La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
El segundo tiempo de la gestión del actual gobierno ha comenzado. Fue el
miércoles pasado, 10 de diciembre. Ya, en el horizonte, despunta la primera
batalla: el proyecto de ley de reforma laboral. En ese escenario aprontan sus
soldados la desvaída CGT y el decadente peronismo. Esos son los adversarios de
siempre a los cuales el Gobierno confía en poder doblegar. Sin embargo, con eso
no alcanza, porque hay un actor que apareció en escena el viernes y produjo
estrépito: la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional.
La Asociación salió con los tapones de punta a criticar duramente el proyecto
de ley, señalando por medio de un comunicado que, entre otras cosas, contiene
artículos que tiene por objetivo la disolución del fuero laboral. Esos artículos
son, en los hechos, el 90 y el 91.
El artículo 90 del proyecto señala: “Los jueces que resuelvan causas de
índole laboral deberán, de forma obligatoria, adecuar sus decisiones a los
precedentes establecidos por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la
materia. El apartamiento infundado de los magistrados respecto de dichos
criterios configurará una causal de mal desempeño en sus funciones”.
El artículo 91 habla de la “Vigencia transitoria de la Justicia Nacional
del Trabajo. La Justicia Nacional del Trabajo mantendrá su vigencia hasta tanto
se instrumente el acuerdo de transferencia de competencias de la Justicia
Nacional del Trabajo entre la Nación y el Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Una vez formalizado dicho acuerdo, se dispondrán los actos
necesarios para su progresiva disolución conforme las previsiones y plazos que
surjan de dichos instrumentos”.
El Gobierno debería prestar atención a esta advertencia de los jueces,
quienes marcaron que están en estado de alerta. Hay que recordar que los
magistrados tienen la última palabra sobre la constitucionalidad o no de las
leyes, es decir –en definitiva– de su legalidad y, por ende, de su vigencia.
Recuérdese –a manera de ejemplo que, en junio de 2013, la Corte Suprema declaró
inconstitucional el proyecto de ley con el que la condenada expresidenta
Cristina Fernández de Kirchner quiso someter a la Justicia.
El tema judicial dará aún más tela para cortar. Un primer objetivo que
no debe ser olvidado es la necesidad de completar las dos vacantes existentes
en la Corte Suprema. A eso se le suma la necesidad imperiosa de cubrir las
vacantes existentes en todos los fueros.
Mientras tanto, la rosca política no se detiene. La Libertad Avanza
confía en que tendrá 33 votos garantizados para la primera parada legislativa
en el Senado: a sus 19 senadores más el apoyo de Luis Juez, le suma los diez
del radicalismo y los tres del PRO. Apuesta también por los apoyos que obtuvo
en su primer tiempo de gestión: los dos misioneros, el correntino Espínola y la
tucumana Ávila. Así el Gobierno tendría la media sanción asegurada en el
recinto donde tiene menor peso específico.
En el oficialismo repiten una
especie de consigna como un mantra: “No se tocan los derechos del laburante; se
reorganizan para tener reglas claras sin abusos y con menos burocracia
sindical”. En este último punto la realidad demuestra otra cosa. El Gobierno no
aceleró a fondo para desarticular a la casta sindical. La cuota solidaria que
hoy abonan todos los trabajadores como aporte a los sindicatos aunque no estén
afiliados a ninguno seguirá vigente. Se trata de una de las fuentes de
recaudación del establishment sindical más arraigada en el viejo sistema. Los
libertarios también aceptaron que los gremios con personería sean los que tengan
que firmar los convenios por empresa.
La pregunta es muy simple: ¿por qué una nueva etapa de “modernización
laboral” mantiene semejantes privilegios? En el Gobierno se justifican
enumerando los avances de la nueva ley y aseguran que el “paquete de leyes para
refundar la Argentina” va mucho más allá de la pelea con los sindicatos. “Vamos
a terminar con la industria del juicio y bajar los costos laborales para que
tanto las pymes como las grandes empresas puedan contratar más gente sin temor
a desfinanciarse” –aseguran. Es cierto, pero también es verdad que el Gobierno
y las centrales obreras exageran sus posturas para darle pasto a los propios.
Hay que mantener las formas.
A pesar de no haber sido golpeada en su línea de flotación, la CGT
saldrá a la calle contra la reforma laboral de Javier Milei. La movilización
será el 18 de diciembre hacia la Plaza de Mayo, como parte de un plan de lucha
que incluirá “medidas graduales” contra el Gobierno y la idea de sumar a las
dos CTA y a los movimientos sociales. El show debe continuar. En una dirigencia
sindical que atrasa 30 años, todavía reina la idea de “ganar la calle” como una
demostración de poder. La expectativa de la CGT es reunir unos 150 mil
manifestantes en la Plaza de Mayo. Gerardo Martínez (Uocra) dijo: “Analizaremos
un programa de acción.
