Mostrando las entradas con la etiqueta Gerardo Martínez. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Gerardo Martínez. Mostrar todas las entradas

martes, 21 de marzo de 2023

Voten a Otro… @dealgunamaneraok...

 Voten a Otro… 


Ellos. Alfonsín constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, Luder no era líder. CEDOC


“Si me das a elegir”, canto a viva voz con Rosalía la letra de Los Chunguitos. Mi versión electoral del tema termina así: “Si me das a elegir/ entre tú y mis ideas/ que yo sin ellas/ soy un hombre perdido, ay, amor/ me quedo conmigo”. Suena a desafinado desprecio, pero no. El “ay, amor” revela el dolor que causa negar, por ahora, el favor de un voto. No soy más que un ciudadano, es todo lo que tengo.

© Escrito por el Carlos Ares, Periodista, el  jueves 23/02/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Se agradece la foto, la sonrisa, las caminatas, los besos a los niños, los autógrafos, las selfies, las palmadas, los abrazos, la fe, la confianza, la promesa de que ahora sí, que esta vez sí. Conmueve el esfuerzo, el tiempo que dedican a ensayar las respuestas para todo. Da ternura verlos lanzarse a las calles de barrios, de pueblos, como niños a los que les abren las rejas del patio a la hora del recreo. Gracias por eso.  

Que sería de la democracia si nadie se ofreciera a participar del sistema dentro de las reglas del juego. Quedaríamos a merced del que impusiera su voluntad por la razón de una fuerza capaz de producir terror, o codicia. Personajes oscuros, millonarios, siempre amenazantes, rodeados de grupos de apriete, o de lobby, que, desde sus empresas, o sus gremios, son capaces de ubicar siervos leales, bien pagados, en puestos claves: ministros, jueces, hasta presidentes si fuera necesario.


Treinta temporadas de la misma serie, con los mismos actores. Gana el 
peronísmo, los sindicatos que controlan el Estado riegan la planta permanente. Los empresarios cómplices negocian. Moyano recoge la basura que desparrama. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos olvidan quién fue Gerardo Martínez, el secretario general de la Uocra. Baradel no hace paros, Biró no habla, la CGT apoya. Nadie deja de robar, como pedía Barrionuevo. El episodio donde los giles que ganan la elección se creen que tienen el poder, también lo vi. Termina mal.  

Un líder es aquél que hace lo que no se espera de él. Apunté para mí esa impresión a comienzos de los años ochenta, durante la campaña electoral de Felipe González a la presidencia del gobierno español. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se definía como “un partido de clase, de masas, marxista y democrático”. Sevillano, abogado, a los 32 años Felipe fue elegido secretario general en 1974, durante un Congreso realizado en Francia.  

Muerto Franco, el rival político era la Unión de Centro Democrático (UCeDe), de Adolfo Suárez. En 1979, Felipe propone al Congreso abandonar el marxismo. La mayoría de los mil delegados vota en contra, Felipe renuncia. Sus declaradas intenciones de convertir al PSOE en un partido moderno, democrático, interclasista, europeísta, que inclusive debía debatir el ingreso de España a la OTAN, le dio un reconocimiento general. La renuncia al cargo aumentó su popularidad en las encuestas. 


Cuatro meses más tarde, en un Congreso extraordinario, Felipe habla como un delegado más: “No he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla” (…) Insiste con su propuesta: “No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas. Es aclamado, de pie, y elegido nuevamente secretario general con el 86% de los votos. ¿A qué viene ahora este recuerdo? 

De regreso, seguí la campaña a las elecciones de 1983. El candidato Italo Luder estaba de acuerdo con la posición del peronismo: aprobar la amnistía que se habían dictado los comandantes de la dictadura. Alfonsín, contra el temor de una parte del radicalismo, constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, promovió el Juicio que finalmente se hizo. Argentina, 1985. Luder no era un líder, Alfonsín sí.        

