La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
La verdadera
historia de la enfermera del cuadro que pide silencio en los hospitales y
clínicas de medio mundo…
Muriel
Mercedes Wabney
Era argentina y modelo. Presentó colecciones de Harrod’s, participó del
programa de TV de Jean Cartier, y mostró los vestidos de la estrella
norteamericana Linda Darnell. Los secretos detrás de la foto que la hizo
anónima y famosa al mismo tiempo.
Todos la conocen.
Medio mundo o más. Pero nadie –o muy pocos– saben su nombre. Ella, su cara, su
gesto, acompaña a millones en la alegría de un nacimiento, en el suspenso de un
quirófano, en el dolor del final de una vida. Es, urbi
et orbi, "La
enfermera del cuadro". De ese cuadro que preside
hospitales, clínicas, maternidades.
Su gesto es más
que elocuente: un dedo índice sobre los labios. Shhhh. Silencio. Una orden
suave, nada autoritaria, que pide crear en las salas de espera un ambiente
sereno: apenas un murmullo, a pesar de la ansiedad, de la euforia, de la
desesperación, de las protestas. Los sucesos límite que convocan a la voz
humana en toda su escala sonora…
¿Quién
es?
Primera noticia
nacional y popular: como Favaloro, Maradona, Messi, el dulce de leche, Gardel,
la calle Corrientes… ¡es
argentina!, aunque su apellido lo desmienta.
Se llama Muriel Mercedes Wabney. Era modelo. En 1947 firmó un contrato de exclusividad para
presentar las colecciones de Harrod's, la versión calle Florida de la célebre
cadena inglesa. Orgullosa todavía en Londres, y una triste ruina entre
nosotros…
Una
vieja foto de Península Valdés
Y no fue todo:
modeló para Ducilo, una empresa y marca de telas, para el modisto Jean Cartier
y su programa "El
arte de la elegancia" (Canal 7, tevé black and white, finales de los 50), y
en un desfile paseó los vestidos que usó Linda Darnell en el film Por siempre ámbar: Twenty
Century Fox, 1947, dirigida por Otto Preminger.
Según la única
historia rastreable del cuadro "shhhhh", revelada por la ya
desaparecida revista Paralelo 38 en
los 70, la idea fue de un tal Juan
Craichik, jefe de visitadores médicos de la empresa "Taranto",
fábrica de instrumental y laboratorio.
El hombre reveló
en una entrevista de Paralelo 38 que
la chispa se le encendió en 1953, mientras visitaba por su trabajo un hospital
de Rosario. "La sala estaba atestada,
y cada tanto una enfermera pedía, sin éxito, silencio. Entonces se me ocurrió crear
una imagen elocuente que cumpliera la misma función".
El
“símbolo” se volvió universal
Presentó el
proyecto en su empresa, lo aprobaron, convocaron a varios modelos
profesionales, y ganó Muriel Mercedes Wabney.
¿Qué se tuvo en
cuenta para ungirla protagonista? Craichik explicó que "su cara era distinta, suave, armoniosa, de
mirada dulce…, autoritariamente dulce".
La sesión
fotográfica duró toda una tarde. El autor de la idea dijo que la empresa "Taranto" no lucró con la
distribución mundial de esa imagen: "la regaló a hospitales, maternidades,
clínicas, etcétera".
En cuanto a
Wabney, rara vez aceptó hablar públicamente, dijo que era casada, que no tenía
hijos, y negó confesar cuánto le pagaron por la foto y su multiplicación ad infinitum…: casi tan enigmática como su anónima cara
impartiendo silencio.
La
famosa tapa de Paralelo 38
Hoy, mayo 12, la
recordamos porque es el Día
Mundial de la Enfermería, aunque en la Argentina el Día de la
enfermera se celebra el 21 de noviembre.
Y no es poco.
