Malvinas: una digna lucha hasta el final...
Esta es la última de cinco entregas en las
que el teniente general Martín Balza relata los movimientos finales de la
Guerra de Malvinas. Desde la caída de Darwin-Goose Green hasta la ofensiva
sobre Puerto Argentino. Balza revela los detalles que llevaron a la rendición y
destaca la íntegra pelea dada por los combatientes.
© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino,
Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el
sábado 26/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República Argentina.
La batalla de Puerto Argentino. A partir de la caída de Darwin-Goose Green, el
29 de mayo, los británicos se reorganizaron. Al día siguiente, la Fuerza Aérea
y la Aviación Naval atacaron al portaviones Invencible, que quedó averiado.
Para iniciar la ofensiva final, que se
libraría entre el 8 y el 14 de junio, sobre Puerto Argentino (a 90 km de
distancia), el enemigo contaba con un superior poder de combate en
abastecimientos, de apoyo de fuego naval y aéreo, de artillería de campaña y antiaérea,
gran movilidad helitransportada, tropas frescas e información satelital.
Mientras que nosotros llevábamos más de cuarenta días sometidos a gran desgaste
psicofísico.
En los primeros días de junio, nuestras
tropas de comandos realizaron importantes incursiones nocturnas, en una de
ellas, mi unidad (GA 3) apoyó a la Compañía 602, a cargo del mayor Aldo Rico,
que tuvo una actuación meritoria.
Uno de sus integrantes, el teniente
Jorge Vizoso Posse, relató en el libro La artillería argentina en Malvinas, de
Horacio Rodríguez Mottino: “Era una dulce compañía sentir el estallido de los
proyectiles de nuestra artillería, aunque se produjera muy cerca. Nos protegió
y permitió sentir que no estábamos solos”.
Otro de los integrantes de esa
Compañía, el teniente Héctor Losito, herido seriamente en combate, describe uno
de los enfrentamientos con comandos ingleses, que permite apreciar el respeto
al adversario: “Yo estaba herido y hecho bolsa, no podía ni hablar. El inglés
me colocó morfina en la pierna izquierda y me hizo un torniquete. Nos
embarcaron hasta un hospital en San Carlos, donde me operaron. Estábamos juntos
ingleses y argentinos, incluso los del mismo combate”. El Comité Internacional
de la Cruz Roja destacó el cumplimiento al derecho internacional de los
conflictos armados y el respeto a la población civil, por ambos bandos.
El 3 de junio, el embajador argentino
en Portugal, Carlos Gómez Centurión, dijo al diario El País: “Hemos sido una
vez más los ‘tontos útiles’. Hemos hecho la guerra que los británicos han
provocado y que los Estados Unidos querían. Están preocupados con el Atlántico
sur y quieren asegurar la vía marítima por el sur del continente americano”.
En Puerto Argentino esperábamos el
asalto final; añorábamos lo que podíamos haber tenido y no teníamos, y
peleábamos –reitero– con menos del 10% de la capacidad operativa y logística
del Ejército y de la Armada. Un diario español consignó: “Los argentinos tienen
Fuerza Aérea, pero no emplean su Marina, que brilla por su ausencia. Y sin ella
no pueden mantener el abastecimiento con las fuerzas de Menéndez”.
El 8 de junio, a media mañana, el
observador adelantado del GA 3 con el Regimiento de Infantería (RI) 4 me
informó el desembarco de hombres y helicópteros de barcos enemigos en Bahía
Agradable. La zona estaba fuera del alcance máximo de mis cañones pesados
(155mm-20 km).
Hablé con Jofre, quien solicitó apoyo a
la Fuerza Aérea Sur del continente. Pasado el mediodía, nuestros aviones
atacaron y hundieron a los transportes Sir Galahad y Sir Tristan, ocasionando
51 muertos y más de 46 heridos. Los ingleses lo calificaron como el desastre de
Bluff Cove. El ministro de Defensa, John Nott, aseguró en Londres que las
pérdidas fueron “trágicas”.