Un candidato honesto debe dejar en claro los términos del contrato antes de la elección. No alcanza con el “qué”, hay que explicar el “cómo” para que no haya equívocos después, cuando la mayoría de la sociedad tenga que bancar las medidas anunciadas. De otro modo, no hay gobierno que pueda contra los que retienen el poder desde siempre. Al terminar el discurso, se tendría que oír la frase de cierre del líder, aunque no la diga: “Esto es lo que hay que hacer, si no quieren, voten a otro”.




   

domingo, 15 de mayo de 2016

Quejas y sorpresas… @dealgunamanera...

Quejas y sorpresas…

Justo, justo, Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes

Macri esperaba que los aplaudidores apoyaran, y el FpV, aprobar la ley. Efecto Cristina procesada.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 15/05/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La discusión por la Ley Antidespidos y el pedido de los gremialistas para tratar el tema de manera más amplia bajo el rótulo de emergencia ocupacional seguirán en primer plano esta semana en el Congreso. Ninguno de los bloques que están a favor de la norma tiene el número propio para sancionar el proyecto. En esta etapa las negociaciones más fuertes se dan entre el Frente para la Victoria –que intenta recuperar la iniciativa luego de la derrota del jueves– y el Frente Renovador. Pero lo más importante radica en la trastienda, que se convirtió en una dura pulseada entre el Gobierno, los empresarios y los principales gremios.

La convocatoria del presidente Mauricio Macri –el pasado lunes 9 de mayo– a sostener  un “compromiso moral” entre empresarios y líderes gremiales para no despedir trabajadores y generar mejores condiciones laborales no sólo parece algo lejano a estas alturas, sino que además dejó esquirlas por todos lados. Macri selló el acuerdo con los empresarios en medio del disgusto que viene arrastrando con ellos por el “poco compromiso republicano”, por lo que les reprocha su costumbre de pedir, de mirarse el ombligo y dar muy poco a cambio. Los hombres de negocios corrieron a apoyar la iniciativa como un manotazo de ahogado para dar señales de que no hacía falta una ley para frenar los despidos. Además, no tenían margen para contradecir los deseos del Gobierno, cuyo fastidio con el sector no para de crecer. 

La historia con los gremios merece un capítulo aparte. El líder de una de las centrales de trabajadores puso de manifiesto que el Presidente hace reuniones por separado con cada sector esquivando los “encuentros conjuntos, oficiales y vinculantes”. “Eso no genera confianza”, asegura la fuente y agrega: “No conduce a nada que Macri se junte por un lado con un grupo de empresarios y en otro cuarto con el sector gremial 5 minutos antes de salir a hacer un anuncio. A veces actúa como un lobbista o como un rosquero de poca experiencia, y lo que no debe olvidar es que es el jefe de Estado”. 

El enfrentamiento verbal que el Presidente mantuvo con Antonio Caló, Omar Maturana y Gerardo Martínez en la malograda reunión del lunes quedó abierto y con la ratificación por parte de Macri de que, si hay ley, habrá veto. Por lo bajo, en el macrismo se quejan de los aplaudidores que ahora endurecen su postura. Pero según cuentan fuentes que asistieron a la reunión, el cruce más fuerte se produjo con el presidente de la Confederación Argentina de los Trabajadores del Transporte, Juan Carlos Schmid, no por el tono sino por el contenido. “Presidente –le dijo–, generar un acuerdo es algo más que discutir una ley.

Hay que trabajar en una agenda completa para abarcar el problema del empleo de los últimos 12 años. Estamos en emergencia ocupacional, tenemos un 35% de informalidad que son trabajadores cuya situación no figura en ningún lado”. Parecía una palabra autorizada, sobre todo porque a Schmid no se lo puede acusar de aplaudidor de Cristina. En realidad, desde el sindicalismo creen que la desprolijidad de la convocatoria de urgencia a una reunión que terminó de la peor manera tuvo su razón de ser en el apuro por lo que venía pasando en las discusiones previas a la sesión del Congreso. “Macri quería una foto conjunta del gremialismo con los empresarios todos sonriendo para frenar la discusión de la ley antidespidos, pero las cosas no se pueden hacer a las apuradas. En algunas cuestiones el Presidente tiene buena fe, pero parece mal asesorado”, concluyeron.