Porque Wabney, mujer de mediados del siglo XX, engarza su historia en la más
emblemática enfermera de la historia: Florence
Nightingale, nacida en el entonces Gran Ducado de Toscana el 12
de mayo de 1820, y murió en Londres el 13 de agosto de 1910, cuando en la
Argentina no se apagaban todavía los fastos del Centenario de la Revolución…
Enfermera y
también escritora, fue epidemióloga, estadígrafa sanitaria, y pionera de la
enfermería moderna.
Florence Nightingale
Primera mujer
admitida en la hermética Royal Statistical Society británica, inspiró a Henri
Dunant a fundar la Cruz Roja.
Pero no logró su
fama con tinta y sobre papeles: empapó sus manos y su alma entre las atroces
heridas de los soldados de la guerra de Crimea.
La llamaban "La dama de la
lámpara", por su hábito insomne de rondas nocturnas alumbradas por esa
luz. En 1883, la
Reina Victoria la honró con la Real Cruz Roja. En 1908 recibió las Llaves de la
Ciudad de Londres.
Y aunque no lo
sepa, cada vez que alguien obedece el pedido de silencio de Muriel Mercedes
Wabney desde su cuadro, también convoca el indomable espíritu de Florence
Nightingale.
Porque a su
manera, las dos abren sus alas sobre las risas o las lágrimas humanas.
Murió Daniel Viglietti, con él
se murió un vanguardista, un artista descomunal, el tipo que llevó la
sofisticación hecha canción y guitarra a una masividad imposible.
Miren la tapa de ese disco. Es Trabajo de
hormiga, de Daniel Viglietti, grabado en vivo en el Luna Park en
1984. Ahí estoy. Adelante de todo. Tenía primera fila, al medio. Si hay gente
adelante es porque hubo algunos colados de las filas de atrás que se sentaron
en el piso.
Tenía 16 años y fui con mi hermano César al Luna Park el día en que se ponían
en venta las entradas, a las seis de la mañana, a hacer la cola. Ahí saqué las
entradas. Después fuimos al concierto con mi mamá, Marisa, con mi papá, Néstor,
y con César, que es el de rulos y jardinero, remera celeste con mangas rojas,
el que más destaca en la foto.
El primer momento en que Daniel Viglietti interactuó en
mi vida, mi primera anécdota, fue a los tres o cuatro años. Yo tenía la edad
que tiene Trilce -mi hija-ahora, más o menos. Vivíamos en Valentín Alsina,
típica casa del Conurbano, con jardín modesto, limonero, rosas, jazmín del
país. Había una canilla que a mí me encantaba abrir. Me lo contaron después mis
viejos, yo no lo recuerdo, era muy chico.
Mis viejos me retaban, me decían que no la abriera, y yo
iba y la abría. Siempre. Sí, como hace Trilce ahora cuando le gusta algo. O
simplemente cuando quiere llamar la atención hinchando las pelotas. Abría la
canilla hasta que mis viejos se cansaron y la ataron con un alambre. Me dicen
que cuando la fui a abrir, no pude, obviamente. Y que, al ver que lo que me lo
impedía era un alambre, empecé a cantar: “A desalambrar, a desalambrar”.
Obviamente, canté eso porque a mis viejos les encantaba Viglietti. Y se la pasaban
escuchándolo.
Viglietti es para mí como Mafalda o Los Beatles: un gusto que me marcó de
chico y que me iba a acompañar toda la vida. Con una diferencia: Mafalda y Los
Beatles son puertas universales y es obvio que funcionan de esta manera. Tienen
tantos niveles de lectura que cualquier chico del Mundo puede entrar al arte,
sumergirse en una obra que los va a acompañar siempre.
En momentos en que la izquierda no parece estar pasando
su mejor momento, revisar la obra de Viglietti y compararlo con lo que el
imaginario nos dice que es la obra de Viglietti, se parece mucho a un ejercicio
necesario y hasta indispensable.
Viglietti, en cambio, es mi héroe imposible, el tipo que, a priori, no
parece crear para que lo escuchen los niños. Pero siempre hay anomalías. Y esas
anomalías pueden ser constitutivas.