Comienza una etapa de resistencia. Nada está descartado,
esperemos que podamos constituir una masa crítica. Todo puede pasar”. La falsa
épica ante todo. Como en los viejos tiempos del kirchnerismo que, dicho sea de paso,
está listo para conspirar dentro y fuera del Palacio Legislativo. Las primeras
voces de esa fuerza señalaron que el Consejo de Mayo –órgano consultivo que
trabajó en el paquete de leyes– no es vinculante y aseguraron que “no se
permitirá que el empresariado y un puñado de liberales borren de un plumazo las
conquistas laborales históricas de los trabajadores”. ¿A quién le importa
realmente la protección y generación de empleo? Si todo sale como anticipan la
mayoría de los analistas serios, el aumento del trabajo formal debería ser un
objetivo defendido por todos. Como siempre ocurre, cuesta demasiado soltar la
cartera de privilegios que hicieron de la Argentina un país inviable por muchos
años.
Día 660: Milei, miente,
miente, y nada de lo tuyo quedará…
Día 660: Milei, miente,
miente y nada de lo tuyo quedará. Fotografìa: CEDOC
Para habitar la misma realidad que el resto de los argentinos, Javier Milei
debería confrontar su tendencia a presentar al país como un éxito económico y a
su gestión como “el mejor gobierno de la historia”. Quizás necesita mentirse
para sostener la ilusión de su propio relato.
Es mundialmente conocida la frase del propagandista nazi Joseph
Goebbels: “Miente, miente, que algo quedará”. Goebbels fue el
arquitecto de un aparato de propaganda tan monstruoso como eficiente, que
sirvió para convencer a millones de personas de las teorías conspirativas más
absurdas y de las mentiras más flagrantes.
Tras la derrota militar
de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Núremberg
y la política activa de derechos humanos de la comunidad internacional, se
puede decir que, durante la segunda mitad del siglo XX y el principio del siglo
XXI, no quedó nada de Goebbels y sus mentiras. Inclusive ahora, durante el auge
de la extrema derecha, este tipo de organizaciones tiene que esconder sus
vínculos con las ideas nazis, como sucede con Alternativa por Alemania.
En el caso de Javier Milei, salvando las enormes distancias, sí es
cierto que podemos hacer un paralelismo en la utilización permanente de la
mentira como herramienta de construcción de sentido. Al igual que Goebbels,
Milei, si sigue mintiendo y mintiendo como lo hace, no quedará nada de la
hegemonía que supo construir y que se empieza a desmoronar por todos lados.
A diferencia del
siniestro Goebbels es probable que el presidente padezca mitomanía y precise
mentirse a sí mismo creyendo lo que dice. Desarrollaremos en profundidad ese
desorden mental en esta columna que permite explicar, por ejemplo, por qué dice “sacamos
a 12 millones de personas de la pobreza”, entre otras. Pero primero vayamos
a algunas evidencias.
Este lunes vimos a un Presidente en otra realidad. Cantando a los gritos mientras la economía se sostiene
en base al endeudamiento externo y asediado por múltiples casos de corrupción,
con la renuncia de su principal candidato en el distrito más grande del país
renunciando por vínculos con el narcotráfico. Probablemente esta capacidad de
Milei para asilarse y construir una realidad paralela sea en parte lo que lo ha
ayudado a llegar hasta acá. Pero se puede mentir mucho tiempo a pocas personas,
a muchas personas poco tiempo, pero no a muchas personas mucho tiempo.
Tras naturalizar como
sociedad las terribles inconsistencias y mentiras de Milei, la caída de José
Luis Espert, quién nos mintió abiertamente en reiteradas ocasiones, hizo
notar más las mentiras del propio Milei y después de sintetizarlas,
explicaremos cómo se encuadra en lo que se denomina efecto Baader
Meinhof. Espert dijo primero que no tenía relación con Fred Machado,
que solo le había aceptado una vez un vuelo para presentar el libro. Luego,
dijo que en realidad voló 35 veces a diferentes lugares. Luego, dijo que lo del
pago de los 200 mil dólares era una “operación de
Grabois” y que no había pruebas, era solo un papel de una contabilidad
paralela.
Luego, cuando apareció
el documento del Bank of America con la transferencia que
había cobrado de una empresa minera que no era de Machado, luego que si era de
Machado. Siguiendo a eso, dijo que sí había estado en la pileta de Machado.
Desde el 2021 venía diciendo que no tenía ninguna relación con este narcotraficante
y llegamos en 2025 a que estuvo en su pileta, viajó con él en 35 vuelos,
recibió dinero de su empresa y todo lo que nos falta por descubrir.
De hecho, hace minutos
un par de horas habló Machado en Radio Rivadavia y reconoció
haberle “hecho un aporte de campaña a Espert por 200 mil dólares”. El acusado
de narcotráfico recordó de la siguiente manera el pedido de Espert y cito
textualmente: “¿Che, no me podés hacer un aporte monetario porque
estamos en bolas?”.