Dentro del mundillo sindical hay tres hombres que vienen sufriendo un desgaste creciente: Antonio Caló (UOM), Andrés Rodríguez (UPCN) y Gerardo Martínez (Uocra). Una fuente que conoce los entretelones asegura que Caló es el único que podría salvar su imagen, pero ante las presiones o las tentaciones, termina arreglando con cualquier gobierno.

Andrés Rodríguez tampoco tiene mucho crédito. En UPCN existe un escaso funcionamiento orgánico y mucho verticalismo. Gerardo Martínez corre la misma suerte: en la Uocra “no hay una asamblea ni el día del arquero”. Con dirigentes como éstos, es fácil para el Gobierno apretar el acelerador.

Es difícil saber hasta dónde avanzará la Justicia contra los ex funcionarios

Golpe. La frustrada sesión especial de Diputados convocada para el jueves le significó al kirchnerismo un golpe político que lo sorprendió. Se ve que todavía no hay conciencia en muchos de sus miembros de la derrota electoral de noviembre pasado.

Quien salvó la ropa fue Sergio Massa, cuyo liderazgo  se vio seriamente amenazado por una posible fractura de su bloque. Massa todavía no termina de aprender de sus errores de conducción. Para colmo de males, propios y ajenos aseguran que el ex intendente de Tigre  “se ha vuelto a subir al caballo que lo hizo chocar en el último tramo de la campaña presidencial. Mucho ego, prepotencia y soberbia política”.   


El ámbito judicial es la otra fuente de novedades que, a pesar de ser previsibles, no dejan de impactar. El procesamiento y embargo por la causa del dólar futuro a la ex presidenta  Cristina Kirchner, que se extiende además al ex ministro de Economía Axel Kicillof, al ex presidente del Banco Central Alejandro Vanoli y a otros 12 ex funcionarios, sacudió el final de la semana. 

El juez federal Claudio Bonadio sospecha que aun barajando la posibilidad de una futura devaluación, los ahora procesados avalaron la venta de dólar futuro y no podían desconocer que eso acarrearía enormes ganancias a los operadores y grandes perjuicios a las arcas del Estado, tal como terminó ocurriendo. Se vendió barato y la diferencia con el precio de mercado terminó perjudicando al gobierno macrista.

En los pasillos de Tribunales dicen que es difícil saber hasta dónde avanzará la Justicia contra los ex funcionarios implicados en causas sensibles. Este es el primer procesamiento de CFK, quien, además, está siendo investigada en otros tres casos resonantes. Una de las claves está en la coincidencia de nombres que aparecen en causas diferentes que terminarán corriendo en paralelo. El ejemplo más claro está en las fojas de Hotesur y Los Sauces. “Cuando hay tanta similitud en operatorias y personajes, el cerco se cierra más fácilmente”, sostiene un conocedor de lo que está pasando en los tribunales de Comodoro Py.

Otra fuente de probada experiencia en el mundo judicial advierte: “Hay que desdramatizar la situación. El procesamiento, por más que recaiga en un ex mandatario, es parte de la vida de los tribunales. Lo peor que puede pasar es creer que esto es algo fuera de serie y generar una alarma que termine siendo contraproducente para futuras investigaciones.”

Producción periodística: Santiago Serra.


domingo, 2 de agosto de 2015

El odio… @dealgunamaenra...