¿Por qué soy como soy? Hay un montón de respuestas
posibles. Pero sin dudas, una de ellas es: soy como soy porque fui un niño que
creció escuchando a Daniel Viglietti. Y también soy como soy porque fui
creciendo descubriendo las múltiples capas que había en ese artista magistral
que es, fue y será siempre Daniel Viglietti.
Viglietti es, ante todo, un gran malentendido. Por un
lado, en el imaginario colectivo se lo confinó al universo de “cantor político”
o “cantor de protesta”. Así titulan la noticia de su muerte la mayoría de los
diarios, que tienen que actuar respeto pero jamás lo entendieron. Claro que ese
confinamiento, ese malentendido, lo llevó a tener un público amplio, masivo,
cuando ese canto urgente era también una necesidad de un público amplio.
A diferencia de otros autores de trazo más grueso y una
simpleza acorde al mensaje político que se quería transmitir, Viglietti siempre
fue un sofisticado. Inclusive cuando se puso más directo o rozó, en los textos,
lo panfletario. Sus letras más directas están acompañadas por piezas de
guitarra deudoras de la escuela clásica: Viglietti fue alumno de, entre otros,
Agustín Carlevaro, maestro uruguayo y referente mundial de la guitarra de
concierto.
Su primer disco tiene un nombro propio de la música
erudita: “Canciones folklórica y seis impresiones para canto y guitarra”. Da la
sensación de que se trata de un músico de raíz clásica o erudita, haciendo
música popular. Como si fueran las composiciones de Ginastera o Villa-Lobos.
¿Coincidencia? No, ni un poco. Al contrario, coherencia absoluta.
Si hay un signo distintivo en la obra de Daniel Viglietti es la vanguardia,
su tozuda e inquebrantable vocación vanguardista. Era un tipo de izquierda, sin
duda. Un tipo que no dejaba duda de su condición política en ninguna de las
cosas que hacía. Pero era, ante todo, un vanguardista. Alguien que, como León
Ferrari o Mauricio Kagel, pretendía que vanguardia y política confluyeran en
una misma dirección.
A diferencia de muchos cantautores “de protesta” que eligieron simpleza
para llegar al pueblo, Viglietti jamás cedió ni un poco de sus convicciones
artísticas. Ni como autor, ni como difusor de otros autores. Porque Viglietti
fue también periodista, escritor, investigador, comunicador. Pero quiero hablar
aquí de su obra artística. Y de su condición de difusor desde lo artístico.
A diferencia de
muchos cantautores “de protesta” que eligieron simpleza para llegar al pueblo,
Viglietti jamás cedió ni un poco de sus convicciones artísticas. Ni como autor,
ni como difusor de otros autores.
En los 70, cuando buscó difundir a autores contemporáneos o un poco más
chicos, menos conocidos que él, hizo el disco “Trópicos”. Allí cantó temas de
Silvio Rodríguez (un perfecto desconocido en ese momento), Noel Nicola o Chico
Buarque, otro desconocido, al menos en Argentina y Uruguay. Cuando volvió del
exilio, puso como telonero de sus conciertos a Leo Maslíah (que es fan de la
obra de Viglietti e hizo una gran versión en piano del tema “Gurisito”), Jorge
Lazaroff o Luis Trochón.
Recuerdo un concierto en Obras donde apareció Trochón solo en el escenario,
barba larguísima, disfrazado, recitando un texto delirante no apto para
fundamentalistas de “a desalambrar”. Sus discos posteriores al exilio, si bien
no marcan una ruptura con el pasado, sí dan cuenta de otras búsquedas, más
personales, menos terminantes, más llenas de preguntas que de certezas.
“Esdrújulo”, su disco post caída del Muro de Berlín y la
Unión Soviética es una obra maestra. Las dudas lo volvían gigante, la falta de
respuestas lo hacían más y más grande artista.