El efecto Espert, el
efecto del descubrimiento de una cadena de mentiras, nos hace ver las mentiras
de todo el Gobierno en genera y del presidente en particular. De hecho, este
fenómeno tiene un nombre. El efecto Baader-Meinhof, también conocido como ilusión
de frecuencia o sesgo de recurrencia, es un fenómeno cognitivo fascinante:
ocurre cuando se aprende algo nuevo —una palabra, una idea, una persona, un
símbolo— y, de pronto, esto se empieza a ver por todos lados.
No es que antes no
existiera, sino que la atención ahora está entrenada para detectarlo. El
cerebro, que no puede procesar todo lo que percibe, filtra la realidad
constantemente; al aparecer algo nuevo que considera relevante, lo marca como
importante y comienza a priorizarlo.
El nombre
“Baader-Meinhof” viene de un caso curioso. En 1994, un lector del diario St.
Paul Pioneer Press escribió al periódico contando que había escuchado mencionar
por primera vez a la organización terrorista alemana Baader-Meinhof. Y luego,
en cuestión de días, el nombre volvió a aparecer en todos lados. A partir de
ahí, los psicólogos adoptaron el término popular para describir ese tipo de
experiencia.
Las mentiras e
inconsistencias de este Gobierno estuvieron ahí, pero ahora hay mucha más
pregnancia para procesarlas y desarticularlas. Vamos a hacer un racconto de
algunas de las veces en las que Milei nos dijo una cosa y luego lo contrario.
Realmente es impactante.
Algo que no es tan
conocido es su cambio de opinión del kirchnerismo. En 2019, en una entrevista
enCanal 26, Milei dijo: "Esto te va a sorprender, pero
en términos históricos, Cristina Fernández de Kirchner es la mujer más
importante en la historia de la política argentina. Fue dos veces
presidente". En esa ocasión habló del entonces mandatario Alberto
Fernández y sostuvo: "Tengo una excelente opinión acerca del Presidente.
Es muy inteligente y extremadamente pragmático, digno de todo peronista".
Javier
Milei y Cristina Kirchner en la asunción presidencial de 2023.
En otro reportaje, incluso defendió al kirchnerismo. Muy enojado, dijo:
"Podés decir lo que quieras del kirchnerismo, pero la deuda la pagó y pagó
los intereses". En contraste, en la apertura de sesiones del Congreso el 1
de marzo del 2024, expresó: "Cristina ha sido responsable de uno
de los peores gobiernos de la historia".
Con los
propios también tuvo esa actitud. Recordemos los cambios de opinión sobre Patricia
Bullrich ya no en años, si no en semanas. "Sigue siendo una
montonera tirabombas que tiene las manos manchadas de sangre", dijo antes
de las elecciones generales de octubre del 2023. Luego, antes del balotaje,
declaró: "Bullrich ha sido exitosa combatiendo la seguridad. La tenemos
que llamar".
¿Entienden
que entre que Milei dijo que era una terrorista con las manos manchadas de
sangre y que había que incorporarla al Gobierno porque había sido una buena
ministra de Seguridad pasaron tres meses?
El
ministro Luis Caputo también fue objeto de polémica entre
Milei del pasado y el Milei del presente. "Caputó se fumó 15 mil millones
de dólares irresponsablemente", dijo el Presidente en 2018. EN la
actualidad, lo define como “el mejor ministro de economía de la historia”.
Increíble como no se ruboriza. Puede decir una cosa y lo contrario.
Recientemente
las redes se llenaron de comparaciones entre lo que Milei decía de su nuevo
candidato bonaerense Diego Santilli y lo que dice ahora.
"El chanta de Santilli es un pésimo candidato", dijo en 2023. Ahora,
lo describe como "alguien que sabe de seguridad" y que "ya ganó
en la provincia de Buenos Aires".
El
Presidente también mintió sobre los planes de dolarización antes de la campaña. "Hoy
es factible dolarizar. Podríamos hacer transacciones en dólares", dijo
en una entrevista con Alejandro Fantino en 2023. Se podía
dolarizar con el dólar a 320 pesos. Tenía un acuerdo para hacerlo en el que le
iban a dar 10 mil millones de dólares, ya estaba todo arreglado. Luego, Milei
asume y no hace nada de todo esto, de hecho, hizo una enorme devaluación de 118%.
¿Qué pasó con que se podía dolarizar con el dólar a 320 pesos?
Realmente
es increíble que todo este material haya estado publicado y hasta hace poco
tiempo a una importante cantidad de la población no le haya bastado para tratar
de comprender la cantidad de mentiras. Para tratar de entender esto hay que
tomarlo desde las ciencias políticas, la psicología y otras teorías
trasversales a varias disciplinas.
