticos aún no entienden la Red: se llenan la boca con algunas palabras del libreto técnico pero le piden a la secretaria que baje sus mails.
 
Los consumidores, a su vez, sostienen que ya financian la cultura con impuestos directos y que no tienen por qué pagar dos veces.
 
Los autores, por su parte, viven en el desconcierto, y las industrias no han encontrado aún soluciones creativas de comercialización.
 
El espíritu anárquico de Internet tampoco ayuda: hace a su identidad y es casi imposible de controlar.
 
¿Tiene derecho Estados Unidos a convertirse en el celador mundial de la Red?
 
¿Qué sucederá con experiencias colaborativas como Wikipedia, donde millones de internautas escriben la enciclopedia y la actualizan con un código abierto?
 
¿Quién es el autor cuando son millones de ellos?
 
¿Cómo seguirán funcionando los sitios de agregación –como el Huftington Post, por ejemplo–, basados en linkear información de otros medios?
 
¿De quién son los derechos de los cientos de miles de programas de televisión o películas segmentadas que aparecen en YouTube?
 
No sirve de mucho dar respuestas viejas a problemas nuevos.
 
© Escrito por Jorge Lanata y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 20 de Enero de 2012. 
 
 

Cuando el imperio contraataca… De Alguna Manera...

 Cuando el imperio contraataca…

 El alemán Kim Schmitz, creador del sitio, fue arrestado el jueves en Nueva Zelanda. Foto: Agencia AFP

150 millones de afectados en todo el mundo por el cierre de Megaupload, uno de los más importantes sitios de descargas de archivos, fue cerrado por el FBI y el Departamento de Estado de EE.UU. por “violación de derechos de autor”. Rechazo de la Comisión Europea y ataques de hackers como repudio.

El cierre del sitio de descargas de archivos Megaupload, por parte del Departamento de Estado norteamericano y el FBI, afecta a unos 150 millones de usuarios de todo el mundo, que habían confiado allí, para compartirlos, archivos propios de audio y video. El procedimiento judicial, de inusual dureza, amenaza con poner en jaque a otros sitios, como el argentino Taringa! La medida generó reacciones en todo el mundo, desde las críticas de la Comisión Europea a los ataques de hackers que dejaron inactivas al menos diez páginas vinculadas con el gobierno de Estados Unidos y la industria del entretenimiento.

Megaupload, uno de los más importantes sitios de descargas de archivos, fue cerrado por la justicia estadounidense y el FBI, quienes acusan a su fundador y a tres de sus trabajadores de delitos de “violación a los derechos de autor”. Se trata de un servicio de archivos que, aunque guarda contenidos protegidos, era de una notable utilidad para usos legales.

El dominio megaupload.com fue creado en 2005 por el alemán Kim Schmitz, quien fue arrestado anteayer en Nueva Zelanda junto a otros tres colaboradores, a quienes se les imputan los cargos de “violación de derechos de autor y lavado de dinero”. Además, se acusa a su fundador de contar con una empresa llamada Vestor Limited, que “encubría actividades de Megaupload”; infracciones que serían penalizadas con 20 años de prisión.

El servicio de descargas directas de Schmitz facturó cerca de 175 millones de dólares durante los siete años en que funcionó. Asimismo, el cuatro por ciento del tráfico de Internet accedía a Megaupload, ya que unas 150 millones de personas tenían registro en el sitio.

Imágenes, música, videos y textos protegidos mediante derechos de autor eran subidos y luego podían ser descargados en cualquier otra computadora. El servicio básico se encontraba disponible de forma gratuita y permitía a los usuarios subir archivos de hasta 2048 MB. Mediante el pago de unos dólares o por 260 dólares de forma vitalicia, el usuario accedía a una amplia gama de privilegios, como descargas más veloces. El usuario libre no podía descargar archivos de más de 1 GB, mientras que el usuario registrado podía bajar hasta 100 GB de archivos almacenados.

El FBI y el Departamento de Justicia estadounidense afirmaron en un comunicado que “éste es uno de los grandes casos de violación de derechos de autor jamás tratados en Estados Unidos”. Sin embargo, desde Megaupload sostienen que “utilizaban un servicio de intercambio de archivos de forma legítima y privada. Con esto, eliminaba todo el contenido susceptible de estar protegido, que varias compañías reclamaban”.

En una semana signada por los polémicos proyectos SOPA (Stop Online Piracy Act) y PIPA (Protect Internet Protocolo Act), que apuntan a castigar a sitios web que pudieran vincularse con downloads que infringieran la legislación de ese país sobre propiedad intelectual, la Comisión Europea no sólo criticó esas propuestas de antipiratería en Internet, sino también la decisión de cerrar el sitio Megaupload.

Al respecto, Neelie Kroes, comisaría europea a cargo de las nuevas tecnologías, manifestó: “No necesitamos una legislación mala sino una forma de protección”. Añadió que “la reglamentación en Internet debe ser eficaz, justa y preservar los beneficios de una red abierta”.

José Massón, representante de Cooperativa Software Libre Argentina, explicó a Página/12 que “Megaupload era un gran repositorio de contenidos, donde la gente subía lo que quería, para que una vez establecidos en el servidor se pudieran compartir. Por ejemplo, si uno quiere pasar un video por correo electrónico no puede hacerlo porque es muy pesado; por eso, muchos usuarios accedían al sitio, subían su archivo y luego mediante un link lo compartían con quienes quisieran”.

“Los más perjudicados con el cierre de Megaupload son los usuarios que allí tienen sus contenidos guardados, porque ahora no pueden acceder a ellos. Esto constituye una verdadera violación a sus derechos”, señaló Massón.

Por su parte, Beatriz Busaniche, miembro de la Fundación Vía Libre, explicó a este diario que “la medida del gobierno estadounidense apunta a dar de baja nombres de dominio, limitar y bloquear el acceso a sitios y acelerar las causas por violación de la propiedad intelectual”. Aclaró que en cuanto a lo último “las más interesadas son las compañías cinematográficas y de entretenimiento, que cuentan con el mayor porcentual de las ganancias y no el artista, que muchas veces sube sus contenidos a sitios como Megaload para su difusión”.

Tras el cierre de Megaupload, el sitio argentino Taringa.net estaría en la mira de los enlaces sospechados por el gobierno de Barack Obama. “Taringa! es un gran foro donde los usuarios intercambian mensajes, no es un sitio para descargar archivos. El procesamiento penal contra Taringa se da porque los usuarios intercambian links hacia sitios como Megaupload, por eso ahora también está en la mira de las autoridades estadounidenses”, sintetizó Busaniche.

Anonymous –un grupo de hackers o “hacktivistas”– repudió el cierre de Megaupload mediante acciones que dejaron inactivas al menos diez páginas relacionadas con el gobierno estadounidense y la industria del entretenimiento. Los piratas informáticos aseguraron que el bloqueo de estos sitios, como el del Departamento de Justicia y del FBI, y el de la productora Universal Music, fue su “mayor ataque generalizado” hasta la fecha. Argumentaron además que estas operaciones fueron diseñadas para “defender la libertad de expresión y la ausencia de censura”.

Video Oficial de Anonymous tras atacar servidores de USA x Cierre Megaupload. Fuente: You Tube

© Escrito por Sabrina Améndola y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Enero de 2012.