El gran musicólogo brasileño residente en el Uruguay,
Guilherme de Alencar Pinto tiene una buena respuesta para el malentendido de
Viglietti. Guilherme dice que Viglietti quedó atado, en el imaginario, a una
obra de un momento, que fue la que tuvo más repercusión en el público. Pero que
su obra política directa fue breve y que encasillar toda una vida en aquel
momento es como circunscribir toda la obra de Jean-Luc Godard a la marca que
dejaron las películas más políticas directas de fines de los 60 y comienzos de
los 70.
Godard podría ser un buen punto de partida para mirar comparativamente la
obra de Viglietti. Pero si de buscar referencias y semejanzas se trata, me
quedo con dos poetas a los que admiraba profundamente: Vladimir Maiakovski y
César Vallejo. Ambos fueron comunistas, ambos tuvieron una obra signada por una
ideología colectiva y hablaron de manera urgente sobre su tiempo. Pensemos en
el poema “Lenin”, de Maiakovski; o en “España, aparta de mí ese Cáliz”, de
Vallejo.
Hay una mirada política, sí. Pero lo que importa en
Vallejo y en Maiakovski es la forma poética. O, en todo caso, cómo la forma se
vuelve contenido y viceversa. En momentos en que la izquierda no parece estar
pasando su mejor momento, revisar la obra de Viglietti y compararlo con lo que
el imaginario nos dice que es la obra de Viglietti, se parece mucho a un
ejercicio necesario y hasta indispensable.
Son los viejos dogmas, las certezas incuestionables, todo
lo que creíamos correcto lo que está en juego. ¿Cómo hacer para barajar y dar de
nuevo sin perder la identidad de izquierda, sin dejar de estar parados en este
lado del mundo? La reinvención, el rigor y la dedicación que existen en la obra
de Viglietti pueden ser una clave para pensarnos.
Por último, una anécdota: ya les conté que cuando yo
tenía la edad de Trilce ya cantaba “A desalambrar”. Ya más grande, cuando
decidí que quería que mi hija menor se llamara Trilce supe que, además de
llamarse como el libro clave de César Vallejo (y de la poesía castellana del
siglo XX), se iba a llamar como la hija de Daniel Viglietti. Sí, Viglietti
tiene una hija que se llama Trilce.
Si hay un signo
distintivo en la obra de Daniel Viglietti es la vanguardia, su tozuda e
inquebrantable vocación vanguardista. Era un tipo de izquierda, sin duda. Pero
era, ante todo, un vanguardista.
Le comenté a Viki del nombre, le hablé del libro de Vallejo (ella no lo
conocía) y le hice escuchar “La canción de Trilce”, la bellísima canción que
Viglietti le escribió a su hija. A Viki le emocionó tanto que dijo que sí y
asumió su versión de los hechos: Trilce sería para ella “la que vence la
tristeza”. O sea, su versión de Trilce es más viglettiana que vallejiana.
Y hay más: si Trilce era varón, pensábamos ponerle Vladimir. Aquí también había
distintas versiones de los acontecimientos: ella decía que era por Lenin; yo
decía que era por Maiakovski.
Ayer se murió lo último que quedaba en la Tierra de la huella de Vallejo y
Maiakovski. Se murió un vanguardista, un artista descomunal, el tipo que llevó
la sofisticación hecha canción y guitarra a una masividad imposible.
Se murió un creador cuya obra me acompañó toda mi vida.
Me queda el consuelo de la grandeza de esa obra, de tener aún mucho por
descubrir en su legado. Eso sí: no me pidan que no esté triste, muy triste.
El rompehielos ARA “Almirante
Irízar” concluyó las pruebas de hielo en la Antártida…
El buque de la Armada Argentina regresó a Buenos Aires tras haber navegado
por aguas antárticas luego del proceso de reconstrucción y modernización al que
fue sometido.
Tras haber zarpado del puerto de Ushuaia, el rompehielos
ARA “Almirante Irízar” arribó esta mañana a los Talleres Navales de Dársena
Norte (TANDANOR) luego de haber efectuado las pruebas de hielo en aguas
antárticas. A su regreso desde la zona austral operó en el Mar Argentino con
unidades de la Flota de Mar.