En La
mentira en política (1971), Hannah Arendt analiza
cómo la falsificación deliberada de la realidad se volvió una herramienta
estructural del poder moderno. A partir del caso de los Papeles del
Pentágono, muestra cómo los gobiernos fabrican “mundos ficticios” para
sostener su narrativa, y advierte que el mayor peligro no es la mentira misma,
sino la erosión de la verdad como base del juicio público y de la vida política
democrática.
Es decir,
las constantes mentiras de los políticos no solo destruyen su credibilidad, si
no que en algún punto destruyen el propio concepto de verdad. En ese sentido,
se puede analizar como el auge del posmodernismo, el cuestionamiento a los
grandes relatos y la post verdad son la causa de personajes como Milei.
Evidentemente fue avanzando un cinismo base en la sociedad en la que la mentira
es tolerada.
Ahora, Milei
en particular no es como cualquier político mentiroso. Realmente puede
decir cualquier cosa y lo contrario en cuestión de meses con la misma
vehemencia y emoción. De defender el kirchnerismo a los insultos a atacarlo a
los gritos. La misma emoción con un contenido antagónico. Nosotros no podemos
diagnosticar porque no tenemos matricula de psicólogo o psiquiatra, pero reúne
las condiciones de un mitómano.
La
mitomanía es un trastorno psicológico caracterizado por la tendencia patológica
a mentir de forma compulsiva o sistemática. El término fue introducido
por Ernest Dupré en 1905 para describir a individuos que
mienten no por beneficio inmediato, sino por una necesidad interna de fabular o
deformar la realidad. Según Dupré, el mitómano no busca engañar para obtener
ventajas, sino para sostener una identidad idealizada o escapar de una realidad
que le resulta insoportable.
Sigmund
Freud interpretó
el fenómeno como una expresión del deseo inconsciente: la mentira sería una
forma de “cumplimiento del deseo” donde el sujeto transforma
su frustración en relato. En esta línea, la mitomanía se vincula con mecanismos
de defensa como la negación y la proyección.
Por su
parte, Jean Bergeret y Jacques Lacan abordaron
la mitomanía como un síntoma del narcisismo patológico: el mentiroso crea una
versión mejorada de sí mismo para sostener una frágil estructura del yo. Lacan
señaló que el mitómano “miente para existir en la mirada del Otro”, es decir,
su mentira no busca solo convencer, sino ser reconocida como verdad por los
demás.
Autores
contemporáneos como Paul Ekman y Robert Feldman diferencian
la mentira común, instrumental y consciente, de la mitomanía, donde el sujeto
llega a creer en sus propias invenciones. En este sentido, la mitomanía no es
solo una conducta, sino una distorsión persistente del vínculo con la verdad,
que puede aparecer en contextos neuróticos, narcisistas o incluso psicopáticos.
Entre el
mentiroso instrumental y el mitómano hay un territorio ambiguo, donde la
mentira deja de ser solo una herramienta y empieza a convertirse en una forma
de habitar el mundo. Este “mentiroso intermedio” no miente por
compulsión total ni por cálculo frío, sino para mantener en pie una identidad
frágil. Paul Ekman lo describe como alguien que empieza
creyendo sus propias mentiras para reducir la disonancia cognitiva entre lo que
dice y lo que hace. De a poco, su mentira se vuelve una especie de refugio
narrativo: una historia que lo protege del fracaso, de la vergüenza o de la
falta de amor.
Robert
Feldman lo
llama self-deceiver (o autoengañador en su traducción al
español): no busca manipular, sino sostener su autoestima en contextos donde la
verdad lo dejaría desnudo. En este nivel, la mentira funciona como una prótesis
emocional: repara lo que el yo no puede tolerar.
Lacan
diría que el sujeto no miente “a” los otros, sino “a través” de los otros,
intentando que su ficción sea reconocida como verdad. Y Bergeret advierte que
en estas personalidades narcisistas compensatorias el límite entre la verdad y
la invención se vuelve maleable, según la necesidad de conservar una imagen
consistente ante los demás.
En
términos clínicos, este tipo de mentiroso representa la frontera viva entre el
narcisismo funcional y la mitomanía estructural: no ha perdido el
contacto con la realidad, pero necesita deformarla para sobrevivir en ella. Probablemente
nuestro Presidente esté más cerca de este caso, aunque esto lo decimos para
tratar de analizar la situación política, sin tener los elementos para un
diagnóstico, pero es necesario dotarnos de algunas herramientas de la
psicología porque el peso de personalidades como las de Milei en las
situaciones políticas es determinante.
Javier
Milei presentó su nuevo libro con un show musical en el Movistar Arena este
lunes 6 de octubre.
Milei
ayer que cantaba en el Movistar Arena estaba en plena deformación de la
realidad. Mientras su gobierno se desmorona y está asediado por varios frentes,
se dedica a festejar nadie sabe que de una manera patética.