El odio…


Nike es la cultura”, cantaba el Indio Solari en los 90 (“Vas corriendo con tus nikes / Y las balas van detrás / Lo que duele no es la goma sino su velocidad...”). Tiempos de pizza, champán y “zafar”, palabra clave del menemismo. ¿Cuál será la del kirchnerismo? “Justicia”, como reclamo y reparación, fue la más escuchada en alta voz. Frente a tribunales, en los actos de la AMIA, en las marchas por Nisman. Ni olvido, ni perdón, “justicia” dicen los familiares de las víctimas en la tele. “Pido justicia”, “quiero justicia”. “espero justicia”. 

“El odio es la cultura”, sería la canción de estos años (“Vas persiguiendo la justicia/ y los delincuentes van detrás/ lo que mata no es la verdad sino la impunidad”). Se ve en el fútbol. De tanto odiar al visitante se lo hizo “desaparecer” y los barras empezaron a odiarse entre ellos. Se lee en las crónicas policiales. El robo de un auto o un celular acaba en asesinato aun cuando la víctima no se resiste. O cuando linchan a un ladrón, o le dan una paliza brutal a un pibe en la puerta de un boliche. Se escucha en la calle. Dos autos que se rozan, un piquete que corta, y del odio salta una chispa que incendia todo.

En los foros de las redes sociales, en el maltrato personal, en la violencia de género. El odio que se transpira hierve en un río de lava espesa que corre por debajo de nuestra historia. Ciega, quema, desangra, destruye. ¿Desde cuándo? ¿Eramos así? ¿Fuimos siempre así?

Sé de un hombre grande que recuerda cuando, siendo un niño, los que regalaban juguetes de la fundación Evita se lo negaron porque, le dijeron, “tu papá no es peronista”. Y sé también que el dirigente sindical Julio Piumato estuvo casi siete años en la cárcel durante la dictadura, al mismo tiempo que otros delegados gremiales peronistas, como Gerardo Martínez, de la Uocra, eran informantes de los servicios de inteligencia de los militares y denunciaban a sus compañeros. Y sé de un hombre perseguido por el “vigilante político” de su barrio porque no quería llevar luto cuando murió Evita. Y sé que después de 1955, se prohibió hasta nombrar a Perón.

En el fondo de esa memoria hay un cruce de odios ancestrales. Perón, militar golpista, admirador del fascismo, derrocado por un golpe de Estado militar, se transforma en un símbolo civil de las fuerzas democráticas para enfrentar a la dictadura. El odio reencarnó con el matrimonio Kirchner, colaboradores, aprovechadores o cómplices según se mire de la dictadura militar, reconvertidos luego en “heroicos” millonarios liberadores de pobres. La peronista, como toda telenovela, se funda en la necesidad de recrear el odio para dividir y reinar con amor.

Miren el aviso de campaña. El peronista Felipe Solá acusa al peronista Aníbal Fernández de promover a los narcos. La vieja consigna “Liberación o dependencia” actualiza su sentido en el “Drogas sí o no” que propone Solá. Pero en octubre los verás a todos –Boudou, De Vido, los señores feudales de las provincias, Forster, González, Verbitsky, Menem, los que antes privatizaron y luego estatizaron YPF, Aerolíneas, y en el trámite se quedaron con la diferencia–, a todos los que decían odiarse, votando a Scioli y Karina, en fotos que evocan a Perón y Evita, a Néstor y Cristina, en nombre del amor.

El cóctel del odio se toma para olvidar. Lleva dos cucharadas soperas de traición y de promesas incumplidas que se revuelven como fracaso en más de un 25% de amargo obrero desocupado. Otro poco de ilusión perdida que deja en la boca ese criollo sabor a frustración, y una medida del deseo de lo que hasta ahora nunca jamás sucedió.

Cada día, en algún momento, la realidad te saca el increíble Hulk que todos llevamos dentro. Porque mueren pibes desnutridos, o se los condena a la miseria infinita, al paco, a la violencia, al crimen organizado, a morir por un celular, por viajar en tren, por querer vivir. Y encima, cada mañana, personajes miserables como Aníbal Fernández, Kunkel o Diana Conti hablan y echan odio a la inflamable hoguera del dolor.