Para su recibimiento, estuvo presente el Ministro de
Defensa Oscar Aguad, acompañado por el Jefe del Estado Mayor General de la
Armada, Almirante Marcelo Eduardo Hipólito Srur, y el Director General del
Material de la Armada, Contralmirante David Fabián Burden. También asistieron
el Comandante Conjunto Antártico, Comodoro de Marina Pablo Fal, junto a su
antecesor y actual Director de Sanidad de la Armada, Comodoro de Marina Marcelo
Cristian Tarapow.
Ya amarrado el rompehielos, las autoridades navales y del
Ministerio de Defensa realizaron un breve recorrido por el “Irízar”; y tras
saludar a su Comandante, Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra, Plana
Mayor y tripulación, recibieron una exposición sobre las diferentes pruebas
concretadas por el buque.
La Banda de Música de la Armada también participó del
acto rindiendo honores.
Las pruebas de
hielo.
Las mismas tuvieron como objetivo principal observar el
desempeño de la unidad, en el marco del proceso de reconstrucción y
remodelación al que fue sometida en los últimos años.
Para eso, en una primera instancia, el buque navegó por
zonas con “hielo a la deriva” y, una vez superada esa etapa, lo hizo por campos
de hielo de mayor espesor y altura. De esta forma, se buscó exigir a los
sistemas, equipos y motores de propulsión a condiciones de temperaturas bajo
cero, para luego evaluar sus reacciones.
Las actividades contaron con el apoyo de la Segunda
Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros –perteneciente a la Fuerza Aeronaval
Nº2–, que a bordo de un Sea King y tras diez años sin sobrevolar la zona, llevó
adelante viajes a la base antártica Orcadas y exploraciones junto a
profesionales, para determinar el área de operaciones del rompehielos.
“Ha sido un desafío cumplido que hace a la integración y
al espíritu del rompehielos”, comentó el Comandante de la unidad, Capitán de
Fragata Maximiliano Mangiaterra. “Esta navegación cierra un ciclo de
adiestramiento e instrucción fundamental para que toda la tripulación pueda
participar en sus roles de forma adecuada durante la campaña antártica”,
detalló.
A lo largo del recorrido, el buque de la Armada Argentina
operó con hielos de hasta 4 metros, sobre los cuales se realizaron prácticas de
ramming, impactando sobre éstos hasta conseguir agrietarlos y así abrirse paso.
Esta fue la última de las pruebas de aceptación de
puerto, mar y hielo, que le permitirá a la Armada Argentina obtener la
certificación final del buque. Una vez adquirida, la unidad será entregada al
Comando Naval Antártico y comenzará con su alistamiento para la Campaña
Antártica de Verano.
Las pruebas en el “Irízar” habían comenzado en abril,
cuando el buque zarpó desde el Complejo Industrial y Naval Argentino (CINAR)
para efectuar el primer ajuste de sistemas. A aquella navegación inicial le
siguieron varias más por Buenos Aires, Puerto Belgrano y Ushuaia. En todas
ellas, así como en esta última visita antártica, científicos, investigadores y
profesionales de diferentes organismos fueron sumándose a la dotación del buque
para supervisar su comportamiento y asegurar el óptimo desempeño de la unidad.
Ganar capacidades.
Concluido el proceso de reconstrucción y modernización
que lo mantuvo alejado de las aguas por diez años, el “Almirante Irízar” adquirió
capacidades propias de buques logísticos y multipropósitos, convirtiéndose en
un rompehielos único en el hemisferio Sur.
La unidad incorporó tecnología de última generación,
duplicó su capacidad de transporte de Gas Oil Antártico (GOA) e incrementó en
un 600 por ciento la cantidad de espacio dedicado a la investigación
científica; que de 40 metros cuadrados pasó a ocupar 400.