Pinocho, de Carlo
Collodi, cuenta la historia de una marioneta de madera tallada por Gepetto,
un carpintero pobre que sueña con tener un hijo. Un hada azul da vida a Pinocho
y le promete que podrá convertirse en un niño de verdad si demuestra ser bueno,
valiente y sincero. Sin embargo, su curiosidad y desobediencia lo llevan por
caminos peligrosos: se une a malos compañeros, cae en trampas y cada vez que
miente, su nariz crece.
A lo
largo de sus aventuras, donde es engañado por el Gato y el Zorro, convertido en
burro y tragado por una ballena, Pinocho aprende a distinguir entre el placer
inmediato y la responsabilidad. Cuando finalmente arriesga su vida para salvar
a Gepetto, el hada lo recompensa transformándolo en un niño real.
Para
vivir en la misma realidad que todos nosotros, Milei debe enfrentar lo mismo
que Pinocho, su tendencia a la satisfacción inmediata creando una realidad
paralela en la que el país es un éxito económico y su Gobierno “el mejor de la
historia”. Milei debe enfrentar la realidad y trabajar codo a codo con el resto
de los sectores políticos y productivos del país para estabilizar la terrible
situación en la que estamos.
Es
probable que la suerte de su Gobierno esté echada y no haya más libertarios en
el próximo periodo presidencial, pero un presidente alejado de la realidad nos
puede hacer mucho daño. Hay que poder construir una transición ordenada hacia
la siguiente etapa política de la Argentina.
Producción
de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
Si se tuviera que hacer una síntesis de lo que significó el cierre de
listas para las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires del
próximo 7 de septiembre, se debería remarcar lo siguiente: la casta se impuso
en todos los órdenes. Todo lo que hubo fueron disputas encarnizadas por los
cargos. Fue sólo eso y nada más que eso. Quien sostenga otra cosa falta a la
verdad en forma flagrante.
En La Libertad Avanza se vivió una especie de principio de revelación
para los que pudieran haber tenido alguna duda sobre el poder real de Karina
Milei. Lo terminaron de comprobar Santiago Caputo y sus secuaces. “La Jefa”
barrió con todos ellos. Los limpió a todos los que creyeron sentirse sus pares,
empezando por el asesor estrella que quedó estrellado.
En el transcurrir de este traumático proceso emergió con toda claridad y
potencia un modo de hacer política brutal basado en la sumisión y no en la
discusión. “La lealtad no es una opción sino una condición”, expresó la hermana
del Presidente en la red X el jueves pasado, para agregar que “quien cuestione
a quienes llevan esa bandera no está criticando un armado; está cuestionando al
Presidente mismo y a la causa que nos trajo hasta acá”. O sea que no hay lugar
para quien osare criticar, disentir o tener puntos de vista distintos respecto
de medidas relativas a la instrumentación del programa del Gobierno. Según esta
postura, a quien así lo hiciere le corresponderá tal vez el descalificativo de
traidor. Esta concepción de poder casi absoluto, suele traer problemas a la
hora de enfrentar crisis o correcciones en el rumbo. Está claro que no habrá
discusiones de liderazgo, pero será muy difícil aprender a confiar y discernir
entre aquellos que quieren dar una mano real y sincera. La historia reciente lo
ha demostrado. Cuando el círculo más cercano al expresidente Mauricio Macri
quedó cegado por los deseos de su entonces jefe de Gabinete, Marcos Peña,
resultó a todos sus colaboradores mucho más difícil llegar a su líder para
recalcular la dirección del gobierno de Cambiemos. El final es un capítulo
conocido por todos.
Lealtad a una persona no equivale a decir amén a todo lo que ella
piensa, expresa, hace u ordena. Uno de los sinónimos de lealtad es franqueza.
Por lo tanto, lealtad a una persona es también señalarle sus errores o
plantearle discrepancias. La lealtad con una causa no excluye el análisis
crítico de las formas y la metodología que se aplican para su implementación.
Hay que tener siempre presente que el líder no es infalible. La infalibilidad
es una característica del síndrome de Hubris, de lo que tuvimos suficiente
muestra de ello durante los desgraciados años en que gobernó el kirchnerismo.
Cristina Fernández de Kirchner no toleraba las críticas ni de los propios ni de
los ajenos. Sus largas peroratas de maestra ciruela resonaban en cadena
nacional.
Javier Milei repite ese patrón de comportamiento que es muy propio de la
casta política tanto en la Argentina como así también en el mundo entero.
En el bochornoso cierre de listas de candidatos todo fue casta. O sea,
todo por lo que se peleó con fiereza dentro de La Libertad Avanza y en el
peronismo fueron cargos. Nadie –absolutamente nadie– discutió ni una sola idea
o propuesta concreta. Hasta el momento la sociedad no ha tenido oportunidad de
escuchar nada provechoso. Nada que sorprenda. Veremos qué ocurre con la bandera
de largada de la campaña que, en los hechos ya ha comenzado.