© Escrito por Carlos Ares, Periodista, el sábado 25/07/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 18 de mayo de 2014

¿CFK apretó a la Iiglesia?... De Alguna Manera...

Grito en el cielo…

¡Peccatoris! Papa Francisco. Dibujo: Diego Temes 

¿CFK apretó a la Iiglesia?  Tras un duro documento, por qué el Episcopado se dio vuelta. El rol del Papa. Tedéum en riesgo.

Tanto el peronismo como la Iglesia están marcados en su historia por la relación amor-odio. Hay puntos extremos, como la quema de iglesias en junio de 1955 o las tres audiencias que Francisco le concedió a Cristina y su obsesivo reclamo para que cuiden a la Presidenta. El humanismo cristiano, la doctrina social, la disciplina vertical, la lucha por el poder, la opción por los pobres y cierto anticomunismo de subsistencia, constituyen la medianera conceptual que comparten. No sería una herejía entonces subrayar que hoy muchos peronistas de todos los palos peregrinan al Vaticano para sacarse una foto con el Papa como antes lo hacían a Puerta de Hierro a la pesca de un encuentro con Perón. Todos lo han hecho.

Desde la presunta izquierda de Juan Cabandié y Estela Carlotto hasta la derecha pesada y comprometida con la dictadura de Gerardo Martínez. Una selfie con Francisco no se le niega a nadie.

El propio Papa se forjó en la fragua juvenil del peronismo ortodoxo de Guardia de Hierro y, en los últimos días, recordó aquellos años al darle un lugar de gran visibilidad a Juan Grabois, hijo de Pajarito, quien fuera dirigente de aquella organización de cuadros blindados.

En la década fracturada, los Kirchner evidenciaron su doble discurso. Reivindican en el relato a los curas villeros que contienen a los pobres, pero en la realidad, como no reconocen la existencia de pobres en su gobierno, les molesta que los sacerdotes iluminen los lugares de mayor marginalidad y exclusión social que ni Néstor ni Cristina pudieron solucionar. Entonces intentan ocultar lo que la Iglesia está obligada a denunciar.

Cada vez que el cardenal Jorge Bergoglio se refería a su principal preocupación que es la exclusión social, a Néstor le daba un ataque de furia. Combatió a Bergoglio con todas sus armas. Lo castigó sacando el Tedéum de la Catedral y con la excusa de hacerlo más federal lo llevó al interior.

Calificó al cardenal como opositor y en un derrape llegó a decir que el diablo también usaba sotana. Cristina, más cristiana, mantuvo esa lucha contra Bergoglio, incluso hasta un día después de que fuera designado Papa. Pero el pragmatismo y el consejo de Rafael Correa, presidente de Ecuador y fervoroso creyente, le hicieron cambiar de opinión. El Papa puso la otra mejilla y transformó la relación de odio en un amor casi celestial e insólito. Nadie trató tan bien y con tanta deferencia a la Presidenta como Francisco. A los opositores del Gobierno, el Sumo Pontífice les dice que quiere custodiar la paz social y que no haya turbulencias hasta la entrega del poder en el 2015. A los oficialistas les recuerda sus dedos en ve de otrora y retoma conceptos como “la patria grande” o la descalificación del neoliberalismo desalmado y consumista que multiplica la pobreza.

El pastor sabe que su rebaño es multitudinario y a escala planetaria. No quiere perder ninguna oveja y eso le hace brotar sus dotes de conductor político. El gran problema del Papa es que Cristina es millonaria, milita en unidades básicas contradictorias como las de Puerto Madero y Louis Vuitton y que, encima, está salpicada por graves causas de megacorrupción. Y como si esto fuera poco, Bergoglio sabe –lo sufrió en carne propia– que la intolerancia K no permite crítica si se quiere permanecer a su lado y en buenas relaciones.