Desde ese día, con la Armada
constituimos un original equipo. El capitán de fragata Julio Pérez arribó con
un sistema de misiles Exocet MM-38, adaptados para ser lanzados desde una
plataforma terrestre al mar, pero carecía del imprescindible radar para
proporcionarle al misil los datos de tiro: acimut (ángulo de dirección) y alza
(distancia) al blanco.
El GA 3 poseía un radar Rasit (alcance
de 30 km) operado por el sargento Raúl Orcasitas y el soldado Héctor G. Soto.
La noche del 11 de junio, Orcasitas me comunicó que tenía un buque “bien
adquirido” y de inmediato le pasamos los datos a la Armada. El capitán Pérez,
sin vacilar, disparó el misil que hizo impacto en el crucero Glamorgan, que
transportaba armas nucleares. El barco quedó averiado, fuera de combate y con
importantes bajas. Al término de la guerra, el Glamorgan fue donado a Chile.
El cerco se cerraba sobre Puerto
Argentino. El fuego naval y aéreo, incluidas “bobas de racimo” y de la
artillería terrestre, se intensificaba sobre nuestros regimientos y los Grupos
de Artillería GA 3 y GA 4, este último a cargo del teniente coronel Carlos
Quevedo, que concurrió al conflicto convaleciente de una seria operación.
Las erróneas decisiones de Galtieri y
aceptadas por Menéndez y Jofre se manifestaron. Se concibió una defensa
perimetral sobreextendida, sin profundidad, carente de movilidad, sin reservas
ni contraataques planificados, propia de la Primera Guerra Mundial.
También se vulneró el principio de
“economía de fuerzas”. De los nueve regimientos de infantería (RI) en las
islas, solo cuatro participaron en forma efectiva en combate: el Rl 4, a cargo
del teniente coronel Diego Soria, que dejó en el continente un hijo con una
enfermedad terminal; el Rl 7, con el teniente coronel Omar Giménez; el Rl 12,
con el teniente coronel Ítalo Piaggi, y el Batallón de Infantería de Marina
(BIM) N° 5, con el capitán de fragata Hugo Robacio.
Participaron parcialmente dos: el Rl 6
(teniente coronel Jorge Halperín) y el Rl 25 (teniente coronel Mohamed A.
Seineldín). Tres no participaron: el Rl 3 (teniente coronel David Comini), y
aislados en la isla Gran Malvina, el Rl 5 (coronel Ramón Mabragaña) y el Rl 8
(teniente coronel Ernesto Repossi).
El 10 de junio, a media mañana,
realizamos un ataque coordinado, entre el GA 3 y tres aviones Pucará basados en
la isla, sobre blancos que estaban fuera del alcance de nuestros cañones. Sus
pilotos eran los tenientes primeros Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi y Carlos
Morales. Fue el primer caso de aero-cooperación en combate en nuestra
historia.
A partir de ese día, era clara la
decisión del general Jeremy Moore –excelente profesional y digno adversario– de
atacar frontalmente la línea general de montes, de 300 metros de altura:
Longdon, Dos Hermanas y Harriet.
El 11 de junio, alrededor de las 22.00,
el Batallón de Paracaidistas 3 atacó Longdon, defendido por una compañía del RI
7. El Batallón de Comandos 45 atacó Dos Hermanas, defendido por efectivos del
RI 6 y el Rl 4. Y el Batallón de Comandos 42 lo hizo sobre Harriet, defendido
por el RI 4.
Como en toda guerra, hubo debilidades y
defecciones. En Longdon, el combate duró varias horas hasta que la fracción del
RI 7 inició el repliegue. Se vivió un verdadero pandemónium. Hubo importantes
bajas de ambos bandos, entre ellas el observador adelantado del GA 3, el
teniente Alberto Ramos. En Dos Hermanas, una fracción del RI 6, con el mayor
Oscar Jaimet, tuvo un ejemplar comportamiento.
Sobre el combate en Harriet, el
corresponsal inglés, Kim Sabido, en el diario The Sunday Times, consignó:
“Nuestros hombres avanzaban lentamente a duras penas. Los que teníamos enfrente
no iban a ceder si no era tras una lucha encarnizada”. El día 12, los montes
citados estaban en poder enemigo.