Por supuesto que lo mismo ocurrió dentro del peronismo. Los “oportunos”
cortes de energía eléctrica que ocurrieron en los lugares en donde se debían
terminar de confeccionar las listas le agregaron obscuridad al escenario de
grisura por el que se mueve habitualmente el peronismo en general y el
kirchnerismo en particular. Pasar del balcón de la Casa Rosada al balcón de la
calle San José no debe ser fácil de digerir para Cristina Fernández. En
realidad se disputan el poder distintas vertientes con un fondo muy similar.
Axel Kicillof en abierto enfrentamiento con La Cámpora, contó con el apoyo de
varios intendentes que son acusados desde el kirchnerismo duro de figurar en
las listas de modo testimonial, Sergio Massa, siempre silencioso y
beneficiándose del río revuelto logró colocar a su esposa Malena Galmarini y a
dos candidatos más del Frente Renovador en Fuerza Patria. La aparición de Somos
Buenos Aires, una coalición que suma parte de la UCR bonaerense, Juan
Schiaretti, Florencio Randazzo, la Coalición Cívica y el GEN de Margarita
Stolbizer para competir tanto en las legislativas provinciales de septiembre
como en las nacionales de octubre amenaza con llevarse algunos votos de los
peronistas hartos de las disputas internas del kirchnerismo. “No puede ser que
luego de 20 años crean que nos puede seguir llevando de las narices una figura
perimida y condenada” –se le escuchó decir a un intendente del Conurbano.
Advierta el lector que este aquelarre se desató solo por el capítulo
provincial que tiene fecha en septiembre. En octubre se contará una nueva-vieja
historia con los mismos personajes de siempre moviendo los hilos del poder
real.
Mientras tanto el gobernador bonaerense Axel Kicillof y la intendenta
camporista de Quilmes Mayra Mendoza, se mostraron juntos en una actividad
proselitista para intentar hacerle creer a la gente que existe algún tipo de
unidad en el arranque de la campaña. Relato y más señales de una clase política
decadente.
El «Sistema Judicial Argentino» (que no es lo
mismo que la Justicia) actuó esta semana, como en muchas otras ocasiones, en
representación de un sector, minoritario pero poderoso, que pretende edificar
un país sin el protagonismo político y social de los sectores populares, es
decir, un país para muy pocos y con una mayoría de excluidos.
Tal es el contexto en el que debe ser interpretada la decisión de la Corte
Suprema al confirmar la condena a la expresidenta de la Nación, Cristina
Fernández de Kirchner.
En rigor, a Cristina no la están condenando por la causa Vialidad, sino por lo
que se hizo durante 12 años de gobierno, cuando modificó –en la medida de lo
permitido por la correlación de fuerzas– la estructura productiva y
distributiva, entre muchos otros avances que beneficiaron a amplios sectores de
la sociedad.
Denominadores comunes.
Los procesos políticos, sin embargo, nunca son lineales. Siempre se está frente
a la oportunidad de crear construcciones lo más amplias posibles que le puedan
poner un límite a este cruel experimento anarco capitalista.
Por lo pronto, los que alientan ese proyecto deben sortear una serie de
obstáculos. Entre ellos, el Congreso y sus espacios de debate; los movimientos
sociales que cuestionan el orden injusto; la resistencia de las organizaciones
de trabajadores. También los periodistas que honran su profesión; los
dirigentes políticos que se mantienen fieles a la representación de sus bases;
sin olvidar la labor esclarecedora de intelectuales y artistas críticos.
Es Cristina Fernández quien sintetiza y le puede dar una dirección común a ese
conjunto amplio y diverso de actores movilizados. La pretensión de hacerla a un
lado, por lo demás, está en consonancia con la búsqueda de consolidar un modelo
económico y social inviable. Como lo mencionó en una de sus intervenciones
recientes la expresidenta: «Esto ya lo vivimos». Lo intentaron en los 70 con
José Alfredo Martínez de Hoz; en los 90 con Carlos Menem; y a partir del 2015
con Mauricio Macri. Ahora lo ensayan con Javier Milei.
Acaso la única diferencia es que el actual presidente lo dice con todas las
letras: «Amo ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado
desde adentro», o «la justicia social es una idea aberrante (…) lo primero que
hace es violentar la igualdad ante la ley, porque a algunos les quita y a otros
les da, y eso antes está precedido de un robo, porque los impuestos no se pagan
voluntariamente, se pagan a punta de pistola, a cambio de que si no los paga
uno, va preso».
El plan, está claro, es dejar todo en manos del
mercado, lo cual implica necesariamente la apropiación de la riqueza por parte
de unos pocos.
En la vereda opuesta pude observarse como denominador común, en los diversos
encuentros de los últimos días en los que participé, un clima de unidad ante la
injusticia de la proscripción electoral de Cristina y frente a las políticas
del Gobierno.