De hecho, en los dos últimos documentos de los obispos argentinos, cargados de frases textuales del Papa, como que “la corrupción es un cáncer social”, debieron ser explicados y minimizados ante la Presidenta en reuniones posteriores.

Cristina puso el grito en el cielo con el diagnóstico de que “la sociedad está enferma de violencia”. ¿Está ella muy susceptible o el Episcopado demasiado flexible? Es más grave todavía: el Gobierno hace con la Iglesia lo mismo que hizo con todas las instituciones, fracturarlas entre amigos y enemigos. Buscan cuáles son los obispos gorilas para mandarlos al infierno y ponen en un altar a los “compañeros”, como el arzobispo Víctor Manuel Fernández, un intelectual de fuste que participó activamente en la redacción del documento de Aparecida, que es una suerte de hoja de ruta del Papa. Tucho, como le dicen al rector de la UCA, escribió una columna en Página/12 que no se puede dejar de leer para comprender los nuevos posicionamientos. Allí, repite apenas con un poco más de elegancia el discurso K anti Clarín: responsabiliza a los medios de mala praxis. El arzobispo es una figura rutilante, de perfil bajo pero de gran proyección, que reza para que Julián Domínguez sea el candidato bendecido por CFK.

Lo más grave, como siempre es la interpretación de la violencia política. Carlotto reaccionó diciendo que la Iglesia no había hablado cuando se secuestraba gente. Tiene razón la presidenta de Abuelas, la jerarquía calló durante el terrorismo de Estado, igual que los Kirchner. Cuando Cristina les ordenó a los muchachos de La Cámpora que salieran al cruce del documento eclesial, casi como un formulario repitieron que la sociedad estuvo enferma de violencia en el ‘55, ‘76, ‘89 y 2001. Curioso sesgo y olvido de 1974, precisamente el año en el que el peronismo asesinó a dos peronistas íntimos de Perón como Rucci y el cura Mugica. Montoneros y la Triple A dirimieron sus diferencias en plena democracia arrojándose cadáveres.

¿La Presidenta habrá quedado satisfecha con las disculpas que le ofrecieron monseñor Arancedo y compañía, o seguirá con ganas de suspender el Tedéum del 25 y castigar al cardenal Mario Poli por el pecado de criticarla? Voceros obispales quedaron descolocados frente al retroceso del Episcopado. ¿Se puede calificar de apriete lo que hizo el Gobierno con la Iglesia? ¿El “vamos por todo” los incluye? ¿Cuidar a Cristina es autocensurarse?

Dijeron que el principal responsable de la violencia es el Gobierno, pero luego rectificaron porque el texto “era un llamado a toda la dirigencia”. ¿Qué nivel de consultas tuvieron con el Papa? Hay muchas dudas menos una. Por ahora, Cristina sigue firme en su camino: a Dios rogando y con el mazo dando.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 17/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 20 de octubre de 2012

Mariano Ferreyra, a dos años... De Alguna Manera...


Ferreyra, a dos años...

 Mariano Ferreyra.

En el segundo aniversario de la muerte de Mariano Ferreyra, algunas reflexiones sobre una vida de militancia que fue interrumpida por la burocracia sindical.

Fue mediante un mensajito de texto. Decía: “Una patota de la Unión Ferroviaria mató a un compañero del partido. Hay heridos de bala”. Así me enteré, mientras llegaba a la revista Veintitrés –donde trabajaba–, del asesinato de Mariano Ferreyra. Me lo había enviado un amigo que había conocido durante mi tiempo de militancia el en Partido Obrero unos años atrás. Recuerdo cierta estupefacción: ¿Una patota, del sindicato, balas, muertos, heridos? Una rara confusión mientras caminaba por el pasillo. Ingresé a la redacción. Los títulos en la pantalla del televisor plasma que presidía una de sus paredes confirmaban la noticia: “Matan a militante del PO en Barracas”. De esta manera comenzaba –era una tarde de sol tibio aquel 20 de octubre de hace dos años– una jornada agobiante, tempestuosa.