La batalla más intensa de la Guerra, la
del monte Tumbledown, se desarrolló entre el 12 y el 14 de junio. Los blancos
más buscados por el fuego naval, terrestre y aéreo eran el GA 3, el GA 4 y el
BIM 5. Un impacto en inmediaciones de mi comando ocasionó heridos y un muerto,
el cabo Ángel Quispe.
El comportamiento y profesionalidad del
BIM 5, a cargo del capitán de fragata Carlos Robacio –el mejor regimiento de
infantería– fue ejemplar. Los días 13 y 14 se libraron los combates más
intensos de toda la guerra. La prioridad del apoyo de la artillería la tuvo el
BIM 5, y parcialmente el Escuadrón de Caballería 10, a cargo del capitán
Rodrigo Soloaga, en la madrugada del 14. El periodista Bob Mc Gowan, del Daily
Express, de Londres, denominó esas acciones como “un episodio terrorífico,
desesperado y al mismo tiempo trágico”.
A media mañana, la dislocación
psicológica era evidente y el cerco total se había concretado: terrestre desde
el Oeste y por mar al Este, Norte y Sur. El aniquilamiento –entendiendo por tal
la capacidad de lucha quebrada– había sido logrado por los británicos, al costo
aproximado de 300 muertos, 800 heridos, 6/7 buques hundidos y 4/5 averiados,
14/15 aviones derribados y 30 helicópteros en distintas circunstancias.
Ellos, confiados en la victoria, no
ahorraron sacrificios en obtenerla, y nosotros, conscientes de una inevitable
derrota, combatimos hasta último momento. San Martín sentenció: “Una derrota
bien peleada vale más que un triunfo circunstancial”.
El general Anthony Wilson dijo: “Los
hombres que se nos opusieron eran soldados tenaces y competentes, y muchos han
muerto en su puesto. Hemos perdido muchísimos hombres”. Otro británico, el
general Julian Thompson, expresó que fueron “mentiras los dichos de la prensa
sobre los oficiales que huían dejando a sus soldados para que fueran masacrados
o se rindieran como ovejas”: “Oficiales y suboficiales se batieron duramente”.
El conocido Informe Rattenbach, el
informe final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades
del Conflicto del Atlántico Sur, aseveró: “Es importante señalar que hubo
unidades que fueron conducidas con eficiencia, valor y decisión. En esos casos,
ya en la espera, en el combate o en sus pausas, el rendimiento fue siempre
elevado”.
“Tal el caso de la Fuerza Aérea Sur; la
Aviación Naval; los medios aéreos de las tres Fuerzas destacados en las islas;
el Comando Aéreo de Transporte; la Artillería de Ejército (GA 3 y GA 4); la
Artillería Antiaérea de las FF.AA., correcta y eficazmente integradas, al igual
que el BIM 5; el Escuadrón de Caballería Blindada 10; las Compañías de Comandos
601 y 602; y el Rl 25. Como ha ocurrido siempre en las circunstancias críticas,
el comportamiento de las tropas en combate fue función directa de la calidad de
sus mandos”.
La guerra no es una obra de Dios.
Siempre es mejor el sendero de la paz. Todos los muertos de Malvinas,
argentinos y británicos, siguen viviendo, no solo en la turba isleña y en el
mar austral, sino también donde la verdadera humanidad mantiene su alto valor.
Lessons from Malvinas… (Fifth installment)
Malvinas: a worthy fight to the end.
This is the last of five installments in which Lieutenant General Martín Balza recounts the final movements of the Malvinas War. From the fall of Darwin-Goose Green to the offensive on Puerto Argentino. Balza reveals the details that led to the surrender and highlights the complete fight given by the combatants.
© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Saturday 08/26/2023 and published by the Diario Perfil of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic.
The battle of Puerto Argentino. After the fall of Darwin-Goose Green on May 29, the British reorganized. The next day, the Air Force and Naval Aviation attacked the aircraft carrier Invincible, which was damaged.
To begin the final offensive, which would be fought between June 8 and 14, on Puerto Argentino (90 km away), the enemy had superior combat power in supplies, naval and air fire support, field and anti-aircraft artillery, great heliborne mobility, fresh troops and satellite information. While we had been subjected to great psychophysical exhaustion for more than forty days.