Coinciden gobernadores, representantes de todas las provincias, dirigentes y
legisladores de diversos partidos, movimientos sociales, sindicales, entre
otros.
Mientras, puertas afuera se dieron movilizaciones espontáneas que no cesan. Son
multitudes como las reunidas hace unos días, cuando los y las diputadas
debatíamos en el Congreso de la Nación temas de suma importancia para los
segmentos más vulnerables de la sociedad, como los jubilados y las personas con
discapacidad.
Debilidades.
Mientras tanto, la economía real sigue mostrando signos de debilidad. La
actividad industrial, uno de los sectores más castigados desde el comienzo de
la era Milei, se ubicó durante el primer cuatrimestre de 2025 casi un 10% por
debajo de igual periodo de 2023.
Si bien registró un crecimiento del 7,4% interanual, hay que tener en cuenta
que en 2024 la industria estaba en su peor momento desde la pandemia sanitaria.
A nivel sectorial, y también comparando con 2023, todos los rubros se
encuentran por debajo de ese año, excepto «otros vehículos de transporte», que
excluye automotores y «productos del tabaco», dos sectores de poca envergadura
y volátiles.
Por otro lado, en la última encuesta de expectativas de la industria, un 29%
respondió que planea reducir su dotación, 8 puntos porcentuales más que en el
informe del mes pasado.
El registro de 1,5% de inflación de mayo, en tanto, tiene como inocultables
costos la caída de la actividad económica y la pérdida de bienestar de millones
de personas, además de la importante hipoteca que se está gestando. Esto
último, en particular, por la vuelta a la dinámica de endeudamiento en dólares
y la salida de capitales, en el marco de una significativa apreciación del
peso.
Según datos del Balance Cambiario del Banco Central, la formación de activos
externos de las personas físicas ascendió en abril a 2.247 millones de dólares,
un reflejo del impacto de las medidas de liberalización respecto del dólar,
implementadas a mitad de ese mes.
Respecto de los anuncios de la
profundización de la fase de endeudamiento en dólares, en la semana se realizó
una operación de REPO con un conjunto de bancos internacionales de primera línea
por 2.000 millones de dólares. Además, el 28 de mayo se adjudicaron 1.000
millones de dólares del BONTE 2030 exclusivos para inversores extranjeros (por
primera vez después de siete años), y se amplió la emisión el viernes pasado en
500 millones, habilitándose también la participación a residentes.
Este rumbo económico y político, con todo, no es ineluctable. No se deben
descartar, al contrario, las chances de un «dique de contención» ante los
avances de este modelo aperturista, desregulador y de destrucción de lo
público.
Un límite material concreto, a mi juicio, es el comicio de octubre. Un buen
resultado en las urnas sería aquel que como mínimo garantice dos pilares
democráticos hoy soslayados. Por un lado, que no se puede gobernar por decreto;
por otro, que las leyes que propone el Congreso no pueden ser vetadas. En ese
caso, habremos ganado una batalla importantísima.
El desarrollo de los hechos y su cronología fueron inexorables. Cuando el 4 de
junio la Corte Suprema rechazó la recusación que los abogados de Cristina
Fernández de Kirchner habían presentado contra el Dr. Ricardo Lorenzetti en la
CFP 5048/2016 sobre incidente de recurso extraordinario, la expresidenta supo
que su suerte estaba echada. De acuerdo con la presentación de los letrados del
5 de mayo, se había invocado como razón una alegada falta de imparcialidad del
ministro del alto tribunal. Los fundamentos de tal reclamo fueron sus fallos en
disidencia con los otros dos miembros del cuerpo, algunas declaraciones
públicas en televisión y una denuncia de la senadora Anabel Fernández Sagasti
ante el Senado de la Nación. Tales comportamientos de Lorenzetti –esgrimía el
pedido de recusación– violarían los parámetros de imparcialidad de los
magistrados que establecen los principios de Bangalore relativos a la
independencia de la Justicia y en el caso “Llerena” del año 2005, en que la
Corte sostuvo que la jueza que había participado durante la instrucción de la
causa no podía ser la misma que intervenía en la etapa de juicio, ya que ello
violaba el principio de imparcialidad.
La respuesta del alto tribunal fue contundente: primero consideró que el
planteo había sido presentado fuera de término y estaba falto de las necesarias
fundamentaciones jurídicas y, después, sostuvo que la mayoría de los hechos
mencionados ya habían sido conocidos antes de la presentación del recurso
extraordinario del 13 de febrero, momento en que no se habían planteado.
La autodefinida “abogada exitosa” –tal como lo expresara el 12 de
septiembre de 2012 durante su exposición en la Kennedy School of Government
ante estudiantes de la Universidad de Harvard– vio venir todo esto con
antelación. Por eso –rápida de reflejos– se dio cuenta de que lo único que la
podía salvar de ir presa era tener fueros. Por eso decidió hacer la entrevista
en el programa de Gustavo Sylvestre en C5N en la que, de forma absolutamente
personal y unilateral, hizo el anuncio del lanzamiento de su candidatura a diputada
provincial por la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires,
hecho verdaderamente insólito porque los diputados no se eligen por
circunscripciones.