Entre muchas otras novedades, también sumó un sistema de
obtención de información física a partir de sedimentos, y una campana que le
permite generar un ambiente aislado para activar reacciones químicas.
Asimismo, el característico puente de observación de la
unidad también fue ampliado significativamente para ganar espacio interno y
poder alojar a un mayor número de personas y equipamiento.
Volver a los hielos.
Para el Suboficial Mayor Raúl Oscar Godoy, la próxima
Campaña Antártica de Verano será la sexta de su carrera naval. Feliz por esta
nueva etapa en su vida, cuenta que entre las campañas y su antigüedad en el
buque, ya suma 14 años junto al rompehielos de la Armada Argentina.
Su último viaje a la Antártida había sido en 2006. De ahí
estuvo destinado al buque logístico ARA “Patagonia” y desde 2008 permanece en
el “Irízar”. “Esta es mi segunda casa; fui testigo de todo el proceso de
reparaciones, así que hoy es una emoción muy grande verlo en el medio de los
hielos”, describe desde el puente de comando del buque.
En cambio, el Guardiamarina Mathias Real Toro se prepara
ansioso para la que será su primera campaña. Egresado el año pasado de la
Escuela Naval Militar y desempeñándose actualmente como ayudante del
Departamento de Operaciones, señala que poder ser parte de la dotación del
rompehielos es una experiencia única y una aventura: “Estar acá es increíble,
todos los días son un desafío”.
Así también lo siente la Cabo Segundo Romina Juárez
Dávila, destinada hace cuatro años a la unidad. “Desde la primera salida que
hicimos en abril estoy disfrutando y aprovechando al máximo para aprender.
Es
impresionante ver cómo se trabaja a bordo. Sentir el movimiento del barco, la forma en la que rompe el hielo, o
salir y que te encandile el blanco de la nieve; todas son vivencias hermosas”,
concluye.
La Aviación Naval presente una
vez más en el continente antártico
Luego de diez años sin
sobrevolarla, la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros, de la Fuerza
Aeronaval Nº2, volvió a operar en la base antártica Orcadas y efectuar
ejercicios con el rompehielos ARA “Almirante Irízar”.
Si hay algo que caracteriza al rompehielos
ARA “Almirante Irízar”, sin dudas es su tamaño. El buque de la Armada Argentina
es la única unidad con capacidad para alojar dos helicópteros Sea King y esto
se da gracias a los enormes hangares situados en la popa del buque.
Por eso, en estos años de reparaciones y
modernización de la unidad, la Aviación Naval se vio restringida para llegar
hasta el continente blanco y operar sobre sus hielos y bases.
“En total fueron cuatro las Campañas
Antárticas en las que participé, y hoy poder volver me deja orgulloso y muy
contento; son muchas sensaciones que se me vinieron al momento de subir y
volar”, comentó el Capitán de Fragata Jorge Nieto, piloto del Sea King
destinado y Jefe del Grupo Aeronaval Embarcado que, en el marco de las pruebas de hielo llevadas adelante por el ARA
“Almirante Irízar”, tuvo la
oportunidad de regresar al continente blanco luego de diez años.
En esta vuelta, la Segunda
Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros –perteneciente a la Fuerza Aeronaval Nº2
(FAE2) con asiento en la Base Aeronaval Comandante Espora– se encargó de
trasladar científicos e investigadores que observaron los hielos desde el aire
para luego proponer posibles rutas al buque; efectuar vuelos hacia la base
Orcadas para acercarle a su dotación víveres y suministros; y adiestrarse en
ejercicios de carga y descarga de peso junto al “Irízar”.
“Es un volver a empezar para todos;
para toda la cubierta de vuelo. Muchos de los cabos que estaban por venir se
quedaron con las ganas cuando pasó lo del incendio, así que era una gran
ilusión regresar. Desde la FAE2 y la Escuadrilla siempre continuamos
transmitiendo nuestras experiencias mediante capacitaciones y cursos, con la
idea de compartir las vivencias y prepararlos para el trabajo que los esperaría
acá”, expresó el Suboficial Primero Mauricio Peña, mecánico de vuelo, desde uno
de los hangares del rompehielos.