La Argentina se sumió en un estado de conmoción social generalizada. Ferreyra, un militante de veintitrés años que participaba de una protesta laboral, había sido asesinado, caído su cuerpo sobre el asfalto de un barrio del sur porteño debido a las balas de plomo disparadas por la burocracia sindical. Cinco días habían pasado desde que los dirigentes gremiales liderados por Hugo Moyano sellaran su sociedad con la presidenta Cristina Fernández en un acto en el estadio de River Plate. Allí había estado la Unión Ferroviaria –luego se sabría que Cristian Favale, uno de los matadores, también había estado–. “Lo mataron porque defendían un negocio”, se dijo en la improvisada conferencia de prensa que diversas organizaciones de lucha realizaron en la intersección de Callao y Corrientes esa misma tarde. 

Tercerización, precarización, negocios, patota fueron vocablos que se conjugaban con Pedraza, Ugofe, ferrocarril para empezar a cristalizar los significados de esa muerte. Los hechos señalaban que el objetivo gremial de acallar a los manifestantes tercerizados se había cobrado una vida y dejado gravemente herida a Elsa Rodríguez, también militante del PO, que había recibido un balazo en la cabeza y se encontraba en coma. Había dos heridos de bala más. Esos eran los hechos.

A medida que pasaba la tarde, una pregunta se me aparecía, recurrente: “¿Cómo irá a tratar la prensa kirchnerista este crimen político? ¿Cómo lo hará la revista en la que trabajo?”. Había silencio. Esas primeras horas que siguieron al crimen estaban dominadas por el silencio. En las redes sociales los militantes kirchneristas, asiduos participantes, estaban callados. Esperaban un pronunciamiento oficial, algo. Recuerdo un tuit, pasadas varias horas, de uno de ellos que pedía: “Es necesario que alguien del gobierno diga algo sobre lo que pasó, esto nos hace mal a nosotros”. Había silencio. El miércoles era el día de cierre de la edición de Veintitrés. Se decidía la tapa. A pesar de la magnitud del hecho político, se mantuvo la decisión de que una entrevista a la abuela de Plaza de Mayo Chicha Mariani ocupara ese lugar. 

El crimen de Barracas obtuvo un friso en tapa que prometía explicar las razones de una “interna gremial” que se había cobrado una víctima. La operación se repetiría: basta recordar a 678 realizando proponiendo la culpabilidad de Duhalde, quien se habría reunido con Pedraza nueve días antes del homicidio. Todo era falso. Al día siguiente, como miembro de la comisión interna de Veintitrés, me reuní junto a otro delegado con Sergio Szpolski, quien nos planteó que su grupo mediático haría todo lo posible por que se alcance justicia (en ese mismo instante CN23 apostaba por la pista falsa del duhaldismo) pero que no le daría espacio ni permitiría que aparezca la voz de dirigentes del Partido Obrero, planteo que su grupo cumplió en toda la línea. La misma orden había sido bajada en Radio Nacional, donde no se permitía referirse a Ferreyra como militante, sino como “manifestante”. 

El día de su asesinato me habían encargado que realice una columna contando quién había sido Mariano Ferreyra. De ese modo tuve un primer acercamiento a su persona mediante el relato de sus compañeros, a través de su página de Facebook –que me pasó Pablo Rabey, el mismo amigo que me había enviado el mensajito de texto anunciando su muerte–. Recuerdo que al final de la columna escribía una referencia a su temprana militancia socialista que había sido cercenada por la burocracia sindical. Esas líneas desaparecieron del texto que se publicó.