Hoy más que nuncaSuscribite
Los tres miembros de
la Corte se vieron así ante un verdadero reto de la historia: repetir la
lamentable conducta que el alto cuerpo adoptó de no tratar la condena del
expresidente Carlos Menem, al que, de esa manera, le garantizó impunidad o la
de actuar con responsabilidad y celeridad ante una causa que ya llevaba 17 años
desde que fue impulsada por las entonces diputadas Elisa Carrió y Mariana
Zuvic.
A esa celeridad llevaba, además, el hecho sucedido el 29 de mayo, día en
que la Corte dejó firme la condena a diez años de prisión contra el empresario
Lázaro Báez y contra sus hijos varones por el delito de lavado de dinero en la
causa conocida como “La ruta del dinero K”, en la que se comprobó que Báez
blanqueó fondos por alrededor de 60 millones de dólares provenientes del delito
de evasión al fisco. A ese veredicto, para el cual debieron incorporarse a la
Corte los conjueces Mario Lozano, de la Cámara Federal de General Roca, y Luis
Ramón González, de la Cámara Federal de Corrientes, que sumaron sus respectivos
votos a los de los ministros Horacio Rosatti Y Ricardo Lorenzetti –Carlos
Rosenkranz votó en disidencia–, se llegó en tan solo diez días.
La contundencia de las pruebas y la mala calidad técnica de los abogados
defensores de la expresidenta no dejaban lugar a dudas sobre cuál sería el
fallo de la Corte: dejar firme la condena. Llegados a este punto, no hay que
olvidar algo sumamente importante: de haber estado vivo, Néstor Kirchner
también habría sido condenado.
Terminó así un largo período de 17 años en los que, con chicanas y
presiones sobre jueces y fiscales, CFK buscó frenar el trabajo de la Justicia.
Lo intentó de una y mil maneras. En 2013 ordenó elaborar aquel proyecto de
reforma judicial, un mamotreto presentado con el pomposo nombre de Ley de
Democratización de la Justicia, la mayoría de cuyos artículos fueron declarados
inconstitucionales por la Corte. Presionó e intentó descalificar a cada uno de
los jueces y fiscales de la causa, esgrimiendo –entre otras cosas– cercanía de
algunos de ellos a Mauricio Macri. Lo curioso es que el fiscal del caso, Diego
Luciani, fue nombrado en septiembre de 2013; los jueces Jorge Gorini y Rodrigo
Giménez Uriburu, en septiembre de 2011, y André Basso, en septiembre de 2015.
Es decir, todos fueron nombrados por la hoy condenada Cristina Fernández de
Kirchner durante sus dos mandatos, previa aprobación de sus pliegos por el
Senado, de mayoría peronista kirchnerista. Las espasmódicas reacciones del peronismo en estas horas posteriores
marcan su declive. Más allá de lo que pueda pasar en la marcha convocada para
acompañarla a los tribunales de la avenida Comodoro Py, en caso de que se
mantenga firme la decisión del juez Gorini –que es quien debe instrumentar la
ejecución de la pena– de que ese trámite inevitablemente se deba realizar allí
y no en el domicilio de la condenada, el tiempo electoral obligará al PJ a
dedicarse a armar sus listas de candidatos y definir su estrategia. Y, más allá
de esta puesta en escena, son muchos los dirigentes peronistas que están ya
hartos de CFK, quien, luego de denostar durante años al Partido Justicialista,
se apropió de él con un único objetivo ligado a sus intereses personales: en
este caso, la búsqueda de impunidad. Cuando pase todo este tiempo de efervescencia, CFK tomará verdadera
dimensión de los alcances de la condena que, además, conlleva una pena
económica monumental, como monumental fue la corrupción pergeñada y practicada
durante los años del kirchnerato. A la Justicia le llevó diecisiete años arribar a un fallo definitivo
sobre uno de los hechos de corrupción más bochornosos sucedidos en la historia
del país. A lo largo de esos años hubo protagonistas que aportaron evidencias
claves para dar sustento a las denuncias de esta causa. Aquí es donde aparece el rol fundamental del periodismo honesto.
Corresponde por lo tanto destacar el protagonismo de Luis Majul con su libro El
dueño y el de Jorge Lanata y su equipo de PPT, cuyos aportes fueron
importantísimos para hacer conocer a la opinión pública cada uno de los
detalles de las distintas maniobras urdidas por la expresidenta durante sus dos
mandatos, en los que persiguió a periodistas y medios críticos en su afán de
establecer un régimen autoritario y permanecer indefinidamente en el poder. El periodismo honesto es un
instrumento esencial para hacer a las sociedades más plurales y transparentes.