In the first days of June, our commando troops carried out important night raids, in one of them, my unit (GA 3) supported Company 602, led by Major Aldo Rico, who had a meritorious performance.
One of its members, Lieutenant Jorge Vizoso Posse, recounted in the book The Argentine Artillery in Malvinas, by Horacio Rodríguez Mottino: “It was a sweet company to feel the explosion of our artillery projectiles, even if it occurred very close. “He protected us and allowed us to feel that we were not alone.”
Another member of that Company, Lieutenant Héctor Losito, seriously wounded in combat, describes one of the confrontations with English commandos, which allows us to appreciate the respect for the adversary: “I was wounded and in a bag, I couldn't even speak. The Englishman put morphine in my left leg and made a tourniquet. They took us to a hospital in San Carlos, where they operated on me. We were English and Argentines together, even those of the same combat ”. The International Committee of the Red Cross highlighted compliance with international law of armed conflicts and respect for the civilian population, by both sides.
On June 3, the Argentine ambassador to Portugal, Carlos Gómez Centurión, told the newspaper El País: “We have once again been the ‘useful fools’. We have made the war that the British have provoked and that the United States wanted. They are concerned with the South Atlantic and want to secure the maritime route through the south of the American continent”.
In Puerto Argentino we waited for the final assault; We longed for what we could have had but did not have, and we were fighting – I repeat – with less than 10% of the operational and logistical capacity of the Army and Navy. A Spanish newspaper reported: “The Argentines have the Air Force, but they do not use their Navy, which is conspicuous by its absence. And without it they cannot maintain supplies with Menéndez's forces.”
On June 8, mid-morning, the forward observer of GA 3 with Infantry Regiment (RI) 4 informed me of the landing of men and helicopters from enemy ships in Pleasant Bay. The area was outside the maximum range of my heavy guns (155mm-20 km).
I spoke with Jofre, who requested support from the Southern Air Force of the continent. After noon, our planes attacked and sank the transports Sir Galahad and Sir Tristan, causing 51 deaths and more than 46 injuries. The English called it the Bluff Cove disaster. Defense Minister John Nott said in London that the losses were “tragic.”
Since that day, with the Navy we constitute an original team. Frigate Captain Julio Pérez arrived with an Exocet MM-38 missile system, adapted to be launched from a land platform into the sea, but he lacked the essential radar to provide the missile with firing data: azimuth (direction angle) and elevation. (distance) to the target.
GA 3 had a Rasit radar (30 km range) operated by Sergeant Raúl Orcasitas and Private Héctor G. Soto. On the night of June 11, Orcasitas told me that he had a “well-purchased” ship and we immediately passed the data on to the Navy. Captain Perez, without hesitating, fired the missile that hit the cruiser Glamorgan, which was carrying nuclear weapons. The ship was damaged, out of action and with significant casualties. At the end of the war, the Glamorgan was donated to Chile.
The siege was closing on Puerto Argentino. The naval and aerial fire, including “cluster bombs” and land artillery, intensified on our regiments and the GA 3 and GA 4 Artillery Groups, the latter under the charge of Lieutenant Colonel Carlos Quevedo, who attended the convalescent conflict of a serious operation.
The erroneous decisions of Galtieri and accepted by Menéndez and Jofre manifested themselves. An overextended perimeter defense was conceived, without depth, lacking mobility, without reserves or planned counterattacks, typical of the First World War.
The principle of "economy of forces" was also violated. Of the nine infantry regiments (RI) on the islands, only four participated effectively in combat: Rl 4, led by Lieutenant Colonel Diego Soria, who left a terminally ill son on the continent; Rl 7, with Lieutenant Colonel Omar Giménez; Rl 12, with Lieutenant Colonel Ítalo Piaggi, and Marine Infantry Battalion (BIM) No. 5, with Commander Hugo Robacio.