A dos años del crimen la investigación sobre los acontecimientos no deja lugar a dudas: hoy, en el banquillo de los acusados de Comodoro Py, donde funciona el tribunal, se juzga a los culpables del asesinato de Ferreyra. Los miembros de la patota, los matadores, su jefe, la policía que liberó la zona y –en un hecho histórico– los autores intelectuales del ataque armado y escarmentador contra los tercerizados. 

Es cierto que faltan los empresarios y funcionarios como el ex subsecretario de Transporte Antonio Guillermo Luna, pero no está dicha la última palabra sobre esta cuestión. Cada día de sesión, los testimonios aportan datos que terminan de armar el rompecabezas que forma la imagen de la culpabilidad de los imputados. Los acusados –todos– permanecen en silencio. Un silencio que los hunde. Se juzga a los criminales, a los asesinos, pero también se juzga una forma de hacer sindicalismo. Pedraza no es una excepción en el arco sindical: es la norma. Dirigentes gremiales devenidos en empresarios que usan patotas para reprimir a los trabajadores de sus propios sindicatos abundan. 

Basta pensar en Gerardo Martínez quien, a pesar de haber sido servicio de inteligencia bajo la dictadura, se sienta a la derecha de la presidenta Cristina Fernández en cada reunión, o Andrés Rodríguez, criador de caballos de raza y sindicalista, para dar solo dos ejemplos de la CGT Balcarce, oficialista. Basta pensar en Hugo Moyano, quien vive en una mansión en Parque Leloir y rige empresas en las que extrae beneficios a los afiliados a su sindicato, Amadeo Genta, un derechista que está desde hace décadas en el gremio municipal, o el vergonzoso ruralista Gerónimo Venegas, por mencionar algunos de los ex socios del gobierno kirchnerista. Si la noción de que se juzga a toda la burocracia sindical en la figura de Pedraza se cristaliza en la clase trabajadora y el resto de la sociedad –y se concluye, entonces, con que hay que barrer con esa casta parasitaria–, se podrá pensar que el tiempo transcurrido desde el crimen no ha pasado en vano, que la justicia podría materializarse dentro y fuera del tribunal.

Una extraña emotividad me persigue desde que asesinaron, hace dos años, a Mariano Ferreyra. Quizás comenzó en ese momento, en el cementerio de Avellaneda, cuando vi a decenas de sus compañeros llorando, abrazándose, consolándose por haber perdido a uno de los suyos, porque se los habían quitado. Una rara sensibilidad que surge cuando una circunstancia se conjuga con su imagen en una pared de alguna calle porteña. O al ver los videos que su recuerdo inspiró; o al constatar la memoria, amor y convicción de su familia; o al percibir los sentidos que produce entre sus camaradas. 

Ferreyra podría haber sido cualquier otro chico que viva en este país –pero no se podría omitir que era un cuadro revolucionario, que esa era su tarea–. La última imagen de su militancia –y de su vida– lo muestra ahí, codo a codo con sus compañeros, atravesando todo el ancho de una calle en Barracas, formando un cordón de seguridad para permitir la retirada a salvo de las mujeres y los más chicos y los ancianos. Esperando allí la llegada de la patota, firme, diciéndole a un compañero que le había manifestado un poco de temor: “Tranquilo, no pasa nada”. Con su metro setenta y pico y menos de sesenta kilos de peso, flaquito como había sido siempre, dispuesto a no retroceder para evitar el ataque de la patota. Decidido.

Luego cayó.

Mariano Ferreyra fue asesinado por una burocracia sindical.

También es cierto que el olvido no se posará sobre la memoria de su vida.

© Escrito por Diego Rojas y publicado por plazademayo.com el sábado 20 de Octubre de 2012.

 
* El sábado 20 de octubre, a dos años del crimen de Barracas, se realizará una movilización a las 15 horas que partirá desde Congreso y se dirigirá hacia Plaza de Mayo reclamando “Justicia por Mariano Ferreyra. Perpetua para Pedraza. Fuera sus patotas y los empresarios del ferrocarril”.