A su lado, el Suboficial Primero
Pedro Castillo agregó: “A diferencia de la última campaña, el buque está muy
renovado. Si bien mantiene la esencia, las nuevas remodelaciones se notan. La
verdad que se disfruta mucho el estar a bordo”.
De esta manera, la Segunda
Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros dio inicio a los preparativos para lo que
será la próxima Campaña Antártica de Verano, en la que jugará un rol esencial
reabasteciendo a las distintas bases antárticas, colaborando en el recambio de
sus dotaciones y trasladando a los profesionales que invernarán.
La Segunda Escuadrilla Aeronaval
de Helicópteros volvió a operar en la base antártica Orcadas.
Las cárceles argentinas se están llenando de ex dirigentes kirchneristas.
La semana pasada caía preso Julio de Vido, el "hombre fuerte" del
gobiernodeCristina Fernández de Kirchner, y hoy le ha tocado el turno a su último vicepresidente,Amado Boudou(2011-2015). El
juez pidió la detención de Boudou por un presunto delito de enriquecimiento
ilícito y blanqueo de capitales cuando era ministro de Economía.
Junto a Boudou, el magistrado Ariel Lijo ordenó también la detención de
José María Núñez Carmona, uno de los socios del ex vicepresidente kirchnerista.
A Boudou, de 54 años, se le acusa de un delito de "asociación ilícita en
el marco de enriquecimiento". El ex vicepresidente y su ex socio están
siendo procesados también en un juicio por la presunta compra irregular
de la imprenta Ciccone, donde se fabricaba papel moneda.
La policía detuvo al ex vicepresidente argentino en su piso de Puerto
Madero, uno de los barrios más exclusivos de Buenos Aires. La justicia le había
pedido a Boudou, entre otros requerimientos, que justificara el origen de
80.000 dólares con los que el ex funcionario le compró un apartamento a su ex
novia, la periodista Agustina Kampfer.
El fiscal de la causa, Jorge di Lello, halló pruebas para deducir que Boudou se enriqueció de forma injustificada durante el ejercicio
de la función pública. "Se advierten indicios de una
ingeniería orientada a oscurecer el origen de los fondos con los que se
realizaban consumos, y se adquirían bienes y acciones", señaló el fiscal
en su requerimiento ante el juez. En cuanto a su socio, Núñez Carmona, la
justicia le considera testaferro del ex vicepresidente y entiende que tampoco
tiene forma de justificar su patrimonio.
Aficionado al rock y amante de los coches de
lujo, Amado Boudou supo ganarse a Cristina Kirchner cuando estaba al
frente de la ANSES, la Seguridad Social argentina. En 2008 fue el artífice de
la estatización del sistema privado de jubilaciones, una medida que entusiasmó
a Kirchner. Un año después le nombraría ministro de Economía. La dirigente
peronista sorprendió a propios y extraños cuando eligió a Boudou como compañero
de fórmula presidencial para las elecciones de 2011.
Kirchner arrasó en esos
comicios, con un 54% de los votos, y Boudou, como vicepresidente, fue visto a
partir de entonces como el "heredero" político de Kirchner. Pero su
estrella comenzó a declinar cuando un año después estalló el escándalo sobre la
supuesta compra irregular de la imprenta Ciccone.
Con las detenciones de Boudou y De Vido se estrecha el cerco
contra Cristina Kirchner, involucrada también en varias causas de corrupción.
Tras el reciente triunfo del presidente Mauricio Macri en las elecciones
legislativas, la justicia está acelerando las investigaciones en los casos que
afectan a ex dirigentes kirchneristas. La ex mandataria logró en esos comicios
un escaño de senadora que le protege ante una eventual orden de prisión. Pero
su futuro político estará marcado por las decisiones judiciales que se tomen en
los próximos meses.