Two partially participated: Rl 6 (Lieutenant Colonel Jorge Halperín) and Rl 25 (Lieutenant Colonel Mohamed A. Seineldín). Three did not participate: Rl 3 (Lieutenant Colonel David Comini), and isolated on Gran Malvina Island, Rl 5 (Colonel Ramón Mabragaña) and Rl 8 (Lieutenant Colonel Ernesto Repossi).
On June 10, at mid-morning, we carried out a coordinated attack, between GA 3 and three Pucará aircraft based on the island, on targets that were out of range of our guns. Its pilots were First Lieutenants Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi and Carlos Morales. It was the first case of aero-cooperation in combat in our history.
From that day on, the decision of General Jeremy Moore – an excellent professional and worthy adversary – to frontally attack the general line of mountains, 300 meters high: Longdon, Dos Hermanas and Harriet, was clear.
On June 11, around 10:00 p.m., Parachute Battalion 3 attacked Longdon, defended by a company from RI 7. Commando Battalion 45 attacked Dos Hermanas, defended by troops from RI 6 and Rl 4. And the Commandos 42 did it on Harriet, defended by RI 4.
As in every war, there were weaknesses and defections. At Longdon, the fighting lasted several hours until the RI 7 fraction began to withdraw. There was a real pandemonium. There were significant casualties on both sides, among them the forward observer of GA 3, Lieutenant Alberto Ramos. In Dos Hermanas, a faction of RI 6, with Major Oscar Jaimet, had exemplary behavior.
About the combat in Harriet, the English correspondent, Kim Sabido, in The Sunday Times newspaper, stated: “Our men were advancing slowly with great difficulty. Those in front of us were not going to give in unless it was after a fierce fight.” On the 12th, the aforementioned mountains were in enemy power.
The most intense battle of the War, that of Mount Tumbledown, took place between June 12 and 14. The most wanted targets by the naval, ground and air fire were the GA 3, the GA 4 and the BIM 5. An impact in the vicinity of my command caused injuries and one death, Corporal Ángel Quispe.
The behavior and professionalism of BIM 5, under the command of Commander Carlos Robacio –the best infantry regiment– was exemplary. On the 13th and 14th, the most intense fighting of the entire war was fought. The artillery support priority was given by BIM 5, and partially by Cavalry Squadron 10, under Captain Rodrigo Soloaga, at dawn on the 14th. Journalist Bob McGowan, from the London Daily Express, called these actions as “a terrifying, desperate and at the same time tragic episode.”
By mid-morning, the psychological dislocation was evident and the total siege had taken place: land from the West and by sea to the East, North and South. The annihilation –understanding as such the broken fighting capacity– had been achieved by the British, at an approximate cost of 300 dead, 800 wounded, 6/7 ships sunk and 4/5 damaged, 14/15 planes shot down and 30 helicopters in different circumstances.
They, confident of victory, spared no sacrifices to obtain it, and we, aware of an inevitable defeat, fought until the last moment. San Martín stated: “A well-fought defeat is worth more than a circumstantial victory.”
General Anthony Wilson said: “The men who opposed us were tenacious and competent soldiers, and many have died on the line. We have lost many men." Another Briton, General Julian Thompson, said that the press reports about fleeing officers leaving their soldiers to be slaughtered or surrendered like sheep were “lies”: “Officers and non-commissioned officers fought hard.”
The well-known Rattenbach Report, the final report of the Commission for the Analysis and Evaluation of the Responsibilities of the South Atlantic Conflict, asserted: “It is important to point out that there were units that were conducted with efficiency, courage and determination. In those cases, whether waiting, in combat or during breaks, performance was always high.”
“Such is the case of the South Air Force; Naval Aviation; the air resources of the three Forces stationed on the islands; the Air Transport Command; the Army Artillery (GA 3 and GA 4); the Anti-Aircraft Artillery of the Armed Forces, correctly and effectively integrated, like BIM 5; the 10th Armored Cavalry Squadron; Commando Companies 601 and 602; and the Rl 25. As has always happened in critical circumstances, the behavior of the troops in combat was a direct function of the quality of their commanders”.
War is not a work of God. The path of peace is always better. All the dead from Malvinas, Argentine and British, continue to live, not only in the island peat and in the southern sea, but also where true humanity maintains its high value.